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Todos mis sueños por Kaiku_kun

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Notas del fanfic:

Muy buenas a todos :) aquí vuelve Kaiku-kun con ooootro shot sobre esta parejita tan mona :) una vez más está inspirado en un sueño reciente (incluso salen la misma persona en mi sueño XD)... y de hecho se puede considerar una continuación extraña del drabble que ya colgué ("Solamente el aire"), pero, bueno, teóricamente no tiene nada que ver. Espero que os guste :)

Todos mis sueños

 

—Está teniendo pesadillas.
—No duerme casi.
—Apenas viene a clase.
—Su familia no sabe qué hacer con ella.

Hotaru Tomoe entró a la clase de ciencias con un montón de voces especulando sobre ella a sus espaldas. No le importaba, tenían razón. Y como apenas iba a clase, nadie se acordaría de ella.

Le gustaba sentarse en un rincón al fondo de la clase, donde se la viera poco. Dejó la boina que casi siempre llevaba a un lado de la mesa y simplemente esperó que el mundo se pusiera en orden solo. Ella quería acabar la clase y volver a casa sin tener que hacer nada más por el camino.

Sin embargo, todas sus esperanzas de tener una clase tranquila se esfumaron casi al instante cuando vio que alguien inesperado entraba en clase. Realmente, todos sus compañeros se giraron hacia la puerta, por culpa de un estruendo parecido a un torpe tropiezo.

—Lo siento, lo siento… ¡Que paso!

Hotaru no pudo evitar sonreír compasivamente. Ahí llegaba, como un torbellino de pelo rosa arrasando personas y muebles por igual, Chibiusa, su mejor amiga.

—¡Hola, Hotaru! ¡Me ha costado encontrarte!
—¿Estás bien? —preguntó con una risita serena.
—¡Oh! Esto no es nada, si vieras como he dejado la habitación de Usagi esta mañana…

Chibiusa se sentó al lado de Hotaru, quien había cambiado la cara notablemente nada más percibir la presencia de su amiga. La mitad de la clase se había dado cuenta y la otra mitad lo supo por la primera. La de pelo rosa no parecía darse cuenta de nada.

Esta aparición estelar no fue la única. Ese día estaba especialmente preparado para que alumnos de secundaria y primaria se juntaran en una clase ciencias. Ocurría una vez al mes, y siempre acababan necesitando un aula mayor, pues los críos no se sabían estar quietos (y solía ser culpa de Chibiusa).

Cuando el profesor entró en clase, niños y adolescentes estaban en sus sitios, con una bandeja de objetos de química variados y bien limpios. Hotaru le pasó la bandeja a Chibiusa para que se lo mirara, puesto que a ella no le gustaban. Le traían malos recuerdos sin saber por qué.

—Bueno, gente —empezó el profesor. Este era de los de cero formalismos—, hoy he traído una máquina especial. Nos la han prestado de la universidad, ¡nuevecita!

A ojos de Hotaru, el objeto que arrastró hacia clase parecía más bien una silla eléctrica, con unos nodos con cables para enganchar a la cabeza. Le daba malas vibraciones.

—¿Para qué sirve? —preguntaron.
—Me han asegurado que sirve para leer la mente de quien está dormido. ¡Un lector de sueños!

Hubo un clamor en clase para probarlo enseguida. Chibiusa se negó. Ella era muy escéptica con la ciencia y no se creía una palabra de lo que dijo el profesor. Hotaru sonrió por la astucia de su amiga, pues era un truco para que los niños entendieran para qué servía un electroencefalograma y qué hacían los médicos con los resultados.

Después de varios intentos fallidos para leer los sueños de los voluntarios (y misteriosas apariciones de unos papeles con líneas que el profesor simulaba que eran así porque no se habían dormido), el profesor señaló a Hotaru. Ella seguía con sus malas vibraciones, y el ambiente estaba enrarecido. Le daba la impresión que en cualquier momento se desmayaría. Estar enferma la mayor parte del tiempo le daba la experiencia para saber cómo reaccionaba su cuerpo.

—¡Siéntate, siéntate! Vamos a ver si con Hotaru funciona nuestra máquina.

