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DISCOTECA por Nova22

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, perteneces a Furudate Haruichi

Notas del capitulo:

Esta idea estuvo rondando mi cabeza todo el fin de semana, espero que la temática sea de su agrado 

 La música resonaba por todo el lugar, hacía retumbar el suelo bajo sus pies como un terremoto que amenazaba con poner el mundo de cabeza. En realidad lo estaba y era una locura. Luces de múltiples colores y formas danzaban por el enorme espacio de plataformas flotantes, se abrían paso sobre la oscuridad permitiendo así apreciar a los sudorosos cuerpos se agitaban como animales al ritmo de la frenética música por toda la pista. Todo era frenesí, calor, pasión y deseos que nadie se molestaba en reprimir.


No existían límites, era un infierno donde cada pecado cometido era gloria y tormento.


En un pequeño cubículo ubicado en un rincón oculto de aquel maremoto de persona, un joven rubio gemía descontroladamente al tiempo que un excitado moreno lo embestía con brutalidad. Su duro miembro se enterraba profundo en su agujero, hacía vibrar hasta su centro y proferir obscenos suspiros. Malacia, alto y fuerte. Las manos del mayor se aferraban firmemente sobre sus glúteos, marcando el ritmo de cada frenética embestida, las piernas del joven estaban fuertemente enroscadas alrededor de la cintura agenda, negándose a abandonar ese jodidamente delicioso tormento.


— ¡Ah!...Joder, mierda...mierda — gruño el moreno, su pene creció, estiró sus paredes. Cada palpitación aumentaba el ardor de la fricción de aquel trozo de carne contra su abusada piel, el dolor se mezclaba con el placer, provocando una explosión de estremecimientos que se concentraron en su entrepierna y lo impulsaron a estrechar su entrada con el fin de sentir más de esa increíble sensación.


Era una maldita droga de la que no podía tener suficiente.


El rubio acercó su boca al oído del mayor, chupó y mordió el lóbulo de la oreja contraria. El sabor de su sudor se le antojó picante sobre su lengua. Soltó un sonoro gemido, estaba cerca, ese hombre lo estaba empujando más y más al fondo del abismo. Se ahogaba. Su cuerpo vibraba con cada estocada. No podía hacer más que aferrarse a él como una tabla salvavidas, como si su vida dependiera de ello y gritar, elevaba plegarias, escupía maldiciones y le anunciaba su placer con todo lo que tenía. La lujuria le hormigueaba en la piel, su éxtasis explotaba en sus terminaciones nerviosas a cada jodidamente dura estocada. Se retorcía. Era delicioso, palpitaba, quemaba y empujaba su piel al tiempo que golpeaba su próstata sin detenerse.


Enloquecía, sus gritos se transformaron en aullidos frenéticos que hicieron eco dentro del pequeño cubículo. Apretó sus piernas, fuerte, muy fuerte y arqueó la espalda al tiempo que sus ojos se abrían hasta su máxima capacidad y sus globos oculares rotaban buscando el cielo. Entonces llegó la calma y la nada absoluta fue salpicada de caos en cuanto su orgasmo explotó desatando la locura en su cuerpo.


Su agujero se contrajo a un ritmo vertiginoso, aprisionando el miembro que buscaba romperlo con sus implacables estocadas. Se estaba deshaciendo en él. El moreno gruñó, sus dedos arañaron la piel de sus muslos. Suspiró. Expulsó grandes bocanadas de aire caliente. Los espasmos del cuerpo del rubio, su voz, la sensualidad de su cuerpo y su maldita estrechez lo estaban arrastrando al límite de lo que podía soportar. Quería hacerlo pedazos, ahora. Ese pensamiento, ese deseo de ahogarlo en placer y perderse con él fueron la chispa que encendió un furioso infierno de calor y lujuria. Arrasó con todo. Su raciocinio, su cordura y lo transformó en una bestia que tomó el cuerpo ajeno con furia y hambre desmedidos.


— ¡Ah! No...ah...no — más gritos y sollozos de angustia, más de ese rubio retorciéndose y rogándole con los ojos inundados en lágrimas...más de ese puto agujero succionando su pene y bebiendo de su pre-semen.


Era maravilloso, ardor y calor, lujuria y deseo. Estaba acercándose en cada golpe, su orgasmo se construirá a cada chillido frenético y palpito de aquella húmeda y caliente entrada. Se sintió aturdirse, un torrente de energía recorrió su cuerpo, un terremoto sacudió su centro y puso su mundo de cabeza — Mierda, tan bueno...tan caliente — se corrió con una intensidad tal que todo su cuerpo vibró y se estremeció de placer, dejó de oír y dejó de pensar, fue como si su alma hubiera abandonado momentáneamente su cuerpo y vuelto completamente revitalizada.


El rubio se retorció, la espesa semilla que se disparaba en su interior ardía como fuego líquido, las estocadas del moreno lo empujaban profundo en su interior, hasta sus entrañas. Fue una sensación deliciosa acompañada de un obsceno sonido que disparó su lujuria. Estaba destrozado, se estaba cayendo a pedazos, sin embargo ansiaba más del placer que, sabía, ese hombre podía ofrecerle.


Pasó una temblorosa mano por su cabello, sus dedos se empaparon en sudor. El moreno seguía enterrado hasta la raíz, palpitaba a espasmos que su entrada imitaba. Lo miró, a través de sus empañados anteojos y sus cristalizados ojos. Sus miradas oscurecidas chocaron como una poderosa colisión. El deseo seguía ahí, tan vivo con el primer instante. Sonrieron. Fue perversión pura. Un reto que ninguno se atrevió a negar.


