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Little Sun por Kaiku_kun

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Notas del fanfic:

Este fic está dedicado a Sly D. Cooper, pero esta vez no por lo que podría ser, sino por lo que ya es.

Little sun

 

¿Sois de esas personas que no se dan cuenta del amor? ¿De esas que no se da cuenta cuando le gusta alguien, o cuando le gustas a ese alguien? En todos los grupos de amigos siempre hay esa persona inocente a la que le pasa esto, por más veces que se haya enamorado. Simplemente no lo ve, y hay que abrirle los ojos, o tiene que hacerse muy evidente para que ella sola se dé cuenta.

Pues esta es la historia de Lena, una bobalicona que no se daba cuenta de lo que hacía hasta que literalmente lo tuvo delante de sus narices.

—Este semestre tendremos una excusión a los Pirineos centrales, en la zona de Pallars —anunciaba el profesor de la asignatura de Paisaje y Territorio (vinculado a geología, biología y arqueología)—. Hay bastante que ver, así que pasaremos un par de noches allí. Nos organizaremos por equipos. Tenemos un albergue reservado, pero en esta clase somos muchos, y no sé si vendréis todos o si tendréis otra manera de pasar las noches, así que por favor, informadme.

Lena olvidó lo que estaba dibujando en un papel sucio y centró su mirada en ese (aparentemente) andrajoso profesor.

—Buenos días ¿eh?

—¿Qué pasa? Ya sabes que me aburro cantidad en esta asignatura.

—En todas, en realidad.

—Pues eso —se rio.

Quien la había hablado era su mejor amiga Elise, que estaba todas las clases con ella intentando que prestara atención. Elise era la buena y trabajadora, y Lena la despistada y vagancia suprema. Y como mejores amigas, se sabían cosas la una de la otra. Lena sabía que Elise estaba triste por algo que había pasado con otra de sus amigas recientemente (y por eso estaba más tiempo con Lena ahora) y a cambio, Elise sabía cosas de la vida privada de su mejor amiga que ni siquiera la propia Lena parecía darse cuenta.

—¿No era por ahí que vivía tu amiga? —preguntó Elise con perspicacia.

—¿Sara? Sí. Podría preguntarle si me puedo quedar en su casa para esas dos noches.

—Caramba, qué rápido lo has pensado.

—¿Por qué no? Hace tiempo que no nos vemos.

—Aquellos que tengan coche, por favor, que levanten la mano —dijo el profesor, de mientras. Por una vez, casi la mitad de la clase lo tenía—. Uau, para eso no tendremos problemas. La gente que quiera llevar a otros alumnos, que lo vaya diciendo.

Lena no había levantado la mano porque estaba pensando en que le hacía ilusión ver a Sara de nuevo. Pese a tener coche y vivir a medio camino entre la universidad y casa de Sara, solía tener que ir hacia el primer lugar, y no el segundo, y le hacía un poco de rabia.

Sara era una persona activa y divertida, y se sincronizaba muy bien con Lena a la hora de hacer travesuras, aunque solo fuera por las redes sociales. Incontables veces habían entrado en foros solo para desatar el caos.

—¿Cómo estáis?

—Em… ¿bien? Seguimos hablando como siempre.

Elise y Lena fueron saliendo de clase para ir a comer al césped del campus. En cada silencio, Elise aprovechaba para mirar a su amiga, pues era bastante previsible. Lena estaba sonriendo un poco, con la mirada algo perdida.

—Ya tienes ese brillo en los ojos otra vez —dijo Elise, cuando estuvieron sentadas.

—¿Qué brillo?

—Oh, venga… ¡te gusta! Y desde hace bastante tiempo, además.

Lena se puso roja y no supo contestar inmediatamente.

—¿Y cómo sabes eso?

—¿Bromeas? ¿Y el famoso abrazo?

*  *  *

Hace cuatro meses

—Acabo de aparcar, ¿dónde estás? —le preguntó Lena a Sara por Whatsapp.

—Ya llego.

Lena por fin había conseguido ir en coche hasta el pueblo de Sara, después de que ésta hiciera lo mismo (a la inversa) unos meses atrás. La universitaria estaba hecha un saco de nervios y miraba a todas partes buscando a su velocísima amiga, a quien encontró al otro lado de una calle. Parecía como calentando con las piernas para empezar a correr, y Lena quedó tan sorprendida como admirando a Sara cuando vio que corría a abrazarla con una sonrisa bien ancha en sus labios.

