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Ya no importa por Jinsei No Maboroshi

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Secuela de 'Lo que Verdaderamente Importa'

ADVERTENCIA: Recomiendo que antes de leer siquiera el primer párrafo se lea primero el fic que le antecede: ‘‘¿Qué Es Lo Que Verdaderamente Importa?’’, puesto que muestra cómo acaba el primero, y sería bueno conservar la duda, ¿no?^^. De todas formas, muchas gracias por el tiempo que usas en leer esto. ¡Muchas gracias!^^

Al Igual que todos mis fics, se lo dedico a Saya Ogawa, mi correctora más querida y estimada. Muchas Gracias por tu paciencia.

Corrección: Ogawa Saya

 

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“Y ahí estabas tú, como siempre, esperándome. Te sonreí y en demanda de comprobar si era verdad, busqué tocar tu mejilla. Escudriñando si era la verdad, te perdí, porque no me conformé con la mentira, con la ilusión. Y ahora te sufro. ¿Es mejor vivir en un paraíso de ilusiones donde tú estás sonriéndome o conocer la triste verdad de que no me amas?”

 

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Resucitaron.

 

Era una cama muy suave, delicada. Las sábanas de seda eran de tal textura, que parecían no tocar sus pieles.

 

La joven rubia tenía su brazo alrededor de la cintura de la violinista.

 

Despertó, lentamente, saliendo de un recóndito sueño olvidado en las profundidades de su mente, una ilusión que sentía como si de una pesadilla se tratase.

 

Finalmente abrió sus ojos, y miró el ondulante cabello sobre la almohada, sintió esa fragancia marina...

 

Rozó con su mano aquella piel que creía perdida, aquella piel que ya no le pertenecía. Su respiración se aceleró, su corazón difícilmente se contenía en su pecho. ¿Acaso era posible?

 

Se incorporó muy poco, muy lentamente, y miró por encima a ese ser. Sí. Era ella.

 

Michiru.

 

Deslizó su mano alejándola de esa piel ya prohibida. Contempló sus manos limpias, y continuó observando meditabunda la joven a su lado.

 

Michiru. La sirena de los mares, la dueña de las aguas. La que le había hundido en el más profundo dolor, en el más insondable sentimiento de infelicidad.

 

Ahora se hallaba allí. A su costado, respirando tan tranquila, como si todo hubiera sido un sueño. Una pesadilla.

 

Pensó un momento. ¿Acaso no puede ser que toda aquella tortura de años hubiera sido un sueño? Vislumbró la habitación. Era la morada de ellas.

 

Examinó con detalle las sábanas, que ya no estaban ni manchadas en rojo, ni hechas jirones.

Miró la ventana, observando con deleite la luna en la noche, que ingresaba una vez más a la habitación, aquella alcoba donde tanta dicha y tanta tristeza se habían producido en sólo cuestión de segundos.

 

Volvió a dar su mayor atención a Michiru.

 

Aún dormía tan bellamente. Una pesadilla. Todo aquello había sido una pesadilla.

 

La muerte que había vivido, aquel eclipse... todo había sido un sueño desagradable.

 

Recordó súbitamente aquella escena de dolor, donde la misma joven que yacía ahora a su lado, estaba siendo feliz, estaba en su paraíso, sin ella.

 

Tocó con temor la mejilla de Michiru.

 

Ronroneó un poco, y despertó con lentitud.

 

Los intensos ojos azules de la violinista se clavaron con sombro en aquellos ojos vergel que hacía tanto tiempo perturbaban sus ensoñaciones, y que debido al fatal destino, descubrió con fúnebre sorpresa aquella noche de eclipse, esa misma noche donde esa rubia buscó la salvación a través del sable.

 

Sin palabras, Michiru se incorporó atónita de ver a Haruka.

 

Miró el pecho de la corredora, y con temor lo tocó, tanteó aquella zona del plexo, donde se había clavado la desdicha de ambas.

 

Una lágrima atravesó su rostro, quemándole.