Se besaron y la energía repentinamente volvió a sus cuerpos. Fueron demandantes y rudos, sus lenguas se acariciaron como dos amantes que conocían todo del otro, desataron euforia y pasión. Una llama que calcinaba sus cuerpos. La desesperanza los consumía, pero la salvación estaba en el cuerpo contrario y se aferraron a ella con locura. Las manos de aquel ardiente moreno apretaban sus glúteos, lo masajeaba, enterraba los dedos, arañaba su piel y el rubio gemía, frotaba su cuerpo contra el contrario, excitando nuevamente su miembro y apretaba su agujero percatándose con fascinación de cómo aquel pene se endurecía en su interior.


Aun no era suficiente y ambos lo sabían, el calor les quemaba la piel, les hervía la sangre.


El mayor rompió el beso al tiempo que arrastraba los dientes por su labio inferior y tiraba de él con una sonrisa ardiente, salió de él, se acomodó en el asiento del inodoro y sentó al rubio a horcajadas sobre su regazo, la espalda apoyada contra su pecho y semen deslizándose entre sus piernas. Acarició sus muslos, estimuló su miembro lentamente haciendo uso de los restos de su corrida al tiempo que sus labios se deslizaban por su nuca y hombros. Nuevos suspiros nacieron a causa de eso, el deseo brotó a borbotones de su vientre bajo, sus manos buscaron enredarse en el húmedo cabello ajeno y sus labios tomar los contrarios y fue dinamita.


Una puta explosión de sensaciones.


Separó de él y miró hacia abajo. Sonrió. Ahí estaba el miembro del moreno; sobresaliendo hinchado y orgulloso de entre sus piernas, una gruesa gota blanco perlado se deslizaba por el oscurecido glande, como un dulce néctar que se le antojó delicioso, observó con hambre como las gruesas venas comenzaban a tomar forma por su longitud, como palpitaba suavemente estirando la satinada piel y por un instante estuvo tentado a bajarse de sobre el pelinegro y lamer toda su extensión. Metérselo hasta la tráquea y succionar cada maldita gota hasta que no quedará nada, sin embargo decidió tomarlo y frotarlo junto con el suyo. El como la caliente carne se deslizaba entre sus palmas y la piel se estiraba bajo sus movimientos fue una tentadora imagen. Ambos miembros palpitaban e irradiaba calor, derramaban líquido pre-seminal que sus dedos no dudaron en deshacer.


Echó la cabeza hacia atrás y gimió, el moreno estaba jugando con sus pezones; los pellizcaba y tiraba de ellos al tiempo que los retorcía entre sus dedos provocándole punzadas dolor y placer. Mordía la piel de su cuello, se empujaba contra su puño al tiempo que el rubio aumentaba la fricción sobre sus ya viscosas miembros. Todo se estaba descontrolando, el retumbar de la música competía con el de su corazón y su mente se perdía en bruma y lujuria que lo consumía.


— Métemela...fóllame ahora — gruñó entre dientes, sus paredes internas palpitaron, una punzada de deseo atravesó su entrepierna. Nunca se había sentido tan desesperado con nadie — Fóllame — repitió con un ligero tono suplicante que acompañó a un gemido. Esto era mucho más fuerte que él, como ahogarse en un pozo de brea caliente.


Con una sonrisa que estremeció su cuerpo, el mayor acató la orden, lo elevó de las caderas y lo sentó suavemente sobre su pene. El cuerpo del rubio tembló violentamente al contacto de esa carne dura y tensa con su entrada, podía oír la respiración pausada de su pareja y un sucio sonido húmedo producirse mientras se introducía lentamente dentro de suyo. Sus músculos se estiraron, sus paredes ardieron nuevamente y sintió como los restos de su reciente corrida facilitaban su entrada y se empujaban profundo. Tembló. Sollozó. Elevó una plegaria.


— Duro...hazlo duro — gimió el rubio. Echó la cabeza hacia atrás cuando el moreno se introdujo hasta casi forzar la entrada a sus testículos. Disfrutó de ese dolor al tiempo que lo sentía tomarle de la cintura y comenzaba follarlo tal y como quería. A la mierda con la gentileza — Si, Si...mierda, si...más duro, más fuerte — podía sentir como ese trozo de carne se movía en su interior, cada pulgada deslizándose de adentro hacia afuera, rozando una y otra vez ese punto que lo hacía delirar. Se mordió el labio inferior, entonces se apoyó de sus pies y marcó el ritmo de la cabalgada.


Lo quería duro y fuerte.


— Eres tan caliente...joder tu culo es increíble — comenzó a bombear a un ritmo más intenso, gruñía contra su cuello, expulsaba calientes suspiros que le erizaban cada jodido vello en el cuerpo, lo mordía enterrando los dientes en su piel y jugaba con sus pezones al tiempo que lo aferraba de la cintura negándose a cederle el completo control. El rubio estaba enloqueciendo, profería palabras incomprensibles, tiraba de su cabello y su miembro con desesperación. Aquellas puñaladas rápidas y profundas lo estaban destrozando y eso le encantaba — Aaaah...No pares, sigue apretando — gruñó el moreno sobre su cuello — Dime que te gusta, dime qué eres mi puta...


— Me gusta...más, si, más — sollozó, rendido. Este hombre lo transformaba en un ser cuya única función fuera la de retorcerse y tensarse hasta que llegara a su límite, era solo un objeto que ese hombre controlaba como si fuera su dueño. No podía parar. Él no lo deseaba así.


El mayor empujaba sin descanso, enterrándose aún más profundamente en cada arremetida, buscando volver papilla sus entrañas. Le masajeaba los pezones con una mano y frotaba su miembro apretándolo en su puño a cada fuerte embiste con la otra. El rubio no se quedaba atrás se movía como si estuviera poseído, apretaba su entrada a más no poder, bailaba y se dejaba caer con todo su peso sobre aquel duro pene al tiempo que se dedicaba a acariciar el cuello contrario y a tirarle del cabello. Oleadas de placer como nunca antes había sentido recorrían su cuerpo. Reía. Gemía. Sollozaba y derramaba lágrimas.


