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Salvador por Aurora Execution

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Notas del fanfic:

Los personajes utilizados no me pertenecen. Son propiedad de Stan Lee, Marvel y todos aquellos que posean derechos sobre estos.

Notas del capitulo:

Me tardé un tiempito, pero regreso con una pequeña continuación a mi anterior fic. Dos o tres capítulos más.

No es necesario leer el otro, pero si así lo desean, adelante :)

Espero y disfruten de la lectura.

«Eran almas gemelas, de alguna manera los dos estaban mucho más solos que los demás, compartiendo el mismo agujero del abismo.»

José Agustín Ramírez.

 

 

Zhelaniye, rzhaviy, semnadtcat'.

 

 

Víctor era de esas personas que siempre se hallaron en el lugar y momento equivocado. Mala suerte. Dependiendo claro, del ojo con el que se mirara. Como esa vez a sus nueve años, cuando había presenciado como en un callejón no muy lejos de su casa, una joven era asesinada en cruenta desnudez, y no necesitaba ser muy avispado para comprender lo que habían hecho con la desdichada momentos antes. ¿Qué podía hacer? Tan sólo era un niño, por lo que el instinto le dictó que corriera para no ser descubierto, evitando desde ese día, tomar ese camino nuevamente. O años después, con dieciséis años, recibió un disparo en la pierna cuando intentó salvar a su madre de unos hombres que habían tomado un pequeño mercado y a todas las personas presentes como rehenes. Muchas de esas personas murieron, incluyendo y a pesar de sus infructuosos intentos, su madre. Dos años después se unió al ejército soviético. No era un hombre que destacara por ser brillante o habilidoso, pero cumplía con eficacia todo lo que le ordenaban, su trabajo y simpleza le valieron el lugar entre otros nueve soldados que desmantelarían una base nazi que aún perduraba a pesar del tiempo. Sí, lugar y momento equivocado. Quizá había pensado que las vivencias y crianza le habían convertido en un hombre de acero, inmutable ante el horror, pero no era así, se consideraba a sí mismo un experimento fallido de la crudeza militar, y ni siquiera las torturas recibidas después de ser “reclutado” por aquella organización, habían podido quitarle su humanidad. Claro que él no había sido el primero y seguramente no sería el último soviético en formar parte de las filas de Hydra.

 

Aquella vez, de los diez soldados, sólo él sobrevivió. ¿Mala suerte?

 

 

Rassvet, pech', devyat'.

 

 

Que Hydra existiera no era más que la prueba fehaciente del incompetente egoísmo humano, camuflado de vulnerabilidad. Era la prueba de que la humanidad  prefirió dar la espalda a los crímenes. Él se hallaba ahí porque había sido secuestrado, torturado y convertido en una maquina obediente. Al menos, ellos no se preocuparon por borrarle algo de compasión. No tenía permitido moverse mientras llevaban a cabo las operaciones de codificación mental. Sus ojos eran los únicos que rebuscaban en sus pares ver la misma sensación de estrangulamiento que le cortaba la respiración, pero todos los que allí se encontraban parecían ya más muertos que vivos, ya no eran humanos. Los envidiaba, tal vez todo sería más sencillo de sobrellevar si la vida ajena no importara en lo absoluto, pero no podía, sus sentimientos eran su única fuente de esperanza dentro de aquel lugar, y eran esos sentimientos los que le hacían apretar los dientes y su arma con firmeza, entrujándole las vísceras ante los gritos cargados de desesperación provenientes del cuarto contiguo. Llevaban horas allí dentro, los gritos nunca cesaron, produciéndole nauseas, preguntándose cuándo es que se detendrían, cuáles eran los límites del dolor, si es que Hydra conocía alguno. Víctor admiraba la fuerza de voluntad de ese sujeto para resistirse por tanto tiempo a las torturas que era sometido, así mismo tampoco entendía la obsesión del Coronel Karpov por ese hombre, sabía que a pesar de haber funcionado antes, siempre había una parte del soldado que se resistía a la sumisión de esas palabras. Lo había observado en sus dos caras; la humana y el arma, había visto como poco a poco el calor de su mirada se apagaba, dando paso a quienes ellos llamaban “El Soldado de Invierno”. Fue testigo del progresivo vaciamiento de ese cuerpo, al punto de ser tan sólo un contenedor de odio, uno leal y letal. Con el correr del tiempo dejó de encontrar diferencias entre el hombre y el arma.

 

 

Dobroserdechniy, vozvrashenie na rodinu, odin.

