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La complicidad de las hermanas por MissWriterZK

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Notas del capitulo:

La gran mayoría del capítulo es lemon o lime. Espero que les guste, es mi primer lemon yuri, de hecho no quise profundizar mucho más porque no es algo que domine. No duden en comentar y expresar sus opiniones, si tienen algún consejo o crítica los aceptaré gustosamente.

La joven iba caminando por el pasillo rumbo a las escaleras, cuando una voz la detuvo, volteó con rapidez, la dueña de la voz que le suplicaba ayuda era alguien a quien jamás le negaría algo.

— ¿Me ayudas a subir esto? — iba cargada con inmensidad de libros que ocupaban todos sus brazos y casi tapaban su campo visual.

— Trae aquí— cogí la mayoría de libros sin esfuerzo y comenzamos a subir las escaleras, me limitaba a seguirla, ella me guiaba y maravillaba mi vista y olfato gracias a su cuerpo y perfume. Notaba como mi corazón se aceleraba y latía con una fuerza mayor, mis ojos analizaban cada rincón de su cuerpo, sentía como mi boca se secaba por momentos y me mordía el labio inconscientemente.

Finalmente, mi tortura llegó a su fin al llegar a la habitación en la que dejaríamos los libros, una vez que los colocamos en su lugar correspondiente de cada estantería, procedí a cobrar mi premio.

— Hey, merezco una recompensa, ¿no lo crees? — susurré con una lentitud mortal contra su oído, pegándola al filo de la mesa.

Sus ojos estaban clavados en los míos, estaba bajo el poder de mi magnetismo, con delicadeza la tumbé sobre el mueble y la contemplé sin disimulo, todo en ella encendía cada rincón de mi cuerpo. Me dirigí a sus labios y los besé con una pasión desenfrenada, ella abrió su boca esperando que mi lengua entrara y le provocara una oleada de placer con cada movimiento, le concedí su deseo, volviendo nuestro apasionado beso en un beso mucho más candente, sugerente y erótico.

Sus manos no estaban quietas, recorrían cada milímetro de mi cuerpo, con gran maestría comenzó a meter sus manos bajo mi camisa y acarició con suavidad toda mi espalda en forma de advertencia, justo antes de meter la otra mano y proceder a arañar todo el recorrido que acababa de trazar, sus uñas penetraban mi piel provocándome una oleada de sensaciones contradictorias en donde el dolor se mezclaba con el placer, el resultado era la curvatura de mi espalda pidiendo más agresividad y mis labios separándose de los suyos en búsqueda de oxígeno, al mismo tiempo que un erótico gemido se escapaba de ellos.

No iba a ser la única en recibir placer, empecé a desabrochar su camisa de botones, pero debido a mi escasa habilidad a la hora de abrochar y desabrochar, terminé sacándosela por la cabeza. Mis uñas trazaban varias formas a lo largo de su abdomen plano, que se tensaba cada vez que sentía mi cálido aliento contra su cuello. Besando su cuello y bailando con mis dedos por cada centímetro de su torso la estaba haciendo enloquecer, ella se limitaba a desordenar mi cabello y a morderme con algo de fuerza, lo cual también me incitaba a continuar.

Volví a tomar sus labios con avidez, mis manos esta vez se detuvieron en sus senos perfectos, suaves y pálidos, no lograba entender por qué decía que mis pechos eran mejores, pues yo prefería los suyos sin dudarlo. Desabroché su sostén y lo mandé lejos de un manotazo, ese trozo de tela solo estorbaba en estos momentos, ella sonrió entre besos al ver mi expresión triunfante tras haberla despojado de toda la ropa de su parte de arriba.

— Ahora me toca a mí, permíteme satisfacer tus deseos más masoquistas— me susurró con lujuria, mordiendo el lóbulo de mi oreja, haciendo que perdiera toda mi fuerza.

Las posiciones cambiaron, ella se incorporó y me llevó contra la pared, para más tarde estamparme contra ella sin demasiada delicadeza, tal y como me gustaba, un gemido se volvió a escapar de mis labios y ella, sonriente los tomó con dulzura, mientras con sus manos cálidas iba desabrochando esa estúpida camisa del uniforme escolar que aún portábamos.

El contacto de su piel tan cálida y mi piel gélida por naturaleza produjo en mi interior una descarga eléctrica que recorrió toda la inmensidad de mi cuerpo.

Se quedó totalmente embelesada cuando vio mi abdomen plano y separado gracias a las abdominales que me recomendó el entrenador, nada marcadas, aunque sí separadas por una sexy línea que invitaba a recorrerla con la lengua, y mis senos, mayores que los suyos y según ella perfectos para ser una actriz porno. Lo que más me sorprendía de ella es que a pesar de su timidez natural, a la hora de esos momentos era bastante lanzada, acababa de despojarme de mi brasier, tal y como yo hice con ella.

