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Simpatía por el Diablo por Annika Blomkvist

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¿Qué tal? Me llamo Annika, y este es mi primer fanfic por acá por AY. Hace mucho tiempo había publicado por esta página y bajo otro pseudónimo una traducción, pero al haber olvidado mi otro username, he decidido volver después de mucho tiempo con este fanfic de creación propia que llevo un tiempo publicando por otra página.

 

Puede que al principio resulte algo confuso, pero poco a poco irán entendiendo y atando los cabos sueltos que se dejan ver en la historia.

 

Espero que lo disfruten y que me lo hagan saber a través de sus comentarios.

 

Sin más nada que decir, ahora sí los dejo para que lean!

Capítulo I

El castigo para Ciel Phantomhive

 


 

Ciel salió del despacho del director completamente molesto e indignado, todavía seguía sin creer que todo aquello le estaba sucediendo a él, precisamente a él, uno de los mejores estudiantes cuyo promedio era sin duda el más alto de toda la escuela. Toda la situación en sí era un completo disparate y no tenía ni pies ni cabeza. Es que era increíble, Ciel Phantomhive, ¡Castigado! Y para más inri, ¡Durante todo el año escolar!

Ciel bufó por lo bajo y le lanzó una mirada furibunda a un muy sonriente y satisfecho profesor Michaelis, quien salía presuroso del despacho tras él, junto al director William T. Spears.

—No se preocupe, yo tengo todo bajo control, sé exactamente a qué tipo de castigo hay que someter al joven Phantomhive para que aprenda la lección —dijo Michaelis con una sonrisa cargada de maldad—. Después de este castigo definitivamente el joven Ciel no va a querer repetir nuevamente sus malas acciones que tanto nos afectaron.

—Espero que así sea —respondió secamente William—. Y espero que también lo mantengas silenciado, y te asegures de que no le cuente ni una sola palabra a nadie de lo que sucedió el viernes pasado —añadió lo suficientemente bajo como para que sólo Sebastián pudiera oírlo. Aunque él y William T. Spears jamás se habían llevado muy bien, por primera vez estaban los dos completamente de acuerdo en algo: Tenían que mantener a Ciel Phantomhive callado. Y él por supuesto, tenía sus métodos bastante eficaces para hacerlo.

Sebastián asintió levemente y le lanzó a el chico de cabellos azulados una mirada misteriosa que no auguraba nada bueno...

 


 

Lo siento mucho, Ciel.

Alois Trancy estaba recostado en la pared de uno de los largos pasillos de la escuela, y al ver que su mejor amigo iba con el profesor Michaelis para la sala de castigos, hizo que su remordimiento fuera en aumento. En verdad tenía deseos de ayudarlo y hacerle saber que estaba de su lado, pero es que ¡No recordaba absolutamente nada! No podía acordarse de lo sucedido el viernes pasado, y por mucho que quisiera apoyar a Ciel, las acusaciones que estaba haciendo su mejor amigo eran bastante graves y él definitivamente no quería meterse en un gran lío si éstas resultaran ser falsas, o si eran producto de la imaginación de Ciel.

Trató de disculparse con la mirada, pero Ciel simplemente rodó los ojos y siguió de largo su camino. El rubio lo había traicionado y encima lo hizo quedar como un completo imbécil, así que por los momentos no pensaba aceptar disculpas ni contar con él de ninguna manera. Estaba solo en esto.

—Adelante, joven Phantomhive —dijo Sebastián con una sonrisa maliciosa señalando la entrada de la sala de castigos.

Ciel abrió dudoso la pesada puerta metalizada de aspecto carcelario y se sorprendió al ver que lo que había en el interior no era otra cosa sino un salón común y corriente, que tenía varias hileras de pupitres, el respectivo pizarrón al frente del mismo y el infaltable escritorio para el profesor. Pero lo que más sorprendió al chico de cabellos azulados fue sin duda ver que casi todos los pupitres de la sala de castigos estaban ocupados por un montón de chicas.

Al abrirse la puerta todas voltearon inmediatamente a ver al recién llegado.

—¿Ciel? Pero, ¿y tú qué haces aquí? —dijo Elizabeth mientras se abalanzaba sobre su primo—. ¿Qué pasó? ¿Qué fue lo que hiciste de malo?