Cada estocada se sentía como si algo dentro suyo estuviera rompiéndose y reconstruyéndose. Se sentía mareado y tenía la impresión de que esa sensación no se debía solamente al caliente pene que empujada brutalmente su entrada o a lo sensual de aquel hombre suspirando frases obscenas sobre su oído, había algo distinto e incomprensible ahí. La pasión que se desataba en su cuerpo estaba en un nivel distinto, mucho más que locura o desenfreno. Descargas de agonía recorrían su cuerpo, estaba sufriendo. Lo disfrutaba. Estaba sucio, pegajoso y cubierto de fluidos que se deslizaban entre sus piernas y empapaban su cuerpo, y era increíble.


Gemía a gritos entre temblores y estremecimientos, palpitaba su cuerpo, palpitaba su entrada y ondulaba, palpitaba el hinchado pene arremetiendo bestialmente contra él, palpitaban sus venas y lo sentía quemarle y desgarrarle la piel al tiempo que se deslizaban frenéticamente a través de sus hipersensibles músculos. No iba a durar mucho, estaba ocurriendo de nuevo, el clímax se arrastraba por su cuerpo como lenguas ígneas provocándole un ardor que no hacía más que aumentar la agonía y el placer.


Así, siguieron por varios minutos, se sumergieron en un jodido caos de embestidas y frenesí en el que les resultaba imposible detenerse. Algo salvaje y primitivo se apoderó de sus cuerpos; el moreno clavó los dientes sobre su cuello, lo mordisqueó y arañó su piel, la punzada de dolor y éxtasis que esto provocó en él terminó por barrer lo poco que quedaba de su raciocinio. Sus cansadas piernas aumentaron las ya desbocadas embestidas. La penetración se volvió aún más ruda y dolorosa. Ardía. Gritaba, gemía, sollozaba su misericordia. Sin embargo no quería parar y sabía que él tampoco querría hacerlo aunque se lo pidiera. Su dolor parecía excitarlo.


Quería que enloquecieran juntos tanto de dolor como de placer.


Una tormenta rugía en su interior. Sus bocas proferían sonidos salvajes que no parecían humanos y sus cuerpos colisionaban como si quisieran pulverizarse hasta los huesos, entonces llegó, como un potente relámpago impactando a la tierra y le invitó a gritar como nunca en la vida y a arquear la espalda hasta que esta crujió. Todo se tambaleó, vibraba a cada descarga que escapaba de su miembro. Él lo sujetó con fuerza, presionó sus caderas contra su miembro y maldijo la deliciosa sensación de su entrada que no paraba de estremecerse a su alrededor urgiéndole a correrse entre espasmos y succiones. Emitió una especie de gruñido animal, volvió e enterrarse con violencia y explotó, espeso y caliente.


El rubio se estremeció casi al borde del desmayo, su conciencia oscilaba entre luz y oscuridad, su cuerpo vibraba y convulsionaba sin fuerza. Tomó una gran bocanada de aire, necesitaba más, tomó otra y otra, sintió como su corazón palpitaba como loco y percibió al contrario hacer lo mismo contra su sudorosa espalda.


Estaba hecho mierda, se sentía como un juguete roto e inservible, sin embargo una sonrisa adornaba su rostro y la euforia vibraba en su piel.


— ¿Cuándo puedo volver a verte? — preguntó el moreno mientras se vestían.


El rubio colocó el último botón de su camisa y alisó las arrugas de esta. Estaba un poco sucia. No demasiado. Él le había ayudado a limpiarse apropiadamente por lo que terminó antes de lo que había calculado. Ese moreno era alguien bastante complaciente y servicial a pesar de la ruda forma en la que lo folló hace un momento y podría decirse que fue una sorpresa agradable descubrirlo. A la mayoría le importaba más su propio placer. Sin embargo no ansiaba nada de él.


Pasó una mano por su rubio cabello, sonrió y caminó en su dirección, los afiliados ojos avellana del moreno siguieron sus movimientos, desde como avanzó lentamente, hasta como su mano tocó el dorso de la suya y se deslizó lentamente hacia arriba. Lo tomó de la cintura con un brazo, sus labios se arrastraron por su cuello al tiempo que los del rubio le acariciaban la oreja. Entonces susurró — Esto no volverá a pasar...pero fue divertido — depositó un beso sobre sus labios, decidió que le ofrecería ese gesto como agradecimiento, se apartó y dirigió directamente a la puerta permitiéndole observar el movimiento de sus caderas.


— Espera, al menos dime tú nombre — le llamó — Dime si vienes...vienes aquí a menudo, si es así creo que podríamos...


El rubio no respondió, tampoco se molestó por seguir escuchándolo, no había necesidad de una charla absurda con él, los nombres o cualquier tipo de intercambio de información eran innecesarios...después de todo no se volverían a ver. Siguió su camino hasta perderse entre la multitud de personas que bailaban en el club, rechazó invitaciones a bailar tanto de hombres como mujeres, pasó por alto miradas indiscretas y roces difícilmente accidentales de un par de manos y avanzó sin detenerse a la salida.


Debía admitir que había tenido una gran cacería, y pese a que la noche apenas estaba comenzando, él estaba listo para retirarse de la escena, estaba inusualmente exhausto, sin embargo la euforia seguir ahí, retumbando en su pecho como la potente música.


Bostezó, se permitió estirar brevemente su cuerpo y entonces abandonó el recinto. Este lugar estaba demasiado alejado de la zona en la que vivía por lo que necesitaba tomar el metro, afortunadamente el último tren aún no había partido.


Para Tsukishima Kei, hacer este tipo de cosas era una excelente forma de aliviar todo el estrés que conllevaba ser un correcto estudiante universitario de excelentes notas y escapar de la monotonía de la vida diaria. Una práctica que le garantizaba un cuerpo revitalizado y una mente libre de cualquier pensamiento o preocupación innecesaria. Era tan relajante como agotador...también inapropiado e incorrecto. Ahí radicaba su atractivo.


