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Epifanía por Joshua_Heart

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Notas del fanfic:

Oh, bueno ustedes ya saben esto, pero de todos modos: los personajes de Naruto, desafortunadamente, no me pertenecen. Todos los derechos a su respectivo autor -- a estas alturas ya sabemos quien es, y sino, ¡mijo, espabílate.! XD

Notas del capitulo:

I'm back, bitches!  Después de tanto tiempo. Con muchas más experiencias, más lecturas y con más imaginación que explotar. Me enfocaré unicamente en este fic e "Inesperado Amor".

 No prometo actualizar tan rápido, (la universidad y eso) pero haré capitulos largos para compensar. De antemano, gracias por pasar por aquí y leer mis extravagancias. Algún comentario, crítica constructiva o sugerencia, háganmelo saber, se los suplico. Si quieren alguna pareja secundaria, sólo opinen; yo encantado en escribir más yaoi.

¡Bueno, lean!

Había algo insólito aquella noche, Naruto lo sabía. No podía poner el dedo sobre ello, pero tenía un presentimiento. Uno que no era precisamente bueno.

Los martes de por sí nunca eran buenos para él, porque ese era el día del 2x1 en la pizzería donde trabajaba. Amasar arrobas y arrobas de harina y fregar los trastos apelmazados de grasa te dejaba los brazos agarrotados. Sin mencionar las diez horas de pie. Mas Naruto no se quejaba, al menos no todo el tiempo. El trabajo le ayudaba a costear sus gastos y la mitad de la renta del apartamento que compartía con Gaara, así que no todo era malo.

Excepto cuando era necesario extender su horas a beneficio de la venta. Como hoy.

Hacía frío. Había una bruma espesa y sofocante en el aire. El viento gélido sílaba en sus oídos en esa calle desierta a las 2:00 am. El edificio donde vivía no quedaba muy alejado de su trabajo por lo que el caminar no era mayor inconveniente.

Pero hoy había algo diferente. 

Apresuró sus pasos. La luz del poste de la esquina se apagó en una súbita exploción, chispas fue lo último que Naruto vio antes de que todo quedase en penumbras. Se detuvo vacilante por un momento, sus latidos martillando en sus oídos. Los pelos de la nuca se le erizaron.

Tenía la escalofriante sensación de estar siendo observado. 

Curiosamente no era la primera vez que le pasaba, pero hoy era peor, mucho peor.

Amonestándose a sí mismo, se obligo a continuar. Ya no era un niño, por Dios Tenía 19. La época de mearse en los pantalones quedó muy atrás.

No corría, pero sus trémulos pies se encontraron trotando. Para su espanto, las luces de las siguientes calles también estaban muertas.

«Cálmate. Sólo respira. El cansancio debe estar jugando con tu mente».

Sacó el celular de su bolsillo pensando usar la linterna: el aparato estaba descargado, porque así era su suerte. Continuó. Cuando finalmente llegó a la calle de su edificio, echó a correr hasta la entrada que, como ya suponía, estaba vacía. Mañana esto sólo sería una pasada de la cual sus amigos y él se burlarían; hasta ya se imaginaba el tonito burlón de Sasuke, “ Madura, dobe. ¿Sustos, fenómenos sobrenaturales? ¿Criaturas de la noche? Pfff”. Sí, ese petulante bribón con sus aires de madurez prematura.

Justo cuando ya giraba la llave en la perilla del portón, se congeló.

De repente sentía una respiración fría detrás de él. Tan fría que le estremeció de pies a cabeza. No se movió: no podía. Quienquiera que estuviese detrás de él no era humano, por alguna razón tenía la certeza de eso. Oyó al sujeto ahí atrás esbozar algo parecido a una sonrisa mordaz.

—Por fín se me hace el presentarme, Naruto Uzumaki.

Naruto quiso gritar, correr, algo, lo que sea, pero a la velocidad de una ráfaga de viento, un centellante dolor estalló en su cabeza. Cayó al suelo. Su última visión fueron un par de ojos rojos, brillantes, de animalesca pupila vertical. Luego perdió la conciencia.

****

Sabía todo sobre él. Tenía que.

