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« Shijou saikou no tanjoubi. Ai to tsuioku no hibi» por Raziel Soul

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Notas del fanfic:

Un regalito que escribí celebrando el cumpleaños de Kyo que si bien fue ayér por los problemas de la page no pude subirlo, otro IoriXKyo :) mi pareja favorita del KOF, espero sea de su agrado. 

Notas del capitulo:

 

- ¡Maldita sea Yagami! - la puerta de un departamento en los suburbios de Tokyo es azotada con mucha fuerza.

Puede verse a un joven de unos veinte años alejarse de ahí, hace frío pues es de madrugada, camina con rapidez, está por demás cabreado, aprieta los dientes y los puños al andar, de pronto se detiene golpeando la pared de un edificio contiguo, un gato sale despavorido pues la fuerza del golpe tiró varios botes de basura que estaban apilados en el callejón.

 

- ¿Por qué te soporto? – se pregunta así mismo – ¿por qué te amo? – susurra retomando el paso.

 

Desde que se conocían era lo mismo, al principio las peleas por saber quién era el más fuerte, por defender el honor de la familia, Kusanagi, Yagami, una y otra alentaba a su representante para que por fin terminasen con la rencilla de hace siglos, el fuego escarlata contra el púrpura, llamaradas, golpes, quemaduras, odiaba el ardor que producía el fuego de Orochi, y tardaba mucho más en sanar. Después el enfrentamiento contra el mismo dios Orochi, la mirada de Iori, esos ojos azules que parecieron ver dentro de su alma, tan acostumbrado estaba a verle que en ese momento solo pensaba que el vuelco en su corazón era porque la monotonía estaba a punto de romperse, iba a perderlo, no quería dejar de ver a ese idiota, de darle de golpes cada vez que se encontraban, de escuchar sus comentarios soeces y esa risa de maniaco perverso, acumuló todos esos sentimientos en un golpe certero en que además puso toda su fuerza…y su corazón. 

 

Tres años después ahí estaban, posteriormente a lo de NEST, supo que Iori sentía algo similar al ir a buscarlo, siempre se le hizo raro que le proclamase suyo, que nadie podía matarlo más que él, el gesto en el rostro ajeno cuando Benimaru – o cualquier persona, animal o cosa – le tocaba, le provocaba risa aunada a cierta ternura. “Eres mío” una frase que tenía años de escuchar, pero que en esa ocasión después de derrotar a Igniz sonaba diferente, le miraba fijamente y entre tanto escombro y confusión sus labios se unieron en un beso que parecía desesperado por parte de Yagami. Toca sus labios con la punta de los dedos al recordar aquello, entrecierra los ojos suspirando, escucha un claxon y voltea a su derecha, retrocede el par de pasos que había avanzado al intentar cruzar la calle sin percatarse que el paso peatonal estaba en rojo.  Se alza el cuello de la chaqueta blanca pues sentía frío, voltea levemente para mirar el edificio de departamentos del que provenía y volvió a sus pasos, todo estaba prácticamente vacío pero no por ello debía cruzar sin mirar.

Su mente se llena nuevamente con remembranzas, la primera vez, sonríe un poco y sus ojos se tornan un tanto divertidos, recordar, según dicen, es volver a vivir lo que nos ha pasado, esa evocación en particular le parecía sumamente graciosa, durante dos meses se la pasaron besándose furtivamente entre pleito y pleito, después concertaron algunas citas en lugares donde estaban casi seguros que eran tan banales que ni los subordinados del clan Yagami ni la novia de Kyo intentarían ir a seguirles, los besos primero rozando sus labios como un par de adolescentes llegaron a la pasión de dos lenguas acariciándose una a la otra, las manos que en un principio no sabían dónde posarse y quedaban como suspendidas en el aire alejadas del cuerpo ajeno, ahora tocaban y acariciaban zonas erógenas; se notaba el deseo del uno por el otro, no obstante esa primera noche en el cuarto de motel barato se quedaron mirando al techo, no es que fuesen vírgenes, ninguno de los dos podía decir que esa sería su primera vez, al menos no en general, pero si era la primera con otro hombre, ¿no sabían que hacer? En absoluto, sabían cómo y por dónde, pero ¿quién? Iori dio el primer paso poniéndose sobre el castaño quien trago saliva, se besaron y en cuanto la pelvis del pelirrojo rozo la otra todo se volvió una sucesión de caricias y besos que les hizo perder la razón. Despeinados sobre la cama miraban el techo nuevamente como preguntándose ¿Qué carajos había pasado?

 

- Me duele el trasero – susurró Kusanagi y ambos voltearon a verse

- Idiota que eres – respondió el chico ojiazul para después sonreír y besarle. 

 

Se detiene recargándose de una pared, su cabeza contra la misma al tiempo que miraba las estrellas. ¡Cómo amaba esa sonrisa! Verla era algo inusual, regularmente solo pasaba cuando estaban a solas, en la intimidad, el gesto gélido de su rival se transformaba completamente cuando sonreía, los colmillos visibles, los dientes blancos y perfectos, un pequeño hoyuelo apenas perceptible al lado izquierdo, y el brillo de esos ojos, suspira como lo que era, un enamorado sin remedio.

 

- ¿Por qué eres así? ¡¿Por qué tienes que arruinarlo todo?! – ahora patea una piedrecilla que desafortunadamente se le atravesó en el camino, volvió a su andar.

 

¿Qué le había hecho salir del departamento de Yagami así y esa hora? Algo que en palabras de Iori era insignificante, su aniversario, y no es que las fechas fuesen sumamente importantes para Kusanagi, es más, a él también se le olvidaba todo ese tipo de nimiedades cuando estaba con Yuki, demasiadas veces olvidó los “aniversarios” mensuales que la chiquilla celebraba so pretexto de recordarle el compromiso cada que podía para que no se atreviera a ponerle el cuerno, a buscar a alguien más etc. Cosa que al final terminó sucediendo y no sólo una sino varias veces puesto que las fans tras los torneos cada año aumentaban en número y en voluptuosidad. Pero el que el pelirrojo le diese tan poca importancia no unicamente a su primer año de relación “estable” sino a su cumpleaños… eso si le cabreaba, él había dejado de celebrar con su familia ese día para estar con Iori, y ese idiota desconsiderado cuando le vio llegar con un pastel a su departamento tuvo la grandiosa idea de preguntar ¿qué celebramos? Rematando con ¿el cumpleaños de quién?

Desafortunadamente quien más sufrió fue el pastel que quedó embarrado en la pared del departamento ya que el ojiazul se desvió, que si no… le habría dado en plena cara. ¡Ah! Pero eso no era lo peor, lo que embarró todo más de lo que estaba era que ni siquiera intentó detenerle, no hubo una disculpa ni un “espera”, la puerta se cerró sin que el dueño de la casa hiciera algo para remediar ese fatídico error. “No le importo” tres palabras que rondaban en la mente del castaño de camino a casa, maldiciéndose así mismo porque estúpidamente olvidó que había ido en su moto, pero las condenadas llaves se quedaron en la mesita de centro del pelirrojo y de loco se regresaba, mucho menos hablar de entrar a ese sitio cuyo dueño era el más imbécil del mundo. Resopla y frota sus manos entre sí.  Alza un poco el rostro, comenzaba a nevar, diciembre era muy frio, ¿su bufanda? Bien gracias, sobre el sofá de la sala… en casa de Iori, ¿qué tal los guantes? En la barra de la cocina… en el depa de su EX amante… pelirrojo.

Con ojos de asesino serial siguió su camino intentando calentar sus manos con el aliento propio. Afortunadamente ya faltaba poco, pero ¡oh sorpresa! A dos cuadras de su edificio el paso estaba prohibido por arreglos en las calles, la cinta de “Not trespassing” le hizo suspirar cansadamente, ni qué hablar, al callejón, eso de regresar y rodear la manzana con ese frio no estaba en sus planes.  Dirige sus pasos hacía la oscuridad de esa callejuela, la cual misteriosamente estaba más y más negra a cada zancada y larga… muy larga en realidad.

 

-¿Qué demonios? – parpadea al ver una luz intensa al final del callejón, corre pues la distancia parecía inagotable. 

