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NARU SE VA DE CASA por likun

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Notas del capitulo:

aqui me tienen pues ahora esperimentando con este tipo de escritura que se llama traspasar.. je.. alo mejor ya conocen esta historia es muy buena y me a gustado mucho ...espero que a ustedes tambien les guste...ok

me despido

adios

OTRA LARGA ESPERA frente a la tele. A oscuras, iluminado por la turbia luz que proviene de la pantalla. Horas y horas acostado   en esta enorme y fría cama. Esperarlo hasta ya entrada la madrugada, cuando escuche el sonido del motor  de su Golf  y finja dormir mientras el sale del estacionamiento, toma el elevador, oprime el botón del quinto piso y camina por el pasillo. Después abrirá la puerta del  departamento y entrara’ en la recamará con la disculpa  de siempre:

“estamos en cierre y hay que trabajar hasta morir”

Conocí a naru en una fiesta. Le gusta que lo llamen así aunque su verdadero nombre es Naruto. Fue amor a primera vista. Esa noche hablamos y hablamos. En el jardín de  la casa de hinata nos contamos de nuestras solitarias vidas y decidimos que lo que queríamos era una  familia.

Desde los nueve años naru vivía solo con su abuela, sus padres estaban divorciados. El   arquitecto Uzumaki Kaseyo se había vuelta a casar y su madre Anko De Uzumaki, famosa actriz tele novelera, entre grabaciones, giras, estrenos y galanes, nunca tenía tiempo para el.

 

A mí me gustaba decir que venía de ninguna parte. Mis padres se casaron y divorciaron al vapor. El estudiaba filosofía, y ella lengua inglesa en C.u. ambos eran egresados del 68 y se conocieron en una cooperativa de cine independiente. Creo que soñaban demasiado y terminaron abrumados por la realidad, yo apenas caminaba cuando mi padre se  fue tras una beca a Europa y mi madre decidió que lo mejor para nosotros era el aislamiento, y por lo tanto nos fuimos a encerrar a una casita que mis abuelos habían comprado en un fraccionamiento en Suna. Allá crecí  , por eso extraño el sol, el verdadero sol, que en esta ciudad podrida apenas se asoma.

 

Naru y yo queríamos una familia y por eso nos enamoramos. Detrás de tan buenos propósitos había horas y horas de tele. Abrevamos miles de litros de moralina de series Gringas, telenovelas y viejas películas mexicanas. Naru dice que le debe a las películas de Pedro Infante saber distinguir entre el bien y el mal.

La noche que nos conocimos nos sorprendió el amanecer metidos en mi viejo vocho negro frente al edificio donde el vivía con su abuela. Aunque era un triste amanecer  de cielo nublado y escandalosos camiones, quise creerlo distinto, brillante , nuestro. Se lo dije y nos besamos. Fue un largo beso. El beso de  dos sobrevivientes.

Apenas nos separamos le conté a Naru la historia de nuestro beso. Después del gran final, Adán y Eva se encuentran entre ruinas. Sus cuerpos y sus almas están marcados pos las mil y una cicatrices de la  sobrevivencía en un mundo hostil. Son tan viejos como su extinta civilización.

Naru me miraba con sus ojos azules, como reconociéndose en un espejo. Quien iba a decir que mis palabras le calaran tan hondo, que le removieran su propia soledad y le pusieran la carne de gallina.

La abuela de Naru estaba acostumbrada a que los viernes en la noche el no regresara. Siempre había un pretexto: dormir en la casa de un amigo, el viaje a temprano a la villa del sonido (^_^.. no se me ocurrió otra.. gomen). Lo tarde que se hizo al salir de la fiesta.

 

Yo no tenía a dónde ir, me esperaba un frío cuarto en una casa de huéspedes en la colonia de konoha, llena de estudiantes extranjeros y turistas sospechosos. Un cuarto en  el que apenas  y cabían mis libros y mis CD’s. Tenía cerca de  un año de vivir ahí, me regrese de suna para estudiar literatura y a veces me dada una vuelta por la facultad de filosofía y letras, aunque estaba convencido  de que nadie aprende a ser poeta.

Nos volvimos a besar antes de embarcarnos en una travesía por la cuidad. Nos fuimos rumbo a la calzada de konoha. Buscamos un hotel y nos metimos en la cama  con nuestras ganas de darle otro chance a la especie.

 
 

La una de la mañana y naru no llega. Estoy solo. Hace frío. Un viejo poema que quise escribir:

 Lesbia de va de casa.

 La musa roncanrolera no puede ser atrapada

Y rasga  la telaraña

No puede quedarse.