Lo había vigilado desde que el chico apenas alcanzaba la altura de su cintura, desde las sombras. Ahora era él quien se quedó chaparro en comparación. Claro que la altura de los demonios-omega nunca superaba los 5´7´´-- aun así era un golpe en los bajos a su orgullo. Con sus trescientos años (trescientos cincuenta, pero quién cuenta) apenas alcanzaba los 5´4´´. Qué fastidio. En años humanos su apariencia sería la de un chico de dieciséis a lo máximo, o eso suponía. Con los humanos nunca se sabe.

Las tres lunas llenas de su dimensión, alumbraron con su fría luz funesta la alcoba, en especial la pacífica tez del "bello durmiente".

Se le quedó mirando. Éste se removía en la cama buscando más calor en las sábanas. Suponía que tenía frío; no había sorpresa allí: la temperatura siempre era congelante aun con los dos soles resplandeciendo. Si ambos tuvieran la misma edad –en apariencia al menos– y Uzumaki cabello negro en lugar de rubio, bien podrían pasar por gemelos.

Pero habían muchas diferencias entre ellos, más allá de lo que enfocaba la primera vista. Para empezar, Naruto era un híbrido, mitad humano mitad demonio; Menma, en contraste, era un demonio de sangre pura. Naruto era un alfa con su poder colosal suprimido por un sello; Menma era omega, y, orgullosamente a diferencia de otros de su género, sus poderes eran capaces de destruir civilizaciones enteras...

Ah, y claro, cómo olvidarlo... Naruto Uzumaki era su alfa.

Olía delicioso, eso lo aceptaba. A hogar, o alguna mierda cursi como esa. Lo que lo encabronaba era la sumisión que el lazo conllevaba. Su cuerpo de omega, –maldito cuerpo traidor –, gritaba, “¡Sí, sí, sí!”. Su mente fría, calculadora y perfecta, reprochaba, “¡DEMONIOS, NO!”

Y es gracias a su mente que había sobrevivido las últimas tres décadas. Solo, sin un alfa de compañía. En medio de una guerra sin cuartel entre la misma estirpe por diferencias ideológicas irreconciliables.

La mitad de los demonios, hace doscientos años, liderada por Lord Orochimaru, segundo a mando en aquel entonces, se sublevaron en contra de Minato Namikaze, actual rey absoluto de la dimensión demoníaca. Su propósito egoísta es la governación y esclavización de la raza humana. O la exterminación global de ser necesario.

La guerra, en lugar de amainar con el paso de los años, empeoró aumentando el número de bajas en ambas mitades arbitrarias. El auge fue cuando todos se enteraron que 19 años atrás, su padre Minato engendró otro hijo con una fémina humana.

Naruto Uzumaki para ser exactos.

Hasta aliados les dieron la espalda cuando ese secreto salió a la luz hace dos años. Perdían ventaja irremediablemente.

Al nacer Naruto, por protección, su padre suprimió sus poderes de demonio. Su pequeño cuerpo humano en ese entonces no habría soportado tal poder. Quedando así confirmada la teoría que los sabios aventuraban desde hace millares de años : la mezcla entre especies creaba una progenie superior.

Por supuesto la mayoría piensa que tal acción es un sacrilegio. Minato previó eso y envío al niño al mundo de los humanos. La madre murió en el alumbramiento, desgraciadamente. Naruto se crió en un orfanato, hasta que a los doce una pareja lo adoptó.

Menma sabía que era injusto, pero aún le guardaba cierto rencor a su padre por haberle separado de su alfa. Su vínculo con Uzumaki se formó desde que posó sus ojos en él.

—Mira, Menma, él es tu hermano. Es un bebé muy fuerte y sano. Se llamará Naruto. Se parece mucho a ti; ven, míralo.– Era bizarro ver al viejo cargando un bebé. Se veía feliz, triste, todo a la vez. Entró a la habitación, mas no se acercó. La humana de su padre yacía dormida en la cama... Oh. No estaba precisamente dormida.

