Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Rey de los Demonios por Namelesshill

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Un proyecto para la clase de lengua española (pero con lemon) :3

ADVERTENCIA: Sexo explícito, violencia, lengjaje vulgar.

Notas del capitulo:

Aqui está :3 un pequeño one-shot. Que lo disfruten~

Empujo las grandes puertas que me separaban de la que posiblemente sería mi pelea más intensa. Con las puertas fuera de mi camino, puedo ver lo que seguramente era la sala del trono, que a mi parecer, era innecesariamente grande. Me atrevo a decir, que es del tamaño de una de las casitas de la aldea en donde crecí, de la cual por cierto solo quedaban las cenizas. Esos malditos demonios mataron casi a todos los habitantes, y los pocos afortunados que lograron sobrevivir se fueron corriendo a sabrá Dios donde. Fue una noche horrible, impactó al resto del reino.
 
Y hoy, tengo la suficiente fuerza para enfrentarme al pez gordo, el líder de los causantes de esas y demás calamidades. Y, hablando del rey de Roma, ahí está, sentado en un trono de oro lejos de mí y de mi espada. Parecía la parca, vestido por completo de negro, solo le falta la guadaña. Lo sentía observarme, con unos ojos púrpuras que más bien parecían dos luces violetas en la oscuridad, literalmente.
 
-De verdad estás aquí, humano. He oído hablar mucho de ti- me dijo. Parece que sabía que yo venía por él -No puedo negar que debes tener un gran valor para osar venir a mi castillo solo. Pero si piensas que eso me preocupa, eres un iluso.
 
Lo veo dejar su cómoda postura, poniéndose de pie, con arma en mano. Tenía un cetro dorado, adornado con joyas, runas y otras cosas, como mi espada. Era un arma antigua.
 
-Yo soy Dearil, el guerrero más poderoso entre los demonios. Grabare el significado de mis palabras en tu cuerpo. 
 
Camina en mi dirección con ese porte de majestad que gritaba su ocupación como rey a los cuatro vientos. Su cabeza en alto, pecho erguido, y como su cabello largo y negro, y sus ropas se mecían con cada paso me alegraba la vista; pero no hacían que me olvidara de la clase de monstruo que era él.
 
De pronto, me atacó la determinación. Mis puños se ciñen en torno al mango de mi espada con el mismo sentimiento. Acabaré con esto y terminaré con esta guerra sin sentido, aunque sea lo último que haga.
 
-He venido a destruirte, demonio- Dije con odio, aunque en realidad mi rencor no era tan grande. ¿Pero qué más se puede sentir hacia alguien tan azaroso?
 
Una sonrisa aparece en su rostro. Ahora más cerca, puedo apreciarlo mejor. Era un poco más pequeño de lo que esperaba. No es diminuto, pero para ser el rey de los demonios, esperaba algo mucho más grande, y feo. Ignorando los cuernos de cabra que salían de su cabeza, y sus otros rasgos sobrenaturales, parecía un tipo normal.
 
-Hmp. Si te crees digno de desafiarme, entonces ven y demuéstralo. 
 
Un aura de magia negra comienza a rodearlo, ocultándolo de mi vista. Era muy poderosa. Por instinto di unos pasos hacia atrás, nunca había visto tanta magia negra junta. Su cetro resplandecía con el mismo poder.
 
Cuando el manto negro se desvanece, puedo ver que aún me sonreía de esa forma tan odiosa. Me hizo una seña con el dedo medio e índice, me estaba retando -Ven, no me decepciones.
 
Y sin previo aviso, me lanzó tremenda esfera de magia hacía a mí a toda velocidad. Dios bendiga mis reflejos, que gracias a ellos reaccioné rápido y usé mi espada como escudo, rebotando el ataque. Dearil también era rápido, y se apartó de su trayectoria. El hechizo terminó estrellándose contra la pared, haciendo un buen agujero.
 
El demonio se llevó una mano a la cabeza -¡Mi castillo!- se quejó, como un niño cuando se le pierde su juguete favorito. Luego me mira a mí con muy mala cara -¡Cada ladrillo de estas paredes valen más que tu existencia idiota! 
 
Su actitud de mocoso mimado me saca una risa burlesca sin poder evitarlo, y sin querer evitarlo. No lo podía negar, me encantaba hacer cabrear a mis oponentes -Creo que calculaste mal amigo. ¿Quieres que te enseñe cuánto valgo?
 
Y, justo como lo imaginé, Dearil entrecierra los ojos hasta convertirse en dos rayitas púrpuras -Maldito…
 
Vuelve a lanzarme otro hechizo, yo vuelvo a usar mi espada como defensa; pero no me esperaba que el hechizo fuese tan fuerte. A pesar de mi resistencia me empujó hacia atrás, haciéndome tambalear y caer al suelo como un ebrio. Oía un zumbido en mis oídos, y una herida pasaba por mi mejilla.
Me paré lo más rápido posible, el rey me miraba con soberbia. Debe de estar orgulloso de haberme casi noqueado con su pequeño hechizo.
 
Le sonreí. El muy maldito quiere jugar, y yo más que dispuesto jugaría con él -Heh, ahora sí estamos hablando- empuñé mi espada de nuevo -Esto será divertido.
 
Después de eso, duramos un rato con la misma dinámica, él lanzándome hechizos, y yo bloqueando o esquivando. Aprendí a medir la fuerza de sus ataques, así que sabía qué esquivar y qué bloquear. Trataba de hacer que sus propios ataques lo golpearan, pero el demonio ese era inteligente, y los esquivaba. A este paso, el castillo quedaría peor que un queso. Trataba de encontrar una forma de atacarlo, pero era muy rápido.
 