Presionó mis muñecas contra el muro, mientras se aproximaba a mi clavícula, comenzó a lamer mi cuello y terminó mordiéndolo con una fuerza mayor a la habitual, parecía que sí que quería satisfacer mis más oscuras debilidades.

— Se supone que yo soy quien dirige…— protesté inútilmente, una dominatrix masoquista, toda una contradicción y una realidad en mi cuerpo.

— Siempre me haces gozar hasta que no puedo más, no está mal que algunas veces tú recibas ciertas atenciones— dijo sonriendo con sensualidad y liberando a mis muñecas de su opresión, fue directamente a mis senos, lo que provocó que contuviera la respiración, sabía a la perfección lo que iba a suceder.

Tal y como supuse, mordió uno de mis pezones en una acción más bien animal que pasional, pero eso no importó, el dolor llegó y junto con él, el placer. Instintivamente me aferré a su espalda y gemí con más fuerza que las veces anteriores. Una vez cumplido su objetivo, se relajó y yo volví a tomar la iniciativa, alzándola en mis brazos, dispuesta a llevarla a nuestra habitación para continuar lo que empezamos.

— Espera… no sé si hay alguien en casa— me advirtió inútilmente.

— Tranquila… tu padre y mi madre no volverán hoy a casa, podemos extendernos todo lo que queramos, nadie notará nada. Hace tiempo que no hacemos nada, llevo conteniéndome mucho tiempo y no pienso dejarte ir, voy a hacer que supliques más, que ruegues que siga, que grites mi nombre tantas veces como desee.

— ¡Pero si solo hace un día que no hacemos nada!

— Un día es una eternidad, princesa. Así que, ¿querrías ser la culpable de mi insomnio esta noche? ¿O quizá quieres seguir poniendo a prueba mi paciencia? Ya sabes que siempre obtengo lo que quiero y ahora mismo lo que más amo y deseo eres tú.

El camino llegó a su fin y la dejé con delicadeza sobre la cama, todo su rostro estaba totalmente rojo debido a mis palabras, pero con su mirada cargada de amor y pasión me permitía cumplir mis deseos.

— Ya sabes que una vez que cierres tus ojos te dejarás invadir por el placer que te voy a dar, mis manos recorriendo tu cuerpo, tus zonas más sensibles, mis labios y mi lengua jugando y experimentando y tu cuerpo temblando, deseando y esperando cada nuevo movimiento que yo decida hacer. Te tendré totalmente hipnotizada, totalmente sumisa y tú y yo seremos un mismo ser— decía hechizante, acariciando la parte interior de sus muslos, jugando con la tela de su ropa interior, volviéndola loca, recorriendo sus senos con mi lengua, mordisqueando de vez en cuando, los suspiros convertidos en gemidos inundaban la habitación encendiéndome.

De un simple tirón la liberé de ambas prendas que la alejaban de la desnudez, ella ni se inmutó, estaba bajo el hechizo más poderoso, la pasión. Volví a besarla con pasión, ella me quitaba la parte inferior de mi uniforme y mientras, yo recorría todo su cuerpo con mis uñas, desde la clavícula, hasta su intimidad. Ella temblaba, pero no desistía en desnudarme. Yo misma me desnudé de una forma que parecía su victoria frente a mi uniforme, así conseguiría que su mente volara y su cuerpo se centrara en las sensaciones y no en algo en concreto.

— Cuéntame al oído qué es lo que quieres que te haga, dime al oído que es lo que quieres— susurré traviesa y sugerente, lamiendo su oído y besando su cuello.

— Tú eres todo lo que deseo, solo quiero que me des todo lo que tengas. Te amo y no me arrepiento de nada de lo que hemos hecho— su mirada de zafiro reflejaba a un océano en una noche de tormenta, me pedía más, me necesitaba, rogaba mi atención.

Tragué saliva para aliviar toda la excitación que sentía en esos momentos. Sus últimas palabras me tomaron por sorpresa, no se arrepentía, me aceptaba y me amaba sin importar nuestra relación. A veces me pregunto qué hubiera pasado si mi madre no se hubiera casado con su padre hace dos años, al principio era muy tímida, pero con el paso del tiempo se fue volviendo energética y sonriente; yo dejé de aislarme y comencé a intentar comprenderla, a conocer sus gustos, a complacerla, como hermana mayor tenía que saber bastante de mi hermana pequeña por un par de meses.

La lujuria inundaba nuestros seres y no perdí más tiempo en nimiedades, me aproximé a su intimidad y sumergí mi boca dentro de ella, Naomi levantó su cadera permitiéndome tener una mayor envergadura y un mejor contacto, yo la atraje con fuerza tirando de su cintura, ella se retorcía deliciosamente y comenzaba a gemir mi nombre, ahogado algunas veces al morderse su dedo para disimular sus gemidos.

