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Pacto por Aomame

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Notas del fanfic:

 Para Ydiel.

Que mejore tu resfriado, comadre. 

Pacto

Siempre me espera bajo la tercera farola del parque; sentado en una banca aledaña con una pierna encima de la otra y las manos entrelazadas sobre su regazo. Su figura esbelta y elegante es visible desde el inicio del camino.  Yo siempre llego tarde, pero él no me dice nada; se pone de pie y camina un par de pasos delante de mí. Siempre vamos al mismo café; él pide un café americano doble sin azúcar y yo un capuchino de vainilla sin canela; el hombre que nos atiende nunca ha dado señales de reconocernos, ya sea por viejo o porque no le interesa el mundo artístico; sea como sea, ante él no somos nadie.

Caminamos por la acera, esta vez, hombro a hombro; no decimos nada y bebemos nuestro café en silencio. Doblamos la esquina tres cuadras después, e ingresamos a un departamento que rento con un seudónimo; para entonces hemos acabado de bebernos el café y tiramos los vasos vacíos en la papelera de la pequeña salita. El departamento huele a lavanda, pero también a soledad; los muebles son austeros, pero de excelente gusto, lo digo, sin afán de presumir; tiene una habitación, baño, sala y cocina, nunca uso ésta última. Él se quita el abrigo y  lo deja sobre el respaldo del sofá más largo. Siempre lo observo porque tiene un gesto que me gusta cuando lo hace: se acomoda las mangas del saco o la camisa con una elegancia clásica, que ya nadie tiene.

Hacemos el amor, o más bien, tenemos sexo en la habitación. Siempre así, pero nunca igual. Me gusta hacerlo con él. Tiene un magnetismo y una energía demoledora. La primera vez que estuve con él la sensación fue nueva y apabullante. Me volví adicto. En la mañana, antes del amanecer, él se incorpora de la cama, se viste en silencio y tras besarme, se va. Siempre es así. Y no me quejo.

Lo conocía ya. Lo había visto en videos y conciertos, aunque nunca coincidimos en ningún festival. Todos mis amigos, que lo conocen de primera mano, siempre han dicho maravillas de él, todos halaban su serenidad, su amabilidad y humildad; y, también, su belleza, su impresionante belleza. No es una belleza clásica y fina, completamente andrógina; es una belleza dura, fuerte y con cierta pizca de maldad. No digo que él sea malvado, sólo que es un poco sombrío. Como dije, lo conocía ya, pero, definitivamente, no esperaba encontrarlo en ese chat. Hasta parecería chiste, que tanto él, como yo, estuviéramos ahí, conversando y quedando para vernos con un firme propósito en mente: sexo.

No necesitamos presentaciones cuando nos descubrimos uno al otro. Yo estaba nervioso. Si era un desconocido, alguien que no comprendiera mi situación, habría vuelto la relación, incluso el sólo encuentro, en un chisme de incalculables dimensiones. Tuve suerte. Él entiende, sin que lo convenza de nada.

Nuestro acuerdo era simple, siempre igual. Sin decir demasiado. Pero me he dado cuenta de ciertas cosas, de ciertas líneas que se han desvanecido. Por ejemplo, días atrás probé su café americano, y él mi capuchino. Hace semanas que cruzamos más de dos frases y hemos bromeado; comienzo a saber cosas de él y él cosas de mi; nos hemos sentado en el sillón y prendido la televisión. Hemos intimado de una manera diferente. Es curioso, pero soy demasiado libre, confío en él demasiado y le entrego mi cuerpo sin rastro de oposición. Es aquí, que me he dado cuenta, cuando la sola idea de verlo altera mi pensamiento, acelera mi pulso y no me deja respirar, que me he enamorado de él.

Esta noche, como siempre, él me espera bajo la tercera farola del parque, sentado en la banca con la espalda recta y la mirada en lontananza. Y aquí estoy yo, tarde, como siempre, con las palmas de las manos sudadas y un hueco de nerviosismo en el estómago. Cuando me planto a su lado, Atsushi redirige su mirada hacia mí; parpadea con suavidad; hace amago de levantarse. Pero entonces, sucede, simplemente se me escapa, y lo digo, en lugar del saludo de siempre, en lugar del silencio, en lugar de lo de siempre, se lo digo:

—Me enamoré de ti.

Lo digo con los ojos cerrados y con toda la voluntad que puede haber en mi cuerpo. Cuando abro los ojos, veo su mirada perpleja, sus movimientos congelados; y entonces, me echo a correr. Lo dejo ahí, en el parque, bajo la tercera farola;  corro por el camino que solemos caminar juntos; paso enfrente del café sin detenerme; doblo la esquina; y subo a mi departamento. Ahí me tiro sobre el sofá y hundo el rostro en los cojines. Me siento estúpido y sé que mi historia con él llego a su fin. He terminado de desdibujar las líneas que nos mantenían asidos uno al otro.

No sé cuánto me quedo así. Tal vez, no mucho, pero en mi mente son largas horas. Suena el timbre y me despierto. Nunca, en tantos años, había sonado ese timbre; tan es así, que no reconozco su sonido como propio, hasta el tercer timbrazo. Me levanto y tras dudar un poco abro la puerta.

Él está ahí, de pie bajo el marco de la puerta. Su mano grande y de dedos delgados se posa sobre la puerta, para evitar que quiera cerrarla. Me mira con sus dos pupilas de pozos negros, me cohíbe y me tiemblan las piernas. Quiero disculparme, pero él no me deja hablar. Me besa; cierra la puerta y me conduce a la habitación. Nada cambia, hacemos el amor bajo las sabanas limpias y blancas. Nos fundimos y besamos profundamente. Él no dice nada, yo digo mucho, aunque a veces ninguna palabra es una palabra en sí.

Caen las horas, se derriten los minutos y perdemos los segundos; caemos, también, cubiertos en miel y pasión. Cae la noche, la luna y las estrellas. Amanece, el sol se levanta e ilumina con calidez mi piel enrojecida, mordida, pellizcada y besada. Me despierta su insistente luz, y abro los ojos con la sensación de cansancio y paradójico placer. Abro los ojos y él está aquí, a mi lado, con un brazo rodeando mi cuerpo. Me quedo sin habla, pero él despierta, él me mira y esboza su macabra sonrisa.

—Te tengo—dice y sus labios se curvan un poco más—, Hideto.

Y sé que he firmado un pacto con el diablo.

 

Notas finales:

Wola! Espero que les haya gustado, en especial a ti Ydiel! 

Como que mi idea sobre ellos siempre va en el mismo tenor (tengo problemas jaja)

 

Hasta la próxima!


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