 

Su frase anterior quedó  corta cuando la luz del sol dio directo a sus ojos, tuvo que cubrirse con el antebrazo para poder acostumbrarse a la intensidad de la misma. Al hacerlo después de parpadear varias veces, tragó saliva, era de día, frente a él enormes edificios se extendían a uno y otro lado, no estaba en su barrio, dudaba si quiera que estuviese en la misma ciudad. La gente pasaba de él como si fuese cualquiera, lo era. “Si quieres saber qué pasa, ¡muévete ¡” se dijo así mismo dando el primer paso, pero de un momento a otro un golpe que le empujó hacia atrás un poco, de no ser por sus buenos reflejos seguro caía, sus manos se aferraban a unos hombros redondos y pequeños.

 

-¿Te encuentras… bien? – la sonrisa que intentaba poner al infante que tropezó con él se deshizo de inmediato y su gesto se llenó de sorpresa al verle

- ¡Iori-san! – las voces de varios hombres se acercaban gritando el mismo nombre. El pequeño de unos seis años volteó con pavor hacía la dirección de donde provenían. Sus ojos se encontraron con los ajenos, ese gesto de miedo absoluto paralizó al moreno, iba a decir algo pero solo sintió como el pequeño cuerpo se escurría de sus manos.

 

Un golpe contra la banqueta, dos mastodontes tropezaron contra él recargando su peso con tal fuerza que le derribaron, alzó el rostro para ver como dos más a lo lejos salían cortándole el paso al pequeño quien intentaba huir. Una limosina paró frente a ellos, Kyo se levantó para ir al auxilio de Yagami al ver cómo lo jalaban sin consideración dentro del vehículo, pero el rechinar de unas llantas le hizo saber que sería imposible alcanzarlos. La nieve a su alrededor había desaparecido, el ruido natural de la calle volvió a sus oídos. Se apartó para dejar pasar a la gran cantidad de gente que caminaba por ahí.

No sabía cómo ni por qué, pero todo indicaba que había viajado en el tiempo, sin querer había cruzado un portal y ahora estaba ahí, no sabía siquiera si podría regresar, pero en esos momentos eso le tenía sin cuidado.  Preguntando supo que se encontraba en Tokyo, corría el año de 1987, en ese entonces él vivía en Osaka, aun no conocía al representante del clan Yagami y viceversa. Recordó el miedo en los ojos del pequeño pelirrojo, con decisión en su corazón, sin pensarlo demasiado buscó la forma de llegar a la mansión de la familia yakuza. No tardó en dar con ella, el clan era muy conocido, sumado a que Yume-sama tenía influencias en la política no sólo de Tokyo sino de otras ciudades importantes. Se asoma entre la arboleda que rodeaba la casa, al menos ese lugar no había cambiado en nada, sabía por dónde entrar, muchas veces se escabulló ahí para retar a duelo a su rival, y otras veces para buscarle siendo amantes. Escaló por la parte trasera justo cerca del dojo familiar.

 

- ¡Mamá! – un grito de dolor le hace dar un respingo y se esconde entre unos arbustos mirando por una de las rendijas del shôji, sus ojos se abren con sorpresa, dentro del lugar un sujeto enorme que no era otro que el padre de Iori masacraba al pelirrojo golpe tras golpe con un shinai, el bambú daba de lleno contra la espalda del menor que a cada grito recibía un nuevo golpe

- ¡Si vuelves a escapar te daré tu merecido otra vez! - la espada se había roto, por eso dejó de golpearle
- ¡Yume¡ … - una mujer de cabello rojizo entra después de que mayor sale, se nota en su mirada la preocupación y la impotencia al no poder defender a su hijo, y no es sólo porque era el padre quien le golpeaba, sino por su propia salud física que a todas luces estaba deteriorada.

- Ni se te ocurra curarlo Megami – la voz de aquel hombre hiela la sangre de Kyo quien, pese a querer entrar y partirle el rostro a ese abusivo solo se quedó estático, la brutalidad del castigo le paralizó.

- Ma… mi – una voz entrecortada sale de esa boca ensangrentada, un ojo hinchado y la ropa húmeda por el rojo líquido, con tiento las manos de la mujer acarician las mejillas amoratadas.

 

Se sentía tan impotente, sus delgadas manos, la pálida piel y esos ojos hundidos, el corazón de Kusanagi parece contraerse, sabe quién es ella, sabe que la enfermedad está por acabar con la vida de esa mujer quien con sumo cuidado ayuda a su hijo a levantarse, esa mujer cuyas lágrimas de impotencia bajan por sus mejillas pese a intentar contenerlas, pero que sin poder evitarlo caen sobre esos alborotados cabellos del mismo color que los suyos, como caen las lágrimas de Kyo sobre las hojas de los arbustos que evitan que sea encontrado. Se muerde el labio inferior para contener sus emociones, anda sigilosamente esperanzado que la misma habitación que él conoce fuese en esos tiempos el cuarto del mayor de los Yagami.  Claro que para llegar hasta ahí debe ser aún más cuidadoso pues se encuentra en la segunda planta. Para su mala suerte debe esperar hasta la noche, en la última ronda de los uniformados hombres de negro sube y se esconde en el pequeño balcón, mira por la ventana, Iori estaba en la cama en posición fetal, la habitación no parecía la de un niño de su edad, no había juguetes o afiches en las paredes, el moreno hace memoria, su cuarto estaba lleno de soldados, coches, pelotas, posters de mazinger Z, Astro boy, y más animes y grupos de esa época, sin embargo ese recámara contenía un escritorio, una cama y no más. el sonido de la puerta al abrirse le hace agazaparse más notando un sobresalto en el pequeño, parecía que cualquier ruido le asustase, pero cómo no estarlo, no sólo por su padre, por los hombres que lo perseguían, o por saberse inseguro en su propia casa, el niño seguramente presentía que su madre le dejaría pronto, y los sueños, aquellas pesadillas que alguna vez le contó el ojiazul una de tantas noches en que se despertó sudando entre sus brazos.

 

- Te traje algo de cenar – Megami-san se acerca a su hijo, con permiso del padre comienza a curar sus heridas horas después de hacérselas, mientras su hijo come ella limpia con tiento cada corte, la crema contra la inflamación es esparcida con precaución, leves gemidos de dolor, nada fuertes pues sabe de sobra que mostrar debilidad es un aliciente más para que la golpiza anterior sea opacada por otra nueva que le amorate los pocos lugares que tiene sanos.

- Gracias mamá – un abrazo fuerte dado por unos brazos cortos y delgados, la mujer arropa a su crio con sumo amor, besa su frente

- Buenas noches cariño – susurra ella caminando a la salida

- N…- un balbuceo que quería implorar que no apáguese la luz pero que queda atorado en su garganta pues el miedo no era aceptable para un Yagami, así que solo se calla, se escucha como traga saliva y se tapa con la manta hasta la cabeza.

 

El pie derecho del moreno toca el tatami de la habitación, después de sortear el escritorio, nota la respiración agitada, era más de media noche y el frio le hizo animarse a entrar, reconoce esa reacción, las pesadillas, un par de veces cuando quedó a dormirse con el pelirrojo este respiraba más rápido de lo normal, pero nada comparado con ese resuello cargado de angustia. Se acerca y posa una mano sobre la cabeza ajena, lo que provoca que el menor se sienta en la cama pegándose a la pared en cuanto puede, no grita, no debe temer aunque muera de miedo. 

 

-Tranquilo… ¿tienes pesadillas? – Kusanagi intenta no asustarlo de más, el pequeño niega rápidamente mientras susurra un bajito “¿quién eres?”  y mira la puerta como pensando escapar en cuanto le sea posible - Oh que mal… - hace un mohín de desilusión - porque yo si – esas palabras provocan en el pelirrojo un gesto de incredulidad y ladea la cabeza como un cachorrito

- Tu… ¿tienes pesadillas? – pregunta con susurros a lo que el otro asiente

- Y me dan mucho miedo… son… de serpientes de ojos rojos y muchas cabezas – hablaba también a lo bajo, nota que el menor se relaja, él intenta ser fuerte para que la tristeza que le da verle tan golpeado no se haga presente

- Yo… a veces… imagino que sueño algo parecido – no iba a admitir que tenía pesadillas

- ¿Lo imaginas? Qué valiente – responde el castaño – yo no podría imaginar eso… me gustaría ser tan valiente como tú – le sonríe amable y una leve sonrisa se vislumbra en la penumbra de la habitación, un vuelco en el pecho de Kusanagi al ver esa sonrisa que parecía querer ocultarse pero que era tan sincera como una de oreja a oreja.