Pero luego, noté que bajaba un poco la guardia. Aproveché su error y me le acerqué. Le hice un corte en el pecho que además de hacerlo sangrar un poco, rompió la parte de arriba de su túnica, básicamente dejándolo sin nada de cadera para arriba.
 
-¡¿Pero qué…?!- exclamó asombrado, viendo su pecho desnudo.
 
Yo no dejé pasar la oportunidad de burlarme en sus narices -¡Vaya chorrada de armadura! ¿Eso es lo que el rey usa para protegerse?
 
El demonio me miraba de tal forma que si las miradas matasen, yo hace mucho estuviera muertesito en el piso. -¡Desgraciado, Esta túnica las usaron mis ancestros, solo los más poderosos tienen el honor de usarlas!
 
-Oh, ¿Tan viejas son? Con razón no sirven.
 
Y así terminé de tocarle las pelotas a ese demonio. Empieza a correr hacia mí con su cetro apuntándome. Recién noto el apéndice puntiagudo en la punta. Planeaba apuñalarme con eso.
Pero yo, ni lento ni perezoso, me quito de su trayectoria, y cuando pasa a mi lado, consigo agarrar el cetro. Mientras él batallaba conmigo para liberarlo de mi agarre, dejé mi espada caer al suelo y cierro la mano libre, para estrellarla de lleno en su cara. Qué idiota. ¿De verdad pensaba que me iba a dejar empalar tan fácil? 
 
Aprovechando que se quedó un poco aturdido, lo volví a golpear, finalmente haciendo que suelte el arma. Con la misma lo golpeo en la cabeza; eso sí que lo dejó bobo. Y terminé con una tremenda patada, empujándolo lejos como antes había hecho él conmigo. El karma, dicen.
 
Del otro lado vi satisfecho cómo se levantaba del suelo casi cayéndose de nuevo. Un hilo de sangre salía de su nariz y de una cortada en su labio. 
 
Primero, se veía súper cabreado. Pero en poco menos de diez segundos, estaba sonriendo. Lo miré confuso, ¿Será este tipo bipolar?
 
-Para un humano, eres bastante fuerte bastardo. ¿Qué tal si unimos fuerzas? Podemos alcanzar mucho juntos.
 
Entonces comprendí. Quería entrarme a su bando. Claro, como soy demasiado peligroso como enemigo, prefiere tenerme de aliado. Pero si cree que soy un vende patria, se equivocó.
 
-Hmm, que oferta tan tentadora… Pero yo paso.- Tiré el cetro a un lado de donde él no podía recuperarlo -Si no te has dado cuenta compadre, no soy de los que le dan la espalda a su gente porque sí. ¡No vine a hacer tratos contigo demonio, vine a destruirte!
 
Y tan pronto dije eso, su cara cambió otra vez -Muy bien…- sus manos captaron mi atención, estaban convirtiéndose en unas horribles garras. Uñas largas y filosas como dagas brotaban de la punta de sus dedos. Su mirada era igual de feroz que las dos extremidades que hasta hace poco eran un elegante par de manos -Entonces acabemos con esto.
 
Y como alma que lleva al diablo, corrió hacia a mí. Trato de alejarme de sus garras, las cuales por poco entierra en mis ojos. Pero pronto logró rasgar mi brazo. Gruñí por el dolor, esas malditas uñas picaban como si estuviesen mojadas en jugo de limón. Tuve que retirarme para ojear cualquier oportunidad de contraatacar.
 
Dearil vuelve a blandir sus garras, se me está haciendo más difícil evitar que me rocen. Sin embargo consigo agarrarlo del brazo. En apenas un pestañeo, rasgó mi rostro con su mano libre. Esta vez grité. ¡Diablos, dolía un montón!
 
Pero pronto le devolvería el favor. Cerré mi puño y lo golpee tan fuerte que sentí el tronar de mis dedos. Cayó al suelo de espaldas, y no le di tiempo ni de levantarse. Me tiré sobre él, rodeé su cuello con mis manos y apreté. Tenía la sangre como agua hirviendo. Los sonidos estrangulados que salían de su garganta me motivaban a apretar con más fuerza aún. 
 
-Ghh… No…- Intentaba decirme algo -No me…subestimes…
 
Sin darme cuenta, en lugar de estar sobre él ahorcándolo, estaba volando por los aires, impulsado por una ráfaga de magia negra.
 
Caí al suelo como un saco de papas. Oía al demonio toser desesperado. Lo ví levantarse con dificultad, aspirando bocanada de aire, con una mano en su cuello amoratado. A mí también me costaba respirar, debe ser la magia negra.
 
-Eres…una bestia…- dice apenas -Cómo… ¿Cómo eres tan fuerte? Es imposible…no puedes ser humano…
 
-Los humanos somos más fuertes de lo que te imaginas- le dije. Como buen demonio, él cree que somos enclenques inútiles, pero muchos de nosotros, y sin intención de presumir, yo en especial, era una prueba de lo contrario. Me encogí de hombros –No hay que tener una apariencia capaz de dar pesadillas ni ser un maniático genocida para ser considerado fuerte. Sacate la cabeza del culo o de donde sea que la tienes metida, ¿Si? 
 
El demonio se queda como petrificado, para después pasar al enojo -¡BASTARDO INSOLENTE! ¡No hables de lo que desconoces!- me grita lleno de rabia -Por eso los odio tanto, son incapaces de ver más allá de sus prejuicios y morales sin sentido… ¡Ustedes no conocen nuestra naturaleza!
 
-Tienes razón, no la conozco…- dije, ya sin burla ni diversión en mi voz -¡No entiendo por qué les fascina tanto acribillar a miles de personas inocentes, y causar tanto caos!
 
