Debilidad… nadie, ni siquiera en el infierno tiene la disciplina necesaria para ser fuerte, para demostrar ser un rival o siquiera digno de dar una buena pelea hasta que les conocí. Los caballeros de Atena, eran algo así como… inútiles, necios hasta no poder, débiles en toda la palabra no podía sino atacarme de risa cuando les vencí; sin embargo ahí tenia al embustero de dioses, estaba seguro que un poco más de dedicación y podría a la vez, embaucar a mis dios Hades, claro yo, un simple caballero del inframundo no podía salir libre de semejante bribón.
Kanon el caballero de geminis me demostró no solo ser un gran rival, un feroz oponente y alguien honesto, sino con su sorna burla iba poco a poco enredándome en una telaraña feroz, debí hacer caso cuando me advirtieron que esos encantos felinos podían poner a sus pies a cualquiera y ahí estaba yo, esperando a que viniera por mí, solo esperando, desee que este hombre no perteneciera a la consentida y estúpida de Atena a la que incluso un soldado tan respetable como Saga juro fidelidad hasta la muerte. La repudiaba con todo mí ser. Lo imagine con alguna armadura obscura resaltando su verde mirar, su blanco color; su pícara sonrisa cuando derrotáramos a alguien juntos… pero solo eran imaginaciones mías, y sabía perfectamente que no había nada en el universo que pudiera superarlas o cuando menos en el momento lo considere hasta que le tuve nuevamente frente mío y se despojó de su armadura para enfrentarme con burda valentía.
Ridículo…
Entendí que perderíamos la guerra contra los santos de Atena, que Hades moriría pero me importo lo mismo que nada, ya que por mi mente solo pasaba la loca idea de poseer al caballero de geminis o morir en el intento.
Y en verdad casi moría…
Por algún milagro logre sobrevivir y salvar de su ataque mortal y suicida al santo de Atena ¿tanto quería redimirse con los caballeros dorados que estaba dispuesto a entregarles la vida? Valla que se merecía una ovación de pie por el solo hecho de poder corromper a uno de los tres jueces del infierno; no puedo decir que termine impune y sin un rasguño al igual que él pero estábamos vivos y eso era lo que importaba, nos encontrábamos en una de las islas españolas escondidos mientras los demás creyeran que estábamos muertos todo esto terminaría bien ya que el hilo de su vida estaba en mis manos, en estos momentos él me pertenecía.
Cuando despertó le tome de los cabellos con fuerza atrayéndolo hacia mi persona, le mire fijamente perdiéndome por un momento en su mirar, su olor me enloquecía, mi pobre caballero no tenía las suficientes fuerzas como para apartarse y solo apretó los dientes con fuerza, lo avente al suelo y antes de que pudiera reaccionar estrelle su cabeza contra el suelo atontándolo momentáneamente, le arranque la ropa haciéndosela girones, el trato de reincorporarse más era demasiado tarde, le sometí con rapidez y me subí a su cuerpo, él se quejó removiéndose incomodo bajo mío.
-¡Suéltame!- farfullo tratando de escapar de mis caricias pero no le respondí simplemente me quede observando su cuerpo desnudo y su pequeña entrada ¿podría embestirlo? No estaba seguro pero de algo estaba convencido, que este hombre era virgen y yo lo iba a desflorar. Me excitaba solo de pensar que le iba a partir el ano por la mitad.
-¿Qué te parece esta posición caballero de Atena? – Pregunte en tono burlón - ¿Por qué no llamas a tu diosa para que te salve de esta? – me burle y el solo me fulmino con la mirada llena de lágrimas - ¿Dónde está tu valor? – susurre acercándome a su oído izquierdo, el caballero dorado se estremeció por completo pero solo giro su cabeza para evitar el contacto visual entonces creí prudente proseguir a darle una fuerte mordida en el cuello donde seguro quedaría una enorme marca que le recordaría a quien le pertenecía de por vida si trataba de ver a alguien más. Me brindo el grito más desgarrador que en mi vida había escuchado, sus débiles manos jalaron mi cabello en un intento banal por detener ese dolor sin embargo no hizo más que intensificarlo, tan bello, tan hermoso, la más deleitosa canción espectral.