Esta condenada al vuelo solitario.

Lesbia de va de casa

Y me deja

Con un montón de sueños

Secos entre las manos.

 

Ser otro. Vivir para  el otro. Amarse en el otro. El amor y sus maravillosos  y tortuosos caminos. Me enferme de las ausencias de mi naru, de Naruto, mi chico. Muchacho de dulce piel de niño. Naru, estoy tan solo y tu tan lejos. Escribo en el espejo del baño con un plumon rojo. Es un truco, repito una escena de una película cursi. No me importa, quiero conmoverte. Decirte: no te vayas.

Mientras escribo  las enormes letras rojas de mi suplica me miro en el espejo  del baño. Viejo y cansado. Tengo 23 años y agonizo. Nauseas y escalofríos. Mi sangre esta helada, a punto de coagularse. no exagero naru, me muero de ti. Todo este malestar viene de un jodido presentimiento. Estas con otro. Que puede hacer un hombre cuando su pareja  se va con otro sino morir en la peor de las pesadillas.

¿qué es una pesadilla?

Un sueño echado a perder. Tal como nuestro amor. Somos los amantes del laberinto. Lejos el uno del otro, perdidos en los caminos que no van a ninguna parte.

Estas con otro y yo estoy solo. Volverás de madrugada y representaremos una escena mas del drama:

                              La hiel de los celos

                                          I

Te gritó que estoy harto, me respondes con silencios. La tele sigue encendida   y apenas nos alumbra. Somos cuerpos hechos de sombras. ( la escena puede correr en cámara  lenta)    vuelvo a gritar. Entras en el baño. Estas cansado de mis celos. No quieres oírme, cuando te digo que me abras, que tenemos que hablar. Golpeo la puerta enfurecido. Te ríes del graffiti del lavabo. No puedo mas. Entro y rompo ese espejo en el que nos reflejamos siempre discutiendo, peleando.

-         solo dime quien es. Como se llama....

 
 

                                II

En la misma cama, cada uno duerme en su rincón. Un muro se levanta entre nuestros cuerpos, lo trato de derribar con el golpe seco de una caricia. Beso tu cuello. Me froto en  tus caderas. Me excito. Quiero hacerte el amor, pero me ignoras, sigo frotándome y todo termina demasiado rápido. Estoy mas  solo  que antes y tu sollozas. ¿quién es el?, vuelvo a preguntar.

 
 

Es inútil, no puedo dormir en esta cama tan grande y tan sola. No has vuelto. Quizás preferiría que no volvieras. Me resisto a dar una vuelta mas, a cambiar de posición, me quedo sin moverme, como queriendo que el sueño me sorprenda. Estoy harto de estar acostado, de fingir que no pasa nada y quedarme metido en esta cama prisionero de tu ausencia.

Me levanto, camino en la penumbra de la luz de la tele  hasta el ventanal de la recamara. Vivimos en un condominio, regalo del arquitecto Uzumaki. Un condominio del que un día  me vas a echar para traer a tu nuevo amor. Un tipo que jamás te querrá como yo te he querido.

Me acerco al cristal y lo siento frío. Pego mi cuerpo a la ventana, llevo solo mis bóxer’s, vivimos en un octavo piso, es como si acariciara el vacío. Imagino que salto, mi caída sobre el duro asfalto. Morí por que te fuiste. Todos los suicidas se quedaron sin amor.

 

La calle esta desierta a estas horas, espero    verte llegar. Tras el Golf vendrá escoltándote el automóvil    de tu jefe. Impresionante y lujoso. Esperara a que entres en el edificio y luego arrancara  satisfecho. Han pasado juntos un buen rato, el tipo ese debe tener una cama  de agua cubierta con sabanas de seda negra.

Estoy harto, no puedo seguir metido aquí. No vuelvo a esperarte, es la ultima vez. Miro el reloj del buró, ya pasan de las dos de la mañana, la hora ideal para que un abandonado, un muerto en vida, vague por las calles.

 

Recorro la ciudad (villa) de madrugada, avanzo por Insurgentes konoha, por todas partes percibo sordidez, un  solitario borracho cruza la calle y me mira desde la lejanía del alcohol y el miedo. Sangra de una ceja y de la boca. Seguramente  lo asaltaron. Camina entre los autos detenidos en el semáforo, quizá pensando que esta vez corrió con suerte. Pudieron haberlo acuchillado o matado a golpes. Quienes lo miramos sabemos que la próxima victima puede ser cualquiera de nosotros.