- Oye… ¿me cuidarías esta noche? – el pelirrojo frunce el ceño con desconfianza - no quiero dormir afuera, hace frío y… ya sabes las serpientes me dan mucho miedo – hace un puchero y un gesto de suficiencia aparece en el rostro del menor

- Bueno… te cuidaré – dice orgulloso – pero si lloras en la noche te echo de mi cama – baja y pone seguro, pues sabía bien que si su padre veía un extraño ahí lo podría matar y sin saber por qué no quería que le pasara nada, parecía un buen sujeto. 

 

Se mete a la cama y Kyo hace lo mismo, observa al menor que se ha ido al otro extremo del colchón, hecho bolita nuevamente, él se hace el dormido y siente una mano pequeña que le acaricia el cabello unos momentos, después nota que el cuerpo ajeno se pega al suyo como buscando algo de calor, con sumo cuidado para no lastimarle más le abraza atrayéndole contra sí, besa su frente y sus ojos acuosos se cierran dejando escapar una lagrimilla. Termina por quedarse dormido.

 

************

 

- ¡Te he dicho mil veces que no pongas seguro a la puerta¡ - los golpes contra la puerta de madera les hace despertar

- ¡Escóndete! - dice el pelirrojo, sus golpes eran más notorios ahora con el color morado casi negro en algunas zonas, Kusanagi sale al balcón – ¡ya voy padre! - abre y apunto esta de recibir una bofetada cuando la mano de Megami detiene la ajena

- No más… por favor, fue mi culpa, le dije que se encerrara para sentirse más seguro y no tuviese pesadillas – suplica ella y ante eso Yume no dice nada

- Te espero en cinco minutos en el dojo, desayuna rápido … - mira hacia la ventana pues las cortinas ondeaban – si te enfermas por dormir con la ventana abierta juro que aun moribundo te haré entrenar – los puños del castaño se cierran hasta que sus nudillos están casi blancos, siente una fuerte impotencia, pero si saliera en esos momentos le traería más problemas al menor y a la mujer quien es llevada por su marido para que no consciente tanto a su vástago pues eso le hará débil.

 

Las pisadas descalzas del niño se acercan a la ventana, asoma la cabeza encontrándose con el extraño, le advierte que no salga y que le espere ahí, Kyo asiente, escucha los pasos alejarse y se sienta, desde ahí los guardaespaldas no podrían verle pero para ello debe estar quieto, después de casi media hora la puerta es cerrada, unos mechones pelirrojos sobresalen

 

- Toma – le da una caja elegante de bento lleno de bolas mal hechas de arroz – aun no me quedan bien… pero tienen atún, a mí no me gusta, yo me comí las de carne, buen provecho – se mete nuevamente, una sonrisa ladeada adorna los labios del moreno

- Desde pequeño eras un mandón – muerde el onigiri deforme.

 

Pasaron varias horas, nota como un coche elegante seguido de otros tres se aleja de la mansión, la puerta de la habitación se cierra, la carita amoratada vuelve a asomarse.

 

- ¿No te han dado ganas de haces pis? – parpadea Iori con incredulidad al verle ahí donde lo dejó, el chico de ojos avellana debe taparse la boca para no soltar una carcajada

- Si, pero, aguanto bastante… ¿me dejas entrar? – pregunta esperando no haya problemas con eso, cuando su anfitrión asiente se salta a la habitación y va al baño pues sí que tenía ganas de ir. Sale secándose las manos con una toalla, encuentra al menor frente al escritorio ensimismado en sus tareas, al asomarse ve muchas ecuaciones que no eran para un chico de seis años. 

- Oye… ¿y tus papas? – susurra 

- No están, fueron al cine con mis hermanos… mamá no quería ir pero mi padre la obliga, aunque está enferma – balbucea eso último

- ¿Y a ti no te gusta el cine? – pregunta sentándose en la cama, pero al notar el gesto ajeno sabe que ha sido una soberana idiotez preguntar algo así, más aún cuando el otro no responde – Podrías pedir ir en tu cumpleaños… - intenta arreglar las cosas, el ceño del menor se contrae y agacha más la cabeza para seguir con su tarea. 

 

El moreno no comprende el porqué de esa reacción hasta que ve el radio reloj despertador en la cómoda cercana a él: 25 de marzo.  Era su cumpleaños, y pese a ello nadie le felicitó, le obligaron a entrenar aun estando golpeado, dejándole solo estudiando, como si no importase. Y es aquello lo que le hace comprender, sus ojos se tornan llorosos sin querer, él se había enojado con el otro por olvidar su cumpleaños, pero ¿cómo celebrar algo que desde pequeño te han hecho pensar que no importa? Los cumpleaños para Yagami eran como otro día más.

 

- Los hombres no lloran – la voz infantil le saca de sus cavilaciones, dándose cuenta que las lágrimas bajan por sus mejillas, nota el gesto de molestia, que, en esa carita tan tierna pese a los golpes, es más de dar risa que miedo

- Tienes razón… pero los cumpleaños si deben celebrarse… - asegura con una sonrisa en su rostro atrayendo al menor para que le siga.

 

Le costó un poco convencerlo pues el obvio miedo que sentía por su padre y las consecuencias por desobedecerle no eran para menos, pero al final lo consiguió, con sigilo salen de la habitación, se sorprende un poco al ver la casa por completo, es una fusión entre lo tradicional y lo moderno, hay muchas cosas costosas, se notaba que mientras no se tratase de su hijo mayor Yume-sama no escatimaba en gastos, en la estancia principal un bello piano de cola se mostraba imponente, le hubiese agradado que el pequeño tocara para él pero no estaba seguro que a esa edad supiera demasiadas melodías y no deseaba perder más tiempo, si querían regresar a hora prudente debían marcharse ya, esquivan a los guardias de la puerta principal, le ayuda a saltar la barda y emprende carrera con el pequeño en brazos que aún no entendía por qué su amigo estaba tan aferrado a la idea de celebrar el día de su nacimiento. Cosa que dejó de preocuparle al verse dentro de un cuarto lleno de arcades, un detalle que tuvo que cuidar Kusanagi fue ponerle una mascarilla como si estuviese resfriado y una gorra antes de salir para que las personas no vieran su rostro amoratado e intentasen llamar a las autoridades por abuso infantil. Lo que no tomó en cuenta en absoluto fue que, todos los billetes en su cartera para el año en que estaba no valían nada.

 

- Maldición – farfulle rascando su nuca, ni siquiera podía usar sus tarjetas pues sus cuentas en el banco seguramente no existían aún

- No te preocupes – la voz del menor le hace mirarle – podemos venir cualquier otro día – el gesto despreocupado le estruja el corazón

- Pero este día es especial – se acuclilla frente a él – es el día en que el mundo te recibió en sus brazos por primera vez… tu nacimiento es importante

- Nunca lo ha sido – le mira fijamente

- Para mi si… - asegura y toma su pequeña mano comenzando un recorrido por las calles, al doblar una esquina cerca de un callejón se encuentran algunos billetes con la figura de Fukuzawa Yukichi (10000 yens) el primer impulso de ambos es buscar una caseta de objetos perdidos pero una vocecilla interna le asegura a Kyo que nadie los ha perdido, al llegar a dicho lugar este está cerrado – ¿ves? El destino quiere que celebres este día – le sonríe, no hay más que decir, regresan a las arcades y empiezan un recorrido por todas las maquinas que le interesen al pelirrojo, aunque algo retraído al principio después disfruta como lo que es, un niño con ganas de divertirse, las risas que escapan de sus labios hacen sonreír al moreno.

 

La segunda parada una pizzería, el pepperoni y extra queso son la delicia para Yagami que desatora la comida de su garganta con una enorme malteada de vainilla, esos ojos azules brillan emocionados ante el pastel de cumpleaños que le llevan para que sople las velas. Desafortunadamente las purikura, máquinas de fotos instantáneas japonesas, no aparecieron sino hasta 1995, de lo contrario Kyo le habría llevado para tomarse muchas fotos al lado de ese pequeño cuya sonrisa le alegraba el corazón. Eran casi las diez de la noche cuando pese a no tener ganas el chico de ojos avellana sabía que era hora de regresar, e Iori lo sabía también, su manita se aferraba a la de su nuevo y único amigo, con paso lento emprendieron el viaje de vuelta.