Con toda la serenidad que pudo, Hotaru se acomodó en la silla. El profesor puso los nodos por debajo del pelo, por toda la cabeza hasta la frente y simuló pulsar un botón. Inmediatamente, una corriente eléctrica le sacudió y notó, efectivamente, el momento en el que se desmayaba, oyendo gritos de asombro de alumnos y profesor.

* * *

De repente todo estaba en calma. Había pasado miedo y vergüenza, pero ya no sufría por ello. Ahora mismo me estaba sintiendo libre. Estabas siendo un alivio para mí, en esos momentos, Chibiusa. Estaba soñando, pero de alguna manera estaba sintiendo tu calor, tan cercano como si estuvieras a mi lado.

Aquello no era real. Sentía que estabas cerca y a la vez estabas ahí a mi lado, sentada, como si en la clase no hubiera pasado nada. De repente, miraste a tu alrededor, esperando que nadie te viera e hiciste algo que solamente podría pasar en un sueño mío: te acercaste a besarme. Estaba sucediendo en cámara lenta. Tu cara era dulce y decidida, estabas entrecerrando los ojos ya y… y no pude contenerme, yo hice lo mismo. Lo estaba deseando. Quería tus labios para mí.

* * *

Entonces un montón de risas inundaron las orejas de Hotaru y despertó sobresaltada. Cuando se acordó de lo que estaba pasando en clase, se sonrojó y probó desesperadamente de desengancharse de la máquina y huir, pero ésta no quería soltarse y le daba un calambre si lo probaba.

—Eeh… pues… —balbuceaba el profesor, de mientras—. Al final hemos conseguido revelar el sueño de alguien de clase.

Hotaru estaba lo suficientemente lúcida, pese a la vergüenza, para darse cuenta que lo que acababa de pasarle no era lo que el profesor esperaba. ¿Cómo iba a mirar a Chibiusa a la cara después de esto? ¿Cómo podría volver a entrar a clase sin pasar una vergüenza horrible? Toda esa vergüenza se sobrecargó en sus sentimientos y probó con más fuerza de desengancharse del aparato, pero la sacudida eléctrica fue más fuerte esta vez.

Fue entonces que se dio cuenta que Chibiusa no estaba en su sitio sentada, sino hablándole todo el rato a su lado, tal y como lo había sentido en el sueño. Ahí estaba la mano de la niña en su espalda, su voz alterada y esa mirada preocupada…

El último chispazo le dejó sin fuerzas. Se abandonó a la oscuridad, como siempre hacía, esperando que todo pasara pronto. Su cuerpo cayó en los brazos de Chibiusa, que estaba desesperada porque le hicieran caso. Nada más empezar a reaccionar el profesor, aparecieron las marineras. Hotaru vio la figura de una de ellas justo antes de perder el conocimiento.

* * *

Esta vez no hubo sueño. Fue cuestión de un segundo, un abrir y cerrar de ojos, en el que Hotaru se desmayó y se volvió a despertar.

Estaba en la cama de Usagi, porque lo primero que vio fue el techo de su habitación, que ya se lo sabía de memoria, de veces que había ido a visitar a Chibiusa. Mareada como se sentía, buscó la atención de alguien. Tenía una sed horrible, mucho calor y le parecía que en cualquier momento tendría que salir corriendo a vomitar.

Pero todo ese malestar quedó en un plano ínfimo cuando giró la cabeza hacia su derecha. Ahí estaba la razón de que tuviera tanto calor. Esa razón tenía el pelo rosa, estaba dormida de lado y medio encogida y estaba agarrada al brazo de la adolescente. A Hotaru le entraron todas las vergüenzas, pero no se movió. Chibiusa seguía dormida. Entonces la miró de nuevo, como enfrentándose a su vergüenza y acabó sonriéndole con dulzura.

—No ha querido separarse de ti en ningún momento —dijo una voz suave. Hotaru se giró bruscamente, asustada, pero se relajó al ver que era la madre de Usagi—. La tenías tan preocupada que no dejaba de repetirme que se quedaría despierta hasta que despertaras tú. Es tozuda como una mula.

Hotaru no supo qué decir. Solamente fue capaz de sonreír de la misma manera que la madre de Usagi por la ternura que desprendía en esos instantes Chibiusa.

