Niebla
I.
"A veces, cuando estoy solo, pienso en ti. A veces, recorro una a una las habitaciones de mi casa. Mi casa, antes podía llamarla así, sin que algo se interpusiera en mi lengua. Antes era mía por completo, cada centímetro, cada rincón y cada grieta, pero ya no más. No desde que te adueñaste de sus espacios lentamente. Casi de manera imperceptible esparciste tu presencia como sólo la niebla puede hacerlo. Lo devoraste todo a tu paso, sumergiste en tu mar cada pieza de decoración; pusiste tus huellas en los marcos de los cuadros y en la superficie cristalina de los espejos; tu aroma se quedó en las sabanas y hasta en las cortinas. Lo contaminaste todo. Y cuando te marchaste dejaste una claridad demasiado abrumadora.
A veces, cuando estoy solo, pienso en ti. Es mi habitación la que menos me ayuda a olvidarte. Aún está tu perfil recostado contra la luz de la lámpara de noche, tu ceño fruncido mientras me observabas de reojo. "Es hora de dormir" decías con voz neutra "Solo termino esto y ya" te respondía, y tú sonreías, suspirabas resignado y te quedabas dormido mirándome. Las sabanas cerca de ti estaban tibias, frías lejos, siempre era así, cuándo al fin me metía en la cama. Y al despertar, lo primero que veía era tu rostro apacible, tu mejilla aplastada contra mi almohada, siempre terminabas invadiéndola, no sé cómo te las arreglabas para ello. Mi almohada huele a ti. ¿Cómo le hago, ah? No puedo usar tu almohada porque es parte de ti. No puedo usar mi almohada... ¿qué tal que pierde tu esencia?
A veces, cuando estoy solo, pienso en ti. Aunque sé que separarnos fue una decisión que ambos tomamos con tranquilidad y madurez, por alguna razón, al pensar en ti, a veces, te odio. Pasaste de ser el amor de mi vida, a sólo una persona que alguna vez conocí. Eso eres ahora, al menos deberías serlo. Un "alguien" con quién me cruce en la calle, con quién choqué en el metro, alguien que tomó mi copa por equivocación, alguien con quien compartí un guiño, una esporádica sonrisa o unas cuantas palabras. "Alguien", un alguien sin rostro ni nombre. Dijiste que podíamos ser amigos, yo dije que era mejor ser sólo alguien. Dije eso, pero no tenías que tratarme así. No tenías que irte esa misma noche y enviar a tu amiguito por tus cosas al día siguiente. ¿Sabes? Pude enviártelas por correo, si no querías verme. Pero supongo que ni siquiera quieres que exista la posibilidad de volvernos a ver. Te mudaste de tu antiguo departamento, les prohibiste a todos tus amigos que me dieran señales de tu paradero, cambiaste tu número telefónico, me eliminaste de tus redes sociales. Desapareciste, como si de un sueño te hubieras tratado. Te dije que fuéramos "alguien", pero tú me tratas como un completo extraño, un ser que no existe más, y se siente tan cruel.
A veces, cuando estoy solo y pienso en ti, me recuerdo que no necesito tu amor, ni tus palabras, mucho menos el sonido de tu risa o tu cuerpo a mi lado. No necesito eso, no lo extraño. Pero luego, sin darme cuenta, tengo el teléfono en la mano dispuesto a llamarte, sólo para darme cuenta que no tengo tu número.
Quiero que me expliques, que llenes el vacío. Quiero que lo digas, aquí y ahora, que la casualidad nos ha encontrado. Quiero que me lo expliques. Aquí, así mirándome a los ojos."
—Perdona—dijo él, cuando terminé de hablar. Trague saliva en ese breve espacio, no había tomado ningún respiro en mi perorata y tenía la garganta seca. —Pero, no te conozco.
Y tras una mirada confusa y extrañada, me dejó solo, de pie en aquel horrible café, donde, a veces, más de las que quisiera, también pienso en él.