 

- ¡Con que aquí estabas! – ambos voltean al escuchar aquella voz tan llena de coraje y prepotencia – ¿quién diablos eres tú? – pregunta con el mismo tono cuando, estando a pocos centímetros de tomar a Iori de la ropa el moreno le aparta poniéndole detrás suyo, enfrentándose cara a cara contra le bestia de cuyas manos emanaba fuego escarlata

- Alguien que no te dejará hacerle más daño – los ojos de Yume-sama se abren sorprendidos por un instante para después llenarse de cólera

- ¡Un Kusanagi! – pudo reconocer en ese gesto desafiante al clan enemigo, al tiempo que el menor pudo sentir también toda la fuerza e ira que comenzaba a emanar del cuerpo ajeno, pronto estaba a ponerse en guardia cuando siente como su mano es apretada por otra más pequeña que temblaba de miedo.

 

No se le enseñó a huir, pero debía proteger al menor, y por más que le costase aceptarlo su fuerza no era nada comparada con la de Yume aunque este último solo manejara el fuego escarlata, con el pequeño en brazos, se alejó de ahí, un coche negro le cortó el paso, los malditos subordinados del clan Yagami, al echar a correr a otra dirección un nuevo vehículo, sentía el poder de Yagami-sama acercarse, ambos corazones latían con desesperación, la noche cubría Tokyo y la gente a su alrededor no era más que un espectador; una salvación, en el callejón a su derecha los autos no podrían entrar y cruzarían a la otra calle, aunque era angosto, baja a Iori y le da la mano.

 

-  ¡No me sueltes! – le ordena sintiendo segundos después como el niño se aferra a esa mano con todas sus fuerzas, echan a correr por el pasillo.

 

Y como la noche anterior la oscuridad se apodera nuevamente de él, paso a paso el callejón parece no tener fin, sonríe para sí, no importa si al salir de ahí están en el presente, cuidaría de Iori, le vería crecer, aunque eso significase perderlo como amante, quería que fuese un niño feliz, las luces eléctricas le dejan ver el final del túnel, una ráfaga de frio, sonríe, la nieve, han vuelto, salen del callejón.

 

- Mira Iori nie… - soledad, la sensación de la mano ajena aferrándose a la suya aún no desaparece, al voltear para ver al pequeño se da cuenta que no está ya con él.

 

Su rostro se torna lleno de tristeza, intenta no llorar, los hombres no lo hacen. Repite para sí. 

 

-Por eso él es así – una voz que parece provenir de todos los sitios y de ninguno en particular – no te recordará… fuiste una ilusión, ya te ha olvidado – al escuchar aquello traga saliva negando, ¿a qué se refería con que le había olvidado? Frunce el ceño y emprende carrera de regreso al departamento de Iori.

- ¿Sabes que así jamás podrá estar contigo? – la voz de una mujer que hace voltear a otra sentada en la cornisa de uno de tantos edificios de la zona

- Si él es su felicidad no importa, solo quiero verle sonreír – los brazos de Chizuru abrazan a su hermana, ambas miran el pequeño punto en que se había convertido Kusanagi a la distancia.

 

El frio le cala hasta los huesos, le duelen un poco las piernas pero está por llegar, la puerta del departamento se abre azotándose con fuerza contra la pared.

 

- ¡Pero que carajos! – la voz de Iori se escucha desde el fondo y los pasos de las sandalias se acercan, un par de zapatos quedan relegados en el genkan de forma descuidada, se encuentran a media estancia, el departamento era pequeño, tanto que desde donde está los ojos avellana de Kusanagi pueden ver sobre la mesa un intento de pastel medio adornado con merengue, la mirada va de la mesa al rostro con algo de harina en la mejilla – ¡bastardo por qué azotas mi maldita puerta! – se interpone entre el pastel y Kyo intentando disimular lo obvio.

 

Se sorprende bastante por el repentino abrazo y el beso que el otro le propina, un beso lleno de ansiedad pero que corresponde en cuanto logra ubicarse en la situación.

 

- ¿Qué dem… - el dedo índice de Kyo sobre los labios ajenos

- Shh… - ambas frentes se pegan y la nariz de ambos casi se rozan – discúlpame, no debí molestarme… - acariciaba esas mejillas sin dejar de verle, vuelve a darle un beso, uno y otro besitos cortos

- No… - correspondía cada beso - este día es especial, es el día en que el mundo te recibió en sus brazos por primera vez – Kusanagi le mira sorprendido ante eso – no me veas como si acabara de decir algo jodidamente cursi… solo… se me vino a la mente y ya… - bufa un poco y vuelve a besar al moreno cargándolo haciendo que le abrace la cintura con las piernas.

 

Le lleva a la habitación, tendiéndolo sobre la cama con el cuidado que como Yagami puede tener. Sus labios se pasean por el cuello de su amante, su nariz roza cada centímetro, la punta de su lengua marca pequeños caminos por esa extensión, con besos llega a sus labios en los que se entretiene mientras van desnudándose el une al otro, las manos de ambos delinean cada lugar, aunque era extraño, apenas horas antes compartió con el pelirrojo momentos dulces como un niño, no podía evitar excitarse al tener al hombre sobre si, esa mirada de depredador, los besos posesivos, una mordida en su labio inferior al tiempo que los dedos largos rozaban su entrepierna para después afianzarla con firmeza comenzando a masturbarle, un gemido escapa de la boca del castaño, su cadera se alzaba un poco moviéndose con ritmo, se aferra a la cama pues los labios de su amante han atrapado una de sus tetillas y la estruja dejándola erguida.

 

-Estas…muy sumiso – susurra golpeando después el otro pezón con la punta de su lengua antes de morderlo un poco logrando que un leve quejido salga de los labios de su amante que esta vez no reclama nada.

- Quiero… tu boca – pide entre jadeos, notando la sonrisa torcida del otro para después sentir la serpenteante lengua bajar por su piel, los músculos del abdomen, la pelvis, la nariz roza el pubis, con su mano izquierda baja el prepucio y lame el glande, el sonido de placer es como una melodía para los oídos de Yagami quien atiende a su amante con maestría, siente los dedos de Kusanagi entre sus mechones pelirrojos, el cómo separa las piernas para entregarse por completo a él, el aroma de su sexo invade sus sentidos, los músculos al tensarse cuando toca un punto sensible en toda esa terminación nerviosa, el palpitar de las venas que irriga la sangre al pene que se endurece más y más por el placer; la saliva baja escurriendo un poco a los gemelos ajenos que reciben atención momentos después.  Al tiempo que su mano sube y baja por el húmedo miembro.

-Me harás correr… - balbucea como puede tomando con su mano la ajena y empezar a lamer un par de dedos, chupándolos después de forma sexy.

 

Ante eso Iori sonríe y se acerca a esos labios que besa demandante, la pasión desborda en ese beso, ni siquiera se toma tiempo para prepararle esta vez, siente la necesidad de poseerlo ya, se acomoda entre sus piernas, tomando firmemente su falo para empezar a empujarse, nota la carne abrirse para recibirlo, la calidez del cuerpo ajeno, un gemido varonil escapa de su boca, su respiración entrecortada, “caliente” dice con ojos cerrados por el placer. El moreno le abraza acariciando sus omoplatos, puede sentir las cicatrices en la espalda, recuerda como había sido masacrado con la espada de bambú y le atrae pegándole a él de forma un tanto protectora, con sus piernas le abraza nuevamente. Esta vez no hubo posiciones nuevas, intentos de Kama Sutra, obscenidades para poner picante el ambiente, la entrega de esta noche se llenó de amor más que deseo, una entrega de ambos que paso de un ritmo despacio y amoroso a uno frenético y sensual. Culminando con un beso en que los gemidos de ambos al llegar al orgasmo se unieron, un par de embestidas más por parte de Yagami, esconde su rostro entre el hombro y cuello de su amante, respiran de forma agitada los dos.

 

-Maldita sea… - farfulle el pelirrojo que se separa tumbándose al lado del chico de ojos avellana

- ¿Ahora qué? – pregunta divertido y se acomoda de lado acariciando el abdomen ajeno dando un par de besos al pectoral a su alcance, siente como la mano de Iori le atrae contra si de forma protectora

- Nada… es solo que… a tu lado me siento diferente – no le miraba, le costaba hablar de sus sentimientos, a sabiendas de esto Kyo solo le escucha – yo… - traga saliva y le mira directo a los ojos – te amo… - después de decirlo desvía la mirada nuevamente

- Yo también te amo Iori… - besa su mejilla, ante eso las orbes azules se posan en las bellas gemas avellana

- Feliz cumpleaños – le atrae contra si en un abrazo protector que pese a no ser el primero tampoco sería el último de ese día en adelante.

