Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Versos de despedida por Mayumi

[Reviews - 27]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hi!!

Esta cosa tan rara que tenéis aquí es fruto de un reto que me puso mi encantador, adorable y querídisimo amigo Chaos (nótese la ironía)... Me dijo "A que no eres capaz de escribir un JiraOro, romántico y sin mucho OoC"... Y Mayumi, como no, dijo "a que sí?" y salió esto.

Chaos dice k me da un 8.5 alto pk hay un poco de OoC pero... Jiraiya y Orochimaru, románticos y sin OoC? No me pidas imposibles T-T

Bueno, depués de este rollo que creo que a nadie le interesaba os diré que no creo que mucha gente lea esto, pero yo lo hice con toda mi ilusión y espero qua guste a los que se animen.

Ah, por si acaso no se entiende, Nade-chan es Tsunade (tsuNADE)

Kissus!!

 

 

Versos de despedida

-Oro-chan como…- la voz de Tsunade, situada de espaldas a mí, se transforma en un sollozo, siendo lo único que rompe el silencio- ¿Cómo has podido?

Oro-chan… así que hemos vuelto todos al pasado, a esos tiempos en que estábamos juntos, en que erais para mí Nade-chan y Jira-kun, las personas más importantes de mi vida. Los hipidos llorosos de la actual Hokage se me van clavando lentamente en el alma. Sé que se ha dejado caer al suelo y ha hundido su cabeza entre sus manos, con los rubios cabellos cubriéndole el rostro, en ese gesto tan suyo de niña llorona del que tú y yo siempre nos burlábamos cuando éramos pequeños… y que siempre nos valía algún que otro doloroso golpe. Tsunade no hace nada por acercarse a nosotros e intentar ayudarte… no sólo porque nos han prometido no intervenir en esta lucha, si no porque sabe que ya no hay nada que hacer por ti. Porque ya no hay vuelta atrás.

De rodillas en el suelo, con mi cabeza caída hacia delante, mis cabellos ocultando mi rostro, una de mis manos se aferra firmemente a mi cadera, conteniendo como puede la abundante hemorragia que me has provocado. La otra apresa tu cuerpo ensangrentado, casi inerte, contra mi pecho, intentando contener desesperadamente tus últimos instantes de vida.

-Debiste…- tengo que hacer una pausa para que mi voz no suene quebrada- Debiste matarme cuando tuviste la ocasión- te recrimino, mientras la mano que hasta ahora se preocupaba por mi mismo mesa lentamente tus blancos cabellos, dejando un rostro carmesí a su paso- Siempre fuiste un tonto.

Desde lo más profundo de tu ser me dedicas una triste sonrisa, que yo sólo puedo corresponder torpemente. Hace a penas un minuto estábamos peleando a vida o muerte. Llegué con un destacamento de ninjas del Sonido dispuesto a conquistar Konoha. Pero tú tenías que hacerte el héroe, que proponer esa estúpida pelea a muerte entre tú y yo. ¿Acaso querías morir en mis manos? Supongo que se trataba de eso, ya que después de tu último ataque yo estaba indefenso. Y sin embargo, y a diferencia de mí, tú no has tenido el valor para dar el último golpe.

-¿Cómo podría, Oro-chan?- me susurras mientras luchas por respirar. De nuevo Oro-chan… De nuevo pretendiendo llevarme a los viejos recuerdos. Tu mano hace un intento de llegar a mi rostro, pero pierde fuerzas por el camino. Cierro los ojos, negándome a verte en ese estado tan deplorable. Una estentórea inhalación me hace volver mi atención a ti, con preocupación- Como te prometí… siempre fuiste el único hombre de mi vida- aseguras, con una energía que no deberías malgastar en palabras.

Mis labios se curvan en una sonrisa cínica.

-El único hombre…- repito con burla- ¿Pero cuantas fueron las mujeres, Jiraiya?

Tú también adquieres esa expresión socarrona. Nuestras miradas cruzan en una sonrisa cómplice, durante un instante que parece no tener fin. Sin reproches, sin culpables, sin lamentos. Sé que nunca amaste a otro… igual que tú sabes que tampoco yo conseguí borrarte de mi corazón.

Me pierdo en tus ojos oscuros, que perezosamente se van quedando sin vida. Y yo sólo puedo contemplar impotente aquello que yo mismo he provocado. Me inclino lentamente, ignorando el dolor de mi cuerpo, para besar delicadamente tus labios. El mundo ha desaparecido a mí alrededor. ¿Cuánta gente, de Konoha o del Sonido, nos estará mirando? No lo sabría decir, pero tampoco  creo que me importe. Ya ni recuerdo el tiempo que hace que no sentía la suavidad de tus labios, esa caricia que de joven me envolvía con cuidado y recorría los rincones de mi cuerpo transportándome a nuestro mundo privado. Nadie me ha hecho estremecer como hacías tú en los momentos secretos que compartimos, en las noches que robamos al dios del tiempo, en  los instantes fugaces en que nos permitíamos ser nosotros mismos… nadie ha podido llenar el vacío que yo mismo creé al escoger mi propio camino, un camino que tú no estuviste dispuesto a recorrer junto a mí.

