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Mechanical Lifeblood por CrawlingFiction

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Mechanical Lifeblood


Capítulo 1: Ojos raros


 


—Y, ¿entonces?, ¿te gusta? —preguntó el afable joven atento a los pasos lentos de HongBin inspeccionando el compacto pero acogedor espacio— Creo yo que, para un estudiante, está perfecto. Está cercano al supermercado y el metro. Hay un restaurante de comida china a unas cuadras, es buenísimo —el pelinegro sonreía satisfecho al ver como asentía embobado.


—Me encanta, y eso del restaurante me va genial. Que pereza cocinar —ambos rieron en complicidad juvenil. HakYeon parecía buen tipo, muy amable y sincero respecto a las condiciones del piso. No era una mansión ni tenía más que un par de muebles, pero iba como anillo al dedo a su ajustado presupuesto de estudiante universitario. Su anterior piso era un desastre. Su excompañero, Ravi, era un cerdo de primera categoría, sus duchas de diez segundos, la pila de platos sucios acumulados, —que nada tenían que envidiarle a la torre de Pisa— junto al costoso alquiler le mandaron por patas fuera de ahí. Tras probar suerte con los anuncios clasificados paró en ese apartamento blanco de muebles de cuerpo, nada mal para su módico precio. Cerca del metro, el supermercado y un chino, no era una oportunidad para desaprovechar— Realmente me agrada la decoración, señor HakYeon. Sin muchas niñerías.


—¡Oye!, ¡dime HakYeon solamente! Me haces sentir viejo —bromeó su futuro casero con un codazo, más bien, el hijo del casero. Según relató también vivía en el pequeño edificio por lo que, aunque no era titular, seguramente sería el sujeto que a golpes de escoba en el piso de arriba le pediría que se callara si hacía una fiesta a altas horas de la madrugada. ¿Fiestas? HongBin negó con la cabeza a sus mismos pensamientos. Corrección, le pediría que callara sus gritos histéricos al perder en sus videojuegos— Me alegra sea de tu agrado, el blanco lo hace ver más espacioso. El único detalle, como te dije, es que la calefacción está en la otra habitación, pero pasaría a la tuya por un extractor sin problemas —prometió rápidamente el pelinegro de piel morena y amplia sonrisa servicial. HongBin encogió de hombros restándole importancia.


—Se le toca la puerta y problema resuelto —HakYeon asintió con una risita— Por cierto, ¿dónde está?


—TaekWoonie está haciendo la compra. ¡Se dará la sorpresa de su vida al conocer a su nuevo compañero de piso! —exclamó entusiasta tomándole de los hombros para sacudirlo. HongBin incómodo se dejaba mangonear entre risitas— Porque es que te decidiste, ¿no? ¡Para ayudarte yo mismo a que te acomodes! —el joven lo meditó unos segundos más: bueno, bonito, barato, accesible, sólo tendría un casero algo excéntrico y un compañero de piso, que, según sus palabras, no sería problemático.


—Con la comida china me convenciste. Me lo quedo.


—¡Entonces déjame llamar para que nos traigan algo! ¿Tomas soju? El chop suey con soju es de lo mejor, te lo recomiendo al cien. Las dos mejores cosas de Asia, ¡juntas! ¿Cómo sería con sushi también? —parloteando lo arrastró fuera para firmar el contrato y ayudarle a buscar sus cajas donde fuera que las tuviera, no se negaría hasta de pagarle un taxi de ida y vuelta con tal de que se mudara ahí…


Tras un par de botellas y arroz con chop suey HakYeon le ayudó a desempacar, tampoco es que tuviera muchas cosas. HongBin ya se sentía mareado de escuchar al mayor hablarle de mil cosas a la vez y suspiró aliviado cuando finalmente se retiró prometiendo pasarse mañana temprano para invitarle a desayunar en una cafetería cercana que tenía el mejor latte vainilla de toda la ciudad.