—¿¡Qué demon...!? Elizabeth, la pregunta es, ¿Qué haces tú aquí? —aquello definitivamente no podía ir peor, ¿qué rayos hacía su prima en la sala de castigo? ¿Por qué de todas las personas precisamente se tenía que encontrar con ella, y encima, en ese lugar?

—Bueno Ciel, verás, esteee... —las mejillas de la rubia enrojecieron por completo y se quedó muda. Y fue ahí cuando Ciel cazó al vuelo toda la situación. Se sintió como un idiota por no haberse dado cuenta antes.

Sebastián Michaelis, aparte de ser profesor de Literatura Inglesa y Jefe del dormitorio Sapphire Owl, era quien se encargaba de impartir los castigos a los estudiantes que incumplesen el reglamento de la escuela. Y era bien sabido por todo el mundo que muchas jóvenes eran capaces de saltarse unas cuantas normas con tal de pasar unas horas en la sala de castigos con el profesor Michaelis, quien por supuesto gozaba de popularidad entre las chicas —y uno que otro chico también— del colegio.

Así que no era ninguna novedad que aquel salón estuviese abarrotado de jovencitas. Pero Ciel jamás pensó que su prima fuese tan descerebrada como para cometer alguna idiotez con tal de terminar en esa sala junto a otro montón de idiotas-adoradoras del profesor Michaelis, sobre todo teniendo en cuenta que su prima era la sirviente del Prefecto de Green Lion, y eso estaba muy mal visto.

—Señorita Elizabeth, por favor siéntese —dijo Sebastián con severidad—. El joven Phantomhive ha cometido una falta muy grave y será llevado a otra sala de castigo muy especial . —En su tono de voz se podía sentir la satisfacción al decir lo último. Ciel tragó grueso y se preparó para lo peor.

Elizabeth desconcertada volvió a su asiento. La frase "Sala de castigos muy especial" se quedó flotando en el aire por unos segundos, y todos en el salón se quedaron en un silencio sepulcral a la expectativa. Nadie había escuchado jamás que hubiese alguna sala de castigos especial, nunca nadie había cometido alguna falta tan grave que ameritara algún tipo de sanción diferente a las que se estilaban allí. Normalmente lo que se acostumbraba era transcribir un poema en latín cien veces, o sino, tenían que encargarse de las labores de limpieza de los salones y pasillos.

—Espero que se mantengan sentadas y calladas mientras llevo al joven Phantomhive a cumplir su sanción —continuó Sebastián con el mismo tono severo hacia las jóvenes—. Si no, les duplicaré el castigo.

El tono amenazador de Michaelis hizo que las jóvenes quedaran apabulladas y se mantuvieron en completo silencio. Sebastián siguió hasta el lado izquierdo del salón, donde Ciel pudo observar un estante de libros; sin hacer mucho esfuerzo, Sebastián logró mover el estante y ahí fue cuando Ciel se percató que había una puerta de madera oculta, el de cabellos azabache lo hizo entrar allí y cerró la puerta tras ellos.

 


 

—Vaya, creía que esas cosas de pasadizos secretos se veía en las películas solamente —dijo Ciel Phantomhive sarcásticamente.

Tras la puerta Ciel no podía ver absolutamente nada, el lugar estaba oscuro hasta que Sebastián encendió una pequeña linterna y ahí fue cuando pudo vislumbrar unas escaleras.

—Sígame por aquí, Phantomhive —respondió Sebastián mientras comenzaba a subir la escalinata—. Y será mejor si mantiene la boca cerrada.

—Pero el otro día usted no parecía muy seguro de querer que yo mantuviese la boca cerrada, profesor Michaelis —dijo Ciel con un tono un tanto lujurioso, recordando con cierto placer —aunque jamás lo admitiría en voz alta— lo sucedido el viernes pasado en la fiesta de Halloween.

—Ah, eso —dijo Sebastián sonriendo maliciosamente—. Pues como usted sabrá joven Phantomhive eran otras circunstancias muy distintas.

Ciel iba a decir algo más, pero prefirió mantenerse callado. Sebastián podía llegar a ser un tanto impredecible y prefería no tentarlo demasiado haciendo referencias a lo del viernes. No sabía por qué, pero presentía que no iba a salir nada bueno de aquel castigo y la sonrisa maliciosa que adornaba el rostro de Michaelis no ayudaba demasiado a mitigar su ansiedad.