 

 

La puerta se abrió dejando ver a un furioso Coronel salir deprisa, no tuvo tiempo de seguirle, pues ya había sido ordenado llevar al experimento a su cuarto. Ingresó a la habitación llena de maquinarias y pantallas que reflejaban ondas a las que no llegaba a entender, en medio de todo ese batiburrillo se hallaba una silla, que se conectaba a toda la maquinaria, era allí dónde se efectuaban los lavajes, era allí donde encontró a un semiconsciente hombre. La secuencia de palabras se había detenido antes, habían fracasado una vez más al tratar de activarlo y algo de curiosidad nadó en su mente, ¿Por qué ahora se resistía tanto al control mental? Sacudió un poco su cabeza, era en vano pensar todas esas cosas… Sintió pena, sí, no podía ofrecerle nada más, por lo que con cuidado lo arrastró a un cuarto mohoso y con apenas una ventanilla cubierta de polvo y telarañas, un catre, un retrete y no mucho más. Muchas veces pensó qué haría estando en su lugar, a ellos, sólo lo adiestraban para ser fieles ciervos, pero este hombre llevaba años sucumbiendo a los experimentos que había iniciado Armin Zola y ahora comandaba el Coronel Vasily Karpov, en una especie de venganza, según tenía entendido.

 

Izviní—murmuró al cerrar la puerta.

 

—No es tu culpa.

 

Dio un respingó ya que era la primera vez que le dirigía la palabra, entonces observó sus ojos, acuosos y de un hermoso azul, ahí estaba el hombre, el que trasmitía calidez—¿Sabes quién eres?—preguntó con timidez.

 

—Bucky…

 

«Un héroe»

 

«Un asesino»

 

James Buchanan Barnes, Sargento. Había ayudado incontable veces al Capitán América en su persistente lucha contra Hydra y los nazis. Ahora no era más que un despojo de carne al que le habían arrancado de cuajo todo. Ya de aquel hombre no quedaba nada, y era ese pensamiento el que dolía por sobre todos los demás, porque veía los intentos de Bucky por mantener algo de todo lo que alguna vez fue. James se liberó de su ayuda para caminar con pasos torpes lo que restaba hasta arrojarse con pesadez sobre el catre, lucía roto, no encontraba otra palabra para describirle, los cabellos sucios y revueltos, seguramente se lo habían sujetado con fuerza para ejercer dominio sobre él. Se acercó con cautela, limpió su rostro del sudor y sangre seca, curó las heridas que recibió por rebelde—izviní—murmuró nuevamente, sabiendo que ya no lo escuchaba, pues había caído inconsciente. No era su culpa, pero se sentía un cobarde al contribuir para que su sufrimiento se prolongara. Los lavajes agotaban al hombre y como una penitencia lo dejaban consciente, para que le dolor sea interminable, aunque muy dentro suyo supo que en la cámara criogénica, James seguía sufriendo. No importaba dónde, el sufrimiento no se detendría.

 

En unas horas volverían los hostigamientos, y él no podría hacer nada, quizá y Hydra no estaba equivocada del todo, pues, como él; el orden sólo se obtiene a través del dolor…

 

••

 

 

No había sido de extrañar. Tony sonrió sólo por compromiso, pero no pretendía disimular el hastío marcado en su rostro. Aburrido ya de esas continuas conversaciones que sólo lo utilizaban como anclaje hacia su padre. Bufó, siempre lo mismo, elogios superficiales que simplemente ayudaban a alimentar a su igual de superficial ego. Tony Stark había superado todas las expectativas que se tenían sobre él, de una mente tan aguda que muchas veces asustaba. Los mejores hombres dedicados a la ciencia lo ponderaban como una de las futuras mentes del siglo, todos parecían sentirse maravillados por el niño genio, pero para Anthony, eso nunca sería suficiente, porque de todas las aprobaciones que obtenía, nunca parecía alcanzar al orgullo de su padre, con una brecha que crecía a pasos agigantados entre ellos conforme el tiempo corría. Había dejado de buscarle todo el tiempo para que observara sus inventos, ese hombre tenía tiempo para todas las personas en el mundo, mientras y tanto no sean Anthony Stark, su hijo. Al cumplir los diez años incluso se había disfrazado del Capitán América con la esperanza de que su padre le felicitara. No estuvo presente y jamás se enteró de su afán por obtener su aprobación.

 

¡Qué recuerdo más ridículo!

 

Bufó nuevamente, ahora molesto consigo mismo.

 

—Sabes J, esto comienza a aburrirme.