Una vez cada semana acudía a alguna discoteca o club nocturno, bebía un par de copas y elegía a algún tipo al azar para sexo. Atraparlos era mucho más sencillo de lo que cualquiera imaginaria, la heterosexualidad era un tema bastante ambiguo cuando se trataba de follar o de un trastero follable, y la mayoría era "curioso" al respecto. Nunca dormía con ellos o siquiera permitía visitas a hoteles, no les decía su nombre y tampoco preguntaba el suyo, esa era información innecesaria para él. No estaba tratando de establecer una amistad o de crear un vínculo con su amante en turno. Era solo sexo.


Era bastante simple para él.


Aunque debía admitir que esta noche había sido un poco diferente, no demasiado, pero tuvo que hacer un esfuerzo extra para poder convencer a ese moreno y había valido cada maldita sonrisa que le regaló. Aquel había sido el mejor sexo de su vida, ese hombre realmente había superado sus expectativas a pesar de que al principio pareció un poco confuso por cómo debía proceder. Afortunadamente Tsukishima estaba preparado para situaciones como esa, algunos tipos no se preocupaban por los juegos previos y el rubio tampoco estaba muy interesado en ellos. Quería follar, nada amas. Le gustaba la sensación de que tenía el poder en sus manos...de que los tenía en sus manos.


Ese moreno fue una gran excepción a ese común, con él sintió su cuerpo como nunca lo había hecho antes, todo fue tan rápido y caótico, pero también se sintió como si repentinamente el tiempo se hubiera suspendido. Casi se sintió un poco decepcionado al percatarse de que no volvería a verlo, sin embargo ese sentimiento desapareció tan pronto como llegó a su mente. Era una tontería ¿Por qué querría seguir viéndolo? Odiaba las situaciones molestas y mientras menos contacto tuviera con sus amantes menos probabilidades de encontrarse con una tendría.


Ya tenía experiencia de sobra en ese sentido y había aprendido a cómo manejarlo por lo que su estilo de vida no se veía afectado en absoluto.


En varias ocasiones su mejor amigo, Yamaguchi, había intentado convencerlo de que buscara una pareja estable y terminara con ese hábito suyo. Usó argumentos bastante convincentes y puso mucho esfuerzo en ello sin parecer demasiado insistente. Pero una relación era algo innecesario, una total pérdida de tiempo, tiempo que podía perfectamente emplear en estudiar para así poder mantener la excelencia académica y ocuparse de sus propios asuntos. Sabía que su amigo solo estaba preocupado por él, que quería que hiciera las cosas bien, sin embargo forzarse a tener una pareja no era lo correcto.


Las relaciones no estaban hechas para alguien con tan poca empatía o interés por otros seres humanos como él.


Las cosas marchaban bien para Tsukishima y casi podría decirse que era perfecto, las simples reglas que había establecido funcionaban como deberían. Lo primero en su lista era no compartir información personal, la mayoría de las veces esto no era un problema, sexo era todo en lo que ellos pensaban. Sin embargo había ocasiones en las que, como el moreno, insistían en un segundo encuentro y era esta la principal razón por la que su primera regla era tan importante.


Y esto se lo había enseñado la experiencia.


Hace un par de años, cuando aún era un ingenuo estudiante de preparatoria, se encontró en una incómoda situación con uno de sus examantes. Era un hombre cerca de diez años mayor que él, quizá más, no estaba muy seguro. Hablaron muy poco y la música del lugar era demasiado fuerte, era atractivo y maduro, lo segundo fue lo que más le atrajo. Supuso que sería lo suficientemente maduro como para entender sin palabras que lo suyo sería una relación de una noche, pero se equivocó...cometió error tras otro.


El tipo lo seguía a todas partes e insistía en que debían estar juntos y que lo amaba. Fue una experiencia desagradable, que le acarreó una infinidad de problemas que terminaron saliéndosele de las manos. Su acoso llegó hasta tal punto en el que era incapaz de salir de su propia casa sin encontrárselo, amenazó a Yamaguchi y a algunos de sus compañeros de clase e incluso a uno de sus profesores. Lo atacó. La situación se volvió insostenible, sus padres se enteraron del asunto, fue inevitable, y levantaron una denuncia y solicitaron una orden de restricción contra el tipo. Por supuesto Kei fue fuertemente reprendido, sus padres eran personas correctas y amantes de las reglas por lo que su comportamiento los escandalizó y casi perdió la oportunidad de ir a la universidad o de siquiera terminar la preparatoria.


Tiempo después, y gracias a la ayuda de Akiteru, su hermano mayor, consiguió apaciguar la ira de sus padres y que le permitieran estudiar en Tokyo. No fue fácil, ellos estuvieron a punto de enviarlo a vivir con sus abuelos a un pequeño pueblo varias horas alejado de su hogar e incomunicado de todo, pasó una corta temporada ahí como "castigo" y le permitieron volver y reintegrarse a su vida estudiantil cuando creyeron que había reflexionado lo suficiente. No tenía que decir que descubrió que su reputación estaba por los suelos cuando volvió.


Bajó del tren junto con una enorme multitud de personas en la que rápidamente se perdió, al salir de la estación descubrió una calle por la que, sabía, transitaban multitudes individuos y sonrió. Este era el sitio perfecto para él, en una ciudad tan grande y abarrotada de personas las probabilidades de encontrarse con alguno de sus amantes ocasionales era muy baja, por no decir que era nula. Por supuesto que esta certeza nacida de la estadística no le haría dormirse sobre los laureles, definitivamente no bajaría la guardia.


