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Cuidando de Severus (One shot). por Sly90

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Un chico alto y delgado, de melena rubia, entró en la enfermería de Hogwarts. Otra vez le habían dado una paliza a Severus. No podía ser… aquellos Gryffindors eran unos cobardes, lo atacaban en grupo. Pero él lo solucionaría. Vaya si lo solucionaría, se iban a enterar.

-Quiero ver a Severus –le dijo el rubio a la enfermera, con cierta chulería y señalando su placa de prefecto.

La señora Pomfrey le dejó pasar.

El muchacho de cabellos negros estaba acostado en una de las camas, pero no dormía. Un amago de sonrisa se dibujó en sus labios al ver que su amigo había ido a visitarlo.

-Estoy aquí, Severus –dijo el rubio.

-Ya te veo, Lucius, no estoy ciego.

Lucius esbozó una sonrisa ladeada y añadió:

-Ya. Lo que quería decir es que te ayudaré a librarte de esos cabrones. No volverán a molestarte.

-¿Cómo?

Lucius se encogió de hombros y respondió, simplemente:

-Artes Oscuras.

El rubio se sentó en una silla, al lado de la cama.

-¿Ha venido alguien más a verte? –quiso saber.

-Lily –contestó Severus.

-Ah, ya –Lucius adoptó una expresión de desagrado -. No sé cómo puedes ser su amigo, y sobre todo, no sé cómo puede gustarte. Estás pillado por ella. Lo sé.

Severus desvió la mirada. No iba a negarlo, pero tampoco iba a explicarle por qué.

-Aun dejando a un lado el tema de la sangre, ella te ve como un amigo –añadió Lucius-. Nada más. Pierdes el tiempo.

-Cállate –pidió Severus-. No sé a qué has venido.

Le había afectado enormemente el último comentario de Lucius, pero no se lo haría saber. El rubio esbozó una encantadora sonrisa y contestó:

-A hacerte compañía, por supuesto.

Y eso hizo hasta que Severus salió de la enfermería. Cuando eso sucedió, el de pelo negro aun no se encontraba recuperado del todo. Y Lucius sentía que debía cuidar de él. Severus nunca había recibido casi ningún cariño por parte de nadie; sus padres tenían problemas y no lo cuidaban bien. Y Lucius creía que debía hacer algo al respecto.

-Ven, Severus, yo te ayudo –le dijo el rubio-. Ven conmigo, me tienes a mí.

El menor tenía el brazo derecho en cabestrillo. Con unas pociones se le quedaría como nuevo, pero eso llevaba su tiempo.

-No necesito a nadie –contestó bruscamente-. No necesito que me cuide nadie.

Lucius sonrió, con comprensión.

-Sé que eres capaz de defenderte tú solo, de arreglártelas solo –respondió -. Eres fuerte, pero ahora estás malito y procuraré hacerte la vida más sencilla. Ya es bastante complicada por sí sola, ¿no crees?

Severus no contestó. Lucius tenía tal palabrería… siempre sabía qué decir, cómo convencer a los demás. Caminaron por uno de los pasillos del colegio.

-¿Adónde vamos? –preguntó Severus.

-Ahora mismo lo verás.

El menor no insistió. Pronto llegaron a una gran sala en la que él nunca había estado. En el centro había una bañera grandísima, que más bien se podría decir que era una piscina.

-Es el baño de prefectos –explicó Lucius entonces.

-¿Y para qué me traes aquí? –preguntó Severus, con aspereza.

El rubio esbozó una sonrisa ladeada.

-Es obvio, ¿no? –contestó-. Para darnos un baño.

-Yo no puedo estar aquí. Tengo que usar los baños de la sala común. No soy prefecto.

Lucius sacó un pergamino y una pluma de la mochila y escribió: “Fuera de servicio”. A continuación, usó la magia para pegar ese pergamino en la puerta, por fuera.

-Así no vendrá nadie –explicó-. Nadie se enterará.