 

¿Por qué no entendían que prefería encerrarse en su recientemente creado taller? Que no le interesaban las propuestas que esos académicos le ofrecían. Quería demostrarles que en verdad era un genio por sí mismo y no por llevar simplemente el apellido Stark, quería demostrar que era superior a eso, para contradecirse al instante cuando alguien pretendía difamar el legado enorme que su padre le estaba dejando al mundo.

 

Esa relación de amor y odio le estaba pudriendo el alma.

 

Había viajado junto a Jarvis al MIT, él ya había decidido que realizaría su maestría en el prestigiado Instituto, por eso le parecían por demás aburridos los discursos que prepararon para convencerlo.

 

—Sería una descortesía marcharnos ahora, sólo espere a que termine la presentación—.Tony volvió a bufar, cruzándose de brazos mientras se acomodaba en el asiento, con el ceño fruncido.—Además, su padre intervino para que esto se llevara a cabo, ¿no querrá decepcionarlo, no es así?

 

Touché.

 

—Ni sé para qué te pregunto J, no es como si necesitara una niñera.

 

Jarvis, esforzó una sonrisa, pero a decir verdad le costaba trabajo mantenerse calmo ante los arrebatos cada vez más mezquinos de su protegido. Sin embargo entendía la actitud que comenzaba a ser frecuente en el joven, una marcada por ironías y un despliegue impresionante de audacia que dejaba encantados a todos, pero él lo conocía tan bien que no podía engañarlo, no viendo el fondo opaco detrás de sus hermosos ojos castaños, las sonrisas vacías y las respuestas tan certeras como esquivas, temía en verdad por el suelo vertiginoso en donde Anthony estaba pisando, no lo culpaba, había demasiado peso detrás suyo. Simplemente estaba preocupado por él.

 

No teniendo opción, Tony presenció lo que restaba de aquella junta en su «honor». Quien hablaba en esos momentos era un conocido de su padre, Hank Pym, quien trabajaba junto al Stark en algunos asuntos secretos. Si bien Tony siempre sintió curiosidad por descubrir esa doble vida de su padre, su entera concentración estaba en restablecer la relación con Howard, entrometerse en eso que su padre resguardaba con recelo, no le llevaría a nada bueno, había prioridades, luego tendría el tiempo del mundo para averiguar el resto…

 

—Espero que no haya sido muy aburrido para usted, Anthony, después de todo, también tuve trece años alguna vez—dijo Pym acercándose una vez diera por terminada la presentación.—¿Y bien?

 

—De hecho tengo doce—respondió incorporándose de su asiento. Jarvis hizo lo mismo a su derecha.—Por cierto, su investigación con esas partículas subatómicas que halló, es realmente sorprendente, creo que cuando descubra la manera de contrarrestar el efecto inestable sobre la química orgánica, tendrá un arma muy interesante.

 

Hank entrecerró sus ojos—Me alegra escuchar eso, pero no hablé de mi teoría en la presentación, sino de lo que el Instituto puede ofrecerle, teniendo en cuenta que, como a su padre, la bioquímica no le interesa demasiado.

 

—¡Oh! Eso no es del todo cierto y… es una lástima—Tony sonrió, y Jarvis se mordió la lengua, antes de anticiparse a lo que su protegido diría—; hubiera sido mucho más interesante que hablara de eso antes de recitarme algo que ya sabía. Lo veré en un año doctor.

 

—No doy clases aquí, simplemente soy un consultor.

 

—Entonces, lo veré cuando necesite una consulta.

 

Tony le guiñó un ojo antes de retirarse con un saludo al viento. Jarvis suspiró despidiéndose del científico, disculpándose, también, en nombre de Tony. Para Pym sólo se trataba de un mocoso – brillante –  acostumbrado a los lujos y caprichos materiales, era bastante triste a su ver. Esperaba que su pequeña niña no fuera así.

 

••

 

Era cerca del mediodía cuando terminó de recorrer el Instituto, tediosa presentación de por medio, saludando a más personas de las que no se molestó en recordar sus nombres, no había mucho que hacer, largó un suspiro cuando escuchó a Jarvis carraspear detrás suyo.

 

—Ya, me excedí, es un hombre de  ciencia respetado y bla, bla, bla…

 

—Es una persona señor, y merece el mismo respeto que pretende recibir. No digo que debe cambiar sus actitudes, al menos no todas, pero ganara más amigos siendo amable.