Tome mi enorme miembro y lo dirigí a esa pequeña entrada rosada que ansiosa me pedía que arremetiera contra sus intestinos internos que rasgara su interior con fuerza, que le hiciera saber que el único hombre que podía complacerlo sería yo. Un nuevo grito desgarro el silencio del cuarto cuando sintió la intromisión en su cuerpo, sus ojos furiosos se cerraron y vi con placer como tensaba la mandíbula en un intento por soportar el dolor. Sus uñas se clavaron en mi espalda, sostuvo con fuerza la camisa que me vestía y aun así logro arañar mi piel tras el velo de la tela, gruñí en voz baja al sentir como su interior se apretujaba y comenzaba a asfixiarme por el placer, por leves momentos olvide como se debía respirar y solo le embestía con fuerza, con toda la fuerza que en ese momento la excitación y la adrenalina podía darme, el continuaba gritando, llorando y gimiendo, entre lágrimas y sollozos se aferraba a mi como si yo fuera lo único en el mundo, lo más especial, pronunciaba mi nombre entre suspiros cortos entre hipos pequeños, sonrojado y aperlado, y en ese glorioso momento sentí como si mi cuerpo explotara, como si algo dentro de mi comenzara a quemarme y me corrí en su interior. Me quede arriba de él un rato dándome cuenta que el aire que me hacía falta me estaba cobrando factura, que mis pulmones casi secos aspiraban fuertemente, y pude darme cuenta que él se encontraba igual que yo, inhalaba y exhalaba con las manos en el rostro apenado de lo acababa de pasar.
Recordé el remordimiento y el dolor, el miedo a la idea de perderlo, recordé como se veía ese día en la quinta prisión. Era la persona con el alma más triste y miserable del infierno, era alguien arrepentido, alguien roto en tantos fragmentos que era difícil armarlo de nuevo, alguien a quien yo quería proteger, que si sufría fuese por mi culpa y la de nadie más, que si gritaba fuese bajo mío y no en una batalla, que el único con el poder de derrotarle y humillarle fuera yo y únicamente yo. Con la imprudencia de un amante le abrace con fuerza después de recuperar un poco el aliento, le atraje con fuerza a mi cuerpo una vez más sin recibir ninguna clase de resistencia de su parte, le quite las manos de su rostro y le bese en la boca con lentitud.
- No vuelvas a querer morir sin mi permiso Kanon – él me miro sorprendido - ¿Qué haría yo sin ti? – Le pregunte separándome momentáneamente, sintiendo la calidad de su corazón en todo mi cuerpo -¿Qué haría si alguien te llegase a apartar de mí? Maldito Santo de Atena ¿Qué me hiciste? – le abrace con más ímpetu que antes y me quede escondido en ese hueco que da la mandíbula y el pecho - ¿Por qué teníamos que conocernos como lo hicimos? –
- Radamnthys, tú… -
Le bese de nuevo tomándole de la nuca y me correspondió tímidamente esta vez cerrando los ojos – Kanon, Santo dorado de Atena, por favor…- dije recogiendo toda la confianza que podía reconocer el momento - permíteme ser tu caballero – Kanon de geminis se sonrojo por completo y sus hermosos ojos verde primavera se iluminaron nuevamente dándome el valor de seguir hablando - juro que te protegeré con mi vida, que mi cuerpo y alma solo te pertenecerán a ti y a nadie más que a ti, te amare como nadie más te ha amado –
- nadie me ha amado… ni siquiera yo –
Le mire un poco sorprendido, él hablaba con amargura sobre lo que para el significaba la verdad y de alguna manera le sonreí para calmarle -entonces te amare por los dos todas la veces que necesites – dije reincorporándome y bajándome de su cuerpo, tendiéndome a su lado y apoyándome en un codo. El santo bajo la mirada aun cristalina por las lágrimas que parecían querer salir de ahí todavía pero que eran retenidas con celos y coraje.
- y para cuando dejes de amarme ¿Qué será de mí? –
- ¿Qué quieres decir?- pregunte.
- para cuando me convierta en periódico viejo en noticia de hace un mes, cuando me vuelva aburrido, cuando deje de ser tu juguete nuevo ¿Qué voy hacer con esto que siento? ¿Qué será de todo este puñado de sentimientos que tendré resguardados dentro de mi interior? –
-serás idiota – respondí en un acto de reflejo chasqueando la lengua – ¿Crees que yo el gran Radamanthys va declarándosele a cada persona con la que duerme; o que siendo yo, duermo con cualquiera y le digo bonitas palabras? ¿Crees en verdad que soy ese tipo de persona? –
- No –
- Te estoy siendo sincero Kanon de Geminis y quiero que tú también lo seas -
- Cuando te vi te me hiciste tremendamente guapo –
- ¿tan guapo como para desear ser violado por mí? –
- tan guapo como para preferir matarte antes de que alguien más te tuviera –
- eres un idiota -
Respondí abrazándolo, él fue quien me beso y se acorruco a mi lado como un niño con frio, en ese momento dando al amanecer no me atreví a soltarle ni por un momento, tenía miedo que fuese un sueño y este se desvaneciera en el momento en que le soltase, le contuve con más fuerza, y sonreí un poco molesto ¿Qué me hiciste caballero de Atena? Me pregunte a mí mismo ya que me había enamorado de un hombre que se suponía debía ser mi enemigo.