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La pareja de nuestro Rey Dem-digo, nuestro mejor amigo por Umi chan

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La pareja de nuestro Rey Dem-digo, nuestro mejor amigo

 

 

      La habitación privada en la que se encontraban las cinco personas era sencilla, con un tradicional diseño japonés típico de esos restaurantes. Todos bebían sentados de rodillas en el piso, comiendo de vez en cuando algún nigiri, maki o temaki, entre otros tipos de sushis y alimentos tradicionales, sazonándolos en soja o wasabi.

     Y ahí estaba Yuuri, sorbiendo lentamente la espumosa y ambarina cerveza —que en realidad casi nunca bebía—, esperando ansioso la respuesta de sus acompañantes.

     —En serio, Yuuri, prometemos portarnos bien —dijo un pelinegro de ojos marrones sentado al otro extremo de la mesita.

     Yuuri asintió, sin escuchar exactamente, vagando en los posibles resultados de lo que estaba por suceder. Murata Ken estaba a su lado izquierdo, más concentrado en comer con gula ante los exquisitos platillos. A su derecha el puesto reposaba vacío; esperando. Sus amigos se veían bastante excitados con los próximos acontecimientos, él, sin embargo, cada vez más nervioso.

     Movía su pierna en un tic ansioso. Vestía pantalones de mezclilla negros, una polera gris con estampado blanco y negro donde se veía la silueta de un jugador de béisbol a punto de golpear la pelota lanzada hacía él, rodeado de palabras técnicas del deporte en inglés, con un chaleco azul marino desabrochado. Seguía sosteniendo el vaso contra sus labios, ya sin beber en lo absoluto.

     —Sí, a pesar de que digo, por parte de todos, que estamos ofendidos por el hecho de que Murata lo supiera mucho antes que nosotros —agregó quien estaba junto al mencionado, llenando su vaso de cerveza viendo fijamente el líquido caer.

     —¿Eh? —Ken se incorporó con una mirada de “pero si soy completamente inocente”  tomando un sorbo del amargo líquido para poder pasar todo lo que se había llevado a la boca—. Ya les dije que yo lo conocí antes de que todo empezara.

     —No, Murata, no defiendas a este hombre sin corazón —acusó el castaño restante, apuntando al pelinegro con los palillos.

     —No hagas eso, es una falta de respeto.

     —Tú también cállate —le apuntó a su compañero junto a él.

     Tsukasa, Yukihisa y Masao eran los amigos que Yuuri conocía desde la secundaria. Eran, después de Murata —quien a pesar de la cercanía, insistían en llamarse por el apellido más por costumbre—, los mejores amigos de Yuuri. Ahora todos tenían vidas más independientes, con la universidad en otras ciudades y el reinado en otro mundo, pero trataban de juntarse aunque fuera una vez al mes. Yuuri hacía malabares para poder viajar a su mundo de vez en cuando, así que a veces podía ser partícipe de las reuniones. Y la vez anterior al querido Rey de Shin Makoku le había tocado confesar:

     —Chicos… tengo pareja.

     Masao fue el primero en saltarle encima para celebrarle y preguntarle si era bonita, mientras que Tsukasa y Yukihisa se ponían de acuerdo en que ya era hora, a pesar de que el único con pareja actualmente fuera Tsukasa. A la hora de burlarse esas cosas no cuentan.

     —¿Y? ¿Es bonita? —había insistido Masao.

     —En realidad… no —respondió Yuuri, sin saber bien como sacar el tema.

     —Aunque no sea cierto, no puedes decir eso de tu novia. Tonto —Tsukasa lo miró como si realmente fuera un imbécil, preguntándose cuanto duraría esa relación.

     —¡No! Es una persona realmente hermosa —aclaró avergonzado, dejando su vaso con bebida sobre la mesa de centro, todos esperando el inicio del partido de los Saitama Seibu Lions—. La cosa es que… —respiró profundo ante la atenta mirada de sus amigos, frotando su mano contra su nuca. Había decidido contarles desde hace ya un tiempo, pero finalmente reunía el valor para asumir cualquier tipo de consecuencia—: es un hombre.