Ahora que Ciel sabía parte de sus oscuros secretos, ¿Que planeaba hacerle Sebastián? Aquella frase que había dicho el director Spears creyendo que él no había oído, "d ebes mantenerlo silenciado ", lo tenía preocupado. ¿Será que Sebastián iba a tomarse literal aquella frase e iba a deshacerse de él? ¿Lo iban a torturar o algo por el estilo? No lo veía como algo muy probable. Aunque dada la verdadera naturaleza de su profesor, cualquier cosa podía suceder.

Aquellas preguntas estaban rondando en su mente cuando llegaron al final de las escaleras. Ciel pudo divisar otra puerta de madera.

—Muy bien joven Phantomhive, aquí termina el recorrido —dijo Sebastián sin dejar de sonreír—. Creo que ya es hora de que sepa dónde va a ser su castigo especial.

El de cabellos azabaches abrió la puerta sin muchas contemplaciones e hizo un gesto a Ciel para que se adentrara en el interior de aquella habitación.

Phantomhive entró dudoso y lo que consiguió allí adentro lo dejó totalmente perplejo.

Aquella habitación no parecía ser otra cosa que un cuarto común y corriente. Lo primero que vio fue una pequeña cama individual pegada a la pared, un escaparate, una biblioteca y una mesa con lo que parecían ser trabajos de estudiantes y hojas regadas sobre ésta.

¿Ése era el cuarto del profesor Michaelis?

Sebastián entró en silencio y el menor lo siguió sin decir absolutamente nada, aunque por dentro se estaba reservando unas cuantas preguntas. Michaelis apartó de la mesa los trabajos regados e hizo un espacio para que Ciel pudiese sentarse y trabajar allí; buscó dentro de una carpeta y extrajo una hoja blanca que tenía un escrito en latín y la colocó sobre la mesa.

—Adelante joven Phantomhive —prosiguió Sebastián con la misma sonrisa falsa e invitando al menor a sentarse—-. Transcriba esa frase en latín que está en la hoja y habrá cumplido su castigo.

—¿Ése es el gran castigo especial ? ¿Me trajo hasta aquí sólo para terminar transcribiendo una estúpida frase en latín y ya? ¿Eso es todo? —dijo Ciel arqueando una ceja. Toda esa situación se estaba volviendo tan extraña—. ¿Dónde demonios estamos?

—Oh, vaya, vaya, ¿es que acaso usted estaba esperando algo más? ¿Será que el hecho de que lo haya traído hasta mi habitación hizo que su imaginación volara y esperaba que su castigo fuera otro ? —respondió el mayor con malicia—. Pues me temo joven Phantomhive que aquí en el Weston College no se estilan ese tipo de cosas.

—¡No seas tan descarado Sebastián! —explotó Ciel mandando a la mierda las formalidades—-. Después de todo lo que vi y lo que ustedes me hicieron el viernes pasado, ¿En serio crees que estoy para tus juegos? ¡Dime de una vez por todas que piensas hacerme! ¿¡Qué demonios está sucediendo en esta escuela!?

—Tsk, joven Ciel no debería usar ese lenguaje tan descortés delante de su profesor, ¿Es que acaso no ha aprendido nada en estos años que lleva estudiando aquí? —dijo Sebastián ensanchando su sonrisa—. Creo que la falta de disciplina es lo que lo mantiene con esa actitud tan desagradable e inconveniente para alguien de su posición, ¿así es como debería comportarse el sirviente de un Prefecto?

—¡Yo te hablo como se me dé la gana! No voy a dejar que me pisotees, ¿Entendiste? No me intimidas, Sebastián. Ahora exijo saber qué demonios es lo que sucede aquí en el Weston College.

—Oh ¿con que ahora nos tuteamos, Ciel? Pues verás, el asunto es el siguiente...  —Sebastián se acercó repentinamente hacia donde estaba el menor y en un abrir y cerrar de ojos lo tenía arrinconado contra la pared—. No debes hablar con absolutamente nadie de lo que viste el viernes pasado, si lo haces, en primer lugar nadie te va a creer y pensarán que estás loco, porque bueno, ¿Quién le creería a un mocoso que estuvo internado en un psiquiátrico durante dos años?

