ORQUESTA
SORRENTO DE SIRENA
Lo que escuchaba Sorrento era mejor que cualquier melodía que el pudiese tocar con su flauta, era un sonido el cual él no podría ni en sus sueños igualar, tan puro, tan bello, una vibración que atravesaba cada célula de su piel, como una droga hipnotizante y adictiva. Pero de cierta manera se sentía parte de aquella hermosa melodía, se sentía el director de aquella hermosa y sensual orquesta, con sus manos dirigía la intensidad y con su mismo cuerpo tocaba los lugares exactos donde los sonidos cambiaban.
El sonido no se detenía al igual que los movimiento de su pelvis chocando contra el cuerpo de aquel hermoso ser que estaba bajo de él, bajo su dominio, aquel hermoso ser en el que se juntaban todas sus fantasías, deseos, de donde desbordaba lujuria y sensualidad, aquellas hermosas hebras color azul, tan azul como el mar que lo llamaban a jalar cada vez que deseaba para obtener esa curvatura en su espalda y una mayor opresión de su miembro en aquella caliente cavidad.
Su nombre era Saga, aquel dorado, aquel hermoso sujeto que había llegado a la Atlántida un día, aquel dueño de esa hermosa voz que lo cautivo, el que lo hizo sentir envidia por jamás poder igualar esas notas con su flauta, pero ahora aquello no le interesaba, porque esa voz sólo le pertenecía a él y a nadie más, ese cuerpo que se doblegaba bajo suyo, estaba marcado con sus besos, con sus labios y sus manos que aún se paseaban libremente por toda esa blanca piel como porcelana, produciendo gemidos que eran la más hermosa melodía que en su vida hubiese escuchado.
CARRERA
MU DE ARIES
“El que pierde hará lo que el otro diga sin reclamos durante todo un día”
No habían sido sus palabras, él no había ideado el reto, nunca había sido competitivo en su vida, prefería alejarse de aquello y vivir con tranquilidad, pero esa era una oportunidad la cual no podía desperdiciar, una oportunidad única en la vida para conseguir su más anhelantes deseos, para cumplir al pie de la letra aquellos húmedos sueños que había tenido desde el inicio de su pubertad, sueños que podría cumplir con el mismo protagonista de ellos que ahora se entregaba casi en bandeja, casi como un presente el cual él quería desatar el listón y arrancar con desesperación el envoltorio de papel.
El otro nunca lo vio venir, nunca se imaginó que él con su delgada contextura pudiese ganar la carrera, podía notar en sus ojos lo confundido y derrotado que se hallaba mirándolo desde abajo con sus rodillas apoyadas en el suelo y tratando de normalizar su respiración tras ese sobrehumano esfuerzo.
Mu ya tenía claro su primera orden y se relamía los labios de sólo pensarlo, el primer paso era llevarlo hasta los baños que nadie usaba en la escuela, aquellos que quedaban lo suficientemente lejos para que alguien quisiese ir, el segundo paso era hacer cumplir su orden y disfrutar de aquellos hermosos labios color coral, ver como esas mejillas tan pálida se ponían roja de vergüenza y como sus ojos verdes se volvían vidriosos.
Cada paso fue cumplido a la perfección, tenía a su mejor amigo de rodillas en el suelo, tenía a Saga mirándolo desde abajo con aquella hermosa expresión que siempre imaginó, tenía a Saga con sus mejillas rojas, tenía a un Saga jadeante y con dificultad de respirar cada vez que él hundía todo su pene con rudeza hasta lo más profundo de aquella garganta una y otra vez; sentía como las olas de placer recorrían su cuerpo cuando el otro comenzaba ahogarse y tosía al no poder respirar bien, era un sádico, lo sabía, pero quien podría resistir ver ese hermoso rostro bañado en lágrimas y vergüenza.