     Masao fue el primero en escupir lo que estaba bebiendo, tosiendo tan ruidosamente que lograba quebrar el silencio en el que había caído la habitación.

      Tras una larga explicación sobre su inclinación sexual que nada tenía que ver con su pareja, único hombre que le había parecido guapo más allá de una simple opinión o comentario, o que le atrajera sexualmente hablando, y otro tanta cantidad de silencio incómodo, Masao —siempre el más hiperactivo de todos— rompió el hielo con un comentario medio fuera de lugar:

     —Me hubieses dicho antes, lo hubiera intentado —miró a Yuuri sugerente, antes de soltar una risotada estrepitosa ante la cara de todos los demás para terminar sin aire y con lágrimas en los ojos de tanto reír—. Lo siento, amigo, no eres mi tipo—comentó más relajado, como si que uno de sus mejores amigos saliera con un hombre fuera de lo más natural.

     Sin embargo, fue Tsukasa quien le cuestionó:

     —¿Estás seguro que es algo serio? ¿No estás experimentando una etapa atrasada de la adolescencia?

     —Créeme, no es eso en absoluto —respondió sin duda alguna, recordando hace cuánto tiempo atrás se había confesado y todo lo que le había costado armarse de valor para siquiera aceptar sus propios sentimientos.

     Su sonrisa boba y madura, una extraña combinación que había adquirido con los años según sus amigos, aclaró a todos que lo habían perdido: estaba enamorado.

      Pero no fue hasta después del partido, gritos de emoción y una victoria abrasadora, que los tres se pusieron de acuerdo:

     —Queremos que nos lo presentes —habían dicho firmemente, sin aceptar objeción alguna.

     La siguiente etapa fue convencer al involucrado.

     —¡¿Cómo crees que voy a ser capaz de actuar frente a ellos?! —gritó Wolfram cuando se lo comentó, ambos recostados en la cama real unos días después. Llevaba su típico pijama con volantes, de un suave tono rosado que dejaba al descubierto sus hombros y enmarcaba su cintura; a Yuuri le encantaba ese pijama—. Aun no entiendo del todo tu mundo, a pesar de todas las veces que me has llevado. Seguramente diré o haré algo estúpido —se cruzó de brazos.

     Realmente ello era lo único que le preocupaba; el que Yuuri quisiera mostrar formalmente su relación con sus seres queridos era algo que le halagaba y enternecía en partes iguales, pero él no era todavía capaz de desenvolverse completamente en el otro hogar del Maou, mucho menos tener que aparentar pertenecer a él frente a otras personas por mucho tiempo y en un contacto tan directo.

     —Venga, podemos inventar tus datos más básicos —se acercó a su prometido, arrastrándose en la cama hasta quedar sentado junto a él, pasando sus manos por la cintura del rubio, quien rodó los ojos—. Yo digo que quedarías perfecto como alemán, o por algún lugar de ahí. Completamente europeo.

     —Ese no era un… continente, ¿verdad? Europa.

     —Sí. Ahí hay mucha gente con el cabello rubio y los ojos azules o verdes —besó castamente la mejilla de su prometido—, aunque claro, ninguno es tan hermoso como tú.

     —¿A cuántas personas conoces de ese lugar como para decir eso? —preguntó divertido el rubio, riendo suavemente al sentir al pelinegro bajar por su cuello dejando pequeños besos, retorciéndose un poco ante las cosquillas.

     —Personalmente —beso—, a nadie —beso—. Pero he visto muchas fotos —beso.

     —No creo que esa sea una buena base para tu postura —suspiró por la nariz, sintiendo ya los labios sobre su hombro desnudo y las manos en la cintura apretarse contra su torso. Sentía su temperatura a través de la delgada tela del pijama.

     —Créeme cuando te digo que eres el ser más hermoso que he visto —aseguró, soltando el aire tibio sobre la piel blanca, estremeciéndola.