—Lo siento, viejo,– dijo sin saber qué más decir. Minato siguió su mirada. Sus ojos, empañados de amargas lágrimas de sangre, recorrieron el cuerpo inmóvil y desvaído. Menma nunca había visto al gran demonio así... tan roto, tan vulnerable. Por primera vez en mucho tiempo sintió conmiseración. Minato pareció darse cuenta que lo observaba y forzó una sonrisa.

—Logró decir sus últimas palabras; dijo cuánto amaba a su hijo... A mi,– se aclaró la garganta y besó la frente del pequeño humano envuelto en esa sábana naranja. Vaya color. —Por eso debo protegerlo. No puede quedarse aquí. Me vi forzado a sellar su chakra, ¿sabes? Este ambiente será muy hostil para él. ¿Te lo imaginas? Un bebé híbrido en medio de esta guerra de tres siglos... No. Estará seguro con los humanos.

Como si el pequeño se hubiese dado cuenta de qué trataba la conversación, empezó a llorar. Minato empezó a meserlo en sus brazos. Menma se aproximó, inseguro. Sólo quería... Es decir, el mocoso era irritante, con su llanto y todo, pero... No es que sus hormonas de omega se estuviesen tornando maternales o algo parecido... Pfff, no, nada que ver...

Su padre al ver su indecisión, cerró la distancia y le pasó al pequeño humano. Jadeó. Quiso gritarle que no lo hiciera, que él no sabía como tratar a estas pequeñas bestias, pero las palabras murieron en su garganta. 

El niño ahora en sus brazos, pequeño y muy humano, abrió sus grandes ojos dándose cuenta que otra persona lo cargaba. Eran azules, más azules que los suyos propios. Eran como dos zafiros pálidos y hermosos. Su aroma de demonio estaba suprimido, el de humano sobresalía pero allí estaba escondido bajo la superficie. Es un

—... alfa,— musitó Menma como hipnotizado. Definitivamente, no se la vio venir. Y definitivamente no se sentía nada maternal ahora. Muy lejos de eso, en realidad.

—Y uno muy fuerte. Quizá el más fuerte de todos nosotros en mil años.– corroboró Minato. Luego pareció darse cuenta de algo y abrió los ojos muy grande. —Menma, tus feromonas...

Oh, demonios. Malditas feromonas. Maldito cuerpo traicionero. ¡Es un puñetero bebé, joder!

Consciente de tener las orejas hirviendo, le entregó el bebé de vuelta a Minato. —No hablaremos de esto,— fue lo último que dijo antes de salir con lo que reste de su dignidad. A la mañana siguiente Naruto ya se había ido.

El vínculo es simple. Todo cambia a tu alrededor cuando encuentras a tu pareja. Es como si todo tu ser gira en torno a ella desde ese momento. Enlazados al instante. Los demonios sólo llegan a tener una pareja en toda la vida. Muere uno, muere el otro. Así de jodido era el puto asunto. Los omegas en especial se vuelven dependientes; los alfas, sobreprotectores. Y eso precisamente le aterraba a Menma: volverse dependiente de su hermano.

Naruto, pese a ser un híbrido, tenía arraigadas costumbres humanas. Según Menma había escuchado, los humanos consideraban una aberración el estar vinculado con alguien de tu consanguinidad. Pfff, humanos mojigatos. 

Hablando de humanos..., ¿cuánto tiempo se supone que deben permanecer inconscientes? ¿Se habrá pasado con el golpe que le dio? Ya pasaron tres horas desde que los teletransportó a la Dimensión Demoníaca. Ok, quizá no debió golpearlo, pero Naruto estaba a punto de entrar en pánico. ¿Qué se supone que hiciera? No se iba a arriesgar a ser visto por algún humano curioso.

Y la tecnología humana no podía con su asombrosa presencia: esos artefactos de luz –¿lámparas?– habían explotado con sólo estar cerca de ellos. Naruto jamás lo habría visto. Él era experto en la técnica de invisibilidad. Pero sabía que, no intencionalmente, le dio un buen susto.

De pronto la puerta se abrió. Minato entraba junto a su hombre de confianza, Kakashi. Menma rápidamente terció la cabeza en dirección a la cama.