—Te he traído un vaso de agua. Llevas medio día en la cama, seguro que lo necesitas.
—Gracias —susurró con ansia de beber ella.

El agua le duró dos segundos en la boca. Y el efecto fue casi inmediato: las náuseas desaparecieron a buen ritmo. Estaba deshidratada, solamente. Hotaru le dio el vaso a su anfitriona y ella se fue para que pudiera descansar.

Pero Hotaru no quería descansar. Giró la cabeza de nuevo hacia Chibiusa, quien no se había movido un pelo en todo el rato, y pensó que no sabía cómo iba a contarle lo que había soñado, pero que le daba igual. Habían pasado infinidad de tardes juntas, se habían abrazado, habían llorado, habían hecho travesuras que Hotaru nunca pensó que haría con nadie y nunca había pasado nada entre ellas, pese a que ella así lo quería. Le parecía mal romper algo tan bonito con un “te quiero” que podría arruinarlo todo pero… lo estaba pensando: Chibiusa había visto el sueño y todo lo que hizo al respecto fue socorrerla y esperar a su lado a que despertara. Como poco, no le importaba lo que hubiera soñado su amiga, lo que era genial y un alivio para Hotaru. A ella no le importaba si su menuda amiga no la correspondía como deseaba. Solamente quería que estuvieran siempre juntas.

Pasó un rato así, mirándola con ternura, hasta que, cuando el sol empezaba a ponerse, Chibiusa abrió los ojos despacio y empezó a desperezarse. En un arrebato de timidez, Hotaru cerró los ojos e hizo ver que estaba dormida. Notó como la niña se incorporaba un poco y la miraba.

—No cuela, sé que estás despierta —dijo, algo bruscamente. Estaba indignada.
—Perdona, es que no quería asustarte —se sinceró Hotaru, sonriendo por la adorable cara enfadada de su amiga—. ¿Qué ha pasado?
—Era un aparato poseído para encontrar tus debilidades y eliminarlas. Nada más desmayarte, las marineras destruyeron el objeto maligno y te dejamos aquí para que descansaras. ¿Cómo te encuentras? —le preguntó, olvidando ese enfado. Ahora tenía cara de procupada.
—Estoy recuperada. Me ha encantado que te quedaras a mi lado. Me lo ha dicho tu madre.

Chibiusa se puso roja como un tomate, lo que a Hotaru le pareció graciosísimo.

—¡Cállate! ¡Y no te acostumbres! —Entonces se puso algo seria. Hotaru lo notó enseguida—. Lo que has soñado… ¿es cierto?
—Sí —admitió, bajando un poco la cabeza.
—¿No te lo has inventado? ¿No lo has imaginado?

Hotaru negó con la cabeza con calma, aunque esta vez mirando a los ojos a Chibiusa. Ella parecía estar haciendo un gran esfuerzo haciendo esas preguntas.

—No hace falta que digas o hagas nada —dijo Hotaru, algo triste, cerrando los ojos—. Yo solamente quiero decirte que…

Se cortó inmediatamente cuando vio que Chibiusa estaba tremendamente cerca de ella. Se sintió acorralada por ella, pero no tenía ganas de huir. Notó el cuerpo de la peli-rosa temblando, lleno de dudas, vergüenza y temor, y cada vez eliminando más distancia entre las dos. Hotaru cerró los ojos justo antes de notar los nerviosos labios de Chibiusa sobre los suyos. Fue torpe, indeciso y corto, pero Hotaru no pudo sentirse mejor. Era el mejor momento de su vida. Y de repente, pareció como si Chibusa hubiera despertado de un trance, se alejó, con la cara roja como un tomate y se quedó sentada.

—¡Pe-perdona! Te he interrumpido.
Hotaru le cogió de una mano, lo que Chibiusa interpretó como que se tumbara a su lado y acabó su frase.
—Que te quiero —acabó, con una sonrisa dulce, como quien sigue hechizada. No pudo evitar añadir algo más—. Ocupas todos mis sueños.

Chibiusa sonrió un poco, con algo más de confianza, se acercó a Hotaru y dejó que sus frentes se acariciaran.

—Yo también te quiero.

FIN

Notas finales:

Espero que os haya gustado, buscad mi otro drabble sobre esta parejita en mi perfil :)


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