 

Michiru se abalanzó sobre Haruka, abrazándola con fuerza, buscando desesperadamente no hallarse en un sueño, buscando el perdón, buscando todo lo que había perdido a partir de sus errores, faltas que ciertamente, nunca volvería a cometer.

 

Sus cuerpos desnudos mantenían la presión, la calidez del abrazo, sin que aún mediaran palabras. El silencio, y la penumbra, levemente interrumpida por los rayos de luna, eran todo el maravilloso mundo que necesitaban. Si esa era la segunda oportunidad que tenían, no la desperdiciarían.

 

Michiru, más calmada, miró con intensidad a Haruka.

 

La corredora aún sin mayor reacción que una inquietante observación del rostro de su amante, tomó la lágrima que amenazaba cruzar el límpido rostro de su sirena. Pasó su dedo por aquella mejilla, y la avistó con tristeza.

 

La duda del sueño se había disipado, trayéndole sólo desolación al ver la reacción de Michiru, reacción que demostraba el error cometido, y por ende, el presente dolor. Mostrándole que esa imagen de traición no correspondía a una pesadilla.

 

Se separaron un poco, sentándose enfrentadas sobre la cama. Sus rostros eran iluminados, mitad por la tristeza lunar que ingresaba con timidez a través de la ventana, y mitad ocultos por la oscuridad que se empecinaba en no mostrar lo que debía.

 

Apartadas, contemplándose una a la otra, en un hondo silencio más insondable que el de las profundidades del mar, quedaron por unos minutos.

 

Michiru tomó la mano de Haruka entre las suyas, y movía con lentitud su pulgar derecho para rozar el dorso de la mano de Haruka en una simple caricia.

 

-Haruka... ¿qué fue todo eso?

 

-¿Eso?

 

-¿Acaso fue un sueño?

 

-No lo sé. ¿Tú viste todo?

 

-Sí.

 

El silencio rompió el leve diálogo. Michiru continuaba acariciando la mano, concentrándose en ella, observándola. Tomó más valor y miró a los ojos a su amante. Haruka tenía una mirada que vagaba entre la tristeza y la resignación, en un sentimiento inescrutable de profundo dolor.

 

-Haruka. Perdóname... –le dijo con voz quebrada.

 

Haruka no respondió. Continuó mirándola con apatía, con abatimiento, con sumo dolor.

 

-Todo esta muy quieto, ¿no te parece? –le contestó, sin dejar de mirarla.

 

-Sí.

 

-Pareciera que no fuera real…

 

-Tal vez lo que soñamos no fue real...

 

-Michiru... no te engañes más, por favor... no más... –dijo con dolor, apartando su mano de aquella caricia embriagadora.

 

-¡NO! ¡No lo haré más! –dijo con desespero, en un susurro ahogado, buscando con desesperación aquella mano que se iba, que se alejaba–. ¡No te alejes de mí, Haruka! –alcanzó la mano, y volvió a tomarla entre las suyas, para acariciarla con ahínco.

 

-¿Alejarme? ¿Yo? –la escrutaba, buscando no pronunciar el reproche que inevitablemente estaba en su tono, ahogado, pujando por salir.

 

-Haruka. Yo lo siento con mi alma, con mi vida, con todo mi ser. ¿No sabes que luego de tu muerte me suicidé? –Haruka salió levemente de aquel rostro de tristeza para sorprenderse un instante, y volver con mayor dolor a la mirada agonizante–. Sucumbí porque me había dado cuenta que tú eras mi mundo... tú eras mi paraíso.

 

-No más palabras al viento. No me hagas sufrir más... –rogó.

 

-Haruka. Te amo. Lo hice siempre, y lo haré por siempre. Mi error lo pague muy caro.

 

-¿Caro? Claro. Perdiste tu vida cuando habías hallado el paraíso. ¿No es estar, ahora, conmigo, tu error? ¿Acaso Saburou no era el ser de tus ensoñaciones?

 

-No. Haruka. Eras tú.