—¿Es... uh, es él?– preguntó Minato, esperanzado. No fue necesario responder, el parecido físico era innegable. Hubo un minuto de silencio mientras él se recuperaba. Luego, preguntó con voz grave, —Eh, Menma, ¿por qué está inconciente?

—Yo lo noqueé.

—¿Qué? ¿Por qué

—Entré en pánico, de acuerdo– Se defendió, incómodo —. El parecía al punto de un colapso, y golpearlo fue lo primero que se me ocurrió.

Minato suspiró. Él evitó hacer contacto visual.

—Kakashi, revísalo, por favor.–

Como sea, Kakashi ni siquiera tuvo tiempo de acercarse cuando, de pronto, Naruto empezó a moverse y soltar pequeños quejidos Los tres demonios vieron con aprensión como poco a poco se incorporaba en la cama, abría los ojos, y se sobaba la nuca dolorida. Desorientado, escrutó sus alrededores, palideciendo al reparar en ellos.

—¿Qué demo... ¡¿Quiénes son ustedes?! ¡¿Dónde estoy?!

Se levantó de la cama tambaleante y corrió con pies torpes hacia la puerta. Minato reaccionó primero.

—¡Espera, hijo! ¡No te muevas! Permite que Kakashi te revise primero.

Pero Naruto no le hacía caso; luchaba por abrir la puerta inútilmente. Ésta no cedía, ya que estaba protegida por sellos de seguridad que sólo respondían a los tres demonios ahí presentes.

Calmadamente, su papá colocó una mano en el hombro de Naruto, quien inmediatamente brincó hacia atrás como si lo hubiese pellizcado, su espalda pegada a la puerta.

—¡No me toque! ¡Ustedes son secuestradores! ¡Quiero irme!. ¡Abra esa maldita puerta! ¡¡¡Ahora, dattebayo!!!

¡Con un jodido demonio, pero qué galío se cargaba el tipo! Minato también retrocedió tomado con la guarda baja. Abrió la boca, la cerró y la volvió a abrir, sorprendido.

—¡Ábrala o si no...

—O si no, — interjectó burlonamente Menma sin poder evitarlo —, ¿qué?

Naruto se volvió a él con ojos salvajes. Literalmente le robó la respiración tener su atención individual — aunque ahora pareciera una bestia acorralada.

—Fuiste tú, ¿cierto? ¡Dime, ttebayo! ¿Tú me secuestraste?

—No es así, sr. Uzumaki, — intervino Kakashi queriendo apaciguar los ánimos —. El príncipe Menma sólo seguía órdenes. Es por su propia seguridad. Debe permanecer en el Castillo. Corre un grave peligro estando allá en el mundo de los hu...

—Kakashi...

Kakashi cayó en cuenta rápido, —Oh, lo siento, majestad.

—Mira, — intentó Menma — esto se ve mal, es cierto, pero debes confiar en mi. Lo que dijo Kakashi es cierto. Corres peligro, y nosotros sólo buscamos protegerte, ¿sí? Al menos escucha lo que tenemos que decirte.

Eso. Eso es. Hasta sonó razonable. Claro que Naruto pensaba todo lo contrario. Cruzó los brazos y lo miró con furia.

 —!¿Confiar en ti, dattebayo?! Tú me golpeaste y, no sé cómo, me trajiste hasta aquí. No sé en tu diccionario pero en el mío, a eso se le llama secuestro. ¡Secuestro!

¿Qué? Es que tenía freído el cerebro o qué. Pareciera que no captó nada de lo que se le fue dicho.

—¡Serás imbécil...

—Ya, ya, calmados los dos...

—¡NO! — respondieron al unísono. 

Minato y Kakashi compartieron una mirada, impotentes.

—Menma, se supone que tú eres mayor...

—Sólo tengo trescientos cincuenta años, papá...

Oh. Ya muy tarde para reparar el error. La cara de Naruto se pintó de un preocupante color azul.

—¿Trescientos cincuenta... ¡¿Eres un fantasma?!

—¿Qué? ¡No! Eso es ofensivo. Soy un demonio. Y uno muy fuerte, muchas gracias.

—¡¡Menma!!

¡¡Patapum!!