—Joder, al fin silencio —bufó dejándose caer en la cama con cansancio. Lo bueno de mudarse a una semana de comenzar el nuevo semestre es que se daba oportunidad de descansar y amoldarse a su nuevo hogar y su parlanchín casero y vecino del piso de abajo. Ahora faltaba conocer a su compañero de piso, sólo rogaba que no fuera un Ravi 2.0, ya había aceptado perder el oído de tanto ruido y chismorreo, no quería perder el sentido del olfato también.


El movimiento del pomo de la puerta principal abrirse le hizo ponerse en guardia. ¿Sería HakYeon para invitarle a otro jodido lugar? ¿Sería su compañero? Abrió los ojos y se levantó de la cama para salir al corto pasillo.


—¡Hey! —saludó, pero algo le hizo parar en seco. En medio de la salita de estar un chico altísimo estaba de espaldas frente la mesa revisando unos envases sobre la mesa. Su espalda amplia y cabello negro alborotado que nada contrastaba por toda su vestimenta oscura fue lo primero que pudo discernir del desconocido— ¿Eres TaekWoon…? HakYeon me habló de ti. ¡Oh! Soy HongBin, mucho gusto —se presentó apresuradamente acercándose al chico para estirar la mano. El pelinegro giró ligeramente a un costado, examinándole momentáneamente. HongBin deformó su rostro amable en un gesto ofuscado.  Su piel era pálida enfermiza como el marfil y entre los cabellos despeinados de su flequillo fulgían sus ojos de antinatural celeste. Brillaban demasiado, como si fueran los ojos de un búho en medio de la penumbra nocturna. ¿Era posible eso? No parecía extranjero, caucásico, nada de eso. Pelo negro, ojos rasgados. Un coreano común y corriente, aunque muy atractivo, debía admitir. ¿Un modelo que usara lentes de contacto? El hombre parpadeó lentamente, era un gesto casi pensando a conciencia. HongBin salió de su ensimismamiento, ¿qué carajo pasaba?


—Soy Jung TaekWoon —una voz delicada y ligeramente temblorosa se hizo apenas escuchar. La mano de HongBin se quedó en el aire. TaekWoon tomó las bolsas y cruzó rápidamente a su lado chocando contra su hombro con torpeza. Fue como ser atropellado por una mole. Una de las bolsas se cayó desparramando su contenido a sus pies. Eran botes de aceites y lubricantes. El castaño se agachó para ayudarle a recoger, ignorando lo maleducado que era.


—¿Tienes un auto? Quizás tengas hasta dos, esto es lubricante como para tres años —intentó sacar tema recogiendo el par de envases cuadrangulares entregándoselos en las manos. Sus yemas rozaron accidentalmente la mano blanquecina de TaekWoon. Lo helada de su piel le hizo retirar los dedos en un acto reflejo.


—No entender, desconocido —se puso de pie y escabulló dando un portazo.


De rodillas en el suelo HongBin miró hacia la puerta cerrada casi que a sus narices.


—Qué tipo más raro…


 


••••••


Hacía ya dos semanas desde que había empezado el semestre en la universidad y no recordaba lo que se sentía llegar temprano a las clases y tomar pocas estaciones de metro. Realmente que su anterior vivienda había sido un calvario ¿Cómo diablos había acabado allí? Claro, recomendaciones de amigos. Al contrario que esta nueva oportunidad, fue él quien valiéndose del periódico dio con ese lugar. Había sido un golpe de suerte, pero no todo era color de rosa, o más bien, siempre habría algo de lo cual quejarse.