-Matar a personas inocentes, claro… ¿Sabes lo que tu dios le hizo a los nuestros?- me preguntó. No respondí, no sabía de qué hablaba. Esta conversación estaba tomando un camino algo sombrío, y eso a mí no me gustaba ni un poco. 
 
-Años atrás, antes de que esta guerra comenzara, millones de los nuestros fueron asesinados por un montón de ángeles en un ataque sorpresa. Apenas pudimos defendernos, estábamos invernando. Mi madre y mi padre murieron en ese entonces. Apenas y los recuerdo, solo era un niño…- lo último lo dijo con dolor, pude verlo en su cara -Tu dios es tan cobarde que prefirió atacarnos en nuestro momento más débil. ¿Sabes por qué lo hizo? Porque nos negamos a arrodillarnos ante su tiranía. Solo por eso.
 
Ahora, el boquiabierto era yo. Todo eso era nuevo para mí, era demasiado -Tienes que estar mintiendo… ¿Qué no es Dios un ser de luz…un ser sin malicia? 
 
Dearil se ríe sin ánimos -¿Y qué gano yo mintiéndote? Sé que no le darás la espalda a los tuyos, esto es solo para que veas todo el panorama. Esa imagen de Dios misericordioso es solo una fachada, una mentira que les ha estado ocultando a ustedes  para seguir manipulándolos a su antojo. Sabe que si ustedes se enteran, dudarán de él y dejarán de alabarlo. No son más que marionetas para su diversión. ¡Esa es la verdad! 
 
Aún tenía mis dudas sobre él y sus palabras, pero todo eso sonaba tan…real. Tenía sentido, y su seriedad demostraba veracidad. 
 
-Entiendo tu dolor…pero- recogí mi espada del suelo y la empuñé con ambas manos -Eso no justifica ni una cuarta parte de lo que ustedes han hecho. Tú tampoco eres bueno.
 
Me miró fijamente -Tú… ¿Tú aún crees?
 
Negué con la cabeza -No se trata de creer o no creer, se trata de darte el castigo que mereces por tus crímenes. No me importa por lo que hayan pasado, yo no le tengo piedad a los que lastiman a los inocentes.
 
Él pareció razonar, su expresión se suavizó -Tienes razón, yo tampoco soy bueno- admite como si nada. Levanta su mano, y el cetro que estaba olvidado en una esquina hasta ahora se levantó por si solo y voló hasta su palma extendida -Pero al menos yo si admito mis defectos.
 
Me lanza un hechizo, el cual esquivo porque era bastante fuerte. Si lo bloqueaba terminaría pegado a una pared. Me lanza otro, y otro, y otro, hasta perder la cuenta. ¡Estaba como loco! Lo bueno es que no se daba cuenta de que cada vez estaba más cerca de él.
 
Estando cara a cara con Dearil muevo mi espada, y él usa su cetro como escudo. Vuelvo a blandir mi espada y vuelve a chocar contra el palo dorado. Así empezamos un duelo de espadas que duró hasta que con un hábil movimiento hice que el cetro se zafase de sus manos y saliera disparado a otro lugar de la sala donde no podía alcanzarlo. 
 
Me miró alterado, sabía que ese era su fin, y así fue, cuando lo patee en el estómago con tanta fuerza que vomitó saliva. Cayó al suelo con un ruido sordo, ya derrotado. Aunque, por si acaso, mantenía la guardia. Ese demonio podía ser impredecible. 
 
Hizo ademan de pararse del suelo, pero no lo hizo. Se quedó ahí, sentado, mirando a no sé dónde. Parecía ido, como aturdido.
 
-…He perdido…- murmura, como si no se creía nada de lo que estuviese pasando. –Que humillante… ¿Que estas esperando?- me mira desde abajo, sus ojos estaban húmedos –Acabemos con esto, corta mi cabeza…- su expresión poco a poco perdía su neutralidad -¡No te quedes ahí parado, matame ya!- estaba desmoronándose –Ya no más… 
 
Verlo así me daba un poco de pena, pero no podía dejar que mi corazón se ablandara. Levante mi espada sobre mi cabeza, y empiezo a bajar. La mejor manera de describir lo que paso después, era que el tiempo se había detenido. A escasos segundos antes de cortar su cabeza, él cerro los ojos y se encogió como un perro acorralado.
 
Me paré justo a tiempo. El filo estaba pegado a la piel de su cuello, a punto de cortar. Dearil abrió los ojos y me miró desorientado -¿Por qué…?- preguntó en un susurro. 
 
No sabía bien qué fue lo que me detuvo. ¿Pudo haber sido lástima? ¿Piedad? Casi toda mi vida, he cazado demonios, nunca supe lo que era sentir pena o lástima por uno de ellos. Jamás dudé en matarlos. Pero ahora era diferente. Este demonio es más “humano” que cualquier otro. No es un monstruo más. Claro, seguía siendo un ser oscuro, de eso no cabe duda. Pero aún así...
 
Al final, bajo mi espada. Dearil frunce el entrecejo -¿No vas a ejecutarme? 
 
Negué con la cabeza -Tú no quieres morir, ¿no es cierto?- le dije. Él solo me mira y se queda callado, porque sabía que era verdad -Descuida, solo vine a capturarte. Serás encarcelado en la capital del reino como te lo mereces.
 
La cara del demonio se llenó de horror -¡¿Qué?! ¡De ninguna manera!- bramó -¡No seré prisionero de nadie!
 
-¿Y eso lo decides tú? Vamos, andando- me agaché y lo agarré del brazo -No me hagas perder más tiempo. Tenemos un largo camino por recorrer. 
 