 

Tony giró para enfrentar el apacible rostro ya avejentado de Jarvis, sonriendo algo cínico.  Todas las personas que conocía se acercaron a él en algún momento para obtener algo a cambio, pretendieron ser amables porque era millonario e inteligente, eran amigos de su fortuna, eran amigos de su ingenio. Tony no podía recordar alguna vez en que alguien hubiera sido amable sólo por el hecho de serlo, sin trasfondos mezquinos y su sonrisa se volvió amarga dándose cuenta que la única persona al que consideraba amigo estaba justo a su lado.

 

—Tú eres el único amigo que necesito, J.—Su mayordomo sonrió conmovido, pero a Tony esa sonrisa le supo a tristeza. A lástima.

 

—Aunque te empeñes en negarlo, hay muchas personas que te quieren Anthony, no te encierres a conocer a las personas, muchas son bondadosas.

 

—Hasta ahora no he conocido ninguna, salvo tú—suspiró—, dejemos esta conversación, muero de hambre y ya quiero regresar a casa, así que vamos por unas hamburguesas.

 

No era un día particularmente cálido, las nubes se movían ocultando en sol en intervalos, acompañado por un viento pesado, no le agradaba ese clima. Tony se detuvo un momento observando el movimiento de las nubes, le pareció que una tenía la forma de una mano, curioso era el hecho de que nunca se había tomado la molestia de hacer algo tan simple como arrojarse al césped mirando hacia el cielo para descubrir formas en las nubes. Quizá lo haría al regresar… cuando regreso su vista notó como varias camionetas todas blindadas se estacionaban frente al Instituto, sintió curiosidad, quizá y se trataba de algún importante inversionista, ya que no le veía el sentido entonces a tener tanta seguridad. Pero su curiosidad aumentó cuando de una de las camionetas descendieron cuatro hombres vestidos completamente de negro, dispersándose en puntos estratégicos. Tony se quedó estático observando cómo se resguardaban he incluso uno subía con una impresionante destreza, hacia la azotea de un edificio cerca del campus, donde ellos se encontraban. Una opresión le quitó la respiración por unos segundos, recordando con exactitud ese uniforme y al soldado de cabellos largos que lo había salvado seis años atrás. ¿Será acaso?

Tony tragó con dificultad sintiendo como su corazón comenzaba a golpear fiero en su pecho.

 

¿Estaría allí? ¿Quiénes eran? ¿Qué buscaban?

 

De una segunda camioneta salieron cuatro más, con idéntico atuendo, esta vez dos se dispersaron cerca de la entrada del salón de conferencias, y los otros dos ingresaron en ella. Sus ojos se abrieron cuando distinguió su figura descender del vehículo más grande, llevaba un arma y caminaba directo hacia donde, en ese momento, salía Hank Pym. No había cambiado en lo absoluto, era exactamente a como lo recordaba. Un grito se atoró en su garganta, aterrorizado, tomando el brazo de Jarvis con fuerza, este lo observó confundido.

 

—De… debemos salir de aquí.

 

Pero para cuando quiso tironear del mayor y Jarvis pudiera entender lo que sucedía, dos de esos hombres le habían rodeado. Habían sido descubiertos y maldijo por no marcharse durante la presentación. Jarvis tomó a Tony interponiéndose entre ambos, protegiéndolo. Entonces Tony se dio cuenta de que todos los hombres que descendieron antes, habían ingresado al Instituto con la finalidad de contener a todos en sus aulas y salones, y ellos habían quedado a merced en medio del campus. Eran carne de cañón en campo abierto.

Fueron empujados hasta terminar junto al científico, Tony se mantenía detrás del inglés, sintiendo como su corazón se aceleraba y el terror se apoderaba de su cuerpo. Era él, esos ojos no se habían apartado de su mente, los recordaba bien.

 

—Sin testigos—dijo uno con voz rasposa.

 

Su objetivo claramente era el científico, pero ellos ahora compartirían el mismo destino.

 

—Por favor, dejen ir al niño, yo daré mi vida, pero no lo lastimen.—la voz de Jarvis se oyó serena, pero firme.

 

—¡No!

 

Tony había gritado con fuerzas, atemorizado de perder a un de las personas más valiosas para él, se movió hasta quedar frente a los soldados, dispuesto a evitar que dispararan, un manotazo por parte de uno de ellos lo arrojó al suelo, Tony apretó sus puños, había caído en un camino de piedras, lastimándose las rodillas y las palmas de sus manos, Jarvis se apresuró para ayudarle, pero un tercer soldado golpeó su cabeza con la culata de su arma, y fue en ese instantes al elevar su cabeza, que sus ojos se encontraron con los del soldado. Parecían más letales que antes, mucho más fríos y vacíos, pero pudo distinguir una veta de brillo en ellos, como sus pupilas se agrandaban al reconocerlo, bajando su arma por unos instantes, mismo que fue aprovechado por Tony quien había juntado un par de piedras, arrojándoles con una puntería que el inglés no pensó que poseía, golpeando a los tres hombres que lo rodeaban.