Naruto cayó líbido al suelo. Oh por la Santa Muerte, ¿qué así eran todos los humanos? Ya no podía esperar a que su padre removiera el sello en Naruto. Su omega interno —el que tenía encadenado con llave — casi se derretía al imaginárselo. Aún reprimidos, el chakra, el aroma de Naruto eran embriagadores.

Ignorando la mirada irritada de Minato, ayudó a Kakashi a acostar a Naruto en la cama. Luego de un escaneo, Kakashi dictaminó que no había nada fuera de lugar y recomendó una buena merienda.

Los siguientes días fueron una constante prueba de paciencia. En lo relativo a la guerra, había una inusitada paz que sólo servía para jugar con los nervios de todos. La barrera que entrelazaba el mundo de los humanos y los demonios se había resquebrajado. Orochimaru había encontrado por fín la manera de cruzarla después de tantos intentos fallidos queriendo desmantelar las defensas diseñadas por Minato. Sólamente los hombres de más confianza del Rey habían logrado atravesar ambos mundos. Hasta ahora, claro. Sin embargo, no habían grandes sucesos o algún indicio de apoderamiento global. Igual Minato mandó un moderado escuadrón de infiltración para patrullar por La Tierra. Mejor prevenir que lamentar, había dicho.

En cuanto a Naruto... Ah, Naruto.

¿Es posible querer golpear y follar hasta la demencia al mismo tiempo? Eso le inspiraba el cabezota.

Había escuchado (después de ser amarrado al centésimo intento de escape) la historia completa. Desde la historia de los demonios hasta el trágico romance de sus padres. Su rostro fue un arcoiris de emociones durante todo el relato de Minato. Sorprendentemente no había dicho palabra alguna desde entonces. Menma estaba preocupado. Sí. Él. Preocupado.

Los demonios pedían sentir las emociones de los demás, y si son las de de tu pareja destinada aun con mayor intensidad. Eran como si tú mismo las estuvieses sintiendo, así de amplificadas. Habían momentos en los que, de la nada, sentía que le subía un nudo desde la garganta hasta los ojos y terminaba llorando. Llorar para su estirpe era doloroso; lloraban sangre en lugar de lágrimas. He ahí la razón por la que quería moler a golpes y apapachar al idiota. Por descontrolar sus usualmente estóicas emociones. El follar sería un extra al que no se negaría tampoco.

No fue hasta hoy que Naruto salió de su encierro y se les unió a la mesa. Llevaba algo que Kakashi le mencionó que se llamaba pijama, y sus ojeras eran prominentes. Minato sonreía complacido de oreja a oreja. Sus dos hijos a su respectiva izquierda y derecha. Sí, el viejo estaba satisfecho.

La comida humana no estaba mal. Ellos no necesitaban alimento, ya que se sustentaban de la radiación lunar, o de cualquier tipo de energía pura. Sin querer sonrió al recordar la cara de Naruto al ver por primera vez las lunas de ahí; verde fosforescente, azul y dorada tenue, las tres llenas de energía pura. Igual podían disfrutar de alimento, pero no podían sentir hambre en realidad.

Para su sorpresa descubrió a Naruto observándolo con una expresión de incertidumbre; frustrada, de hecho.

—¿Sucede algo? — se aclaró la garganta. Naruto, asombrosamente, se sonrojo a un nivel escandaloso.

—No.

—¿En serio? Frunció el cenó ante su suspicacia.

—No es nada, ya déjalo.

El tenedor tintineó contra el plato por el arrebato antes de que se retirara de la mesa. Menma se mordió el labio. «No lo sigas. Seguro sólo nesecita espacio». Sería descortés hostigarlo, y por lo tanto lo siguió.

Lo encontró en el balcón de la alcoba que Kakashi le acomodó, para irritación de Menma. ¡Se suponía que él era su omega! Dormir juntos era parte de la experiencia. Ya saben, para crear vínculos y eso.

—Tú y yo somos hermanos, – comentó Naruto sin voltearse. Menma, encoraginado por no haber sido desairado, se paró a su lado, viendo el paisaje que creaba el sol primario en el horizonte.

—Medios hermanos. ¿Qué con eso?