En una de sus ya típicas salidas a comer con su casero pudo saber un poco más sobre su compañero de piso, porque si fuese por boca propia apenas y se daría cuenta de que otro ser vivo aparte de él compartía su oxígeno. TaekWoon desaparecía al amanecer y volvía a la tarde a enclaustrarse en su habitación, que claro está, quedaba bajo llave en su ausencia. Había rechazado con su indiferencia toda propuesta de salir a comprar o conversar sobre repartición de tareas o todas esas cosas que hacen los compañeros de piso al conocerse. No le hablaba, siquiera le miraba y la única señal de su presencia era la luz parpadeante que se filtraba bajo la rendija de la puerta cerrada. ¿Sería de esos gamers espeluznantes que no comen por estar en la computadora? A HongBin le encantaban los videojuegos, pero de sólo imaginar a alguien tan tétrico tener su misma afición le hizo no desempacar la consola de su caja. Al menos parecía bañarse más que Ravi…


A boca de HakYeon era un tipo agradable, noble, confiable y de hermosa sonrisa. Ni idea de por qué un hombre le cotilleaba lo bello de la risa y lo magnético de los ojos azules de otro. Su casero también era un poco rarito. Pero sí, sus ojos eran un aditamento más misterioso a su persona. En los mínimos contactos visuales entre ambos no vio ni por asomo que no tuviera esas raras lentillas puestas. Ya le causaba algo de envidia que alguien tan asocial y odioso tuviera unos ojos tan bonitos…


Sacudió la cabeza y sacó la lengua en un gesto de asco. HakYeon le estaba contagiando sus ademanes. Dos cenas más y acabaría hablando hasta por los codos como él. No es que le dieran mala onda los homosexuales, ¡no sabía si su casero lo era! Pero, toda la situación de su compañero de piso psicópata le daba repelús.


Dejando de lado su curiosidad se removió en la cama. Era medianoche y el frío le castañeaba los dientes. Apenas iniciaba el otoño, el clima le estaba condenando la noche y sepultarse en sábanas no servía para nada. Se sentó sobre la colcha y frotó su cara con hastío. No ahora, no.


—¿TaekWoon? —llamó tocando la puerta. Las luces parpadeantes y un desagradable olor a gasolinera se despedían desde abajo. No escuchó respuesta alguna. Entornó los ojos y tocó más fuerte con los nudillos— ¡TaekWoon!, ¿puedes subirle a la calefacción? ¡Me congelo! —¿Sería capaz hasta de ignorarle de ese modo? Pegó la oreja de la madera escuchando el evidente ruido de cosas moviéndose. Cabreado golpeó la puerta e intentó abrir girando el pomo— ¡Deja de pasar de mí! ¡Súbele a esa cosa o lo haré yo mismo! —los extraños sonidos cesaron un segundo.


—Ocupado —dijo su vocecita. HongBin hervía de rabia. Se definía como un chico tranquilo, pero esto era el colmo de su paciencia y el frío que le haría orinarse encima no ayudaba a recobrarla. Detestaba la falta de modales, era un anciano en ese aspecto. Dando zancadas revolvió las alacenas de la cocina hasta dar con el objeto más preciado que tenía ahora y el único dato útil de entre la sarta de mierdas que parloteaba HakYeon: la llave maestra del apartamento. Regresó hasta la puerta de TaekWoon y metió la llave en la cerradura forzando esta hasta abrir la puerta. Al demonio la educación y los modales, si ese hombre le golpeaba por grosero al menos sería una reacción más normal.


Pateó para entrar, pero apenas y dio dos pasos. Abrió los ojos hasta casi salir de sus órbitas y dejó caer la pequeña llave al suelo.


—¿¡Qué haces!? —gritó entre el terror y la impresión. Iba a vomitar, a gritar, a huir corriendo, no sabía qué hacer. Su corazón acelerado se le iba a salir del pecho. TaekWoon sentado en medio del suelo y sin camisa se hurgaba tranquilamente el antebrazo con un delgado destornillador. Había pañuelos con sangre desperdigados en el suelo y un olor nauseabundo a gasolina. El ojizarco clavó su mirada a él y poco valió ese ínfimo contacto.


Lo último que recordó fue caer pesadamente al suelo y a ojos entrecerrados ver la imagen del rostro de TaekWoon y sus manos duras y frías tomarle de los hombros hasta nublarse esa estampa de su cabeza.


Se había desmayado.


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