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De fuego y sueños por Yusei156

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Llevar a tu hijo al callejón de Diagon no podía ser lo más entretenido por hacer un jueves por la mañana, mucho menos cuando tienes que enseñarle cómo tratar a los inferiores y a cualquiera que sea ajeno a tu circulo social, pero ese día era importante. Pronto nacería la primera hija de su hermano Alphard y debía de conseguirle no solo el más bello y caro regalo que se le pudiera ocurrir, sino que también debía de encontrar la ropa apropiada para la ocasión, una oportunidad ideal para enseñarle a su hijo mayor como es que se movía el mundo.

 

La primera parada: el salón de Madame Kyteler, la tienda predilecta de la señora Black para la confección a medida de sus elaborados vestidos. Entró como en cualquier otro día, solo que en esta ocasión estaba acompañada de su hijo el cual parecía estar intimidado y trataba de moverse de tal forma que se viera solo perfección al desplazarse, aunque más bien parecía como si de un robot se tratara, lo cual le causó gracia a su madre pero esta no lo demostró ni un segundo.

 

—Señora Black, es todo un honor verle nuevamente— saludo cortés la dueña de aquel respetable local. Ciertamente el ver llegar a un sangre pura a su tienda era de celebrarse ya que eran especialmente generosos al pedir que le confeccionasen una prenda.

 

—Si tus manos no fueran tan maravillosas no hallaría la dicha de venir— contestó intentando disimular la mirada vigilante que tenía sobre su hijo. El cual parecía cohibido por la bella mujer frente suyo —Este es mi hijo Sirius, deseo que le hagan un magnífico traje de color verde porraceo para que combine con sus ojos.

 

Una vez dicho aquello la modista se dispuso a tomar cada una de las medidas necesarias tanto para la madre como para el hijo. Ya que estaba sobreentendido que si Walburga entraba en su local es porque esperaba obtener un vestido más elegante, más sublime que el anterior, a no ser que ella misma lo especificara. Tardaron poco más de una hora antes de salir de aquel lugar, la entrega sería dentro de dos días y a domicilio así que no había razón alguna por la cual tuvieran que seguir allí. 

 

Fuera y sin poder evitarlo Sirius quedó atrapado mirando fijamente los artículos de quidditch en el aparador. Apenas tenía ocho años pero estaba seguro de que un día jugaría en la Universidad de Hogwarts, sería un gran guardián y enorgullecería a sus padres al darle la victoria a Slytherin, la fraternidad a la que todos en su familia habían pertenecido. 

 

—Camina— le ordenó Walburga cansada de ver a su hijo como si de un idiota se tratara, era triste pero sabía que era aún pequeño y no siempre podía evitar distracciones tontas.

 

Sin chistar el niño le obedeció y la siguió hasta la tienda de túnicas de Madame Malkin, estaba seguro de que ahora iba por un encargo para su padre. Siempre que su madre iba de compras aunque supieran que se trataba de una sola cosa ella se las arreglaba para tardar mucho más de lo esperado. Estuvieron en el local más de cuarenta minutos lo que ocasionó que el pequeño terminará aburrido en uno de los sillones de espera, ahora entendía porque su padre se negaba rotundamente a acompañarla. Cuando por fin su madre estuvo decidida y se dispuso a pagar se dio cuenta del lamentable estado en que se encontraba su hijo.

 

—Puedes ir por un helado, pero no hagas que me avergüence— declaró Walburga, viendo a su pequeño sonreir entusiasmado y salir corriendo de la tienda. Debía admitir que ver sonreír a su hijo era lo único que ablandaba su corazón, bueno, una de las pocas cosas que podía lograr hacerlo.

 

Sin dudar dos segundos Sirius hecho a correr al local de enfrente, tan emocionado estaba que no se dio cuenta de las personas pasando y terminó chocando contra un adulto. Del impulso terminó sentado en el piso, aguanto el llanto, en su familia tenían prohibido llorar ya que no era más que una muestra de debilidad y un Black no podía ser débil. Se levantó con todo el porte y orgullo que podía tener a esa edad. Fue entonces que miró a la persona con la que había impactado. Se trataba de una mujer de baja estatura, cabellos castaños y ojos cafes oscuro, quien le sonrió amablemente.