—¿Psiquiátrico? ¿De qué rayos estás hablando?

Sebastián simplemente tomó una carpeta que estaba sobre la mesa y sacó los papeles que estaban en el interior y se los enseñó a Ciel: eran unos informes de un psiquiátrico firmado por un doctor, un tal Aleister Chamber. En el informe decía que Ciel había sido paciente de un psiquiátrico llamado Saint Stefan y que si bien ya estaba recuperado, él tenía que seguir tomando medicamentos para controlar ataques psicóticos. Evidentemente aquellos documentos eran falsos, sin embargo, ¿Cómo Ciel podría alegar lo contrario? Era su palabra contra la de Sebastián, William T. Spears y toda la directiva del Weston College.

—¡Eres un maldito bastardo!

—Segundo —continuó Sebastián con malicia—. Si alguien llegara a creerte, yo me encargaré personalmente de deshacerme de esa persona y de ti, y cuando digo deshacerme, lo digo en serio Phantomhive. Yo no me ando con juegos. Aunque preferiría que te mantuvieras callado y así no me vería en la necesidad de tener que lastimarte… Sería una verdadera lástima que se perdiera a una persona con tus… cualidades.

—¿De verdad piensas que me voy a mantener callado y hacer como si nada hubiese pasado? ¿Crees que soy tan estúpido? —Ciel estaba indignado a más no poder y su rostro estaba completamente rojo; aunque si bien esto podría adjudicarse a la furia que lo embargaba, también podría decirse que la cercanía del profesor Michaelis tenía algo que ver con eso.

—No, joven Ciel, sé que usted no es estúpido y por eso confío en que mantenga este pequeño secretito guardado. De lo contrario sabe que habrá consecuencias. Además, ¿no le faltan nada más dos años para graduarse? Dos años se van más rápido de lo que usted piensa y le prometo que su silencio será bien recompensado.

—¿Ah sí? ¿Y cómo? —respondió el menor retador.

—Dígame usted qué sería lo más adecuado, estoy abierto a distintas opciones, sin embargo, yo le sugeriría… —Sebastián se acercó al oído de Ciel y susurró aquellas palabras que dejaron al menor petrificado y tenso durante unos segundos.

El mayor se separó de Ciel y le guiñó un ojo. —Bueno Phantomhive, debo retirarme y supervisar el castigo de su prima Elizabeth y las otras jovencitas. Por favor comience a transcribir el mensaje en latín que tiene en su hoja. Más tarde cuando regrese me dice que piensa de la propuesta que le hice. Nos vemos.

Sebastián abandonó la habitación rápidamente dejando a Ciel levemente sonrojado, posiblemente debido a la indignación que sentía en esos momentos y por algo más. Ciel salió de su trance y se sentó nuevamente en la mesa donde estaba aquella hoja aguardando por él. Sebastián ni siquiera se dignó a responder a ninguna de las inquietudes y preguntas que le hizo el menor, sin embargo, ya tendría tiempo después para seguir recabando información: Por los momentos, seguía sin entender porqué tanto misterio respecto al castigo, al final, solamente había recibido una “sutil” advertencia por parte de Sebastián y la orden de hacer esa estúpida transcripción en latín; para Ciel algo no encajaba allí.

No le había pasado inadvertido el hecho de que junto al tintero, la hoja y la pluma de escribir, había un pañuelo y un frasco con alcohol. Aquello definitivamente era extraño.  Sin embargo, hizo caso omiso a ese detalle y leyó la inscripción en latín que estaba en la hoja, y se percató de que el escrito era bastante largo y llenaba la pequeña hoja por completo, así que tomó un pergamino en blanco que estaba en el lado opuesto de la mesa.

Aquella inscripción le parecía de lo más curiosa, a juzgar por su estructura parecía una canción, posiblemente de música sacra o cantos gregorianos. Y era algo inusual, ya que normalmente cuando tenían que hacer esas transcripciones en latín, casi siempre se trataba de alguna frase repetitiva tipo “No debo portarme mal en clases” y cosas por el estilo que le parecían a Ciel una pérdida de tiempo.

