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Invenciones fútiles por Aomame

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Invenciones fútiles

—¿Qué haces, capsicle?

—Nada en especial.

Tony frunció el ceño. Steve, desde hace un par de días, bajaba a menudo al taller y se quedaba ahí dibujando, mientras él trabajaba. Lo que Tony quería saber, era por qué bajaba, por qué se quedaba ahí, y qué era lo que dibujaba con tanta concentración.

Ya en una ocasión había intentado robarle el cuaderno, pero Steve rápidamente lo había puesto fuera de su alcance. Y el ingeniero, aún no encontraba dónde lo escondía cuando no estaba en la torre.

—¿Te molesto, Tony?

—¡No! Quiero decir, no. Es sólo que pienso que tendrías mejor luz en tu habitación.

Tony le había dado la habitación con entrada de más luz natural, precisamente porque sabía que a Steve le gustaba dibujar.

—Pero ahí no tengo nada que me interese dibujar.

Tony levantó la ceja, intrigado, pero sabía que no le sacaría ni una palabra más al capitán. Se encogió de hombros y volvió al trabajo.

Steve le dirigió una mirada y trazó la línea de su mandíbula con exactitud en el papel.

 

Ha pasado mucho, mucho tiempo, desde que he memorizado tu rostro.

 

—Tony, ¿estás bien?

—Sí, ¿por qué?

—No lo sé, has estado aquí por horas.

—Tienes la mejor pantalla para ver Star trek

Steve sonrió desde su escritorio. Tony comía patas fritas, recostado en su cama y mirando, efectivamente, esa serie de televisión que poco interés le generaba a Steve. Había llegado con su kit de dvd's e iba y venía, ya fuera por chatarra o para ir al baño.

—¿Te molesta que esté aquí, capsicle?

—No, Tony, sólo me preguntaba si no te estarías escondiendo de Pepper o algo por el estilo.

Tony rió, y negó. No, no se escondía. Estaba justo dónde quería estar.

 

Han sido cuatro horas hasta ahora desde que he deambulado por tu lugar.

 

—¡Hey, capsicle! ¿Qué haces despierto?

Steve levantó la vista. Había encontrado un cómic en la sala y a falta de algo más, se había puesto a leer, al tiempo que tomaba una taza de té

—No podía dormir.

Tony suspiró, bajó los últimos escalones que le faltaban y caminó hacia él.

—Yo tampoco.

—¿Quieres un té?

—No—se dejó caer en el sillón contiguo—, también tiene cafeína ¿sabes? No podré dormir.

Steve sonrió y se encogió de hombros.

—A mí me ayuda.

—¿Tuviste alguna pesadilla?

—Siempre.

—¿Qué fue?

Steve miró a Tony. Pero no quiso contarle, se recostó en el sofá e inventó que se trataba de unos marcianos que atacaban la ciudad. Tony rió y le quitó el cómic de las manos.

—Lo acabas de leer aquí, ¿verdad? Déjame ver.

Steve no se movió, sólo sonrió mientras veía como Tony leía buscando la referencia que él había hecho. Era agradable tener compañía, tener su compañía. Se sintió tranquilo y así, mirándole, se quedó dormido.

 

Y cuando duermo en tu sofá me siento a salvo.

 

Tony... oye, Tony...

Steve puso los brazos en jarras. Tony, una vez más, se había quedado dormido mientras trabajaba en el taller, sobre su mesa de trabajo y con un desarmador en una de las manos. La taza de café caliente, al parecer, no había cumplido con su cometido y roncaba sonoramente, al tiempo que babeaba la mesa.

—Despierta, Tony

Steve le sacudió ligeramente el hombro, pero Tony manoteó y murmuró algo en sueños. Resignado, Steve le quitó el desarmador y lo levantó de la mesa. Lo llevó en brazos hasta su habitación y le cubrió con las primeras mantas que encontró. El castaño despertó a la mitad del camino, pero fingió seguir durmiendo para no interrumpir el empeño del capitán. Sintió la colcha fría de su cama, y luego el arropo del otro. Sin dejar de fingir dormir y para ocultar el sonrojo en sus mejillas se sumergió en las mantas hasta la cabeza.

 

Y cuando traes las sabanas me cubro el rostro

 

Steve lo miró desde la puerta, enternecido.

—Dulces sueños, Tony.

 

Sí, te amo

 

Tony escuchó como se cerraba la puerta y se descubrió el rostro. Sonrió como un niño.

—Dulces sueños, Steve

 

Sí, te amo

 

—¿Cómo vas con eso, Tony?

El castaño levantó el rostro.

—Soy hábil con las manos cap, pero esto...

Steve rió. Tony estaba intentando aprender a tocar guitarra, sabía tocar muy bien el piano, había sido parte de su educación, pero siempre había tenido curiosidad por la guitarra, en especial por la música que le gusta escuchar.

Además, se había enterado de que Steve había aprendido en el ejército, simplemente no podía quedarse atrás.

—Déjame escuchar—pido Steve sentándose al lado del castaño.

Tony levantó una ceja y suspiró.

—Bien.

Comenzó y Steve cerró los ojos.

 

Y cuando tocas la guitarra escucho el zumbido de las cuerdas.

 

—Toca tú—pidió Tony después de esgrimir un par de acordes.

—No, Tony, hace tiempo que no toco una guitarra.

—Oh, vamos, a menos que Bucky haya mentido sobre esto.