-¡¡No!!- se retuerce, patalea, grita y jalonea, lo que sea que hiciese que lo libere. Pero eso no iba a pasar. Incluso había empezado a llorar, a lágrima viva.
 
Evité ver su rostro, mucho menos sus ojos. Lo levanto del suelo como si nada por lo liviano que era, y prácticamente, lo arrastro conmigo hasta la salida. No dejaba de resistirse ni por un segundo.
 
-¡No por favor!- pare de caminar y me gire, me estaba hartando. El demonio pasó de ser un rey arrogante a ser un mendigo en poco tiempo, y su cara estaba mas roja que un tomate. Me dice lleno de angustia –¡Por favor no me lleves ahí, te lo suplico! …Puedes matarme si lo deseas… ¡Pero no me lleves con ellos! Por favor…
 
Sin que el lo viera venir lo agarre de los cabellos con fuerza y lo zarandee. El gruño pero no se defendió. Puse su rostro a centímetros del mío, mirándolo de forma asesina –Escuchame bien, pedazo de mierda…- Dearil dejo de luchar, y apretó los ojos –Quieras o no, vas a hacer nuestro prisionero. Voy a llevarte hasta nuestro Rey aunque sea lo ultimo que haga, y tu no evitaras eso. Si haces siquiera el intento de escapar, voy a despedazarte vivo, y voy a dejar tus restos para que los cuervos se alimenten de ti. ¿Eso es lo que quieres, eh?- silencio -¡Te hice una pregunta! ¡!RESPONDEME!!- Lo sacudí un poco mas.
 
El demonio gruñó adolorido y me miró. Parecía estar muriéndose del miedo –N-no…- gimió apenas.
 
Sonreí conforme -Bien. Entonces, serás un buen chico y me obedecerás en todo. No tienes más opción, mírate…- lo miré de arriba debajo como el que mira a un gusano, con repulsión -¿Acaso este es el tipo de reyes que lideran a los demonios? ¡Qué humillante! Al final, no eres más que un inútil. Mira cómo has fracasado.
 
El rey caído no me respondió ni dijo nada para defender su dignidad. Él solo bajó la cabeza, como un sumiso. Eso me sorprendió, no esperaba que su orgullo fuese tan fácil de romper; pero descarté ese pensamiento cuando volvió a levantar la vista y mirarme con rabia, disimulada, pero rabia al fin y al cabo. No había perdido su orgullo tan fácil después de todo.
 
Por el momento, decidí no hacer nada. Ya estaba cansado, y muy hambriento. Si hubiese estado de humor, le hubiese tumbado los dientes de una paliza. 
 
Solté el agarre en su cabello y seguí sosteniendo su brazo, de nuevo, sin que él se opusiera. Se había rendido. Íbamos a paso rápido hacia la salida de ese tenebroso castillo. 
 
Me sentía mal, no solo en el sentido físico, en el mental también. Me dolía la cabeza, y no dejaba de darle vueltas a la actitud del demonio y a lo que hice. No sé qué he hecho, tampoco sé qué haré de ahora en adelante. Lo logré. Derroqué al rey de los demonios, y acabé con su reinado de terror. La guerra ha terminado, era lo que más añoraba; sin embargo, me sentía tan… vacío. Como si estuviese en el limbo, como un alma sin rumbo.
 
Ahora, tenía al líder demoniaco como mi custodiado. Mentí cuando le dije sobre la captura, ese acuerdo nunca se hizo. Mi deber era matarlo y ya. Pero no lo hice. ¿Acaso me he vuelto débil? ¿O algo más evitó que acabara lo que él empezó? No sé si alguna vez lo sabré.
 
Ya íbamos unos metros lejos del castillo, cuando Dearil paró de caminar, volteó la cabeza y miró hacia atrás. Me detuve también y lo observé. El demonio miraba al castillo con algo similar a la nostalgia, era como si se estuviese despidiendo de la estructura. 
 
-¿Hace cuánto vives ahí?- le pregunté.
 
El ex rey, sin dejar de ver el castillo, respondió -Casi toda mi vida. Desde que era un niño.
 
Por hacer una pequeña prueba, solté su brazo. Una de mis manos estaba dentro de mi bolsillo, donde guardaba una daga con la que lo apuñalaría cuando se echara a correr. Pero él no hizo nada. No corrió, tampoco me atacó. No hizo absolutamente nada. ¿De verdad se había rendido?
 
Volví a agarrarlo del brazo, ahora con menos brusquedad, y seguimos alejándonos de ahí. Había un largo camino que recorrer desde aquí hasta la capital, nos esperaba un buen viaje.
 
 '',,,,"""",,,,*""",,,,*"""",,,,,*""""",,,,,*""""",,,,,*""""",,,,,*""""",,,,,*""""",,,,,*""""",,,,,*""""",,,,,*""""",,,,,*""""",,,,*""""",,,,,*""""",,,,,*""""",,,,,*""""",,,,*
 
 
-Hey…
 
Alguien me sacudía suavemente. No quería abrir los ojos, y maldecía internamente a quien sea que intentaba despertarme.
 
Me sacudieron con más insistencia -Despierta dormilón, ya es tarde- la voz que me hablaba era suave y masculina. Era como música para mis oídos. Pero no dejaba de molestarme. ¡Yo solo quería dormir!
Dejé salir un gruñido, y abrí los ojos dispuesto a mentarle la madre hasta que lo vi. Era él. Mi expresión se suaviza, y le sonrío.
 
