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La Academia de los Irreales. por Quijano

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Notas del fanfic:

Debo reconocer que no soy gran fan del OoC, sin embargo, hace unos días me llegó esta idea ya que soy una fiel amante de las mitologías, y no podía imaginármela de una manera más apegada a sus personalidades reales, de cualquier manera intentaré que no sea drástico. No quiero que los personajes pierdan su esencia.

Es evidente que nada es nuevo, todo tiene algún precedente establecido, aunque sí hice ligeros cambios sobre los personajes mitológicos únicamente para que la historia tuviera más sentido.

 

Todavía no recuerdo cómo es que pensé en escribir algo como esto, aunque debo admitir que apenas llegó, me hizo mucha ilusión escribir sobre esta temática.

 

El primer capítulo es rápido, son introducciones y la manera en la que se conocen los personajes principales. Lamento que todo suceda de golpe. Los demás capítulos serán más pausados y detallados.

 

Los personajes le pertenecen a Masashi Kishimoto, únicamente los utilizo a modo de entretención y sin fines de lucro.

 

Notas del capitulo:

Todavía no estoy segura si será chan o no, en cualquier momento, si me decido por hacerlo lemon, lo pondré en advertencias.

Tengo una afición por las mitologías desde que tengo memoria, es por eso que me he dado a la tarea de mezclarlas para tener algo como lo que leerán a continuación. Cada uno de las especies mitológicas que lean aquí, verdaderamente tienen bases y pueden investigarlas. Me he tomado la libertad de cambiarles un par de cosas para poder amoldarlos a la historia, sobretodo en cosas como alimentación y comportamientos sociales, ya que no de todos es posible recabar tanta información.

 

Insisto que el OoC trataré de disminuirlo a lo menos posible, pero me será inevitable en algunas ocasiones.

 

Espero que les guste la idea que me ha nacido. Recientemente he decidido escribir de lleno, y no ha salido tan mal. Ya terminé la historia que estoy subiendo, y con la adaptación voy bastante bien, así que podré ponerle toda mi imaginación y empeño a esta.

 

Para los que me leen en mis otras historias, se darán cuenta que estos capítulos son más largos que mi promedio de 2,300 palabras, así que espero que esta lectura más larga no pierda el hilo y se entienda bien.

 

Sin más que decir por ahora, espero que disfruten mucho la introducción.

Alejada de todo el mundo. Situada en una isla suficientemente grande a la mitad del océano. Una isla fabricada, claro, y protegida para que nadie dé con ella. Ahí, oculta a simple vista, estaba la Academia de Los Irreales. Un lugar seguro para todas aquellas especies que no debieran existir, para todas las razas que se decían extintas o un mito.

Desde minotauros hasta vampiros, cada uno compartía un corto episodio de su vida con los demás. Formando lazos y aprendiendo todo lo que había que aprender de su especie.

Los únicos humanos que eran aceptados ahí, son aquellos que tienen sangre mágica corriendo por sus venas. Humanos que vivirían más del quíntuple que un humano promedio. Chicos y chicas que aprenderían la magia y hechicería como su estilo de vida.

 

En la entrada principal de una gran unidad situada en la parte trasera de la gran Academia, esperaba impaciente un chico alto, de piel tostada y ojos celestes. Sobre su rubio cabello podían apreciarse unas orejas de forma triangular y con la punta ligeramente redondeada con un tono de pelaje más parecido al pelirrojo que a su cabellera. También, podía notarse a simple vista, una cola gruesa con el mismo pelaje que las orejas, que, si bien caía, la punta misma se movía con singular alegría. En el rostro del joven también se discernían unas marcas en las mejillas. Bigotes.

Él esperaba impaciente a reunir el valor necesario para cruzar esa unidad y encontrar la pequeña casa que compartiría con otras razas de forma humanoide. Sabía que no compartiría habitación con ninguna sirena, su casa no tenía piscina, ni nada semejante. Aunque le daba terror. Sabía que las normas dictaban que las razas compartirían su dormitorio entre ellas, así que perfectamente podría llegar un hombre lobo ahí, o, peor aún, ¡un sucio reptil escamado y alado!

Se forzó a relajarse, pues el pelo de la cola se había erizado y la cola, de por sí gruesa, se había ensanchado más, para dar la impresión de que su tamaño había aumentado. Sabía, también, que estaba estrictamente prohibido atacar otras especies, en cierta manera. En forma humana podías hacer lo que quisieras, pero estaba prohibido adquirir su forma animal y cazar a sus compañeros.