— Hoy volviste temprano, Tsukki...— Yamaguchi lo miraba, curioso, desde la sala, su silueta estaba iluminada por la débil luz del pequeño televisor. No le sorprendió encontrarlo despierto a pesar de la hora que era, hacía eso cada vez que salía de "fiesta" le había recalcado en incontables ocasiones que no tenía por qué hacerlo, pero él podía llegar a ser alguien obstinado a veces — Bienvenido — murmuró en un bostezo prolongado.


— Sí — murmuró había pasado un tiempo desde que vivían juntos y aún encontraba extraño tener a alguien esperándolo, sus padres trabajaban mucho y no estaban en casa la mayor parte del tiempo, y su hermano vivía por su cuenta — Terminé antes de lo esperado...voy a darme un baño y a dormir, deberías ir a acostarte también.


— De acuerdo...ah...— lo miró por unos segundos sin parpadear, conocía a Yamaguchi desde que eran niño y como tal sabía muy bien que quería decirle algo, sin embargo este pareció retractarse y volvió al televisor para apagarlo — Buenas noches Tsukki.


— Buenas noches.


Las cosas siempre se tornaban algo incómodas con Yamaguchi en situaciones como está, el pecoso era demasiado consiente de lo que había estado haciendo ahí afuera y le era difícil verlo a los ojos sin que sus mejillas se tiñeran de rosa. El tema del sexo era algo difícil de hablar para él a pesar de que sabía que no era un virgen. Sin embargo todo siempre volvía a la normalidad al día siguiente, admiraba su capacidad para procesar algunas cosas. Él era la única persona que conocía esa faceta suya, fue el único que no lo miró con desprecio después de aquel incidente de su adolescencia y se quedó a su lado sin importar que los rumores también lo hubieran golpeado.


No aprobaba lo que hacía, pero no lo juzgaba o condenaba e incluso intentaba aconsejarle y apoyarlo tanto como podía. Yamaguchi realmente era un buen amigo, fiel e incondicional y, aunque no lo dijera muy a menudo, Tsukishima lo apreciaba mucho; como a un hermano.


*****


Definitivamente, Kuroo Tetsuro, había tenido la noche más "inusual" de toda su vida. Esto, en parte, era culpa de Kenma. Solo una pequeña parte, la mayor parte la había hecho él mismo, sin embargo si su pequeño amigo de la infancia no le hubiese enviado ese mensaje de "S.O.S" jamás habría entrado a ese ruidoso lugar. No era como si nunca hubiese visitado uno, pero no eran exactamente su tipo de lugar, las personas se ponían un poco intensas en ese tipo de lugares y en algunas ocasiones podía llegar a ser peligroso.


Todo comenzó con una inofensiva reunión de viernes por la noche con amigos en un agradable local de la zona comercial; el ambiente era jovial, pero tranquilo, había mucha comida y bebidas sobre la mesa y la compañía era agradable. Todo era risas y diversión, hasta que recibió ese mensaje de Kenma.


En aquel texto ponía "Por favor sálvame" en letras mayúsculas y repleto de exclamaciones y emojis ingeniosos, incluso había adjuntado la dirección del lugar. No lo conocía, pero había escuchado de él, se había vuelto bastante popular últimamente. Kenma odiaba las multitudes y los lugares ruidosos y le pareció una hazaña increíble que hubiese durado más de media hora dentro, pero todo tenía un límite.


— Lo siento, chicos...por esta vez tengo que irme temprano, tengo que rescatar a un amigo en apuros — anunció el moreno levantándose de su asiento, los chicos sobre la mesa protestaron y le pidieron quedarse un poco más, pero él tuvo que negarse a hacerlo, ya les invitaría algo la próxima vez.


Abandonó el local, no sin antes dejar sobre la mesa su parte de la cuenta, y emprendió camino dispuesto a ir al rescate. Sonrió. Era un poco gracioso imaginar al pobre Kenma metido en un sitio como esos cuando a duras penas participaba en los festivales estudiantiles de su preparatoria porque "las personas lo ponían muy incómodo" y Kuroo que lo conocía de toda la vida podía dar fe de ello. Casi creyó que estaba bromeando cuando le habló de ir a un club nocturno, sin embargo su amigo hablaba muy en serio.


Supuso que todo se debía a su pequeño y adorable novio, era bastante difícil que Kenma le negara algo a ese chico, adoraba verlo sonreír. Rió y apretó el paso, el metro partiría pronto. Eso era lo que obtenía por haberse enamorado de alguien tan alegre e hiperactivo como lo era Hinata. Esos dos eran abismalmente diferentes el uno del otro y sin embargo tan compatibles, a veces sentía un poco de envidia cada vez que los veía juntos.


Todas las chicas con las que alguna vez había salido decían que era demasiado serio y pegajoso, pero ¿Qué caso tenía involucrarse en una relación si no ibas enserio con tu pareja? Kuroo no quería a una novia solo para pasar el rato o presumir, podía sonar algo anticuado, pero él buscaba estabilidad, comprensión y cariño, también quería pasar tanto tiempo como pidiera a su lado, hacerla sonreír y compartir juntos momentos tan aburridos como emocionantes. Podía ser algo tonto para algunos, sin embargo esa era su forma de pensar, su idea de una relación y esperaba algún día encontrar a alguien que también compartiera su opinión.


Tal y como imaginaba, el lugar estaba abarrotado de personas, todas ellas frotándose descaradamente al ritmo de la música. Todo estaba cubierto de luces parpadeantes y cuerpos que se agitaban, había calor y el sudor se consensaba llenando el ambiente de un extraño aroma que le cosquilleaba la nariz. Una chica linda le guiñó un ojo, lo llamó, Kuroo le sonrió nerviosamente y negó su oferta agitando una mano. No quería ser grosero, ella era muy linda, pero no parecía correcto seguirla sin más. No estaba ahí para ese tipo de cosas, tampoco estaba muy interesado en el sexo casual.