Dearil estaba sentado en el borde de la cama. Su cabellera negra, que antes le llegaba a la cadera, esta ahora al nivel de sus hombros. Hace una semana que se cortó el pelo, yo no quería que lo hiciera, pero él insistía, diciendo que peinarlo era un martirio, y que ya estaba harto. Y lo era, duraba al menos una hora y media cepillándolo. Ahora era mucho más fácil. Y aunque ya no tenía ese pelo que me volvía loco, para mí él seguía siendo el ser más hermoso sobre la faz de la tierra.
 
Sus ojos violetas me miraban con amor, el mismo que yo le tenía a él. Y me sonreía de vuelta, con una dulzura inmensa. Suspiré, me he enamorado.
 
Y ustedes ahora se preguntarán, ¿Cómo diablos terminé con él, el Rey de los Demonios, y el más temido entre los suyos? ¿Cómo pasé de ser guerrero rudo a un barril de azúcar y miel? Bueno, es una larga historia. Comencemos desde el principio, ¿Sí?
 
Nuestro viaje hacia la capital tuvo muchos inconvenientes, y uno que otro desaire de parte de Dearil. Intentó escapar no una, sino tres veces. Incluso intentó matarme con mi propia daga, que había dejado a su alcance porque confié en él demasiado pronto. A pesar de todo, nunca cumplí mi promesa de desmembrarlo y en cambio, lo molía a golpes. La última vez que lo hice lo dejé tan mal que podía moverse a penas. Me sentí muy mal por eso, y me propuse curarlo. Limpiaba sus heridas sin falta, y le llevaba comida. Él solo se dejaba cuidar.
 
En una de esas veces, cuando estaba curándolo, lo recuerdo como si fuese ayer… Mientras pasaba una esponja mojada por su cuerpo, no pude evitar fijarme en su pecho lampiño, bien formado pero sin dejar de ser suave. Me sentía raro, no me había sentido así antes, excepto cuando estaba con una mujer desnuda. No me contuve y lo besé. Él me empujó, y me gritó que era un degenerado, que eso no estaba bien porque ambos éramos varones, pero no opuso resistencia cuando lo volví a besar. Nos besamos, nos tocamos, una cosa llevó a la otra… Y pasó.
 
Después de esa vez, siguieron muchas más con el mismo fin. Lo hacíamos casi a diario, y si por nosotros fuese, lo hubiésemos hecho infinitas veces al día. Éramos como dos muchachos calenturientos, buscándose y estrujándonos con frenesí.
 
A partir de ahí, todo iba muy bien, hasta que me di cuenta de los sentimientos que crecían dentro de mí. Todo esto había empezado como una simple satisfacción sexual, pero cada vez que lo tomaba, era con delicadeza, casi con adoración. Me sentía como el rey del mundo. Por su parte, aunque supiese disimularlo muy bien, él no soportaba estar lejos de mi por demasiado tiempo. En la vida cotidiana, él era distante, desafiante, y muy reservado. Pero cuando lo tenía entre mis brazos, era dócil, cariñoso, y expresivo, auténtico. Y esa última faceta, estaba lentamente borrado la primera. Su frialdad estaba desapareciendo bajo esa amabilidad que tanto me gustaba.
 
Y entonces así supe, que me había enamorado.
 
Y yo me asusté. No podía aceptar el hecho de que me enamoré de un demonio. Dejé de acostarme con él y dejé de buscarlo. Dearil estaba confundido, y podía ver el dolor en sus ojos cada vez que rechazaba sus avances. Él dejó de hablarme, de seguro porque estaba dolido, y yo tampoco le hablaba más de lo necesario. Dicen algunos que el mayor miedo del ser humano son los sentimientos, y viví en carne propia lo que significaba esa teoría.
 
Seguimos así un par de días más hasta que me confrontó. Me preguntó que Por qué me volví tan distante, que si hizo algo para molestarme… y que no quería estar sin mí. Incluso se puso a llorar, no lo había visto así desde la vez en el castillo.
 
Y, entre lágrimas, me dijo que me quería… lo gritó como si estuviese hablando con un sordo. Me quedé como una piedra, él también se había enamorado. Estaba feliz porque mis sentimientos eran correspondidos, pero también estaba apenado por lo que me hice.
 
Lo abracé y le pedí perdón. Esa noche, él y yo hicimos el amor por primera vez. Cuando acepté mis sentimientos, me sentí más libre que nunca. Fue mágico, absolutamente sublime. 
 
Pero cada día estábamos más cerca de la capital. Nuestro tiempo juntos se acababa. Evitábamos hablar de ello, para no romper la burbujita que habíamos creado.
 
Fue hasta que un día me puse a pensar: no quería perderlo. Era un criminal, el peor enemigo de la humanidad después del diablo, mi enemigo mortal. Aún así…
 
A horas de llegar a nuestro destino, me desvíe y los dos cabalgamos hacia el bosque. Dearil se sorprendió por ese cambio tan repentino. “…¿Por qué?” me preguntó, como el día en que nos conocimos. 
 
Sin dejar de cabalgar me volteé un momento, y le dije: “Porque te amo.”
 
En ese momento sentí como se me quitaba un buen peso de encima. Jamás se lo había dicho con palabras, y aunque era más que claro que lo amaba, quería que no dudase ni un segundo. 
Después de decirle esas palabras, Dearil no pudo evitar romper en llanto. Las lágrimas que derramaba ya no eran por emociones negativas, si no de felicidad y alivio. Me abrazó con tanta fuerza que pudo haberme roto las costillas si fuese más fuerte, mientras nos adentramos más y más en el bosque. 
 
Desde ese entonces, nos volvimos inseparables.
 