Hubo un largo rato de silencio; pensando en que ya no obtendría respuesta se giró para marcharse. Naruto hablo:

—Tú me molestas.

¿Qué? No, en serio, ¿qué?

—Oh, vaya. Gracias, eh. Pensé que... Sabes qué, olvídalo.

—¡No! Espera... Okay, eso salió mal... Dios, esto es vergonzoso, dattebayo.... Es sólo... Tú me desconciertas, ¿sí? No sé... tú...

Y se empezó halar los cabellos. Menma no sabía con certeza si era algún problema humano en general o si Naruto era un caso especial. Suspiró. Casi podía saborear su confusión. Maldita empatía.

—Sé lo que puede ayudarte, – dijo. Naruto lo miró anhelante. Se sonrojó. Esperaba no arrepentirse de esto.

Los 5´11´´ de Naruto nunca se vieron tan intimidantes como ahora. Estaban tan cerca el uno del otro que el aroma atenuado a alfa casi le hace sacar un sonido vergonzoso, casi – sí, el casi es muy importante. Oyó la exhalación sorprendida de Naruto, pero no lo vio porque cerró los ojos. Se paró sobre sus puntillas y cortó la distancia que los separaba. Se moriría negando el gimoteo que expulsó su garganta. 

Los labios de Naruto eran llenos, calientes, muy calientes. La disparidad de sus temperaturas corporales ahora era notoria. Su espina parecía estar vibrando. Cuánto había deseado hacer eso.

Y en serio esperaba estar haciéndolo bien, su experiencia era nula. Aunque juzgando por la falta de movimiento del otro, parecía que sólo se estaba avergonzado a si mismo. Se separó. Grandioso, ahora no podía verlo a la cara.

—¿Qué... qué hiciste?–

—Eso, en mi mundo, se le llama beso, rubio retrasado.– El sarcasmo es un buen mecanismo de defensa. Luego de la impresión, Naruto resopló irritado.

—¡Ya lo sé! Pero, ¿por qué, ttebayo?– A pesar de su semblante adusto, su corazón latía desenfrenado, Menma podía escucharlo desde tres metros de distancia. Hm, interesante.

—Te ayudó, ¿cierto? Tu cuerpo lo necesitaba. Mucho. Lo sé porque al mío le pasa lo mismo. Estamos vinculados.

—¿Vinculados?

Y Menma procedió a contarle como los demonios poseían vidas longevas para tener mayor posibilidad de encontrar a tu pareja. Le contó las dinámicas alfa-omega. De cómo un omega solitario jamás experimentaba el ciclo de celo sin la compañía de su alfa destinada, ni sentía atracción real a otro que no fuera su pareja. De la gestación – o embarazo como lo llaman los humanos.

Y Naruto era un buen púbico: jadeaba, asentía o fruncía el entrecejo aquí y allá. Permaneció oyente hasta que el monólogo llegó a la parte donde un demonio moriría si su pareja muere. Menma se lo vio venir.

—Pero mi madre... es decir, mi padre... ¿Cómo es que él sigue...

—El vínculo sólo funciona entre demonios. Los sabios dicen que es porque venimos en parejas, algo así como las almas gemelas, no sé. Nunca un demonio se había mezclado con un humano. Nuestro padre fue el trasero-rudo en romper esa regla no oficial. Ella murió y, para sorpresa de todos, el sobrevivió, penando. Su muerte le afectó mucho, Naruto. En especial porque tuvo que separarse de su único recuerdo: Tú.

Naruto se volteó al paisaje de enfrente. El sol empezaba a ocultarse y el firmamento poco a poco se iba tiñendo de púrpura dando un espectáculo multicolor de nubes esponjosas. Menma respetó su silencio, suponía que era mucho por digerir. Al rato, su compañía habló:

—Entonces, con todo eso que acabas de contarme, ¿quieres decir que nosotros somos... uh, pareja?

—Sí.

—¡Pero somos hermanos, dattebayo!

—¿Y?

— Cómo que “¿Y?”. Tú simplemente no vas y te haces pareja de tu hermano. ¡Es... pecado o algo así, ttebayo!