 

- ¡Maldita sea Yagami! - la puerta de un departamento en los suburbios de Tokyo es azotada con mucha fuerza.

Puede verse a un joven de unos veinte años alejarse de ahí, hace frío pues es de madrugada, camina con rapidez, está por demás cabreado, aprieta los dientes y los puños al andar, de pronto se detiene golpeando la pared de un edificio contiguo, un gato sale despavorido pues la fuerza del golpe tiró varios botes de basura que estaban apilados en el callejón.

 

- ¿Por qué te soporto? – se pregunta así mismo – ¿por qué te amo? – susurra retomando el paso.

 

Desde que se conocían era lo mismo, al principio las peleas por saber quién era el más fuerte, por defender el honor de la familia, Kusanagi, Yagami, una y otra alentaba a su representante para que por fin terminasen con la rencilla de hace siglos, el fuego escarlata contra el púrpura, llamaradas, golpes, quemaduras, odiaba el ardor que producía el fuego de Orochi, y tardaba mucho más en sanar. Después el enfrentamiento contra el mismo dios Orochi, la mirada de Iori, esos ojos azules que parecieron ver dentro de su alma, tan acostumbrado estaba a verle que en ese momento solo pensaba que el vuelco en su corazón era porque la monotonía estaba a punto de romperse, iba a perderlo, no quería dejar de ver a ese idiota, de darle de golpes cada vez que se encontraban, de escuchar sus comentarios soeces y esa risa de maniaco perverso, acumuló todos esos sentimientos en un golpe certero en que además puso toda su fuerza…y su corazón. 

 

Tres años después ahí estaban, posteriormente a lo de NEST, supo que Iori sentía algo similar al ir a buscarlo, siempre se le hizo raro que le proclamase suyo, que nadie podía matarlo más que él, el gesto en el rostro ajeno cuando Benimaru – o cualquier persona, animal o cosa – le tocaba, le provocaba risa aunada a cierta ternura. “Eres mío” una frase que tenía años de escuchar, pero que en esa ocasión después de derrotar a Igniz sonaba diferente, le miraba fijamente y entre tanto escombro y confusión sus labios se unieron en un beso que parecía desesperado por parte de Yagami. Toca sus labios con la punta de los dedos al recordar aquello, entrecierra los ojos suspirando, escucha un claxon y voltea a su derecha, retrocede el par de pasos que había avanzado al intentar cruzar la calle sin percatarse que el paso peatonal estaba en rojo.  Se alza el cuello de la chaqueta blanca pues sentía frío, voltea levemente para mirar el edificio de departamentos del que provenía y volvió a sus pasos, todo estaba prácticamente vacío pero no por ello debía cruzar sin mirar.

Su mente se llena nuevamente con remembranzas, la primera vez, sonríe un poco y sus ojos se tornan un tanto divertidos, recordar, según dicen, es volver a vivir lo que nos ha pasado, esa evocación en particular le parecía sumamente graciosa, durante dos meses se la pasaron besándose furtivamente entre pleito y pleito, después concertaron algunas citas en lugares donde estaban casi seguros que eran tan banales que ni los subordinados del clan Yagami ni la novia de Kyo intentarían ir a seguirles, los besos primero rozando sus labios como un par de adolescentes llegaron a la pasión de dos lenguas acariciándose una a la otra, las manos que en un principio no sabían dónde posarse y quedaban como suspendidas en el aire alejadas del cuerpo ajeno, ahora tocaban y acariciaban zonas erógenas; se notaba el deseo del uno por el otro, no obstante esa primera noche en el cuarto de motel barato se quedaron mirando al techo, no es que fuesen vírgenes, ninguno de los dos podía decir que esa sería su primera vez, al menos no en general, pero si era la primera con otro hombre, ¿no sabían que hacer? En absoluto, sabían cómo y por dónde, pero ¿quién? Iori dio el primer paso poniéndose sobre el castaño quien trago saliva, se besaron y en cuanto la pelvis del pelirrojo rozo la otra todo se volvió una sucesión de caricias y besos que les hizo perder la razón. Despeinados sobre la cama miraban el techo nuevamente como preguntándose ¿Qué carajos había pasado?

 

- Me duele el trasero – susurró Kusanagi y ambos voltearon a verse

- Idiota que eres – respondió el chico ojiazul para después sonreír y besarle. 

 

Se detiene recargándose de una pared, su cabeza contra la misma al tiempo que miraba las estrellas. ¡Cómo amaba esa sonrisa! Verla era algo inusual, regularmente solo pasaba cuando estaban a solas, en la intimidad, el gesto gélido de su rival se transformaba completamente cuando sonreía, los colmillos visibles, los dientes blancos y perfectos, un pequeño hoyuelo apenas perceptible al lado izquierdo, y el brillo de esos ojos, suspira como lo que era, un enamorado sin remedio.

 

- ¿Por qué eres así? ¡¿Por qué tienes que arruinarlo todo?! – ahora patea una piedrecilla que desafortunadamente se le atravesó en el camino, volvió a su andar.

 

¿Qué le había hecho salir del departamento de Yagami así y esa hora? Algo que en palabras de Iori era insignificante, su aniversario, y no es que las fechas fuesen sumamente importantes para Kusanagi, es más, a él también se le olvidaba todo ese tipo de nimiedades cuando estaba con Yuki, demasiadas veces olvidó los “aniversarios” mensuales que la chiquilla celebraba so pretexto de recordarle el compromiso cada que podía para que no se atreviera a ponerle el cuerno, a buscar a alguien más etc. Cosa que al final terminó sucediendo y no sólo una sino varias veces puesto que las fans tras los torneos cada año aumentaban en número y en voluptuosidad. Pero el que el pelirrojo le diese tan poca importancia no unicamente a su primer año de relación “estable” sino a su cumpleaños… eso si le cabreaba, él había dejado de celebrar con su familia ese día para estar con Iori, y ese idiota desconsiderado cuando le vio llegar con un pastel a su departamento tuvo la grandiosa idea de preguntar ¿qué celebramos? Rematando con ¿el cumpleaños de quién?

Desafortunadamente quien más sufrió fue el pastel que quedó embarrado en la pared del departamento ya que el ojiazul se desvió, que si no… le habría dado en plena cara. ¡Ah! Pero eso no era lo peor, lo que embarró todo más de lo que estaba era que ni siquiera intentó detenerle, no hubo una disculpa ni un “espera”, la puerta se cerró sin que el dueño de la casa hiciera algo para remediar ese fatídico error. “No le importo” tres palabras que rondaban en la mente del castaño de camino a casa, maldiciéndose así mismo porque estúpidamente olvidó que había ido en su moto, pero las condenadas llaves se quedaron en la mesita de centro del pelirrojo y de loco se regresaba, mucho menos hablar de entrar a ese sitio cuyo dueño era el más imbécil del mundo. Resopla y frota sus manos entre sí.  Alza un poco el rostro, comenzaba a nevar, diciembre era muy frio, ¿su bufanda? Bien gracias, sobre el sofá de la sala… en casa de Iori, ¿qué tal los guantes? En la barra de la cocina… en el depa de su EX amante… pelirrojo.

Con ojos de asesino serial siguió su camino intentando calentar sus manos con el aliento propio. Afortunadamente ya faltaba poco, pero ¡oh sorpresa! A dos cuadras de su edificio el paso estaba prohibido por arreglos en las calles, la cinta de “Not trespassing” le hizo suspirar cansadamente, ni qué hablar, al callejón, eso de regresar y rodear la manzana con ese frio no estaba en sus planes.  Dirige sus pasos hacía la oscuridad de esa callejuela, la cual misteriosamente estaba más y más negra a cada zancada y larga… muy larga en realidad.

 

-¿Qué demonios? – parpadea al ver una luz intensa al final del callejón, corre pues la distancia parecía inagotable. 

 

Su frase anterior quedó  corta cuando la luz del sol dio directo a sus ojos, tuvo que cubrirse con el antebrazo para poder acostumbrarse a la intensidad de la misma. Al hacerlo después de parpadear varias veces, tragó saliva, era de día, frente a él enormes edificios se extendían a uno y otro lado, no estaba en su barrio, dudaba si quiera que estuviese en la misma ciudad. La gente pasaba de él como si fuese cualquiera, lo era. “Si quieres saber qué pasa, ¡muévete ¡” se dijo así mismo dando el primer paso, pero de un momento a otro un golpe que le empujó hacia atrás un poco, de no ser por sus buenos reflejos seguro caía, sus manos se aferraban a unos hombros redondos y pequeños.