Y por si no era suficiente con aquello, realizó un hechizo para que la puerta no pudiese ser abierta desde fuera.

Acto seguido, Lucius se quitó tranquilamente la túnica, el jersey y la camisa mientras Severus esperaba allí de pie, sin saber qué hacer. El rubio se acercó a él y le ayudó a quitarse la túnica.

-¿Qué haces? –preguntó Severus.

-Oh, vamos, ¿no irás a bañarte con la túnica puesta, ¿no?

-No, pero yo me baño después de ti.

Lucius terminó de quitarle la túnica a su amigo, la dobló, y la dejó delicadamente al borde de la bañera.

-Necesitas ayuda –sentenció-. Nos bañaremos juntos. Hay confianza.

-¡No necesito ayuda!

Lucius colocó sus manos sobre los hombros de su amigo.

-La necesitas. ¿Qué te pasa? ¿De qué tienes miedo? –lo miró a los ojos-. No voy a reírme de tu cuerpo. No pasa nada. Tranquilo… Confía en mí, somos amigos.

Severus no dijo nada.

-Nunca dejaré que te pase nada malo –añadió Lucius-. Confía en mí.

El menor siguió en silencio, pero no opuso ninguna resistencia cuando su amigo le ayudó a quitarle el jersey y la camisa. Acto seguido, Lucius hizo un hechizo que protegería del agua el vendaje del brazo de Severus. Luego se descalzó y se quitó los pantalones y los calzoncillos, como si nada. El menor evitó mirarlo. El rubio le ayudó a descalzarse, pero cuando Severus notó la mano de éste en la cintura del pantalón, dio un paso hacia atrás.

-Sé quitarme los pantalones yo solo –dijo.

Lucius no insistió. Severus se quitó los pantalones y los calzoncillos ayudándose de la mano izquierda. Era diestro, así que tardó un poco más que de costumbre. Lucius miró disimuladamente el miembro de su amigo durante un segundo para luego mirarlo a la cara y ofrecerle su ayuda para meterse en la bañera.

Una vez que estuvieron dentro, Lucius se enjabonó, y Severus trató de hacer lo mismo, aunque le resultaba algo complicado al no estar acostumbrado a usar la mano izquierda. Cuando se dio cuenta, Lucius le estaba echando champú en el pelo.

-Puedo hacerlo yo –protestó Severus.

-Relájate. Estás convaleciente. Yo te ayudo.

Lucius le frotó el champú en la cabeza y se la aclaró. Luego le ayudó a enjabonarse la espalda, los brazos y el torso, frotando con una esponja. Y a continuación, les tocó el turno a las piernas. Severus estaba más tranquilo de lo que se habría esperado; su amigo sólo lo estaba ayudando… Hasta que notó la esponja contra su pene.

-¡Eso puedo hacerlo! –protestó.

-Tranquilo… -dijo Lucius, con voz suave.

Sujetó la muñeca izquierda de Severus; no quería que ofreciese resistencia. Y continuó con lo que estaba haciendo, le frotó completamente el pene con la esponja y luego pasó a los testículos.

-¡Déjame! –gritó Severus.

-Tranquilo… -repitió Lucius-. Tranquilo. No quiero que descuides tu higiene. Relájate.

Le dio un abrazo para que se tranquilizase, y lo consiguió.

El rubio se colocó enfrente de su amigo. Y lo besó en la frente. Colocó las manos en su espalda y lo acercó hacia sí. Luego, le pasó la esponja entre los glúteos. El menor emitió un quejido, pero nada más. Esa fue su única protesta.

Lucius salió de la bañera, se secó con una toalla y se cubrió con ella. Hizo un hechizo para secarse el pelo. Y a continuación, le tendió una mano a Severus para ayudarle a salir. Le pasó una toalla por los hombros y le secó la cabeza, primero con la toalla y luego con el hechizo.

-Siéntate –le pidió.

Severus obedeció, se sentó en el borde de la bañera. Y lo que sucedió a continuación no se lo esperaba; Lucius volvió a tocarle el miembro.

