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MANADA AKASHI por LUNA OMEGA

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Mi espalda me estaba matando y tenía unas ganas de tirarme a dormir en el piso horribles. Pero también estaba muriéndome de hambre, asi que en vez de ir directo a mi habitación fui hacia la cocina para buscar comida. Hoy había sido un día largo en la librería, toda la mañana y la tarde me la pasé corriendo de un lugar a otro ordenando libros, recibiendo los que ya se habían pedido prestados con anterioridad y registrando los nuevos que habían sido llevados el día de hoy. Y encima a la hora de cerrar mi negocio los nuevos ejemplares que había pedido la semana anterior habían llegado, tuve que quedarme hasta que las diez cajas fueron subidas al segundo piso y luego revisar cada una para verificar que no faltaba ninguno. Por lo general llegaba a casa a las seis, pero con los nuevos ejemplares llegué justo para las ocho. En el refrigerador había sobras de la cena de ayer, me relamí los labios con anticipación y puse los espaguetis y la lasaña en el microondas. Olía delicioso. 
 
Regresé al refrigerador y saqué una caja de jugo de mango. No me serví en un vaso, abrí la tapa en la parte superior y me lo tomé directo de la caja. Me sabía a gloria. –Hoy será una buena noche bebé, caeremos como muertos en la cama.- Dije riendo. Acaricié mi pequeño vientre hinchado y tomé otro trajo de mi jugo. 
 
Hacer creer a las personas de la ciudad que estaba gordo en vez de estar embarazado había sido una tarea más fácil de lo que había imaginado. Aunque cuando me enteré había entrado en un estado de pánico máximo, jamás hubiera esperado que mis clientes regulares realmente pensaran que solo estaba subiendo de peso. Eso era cierto, pero no era por falta de ejercicio ni porque me haya vuelto un completo glotón como ellos creían, solo se trataba del embarazo y de sus pequeñas consecuencias. Yo estaba feliz con la llegada de mi bebé sin embargo y amaba esta ciudad, asi que la verdad esto me había caído como anillo al dedo. Además ya tenía toda una historia hecha cuando me vieran con mi bebé en brazos. 
 
Ya me encontraba en mi cuarto mes de embarazo y me la pasaba todo el tiempo contando las semanas y los días que faltaban para finalmente poder sostenerlo entre mis brazos. Nada podía haber salido tan bien hasta ahora y terminar mal, no señor.
 
Con una gran sonrisa me puse de pie y fui hacia el microondas. Faltaban solo diez segundos para que pudiera sacar la comida calientita, pero un estruendo me hizo saltar en mi lugar, asustándome. ¿Venía del piso de abajo o de dónde? Se escuchó un poco fuerte, como si alguien de repente hubiera puesto un pie en la puerta y la hubiera abierto de golpe. Me tensé, ¿tal vez alguien estaba intentando robar? ¿Pero por qué robar en el primer piso donde nadie vivía? El edificio era pequeño con cuatro pisos solamente y con dos apartamentos en cada uno. Hasta donde sabía solo yo y otras dos personas vivían en este lugar, y esas otras dos personas vivían en el último piso. Me quedé quieto, traté de escuchar algún otro ruido pero todo permaneció en silencio. El reloj del microondas se puso en ceros y me indicó que la comida ya estaba lista. 
 
Le resté importancia al extraño sonido. Tal vez solo estaba imaginando cosas.  
 
Puse todo el contenido en un plato y tomé mi jugo antes de dirigirme a la sala, aún tenía tiempo para ver el final de mi programa favorito asi que me apresuré. Prácticamente estaba babeando sobre el plato y no podía esperar para sentarme a devorar todo. 
 
Sin embargo mi apetito se esfumó apenas puse un pie fuera de la cocina. Mi mente estaba trabajando demasiado lento para procesarlo, pero estaba seguro que esto no era mi imaginación. Una mujer desconocida de cabello rosa alborotado estaba sentada de rodillas en el suelo de la entrada de mi apartamento, sangrando y sosteniendo su hinchado vientre con ambas manos. Su cabeza se levantó de golpe y me miró, sus ojos estaban llenos de una ira pura que me hizo sentir escalofríos. 
 