 

-¿Te encuentras… bien? – la sonrisa que intentaba poner al infante que tropezó con él se deshizo de inmediato y su gesto se llenó de sorpresa al verle

- ¡Iori-san! – las voces de varios hombres se acercaban gritando el mismo nombre. El pequeño de unos seis años volteó con pavor hacía la dirección de donde provenían. Sus ojos se encontraron con los ajenos, ese gesto de miedo absoluto paralizó al moreno, iba a decir algo pero solo sintió como el pequeño cuerpo se escurría de sus manos.

 

Un golpe contra la banqueta, dos mastodontes tropezaron contra él recargando su peso con tal fuerza que le derribaron, alzó el rostro para ver como dos más a lo lejos salían cortándole el paso al pequeño quien intentaba huir. Una limosina paró frente a ellos, Kyo se levantó para ir al auxilio de Yagami al ver cómo lo jalaban sin consideración dentro del vehículo, pero el rechinar de unas llantas le hizo saber que sería imposible alcanzarlos. La nieve a su alrededor había desaparecido, el ruido natural de la calle volvió a sus oídos. Se apartó para dejar pasar a la gran cantidad de gente que caminaba por ahí.

No sabía cómo ni por qué, pero todo indicaba que había viajado en el tiempo, sin querer había cruzado un portal y ahora estaba ahí, no sabía siquiera si podría regresar, pero en esos momentos eso le tenía sin cuidado.  Preguntando supo que se encontraba en Tokyo, corría el año de 1987, en ese entonces él vivía en Osaka, aun no conocía al representante del clan Yagami y viceversa. Recordó el miedo en los ojos del pequeño pelirrojo, con decisión en su corazón, sin pensarlo demasiado buscó la forma de llegar a la mansión de la familia yakuza. No tardó en dar con ella, el clan era muy conocido, sumado a que Yume-sama tenía influencias en la política no sólo de Tokyo sino de otras ciudades importantes. Se asoma entre la arboleda que rodeaba la casa, al menos ese lugar no había cambiado en nada, sabía por dónde entrar, muchas veces se escabulló ahí para retar a duelo a su rival, y otras veces para buscarle siendo amantes. Escaló por la parte trasera justo cerca del dojo familiar.

 

- ¡Mamá! – un grito de dolor le hace dar un respingo y se esconde entre unos arbustos mirando por una de las rendijas del shôji, sus ojos se abren con sorpresa, dentro del lugar un sujeto enorme que no era otro que el padre de Iori masacraba al pelirrojo golpe tras golpe con un shinai, el bambú daba de lleno contra la espalda del menor que a cada grito recibía un nuevo golpe

- ¡Si vuelves a escapar te daré tu merecido otra vez! - la espada se había roto, por eso dejó de golpearle
- ¡Yume¡ … - una mujer de cabello rojizo entra después de que mayor sale, se nota en su mirada la preocupación y la impotencia al no poder defender a su hijo, y no es sólo porque era el padre quien le golpeaba, sino por su propia salud física que a todas luces estaba deteriorada.

- Ni se te ocurra curarlo Megami – la voz de aquel hombre hiela la sangre de Kyo quien, pese a querer entrar y partirle el rostro a ese abusivo solo se quedó estático, la brutalidad del castigo le paralizó.

- Ma… mi – una voz entrecortada sale de esa boca ensangrentada, un ojo hinchado y la ropa húmeda por el rojo líquido, con tiento las manos de la mujer acarician las mejillas amoratadas.

 

Se sentía tan impotente, sus delgadas manos, la pálida piel y esos ojos hundidos, el corazón de Kusanagi parece contraerse, sabe quién es ella, sabe que la enfermedad está por acabar con la vida de esa mujer quien con sumo cuidado ayuda a su hijo a levantarse, esa mujer cuyas lágrimas de impotencia bajan por sus mejillas pese a intentar contenerlas, pero que sin poder evitarlo caen sobre esos alborotados cabellos del mismo color que los suyos, como caen las lágrimas de Kyo sobre las hojas de los arbustos que evitan que sea encontrado. Se muerde el labio inferior para contener sus emociones, anda sigilosamente esperanzado que la misma habitación que él conoce fuese en esos tiempos el cuarto del mayor de los Yagami.  Claro que para llegar hasta ahí debe ser aún más cuidadoso pues se encuentra en la segunda planta. Para su mala suerte debe esperar hasta la noche, en la última ronda de los uniformados hombres de negro sube y se esconde en el pequeño balcón, mira por la ventana, Iori estaba en la cama en posición fetal, la habitación no parecía la de un niño de su edad, no había juguetes o afiches en las paredes, el moreno hace memoria, su cuarto estaba lleno de soldados, coches, pelotas, posters de mazinger Z, Astro boy, y más animes y grupos de esa época, sin embargo ese recámara contenía un escritorio, una cama y no más. el sonido de la puerta al abrirse le hace agazaparse más notando un sobresalto en el pequeño, parecía que cualquier ruido le asustase, pero cómo no estarlo, no sólo por su padre, por los hombres que lo perseguían, o por saberse inseguro en su propia casa, el niño seguramente presentía que su madre le dejaría pronto, y los sueños, aquellas pesadillas que alguna vez le contó el ojiazul una de tantas noches en que se despertó sudando entre sus brazos.

 

- Te traje algo de cenar – Megami-san se acerca a su hijo, con permiso del padre comienza a curar sus heridas horas después de hacérselas, mientras su hijo come ella limpia con tiento cada corte, la crema contra la inflamación es esparcida con precaución, leves gemidos de dolor, nada fuertes pues sabe de sobra que mostrar debilidad es un aliciente más para que la golpiza anterior sea opacada por otra nueva que le amorate los pocos lugares que tiene sanos.

- Gracias mamá – un abrazo fuerte dado por unos brazos cortos y delgados, la mujer arropa a su crio con sumo amor, besa su frente

- Buenas noches cariño – susurra ella caminando a la salida

- N…- un balbuceo que quería implorar que no apáguese la luz pero que queda atorado en su garganta pues el miedo no era aceptable para un Yagami, así que solo se calla, se escucha como traga saliva y se tapa con la manta hasta la cabeza.

 

El pie derecho del moreno toca el tatami de la habitación, después de sortear el escritorio, nota la respiración agitada, era más de media noche y el frio le hizo animarse a entrar, reconoce esa reacción, las pesadillas, un par de veces cuando quedó a dormirse con el pelirrojo este respiraba más rápido de lo normal, pero nada comparado con ese resuello cargado de angustia. Se acerca y posa una mano sobre la cabeza ajena, lo que provoca que el menor se sienta en la cama pegándose a la pared en cuanto puede, no grita, no debe temer aunque muera de miedo. 

 

-Tranquilo… ¿tienes pesadillas? – Kusanagi intenta no asustarlo de más, el pequeño niega rápidamente mientras susurra un bajito “¿quién eres?”  y mira la puerta como pensando escapar en cuanto le sea posible - Oh que mal… - hace un mohín de desilusión - porque yo si – esas palabras provocan en el pelirrojo un gesto de incredulidad y ladea la cabeza como un cachorrito

- Tu… ¿tienes pesadillas? – pregunta con susurros a lo que el otro asiente

- Y me dan mucho miedo… son… de serpientes de ojos rojos y muchas cabezas – hablaba también a lo bajo, nota que el menor se relaja, él intenta ser fuerte para que la tristeza que le da verle tan golpeado no se haga presente

- Yo… a veces… imagino que sueño algo parecido – no iba a admitir que tenía pesadillas

- ¿Lo imaginas? Qué valiente – responde el castaño – yo no podría imaginar eso… me gustaría ser tan valiente como tú – le sonríe amable y una leve sonrisa se vislumbra en la penumbra de la habitación, un vuelco en el pecho de Kusanagi al ver esa sonrisa que parecía querer ocultarse pero que era tan sincera como una de oreja a oreja.