Muchos decían que era excitante, pero Kuroo prefería conocer bien a su pareja, quería que esta estuviera segura y que su seguridad no fuera influenciada por el alcohol o cualquier sustancia de dudosa procedencia. Así que, si, era todo un anticuado y él mismo lo admitía. Era del pequeño porcentaje de hombres que aun creía en el romance.


Tomó su móvil e intentó llamar a Kenma, ese lugar era enorme, había un segundo piso y dos grandes plataformas donde también podía apreciar personas bailando, no podría encontrarlo fácilmente. Una llamada sería lo más ideal, sin embargo no obtuvo respuesta suya, trató un par de veces más mientras continuaba navegando entre las personas, pero no hubo cambios. Su misión de rescate se estaba volviendo más complicada de lo que imaginó en un primer momento. Nada nunca lo era.


Continuó su búsqueda por el salón, rechazó un par de invitaciones y coqueteos en el camino, cruzó por una zona de mullidos sofás y mesas donde descubrió a una pareja manoseándose sin vergüenza, entonces caminó hasta llegar al otro lado del salón. No era una zona muy abarrotada, sin embargo si era bastante oscura y dificultaba su visión. Quería encontrar a Kenma pronto e irse, la música estaba lastimando sus oídos. Fue entonces cuando divisó una conocida cabellera. Esa persona se encontraba en la esquina más oculta y oscura de la zona, pero debía estar confundido. No podía ser la persona que estaba buscando ¿O sí?


Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo notar que en verdad se trataba de Kenma y que no estaba alucinando, había bebido un poco así que la idea de una alucinación se le antojó aceptable y muy lógica, y aun ahora no quería creerlo. Sin embargo en el fondo sabía que se estaba equivocado — Que rayos — susurro incrédulo — ¡Que rayos! — esta vez exclamó en un jadeó que casi le robó el aliento.


No podía dar crédito a lo que sus ojos veían, ni si quiera podía creer que fuera real aunque a estas alturas y a la muy corta distancia a la que se encontraba de ellos ya no debería tener dudas. En aquella esquina oculta de todos, Kenma, el chico tímido al que tenía que obligar a socializar con otras personas, Kenma a quien creía puro y casto, quizá estaba exagerando un poco eso último, estaba manseando con ahínco a su pequeño novio, incluso podía escucharlos gemir.


Ya no era un niño ¿Verdad? Había crecido bastante, incluso había ganado un poco de masa muscular, no demasiado, gracias a que lo arrastraba con él cada fin de semana a practicar algún deporte, su espalda era más ancha, su estatura no era mala y era bastante fuerte. Pero aún seguía viéndolo como el chico con el que solía jugar todos los días.


Y fue raro verlo tomar la delgada pierna del más bajo y enredarla en su cintura y aún más raro susurrarle una frase sucia al tiempo que jadeaba. Kuroo no lo había educado con tanto cariño para esto ¿Dónde quedaban los valores y esas cosas? Esto no...no debería permanecer ahí parado presenciando esto, no quería hacerlo y como si su cuerpo atendiera a ese mundo deseo, sus piernas comenzaron a retroceder. Paso a paso. No tenía muchas ganas de descubrir cómo dos chicos tenían sexo, aunque tenía un idea de cómo funcionaba todo eso. No era tonto. Entonces decidió que necesitaba una cerveza, quizá dos o tres, quería fingir que todo lo que había visto había sido producto del alcohol. Quería creer que Kenma todavía era...Kenma.


En la barra encontró mucho más que alcohol, había una persona a tres taburetes de distancia del que decidió tomar y era...precioso. Si. Era un hombre, pero no pudo evitar sentir una maraña de nervios adolecentes cuando sus intensos ojos dorados encontraron sus avellana y una electrificante sensación le recorrió la piel en cuanto lo descubrió acercándose a él.


— Hola — su voz, al igual que su mirada, era seductora y Kuroo se encontró conteniendo la respiración — ¿Estas solo? — asintió automáticamente y el rubio sonrió, sus labios eran delicados y finos, sin embargo parecían rellenos y jodidamente besables — ¿Puedo? — preguntó al tiempo que señalaba el taburete a su lado.


— Ah...Claro...adelante — jamás se había sentido atraído por otro hombre antes, pero este chico era tan lindo, no como una chica, era claro que era un hombre. Sin embargo sus rasgos eran delicados y finos, su mentón era delgado y su nariz fina y pequeña...era muy bonito, atractivo. Le había visto contonear las caderas con naturalidad y su mirada se había perdido en su redondo trasero...y pensó que sería increíble sostenerlo entre sus palmas. Apostaba lo que fuera a que era suave y firme.


Sintió deseo...por un desconocido.


A pesar de lo que muchos creían de él o de lo que su apariencia sugería, Kuroo jamás había hecho algo como ir a bares o clubes nocturnos a buscar sexo casual con extraños o se llevaba a la cama a medio mundo, esa clase de cosas no resultaban atractivas para él. No podía solo ir tras de alguien así sin más, necesitaban conocerse primero y descubrir si había una conexión o no.


Trató de resistirse todo lo que pudo ante la tentación, sin embargo esos dorados ojos que brillaban con interés hacia él...por él y la blanca piel que podía a preciar a través de la abertura de su camisa lo tentaban demasiado. Esto estaba pasando ¿Cierto? Quería tocarlo y comprobar si era tan suave como aparentaba, quería mordisquear su relleno labio inferior y saborear lo dulce que imaginó que serían sus labios y escucharlo decir si nombre...susurrarlo.


¿Estaba soñando? No ¿Esto estaba pasando? Si ¿Lo deseaba? Definitivamente lo hacía.


— ¿Cómo te llamas? — preguntó tratando de controlarse a sí mismo, primero necesitaba conocerlo y comenzar con un nombre era el primer paso...el deseo era importante, pero no lo era todo. No tenía demasiado problema en que fuera un chico, era algo nuevo para él, pero estaba bien ¿No? Al final de cuentas independiente del género todos eran personas y seres humanos, incluyéndose por supuesto.