 

—¡Corran!

 

La distracción le valió unos segundos de confusión que aprovecharon para correr dentro del salón, era su salida más veloz, sabiendo que los dos soldados que habían ingresado antes, habían salido detrás de Pym. A sus espaldas se escucharon disparos, pero por ésta vez, habían sido más rápidos, debían atravesar el salón, hasta la salida de emergencia que conectaba al otro lado del campus, Tony no podía saberlo a ciencia cierta, pero tuvo la corazonada de que el soldado de cabellos largos había demorado la persecución para darles la ventaja. Para cuando lograron cruzar la salida, fueron acorralados por dos de los hombres, Pym, golpeó a uno y Tony gritó cuando el segundo iba a dispararle, pero el científico se movió rápido, agachándose para evitar el disparo, barriendo con sus piernas al sujeto, derribándolo.

 

—Estuve en el ejército—dijo con una sonrisa al ver el asombro de ambos.

 

La puerta de entrada explotó, sobresaltándolos, debían apresurarse o tendrían a esos soldados encima. Lograrían capturarlos, Pym, movió unos escombros para desbloquear la otra puerta de salida, mientras Jarvis tomaba a Tony entre sus brazos, no habían conseguido destrabar la puerta cuando lo que parecía una pequeña bomba rodó a escasos metros de ellos, explotando gran parte del lugar. Lo último que sintió Tony fue el cuerpo del inglés envolverlo para protegerlo, mientras eran arrastrados varios metros por la fuerza de la explosión.

 

Los oídos le zumbaban mientras trataba de hacer que todo a su alrededor dejara de dar vueltas, le dolía gran parte del cuerpo, pero el dolor se concentraba en su pierna izquierda, estaba lastimada, seguramente un esguince, ya que notó pedazos de lo que fuera la estructura del lugar sobre esta. Si no se movía rápido podrían encontrarlo, cuando pudo enfocar algo más que polvo y escombros, buscó con la vista al inglés. Tony tragó grueso, sintiendo como el tiempo se detenía a su alrededor, un sinfín de sentimientos se atoraron en su pecho, conforme se acercaba a gatas donde se hallaba el cuerpo de Jarvis. El pavor se apoderó de su sangre, inseguro, mientras sentía como cada uno de esos sentimientos eran tragados por un hoyo negro, como la garganta de un demonio, caían en picada, golpeando con ferocidad su corazón. Sentía las piernas y manos de plomo, y sus ojos arder por las lágrimas contenidas. Del científico no había señales, pero en ese momento no podría importarle menos.

 

—Ja… Jarvis—movió su cuerpo, colocándolo boca arriba—, J despierta, vamos, debemos salir de aquí.—una lágrima que no pudo controlar cayó sobre el rostro polvoriento, sintiendo la desesperación, congelándole el cuerpo.—¡Vamos, J!... no me dejes…

 

Tony tosió repetidamente, pues el humo que aún estaba disperso por el lugar, entraba en su boca, ardiéndole la garganta, incapaz de asumir que el hombre que prácticamente lo había criado estuviera muerto, comenzó con las compresiones sobre su pecho, aterrado al no sentir pulso. Sus delgados brazos ejercían presión sobre el pecho, mientras las lágrimas se liberaron, no era consciente de que alguien más estaba en ese lugar.  El soldado de invierno se acercó con cautela mientras observaba al joven intentando con desespero revivir al hombre que yacía en el suelo, no había nada que hacer, la bomba había detonado demasiado cerca como para que un hombre de su edad pudiera soportarlo, además estaba el hecho de que había protegido al niño para que no le sucediera nada. Tony sintió como era arrastrado varios metros, había estado todo ese tiempo con la guardia baja, el miedo invadió cada célula suya, mientras intentaba forcejear para ser liberado.

 

—Debemos largarnos de aquí, o te mataran también…

 

Tony apretó sus puños ¿por qué lo estaba ayudando?

Notas finales:

¿Qué les pareció? Espero y haya sido de su agrado.

Será hasta el próximo capítulo.

Pd: Victor cuz Yuri!! on Ice xDD

Gracias por leer.


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