 

—Debes de tener más cuidado pequeño, podrías haberte lastimado— hablo con dulce voz, pronto la mujer fue alcanzada por un hombre que venía acompañado de una pequeña. Para Sirius todo eso fue demasiado extraño, no entendía como si ella era madre podía ser tan buena, tan dulce, porque su hija venía tan desaliñada y mucho menos porque le hablaba con dulzura si no se conocían. 

 

Aunque su apariencia física no le importo en ese momento años después Sirius recordaría con claridad a esa mujer junto con la calidad y ternura que una mamá omega puede ofrecerle a sus hijos. 

 

—Niño, tienes mucha suerte, hoy conocerás a la persona más importante de tu vida ¡Qué envidia! Eres muy joven así que espero puedas aprovecharlo— comentó el hombre que acababa de llegar, quien parecía transmitir su emoción a su esposa e hija.

 

—¿Lo dice en serio señor?— preguntó muy ilusionado el pequeño, no entendía de qué clase de persona seria pero si iba a ser la más importante de su vida seguro se trataba de alguien completamente maravilloso. 

 

—Y tan solo eres un pequeño. Espero seas muy feliz en la vida— le dijo la señora acariciando con ternura su cabeza y revolviendo poco a poco sus rebeldes cabellos. 

 

—¡Sirius! ¡¿Qué diablos estás haciendo?!— se escucharon los gritos de Walburga tan pronto salió del local. El niño asustado vio el rostro de los señores con los que se había topado. Pronto pudo notar como la expresión del señor cambió y la mirada que le dirigió llena de ¿lástima? ¿Porqué le tendrían lástima si tenía todo lo que quisiera y más? Aunque con la mujer fue distinto, ella parecía mirarlo con tristeza —¡Alejate de mi hijo maldita Omega!— grito con algo de desesperación al verla tan cerca de su primogénito. 

 

No tuvo que repetirlo dos veces para que la otra mujer se hiciera a un lado y tomará a su hija en brazos. Estaba claro que sabía de quién se trataba y del problema en que se había metido. En cambio, el hombre se puso frente a su esposa e hija intentando protegerlas de la “adoradora de sangre” decidía hacer algo en su contra. Al darse cuenta que la preocupación mayor de esa mujer era el niño aquella familia opto por caminar hasta alejarse de aquel lugar.

 

—¡¿Qué diablos hacías con ellos?! ¿Acaso te das cuenta de quienes son? Es Trelawney y su esposa omega, un par de despreciables criaturas que han roto todo lo que es puro y han traído al mundo a su inmunda hija que seguro será también omega— declaró Walburga antes de golpear en el rostro a su hijo. Le dio un segundo golpe al ver que este no había reaccionado, al tercero por fin logró tirarlo al piso. 

 

Se dispuso a darle un cuarto golpe, sin embargo en esta ocasión su hijo trató de detenerlo sosteniendo su mano. Un grave error. Sirius al darse cuenta de lo que había hecho salió corriendo sin dirección fija, sabía muy bien qué era lo que le esperaba por haberle levantado la mano a su madre, lo sabía tan bien a pesar de la corta edad que tenía. No quería enfrentarla, no en ese momento.

 

Pero fue un gran error. Ya que vago tanto tiempo sabiendo que probablemente su madre no iría a buscarlo hasta que aprendiera una lección. Quizá esta ya lo había encontrado y se dedicaba a seguirlo para ver en qué momento terminaba tirado en el suelo llorando. Con algo de desesperación trato de buscar algún lugar por el cual irse hasta que por fin lo encontró. Recordando cómo es que había llegado aquel lugar decidió caminar sobre esa calle oscura. 

 

Abrió muy grandes sus ojos al darse cuenta de que se encontraba rodeado de Betas y Omegas caminando muy cerca de donde se encontraba, era obvio por la clase de ropas que traían puestas. No podía creer que había sido tan idiota como para meterse en aquel lugar. Intentó regresar tan rápido como le era posible pero algo había fallado, no recordaba la calle exacta por la que llegó ni si había girado una o dos veces o en qué dirección. 