Cabalgamos sin rumbo, hasta que mi caballo colapsó exhausto. No teníamos ni agua ni comida. Por suerte, encontramos una pequeña aldea cerca. Fuimos ahí y grande fue nuestra sorpresa al ver que clase de habitantes tenía. Elfos, duendes, hadas…¡Demonios! Aunque estos últimos eran una pequeña minoría. 
 
Al saber cómo llegamos ahí los habitantes fueron muy amables con nosotros, en especial con Dearil al ser el antiguo rey. Ellos eran como nosotros, buscaban refugiarse del mundo exterior, todos por razones diferentes.  Pronto la aldea nos acogió, y nosotros decidimos hacerla nuestro hogar.
De eso ya han pasado cinco años.
 
Y somos felices, muy felices. Decían que se notaba en nuestras miradas risueñas, o como dice una amiga, “miradas de idiotas”. La guerra hace mucho que terminó, así que nosotros, la aldea, y esperábamos que el resto del mundo, estábamos en armonía.
 
-¿Qué piensas?- me preguntó Dearil, ladeando la cabeza, aún sonriéndome.
 
Pestañee, volviendo a la realidad. -¿Yo? Solo admiraba lo bello que eres- le dije pícaro.
 
Él se sonroja y deja salir una risita -¡Ay ya basta! No soy tan lindo- cada vez que lo alagaba, reaccionaba de la misma manera. ¿Es que ese hombre no podía dejar de ser adorable?
 
-Claro que lo eres- me incorporé y me senté en la cama. Lo jalé suavemente del brazo y lo senté en mi regazo. Comencé a jugar con su pelo -¿Desde cuándo estás despierto?
 
-¿Yo? Desde hace unas horas- me dijo. Levantó la vista y me miró con reproche -Te he dejado dormir más tiempo del debido. Ya casi tenemos que estar en casa de Sefora para su fiesta de cumpleaños, ¿Recuerdas?
 
Aah, si. Esa mequetrefe cumplía años hoy. Yo no le caigo del todo bien, y ella a mi tampoco. Pero le encanta Dearil. Aunque no hay una sola persona en la aldea que rechace su compañía, excepto las hadas, que le tenían miedo por ser su principal depredador (los demonios comen hadas, siendo Dearil y los demás que vivían en la aldea la excepción). Nosotros y los demás habitantes íbamos a organizarle una fiesta sorpresa a Sefora, al ver la posición del Sol por la ventana, comprobé que quizás íbamos un poquito tarde. Pero eso no puede ser un inconveniente tan grande, ¿O sí?
 
Lo miré fijamente. Acaricié su mejilla, sintiendo la suavidad de su piel -¿Ya te dije que te adoro?
 
Dearil me sonríe con ese encanto que me enamoró años atrás -Si, todo el tiempo. 
 
Empecé a recorrer su cuerpo con mis manos, y puse mi boca sobre la suya. Lo besé largamente, mientras al mismo tiempo lo desvestía.
 
Él correspondía a mis caricias, pasando sus manos por mi pecho y levantando el camisón que llevaba puesto. 
 
Me separé de los labios aterciopelados y bajé hasta su cuello, lamiendo y mordiendo la piel a mi paso. Dearil gime bajito, moviendo sus caderas inconscientemente, friccionando mi erección debajo de la tela de mi pantalón. -Ah… No me hagas chupetones…- me advierte, con ese tono tan erótico que él usaba para seducirme. 
 
Gruñí de una forma que probablemente sonaba amenazadora, y puse mis manos en sus nalgas y las apreté con fuerza -Sigue hablándome en ese tono, y te haré mucho más que unos simples chupetones.
 
Lo veo morderse el labio, mirándome lleno de lasciva. Mi verga dio un tirón ante esa visión -¿Y qué otras cosas puedes hacerme león?
 
Me estaba retando, eso me daba luz verde para hacer con él lo que quisiera. Aprieto ese culo de ensueño de nuevo, y con mis labios junto a su oído le digo: -Ya te las mostraré.
 
Ataco su boca con ferocidad, mordisqueando sus labios aterciopelados, e introduciendo mi lengua en busca de la suya, la cual me correspondió de igual forma. Empezamos con la acostumbrada pelea de lenguas de la cual ninguno de los dos saldría victorioso, pero no importa. Era un empate satisfactorio. Mientras seguíamos basándonos con frenesí, por fin abrí el último botón de su camisa, dejando sus rosados, y muy erectos pezones expuestos.
 
Nos separamos para recobrar el aire, nuestras bocas aún conectadas por un hilo de saliva. Masajeo los rosados botones. Dearil jadea ante mi toque. Él era inusualmente sensible ahí, y yo me aprovechaba de eso al máximo.
 
Me inclino hasta estar cara a cara con su pecho, y le doy una lamida, tanteando el terreno. Luego, me animo a atrapar una tetilla entre mis labios y chupar y lamerla como un dulce. Él se arquea y gime en respuesta, rodeando mi cuello con sus brazos. Volví a sentir otro escalofrío en mi polla, me encantaba oírlo gemir. Y su cara cuando lo hacía era digna de ser pintada en un cuadro.
 
Pero sin antes avisarme, empieza a moverse como queriendo quitarse de encima. Dejo de lamer sus pezones y él se levanta y tira de la sabana, destapándome por completo y dejando la vía libre para comernos como se debe. Se acerca y se inclina sobre mi entrepierna, tomando mi pantalón por la cinturilla y bajándolo de un tirón. Mi falo se alzó al ya no estar bajo la opresión de la tela, dejando ver todo su tamaño y grosor. Cuando Dearil lo vio por primera vez se asustó tanto que por poco no cogemos, y las primeras veces le dolía mucho. Pero no le tomó mucho tiempo acostumbrarse. Incluso, de vez en cuando, dice que le encanta lo grande que es, o lo demuestra, como ahora.
 