Menma no quiso contener la hilarante carcajada. Oh, pobre, inocente e ingenuo Naruto Uzumaki. La repentina hinchazón en sus pantalones ajustados no eran una novedad. Ser tímido no estaba en su fiera naturaleza.

—¿Qué? – interjectó molesto Naruto.

—Ah, los humanos y sus costumbres. Dime algo, ¿te gustó ese beso? ¿Yo te gusto? ¿Te atraigo? ¿Tus instintos, en un rincón de tu mente, te ruegan que me agarres de la cintura y me folles hasta la desgañitación contra esa balaustrada?– Naruto se sonrojó obscenamente hasta las orejas, por poco y echando humo. Menma sonrió con preponderancia. —Síp, eso pensé.

Por un momento pareció que le iba a responder con algún tipo de lenguaje colorido, no obstante, cuando se quedo tieso, Menma arqueó una ceja inquisitoria. Olfateó el aire y luego bajó los ojos como platos al objeto de su molestia: la entrepierna de Menma. Esos hermosos ojos celestes se nublaron con algo tan turbio que provocó escalofríos en cada centímetro de su piel.

Lujuria. Desnuda, pura lujuria. Tragó.

Oh, viejo. Este es. Este era el momento en que iba a ser tomado bestialmente por su alfa. Su cuerpo respondía favorablemente.

Pero luego los indicios de tormenta en ese cielo, se esclarecieron tan pronto como si el viento se los hubiera llevado. Parpadeó luciendo sorprendido de sí mismo.

—Uh, yo... — se aclaró la garganta esquivando su mirada confundida. —Lo siento, ttebayo. — Y le pasó de largo. Dejando a Menma con unas ganas homicidas de golpear algo. Rubios desgraciados. Oh, bueno. Tendría que encargarse de su problemita por sí mismo. Ya luego se las cobraría, y muy caro.

****

Sabía que el tiempo en esta extraña dimensión era distinto. Los días eran más largos al igual que las noches. Pero esto ya rayaba en lo ridículo.

—¿Me estás diciendo... — comenzó Naruto lentamente, su atenazante agarre en el filo del escritorio blanqueando sus nudillos, — que mientras aquí pasaban un par de días, allá en mi mundo, donde todos mis amigos han de estar seguramente enloqueciendo de preocupación por mi, han pasado tres largos meses?

Su mirada entrecerrada parecía causar el efecto deseado. Minato —aún no lo llamaría padre, no —

 de pronto se rebuyó incómodo, hundiendo los hombros casi culpable. Naruto sintió una pizca de satisfacción, reprendiéndose inmediatamente por tal pensamiento.

—Bueno, mi prioridad era ponerte a salvo lo más pronto posible. Entenderás que lo demás pasó a segundo plano en el momento que Orochimaru te puso en la mira. Lamento de verdad la intromisión en tu vida a esta hora del partido, Naruto, pero tratándose de tu seguridad, lo volvería a hacer una y mil veces de ser necesario. Eres mi hijo, mi misión siempre ha sido conservarte seguro.

Sus palabras eran aplastantemente sinceras. ¿No se suponía que los demonios eran unos cretinos? Con sinceridad, no sabía como lidiar con esa mirada de afecto y preocupación que le enviaba el hombre frente a él. ¡Joder, no estaba acostumbrado!

Siempre fue huérfano, y aun cuando una pareja generosa lo adoptó en su preadolescencia, puso sus límites. La soledad era una patada en las bolas; estabas hambriento de un refugio, un hogar, una familia, pero cuando la tenías, simplemente no sabías cómo actuar a su alrededor. La sensación de ser apreciado parecía tan frágil que con sólo dar un paso en falso todo se podía ir al carajo.

—Eso no es... No me refiero a eso, dattebayo. Te lo agradezco, en serio que lo hago. Es sólo que me hubiera gustado despedirme. Ahora le debo tres meses de renta a Gaara. Y, créeme, no quieres saber cómo se pone cuando se enfada, ttebayo. 

Minato rió, el sonido cálido y lleno de divertimento. A su pesar correspondió el gesto. Naruto se preguntaba dónde había quedado el miedo y recelo que le infundían estas personas.

—Lo siento. Menma puede llegar a ser algo impulsivo.