- Oye… ¿me cuidarías esta noche? – el pelirrojo frunce el ceño con desconfianza - no quiero dormir afuera, hace frío y… ya sabes las serpientes me dan mucho miedo – hace un puchero y un gesto de suficiencia aparece en el rostro del menor

- Bueno… te cuidaré – dice orgulloso – pero si lloras en la noche te echo de mi cama – baja y pone seguro, pues sabía bien que si su padre veía un extraño ahí lo podría matar y sin saber por qué no quería que le pasara nada, parecía un buen sujeto. 

 

Se mete a la cama y Kyo hace lo mismo, observa al menor que se ha ido al otro extremo del colchón, hecho bolita nuevamente, él se hace el dormido y siente una mano pequeña que le acaricia el cabello unos momentos, después nota que el cuerpo ajeno se pega al suyo como buscando algo de calor, con sumo cuidado para no lastimarle más le abraza atrayéndole contra sí, besa su frente y sus ojos acuosos se cierran dejando escapar una lagrimilla. Termina por quedarse dormido.

 

************

 

- ¡Te he dicho mil veces que no pongas seguro a la puerta¡ - los golpes contra la puerta de madera les hace despertar

- ¡Escóndete! - dice el pelirrojo, sus golpes eran más notorios ahora con el color morado casi negro en algunas zonas, Kusanagi sale al balcón – ¡ya voy padre! - abre y apunto esta de recibir una bofetada cuando la mano de Megami detiene la ajena

- No más… por favor, fue mi culpa, le dije que se encerrara para sentirse más seguro y no tuviese pesadillas – suplica ella y ante eso Yume no dice nada

- Te espero en cinco minutos en el dojo, desayuna rápido … - mira hacia la ventana pues las cortinas ondeaban – si te enfermas por dormir con la ventana abierta juro que aun moribundo te haré entrenar – los puños del castaño se cierran hasta que sus nudillos están casi blancos, siente una fuerte impotencia, pero si saliera en esos momentos le traería más problemas al menor y a la mujer quien es llevada por su marido para que no consciente tanto a su vástago pues eso le hará débil.

 

Las pisadas descalzas del niño se acercan a la ventana, asoma la cabeza encontrándose con el extraño, le advierte que no salga y que le espere ahí, Kyo asiente, escucha los pasos alejarse y se sienta, desde ahí los guardaespaldas no podrían verle pero para ello debe estar quieto, después de casi media hora la puerta es cerrada, unos mechones pelirrojos sobresalen

 

- Toma – le da una caja elegante de bento lleno de bolas mal hechas de arroz – aun no me quedan bien… pero tienen atún, a mí no me gusta, yo me comí las de carne, buen provecho – se mete nuevamente, una sonrisa ladeada adorna los labios del moreno

- Desde pequeño eras un mandón – muerde el onigiri deforme.

 

Pasaron varias horas, nota como un coche elegante seguido de otros tres se aleja de la mansión, la puerta de la habitación se cierra, la carita amoratada vuelve a asomarse.

 

- ¿No te han dado ganas de haces pis? – parpadea Iori con incredulidad al verle ahí donde lo dejó, el chico de ojos avellana debe taparse la boca para no soltar una carcajada

- Si, pero, aguanto bastante… ¿me dejas entrar? – pregunta esperando no haya problemas con eso, cuando su anfitrión asiente se salta a la habitación y va al baño pues sí que tenía ganas de ir. Sale secándose las manos con una toalla, encuentra al menor frente al escritorio ensimismado en sus tareas, al asomarse ve muchas ecuaciones que no eran para un chico de seis años. 

- Oye… ¿y tus papas? – susurra 

- No están, fueron al cine con mis hermanos… mamá no quería ir pero mi padre la obliga, aunque está enferma – balbucea eso último

- ¿Y a ti no te gusta el cine? – pregunta sentándose en la cama, pero al notar el gesto ajeno sabe que ha sido una soberana idiotez preguntar algo así, más aún cuando el otro no responde – Podrías pedir ir en tu cumpleaños… - intenta arreglar las cosas, el ceño del menor se contrae y agacha más la cabeza para seguir con su tarea. 

 

El moreno no comprende el porqué de esa reacción hasta que ve el radio reloj despertador en la cómoda cercana a él: 25 de marzo.  Era su cumpleaños, y pese a ello nadie le felicitó, le obligaron a entrenar aun estando golpeado, dejándole solo estudiando, como si no importase. Y es aquello lo que le hace comprender, sus ojos se tornan llorosos sin querer, él se había enojado con el otro por olvidar su cumpleaños, pero ¿cómo celebrar algo que desde pequeño te han hecho pensar que no importa? Los cumpleaños para Yagami eran como otro día más.

 

- Los hombres no lloran – la voz infantil le saca de sus cavilaciones, dándose cuenta que las lágrimas bajan por sus mejillas, nota el gesto de molestia, que, en esa carita tan tierna pese a los golpes, es más de dar risa que miedo

- Tienes razón… pero los cumpleaños si deben celebrarse… - asegura con una sonrisa en su rostro atrayendo al menor para que le siga.

 

Le costó un poco convencerlo pues el obvio miedo que sentía por su padre y las consecuencias por desobedecerle no eran para menos, pero al final lo consiguió, con sigilo salen de la habitación, se sorprende un poco al ver la casa por completo, es una fusión entre lo tradicional y lo moderno, hay muchas cosas costosas, se notaba que mientras no se tratase de su hijo mayor Yume-sama no escatimaba en gastos, en la estancia principal un bello piano de cola se mostraba imponente, le hubiese agradado que el pequeño tocara para él pero no estaba seguro que a esa edad supiera demasiadas melodías y no deseaba perder más tiempo, si querían regresar a hora prudente debían marcharse ya, esquivan a los guardias de la puerta principal, le ayuda a saltar la barda y emprende carrera con el pequeño en brazos que aún no entendía por qué su amigo estaba tan aferrado a la idea de celebrar el día de su nacimiento. Cosa que dejó de preocuparle al verse dentro de un cuarto lleno de arcades, un detalle que tuvo que cuidar Kusanagi fue ponerle una mascarilla como si estuviese resfriado y una gorra antes de salir para que las personas no vieran su rostro amoratado e intentasen llamar a las autoridades por abuso infantil. Lo que no tomó en cuenta en absoluto fue que, todos los billetes en su cartera para el año en que estaba no valían nada.

 

- Maldición – farfulle rascando su nuca, ni siquiera podía usar sus tarjetas pues sus cuentas en el banco seguramente no existían aún

- No te preocupes – la voz del menor le hace mirarle – podemos venir cualquier otro día – el gesto despreocupado le estruja el corazón

- Pero este día es especial – se acuclilla frente a él – es el día en que el mundo te recibió en sus brazos por primera vez… tu nacimiento es importante

- Nunca lo ha sido – le mira fijamente

- Para mi si… - asegura y toma su pequeña mano comenzando un recorrido por las calles, al doblar una esquina cerca de un callejón se encuentran algunos billetes con la figura de Fukuzawa Yukichi (10000 yens) el primer impulso de ambos es buscar una caseta de objetos perdidos pero una vocecilla interna le asegura a Kyo que nadie los ha perdido, al llegar a dicho lugar este está cerrado – ¿ves? El destino quiere que celebres este día – le sonríe, no hay más que decir, regresan a las arcades y empiezan un recorrido por todas las maquinas que le interesen al pelirrojo, aunque algo retraído al principio después disfruta como lo que es, un niño con ganas de divertirse, las risas que escapan de sus labios hacen sonreír al moreno.

 

La segunda parada una pizzería, el pepperoni y extra queso son la delicia para Yagami que desatora la comida de su garganta con una enorme malteada de vainilla, esos ojos azules brillan emocionados ante el pastel de cumpleaños que le llevan para que sople las velas. Desafortunadamente las purikura, máquinas de fotos instantáneas japonesas, no aparecieron sino hasta 1995, de lo contrario Kyo le habría llevado para tomarse muchas fotos al lado de ese pequeño cuya sonrisa le alegraba el corazón. Eran casi las diez de la noche cuando pese a no tener ganas el chico de ojos avellana sabía que era hora de regresar, e Iori lo sabía también, su manita se aferraba a la de su nuevo y único amigo, con paso lento emprendieron el viaje de vuelta.