 

El silencio regresó a aquella alcoba, que se empecinaba en ocultar los rostros, en mostrarlos con tenue vergüenza.

 

-¿Será verdad?

 

-¿Cómo puedes preguntar algo así? ¿Acaso, Haruka, no te sirve mi disculpa? ¿Qué deseas que haga para que me perdones? ¿Deseas que me arroje por el balcón? Lo haré –dijo con severidad, conteniendo las lágrimas. Dejó la mano de Haruka sobre aquellas tersas sábanas, y se dispuso a abandonar el lecho, cuando Haruka le tomó el brazo, regresándola a la cama, frente a sí, para que iniciara nuevamente aquella caricia que parecía una brisa mojada, que tenía sabor a quimera.

 

-No, Michiru.

 

Michiru aceptó la detención. Se sentó frente a su amante, que aún no podía sonreír, o siquiera verle con aquella serenidad con la que la había dejado en Tokyo cuando había partido a Alemania. Aquella mirada, aquella alegría parecía no habitar más en el cuerpo de la guerrero del viento.

 

-Haruka. ¿Por qué me miras así? –comentó con tristeza.

 

-¿Mirarte así? ¿Cómo?

 

-Sin emoción, sin alegría, sin paz.

 

-Es que no las tengo... –en un instante la pupila de Haruka se desvaneció, para surgir de nuevo, con aquella desolación que como tornado silencioso, destruye a su paso, sin previo aviso.

 

-¿Por qué? Haruka, podremos volver a empezar, ¿no lo ves?

 

-¿Ver? ¿Volver a empezar qué?

 

-Ha... haru... ka –dijo incrédula ante las frías palabras de su amiga.

 

-Michiru, ya no hay tiempo.

 

-¿No lo ves, Haruka? Estamos vivas. Tú no has muerto a través de tu sable, y yo aún existo, a pesar de haber ido hasta las profundidades del mar para buscar tu perdón, matando más que mi propio ser.

 

-Ya nada importa.

 

-¿Haruka? ¿Qué te ocurre? ¿No ves que esto es una segunda oportunidad que probablemente nuestra princesa nos ha otorgado?  ¿No puedes perdonarme? Sé mi paraíso. Déjame estar contigo.

 

Michiru la abrazó, disminuyendo aquella fría distancia. Haruka la envolvió, con amor, con abatimiento, con padecimiento profundo. Una agradable y torturante sensación de silencio ahogó sus palabras. ¿Acaso ella sabía la verdad? ¿Qué verdad?

 

Aún abrazadas, sin separarse, continuaron hablando.

 

-Haruka, ¿me perdonas?

 

-Ya no importa.

 

-¿Es eso un sí?

 

-¿Acaso importa?

 

Haruka abrazó con mayor fuerza el cuerpo de Michiru, que desnudo, parecía acariciarle el alma.

 

-Volveremos a empezar, Haruka. Una vez más. Mañana será un día nuevo. Borraremos el pasado y los errores, y recomenzaremos.

 

-¿Sólo una pregunta?

 

-¿Qué?

 

-¿Por qué? –Michiru se estremeció. Nuevamente el por qué, aquel por qué que nunca se había contestado antes, debería contestárselo ahora.

 

-¿El por qué de qué, Haruka?

 

-¿Por qué me dejaste?

 

-Lo lamento...

 

-Sólo contesta... –susurró dándole un beso suave en su oído.

 

-No lo sé. Sólo pasó.

 

-¿Que te enamores de un hombre, y te vuelvas feliz a su lado, compartas tu vida, tus tristezas, tus temores, y te olvides de quien ha estado a tu lado por más de cuatro años, habiendo luchado juntas tras tanto miedo, y superado el destino, es algo que sólo pasa? –le ironizó aun en el desánimo que de su voz podía sentirse.

 

-¿Quieres torturarme? ¿Deseas vengarte?

 

-No. Sólo quiero saber la verdad. Si esta es nuestra segunda oportunidad, creo que deberíamos limpiar las manchas, debemos limpiar para olvidar, sin dudas, sin nada que nos perturbe.