Y no estaba diciendo esto para justificar su clara atracción por él, en verdad lo pensaba.


El rubio sonrió mostrando una hilera de blancos y perfectos dientes nacarados, un hoyuelo se formó en si mejilla izquierda — ¿A caso eso importa? — contestó acariciando la mano que sostenía su botella de cerveza, ese contacto provocó un ligero estremecimiento eléctrico que recorrió su columna vertebral. Fue agradable y podía mirarlo sin perderse en el dorado ámbar de sus ojos, ese color era tan jodidamente bonito.


— Supongo...supongo que no — respondió tratando de sonar casual. Esperaba haberlo conseguido, no quería delatarse tan pronto con él — ¿Puedo invitarte un trago? ¿O tal vez quieres ir a bailar? El ambiente es bastante bueno.


— Tengo algo mucho mejor en mente — ronroneó, acariciándole el muslo con la mano libre, se estaba acercando a su entrepierna y esta vez no fue solo su cuerpo el que se estremeció, había una zona en específico que había reaccionado demasiado bien a la aterciopelada voz del rubio y a la caricia que eso supuso a sus tímpanos — Conozco un lugar, es...más privado.


— ¿Si?


— Así es ¿Vienes?


El bonito rubio sonrió y él le devolvió la sonrisa con la misma intensidad con la que su corazón había comenzado a palpitar, estaba perdido, Kuroo estaba completamente perdido y era tan consciente de ello como lo era del movimiento de los rosados labios de aquel chico. Lo siguiente que recordaba era a ellos empujando a todo aquel que se interpusiera en su camino, a su eufórico corazón palpitando, las largas piernas de ese joven enredadas alrededor de su cintura y a él mismo empujando con ahínco en su interior. Su cuerpo se estremeció ante el recuerdo del sonido de su voz, su estrechez, el calor de su piel y el sabor de sus labios. Lo que pasó después fue igual de alucinante y sensual, estaba enloquecido. Perdió el control y fue increíble.


Se jactaba de siempre ser dueño de sí mismo, sin embargo enloqueció; se transformó en un animal y fue más que alucinante, fue una locura. Le encantó y estaba seguro de que a ese rubio también.


Pero todo lo bueno llegaba a su fin ¿No? Ahora Kuroo se encontraba solo y aun parado dentro del cuarto de baño que había sido testigo de su pasión. Está aún vibraba en su cuerpo y le hacía desear más. — Maldición — se reprendió mentalmente por no haber sido capaz de detener la partida del rubio, pero estaba demasiado ocupado procesando lo ocurrido y antes de que lo notara aquel hermoso rubio se había marchado.


Tal vez aún no era tarde, quizá aún podía verlo y hablar con él.


Corrió hacia la pista de baile y lo buscó incansablemente, solo necesitaba un nombre y la oportunidad de hablar un poco más con él, necesitaba comprobar si la conexión que sintió era real y no solo producto de la emoción del sexo...quería conocerlo, pero no logró encontrarlo. Ese maldito lugar era enorme y a cada segundo su esperanza moría, entonces sintió una punzada de decepción atravesarle el pecho y probó el sabor de una amarga resignación.


Acababa de conocerlo, no debería importar demasiado, sin embargo no podía desaparecer su aflicción...era como si esa persona se hubiera llevado algo importante e irrecuperable.


— ¡Hey! Kuroo — parpadeó, Kenma agitaba una mano frente a su rostro con la intención de llamar su atención. Lo había conseguido, pero ¿Que estaba haciendo él en un lugar como ese? Tenía la impresión de que había olvidado algo importante, sin embargo su mente aún seguir aletargada.


— ¡Kenma! — exclamó al tiempo que sujetaba al más bajo de los hombros. Había entrado a ese ruidoso sitio por él, se suponía que iba a rescatarlo y entonces...— Escucha esto...mientras tú estabas en aquella esquina estrechando lazos con tu enano novio, yo estaba siendo violado en el baño — estaba dramatizando, la realidad de lo que había hecho con ese chico desconocido lo golpeó para decirle que no había sido un sueño o el producto de su imaginación — Mi integridad física fue dañada y mi inocencia manchada ¿Sabes cuántos años de terapia voy a necesitar? Es posible que jamás me recupere o vuelva a confiar en alguien en toda mi vida.


El rostro de Kenma y Hinata pasó de sonrojarse violentamente a mostrar confusión, ambos lo miraron como si fuera un loco tirando palabras sin sentido al azar o como si estuviera hablando en un idioma extraterrestre. No debería ser tan difícil de entender, ese tipo de lugares además de alcohol y diversión, albergaba a personas un poco mal intencionadas y perversas, era natural que alguien tan puro de corazón como Kuroo hubiera sido arrastrado. Incluso el tranquilo Kenma había sido corrompido y él era la persona más difícil conocía.


— No te ves cómo alguien que fue recientemente atacado — Hinata lo miró con los ojos entornados al tiempo que tiraba de Kenma, no había dejado de sostenerlo de los hombros y lo había agitado un poco por lo que el pelirrojo debió suponer que necesitaba ayuda — ¿Dónde están las lágrimas y la ropa desgarrada?


Lo soltó y tanto él como Hinata se tambalearon un par de pasos hacia atrás — Es verdad, además...pareces más animado de lo normal, feliz.


— ¡Claro que no! Estoy consternado, Kenma, muy consternado y asustado — Kuroo, estaba a la defensiva, también estaba exagerándolo todo — Ese rufián podría estar aún al asecho entre la multitud o en cualquier parte, podría volver por mí...no creo que pueda volver a salir de casa sin sentir temor o inseguridad — enredó los dedos en su cabello, agregándole más dramatismo al asunto — ¿Que voy a hacer con la universidad? ¿Qué le voy a decir a mi madre? ¿Quién va a decirle lo que pasó esta noche con su bebé?


