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El azar desfavorece a los confiados por chibibeast

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Notas del fanfic:

Hola~
 
Chibi-Grinch se presenta de nuevo este año >:B
 
Bueno, este fic tiene doble propósito: 

1- Regalo de Navidad para quienes me leen. 

2- Mi segundo aniversario como autora :D [Es el 12 de diciembre, ¿pero quién cuenta los días? :v]

Parece que se me está haciendo costumbre escribir sobre esta pareja en Navidad xD

Notas del capitulo:

Esto es algo confuso.   

En sí, la pareja es Aoita, pero… pasa esto y aquello(?)  

Yo misma me hice un enredo con la narración, espero que no les pase a ustedes.

Eh, esto lo escribí de madrugada, he ahí la razón del final.  

Mi espíritu navideño me abandona todos los años, so… aquí no hay fluff ni lemon, menos romance. De hecho, debería haber puesto la advertencia, pero es mejor que sea sorpresa *risa demente*

 


 
En la madrugada del 24 de diciembre, una solitaria figura es divisible entre la neblina y la oscuridad, camina a paso lento, más por inercia que voluntad, la mirada opaca e irritada debido el llanto de hacía horas, los labios ajados y rasgados por sus propios dientes al reprimir lamentos, sus ropajes desacomodados y postura curvada son indicadores de una terrible noche. No está ebrio, pues, siempre ha pensado que «ahogar las penas en el alcohol» es una falsedad, un invento popular como justificante para atrofiarse los órganos y engañarse a sí mismo; ese estado de no distinción entre la realidad y la fantasía, es lo que muchos utilizan para no enfrentar lo acontecido, pero no él. 


Este ser en particular del que narro, prefiere mantenerse consciente de su realidad, del punzante dolor en su pecho, que no sangra porque no hay herida, pero para él es como si una afilada daga lo atravesara y fuese removida en círculos, destrozándolo sin compasión.


Las huellas de sus botas son marcadas en la blanca, densa y fría nieve que cubre el camino por el que avanza, sin un rumbo fijo, cabe decir; un ligero manto blanquecino le cubre desde los cabellos negros lisos hasta el borde las mangas de sus pantalones, lo que denota que ha estado afuera durante mucho tiempo.


Las calles vacías son irreconocibles para él en este punto, ha caminado tanto, sin percatarse hacia dónde se dirigía que ahora el pánico empieza a apoderarse de sus sentidos. Por estar sumergido en sus afligidos pensamientos tampoco notaba la cruda temperatura a la que estaba expuesto, ahora sabiendo esto, las correntadas de aire gélido le provocan estremecerse y la piel de su rostro ardía, el tono rojizo de esta ya no era ligero y el roce del viento le incómoda mucho.


Detuvo su andar bajo un poste metálico, cuyo foco intermitía la luz y en la espesa oscuridad no alumbraba más de dos metros.    


No sabía cómo había llegado a ese vecindario, no sabía cómo salir allí.


Entre la ansiedad de pensar una manera de regresar a su hogar, un recuerdo lo golpeó de repente, la respuesta de su situación llega y la desazón aumentó.
 

 


______________________

 

 


 
La tarde del 23 de diciembre, un tranquilo y sereno Yuu cargaba un par de cajas tamaño medio, las cuales contenían algunos adornos navideños y los regalos de su pareja, esquivaba con facilidad a las personas que transitaban las concurridas aceras. Sus manos enguantadas, su torso enfundado en un abrigo grueso y la bufanda monocroma alrededor de su cuello le proporcionaban el calor suficiente para resistir la baja temperatura, sus cabellos se mecían al son de la suave brisa, sonreía por momentos debido al roce de las hebras contra sus mejillas.


Iba imaginando la reacción de su pareja cuando viera la sorpresa que le tenía preparada. Era un gesto muy común en él darle a su enamorado un único objeto material cada año, ya que el resto de festividades era más de mostrar sus sentimientos mediante acciones que hicieran saber cuán especial y amado era.


Incrementó la velocidad de sus pasos, quería llegar cuanto antes a su hogar para así tener todo listo antes de que el menor llegara, aunque faltaban un día para Noche Buena, no habían colgado ningún adorno, Yuu no tenía problemas en pasar la Navidad sin luces titilantes en sus paredes, pero el otro quería luces, un árbol, copos de nieves y otras cosas más. Así que, cumpliría el capricho de una Navidad lujosa. Aun si esta efeméride no era parte de la cultura japonesa, las recientes generaciones tenían como costumbre celebrarla, más promoviendo el comercio y el materialismo que el verdadero significado.


