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Nada más que sombras por Nero Sparda

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Notas del fanfic:

Esta cosa lleva desde mayo esperando entre mis borradores, creí que era momento de que viese el mundo o el mundo lo viese a él, además, hagamos una campaña por más Dami/Jon ;w;

Notas del capitulo:

Dedicado con mucho amor a todas y todos aquellos fans del Dami/Jon y a las hermosas personitas que siguen mis otros fanfics, gracias por no haberme linchado aún (?)

Jon se quedó en helado silencio cuando le vio aparecer, las hojas de los árboles caían lentamente a su alrededor, pequeñas piezas moribundas tapizando los alrededores de brillante naranja y volviendo el andar de todos un crujir constante. Moría la primavera ante sus juveniles ojos, agonizaba allí para dar paso al invierno que traía consigo su propia magia.

Ya podía oler el chocolate caliente, imaginar los coloridos regalos y dulces, ese hermoso árbol que traerían para ponerlo en la sala, donde cantarían villancicos, al dar la media noche sus padres se besarían bajo el muérdago, haciéndole preguntarse cosas, detalles de los cuales no quería saber respuesta.

Pero dejando la estación y el bello paisaje a un lado también era consciente de aquella otra presencia, ojos verdes entornados en una mueca molesta, la sensación aplastante dentro de su estómago, como si en lugar de mariposas hubiesen anidado allí un montón de agitados murciélagos. Irónico.

Carraspeó intentando aclararse. Últimamente la adolescencia le jugaba malas pasadas y a veces podía escucharse su voz infantil colada entre los gruesos acordes que formarían el tono de un adulto, la firmeza del hombre esperando bajo su larguirucho disfraz.

—No iré en otra de tus estúpidas misiones Damian, estoy ocupado.

El joven demonio acentuó aún más su ceño, la mueca disgustada. Jon estaba ligeramente cohibido porque se hubiese tomado la molestia de volar desde Gotham hasta su pequeña granja, hasta el confortable lugar donde se ocultaba contando las hojas caer y los días faltantes para la primer nevada, aburrido y acobardado, sin atreverse a responder sus mensajes o llamadas, sin querer volver a encontrarlo hasta que esos estúpidos sentimientos fuesen desapareciendo.

—Sí, barriendo el cobertizo en mitad de la nada, cuan divertido te encuentras.

Le espetó con brusquedad y Jon intentó centrarse, contar las hojas que recogía y las muchas otras que caían fulminadas ante sus pies, ignoradas completamente por las frágiles aves cuya melodía se hacía oír apenas.

Sí, era aburrido, podía hacerlo en menos de un parpadeo y sin embargo sus miembros se movían como los de un viejo aletargado, gozando el otoño de su propia vida.

—No todos tenemos mayordomo.

Replicó irritado. Damian había crecido bien, tenía miembros largos, elegantes y letales como los de un depredador al acecho. Sus ojos verdes semejaban las verdes praderas primaverales, cuando el rio se escuchaba a lo lejos y los animales entonaban alegres canciones. Esa mirada color esmeralda encendía sus pesadillas constantes o las fantasías más absurdas.

—Estás huyendo.

Con él no hacían falta preguntas tontas ni preámbulos sosos. Damian soltaba las cosas así como venían, si te herían era muy tu problema. Nada cambiaba, la adolescencia sólo afecto su aspecto exterior, no el comportamiento mandón casi caprichoso.

—Jon.

Su propio nombre le causaba escalofríos en los labios ajenos. Lo vio avanzar dos pasos más haciendo notar su imponente estatura, los hombros amplios bajo el nuevo uniforme que portaba, muy semejante al de su propio padre. Damian seguía pareciéndose demasiado al Batman original, a Bruce Wayne, aunque los métodos utilizados por este eran sin duda más violentos.

—Déjame en paz, ¿quieres? Me gustas, sí, llevo enamorado de ti desde los diez años ¿Y? No cambia nada, sé que no te gusto, déjame solo, así puedo olvidarte o algo.

Hubo un cambio repentino en las facciones del muchacho y Jon recordó cuando le declaró su amor por primera vez hace ya dos días, avanzando por la sala de entrenamiento mientras temblaba como una hoja contra el viento, esa sensación absurda de vulnerabilidad pese a que era tan fuerte como Superman, quizás un poco más. Las terribles náuseas y luego ese despreciable dolor cuando fue rechazado.

¡Juntó coraje durante seis años enteros! ¡Seis ridículos años con sus tortuosos días mirándole entrenar, contemplando a otras chicas acercarse y temiendo que fuese muy tarde para él!

Pese todo, Damian no le dio un "no" definitivo, sólo huyó, lo observó largamente sin inmutarse, se dio media vuelta y entonces le dejó plantado a mitad de la Atalaya con el corazón expuesto en sus manos listo para ser diseccionado o pisoteado. Se fue, no hubo ninguna palabra hasta ahora.

—No hay nada en mí que pueda atraerte, nada digno de ser amado, Jon. Soy sólo sombras, nada más que sombras.

Su voz era amarga, la cruel aceptación de un destino impuesto por personas a quienes no les importaba Damian. Y él volvió a ver dentro de aquellas esmeraldas brillantes, el verde pulido semejante al jade, reluciente bajo un ceño usualmente arrugado, sin arrogancia ni desdén. Vio todo lo que necesitaba ver. Lo bueno, lo malo y lo peor.

—Cuando nos conocimos creí que eras un insensible mandón, entonces mi padre me explicó todo por lo que tuviste que pasar y yo me pregunté, ¿cómo alguien criado para ser un arma puede volverse tan compasivo? Salvaste a la Batvaca, adoptabas cuanto animal podías cuidar, te volviste vegetariano porque amabas a los animales, proteges a tu equipo incluso en formas algo retorcidas.— Jon suspiró, sintiéndose ridículo y acalorado. —No te enseñaron a amar, pero amaste a Batman, querías a tu padre, te sacrificas por otros cuando crees que nadie está mirando y viniste aquí a ver si estoy bien. No eres sólo sombras Damian Wayne, del mismo modo en que yo no soy un radiante sol lleno de esperanza. Eso me gustó de ti.

Volvió a las hojas bajo sus pies, prefiriendo mil veces enfrentarse a estas con una escoba que a los ojos sorprendidos del mayor. Sentía su cara arder y agradeció en cierta medida la protección que los lentes le brindaban.

Allí estaba otra vez el silencio inamovible entre los dos, justo tras exponerle sus sentimientos.

—Me amas.

La brisa fresca les despeinó, deshizo los pequeños montones de hojas que había estado juntando con tanto empeño. A Jon no pudieron importarle menos.

—Sí idiota, ¿cuantas veces debo rep...?

No había en el mundo una manera mejor para silenciarlo. Los labios tibios de Damian cayeron sobre los suyos con demanda, tan inevitables y anhelamos como el verano durante los crudos inviernos. Jon sólo suspiró, pegándose a su cuerpo, sediento y hambriento a partes iguales, tan confuso pero rechazando cualquier pregunta que su mente formaba no queriendo comprender ese momento, sólo vivirlo.

Ya tendrían tiempo después para explicaciones innecesarias o tartamudeos casi tímidos, cuando sus manos fuesen menos ávidas recorriendo la esbelta figura del juvenil Batman, el traje oscuro que parecía adherirse a él como una segunda piel. Cuando Damian dejase de colarse también bajo la camisa a cuadros que había escogido llevar hoy, explorando tentativamente e intentando rasgar la tierna piel de su espalda como si necesitara cerciorarse de que era real.

Tendrían tiempo, tiempo sobrante. 


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