 

Un joven de alrededor de unos 20 años de edad se acercó al pequeño niño quería saber si estaba perdido o algo le había sucedido. En cambio, Sirius sin poder evitar voltear a ver y pensado que lo estaban siguiendo apresuró el paso y hecho a correr hasta que chocó contra un niño de aproximadamente su edad, le miró espantado, casi tanto como cuando sintió un par de manos tomarlo por la espalda ayudándolo a incorporarse del piso. Con algo de incredulidad los vio, era una pareja un tanto grande que venía con los que probablemente serían sus hijos. Antes de que estos pudieran intervenir el pequeño volvió a echarse a correr, no iba a dejar que lo capturaran.

 

No sabía ni qué hora era, pero el cielo comenzaba a oscurecer y había perdido de vista al gran bullicio de gente desde hacía horas, deseaba estar con su mamá, con su papá y con su hermanito. Incluso sería feliz de poder ver a sus primas que sin duda eran todo un tormento para cualquiera que estuviera en su camino. Un poco triste sin saber ya qué hacer decidió caminar siguiendo un río. Jamás había visto uno igual pero tampoco sabía cómo volver. 

 

Golpeó una piedra todo el camino intentando pensar que debía de hacer en ese momento, no sabía cómo regresar a su casa, estaba más que seguro que seguir el río podría llevarlo cerca pues si recordaba bien la última vez que había ido a la Mansión Malfoy había visto un río por una de las ventanas, aunque este fuera a lo lejos y nadie le asegurara que iba en la dirección correcta. Suspiró pesadamente y se tiró en el piso a llorar, prefería mil veces haber recibido ese golpe en lugar de salir corriendo de tal forma lejos de su madre. 

 

Ahora no sabía si sería capaz de ver a su hermanito otra vez, ni a sus padres. Lloró más pesadamente sin intentar contenerse, no había quien lo viera, no había quien lo escuchara y le dijera que todo estaría bien. No importaba quebrantar el ideal de los Black si no volvería a ver a su familia. Siguió llorando de tal manera que no se percató que ya no estaba solo, de hecho lo habían estado observando desde hace varios minutos atrás.

 

—No sirve de nada llorar— escucho de pronto Sirius pero no reconocía aquella voz —Mejor pensemos en algo, yo te ayudare— nuevamente esa voz, con algo de miedo volteo a ver a de donde provenía y se encontró con un niño de aproximadamente su misma edad, quizá un poco menor por su altura. Tenía una mirada tierna y ojos de color negro profundo. Era bastante raro pues no recordaba haber conocido con unos ojos iguales a esos. Sirius no reaccionó sino hasta que escucho hablar nuevamente a aquel niño.

—¿Estas perdido? Se nota que no eres de por aqui por tu ropa, tienes suerte de que yo te haya encontrado— le dijo intentando animarlo. A decir verdad lo había visto desde hacía al menos diez minutos atrás, pero como no estaba acostumbrado a interactuar con niños de su edad se abstuvo en hablarle hasta que no pudo ignorarlo más.

 

—No sé cómo regresar a casa, mamá va a matarme— confesó por fin el pequeño, estaba un poco apenado por tener que ser ayudado por un niño menor que él pero a decir verdad era lo mejor que le había pasado esas últimas cuatro horas.  

 

—Vamos con mi mamá, ella seguro sabrá que hacer— sugirió el pequeño pelinegro tomando de la mano al otro niño para guiarlo hasta su casa. En realidad no lo había pensado mucho pero le daba curiosidad encontrar a alguien como él.

 

Con eso se refería a la gran distancia que había entre ellos. Si bien aunque era joven jamás estúpido, sabía muy bien en qué clase de lugar vivía y porque su mamá tenía cuatro seguros tras la puerta principal. Estaba consciente de que su ropa la había utilizado alguien más mucho antes que él mismo y no podía ignorar la clara diferencia ahora que la tenía tan cerca. Aquel niño perdido ansiaba volver con su familia, estar a su lado. Venía con telas finas y bien planchadas, su cabello era ondulado y estaba peinado, su piel olía a perfume, tanto el suéter que tenía como la bufanda se veían que no tenían más que una puesta. Quizá la diferencia que le dejó más abrumado fue la física. 

 

Se trataba de un niño bastante bonito, de piel clara sin ninguna marca, con la mirada orgullosa y unos resplandecientes ojos grises que, aún con lágrimas, se veían verdaderamente hermosos. Si le hubieran preguntado sobre lo que pensaba de ese niño habría tenido que admitir que le tenía cierto toque de celos. Se notaba que era de una familia rica, que era cuidado y mimado, además de dinero y poder era atractivo ¿Qué más podía querer? ¿Por qué la vida era tan cruel con él? ¿Qué había hecho para merecer nacer en un sitio completamente distinto?