En la primera línea Ciel leyó:

sympathiam faciat pro diabolo

 

Tras traducir esa frase, se estremeció. ¿Simpatía por el diablo? ¿Por qué estaba colocada esa frase allí? ¿Qué quería decir? Continuó leyendo lo que seguía:

 

Permettermi di presentarmi

sono un uomo facoltoso e di gran garbo

sono stato in giro per molto tempo

ho rubato l'anima e la fede a molti uomini

 

Un momento, ¿italiano? El título estaba en latín, pero el resto en italiano. Por lo visto Sebastián se lo quería hacer difícil, ya que Ciel no conocía mucho de ese idioma. A pesar de eso, el menor se dio cuenta de que en la mesa había también un diccionario de italiano; el muy bastardo de Sebastián definitivamente estaba jodiéndolo. Lo tomó y empezó a buscar las palabras de esa frase y logró decodificar lo que decía:

 

Por favor, permíteme presentarme

soy un hombre de riqueza y buen gusto

Estuve por aquí durante un largo, largo año,

robé el alma y la fe de muchos hombres

 

Sintió una sensación de deja vú, había escuchado esa frase en algún otro lado, pero ¿En dónde? Buscó la siguiente línea y tradujo lo siguiente:

 

Y yo estaba cerca

cuando Jesucristo tuvo su momento

de duda y aflicción, me cercioré de que

Pilatos lavase sus manos y sellase su destino.

 

Encantado de conocerte,

espero que adivines mi nombre.

Lo que te está confundiendo

es la naturaleza de mi juego

 

Pero ¡por supuesto! Ya sé dónde he escuchado esto antes. Pensó Ciel. Es una jodida canción de los Rolling Stones.

El menor se sentía algo cansado y no tenía ganas de jugar a las adivinanzas, realmente no terminaba de captar por qué Sebastián había elegido esa canción para que la transcribiera, no logró comprenderlo sino justo en el momento en el empezó a escribir el título y algo extraño sucedió: comenzó a sentir un ardor muy fuerte en su brazo, como si le estuviesen atravesando un metal muy caliente sobre su piel, el dolor era lacerante y Ciel se subió rápidamente la manga de su uniforme y lo que encontró lo dejó perplejo.

Sobre la piel de su brazo, estaban grabadas las palabras que acababa de escribir en el papel, pero no estaban con tinta o algo que se pudiera borrar, estaban marcadas como cicatrices permanentes y lo más curioso de aquello es que no estaba la frase en latín, como había escrito originalmente, sino su traducción en inglés:

Sympathy for the devil (*)

En menos de un segundo, Ciel hizo sus deducciones y cazó al vuelo el significado de todo aquello. Era la forma de Sebastián de darle algunas explicaciones de lo ocurrido el viernes pasado en la fiesta de Halloween; porque a pesar de que Ciel había descubierto muchas cosas que ocultaban allí en el Weston, no se explicaba del todo la naturaleza del “profesor” Michaelis. Sebastián con eso le estaba dejando una pista… y una advertencia.

Ciel suspiró con cansancio, tomó el pañuelo y lo mojó en el alcohol, definitivamente su castigo no iba a ser para nada agradable...

 

Notas finales:

(*) Sympathy for the devil es una canción muy famosa de los Rolling Stones. Créditos para ellos. Como se pudieron dar cuenta, esta canción es la que le da título al fic y tiene cierta relevancia dentro de la trama.

 

Pues eso ha sido todo, espero que les haya gustado! Por favor cualquier duda o sugerencia me la dejan en los comentarios. No suelo pedir reviews ya que pienso que eso es algo que debe nacer en cada quien; pero muchas veces las personas que escribimos fanfics necesitamos ese feedback o retroalimentación por parte de los lectores para saber qué estamos haciendo mal, o qué estamos haciendo bien, y así uno poder ir poco a poco mejorando la calidad de la redacción y de las historias.

Esencialmente decidí probar suerte por acá, porque se que el fandom de AY tiene un poco más de "movimiento" que el de la otra página por la que publico, y realmente me gustaría tener una mayor interacción con los lectores y conocer opiniones para saber si realmente vale la pena que siga escribiendo esta historia. Si alguien leyó esto hasta acá, muchas gracias!

Ahora sí que no me sigo extendiendo más xD

Se me cuidan, hasta la próxima!


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