Casi corriendo pasó de largo una cafetería, se detuvo de improviso, creyendo haber visto un cabellera rubio cenizo muy conocida, quiso girar para cerciorarse, pero negó convenciéndose de que con las modas actuales podría tratarse de cualquiera.


Arribó a la vivienda cuando ya estaba anocheciendo, entró a la casa tan rápido que la puerta azotó, se disculpó como si esta no fuese un objeto inanimado.


Dejó las cajas en el piso del living, se deshizo de los guantes y el abrigo, sacudió los restos de nieve en su cabeza, fue al sótano a traer los adornos faltantes y los ubicó junto a los nuevos. Sacó el regalo, lo colocó en la cima de una repisa en la que tenían demás decoraciones de cerámica, lo observó maravillado y anonadado por tal perfección.


El obsequio era un globo de cristal −no como otros que tienen ciudades nevadas−, en el interior había una fotografía de ambos sentados en el pasto rodeados de cuatro pandas bebés, tomados de la mano y viendo hacia la cámara mientras acariciaban el pelaje; diminutos trozos de cristal con forma de hojas color verde flotaban entre el líquido típico de esa pieza y la imagen era sostenido por las extremidades superiores de un gracioso panda adulto.


Rió enternecido ante el curioso material. Vaya, a veces tenía ideas extrañas.

− Le gustan esos animales y ese día se divirtió mucho, espero le agrade.


Estaba por sacar los ornamentos cuando oyó la puerta principal abrirse y unos pasos llegando al living.


− Yuu, ¿qué haces?− cuestionó, aquella profunda voz.


− Eh, te esperaba para adornar juntos. Ya sabes, todas esas cosas que se ponen…− contestó, a lo que puso al revés cartón para todo saliera de una vez.


− Puedo verlo, pero a lo que me refiero es… ¿qué haces en mi casa?− arrebató las cosas que tenía Yuu e le hizo levantarse del piso.


− Ya te dije a qué vine.− desconcertado, intentó acercar todo de nuevo, pero el otro lo alejo jalándolo de un brazo.− Akira, estás actuando extraño.


− No, yo actúo normal, como cualquier persona que ha roto una relación.


− ¿Qué? ¿Cuándo pasó eso? Nunca hablamos de terminar.− estaba comenzando a alterarse, en los años que llevaban como pareja no hubieron indicios de algo así. 


− Claro que sí. Te dije que quería separarnos, que yo necesitaba un tiempo a solas.


− Y te di tu tiempo, en toda esta semana no te vi, hasta hoy que decidí venir para que pasemos la última semana del año juntos.


− No, Yuu, no entiendes. El «necesitar tiempo» fue sólo una excusa para no romper tan duro contigo.


− ¿Qué? Creí que continuaríamos juntos, Akira, llevamos 5 años de relación.− eso no estaba bien, para nada. ¿Cómo es posible que no halla notado antes que el rubio ya no sentía lo mismo? Siempre había podido leer las expresiones de Akira, aún en un estado estoico, conocía cada faceta, cada parte de él… aun así, no pudo percatarse de que el amor que una vez le tuvo ya no existía, o tal vez sí, pero en menor medida.


− Exacto. Han sido unos años maravillosos, Yuu, pero ya no es lo mismo. Quiero decir, te amo, siempre lo haré, mas eso no es suficiente y… no es tu compañía la que deseo ahora.− eso lo dijo sin verlo a los ojos, su voz disminuyó el volumen casi al final, se escuchaba dolido por soltar esa frase.


Tan contradictorias palabras hacían bullir algo en su ser. El menor tenía razón, no lo entendía, no lograba comprender por qué le decía que lo amaba para luego rechazarlo y alejarlo.


− ¿Desde cuándo…?− estaba implícito a lo que se refería.


− No creo que…


A partir de ahí todo fue gritos, quejas y lamentos de ambos lados. 


No recordaba mucho acerca de lo dicho por el rubio, la furia y decepción le habían cegado y ensordecido ante las frases dichas.


Lo que retumbaba en sus oídos era aquello que le hacía sentir verdaderamente mal, pésimo consigo mismo: Akira ni siquiera terminó con él por aburrirse de la rutina, no, lo dejaba por: su forma de ser, su personalidad inestable, sus celos –a veces− excesivos y muchos numerosos defectos que se encargó de hacerle sabedor.


Jamás alguien le había hecho sentir tan mierda. Jamás alguien se había atrevido a hablarle de esa manera, no sin atenerse a las consecuencias. Sin embargo, era Akira quien le decía todo eso, lo que lo hacía querer llorar y le destrozaba.


Como un mal perdedor, no supo aceptar la derrota. No quiso seguir escuchando las palabras de aquel que alguna vez fue el receptor de sus sentimientos. Iracundo como estaba, empujó al rubio, derribándolo al suelo, se le sentó sobre el abdomen impidiéndole levantarse; lo agarró de las muñecas y descendió su rostro hasta tocar con la nariz la del contrario.