-¿Qué haces ahora? –protestó el menor-. Se suponía que me ayudabas a bañarme, ¿qué es lo que estás haciendo ahora?

-Algo que tu querida Evans no va a hacerte –respondió Lucius-. Te demuestro que yo sí que me preocupo por ti, te cuido y hago que sientas placer. Quiero que tu bienestar sea completo.

-¡Me gustan las chicas! –protestó Severus-. ¡No voy a follarte y no dejaré que me folles! ¡Vete de aquí!

Se bajó la toalla y se tapó la entrepierna con ella. Sin embargo, Lucius no se alteró.

-Sev, nene, ¿estás echando a un prefecto de un baño de prefectos? –observó, con una media sonrisa-. Yo tengo todo el derecho del mundo a estar aquí.

Al oír eso, Severus se puso de pie. Entonces, se iría él. Pero Lucius no se lo pondría tan fácil. Lo agarró. Ni siquiera necesitaba retenerlo mediante magia, él tenía más años, con lo cual, era más grande y más fuerte.

-Escucha una cosa, Sev –dijo el rubio-. A mí me gustan las chicas, como a ti. No voy a tener una relación sexual completa contigo, no voy a pedirte que te me ofrezcas de esa manera. No vamos a follar. Sólo voy a estimularte.

-No te lo he pedido –repuso el menor, con crudeza-. No quiero que un tío me haga una paja. Prefiero un millón de veces hacérmela yo.

Lucius siguió agarrando a su amigo, pero ahora, además de sujetarlo lo abrazaba.

-¿Alguna vez te la ha chupado Evans? –preguntó, en un susurro-. No, ¿verdad?

-¿Y a ti qué te importa?

-Sí, me importa. Porque mereces experimentar esa sensación.

El rubio, de repente, tiró de la toalla que cubría a Severus y la dejó caer al suelo. Le agarró la mano izquierda para que no se tapase y se introdujo el miembro del menor en la boca.

El muchacho de pelo negro aún no tenía el miembro erecto, así que Lucius pudo introducirlo completamente en su boca. Si no, seguramente no le cabría entero.

El rubio continuó sujetando la mano izquierda de su amigo con una de sus manos, y con la otra, comenzó a masajearle los testículos. Sus labios le presionaban el miembro; y al mismo tiempo que el menor soltaba un gemido, Lucius notó cómo a su amigo se le endurecía el miembro y le aumentaba de tamaño.

Siguió moviendo la cabeza para estimular el miembro de su amigo con la boca, pero ahora, acariciando la base con la mano. Le pasó la lengua por la punta, y el menor volvió a gemir. El mayor repitió lo mismo y le masajeó los testículos.

Los minutos pasaban. Lucius continuaba chupando, cada vez más rápido, sintiendo su propia excitación al notar la fricción de sus labios contra el miembro de su amigo. El menor soltaba gemidos cada vez más profundos. No pensaba en nada, sólo se dejaba llevar por el placer.

-¡Lucius! ¡Me voy a correr!

El menor hizo esa advertencia porque temía que a su amigo le diera asco, pero nada más lejos de la realidad. Al oír eso, el mayor colocó sus manos en las caderas del otro, para acercarlo aun más hacia sí, y enseguida notó un cálido líquido en la boca.

Lucius tragó y se abrazó a su amigo.

-Tápate –le pidió-. No vayas a coger frío.

Severus obedeció, se cubrió con una toalla mientras Lucius se metía en uno de los baños y se masturbaba. No quería obligar a su amigo a hacerle eso, tal vez no le apeteciese. Enseguida acabó, se vistió y ayudó a su amigo a vestirse también. Lo abrazó, lo besó en el pelo y en la mejilla.

-Me tienes a mí, Severus –susurró el mayor-. Para todo. Para esto también. Si necesitas… desahogarte de esta manera, puedo repetirlo.

El menor se quedó en silencio. Lucius volvió a besarlo en la mejilla y declaró:

-Eres especial. No lo olvides nunca.


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