Oh, se refería a la manera en que fue traído aquí. Ese pequeño...

«No pienses en él, no pienses en él...» 

—Ven conmigo, quiero mostrarte algo.

Afortunadamente Minato lo sacó de sus pensamientos tormentosos. Lo encontro frente a una de las tres estanterías que rodeaban la habitación. Lo siguiente que pasó, Naruto sólo lo había visto en las películas, así que la emoción que lo invadió podía considerarse algo infantil; no le improntaba, igual era genial. Minato removió un libro viejo de la estantería; esta se estremeció por un momento y luego se fue separando en dos mitades iguales para dar entrada a un pasadizo secreto. Pudo avistar unas escalinatas abajo en medio de la oscuridad.

—¿Vienes? — dijo Minato, y por alguna razón había una nota de burla en su voz. Naruto cerró la boca y lo acompaño.

Al ir bajando las aparentemente interminables escalinatas, las antorchas empotradas a la pared se iban prendiendo en fila. Un escalofrío recorrió su espina: aun cuando ni parpadeaba, Naruto sabía que Minato era quien encendía el fuego. El aire era denso. Suprimió la sorprendente urgencia de gruñir en advertencia. ¡¿Qué demonios?!

—Está bien, Naruto. Es sólo tu alfa interior que busca marcar su territorio. Es normal.

Define normal, quiso decirle. Si aún siendo humano tenía reacciones que lo habían atormentado desde pequeño, no quería saber cómo sería si el sello que contenía su parte demoníaca fuese retirado. No. Por eso se había negado a que Minato lo removiera, al menos por ahora. Ya luego... bueno, quién sabe. Todo era mucho para tan poco tiempo.

Se detuvieron en una antesala, frente a una puerta de algún tipo de metal reforzado. Minato cogio aire antes de proceder a hacer una serie de sellos de manos sobre la puerta que, enseguida, cedió y se abrió crujiendo.

Un recinto iluminado por una araña que colgaba del techo con un centenar de velas les dio la bienvenida. Una chimenea crepitaba a un la lado de la pared este, sus llamas reflejándose en la alfombra del piso de piedra. Un solo sofá redondo circulaba la pequeña sala de estar. Era la habitación más cálida del Castillo en la que Naruto había estado. Le gustaba.

Minato se paró frente a un majetuoso retrato del que él no había puesto atención. Cuando lo hizo, literalmente el aire abandonó sus pulmones por un momento.

Su padre. Su madre. Y él en el vientre de su madre. Pintados de forma tan realista que era como estar frente a ellos. Sus dedos picaban por trazar el lienzo. Pero no se atrevió. Se sentía indigno de tocar tan sublime obra de arte.

Su madre era hermosa. Viva, radiante. Pelirroja. Sus blancas manos cobijaban su vientre, y las manos más grandes y tostadas de Minato envolvían las de ella.

Un nudo hizo presión en su garganta. Pero para su sorpresa, no lloró como supuso: sonrió.

Una mano apretó su hombro; volviéndose encaró a... su papá. Sus ojos azules brillaban de regocijo.

 —Ella te amó desde el primer momento, Naruto. Mucho. Esas fueron sus últimas palabras. Quería que lo supieras.

Y lo sabía. Cómo no iba a saberlo sin con sólo ver la pintura era más que obvio.

—Lo sé. — quiso decir más, pero no pudo. Minato entendió.

—Cada día me hago un tiempo para venir a verla, ¿sabes? Es la única imagen que tengo de ella, y todo gracias a Menma. Él lo pintó.

Oh! Abrió los ojos, sorprendido. ¿Su papá hablaba del mismo enano estirado que conocía? Wow. Eso lo ponía en otra luz a los ojos de Naruto. De hecho, podía imaginar sus facciones relajadas, concentrado en sólo el lienzo y su arte. Suponía que le quedaba.

El tipo se estaba metiendo demasiado bajo su piel. Para bien o para mal, lo inquietaba.

Esa noche, antes de dormir, se recordó, agradecerle. De todos modos, gracias a él ahora tenía un rostro para su madre. Dejaría de evitarlo, aunque fuera en contra de sus creencias.


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