Te revuelves inquieto, rebuscando algo en tus bolsillos. Me pones nervioso. ¿Ni siquiera al borde de la muerte eres capaz de estarte quieto? Al fin me extiendes una mano, con una expresión triunfal, ofreciéndome lo que tanto esfuerzo te ha costado encontrar. Un pequeño pañuelo blanco, doblado cuidadosamente. Lo desenvuelvo poco a poco, y estoy seguro de que un ligero rubor no tarda en teñir mis mejillas. El único acto de patético romanticismo  que he cometido en mi vida, y tú tenías que guardar testimonio de él.

-¿Lo recuerdas?- preguntas. Las palabras salen de tu boca con dificultad.

Te doy un nuevo beso al que tratas de corresponder desgarbadamente, mientras recuerdo el momento en que te di la pequeña flor que con tanto celo has guardado todo este tiempo. Estabas recostado sobre la hierba, reposando pesadamente después de poseer mi cuerpo por primera vez. Mi cabeza descansaba en tu pecho desnudo, subiendo y bajando con su agitado compás. Cogí una florecita azul que quedaba a mi alcance y le di unas cuantas vueltas en mi mano. Después de lo que acabábamos de hacer, yo estaba agitado, revuelto, enamorado… Te enseñé la flor.

-Mira Jiraiya, es un testigo de nuestro amor. Mientras ella siga existiendo, también lo harán nuestros sentimientos- dije tontamente.

Tú te reíste y me la quitaste de la mano.

-¿Ves como sigues siendo un crío, Oro-chan?- me picaste, revolviéndome el cabello.

Contemplo sorprendido la flor sobre el pañuelo. No puedo creer que, después de todo este tiempo, la sigas conservando.

-Claro… ¿Cómo olvidarlo?- te susurro, mientras me entregas nuestro pequeño tesoro.

Me sonríes, no con tu habitual  y falsa sonrisa pervertida, si no una sonrisa sincera, una de aquellas que guardabas sólo para mí. Correspondo a tu gesto, apartando los largos cabellos níveos de tu rostro con una ternura que creí perdida mucho tiempo atrás. Intentas decirme algo más. Abres la boca, luchando desesperado por inhalar un aire que nunca más llenará tus pulmones.

-Shhh- te murmuro al oído- Duerme, Jira-kun, yo velaré tu sueño- te prometo, al tiempo que mis manos cierran tus ojos. Tu cuerpo tiembla una última vez, y después… nada.

Dejo tu cuerpo inerte sobre el pasto. Tu rostro se vuelve borroso, ya que mis ojos se han llenado de lágrimas que, no obstante, no me permito la debilidad de dejar caer. Me tomo unos segundos para serenarme.

-Nos vamos- anuncio con voz calmada, poniéndome en pie y observando las reacciones de mis subordinados.

La mayoría permanece indiferente, están bajo mis órdenes únicamente por interés económico. Sasuke suspira aliviado, desde que empecé a planificar esta invasión se mostró reticente a ello, aunque no emitió una sola palabra de queja. Pero Kabuto no parece dispuesto a echar a perder lo que tanto tiempo nos llevó calcular.

-Orochimaru-sama, debería reconsiderar…

Entrecierro mis ojos en la más peligrosa de mis muecas. No sé porque le sigo aguantando, me sorprende el hecho de que aún no le he matado. Sin necesidad de decir nada más, Kabuto murmura que recogerá a los ninjas del Sonido que se dispersaron cuando entramos en Konoha. Yo me pongo lentamente en marcha, sin que ningún habitante de mi antigua aldea haga nada por impedírmelo. Sasuke me sigue en silencio, con la vista fija en el suelo.

-Deberías darle las gracias, Tsunade…- le susurro al pasar junto a ella, aunque no me detengo a mirarla. Pero su mano se aferra con fuerza a mi brazo.

-Yo- un lloriqueo ahogado le obliga a hacer una pausa- Yo debí haber hecho algo por vosotros… Yo… lo siento- murmura.

Nade-chan… ella fue nuestra confesora, la única guardiana de nuestro secreto, la fuerte sombra que nos ocultaba de las miradas indiscretas de los demás. Ni tú ni yo deberíamos reprocharle nada.

-No me tientes, Tsunade… Dejemos hoy las cosas como están- reconvengo tajante. Al fin y al cabo, siempre fui yo el malo, ella no debería sentirse culpable. Su agarre se debilita paulatinamente, mientras los sollozos agitados vuelven a marcar el ritmo de su respiración. Yo continúo con mi retirada, sin querer volver la vista atrás. Cuando cruzo los límites de Konoha, Sasuke corretea un par de pasos para colocarse a mi lado.

-¿Duele?- me pregunta sin más, intentando ocultar su angustia.

Sé que no se refiere a la horrible herida de mi cadera. Le revuelvo el cabello, medio ausente. Aunque ya tenga dieciséis años, a pesar de que siempre fue muy mayor para su edad, a veces su rostro continúa adoptando una curiosa expresión infantil que me descoloca.

-No te preocupes, Sasuke-kun, pase lo que pase, te prometo que nunca haré daño a Naruto- me oigo asegurar en un arranque de debilidad. Una expresión de alivio cruza su rostro por un instante.

Ah, mira lo que has hecho conmigo, Jiraiya. Siempre fastidiando, hasta el momento de tu muerte… Me has convertido en un blando y estúpido sentimental. Espero que al menos, estés donde estés, guardes para mí un sitio a tu lado… porque tu ausencia se ha llevado contigo todo mi interés por ser inmortal. Espérame en nuestro cielo.

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).