 

Suspiró pesadamente luego de meditar tanto la situación y se adentró a la unidad. Cientos de casas iguales, o al menos muy parecidas la mayoría. Podía distinguirse cuál tendría una sirena, o, quizás, un vampiro. Aquellas eran las únicas que tenían características diferentes.

Leyó la numeración hasta que, eventualmente, llegó a una casa de tres pisos, amplia y hermosa. Le agradó a simple vista ya que era de un tono naranjizo, lo que le recordó a su pelaje, y sonrió.

Abrió la puerta con cautela y olfateó buscando alguna otra forma de vida ya en la casa. Nada.

Le sorprendía ser el primero, dentro de todo el conocimiento que ya tenía, todavía le faltaba adquirir la puntualidad.

 

Asomó su cabeza a cada habitación, moviendo las orejas de manera constante, atento a cualquier ruido que pudiera avisarle que alguien se acercaba. Buscó la habitación más oscura y fría, ya que por su pelaje espeso y largo no podría soportar las condiciones calurosas en ningún sitio, y ahí se acomodó.

En total tendría cinco compañeros, y solo podía desear que ninguno fuera un depredador natural de su raza.

Se enroscó, simulando la posición fetal humana, sobre la cama que yacía ahí, y sobre las cobijas se quedó dormido.

 

.

.

.

 

Tres días después, el rubio permanecía en su madriguera, saliendo solo a proveerse de alimentos y posteriormente regresaba. Ponía música a un volumen que no lastimara sus oídos y disfrutaba de la calma y soledad que le habían otorgado sus compañeros al no presentarse aún.

 

Sacó de su maleta un paquete de galletas. Si bien era cierto que aquello era comida humana, eran mucho mejores que los premios caninos que ellos solían regalarle cuando era más joven.

 

El chico provenía de un pequeño poblado muy alejado de Kioto. Escondido entre los bosques y montañas. En aquél poblado, los humanos y su especie convivían en completa armonía. La gente les brindaba protección de los foráneos, alimento cuando era invierno y todo aquello que pudieran requerir. Incluyendo cuidados de los más jóvenes. Y su raza regresaba esos favores con magia curativa, dándoles una esperanza de vida mayor y menos enfermedades.

 

Comía con parsimonia la galleta de canela hasta que su olfato lo alertó de una visita indeseada en su madriguera. Demasiado tarde.

Elevó la vista a la defensiva, mientras su cola se erizaba y estaba listo para lanzarse al ataque.

 

-       Está prohibido atacar a tus compañeros – avisó la voz del intruso. Un joven ciertamente bello, de facciones finas, una piel blanca, sin arrugas, ni marcas. Sus ojos blancos fueron lo primero que desconcertaron al rubio, provocándole curiosidad. Cabello largo, castaño y que llevaba suelto. Y, por sobre este, se notaban dos orejas largas y afiladas.

-       Elfo – susurró relajando sus músculos y olvidando sus intenciones previas.

-       Lamento haberte asustado.

-       Está bien, ¿quién eres? – replicó con calma. Desde hacía cientos, quizás miles de años, su especie y la del chico habían sido amigas. Sabía que no representaba ningún peligro.

-       Mi nombre es Neji Hyuga.

-       Naruto Uzumaki – contestó con una sonrisa inquieta. Moría de ganas por cuestionar al castaño respecto a sus ojos. Sintió la mirada inquisitoria del joven sobre él, como si esperara algo más. –. Soy un Kitsune.

-       Eso explica tu apariencia. Nunca había conocido a uno en forma humana.

 

Naruto se rascó la mejilla con las uñas, del mismo modo que lo hubiera hecho en su forma animal, cosa que hizo sonreír al recién llegado.

 

-       ¿Por qué tus ojos son blancos? ¿Eres ciego? Nunca había visto a un elfo con ojos así – declaró el zorro con intriga. No podía contenerse más.

El elfo lo miró unos segundos, indeciso sobre qué pensar al respecto de su compañero, pero al final optó por responder: – Toda mi familia tiene ojos blancos, aunque son una tonalidad extraña. No, no soy ciego. Te veo perfectamente, ¿no lo dije antes?

 

Naruto sonrió traviesamente al castaño y comenzó a reír sonoramente. Imaginó que sería la primera vez que alguien lo interrogaba al respecto, después de todo, los zorros se volvían un poco más prudentes con el paso del tiempo. Cosa que a él todavía le faltaba.

 

-       Como sea. Seremos compañeros de dormitorio, así que quería venir a saludar.

-       Tomarás la primera habitación del segundo piso del lado izquierdo, ¿cierto? Es más oscura que las demás – atajó el zorro, siendo impertinente de nuevo.