     —Pero ese no es el tema del que estábamos discutiendo —detuvo sin mucho fuerza la mano que subía juguetona a su pecho, un lugar que habían descubierto bastante sensible.

     —Puedo inventarte todo lo necesario, no tiene porqué ser pronto. Además, de seguro te será sencillo recordarlo —esta vez su mano libre se arrastró por el plano y ligeramente formado abdomen de Wolfram, haciéndole temblar ante el contacto de sus tibias palmas, abriendo su boca para saborear aquella lechosa piel—. Yo te ayudaré si sacan temas que no comprendas.

     —N-no estoy muy seguro —sus mejillas estaban calientes, sonrosadas por completo, viendo como la mano del moreno jugaba dando indicios de bajar más, pero sin llegar a hacerlo.

     —Venga, realmente quiero presentártelos. Son mis amigos y tú eres mi pareja desde hace años, esto es un paso importante en las relaciones de un hombre —hizo un puchero, asegurándose de que el otro viera su rostro suplicante, poniendo ojos de cachorro triste.

     —…Lo pensaré. ¡Mng! —sorprendido, gimió ante la presión ejercida en su entrepierna y una lengua jugando con su clavícula, perdiendo de vista los ojos negros de Yuuri, encontrándose sólo con su coronilla—. ¡Yuuri! —le reprochó.

     —Lo siento, pero no lo hemos hecho desde la última vez que me fui a la Tierra, y eso acá es mucho tiempo. Tú cuerpo me dice que necesita de mí —aclaró sobre su cuello, deslizando su lengua húmeda por sobre la blanca piel.

     —Eres un pervertido, enclenque.

     Su queja fue baja; apenas un susurro, pero no hizo ademán alguno de detener la mano que se mecía sobre su entrepierna o la que volvía a reptar por su pecho o en la boca que insistía en devorar su cuello.

     Esa noche no se volvió a hablar del tema, pero sí estuvieron muy entretenidos “conversando”.

     Finalmente, tras otras insistencias, había conseguido convencerlo.

     Y así es como había llegado a donde estaba ahora; esperando a que Wolfram llegara a la reunión para poder presentarlo a sus amigos. Su madre había insistido en que ella se encargaría de arreglarlo y lo iría a dejar al restaurante, de forma que luego él solo podría integrarse hasta la habitación privada con las indicaciones de ella.

     —Dinos, Murata —Tsukasa habló desde su lugar frente a él, al otro lado de la mesita—, ¿cómo es él? Yuuri no nos ha querido decir absolutamente nada.

     —¿Uh? ¿Nada de nada? —el Gran Sabio, quien había dejado a un lado la comida, momentáneamente, para relajarse con un poco de cerveza, observó curioso al muchacho, y luego volteó sus ojos negros, divertido, a su mejor amigo al recibir una afirmación—. ¿Ni siquiera que no es japonés?

     —¡Espera! —Masao gritó—. ¿Estás saliendo con un extranjero? —vio a Yuuri intensamente, esperando una respuesta.

     —Sí y no, ¿okay? Nació y creció acá, pero toda su familia es europea —dijo, tal cual lo habían pensado. Dejo la cerveza sobre la mesa, tomando un bocado de la mesa.

     —¿Es rubio? —asentimiento—. ¡¿Natural?! —afirmación—. Qué envidia… —susurró el castaño.

     Repentinamente, el sonido hueco de la madera golpeada resonó en la habitación; provenía del marco de la puerta, la cual, momentos después, se deslizó hasta abrirse por completo, mostrando a un hombre de apariencia joven y esbelta. Un hombre de cabello ondulado y rubio, cejas delgadas y ojos verdes cual profundidades de un lago, de rostro fino y labios carnosos; vestía una camisa verde con los primeros botones abiertos bajo un suéter formal con cuello en V color gris que enmarcaba perfectamente su figura, unos pantalones de mezclilla en tono índigo, no completamente recto, marcando la forma de sus piernas y unos botines de cuero marrón oscuro. En su brazo derecho reposaba una chaqueta blanca. Se veía sereno, incluso algo serio, pero se dio el impulso necesario para entrar a la habitación en donde se había formado un silencio absorbente con algo de intranquilidad.