Nada, no había generado ni una pizca de empatía en ellos, su conmovedora historia no había servido de nada ¿Que estaba pasando con la humanidad y esta sociedad tan apática de todo? — Entonces ¿Quieres que vayamos a la policía? Podríamos acompañarte a levantar una denuncia, si quieres — sugirió Kenma después de meditarlo un instante.


— ¿Eh? No, no es necesario...estoy bien — se apresuró a responder y con ello decidió poner fin a su pequeña e involuntario experimentó social.


— Kuroo-san, podría ser que...— comenzó a hablar Hinata, captando la atención de los dos más altos — En realidad...fuiste tú el atacante y no el atacado...eres más alto que cualquiera de las personas que conozco y también pareces fuerte e intimidante — el pelirrojo entrecerró los ojos, retrocedió un par de pasos hacia atrás y se refugió detrás de Kenma, por alguna razón sus vivaces ojos caramelo se volvieron...fríos y distantes — No sería difícil para ti...


— Por supuesto que no — Kuroo lo miró indignado ¿Cómo todo había terminado transformándose en esto? Era una persona recta y decente — Fue totalmente consensual.


— ¿Estás seguro? — insistió el menor, se había ocultado totalmente detrás de Kenma y ahora lo único que podía ver de él era a su inusual cabellera pelirroja asomándose de una esquina de su hombro. Dolía que dudarán así de su integridad, incluso aquel que decía llamarse su amigo y que debía conocerlo muy bien había retrocedido un poco al tiempo que escudaba a Hinata — Mentir no está bien.


— Es imposible que Kuroo hiciera algo así — le defendió al fin Kenma. Se había tardado un poco, pero decidió que lo perdonaría por esta vez...ya podría vengarse después — Él es muy decente, no es el tipo de persona que vendría a cazar mujeres a sitios como este, lo conozco bien...prefiere las relaciones serias y el romance.


Hinata se le quedó mirando no muy convencido — Pero...acaba de seguir a una persona extraña a un baño público y...ya sabes.


— Bueno, eso es...


Kuroo suspiró, explicarles lo que había pasado sería muy difícil, principalmente porque ni siquiera él mismo lo entendía — Estoy cansado, quiero volver a casa y darme un largo baño caliente ¿Vienen conmigo? — repentinamente sonrió malicioso, está era una oportunidad tan buena como cualquiera — ¿O quizá piensan quedarse a terminar lo que estaban haciendo en aquella esquina? Si es que no lo terminaron ya, tuvieron tiempo de sobra después de todo...mi Kenma ha crecido mucho.


— No...nosotros no...— Hinata tropezó con sus propias palabras, estaba seguro de que también se había sonrojado a pesar de que no podía verlo bien, pues seguía oculto tras de Kenma. Ese chico era muy fácil de avergonzar.


— Será mejor que volvamos — intervino Kenma al tiempo que giraba para hablar con Hinata, también lo notó un poco sonrojado, sin embargo disimulaba su vergüenza demasiado bien. Él siempre fue un hueso duro de roer.


El más pequeño hizo un puchero, pero no se quejó y los tres abandonaron aquel ruidoso lugar entre risas y burlas por parte de Kuroo, quien no perdió la oportunidad de divertirse a costa de lo sucedido con los dos menores. Sin embargo, y a pesar de que parecía todo lo contrario, su cabeza estaba inundada con pensamientos sobre el rubio. Pensaba en su rostro, en el sonido de su voz y en esos ojos tan dorados que irradiaban un encantó irresistible.


Era una locura, pero tenía que volver a verlo y así tuviera que volver a ese club todos los viernes, definitivamente lo encontraría.


*****


El fin de semana pasó increíblemente rápido, lo sucedido en aquel club ahora se trataba de un recuerdo lejano y tanto Kuroo como Tsukishima reanudaron su vida escolar como de costumbre. Para el rubio lo que había ocurrido entre ellos, pese a lo alucinante que fue, no fue más que una marca más en su inexistente lista. No iba a negar que había pensado en él más de lo que debería o que su cuerpo no había añorado sus atenciones, incluso se había atrevido a sentir una especie de remordimiento momentáneo. Habría sido interesante volver a verlo, sin embargo poco conveniente.


Y a estas alturas también era muy poco probable...o eso era lo que Tsukishima pensaba.


Repentinamente se escuchó un gran estruendo dentro de la cafetería escolar y dos jóvenes se transformaron en el centro de atención al ser los protagonistas de tan desagradable y sucia colisión ¿Debería dar gracias a que el Curry de aquel idiota estaba frío? Por supuesto que no, había arruinado su camiseta favorita. Era blanca.


Iba a matarlo, sin embargo la cólera que Tsukishima estaba sintiendo en ese momento se esfumó como por arte de magia al reparar en el rostro de aquel al que decidió, era un idiota. — Oh...— susurraron ambos al mismo tiempo. Esto no podía estar pasando, debía ser una mala broma o una pesadilla.


Frente a sus ojos y con una amplia sonrisa adornándole el rostro, estaba el mismo moreno que había conocido el viernes por la noche.


Esto no podía ser bueno ¿Verdad? No podía estar pasando, no podía ser verdad, no comprendía como todo pudo haber resultado así ¿Había cometido algún un error sin percatarse? Siempre se aseguraba de que los lugares que visitaba estuvieran alejados de la zona universitaria y de que la persona que eligiera para pasar la noche fuera mayor. No le habría dirigido la palabra a ese moreno si no hubiera estado seguro de que cumplía con sus estándares.


Esto era terrible. Terrible. Terrible. Terrible. Realmente un suceso terrible que, estaba seguro, iba a traerle muchos problemas desagradables. 

Notas finales:

>3< Gracias por leer >3<


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