-       Sí, ya me instalé ahí. Escuché que tendremos un compañero único.

-       ¿Único?

-       Sí. No sé de qué especie.

 

Naruto lo pensó unos segundos en silencio. Los hombres lobo eran muy normales en esa academia. Los elfos, las sirenas, los atlantes, las hadas y los duendes también. Incluso los vampiros superaban el número de kitsunes que entraban cada año. Por debajo de su especie podía encontrar a los humanos, los dragones, druidas, fénix y arcontes, eran especies que rara vez se veían ahí. Aunque aún había excepciones.

 

-       No me importa lo que sea, mientras no sea un dragón.

 

El elfo pareció mirar a Naruto de manera enigmática, como si su comentario fuese un código que no sabía descifrar: – Son depredadores naturales de mi especie. Preferiría evitar confrontamientos.

Y con esa corta explicación, el ojiblanco asintió, comprendiendo a lo que se refería el zorro.

 

Neji salió de la habitación con el mismo sigilo que tuvo al entrar, y el kistune se quedó solo nuevamente. Estaba decidido a enroscarse sobre una frazada de tela suave y dormir un largo rato.

 

Lo había conseguido, había podido descansar un par de horas hasta que un olor peculiar inundó sus sentidos, su pelo se erizó, las orejas se respingaron, buscando alguna alerta. Se irguió y observó la puerta en silencio, aunque mostrando los dientes, especialmente los afilados colmillos. Estaba especialmente nervioso, y aun nadie había entrado a su habitación de nuevo.

La puerta se abrió lentamente, y escuchó, al otro lado, un olfateo agresivo y constante. No sintió intenciones negativas, pero no conseguía calmarse.

 

-       ¡No me equivocaba! – espetó un chico de cabello castaño, corto, ojos negros y de pupila delgada. Su forma humana había adoptado dos marcas sobre las mejillas, por algún motivo desconocido, y mostraba una sonrisa burlona, y en ella vislumbró colmillos puntiagudos. –. ¡Eres un zorro!

-       De todas las especies con las que podían juntarme, tenía que ser un perro – se quejó Naruto con verdadera molestia. Se sentía incómodo. Era su madriguera y tenía a un lobo ahí, mirándolo, y no tenía a donde correr porque él cubría la puerta.

-       ¡Mira, Suigetsu! ¡Ven a ver esto! – llamó a alguien más.

 

Un joven de piel blanca, de porcelana, ojos violetas y cabello blanco como la nieve, se asomó. Aquello no le daba buena espina, aunque no reconocía el olor.

 

-       ¿Hmm? ¿Qué es esto? – cuestionó el peliblanco mirando con intensidad al rubio.

-       Es un pequeño e indefenso zorro – aseguró el lobo con la misma sonrisa.

-       Me llamo Naruto – atacó a la defensiva, como si aquello pudiera evitar lo que fuera que se aproximara.

-       ¿Un zorro? Nunca había visto a un Kitsune. En las montañas donde vivo no suele haber ninguno.

-       Lo sé. Nunca lo he visto cuando te visito. Aunque en el camino de mi manada, a tu cueva, sí que he visto algunos.

-       ¿Tu… cueva? – Naruto tragó saliva fuertemente. Sus sentidos se habían vuelto locos. La sonrisa que el lobo le dedicaba no le brindaba una pizca de seguridad de tenerlo cerca, pero escuchar que el ojivioleta vivía en una cueva, lo había dejado helado.

-       Soy un dragón.

 

¡Tenía que estar bromeando! ¿A quién podía habérsele ocurrido que sería una buena idea juntar a un zorro con un lobo y un dragón? Esas especies le daban caza a los Kitsunes desde que recordaba, y quizás desde antes.

 

-       Descuida – agregó el dragón con una mirada persistente. –. Seremos compañeros de piso, no sería correcto atacarte. Kiba solo está jugando contigo.

 

Los ojos azules se posaron sobre los negros con desconfianza.

 

-       Sí, eso es cierto. Yo soy Kiba Inuzuka. Un hombre lobo de quinta generación – aclaró orgulloso.

-       Y yo soy Suigetsu Houzuki. Lo siento si mi estúpido amigo te molestó. Es difícil enseñarle nuevos trucos a un perro viejo.

 

Aquella broma pareció hacerle cierta gracia al rubio, pues se relajó un poco y sonrió levemente.

 

-       ¡No soy un perro! ¡Soy un lobo! ¡Los estúpidos perros son descerebrados y domésticos! – rebatió el castaño con molestia.

-       Para mí suena igual a ti.

-       ¡Es como si yo te llamara iguana! ¡Huh! ¿Qué pensarías de eso?