 

Intento ignorarlo mientras avanzaba, sabía que aunque lo estaba siguiendo sin chistar era claro que el niño tenía sus dudas al respecto. Ya un pasado un rato y con algo de incomodidad trató de apresurar el paso aunque eso solo ocasionó que terminara parando abruptamente cuando la toz le invadió. Había olvidado por completo que no se había recuperado del todo y si empeoraba otra vez tendrían que reducir los gastos de la casa nuevamente. 

 

Un poco apenado e intentando disimular, con sus dos manos comenzó a cubrirse el cuello para proporcionarse algo de calor y protección. Su madre siempre le había dicho que “algo era mejor que nada” aunque nunca le había contado lo difícil que era sentirse humillado frente a alguien más y seguir con la cabeza en alto. Este comportamiento no pasó inadvertido por Sirius, quien al darse cuenta de lo que sucedía no lo pensó dos veces antes de quitarse la bufanda y ponersela en el cuello. Acto seguido vio como el rostro de su nuevo amigo comenzó a tornarse rojo de la pena y sin decir nada le dio un “gracias” silencioso para que pudieran seguir caminando.

 

—¿Eres Alfa verdad?— preguntó solo para confirmar sus sospechas, sabía muy bien por su madre que las familias de alfas eran adineradas y en general eran los únicos que alcanzaban puestos de poder altos.

 

—Eso me dijo mi mamá, aunque a decir verdad no estoy tan seguro de lo que eso signifique— confesó Sirius sonriendo un poco. Le habían enseñado muchas cosas y sabía que ser alfa era lo mejor del mundo pero no entendía qué tenía de malo ser como otros, sobre todo si eran como ese niño que pretendía ayudarlo —¿Tú que eres?— preguntó por curiosidad, solo sabía que si no eran de su clase social probablemente podía ser Beta, aunque su madre siempre le había gritado que los Omega eran los peores.

 

—No sé, pero mi papá es Beta y mi mamá Omega así que podría ser cualquiera— le contestó un poco apenado por no saberlo con certeza. Una vez le había preguntado a su mamá lo mismo y esta le respondió que no lo sabrían hasta que llegará a los 12, entonces el estudio sería gratuito y no tendrían que gastar en algo que sería innecesario hasta ese momento.

 

—Los Omega se casan con alfas ¿no? Una vez escuche a mi papá hablar sobre un compromiso con una Omega— comentó sin pensar mucho en lo que estaba diciendo.

 

—Sí, supongo que podría pasar si se aman mucho.

 

—Entonces, cuando crezcamos y si nos amamos mucho deberíamos casarnos ¡Sería una fantástica idea!— exclamó Sirius sin siquiera recordar que se encontraba en calles desconocidas hablando con un niño que acababa de conocer y bien podría estar guiandolo a una trampa.

 

—Pero no sabes si seré un Omega, ni siquiera se si quiero enamorarme de ti— contestó nervioso, había veces en que no podía creer lo que decía la gente y está seguro era una de esas ocasiones. 

 

—No importa si eres Beta, Omega o un pingüino. Hoy un señor me dijo que conocería a la persona más importante de mi vida y estoy seguro de que eres tú— contestó más animado todavía. A final de cuentas ese día no estaba siendo tan malo y la cara sonriente de ese niño solo podía animarlo aún más.

 

—¿Lo dices en serio?— preguntó esperanzado. Jamás había tenido una declaración como esa y aquellos ojos plateados realmente no le dejaban pensar con claridad. Era como si esa mirada le dejara absorto.

 

—¿Hijo?— El pequeño no pudo escuchar la respuesta de aquel niño desconocido, no al darse cuenta de que era su madre quien le estaba llamando. Sin darse cuenta habían caminado hasta llegar frente su casa. No le cabía duda de que ésta los había observado desde la ventana. 

 

—Mamá, dejame explicarte. Lo encontré perdido cerca del río y queremos tu ayuda para que regrese a su casa. Está perdido— intentó explicar rápidamente antes de que malinterpretara la situación. 