     —Buenas noches —se inclinó, recordando como el pelinegro le había enseñado que era una señal de respeto en aquel lugar.

     Mientras, esa misma persona que le había enseñado eso, quedaba en blanco dentro de su mente.

     Usualmente, cuando invitaba a Wolfram a la Tierra, era un hobby para él verlo con la ropa de aquel lugar, sin embargo, siempre abarcando los niveles normales para él, usando su propia ropa. Pero pareciera que su madre no se contentaba con ello; todo era ropa nueva, y definitivamente era el estilo perfecto para él. Parecía uno de esos jóvenes agraciados que posarían para las revistas, de esos que parecen no esforzarse y aun así se ven tan sugerentes y elegantes. Reaccionó cuando, a su lado, Murata tosió bajito tratando de ocultar una risita.

     —¡Wolfram! —se levantó de un brinco, llegando fácilmente hasta su prometido. ¡Era tan hermoso! Besó su mejilla en gesto cariñoso, para nada dispuesto a besarlo a primeras frente a sus amigos; su recato japonés seguía ahí—. Me estaba empezando a preocupar porque no llegabas. ¡Oh! Ven, déjame presentarte —Yuuri lo guio hasta la mesas sonriendo bobamente, donde todos los presentes les veían curiosos, a excepción de Murata, quien saludó divertido al rubio con una mano, como si se encontraran siempre—. Ellos son mis amigos. El que está junto a Murata es Madarame Yukihisa, el de la cabecera es Fukushima Tsukasa y el de ahí es Mori Masao. Chicos, él es Bielefeld Wolfram, mi novio —decidieron no usar su título de “Von” ya que en ese mundo representaba, por casualidad, a la nobleza alemana.

     —Un placer conocerlos —volvió a repetir la acción de antes, mirando uno a uno los mencionados, volvió a erguirse sobre sí mismo, notándose examinado por aquellos nuevos ojos curiosos.

     Ya antes, sin Yuuri, los tres amigos habían discutido el tema en cuestión; la repentina homosexualidad que les había confesado. Todos en su cabeza tenían una imagen preconcebida de cómo podría ser la pareja del hombre en cuestión. La imagen que tenían los tres era muy semejante; un hombre  delgado, bajo ante la altura de Yuuri, afeminado y “delicado”, con algunas típicas exageraciones del estereotipo gay. Sin embargo, siempre en los ámbitos japoneses, ya que desconocían que la nacionalidad del personaje no fuera igual que las suyas. No podían imaginarlo muy varonil, al contrario, semejante a una mujer, de aquellos que con la ropa adecuada sería como una chica plana; su amigo jamás había dado indicios de gustarle un hombre y, al contrario, antes, en secundaria, solía comentar cosas como el tipo de mujer que le gustaba.

     Por eso, cuando vieron entrar a un “extranjero”, que, además de hermoso y delicado, también contaba con un aura masculina bastante intimidante gracias al porte con el que se erguía orgulloso, de casi el mismo alto que su amigo, tan solo por un par de centímetros más bajo, vistiendo con elegancia y estilo, saludando tan… correcto, no supieron muy bien como ensamblar sus ideas preconcebidas con la realidad. Más aun cuando Yuuri, tan campante, se acercó al desconocida besando su mejilla con tanta naturalidad.

     Él les saludó y su amigo los presentó. Murata, por otra parte, se encontraba muy atento a sus reacciones. Parecía dispuesto a reírse en cualquier momento.

     Todos saludaron, uno por uno, envueltos en una extraña y silenciosa tensión, borrando el relajado ambiente de hace unos segundos atrás. El invitado nuevo se sentó en el lugar antes vacío, erguido completamente; mostrándose prepotente e inflexible.