—No mintió, pero...

—Vamos, cap, enséñame algo.

—Está bien, préstamela.

Tony sonrió y le entregó el instrumento. Luego, se acodó sobre sus piernas y vio como las cuerdas eran acariciadas por el capitán.

 

Y el metal vibra bajo tus dedos

 

—¿Lo aprendiste?

Tony se mordió el labio inferior no muy seguro. Pero tenía una memoria privilegiada, así que por supuesto que había aprendido el movimiento.

—¡Claro! ¡Pan comido! ¡Dame eso!

Steve le pasó la guitarra. Tony se tronó los dedos y se acomodó para tocar.

—¿Listo para ver mi genialidad? Ni Mozart sería tan bueno—bromeó el castaño.

Steve rió y asintió. Le miró quieto, embobado, encantado.

Tony ejecutó sin problemas la lección aprendida.

 

Y cuando haces un crochet me siento hipnotizado y orgulloso.

 

—Bien hecho.

Tony se encogió de hombros, como diciendo que era obvio que lo haría bien.

—Gracias por la lección.

—No hay de qué.

—Eres muy amable.

—No es amabilidad.

—¿Qué es entonces?

Steve tardó en contestar, es más no lo hizo, estiró la mano y le revolvió el cabello como si fuera un niño pequeño.

—Es hora de comer—dijo Steve y se puso de pie.

 

Y diría que te amo, pero decirlo en voz alta es difícil

 

Tony lo siguió con la mirada.

—Cap...

—¿Sí?

Tony lo miró, las palabras se le atoraron en la garganta. Terminó por bajar la vista y rasgó distraídamente la guitarra.

—Nada.

—Te gritaré cuando esté la comida.

—Sí... Gracias

 

Así que no lo diré para nada

 

—¿Mudarte? ¿Por qué?

—Estaré encubierto, es más sencillo así.

—Pero todo el maldito país te conoce, Steve, hay fotos tuyas en los jodidos libros de historia, en los museos, ¿cómo carajos pretendes pasar por encubierto?

—Ya me las arreglaré, no te preocupes por eso, Tony.

—¡No me preocupo, maldita sea, es que...!

—¿Es qué?

Tony se mordió el interior de la mejilla, se tragó lo que quería decir, pero eso que quería decir se le hizo nudo en la garganta, así que se limitó a negar.

Steve suspiró.

—Es lo mejor—dijo y pensó, que era algo que tenía que hacer antes de que no pudiera controlar por más tiempo lo que sentía.

 

Y no me quedaré por mucho

 

—¿No te despedirás, Tony?

Rhodey lo miró desde la puerta del taller.

—No.

—Pero, Tony...

—¡Dije qué no, carajo! ¡Déjame, estoy trabajando!

Rhodey aguardó unos segundos y después, se fue.

Tony volvió a su armadura. Pero mientras ajustaba una tuerca se le nublo la vista, las lágrimas le impedían ver. Furioso, lloroso, aventó la llave que tenía en la mano contra su propia armadura. Caminó en círculos y se limpió las lágrimas con ese mismo enojo que no sabía de donde venía.

De pronto, se detuvo. Un segundo después, echó a correr.

Cuando llegó, el taxi de Steve acababa de arrancar. Y él simplemente se quedó atrás de todos. Sintió como si algo estuviera muriendo, algo que no sabía que respiraba.

 

Pero tú eres la vida que he necesitado todo este tiempo

 

—¿Por qué no le llamas?

Bucky se sentó a su lado y hojeó uno de los blog de dibujo de su amigo.

—¿Qué puedo decirle?

—Eso no lo sé... lo que quieras.

Marcó. Tony contestó.

—Aquí todo bien—dijo el castaño, su voz sonaba entusiasta, tranquila— ¿Qué tal allá?

—Bien, también. ¿Tú, cómo estás?

—De maravilla. ¿Qué, me extrañas? ¿Por eso me llamaste?—Tony echo a reír del otro lado de la bocina.

—Sí, algo así. Era divertido sacarte de quicio.

—Ohh, capitán... también era divertido para mi sacarte de quicio.

Rieron.

—Por cierto, cap, convertí tu habitación en almacén de piezas. ¿No te molesta, verdad? No es como si pensaras volver ¿o sí?

—No, Tony, está bien. Es tú casa.

—Perfecto. Hasta luego, cap.

—Hasta luego, Tony, sigue divirtiéndote.

—Sin tu corrección léxica diaria, créeme que lo hago.

Colgaron.

Steve sonrió melancólicamente.

 

Pienso en ti como en un hermano, aunque suene tonto

 

Tony presionó el botón de final de llamada. Y se quedó ahí, mirando la pantalla que poco a poco se tornó tan oscura que le permitió ver su imagen.

Había sonado alegre, despreocupado, como si no le importara.

Apretó el teléfono entre sus manos y suspiró.

Pero la verdad, la verdad era que... que...

 

Las palabras son invenciones fútiles.

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado.


Sigo en modo Song fic.


Está vez Futile Devices de Sufjan Stevens


La canción aparece en el soundtrack de Call me by your name ¿Ya la vieron? Si no la han visto, veanla, es, probablemente, de las películas más hermosas que he visto en mi renegada vida. Preciosa, de verdad. Se las recomiendo ampliamente.


No debería decir esto, pero la canción es un spoiler del tamaño del mundo, pero también es hermosa.


¡Nos estamos leyendo!


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