 

Las noches de la ciudad de konoha se han vuelto siniestras. No soporto ver  a esa secretaria  del brazo de su jefe, saliendo felices del Icha Icha parade. El tipo pasa de los cincuenta y lleva un celular en la mano. Ella usa un ajustado vestido rosa, que escogió con cuidado para la ocasión. Es fácil saber cual  será  la siguiente parada. 

 

No tengo la menor idea de a donde ir, ni siquiera se si salí a buscarte o si huyo de ti, de tu ausencia. Acelero, voy por Insurgentes konoha a todo lo que da mi vocho.  Me detengo en el cruce con el viaducto y doy vuelta rumbo a la escandon. Regreso para encontrarme con las reinas de la noche, con sus cortísimas faldas,  mini shorts o enfundadas en transparentes mallas blancas muriéndose de frió.  Soy el ultimo en una larga fila de clientes motorizados, que apenas avanza.

Una morena se me acerca, pero vengo solo a mirar. Apenas  me deja va  hacia un Nissan blanco.

Todo esta arreglado, el hotel Martí   queda a una cuadra. El tipo mete su carro al estacionamiento y ella llega caminando.

Dos travestís me salen al paso y mostrándome la lengua me prometen sus mejores caricias. Uno de ellos esta tan  drogado que apenas y puede sostenerse sobre sus altos  zapatos de tacón. Viste solo un liguero negro y exhibe divertido sus senos de plástico.

 

Sigo de frente  en esta travesía de asfalto y noche. Que me invente para salir del departamento. Te lo dije, nunca mas volvería a esperarte. Fue la ultima vez. El  vocho me lleva rumbo al parque de konoha, me gustaría encontrarme ahí con un fantasma. Un chico muerto, quien  a la luz de la luna regresa cerca del lugar en que murió, un departamento de  cualquiera de esos viejos. A ese chico lo mato su amante, lo mato por que el se moría de celos. Una noche el llego muy tarde, el sabia  que había estado con otra. Discutieron. en la cama el volvió a rechazarlo. A el no le quedo otro remedio que tomar la almohada y oprimirla con fuerza sobre la cara de el. Todo fue muy rápido. Te lo juro naru, el fantasma de esa mujer tenía tu misma mirada.

 

Frente al parque tuve miedo de salir  del vocho, un asalto o dos judiciales, que de pronto se aparecen y te detienen por sospechoso. Mejor regrese a la senda de los Insurgentes konoha y decidí ir rumbo a la zona rosa. Estará infestadas de burócratas    ansiosos de gastar su aguinaldo y de turistas desvelados, que caminarían por la  calle Florencia como doce horas antes lo habían hecho al subir la pirámide del sol de Teokonoha.

 

Apenas había bajado de la glorieta de konoha cuando un gui gui  aprovecho el semáforo en rojo para acercarse. Vestía como si se tratara de un sobreviviente de las viejas películas, con elegante sombrero, saco cruzado, corbata delgada  y cabello envaselinado. Me dio una tarjeta  “variedad y chicas”, nada mas. Un antro, que imagine estaba a unas cuantas cuadras.

 

Volví sobre  Insurgentes hasta Medellín. Llegue lo mas rápido que pude. Era una casa pequeña como cualquiera de las demás casas    de esa calle. Imagine en el interior  un burdelito a la altura de mis decepciones y mi soledad. Un lugar para alejar tu ausencia. Lo quise ver decorado como una película de los años 40,con elegantes meseros y pista en la que bailaran exóticas al estilo de la Tongolele.

 

Estacione el vocho donde pude y camine hasta la puerta, llame desde un interfon me preguntaron de parte de quien venía. El lobo me había dado  la tarjeta y yo buscaba “variedad y chicas”.

El lugar me decepcionó,  era un antro común y corriente, su única gracia era su clandestinidad. En lo que había sido la salo de una casa había unas cuantas mesas y una barra. A media luz  todos los gatos son pardos y cualquier gorda, fastidiada por la  mala vida que le toco puede ser una belleza monumental montada en el escenario.

Estaba ahí para huir de ti, de tu ausencia. Pague una fortuna con mi tarjeta de crédito  y me lleve a la sensual sakura, reina del table  dance charro, a un privado donde antes de hacerle al amor trate de contarle lo solo que me sentía. Ella nada mas sonrió antes de despojarse de su ropa y tenderse sobre un sofá cubierto por una florida tela llena de mugre.