-       Que no tendría sentido. Las iguanas no pueden volar. Tampoco tienen aliento de fuego.

 

Naruto observó aquella discusión casi divertido. No conocía en absoluto a ninguno de los chicos, pero sabía que no mentían cuando decían que no lo lastimarían.

Ambos siguieron discutiendo varios minutos más, hasta que parecieron decidir que habría ganado el dragón. Era lo más sensato, incluso su especie devoraba con frecuencia a los hombres lobo. Aunque también había ayudado el que habían escuchado nuevas voces provenientes de la primera planta.

Los tres jóvenes se miraron. Ambos amigos notaron inmediatamente la intriga del zorro, y lo poco que podía contenerla. Se hicieron a un lado, dejando el paso a la puerta libre y antes de notarlo, el rubio ya no estaba ahí.

 

El zorro se asomaba desde las escaleras sin ser detectado por los nuevos, y últimos, compañeros de piso. Un joven alto, quizás un metro noventa, con coleta de cabello larga y oscura, negra, de complexión sumamente delgada, pero cada músculo de su cuerpo tonificado. Sus facciones viriles, mandíbula cuadrada y rostro masculino. En el cuello, justo detrás de las orejas, se distinguían tres branquias que parecían no ser su única manera de respiración.

A un lado suyo, otro chico, mucho más bajo que él, de piel blanca y textura suave, cabello negro que llegaba a los hombros delgados. Un cuerpo casi frágil, y facciones finas.

 

-       ¿Hm? ¿Y ustedes qué son? – inquirió altanero el lobo desde atrás de Naruto, robándole el aire de un susto.

 

Kiba y Suigetsu pasaron del rubio y se acercaron a los desconocidos.

Naruto moría de curiosidad por saber todo de los nuevos compañeros que tendría. Al menos ellos no representaban un peligro para él, sin embargo, le inquietaba tener que acercarse más a esos extraños amigos.

 

-       Mago – contestó el más bajito. Aquella voz solo acrecentó las ganas de Naruto de acercarse a los chicos.

-       Atlante.

 

Y con ello no pudo pensarlo más. Se abalanzó sobre el chico con branquias. Su mente corría, invadiéndolo con miles de preguntas que necesitaba responder, aunque le costaba trabajo decidirse por alguna.

El mayor miró enarcando una ceja al rubio, contemplándolo en par de segundos.

 

-       ¿Un atlante? ¿Cómo es la Atlántida? ¿Cuánto tiempo puedes respirar el aire normal? ¿Qué tan rápido puedes nadar? ¿Cuáles son sus habilidades? ¿Por qué estás en la Academia? ¿Está muy lejos de aquí?...

 

Las preguntas no parecían detenerse. El rubio apenas podía contener su emoción, y su lengua comenzaba a atorarse, enrollando una pregunta con otra, provocando que rápidamente nadie pudiera comprender lo que decía. Antes de poder quejarse, todos escucharon la voz del rubio continuar con su interrogatorio, pero su boca había dejado de moverse.

 

-       ¡Naruto! – gritó Neji, bajando finalmente a detener al zorro. Al notar que Naruto no lo escuchaba, y los demás ya lucían aturdidos, se vio en la necesidad de acercarse más al Kitsune, tomando la punta de su cola con el puño completo. Naruto se detuvo en seco con una mirada de felicidad, y, con singular alegría, movió la cola furiosamente y se giró. El rubio quería jugar, y saciar su curiosidad, en ese mismo orden, pero la mirada seria de Neji solo consiguió que su cola cayera al suelo con cierta tristeza y su sonrisa se borrara del rostro. –. Estabas molestando a todos. Una pregunta a la vez.

-       S-sí… Lo siento – las orejas puntiagudas se escondieron entre el cabello rubio, la cola se enroscó ligeramente hacia adentro y sus pupilas se dilataron un poco. La expresión humana solo mostraba vergüenza y culpabilidad.

-       Lamento aquello – aseguró Neji mirando a todos. –. Está en su naturaleza buscar respuestas.

-       ¿Por qué tiene cola? – inquirió el mago.

-       Es un zorro, ¿qué no lo notas? – replicó Kiba.

-       Kitsune. No. Solo había visto en libros sobre ellos – aseguró mirando fijamente los ópalos que no se despegaban del mayor.

-       Yo tampoco conocía a ninguno en persona – añadió el atlante. –. La Atlántida es grande y hermosa. Puedo respirar con normalidad el oxígeno. Poseo ambos tipos de respiración. Mi último record fue de cincuenta kilómetros por hora. Muchas para decirlas ahora. Vine porque quise. No, aunque si cruzas el océano como yo, nada parece lejano. Obviamente como peces. No, nunca he probado la comida humana. Sí, había salido antes a la superficie. No, no conozco a más especies. Y… no recuerdo qué más preguntaste.