Lo agarra con firmeza, y lo masajea de arriba abajo -Que grande está…- lo mira fascinado, viendo el pre-semen salir de la punta, y esparciéndolo con sus dedos por el resto del falo, facilitando el roce -Quiero probarlo.
 
Y en ese instante, fue que puso sus labios sobre la cabeza y succionó la apertura de la punta, antes de engullir casi toda la mitad del miembro sin dejar de masturbarme. Gemí en voz alta, sintiendo como era devorado por esa cavidad mágica, empapándome con su saliva. Con su mano libre juguetea con mis bolas, apretándolas con gentileza y sobando el escroto. Si hubiese un concurso de mamadas, apostaría mil monedas de oro que Dearil ganaría el primer lugar sin dudarlo. 
 
Sigue chupándolo un rato, bajando y subiendo de manera sensual. Extiendo una mano para apartar su pelo que bloqueaba la maravillosa vista de mi verga desapareciendo dentro de esa boquita dulce que despedía suaves gemidos, enviando ondas de placer por todo mi cuerpo. Aún no asimilaba lo flexible que eran sus labios. Sin amagos de presumir, mi “espadita” como le digo yo es bastante grande, y la boca de Dearil no es tan amplia. Sin embargo, podía metérselo enterito sin problemas, y mantenerlo ahí dentro por un bueeen rato. ¿Cómo rayos hacía eso? Ni idea. Cosa de demonios supongo.
 
Seguía mamándome, de vez en cuando sacándolo de su boca y pasando su lengua desde la base hasta la punta,  mirando mi reacción y sonriéndome coqueto, para luego volver a metérselo de una manera tortuosamente lenta, saboreándome como un manjar. El sonido del chupeteo solo hacía esa experiencia más perfecta. Mi respiración se agita, siento el orgasmo tocar la puerta -Ahh…Dearil detente…- no me hace caso. En cambio, aumenta la velocidad con la que me engullía. Lo agarro por los cuernos, tratando de hacer que se detenga -¡Dearil espera!... Si sigues así voy a…
 
Él al fin saca mi espadita de su boca. Aún estaba bajo el agarre de su mano, sin quererlo dejar ir. Me mira haciendo un lindo puchero -¿Por qué nunca me dejas terminar?- se queja infantilmente.
 
Suspiré aliviado, paró justo a tiempo. Si lo dejaba terminar se quejaría porque embarré todo su rostro, o porque se atragantó con mi semilla, lo único que mi polla no podía hacer -Sabes muy bien por qué. Número uno, después estas quejándote, y número dos…- lo empujé hasta que quedó acostado de espalda a la cama -Porque me gusta la carita que pones cuando me corro dentro de ti, llenándote de mi leche.
 
Dearil dejó escapar un gemido que yo sabía que era de anticipación. Le quito el pantalón y termino de quitarle la camisa, yo hago lo mismo conmigo, dejándonos como vinimos al mundo. Le indico que flexione sus piernas, exponiendo ese botoncito sonrosado que me ha acogido incontables veces. Se contraía, necesitado de atenciones y de un miembro que lo estire. Aún así, seguía siendo igual de apretado que un virgen, no me sorprendería si hoy siguiese igual.  
 
Llevé tres de mis dedos a mi boca y los lamí hasta cubrirlos por completo de saliva. Los llevo hacia la entrada, cuyo dueño dio un brinquito cuando mis dedos húmedos contactaron con ella. Sonreí, tenía frío. Introduzco uno de los dedos, empezando un suave mete y saca, y con la otra mano atendía la polla de mi amado, que se arquea con mis caricias. 
 
-Hmmm…ahh…- no paraba de gemir. Con una mano pellizcaba sus tetillas, y con la otra se sobaba el resto de su torso. Yo gemí con él, juraba que solo con esa visión podía correrme -Aaahmmm… ¡Aah!- un gemido particularmente alto me avisó de que había rozado su próstata. Introduje otro dedo, y continúe atacando ese mismo sitio, sin piedad alguna. Dearil se retorcía como si le hubiesen echado agua bendita -¡Ooh siii!... Te… te necesito dentro, amor mío… ¡Fóllame!
 
-Uh uh, no tan rápido cariño- dije, sin dejar de torturarlo en ningún momento -Me encantaría empalarte en este mismo instante, pero entiéndelo mi amor. No quiero lastimarte. 
 
La primera y única vez que le hice caso cuando me pidió eso, por poco me saca la yugular de un arañazo, y duramos una semana completa sin hacer el amor. Su entrada necesitaba ser preparada, y más teniendo en cuenta mi tamaño. Estaba enojadísimo, a pesar de que fue su idea. A veces me desespera pero no importa, así lo quiero.
 
Seguí preparándolo un rato más. Me incliné y le di una lamida a su polla que goteaba líquido pre-seminal. Introduje un tercer dedo, entrando con facilidad por la saliva que lo lubricaba, y junto con los otros dos estrujar su punto dulce. -¡Oh, santo Lucifer!- exclamó. Cualquiera se hubiese escandalizado al oír eso, normalmente, la palabra “santo” se acompañaba con la palabra “Dios”. Pero a pesar de ser la cosita más linda del universo, Dearil seguía siendo un demonio. ¿A quién más va a adorar? Yo en parte no adoraba a ningún dios, pero no me importaba si él alababa a Dios o al mismísimo diablo. Él podía hacer lo que quisiera.
 
