Mi primer celo fue en quinto grado de secundaria, a la edad de 15 años. Un año antes de salir de la escuela.
Mis padres, ambos son beta.
A pesar de ser beta, ambos tienen trabajos estables, cuyas ganancias eran más que suficiente para sobrevivir, y las que nos han ayudado en la actualidad para poder conseguir los supresores.
Soy hijo único, y de pequeño tengo recuerdos de unos amables padres, padres que no le importaban mi condición de omega. Ellos jamás me rechazaron o maltrataron y muchos menos abusaron de mí. Solo les importaba darme mucho amor, me consentían y me trataban como un igual.
Recuerdo que cuando ingrese en primaria, fui asignado en un curso solo para omegas, con una muy deficiente educación. Aún evoco a mis memorias, viendo como mis padres discutían con el director repetitivamente para dejarme en un curso donde pudiera compartir con betas, y por lo mismo tuviese una mejor enseñanza. Pero por desgracia, en una sociedad donde menosprecian comúnmente a los omegas no era nada fácil de que llegase a suceder, y menos en la escuela pública en la que estaba.
Al poco tiempo, cuando iba a comenzar segundo de primaria, mi madre contacto con unos amigos, trasladándome a una escuela privada, en la que ya me permitían estar con más betas. Por aquel tiempo conocí a Phichit Chulanont, mi mejor amigo. Es un chico de tez morena, ojos y cabello oscuros, muy alegre, y por sobre todo fue mi primer amigo beta.
-Hola, soy Phichit, pero me puedes decir Phich, ¡suena lindo! – fue su modo de presentarse, causándome una risa leve por tan extraña presentación –. Oye no te burles – hizo un puchero, haciéndome reír de nuevo.
-lo siento, lo siento –respondí en medio de mi risa -. Mi nombre es Yuuri Katsuki, dime como prefieras.
Me gustaría congelar el tiempo y vivir siempre en esa etapa, donde Phichit y yo pasábamos el rato siempre juntos, éramos inseparables.
Los siguientes años seguí estudiando con Phichit, descubrimos también nuestro pasatiempo: patinaje sobre hielo. Era el deporte que alejaba los malos pensamientos de mi mente, me tranquilizaba, y al poco tiempo me enamore de él, me enamore de la pista de hielo, de los patines, de todo. Un día de práctica arrastre conmigo a Phichit, que al igual quedo enganchado por aquel hermoso deporte al poco tiempo.
Nos inscribimos en una academia de patinaje, y cada 3 días al salir íbamos a practicar. Nuestros padres nos apoyaron, y ayudaron en cada ensayo, en cada competencia. Eran nuestros soportes.
Poco después fui invitado al Grand Prix Junior, a la edad de 14 años. Anteriormente había sido invitado para participar en este evento, pero no cumplía una parte del reglamente: la edad. Cumplo en noviembre, y el máximo plazo para cumplir era hasta el 30 de julio. Razón por la que no había podido asistir.
Aquel año finalice en segundo lugar. Por su parte, el primer lugar fue para Phichit. Él, tuvo una presentación perfecta, mientras yo falle en recibir un salto triple lutz en el programa libre.
Fue una buena participación, aunque por aquella vez no termine en primer lugar, me alegro que Phich si lo haya logrado.
Ese día, cuando llegue a mi casa, mis padres hicieron una pequeña fiesta con los padres de Phichit. Fue algo muy sencillo, pero fue algo memorable.
Mi vida no podía ser mejor.
Hasta que llegue a cuarto de secundaria, ese año por primera vez fui separado de mi mejor amigo. Su clase estaba muy alejada de la mía, y pocas veces nos veíamos en la escuela. Nuestros encuentros eran solo en la academia de patinaje. Pero eran agradables los escasos momentos donde nos encontrábamos.
El siguiente año también estuvimos en diferentes cursos, pero a diferencia del anterior, en este nuestros cursos estaban seguidos. Nuestros encuentros eran más seguidos. Sin embargo, Phich hizo varios amigos los cuales, en muchos casos se trataban de acercarme siendo todos rechazados o ignorados por mí al final, sentía en mi piel sus deseos de hacerme suyos. Yo solo estaría toda mi vida con una persona: mi pareja predestinada.
Para ese año sucedió mi primer celo, no estaba preparado, y el supresor de emergencia lo había dejado en casa. Era un poco tarde, ya había pasado la hora del almuerzo.
Ese día me había quedado un rato más en la escuela. No era día de práctica y estaba en la biblioteca rodeado de muros de libros de diversas materias. Debía mantener mis notas estables al fin y al cabo si quería continuar con el patinaje.
Phichit por su parte estaba en biblioteca también con unos amigos, haciendo jornada para los exámenes que se acercaban. Ellos, estaban en una mesa bastante alejada de la mía para mi alivio.
Recuerdo que estaba desesperado y al final salí corriendo sin rumbo fijo de la biblioteca, solo quería desaparecer y desaparecer esa excitación que me hacía sentir ser otra persona.