— Nadie va a escuchar nada, no te contengas. Ya veremos si eres capaz de seguir aguantando tus gemidos por más tiempo— dije antes de introducir dos dedos en su interior mientras que con mi lengua acariciaba su clítoris y con la otra mano libre me dedicaba a acariciar la parte baja de su espalda, sus glúteos y sus muslos. La respuesta fue un gemido sonoro e imposible de contener, las paredes de su vagina comenzaban a apretarme, parecía que se aproximaba al orgasmo, decidí meter un tercer dedo y aumentar el ritmo de mi lengua y dedos.

Su respiración se agitó y se hizo cada vez más sonora e irregular, curvaba su espalda, mordía sus labios con deseo y se aferraba a las sábanas, el orgasmo estaba a punto de hacerse presente así que puse fin a su “tortura” pellizcando uno de sus pezones, provocando que esa descarga eléctrica directa a su clítoris y todas las demás estimulaciones la llevaran a uno de los mejores y más fuertes orgasmos que ha tenido. Sentía como sus uñas penetraban la piel de su espalda, los fluidos inundaban su interior y como sus paredes temblorosas me dejaban volver a moverme con libertad, saqué los dedos con suavidad y dejé que recuperara el aliento, besándola con dulzura en sus labios y después en su frente humedecida por el sudor.

Me tumbé a su lado y la abracé por la espalda, haciendo que temblara en el instante en el que nuestros cuerpos desnudos entraron en contacto, con mis manos jugaba con su largo cabello castaño medio y con mis labios besaba su espalda, cuello, hombros, todo en ella merecía ser besado y recibir la misma atención.

— Me encantas cuando eres tan cuidadosa, cariñosa y abierta, normalmente eres tan fría y distante que nadie se acerca a ti— me dijo con una voz todavía temblorosa, pues no terminaba de recuperarse.

— Eres la única que me ve tal y como soy, tú me has cambiado y por ello, estoy en deuda contigo. Además, es normal que sea cariñosa y cuidadosa durante el sexo, de lo contrario no durarías tanto y el placer no sería el mismo, no olvides que voy a tenerte despierta toda la noche— dije posicionándome sobre ella y mirándola a los ojos, con una de mis manos colocaba algunos mechones tras su oreja y tras eso, volví a besar sus labios con pasión y calidez. — Debe de haber sido increíble el orgasmo, has conseguido hacer que sangre, hacía mucho tiempo que no eras tan brusca, me gusta. ¿Pasamos al siguiente nivel?

— Quieres aprovechar la hipersensibilidad, ¿verdad?

— Mentiría si dijera lo contrario, al igual que tú mentirías si dijeras que no lo deseas, se puede ver con claridad a través de tu mirada que hace falta mucho más que esto para satisfacerte.

Con una mirada me dijo todo lo que no podía expresar con palabras, esta vez ella tomó la iniciativa, me besó y se colocó sobre mí en una posición en la que nuestras intimidades palpitantes estaban en constante contacto, ambas nos estremecimos de placer y nos miramos durante casi un minuto a los ojos, sin decir ni hacer nada, eso era más que suficiente para demostrar nuestro amor.

Ella comenzó a mover sus caderas con energía, aumentando el ritmo de los roces, sus manos tan cálidas se posaron en mi abdomen como medio de soporte y yo le seguí el juego, no iba a permitir que me superara. No solo nuestras intimidades estaban en contacto, sino también nuestros senos tan sensibles que chocaban y rozaban unos con otros. Cambió su punto de apoyo de mi abdomen a mis senos y empezó a acariciarlos con rapidez y cierta brusquedad, su boca se dirigió a una de mis aureolas y comenzó a succionar, lamer y morder mientras que masajeaba el otro.

Ahora ambas jadeábamos, no sabía por cuanto tiempo podría continuar así sin perder la cordura, no fue demasiado, pues después de menos de un minuto coloqué mis manos sobre sus caderas y la empujé para que me apretara más, moví mis piernas y alcé mi cadera para hacer que acoplaran perfectamente, la velocidad del baile sensual de nuestras caderas aumentó, al igual que la frecuencia de nuestras respiraciones, suspiros y gemidos. El orgasmo mutuo no tardó demasiado en llegar, nos tomamos de las manos y ahogamos nuestro grito placentero en un beso cargado de lujuria y careciente de cordura.

Y como ese seguirían una amplia serie hasta que la noche llegara a su fin y nuestros cuerpos no pudieran más, caímos agotadas y yo nos arropé con cuidado, antes de besarla con delicadeza y cerrar mis ojos para dejarme arrastrar por los brazos de Morfeo.

La dulce sensación del contacto íntimo, la complicidad de ambas hermanas, su compleja y placentera relación; todo en ellas era contemplado y contenido por las cuatro paredes que conformaban su habitación. Una habitación que vio como evolucionaba su relación desde llantos y palabras hostiles hasta momentos como los que acaban de ser narrados.

Notas finales:

Y eso ha sido todo, si quieren que tenga continuación comenten jajaja.


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