-Ooh… Por favor no me tortures más… Fóllame. Te quiero dentro ya…
Yo tampoco podía aguantar más. La dureza de mi verga dolía. Está listo, lo sé por la facilidad con la que mis tres dedos se introducirán dentro de él. -Ya va precioso, aguanta…
 
Me posiciono encima de él, apoyándome con una mano contra la cama, y con la otra guiando la punta de mi falo hasta la entrada. Pego la cabeza contra el anillo de carne y empujo, suavemente rompiendo su resistencia, hasta que entró. Seguí hundiéndome dentro de esa cavidad hasta que mis testículos rozaron las nalgas del otro. Dearil murmuró algo, con los ojos cerrados y mordiéndose los labios. Esperé un poco antes de moverme, dándole tiempo de acostumbrarse a la invasión. Luego empiezo con un suave vaivén de caderas.
 
El pelinegro debajo de mí emitía uno que otro quejido, para nada escandalosos. Hasta que cambié el ángulo de mis embestida y choqué con su próstata. Dearil casi grita -¡Ahí, más rápido!- me ordena, y yo obedezco sin rechistar. Jadeaba incontrolablemente, y vocalizaba su placer como gata en celo. La sensación de mi verga siendo aprisionada por esa cavidad caliente una y otra vez amenazaba con hacerme perder los estribos y montarlo como un semental hace con su yegua. 
 
Pasado un rato, sin salir de él, lo tomo de la cintura y me acuesto, quedando él encima de mío. Pone sus blancas manos en mi pecho y empieza a cabalgarme. Me encantaba la visión de su cara rojita de gozo, y su polla bamboleándose con cada brinco que daba. En un momento se detiene, y sentado sobre mi mueve las caderas en dirección circular. Sentía mi miembro meneándose en su interior. Paró y siguió cabalgándome con más animo. 
 
Los minutos pasaron. Sus gemidos se intensificaron, nuestras pieles se enrojecieron, nuestros jadeos se hicieron más pesados, y de nuevo sentía ese electrizante cosquilleo que me llevaría al estrellato. Tomo a Dearil y lo acuesto en el colchón con algo de brusquedad y doy rienda suelta a mis sentidos más salvajes, embistiéndolo lleno de energía hasta el tope. Sus gemidos pasan a ser alaridos, y sus manos, las que previamente puso sobre mi espalda, las arrastró por mi piel de forma no agresiva, pero aún arañándome con sus uñas hasta sacarme sangre. Casi no sentí nada. Hace mucho que me adapté a eso. Y además, estaba muy ocupado cogiéndome ese lindo culito como para prestarle atención a las garritas de su dueño.
 
-¡Ooooh!...¡Ufff, león si! Aaaahhhmmm… sigue así….-  Entre las otras cosas inentendibles que balbuceaba, pude entender eso. Embestí con más fuerza, quería dejarlo sin habla del placer -¡¡OooohporLucifer!!... ya casi, voy a… ¡¡¡AaaaaAAAAHHHMMM!!!
 
En ese mismo instante se corre, los brillantes chorros de su sustancia blanca manchan hasta su pecho, y un poco salpica sobre mí. Su entrada se contrae, apretando su agarre. Y así llegué a mi límite. Me vine con un gruñido ronco, llenando su interior de mi simiente caliente, aún follándomelo. Mis embistes bajaban a medida de que me vaciaba en él, hasta que dejé de moverme. 
 
Con las fuerzas que me quedaban lo tomé en brazos y nos acosté a ambos en la cama, estando él encima de mí, y yo acariciando sus cabellos en lo que nuestro aliento volvía a nosotros. Delineé sus cuernos, rememorando cada relieve, cada textura, y hueco. Podría estar entre mil demonios o cabras, siempre reconocería los cuernos de Dearil entre todos.
 
-Genial. Tengo que limpiarme, otra vez- dice , haciendo circulitos con su dedo. Luego siento su risita tímida contra mi pecho -Pero valió la pena.
 
-Claro que sí- me giro y lo dejo en el colchón otra vez. Me pongo encima de él y lo miro de arriba abajo. Ese cuerpo que incitaba al pecado con sus curvas y sus formas, y esa cara de “yo no fui” nunca dejarían de cautivarme por si solos. Quería más acción, y mi “espadita” estaba de acuerdo.
 
Me incliné y lo besé, largo y lento, saboreando con deleite su boca. Dearil me corresponde, pero al poco rato, para.
 
Sentía sus manos en mi pecho -Hmm… espera…- me habla entre besos -Ahora no…- me empuja para que lo suelte. Eso hago, y él se para de la cama, quedándose de brazos cruzados y mirándome como regañándome -¿Acaso no oíste lo que te dije? ¡Es tarde holgazán! Anda, levántate y vístete- sonaba y se veía enojado, pero sabía que no lo estaba. Después de convivir con él por 5 años conocía muy bien.
 
Tomó mi camisón del suelo y se lo puso. Luego se giró y salió del cuarto -¡Voy a servirte el desayuno!- me gritó desde el pasillo.
 
Me paro de la cama de mala gana. No quería ir a ningún lado, solo quería holgazanear el día entero y comer. Pero por ese demonio hermoso haría hasta lo inimaginable. Si me pidiese que bailara por la aldea con un moño y un vestido rosa lo haría sin dudarlo…bueno, no sin dudarlo, claro que me opondría a hacer algo así porque tengo dignidad, pero ustedes entienden la idea, ¿No? 
 
¿Y por qué? Eso es simple.
 
Suspiré de nuevo. Me he enamorado. No del Rey de los Demonios, si no del Rey de mi corazón.
 
FIN
 

Notas finales:

Espero que les haiga gustado. No olviden dejar review ^^ saludoss~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).