 

Aunque las respuestas eran cortas y precisas, Naruto percibió la bondad en ellas, emocionándolo nuevamente. Su cola comenzó a moverse lentamente, meciéndose de un lado a otro, sus orejas eran visibles de nuevo y sus pupilas se habían dilatado lo suficiente para que el gran iris azul apenas fuera apreciable ahora.

No le importaba no haber saciado toda su curiosidad todavía. Sabía que el atlante le respondería todas sus preguntas, aunque tendría que aprender a guardar la calma.

 

Kiba silbó a modo de impresión. Ni siquiera él conseguía recordar la mitad de lo que ese chico ya había respondido.

Todos miraron sorprendidos al joven, quien no parecía dejar de mirar al zorro, como si sus reacciones animales fueran un espectáculo que disfrutara.

 

-       Lo siento. Soy Naruto Uzumaki – se presentó, todavía con la mirada anhelante puesta en el mayor.

-       Shikamaru Nara – respondió asintiendo y, al fin, mirando a otro sitio.

-       Sasuke Uchiha – imitó el mago.

-       Suigetsu Houzuki. Dragón.

-       Kiba Inuzuka. Hombre Lobo.

-       Neji Hyuga. Elfo.

-       Una mezcla de razas muy interesante – afirmó Shikamaru.

-       ¿Es seguro que junten especies depredadoras con sus presas? – cuestionó Sasuke enarcando una ceja.

-       Lo es cuando tienes a un elfo y a un atlante en la casa – comenzó a responder Neji. –. Ambas especies somos neutrales, así que evitaremos los conflictos entre ustedes. O, en su defecto, siempre puedo curar sus heridas.

-       Pero, ¿no les preocupa?

-       No – respondieron Kiba y Suigetsu al mismo tiempo.

-       Sí – aunque Naruto también había respondido al unísono, todos lo miraron desconcertados.

-       Te aseguro que no tocaremos un solo pelo tuyo, zorrito – replicó Kiba burlón, nuevamente.

-       Lo sé. Pero no puedo mentir.

-       Los Kitsunes, por naturaleza, son sabios. No pueden mentir – explicó Neji al ver el rostro de incredulidad de los demás. El énfasis que había usado denotó que no se trataba de posibilidad, sino de permiso. –. Al ser también telepatas, les es imposible no decir lo que realmente piensan o desean.

-       ¿Y por qué no dejas que el zorro conteste? – inquirió Suigetsu, con el único fin de molestar.

-       Porque no les diré nada diferente a lo él dice. Los elfos y los Kitsunes hemos sido amigos por muchos años. Sé de su especie tanto como él de la mía – aseguró Naruto encogiéndose de hombros.

 

Los demás chicos se miraron entre sí. Percibían que ocultaban algo, aun cuando les habían dicho que el zorro no podía mentir. Pese a eso continuaron con una conversación muy corta respecto a las normas del dormitorio y luego de eso Sasuke y Shikamaru fueron a acomodarse en su propia habitación.

Kiba y Suigetsu entraron a la habitación del dragón, y Neji regresó a su cuarto oscuro.

Naruto, feliz y nervioso, al mismo tiempo, regresó a su madriguera, disfrutando de la fría brisa que entraba por las ventanas. Se recostó en la cama, en esta ocasión sin adoptar una posición instintiva, solo dejándose relajar, cerró los ojos suavemente y dejó fluir la electricidad que recorrió su columna. Abrió los ojos y todo lucía diferente. Con la pata trasera, blanca y pelirroja, se rascó el costado del hocico y posteriormente se acomodó al pie de la cama, flexionando las patas y dejando caer su cola frente a su rostro.

 

Notas finales:

Espero leer aunque sea un par de reviews de apoyo, ya que, aunque me entusiasma mucho esta idea, me da un poco de terror que no sea del agrado de nadie y me vea en la necesidad de truncarla y dedicar mi tiempo a alguna otra que pudiera llegar a imaginar.

 

Por ahora ya conocieron a los personajes y poco de sus actitudes y razas. Conforme la historia avance, saldrán a la luz más detalles en relación a sus especies.

 

Ojalá les haya gustado, aunque empiece rápido y con mucha información para un solo momento.

Por hoy, me despido, en un par de días volveré a actualizar otro de mis fics, y este lo mantendré como las demás. Actualizando, aproximadamente, cada dos semanas.

Bonita mañana, tarde, o noche.


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