Llegue a los baños más accesibles, dejando que mis piernas se tumbaran al lado de la pared más cercana. Me sentía caliente, sentía un calor insoportable, trate de consolarme, pero por más que intentaba el calor seguía inundando mi cuerpo. Por aquel momento no sabía qué hacer ni a quien llamar, mi único amigo era Phich, y a mis padres era impensable llamarlos, estarían en su trabajo, tendría que esperar hasta su salida para que vinieran por mí.
Hurgue en el bolsillo derecho de mi pantalón, lugar donde comúnmente dejaba mi teléfono móvil. No había nada. Pensé que lo había perdido, y un pánico se movilizo por mi cuerpo “¿Cómo saldría de este problema?” me preguntaba nerviosamente. Busque por todo mi cuerpo y no había nada.
Con ayuda de mi mente, trate de revivir las acciones que había hecho ese día. Rogando internamente por poder dar con el paradero de mi celular. ¡Eso era! Lo había dejado en el bolsillo interno de mi mochila. Aquel día se había hecho tarde, razón para subir al transporte público. Me dio miedo que en el bolsillo se saliera y lo perdiera, por eso decidí guardarlo en mi maleta.
Ahora sabía que afortunadamente no lo había extraviado, pero ahora la pregunta era ¿Cómo llegare allí? Puesto que mi maleta estaba al próximo asiento de donde me encontraba en la biblioteca.
Mis piernas no respondían mi llamado de sostenerse, mi cuerpo ignoraba mis suplicas de levantarme de aquel lugar.
Finalmente, llegue a la conclusión que lo mejor que podría hacer era esperar. Esperar que algún estudiante llegase al baño y al verme en tal condición fuera por ayuda, los coordinadores sabrían de inmediato que estaba en celo y llamarían a mis padres, tendría que esperar por ellos y ya. Todo se arreglaría, mis notas academias eran positivas, así que lo más seguro era que tomaría los siguientes días y la pasaría en mi cuarto esperando a que pasara.
Siempre existe la posibilidad de que los planes tienen fallas, y en este caso así sucedió.
-ayúdame – suplique cuando sentí unos pasos entrando al baño.
Escuché como la otra persona lanzo una carcajada y un escalofrió recorrió velozmente mi cuerpo, tenía la impresión que aquello no iba bien
-¿Qué tenemos aquí? – Pregunto a la nada con un tono burlesco –, ¡un omega en celo!
Mi cuerpo se llenaba de miedo a cada palabra que escuchaba. Esto no iba bien.
-¿quieres saber cómo te encontré? – se dirigió a mí, esperando algún movimiento de mi parte, cosa que no obtuvo. Mi cuerpo temblaba lleno de espanto – sentí un agradable olor, y una buena idea se me ocurrió al seguirle – su respiración cerca de mi hélix derecho me estremeció – ahora que te veo bien, – hizo una pausa, tal vez examinándome. No sabría decir que estaría haciendo, mis ojos estaban fijos en el suelo en todo momento, temiendo levantar la mirada – eres un amigo de Chulanont – mis ojos quedaron en blanco al escuchar ese nombre –, ¡el que siempre rechaza a los que se le acercan!
Sentí aquella vez como mis ojos comenzaron arder, mi vista nublosa se cristalizo al escuchar cada palabra.
-Ca…cal – mis palabras eran solo monosílabas, ¡era incapaz de poder formar una palabra! Me sentía horrible – ¡cállate! – lo logre. El silencio invadió el lugar en cuestión de pocos segundos.
Sentí el movimiento de su cuerpo hacia el mío, las manos de la otra persona comenzaron a recorrer mis piernas, eran grandes manos.
Tenía miedo, quería huir de ahí ya mismo.
Comenzó a subir sus manos por mi muslo para dar final en mi pecho.
Mis lágrimas se hicieron presentes al cabo de dos segundos.
-¿ya comenzaste a llorar? – Pregunto con escarnio – pero si hasta ahora no llevo nada.
-por… por favor… – hablaba con la voz quebrada – de…det…detente – finalice comenzando a sollozar.
Sin decir palabra alguna e ignorando mis suplicas, giro mi cuerpo, quedando yo con el pecho hacia el suelo.
No pasó mucho tiempo, cuando sentí el dolor punzante en la parte trasera de mi cuerpo. Antes, siempre había pensado que mi primera vez haría de mi vida una conexión hermosa, y seria con mi persona destinada, que estaría llena de amor. Pero esta, era una conexión obligada, no fue ninguna experiencia buena. El dolor no cesaba, era como si me sintiese morir a cada movimiento que él daba. ¿Por qué dolía tanto mi pecho? Era un dolor que desgarraba todo mi ser.
Mis lágrimas caían una tras otra, ya nada importaba nada, quería desaparecer.
Esa fue mi primera experiencia sexual, fue y será el peor día de mi vida.