     Sólo dos personas notaron lo incómodo que se sentía.

     —¿Quieres cerveza, Wolf? —le preguntó Yuuri sonriendo, tratando de retomar un poco el ambiente de hace un momento.

     —Claro ¡Oh! Es la misma que la de la otra vez, ¿no?

     —Sí.

     —Entonces, Bielefeld… ¿san? Cuéntenos un poco de usted —Tsukasa fue el primero en hablar, notando a su amigo, Yuuri, un tanto incómodo por el cambio de ambiente.

     —No es necesario que me llame por honoríficos, solo Bielefeld está bien —sabía que los japoneses no solían llamarse por el nombre hasta recién entrar en confianza, pero los honoríficos no era algo que realmente se acostumbrara del todo—. Mm… tengo veinticuatro y estoy en  el último año de la carrera de arte —bebió un trago de cerveza—, mi familia es originaría de Europa, pero nací aquí, así que en realidad no es que sea gran cosa.

     —¿Y cómo se conocieron? —fue Masao quien habló esta vez.

     —En realidad, fue casualidad. Un día fui a un parque cerca de mi casa porque tenía que dibujar algunos paisajes y Yuuri estaba en la cancha de béisbol que se encontraba ahí; me dio con su pelota sin querer.

     —Después peleó conmigo y me gritó “debilucho” por no poder tirar la pelota donde corresponde —añadió Yuuri, recordando la verdadera forma en que se habían conocido, y lo majestuoso que se veía el rubio bajando las escaleras del castillo a pesar de su fruncido ceño. Sonrió para sí mismo.

     —Sabía que no podías empezar una relación con un coqueteo sutil, ¿verdad? —preguntó Masao, tratando de aportar en relajar el ambiente.

     —En realidad, él me la lanzó de vuelta; ahí descubrí que tiene la mano pesada y un humor horrible.

     —No es verdad; eres tú quien me saca de quicio —le sonrió.

     Tener a Yuuri a su lado le relajaba en demasía.

     —¿Y te gusta tanto el béisbol como a este loco? —siguió Masao, sentado junto a él.

     —No soy… tan fanático como él, en realidad. Pero le he acompañado a algunos juegos y gracias a él ahora lo entiendo —rio un poco; era la pura verdad.

     —Espera —Yukihisa frunció un poco el ceño—. ¿Estás con un hombre… que no es tan fan del béisbol como tú? ¡Wow! Esa no me la esperaba —sonrió con burla.

     —Ja-já —exclamó Yuuri con falsedad—, muy divertido. No soy… TAN obsesionado como para llegar a ese extremo. Aunque yo le enseñé todo lo que sabe… —susurró más a su vaso que a los demás desviando su mirada, logrando solo que los demás se rieran de él.

     —¿Y ustedes? Yuuri me dijo que también están en la Universidad.

     —¡Oh! Yo estoy estudiando Ingeniera —contestó Masao—. Al igual que Tsukasa.

     —Y yo Derecho —respondió Yukihisa.

     En realidad, Wolfram lo sabía. Yuuri le había explicado brevemente de que trataba cada carrera, por si se profundizaba un poco en la conversación y algunos gustos específicos que él no conociera que se pudieran dar durante la charla.

     El pseudo-extranjero parecía agradable, pensaron los amigos.

     Así continuaron el resto de la noche. Wolfram intentaba desenvolverse con la mayor naturalidad posible, especialmente cuando notó a los amigos de Yuuri mostrándose más relajados y divertidos con la conversación, y a su misma pareja disfrutándose esa noche; relajado y sin preocupaciones de rey. Eso le hacía feliz.

     Cuando llegó la hora de irse, el primero en retirarse fue Murata, sonriendo como si nada; parecía que el alcohol no llegaba a afectar su cuerpo. Campante como llegó, se marchó.

     Tsukasa y Masao le siguieron, mientras que Yuuri iba al baño, Yukihisa terminaba de conversar con Wolfram, notando algo curioso en él.

     —¿Tienes problemas de audición?