Jadeando la mujer intentó levantarse, pero después de un agudo grito volvió a caer de rodillas. Mi comida ya estaba en el suelo para ese entonces y el jugo de mango derramado a su lado. Una verdadera lástima porque en serio olía delicioso. Ella estaba sufriendo mucho, la sangre, su rostro y sus jadeos me lo aseguraban, pero estaba petrificado y no podía acercarme para ayudarla, ni siquiera podía encontrar mi voz para gritar o algo. No tenía idea de qué diantres hacer, ella no debería estar ahí en primer lugar. 
 
Su furiosa mirada volvió a posarse en mí y no sé cómo, pero sabía que algo malo estaba a punto de pasar. –Cierra la puerta.- Dijo. Yo no me moví ni un centímetro de mi lugar. -¡Cierra la maldita puerta ahora!.- 
 
Movido más por el miedo que por consciencia, corrí hacia la puerta de entrada y la cerré de golpe como me dijo, poniendo el seguro. ¿Solo una pequeña precaución?. Sentía que en cualquier momento iba a empezar a hiperventilar, pero logré mantenerme en calma mientras me arrodillaba junto a la dolorida mujer. -¿Estás bien?.- Pregunté. Ella me miró nuevamente pero no me respondió, gimoteó con su cara deformándose por el dolor. –V… voy a llamar a una ambulancia. Espera aqu…- 
 
-¡No!.- Me gritó, yo volví a quedarme quieto. Ella negó. –No puedes llamarlos, ni a la policía- 
 
-Pero estas perdiendo mucha sangre- 
 
-No puedes.- Ella buscó entre su sostén y de repente me entregó un celular. –Marca el número de la lista de contactos que tenga el nombre de Midorin… dale esta dirección y que vengan… lo más rápido posible.- Me indicó cuando otro gritó desgarró su garganta. Su cuerpo finalmente se desplomó en el piso y su respiración se volvió extraña, pesada y dificultosa, sus manos apretaban fuertemente la tela del camisón sobre su vientre y no paraba de gritar. -¡Maldita sea!.- 
 
Palidecí lleno de terror cuando entendí la razón, y no eran sus heridas. –Estás dando a luz…- Jadeé. 
 
-No me queda mucho tiempo.- Me dijo con voz ahogada. -Escucha atentamente lo que voy a decirte chico- 
 
Negué mientras comenzaba a buscar en la lista de contactos. –Estoy buscando el número, todo estará bien. Pronto vendrá la ayuda. Aguanta.- 
 
Negó. –Estoy perdiendo mucha sangre… a este pasó moriré y mi bebé también.- Ella se movió y se recosto sobre su espalda mirando el techo. –Tienes que sacarlo de mí antes de que eso pase- 
 
Oh dios esta mujer estaba loca –No…. no puedo hacer eso- 
 
-Tienes que hacerlo o de lo contrario mi bebé morirá- 
 
Mis ojos fueron al vientre de la mujer. Había marcas de garras que destrozaron la tela del camisón y también la piel, pero la mayor herida parecía estar sobre el pecho, era como si alguien, o muchas personas, hubieran intentado sacarle el corazón a mordidas… con dientes muy filosos. Mi garganta ardió con el llanto, es posible que él bebé ni siquiera estuviera vivo ya. ¿Quién le había hecho esas heridas tan horribles a esta mujer?. –No sé cómo…- Mi voz era apenas un susurro. Yo no estaba preparado para esto, esta no era la buena noche que le había prometido a mi bebé. 
 
Los ojos de la mujer se suavizaron cuando me miró. El brillo en ellos se estaba desvaneciendo poco a poco y pude ver el entendimiento en su mirada. Ella sabía exactamente lo que iba a pasar. Su mano estaba empapada de sangre, pero cuando entrelazó sus dedos con los míos era suave y temblorosa. –Ve a la cocina... consigue el cuchillo más filoso que tengas y corta a través de mi... Sácalo- 
 
Volví a negar, ahora con más insistencia, y apreté su mano con fuerza -Si hago eso no podrás salvarte.- 
 
Pesadas lágrimas se derramaron por las esquinas de sus ojos –Ya estoy muerta de todas formas…- 
 
 

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