 

-Yo simplemente no sé qué decir. Me enamore de ti, pero también de él. Creí hallar en él todo lo que la sociedad nunca nos dejaría. Hallé en él la tranquilidad de mi figura. Yo siempre quise amarte mostrándole a los demás, quería que no me juzgaran por tal amor... contigo no era posible, y tu ausencia... me debilitó, y me hundí en todo lo que él me podía ofrecer... pero fue un error...

 

-Siempre te importó la sociedad. ¿Verdad? Siempre serás una joven de las clases altas,  rodeada de prototipos, de brillos pútridos.

 

Michiru, escuchando tales crudas palabras con serenidad, se separó de aquel abrazo que le refugiaba, y miró con duda el rostro de Haruka. Un semblante cuya única mitad la miraba con dolor, con desolación, con desánimo. Aquella otra mitad, tan oculta por las sombras. Haruka estaba rendida, y eso le asustaba a Michiru, que siempre creyó en la absoluta persistencia rebelde de la rubia. 

 

La violinista sólo mantuvo el silencio, esperando el desahogo de su amante. Esperando los latigazos merecidos por su confusión, por sus dudas, por sus errores.

 

-Michiru. No te importó nada más que lo que él te podía dar, una estúpida imagen de familia, y ese deseo de maternidad que ya desde hacía tiempo me ocultabas. ¿Por qué? ¿Por qué no confiaste en mí, por qué no me hablaste de ello…? Solamente lo ocultabas. ¿Por qué?

 

-No quería dañarte... mi deseo nunca lo hubieras cumplido, porque no podríamos, simplemente por ello.

 

Sólo el suspiró de Haruka hizo eco en la habitación.

 

-Nunca quise engañarte. Pero no eras sólo tú la que estaba siendo engañada. Era yo misma. Tienes razón. Sólo deseaba tener una familia normal. ¿No puedes entender eso? ¿Acaso no puedes entender que me sentía sola? ¿No puedes entender el sufrimiento con mis dudas, con mis anhelos, con mis deseos truncados? Me sentía culpable de que tú estuvieras a mi lado, sin continuar con tus sueños. Me sentía vacía de las necesidades que al ser humana se me han impuesto, me sentía confusa, extraña, rodeada de soledad. Y mis dudas nunca me abandonaban. Hasta que él apareció, y pude verme completa, en una fatal ilusión absurda. Haruka, ¿tan difícil es entender que me había ahogado en los sueños, en los sentimientos y en las confusiones? ¿Tan difícil es entender que nuestra vida no es fácil en este mundo? No es el milenio de plata, ¡es la Tierra! La imagen mata a los humanos... ¿Acaso es tan difícil de entender eso?

 

-No. No lo es... -dijo con voz quebrada.

 

-¿Y entonces? ¿¡Por qué no me entiendes!? –dijo con tranquila voz.

 

-Porque no entiendo qué sucedió con todas las palabras que de tu boca salieron. Porque no comprendo tu actitud, sabiendo que en mí podías confiar, porque no entiendo cómo, si yo era tu paraíso, me dejaste, para buscar quimeras, para buscar imágenes con las que embriagarte en esta Tierra, una tierra que tú no querías proteger, una tierra que no sé si alguna vez te interesó... ¿dejaste lo que tú considerabas tu edén por una simple búsqueda de aceptación? ¿Me dejaste sólo por tus dudas? ¿Y todas aquellas palabras, aquellos susurros, aquellos gemidos ahogados que murmuraban con placer que me amabas, todos aquellos sentimientos los hundiste en las profundidades de tu mar, sólo por una quimera? ¿Por una ilusión…?

 

-Haruka. Lo lamento... –rompió en llanto, bajando su rostro frente aquella mirada dura, triste que le decía la verdad, con tranquilo dolor, sin subir la voz, con hondo rencor, con profunda sensación de traición. Michiru lloraba como una niña, dejando que su ondulante cabello tapara su rostro por completo.

 

Ambas estaban tan dolidas.


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