Akira sabía que si forcejeaba sólo alargaría la pelea y haría a Yuu alterarse más, así que, paciente, esperó a que se desahogara, con expresión facial impasible contó los segundos que tardaron en silencio.    


Una gota que cayó en su mejilla le sorprendió, esa fue la primera de otras más que le sucedieron. Fue liberado del forzado agarre, el azabache apartó la cara de la suya para ocultarse en la curvatura entre su hombro y cuello; podía oír el lastimero llanto de el hombre que se negaba a soltarlo. Hizo amago de envolverlo en un abrazo conciliador, mas el mayor tomó impulso para ascender, alejándose del menor. Se acercó a la repisa donde se encontraba el hermoso obsequio, lo tomó con extremo cuidado, lo mostró al rubio, quien al principio no captó el mensaje.


− Esto lo mandé a hacer especialmente para ti, esta foto fue tomada en nuestra visita al zoológico, gran día, ¿cierto?− las lágrimas continuaban deslizándose por las pálidas mejillas, la voz entrecortada era apenas entendible− Pues, quedará en nuestra memoria, corrijo, en mi memoria; porque tú lo olvidarás en cuanto los brazos de aquel, que es tu nuevo entretenimiento, te rodeen, sus labios te roben el aliento y sus esencias se mezclen.− después arrojó contra la pared el objeto, este se quebró en miles de pedazos que se esparcieron por la alfombra, igual que el contenido de su interior.  


Ante la atónita mirada de Akira, salió corriendo del lugar azotando la puerta.

 


 
_______________________

 

 


 
Sin más, olvidó las telas que el día anterior le cubrían del invierno, eligió la vía equivocada hacia el sitio en el que –al parecer− tendría que residir durante algunos meses.


Como contaba al principio, querido lector, este tipo estaba vagando cual perro abandonado, intentando infructuosamente hallar cualquier señalización que citara el nombre de alguna avenida conocida, mas no existía tal. Diré la verdad −por contada tercera vez durante mi longevidad−, yo eliminé lo que pudiera brindarle pistas a mi reciente pasatiempo. No quería dejarlo ir tan fácilmente, es decir, el hedor que provenía de él me atraía tanto, como sí yo fuese un ave de rapiña esperando a que su presa diera el último respiro para lazarme –sin dudarlo− en picada a devorarlo.


Cabe la posibilidad, lector, de que te preguntes lo siguiente: « ¿Qué es lo que he estado leyendo?, ¿Quién narra esta historia, si no es el autor en tercera persona?, ¿Cuál es la relación entre lo que leí anteriormente y lo que estoy leyendo ahora?» Si mi suposición es correcta, permíteme responder a las interrogaciones planteadas; si estoy equivocado, de todos modos deberás leer mis respuestas.


Lo que has estado leyendo es el transcurso del día de un humano, elegido al azar, debido a que es mi costumbre causar estragos en la vida de los mortales. No me interesa su identidad ni su edad ni etnia, pero sé su nombre, precisamente porque este y el otro humano no dejaban de repetirlos. 


El narrado de esta historia, obviamente, es el autor… ¿o crees que podría haber otra persona detrás de estas letras? Si es así, aclararé tan grave error. No soy una persona, ni animal –innegable–, tampoco soy nada de lo que estás pensando: un duende, un demonio, un ángel –qué falacia–, el Grinch –tal vez, debido a la época del año–, un hada maligna –demasiado cuentos infantiles– u otro ser mítico imaginable… concédeme unos segundos de risa burlesca. No, nadie necesita saber lo qué o quién soy, confórmate con saber que existo, soy un ente consiente de dónde estoy y cuál es mi propósito al tener una charla contigo mediante este escrito. Sin embargo, si tanta curiosidad tienes, llámame… Kai.


Vaya, extendí mi respuesta, no quiero aburrirte con sinsentidos; únicamente, contestaré la última pregunta:


Pues, creo ya lo sabes. Estaba aburrido, fue casualidad toparme con Yuu… sorpresa, sorpresa, me entero que su vida ya es un caos sin mi intervención, con permanecer tras suyo bastaba considerarlo potencialmente peligroso; sus emociones estaban al ras del desequilibrio, sólo un pequeño empujón mío bastó para liberar la negatividad que albergaba. Desconsuelo el mío, debido a no tener un compañero con quien compartir mis hazañas… tú creerías esto al saber mi condición aislada; es lo contrario, mi tan desconcertado pequeñuelo, me encanta estar solo, mas me es grato escribir relatos y enviarlos a humanos frágiles de percepción.         