 

- ¡Con que aquí estabas! – ambos voltean al escuchar aquella voz tan llena de coraje y prepotencia – ¿quién diablos eres tú? – pregunta con el mismo tono cuando, estando a pocos centímetros de tomar a Iori de la ropa el moreno le aparta poniéndole detrás suyo, enfrentándose cara a cara contra le bestia de cuyas manos emanaba fuego escarlata

- Alguien que no te dejará hacerle más daño – los ojos de Yume-sama se abren sorprendidos por un instante para después llenarse de cólera

- ¡Un Kusanagi! – pudo reconocer en ese gesto desafiante al clan enemigo, al tiempo que el menor pudo sentir también toda la fuerza e ira que comenzaba a emanar del cuerpo ajeno, pronto estaba a ponerse en guardia cuando siente como su mano es apretada por otra más pequeña que temblaba de miedo.

 

No se le enseñó a huir, pero debía proteger al menor, y por más que le costase aceptarlo su fuerza no era nada comparada con la de Yume aunque este último solo manejara el fuego escarlata, con el pequeño en brazos, se alejó de ahí, un coche negro le cortó el paso, los malditos subordinados del clan Yagami, al echar a correr a otra dirección un nuevo vehículo, sentía el poder de Yagami-sama acercarse, ambos corazones latían con desesperación, la noche cubría Tokyo y la gente a su alrededor no era más que un espectador; una salvación, en el callejón a su derecha los autos no podrían entrar y cruzarían a la otra calle, aunque era angosto, baja a Iori y le da la mano.

 

-  ¡No me sueltes! – le ordena sintiendo segundos después como el niño se aferra a esa mano con todas sus fuerzas, echan a correr por el pasillo.

 

Y como la noche anterior la oscuridad se apodera nuevamente de él, paso a paso el callejón parece no tener fin, sonríe para sí, no importa si al salir de ahí están en el presente, cuidaría de Iori, le vería crecer, aunque eso significase perderlo como amante, quería que fuese un niño feliz, las luces eléctricas le dejan ver el final del túnel, una ráfaga de frio, sonríe, la nieve, han vuelto, salen del callejón.

 

- Mira Iori nie… - soledad, la sensación de la mano ajena aferrándose a la suya aún no desaparece, al voltear para ver al pequeño se da cuenta que no está ya con él.

 

Su rostro se torna lleno de tristeza, intenta no llorar, los hombres no lo hacen. Repite para sí. 

 

-Por eso él es así – una voz que parece provenir de todos los sitios y de ninguno en particular – no te recordará… fuiste una ilusión, ya te ha olvidado – al escuchar aquello traga saliva negando, ¿a qué se refería con que le había olvidado? Frunce el ceño y emprende carrera de regreso al departamento de Iori.

- ¿Sabes que así jamás podrá estar contigo? – la voz de una mujer que hace voltear a otra sentada en la cornisa de uno de tantos edificios de la zona

- Si él es su felicidad no importa, solo quiero verle sonreír – los brazos de Chizuru abrazan a su hermana, ambas miran el pequeño punto en que se había convertido Kusanagi a la distancia.

 

El frio le cala hasta los huesos, le duelen un poco las piernas pero está por llegar, la puerta del departamento se abre azotándose con fuerza contra la pared.

 

- ¡Pero que carajos! – la voz de Iori se escucha desde el fondo y los pasos de las sandalias se acercan, un par de zapatos quedan relegados en el genkan de forma descuidada, se encuentran a media estancia, el departamento era pequeño, tanto que desde donde está los ojos avellana de Kusanagi pueden ver sobre la mesa un intento de pastel medio adornado con merengue, la mirada va de la mesa al rostro con algo de harina en la mejilla – ¡bastardo por qué azotas mi maldita puerta! – se interpone entre el pastel y Kyo intentando disimular lo obvio.

 

Se sorprende bastante por el repentino abrazo y el beso que el otro le propina, un beso lleno de ansiedad pero que corresponde en cuanto logra ubicarse en la situación.

 

- ¿Qué dem… - el dedo índice de Kyo sobre los labios ajenos

- Shh… - ambas frentes se pegan y la nariz de ambos casi se rozan – discúlpame, no debí molestarme… - acariciaba esas mejillas sin dejar de verle, vuelve a darle un beso, uno y otro besitos cortos

- No… - correspondía cada beso - este día es especial, es el día en que el mundo te recibió en sus brazos por primera vez – Kusanagi le mira sorprendido ante eso – no me veas como si acabara de decir algo jodidamente cursi… solo… se me vino a la mente y ya… - bufa un poco y vuelve a besar al moreno cargándolo haciendo que le abrace la cintura con las piernas.

 

Le lleva a la habitación, tendiéndolo sobre la cama con el cuidado que como Yagami puede tener. Sus labios se pasean por el cuello de su amante, su nariz roza cada centímetro, la punta de su lengua marca pequeños caminos por esa extensión, con besos llega a sus labios en los que se entretiene mientras van desnudándose el une al otro, las manos de ambos delinean cada lugar, aunque era extraño, apenas horas antes compartió con el pelirrojo momentos dulces como un niño, no podía evitar excitarse al tener al hombre sobre si, esa mirada de depredador, los besos posesivos, una mordida en su labio inferior al tiempo que los dedos largos rozaban su entrepierna para después afianzarla con firmeza comenzando a masturbarle, un gemido escapa de la boca del castaño, su cadera se alzaba un poco moviéndose con ritmo, se aferra a la cama pues los labios de su amante han atrapado una de sus tetillas y la estruja dejándola erguida.

 

-Estas…muy sumiso – susurra golpeando después el otro pezón con la punta de su lengua antes de morderlo un poco logrando que un leve quejido salga de los labios de su amante que esta vez no reclama nada.

- Quiero… tu boca – pide entre jadeos, notando la sonrisa torcida del otro para después sentir la serpenteante lengua bajar por su piel, los músculos del abdomen, la pelvis, la nariz roza el pubis, con su mano izquierda baja el prepucio y lame el glande, el sonido de placer es como una melodía para los oídos de Yagami quien atiende a su amante con maestría, siente los dedos de Kusanagi entre sus mechones pelirrojos, el cómo separa las piernas para entregarse por completo a él, el aroma de su sexo invade sus sentidos, los músculos al tensarse cuando toca un punto sensible en toda esa terminación nerviosa, el palpitar de las venas que irriga la sangre al pene que se endurece más y más por el placer; la saliva baja escurriendo un poco a los gemelos ajenos que reciben atención momentos después.  Al tiempo que su mano sube y baja por el húmedo miembro.

-Me harás correr… - balbucea como puede tomando con su mano la ajena y empezar a lamer un par de dedos, chupándolos después de forma sexy.

 

Ante eso Iori sonríe y se acerca a esos labios que besa demandante, la pasión desborda en ese beso, ni siquiera se toma tiempo para prepararle esta vez, siente la necesidad de poseerlo ya, se acomoda entre sus piernas, tomando firmemente su falo para empezar a empujarse, nota la carne abrirse para recibirlo, la calidez del cuerpo ajeno, un gemido varonil escapa de su boca, su respiración entrecortada, “caliente” dice con ojos cerrados por el placer. El moreno le abraza acariciando sus omoplatos, puede sentir las cicatrices en la espalda, recuerda como había sido masacrado con la espada de bambú y le atrae pegándole a él de forma un tanto protectora, con sus piernas le abraza nuevamente. Esta vez no hubo posiciones nuevas, intentos de Kama Sutra, obscenidades para poner picante el ambiente, la entrega de esta noche se llenó de amor más que deseo, una entrega de ambos que paso de un ritmo despacio y amoroso a uno frenético y sensual. Culminando con un beso en que los gemidos de ambos al llegar al orgasmo se unieron, un par de embestidas más por parte de Yagami, esconde su rostro entre el hombro y cuello de su amante, respiran de forma agitada los dos.

 

-Maldita sea… - farfulle el pelirrojo que se separa tumbándose al lado del chico de ojos avellana

- ¿Ahora qué? – pregunta divertido y se acomoda de lado acariciando el abdomen ajeno dando un par de besos al pectoral a su alcance, siente como la mano de Iori le atrae contra si de forma protectora

- Nada… es solo que… a tu lado me siento diferente – no le miraba, le costaba hablar de sus sentimientos, a sabiendas de esto Kyo solo le escucha – yo… - traga saliva y le mira directo a los ojos – te amo… - después de decirlo desvía la mirada nuevamente

- Yo también te amo Iori… - besa su mejilla, ante eso las orbes azules se posan en las bellas gemas avellana

- Feliz cumpleaños – le atrae contra si en un abrazo protector que pese a no ser el primero tampoco sería el último de ese día en adelante.

 


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