 

—Vete a la casa cariño, yo lo llevaré a la estación y me aseguraré de que vuelva con su familia— afirmó intentando ignorar la clara mirada de descontento de su hijo.

 

—En serio quiero ir— le confirmó aún sin quitar el ceño fruncido. 

 

—Vete a la casa— reafirmó la madre sin dejar un rastro de duda sobre su hijo, sabía lo terco que podía llegar a ser pero era muy importante que se alejara de inmediato. Sin decir una palabra y con un breve gesto de despedida se fue intentando no mirar atrás pero le fue imposible. Antes de cruzar el marco de la puerta volteo a ver al niño que (aunque siguiendo a su madre) le miraba de reojo. 

 

Un poco triste se contuvo a sacudir la mano pensaba que no había más por hacer, así que cuando alcanzo a escuchar un “Volveré por ti” salir de los labios del futuro alfa y su sonrisa radiante no pudo evitar sentirse entre apenado y sonrojado. Había vivido un cuento de hadas en solo una tarde, aunque para ser sincero no esperaba que tuviera un final feliz.

 

Sirius en cambio siguió caminando sonriente pensando en cómo su madre se infartaría por su elección no solo prematura sino también fuera de lo convencional para su pareja. Pero creía firmemente que ella lo apoyaría con tal de que sea feliz. Estaba tan emocionado con la idea del futuro que no se dio cuenta de la expresión nada agradable que tenía la madre de su persona especial. Quien la viera podría asegurar que estaba a punto de matar a alguien.

 

Pasando un rato llegaron a la estación. En realidad Sirius no supo bien lo que estaba por suceder. Al llegar el cansancio por fin le había ganado y terminó dormido en una de las sillas para esperar. Solo supo que cuando desperto tenía frente suyo a su madre llorando y agradeciendo que se encontrará bien. Lo estaba abrazando como nunca antes lo había hecho. Cuando la conmoción se acabo recordó que debía de preguntarle a la señora cómo se llamaba y donde vivía pues tenía que regresar por su futura pareja un día. 

 

Cuando le comentó al policía le dijo que ella se había marchado en silencio y no sabía dado datos personales ni nada por el estilo. Decepcionado, Sirius intentó recordar cómo había dado con ese lugar pero no funcionaba por más que lo intentase. Ya llegando a su habitación y preparándose para ir a dormir fue cuando se dio cuenta de que tenía una nota en su chamarra. 

 

“Lamento decirtelo de esta manera pero mi hijo está comprometido, lo arreglamos desde que nació. La semana próxima partiremos a Alemania y jamás regresaremos. Por favor, olvídate de lo que sucedió”

 

Aquello no solo le rompio el corazon por primera vez, sino que cambio su vida. 

 

 

oOo

 

—Y esa es la historia del amor de mi vida y porque termine en esta fraternidad con ustedes, de no haberlo conocido seguro sería como el resto de mi familia, un intolerante y maldito Slytherin— afirmó Sirius sonriéndole a sus amigos de buena gana.

 

—Cada que escucho esa historia no puedo evitar ponerme un poco celoso ¿Qué harías si apareciera hoy por esa puerta? ¿Me dejarías?— preguntó un joven de cabellos castaños de nombre Remus. 

 

—Uhmm— alargó Sirius entre sus labios, uno de sus pasatiempos favorito era molestar a su pareja.

 

—¡Sirius!— grito mientras reía, sabía lo pesadas que podían llegar a ser sus bromas.

 

—¡Claro que no! Una vez me dijeron que era la persona más importante de mi vida pero eres tú a quien yo amo— le confesó nuevamente lo que sentía por él desde hacía ya casi un año que llevaban saliendo juntos.

 

—Puagh consiganse un cuarto!— bromeó James, siempre pasaba eso cada que Sirius les hablaba de esa persona especial.

 

—No— contestó divertido su mejor amigo dispuesto a besar a su novio frente a todos sin que se lo pudieran impedir. 

 

Esa noche todo parecía normal en el dormitorio para Gryffindor. Pero uno de sus miembros más populares y conocido no solo por su carisma sino por su atractivo, era incapaz de recobrar el sueño, pensando en lo maravilloso que sería encontrarse a la persona de la que se enamoró a primera vista. Cerró los ojos y como cada año, deseo que mañana en su cumpleaños su sueño se hiciera realidad.

 


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