 
 

Regrese al amanecer, un amanecer plomizo, sin sol, con perros ladrando a lo lejos. Me sentía sucio y triste, sakura y sus encantos dejan frío a cualquiera. En cuanto se abrió la puerta del elevador    espere reconocer el aroma de tu perfume, de seguro eras el ultimo inquilino en haber llegado. pero el elevador solo olía a desodorante. Abrí la puerta del departamento con la certeza de que no estabas. Me tendí  en el sillón de la sala a querer dormir, no había remedio seguía esperándote. Recordé cuando vinimos por primera vez al departamento, un condominio de lujo regalo de tu padre. Te acuerdas  naru, que decidimos besarnos en todos los rincones. Fue como un exorcismo que no resulto. nos  ganaron las malas vibras o la imposibilidad del amor. Quizá hubiera sido mejor irnos por el buen camino, llevarnos con calma eso de la pasión y solo acostumbrarnos el uno al otro. Hubiéramos comprado nuestros mubles a crédito. Bulléramos trazado un camino recto y conciso  hasta la felicidad y punto.

Pero no nos basto con eso, después de todo queríamos mucho mas.

 

Puedo imaginar cualquiera de nuestras peleas: como en las tragedias griegas, los dos cargamos con nuestros demonios y perdemos la oportunidad de ser libres. No supe ni como ni cuando me convertí en la buena conciencia de la casa. Imagínate que triste para un poeta representar el sentido común y exigirle cuentas a la persona amada. Era ridículo. Te aseguro naru, que alguna vez mientras discutíamos me gano la risa. No podía representar el papel del buen esposo, si apenas me alcanza para comprar cigarros.

Pero tampoco me gustó representar el papel del cornudo. Un joven cornudo, que patético. No podía aceptar tus ganas de vivir si no florecían a mi lado, si  no eran parte de mi  propia vida. Tengo que reconocer que así fue como empecé a  quedarme solo.

Después de las tormentas, de aquellos pleitos, de mis celos oponiéndose a tus ganas de hacer por la vida, venía la calma. A veces creo que recuperábamos las ganas de ser felices, que nos volvíamos a encontrar y nos íbamos a la cama para allanar cualquier  distancia entre nosotros. Pero la calma fue  durando cada vez menos y aunque lo negaras descubrí que fingías. Estabas lejos y yo me había   quedado solo a pesar de estar resignado a esperarte todas las noches de mi vida a cambio de la posibilidad de volvernos a encontrar en medio de la oscuridad.

El amor se pudre y no hay remedio. ¿te cuento una historia o recuerdo lo que en verdad paso?

 
 
 
 

Desfallecido sobre la cama te veías tan dulce. Era un sueño y me pertenecías, me pertenecías en absoluto. Había sido  muy fácil, jamás  imagine   que tan fácil. Lo reconozco, naru, que lo pensé y llegue  a planearlo. No tengo las fuerzas suficientes como para perderte. No estoy dispuesto a aceptar que te hayas enamorado de otro.

Era la ultima vez que te esperaba, la ultima madrugada de soledades en nuestra cama. Mientras trataba de hacerte el amor y tu te resignabas a mis caricias, te bese. Ese fue nuestro ultimo beso. Tu aliento me supo a el, al otro... a tu jefe, a un viejo amigo, al nuevo novio, a otro poeta, a un joven arquitecto  que trabajaba en el despacho de tu padre.

No pude contenerme, llegue al final y mientras sufría de placer decidí lo que iba a hacer, naru, lo que hice fue un acto de amor. De veras pensabas que alguien te iba a querer mas que yo, que con alguien mas ibas  a encontrar una familia y construir amorosos lazos, como decíamos en ese cursi lenguaje que tanto nos gustaba.

Un acto de amor terrible. Llore mientras sostenía la almohada sobre tu rostro y tu apenas te movías. Naru, te mate de puro amor.

 
 

Te veo inmóvil, acostado en la cama, imagino que sueñas con nuestro amor, amor de imposibles. Con cuanta ternura te levante de ahí y te desnude. Te saque del departamento envuelto en el tapete del estudio, un tapete peludo y mullido en el que te gustaba que hiciéramos el amor. Nadie nos vio. Te metí con mucho trabajo en la parte de atrás de mi vocho. Al hacerlo sentí que dentro de  tu cuerpo algo se rompía, que se quebraba, pero ya no importaba el dolor.

Llegamos al bosque y, antes de  bajarte, saque de la cajuela un garrafón de plástico, que llene  con gasolina del vocho. Arrastre tu cuerpo lo mas lejos que pude. Encontré  un lugar propicio y busque mi encendedor.

 
 
 

ARDISTE DE AMOR.

 
 
 
 
 

 

 

 

 

 

 


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