     —¿Eh? ¿Por qué preguntas? —el rubio no comprendió a que venía aquella pregunta en absoluto, hasta que el otro, con un ademán de su mano, señaló su oído. Dirigió hasta ahí su mano, notando que tenía el aparato que había hecho Anissina y con el cual podía entender el idioma de aquel lugar. No supo que decir.

     —Es un audífono, ¿no? —no le veía con lástima, sino simple curiosidad.

     —No, yo…

     —¡Volví! —Yuuri entró como si de su propio cuarto se tratara—. ¿Nos vamos ya?

     —¡Oh! ¡Claro! Ya es tarde, después de todo —sonrió Madarame—. Buenas noches, que tengan un agradable regreso a casa —se fue por la puerta corrediza, despidiéndose con la mano.

      Ya fuera, en las calles frías y nocturnas de Japón, Wolfram y Yuuri caminaban tomados de la mano, viendo como su aliento blanqueaba sobre sus rostros. Las luces cálidas de los focos iluminaban sus pasos y el silencio roto con el suave bullicio de esas horas les rodeaba tranquilamente. Fue Yuuri quien comenzó:

     —¿Qué-qué tal te parecieron?

     Wolfram vestía aquella chaqueta blanca que se camuflaba con su pálida piel, notándose aún más el rojo de su nariz y mejillas por el frío, dándole un aspecto más tierno e infantil. Sonrió.

     —Fueron muy agradables, definitivamente son el tipo de personas con las que te juntarías.

     —¿A qué te refieres?

     —Son buenas personas.

     Yuuri entrecerró sus ojos de manera alegre, apegándose más al cuerpo el rubio.

     —Yo creo que igual les caíste bien, aunque los intimidaste un poco al principio.

     Ante sus palabras Wolfram frunció el ceño, sin verse muy serio ante su enrojecida piel.

     —¿Y qué culpa tengo yo de que sean unos debiluchos igual que tú?

     Yuuri solo pudo reír a carcajadas, ganándose algunas miradas de reproche por parte de las pocas personas que por ahí pasaban.

     Wolfram bostezó, llevándose una mano a su boca. El aire entró frío en su garganta, doliéndole un poco.

     —Yuuri, podemos volver a casa —su voz salió suave y repentinamente pastosa.

     —¿Quieres volver ahora? —él no estaba muy seguro; hacía frío y el agua seguramente estaba muy helada; sería mejor volver a casa de sus padres y esperar la tina caliente.

     —Sí, mamá-san me tuvo toda la tarde probándome ropa, y estoy cansado. Quiero dormir en nuestra cama.

     —Eso te pasa por dejar que ella lo que quiera contigo.

     —Es que se veía muy feliz.

     —Está bien, está bien —entrelazó sus dedos, arrastrándolo hasta una plazoleta cercana, donde se divisaba un estanque oscuro; un espejo de las estrellas y el manto oscuro que era el cielo. Se acercaron asegurándose que no hubiera nadie por el perímetro, entonces Yuuri puso un pie en el borde, levantando el resto de su cuerpo, subió a Wolfram junto con él, y lo acercó a su cuerpo—. Respira profundo, Wolf.

     Llenó sus pulmones de oxigeno antes de sentir como su cuerpo caía contra el agua, sumergiéndose en un túnel sin fin que los absorbía por completo. Apenas un chapoteo del agua y ya no estaban.

     —¿Uh? —Yukihisa, que por casualidad pasaba por ahí, se extrañó al escuchar aquel sonido—. ¿Qué habrá sido eso?

    

 

~*Fin*~

Notas finales:

¡Gracias por leer! En realidad, escribí esto porque me gusta pensar en algunas situaciones cotidianas o "normales" en la vida de esta pareja, porque se me hace muy tierno. Sin embargo, desde ya les digo, todos los One Shot incluidos en la serie "¡Sí, soy el Rey Demonio!" Van estar incluidas en el mismo Universo :3

Un abrazo~ 

Con cariño, Umi Chan


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