Cortando la línea de mis divagues, prosigo lo tan interesante aconteció ese día.


Desubicado como nunca, el azabache, decidió encaminarse hacia una dirección en específico, incluso sin estar seguro de que dicho camino era el correcto.


Dos horas luego, se dio por vencido. La feroz ventisca desatada no le dio tregua, yo menos. 


Extenuado cuerpo que yacía derrumbado sobre el congelado suelo, casi sin aliento, cubierto por el inmaculado manto, agonizando a causa de la hipotermia. Deambular sin protección a esas horas de la madrugada con tal terrible clima, sólo este tonto lo haría.


Aquí, es donde yo intervine. 


Cauteloso, me aproximé, mi intención no era otra más que proporcionarle el medio para cumplir lo que su turbado ser deseaba. Sombríos pensamientos pude ver, chasqueando dos dedos, fueron revelados en el aire, reproducidos como si estuvieran en una pantalla.


Mueca chueca, podría clasificarse como una sonrisa malévola… tenía diversión asegurada.


Me agaché quedando cerca de su oído, susurré unas cuantas palabras de aliento… le ofrecí mis servicios, prometí alivio para sus rotos sentimientos; él aceptó, siquiera terminó de escuchar el acuerdo. No importa, el contrato estaba sellado.


La nieve a su alrededor formó un remolino, estelas de escarcha negra empezaron a rodearlo también, su cuerpo fue elevado y sacudido en el aire, podía sentir cómo una fracción de mi poder era transferido hacia Yuu; eso fue un préstamo, como tal, luego obtuve mi paga.


Ahorré minutos hacia la casa de el otro tipo, nos hice aparecer justo frente a la puerta de la alcoba del Akira; realicé un ademán, apuntando a la madera talla, esta se abrió consintiendo nuestro acceso.
Ah, dulce calma previa a la tormenta.


Dos hombres yacían recostados, abrigados con las calurosas cobijas de la gran cama, siendo nuestro objetivo abrazado desde atrás. La cabellera de el nuevo amante era bicolor, la mitad derecha color negro y la mitad izquierda color amarillo. Uh, parece el tinte estaba caro.


Un rugido gutural se dejó oír a mis espaldas, abriéndose paso a largas zancadas, mi colega se posicionó a los pies de la cama y de un solo jalón echó del mueble a ambos acaramelados. Já, me gustaría que pudieses haber presenciado sus caras de horror e infinito terror cuando lo vieron aparecer, sin antelación el cráneo del bicolor estalló esparciendo la sangre y sesos: manchando la alfombra beige, la pared y el perfil del otro turulato* hombre; el cual vomitó al observar los restos del que hasta hace poco le acurrucaba.


El iris nebuloso del azabache miraba fijamente al que permanecía tirado en el piso, intentando regular su organismo. Dio pasos lentos aproximándose a él, lo tomó del cuello y presionó forzudo, mientras revelaba el sufrimiento albergado.


Lamentos estúpidos, a mi parecer. Cursilerías propias de los mortales. Anhelos absurdos.


Ambos emitieron un llanto patético, uno expulsando la amargura provocada… el otro, lanzando quejidos mientras sus entrañas eran desgarradas por filosas garras ceñidas a su abdomen y cuello, enorme charco de sangre bajo los pies, pataleaba inútilmente tratando de liberarse; mas le fue imposible, ya que el principal órgano vital le fue arrancado cruelmente. Aventó el cadáver restándole valor, el corazón todavía palpitaba en la mano de Yuu, la cadencia fue extinta al ser devorado de un sólo bocado; se relamió los rojizos belfos, disfrutando, saboreando la sangre de su actual víctima.


– Gracias. –murmuró, semblante apacible y sonrisa cálida fue lo último que escuché y vi, antes de consumirse en abrasadoras llamas, siendo reducido a cenizas.


Desaparecí de esa vivienda enseguida, no tenía caso perpetuar mi presencia.
Habiendo finalizado tan conmovedor relato, sólo queda un acto voluntario de mi parte: un consejo… o, apuntado de mejor manera, una advertencia.


Ten cuidado, chiquillo, tú podrías ser mi próximo objetivo. El azar desfavorece a los confiados.
 

Notas finales:

 
*turulato = estupefacto, pasmado.
 
**bicolor (negro y amarillo) = Jun, bajista de Golden Bomber. Hay pruebas de que Jun es un gran fan de Reita, de hecho, cuando lo conoció en persona (a toda la banda, hace muuuuushisimo tiempo xd), Reita le dio una toalla firmada por él y con una dedicatoria «Para mi linda esposa». Jun publicó la foto en su blog (creo), como todo buen fanboy.


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