—¡¡Wuuuuu!!

Y dio un bote que, con la inercia, hizo que ambas giraran como una peonza entre risas. Lena nunca había recibido un abrazo tan divertido y cariñoso.

Cuando ese día tan feliz acabó, necesitó un respiro, pues ya deseaba que se repitiera y no lo veía normal, y habló con Elise inmediatamente:

—Deberías haberla visto. ¡Estaba tan adorable! Y yo no lo esperaba, no sé, no pensaba que fuéramos tan cercanas como para que hiciera una locura así. ¡Pensaba que se saltaría el semáforo! Dios, no supe ni reaccionar…

*  *  *

Presente

—Eso fue porque estábamos cogiendo confianza.

—¡Ja! Puede que sea posible, pero tu reacción de cuando me lo contaste fue única. Y pocas veces te he visto reaccionar así.

—Creo que estás exagerándolo un poco…

—¿Quieres que te pase el mensaje exacto? Se puede buscar.

Lena quedó aplacada por un rato, y estaba pensándose si realmente era por eso todos los nervios, y sentirse tan a gusto… Pero tenía dudas claras. Ya se había enamorado antes y eso no se parecía a enamorarse. Elise siempre le decía que no te enamoras dos veces de la misma manera, pero no le convencía. Que fuera menos intenso y más, em… tierno y amigable, por decirlo así, ¿era la forma que le daba el amor de darle la razón a Elise?

No tenía ganas de ver la cara de satisfacción de su mejor amiga si le contaba lo que estaba pensando, porque lo primero que le había venido a la mente con eso de “tierno y amigable” fue aquella vez que Sara vino a su casa y se quedó dormida en el sofá, en sus brazos. Lena no podía dejar de sonreír y acariciarle el pelo, y Sara simplemente estaba acurrucadita sin darse cuenta de nada. Llegó a soñar con esa escena.

—Mierda —dijo en voz alta.

—Te lo dije.

—Pero hace mucho tiempo que nos conocemos, ¿por qué ahora…?

—Porque ahora estás preparada, y antes no, así de simple.

—No sé, nunca he pensado en… ¿besarla? No me he puesto cursi con ella.

—Eso no quiere decir nada. Querer no significa mimar.

Touché. Y como muy muy fan de los mimos y cariñitos, Lena se sentía rara viendo aparecer otro tipo de sentimientos y pensamientos antes que esos. Por eso se sentía algo perdida.

Pero eso no fue problema: cuando por fin se dio cuenta de que no era precisamente amistad lo que sentía con Sara, empezó a liberarse un poco más y a decir cursiladas. Y Sara sin querer las correspondía.

—¿Entonces me dejas que me quede en tu casa esos dos días? —le preguntó esa noche.

—¡Claro! Nada me gustaría más que pasar más tiempo juntas.

Lena se calló eso, pues no sabía cómo iba a reaccionar Sara. Pero conforme los meses del semestre pasaban y la fecha de la excursión se acercaba, Lena se sentía más cómoda y a veces no medía del todo sus palabras:

—¡Oooh! ¡Ese mensaje que me has dejado ha sido muy bonito! ¡Eres un sol! —declaró.

—¡Cállate! Además, esto es culpa tuya, maldita sea, siempre te preocupas por mí y el otro día me lo volviste a demostrar. ¡No sé quién es el sol aquí!

—Vale, me has pillado. Estoy muy cursi.

—¡¡Sí, y me sacas la vena cursi y a mí y me dan ganas de estamparte contra la pared!!

Y Sara se rio, tan cómplice como ella. Lena se rio, sin saber del todo qué decir, aparte de adorarla en silencio. Le daba la impresión que iba a pasar algo especial cuando se vieran y no quería… ¿gastarlo antes? Meses más tarde pensaría que era tonta por no considerar ese momento, y todos los demás con Sara, como algo especial.

Cuando por fin llegó el día, Elise se apuntó para ir en coche con Lena, con la diferencia que cuando acabara el primer día, Elise se quedaría en el albergue, lógicamente.

—Pero me tienes que contar todo lo que pase, ¿vale?

—Ugh, vale —aceptó, fingiendo fastidio.

—Ya me has contado lo adorables que os ponéis la una a la otra, es simplemente demasiado. Le gustas, créeme.

A Lena no le gustaba pensar que le gustaba a alguien. No quería hacerse ilusiones, imaginar cosas que realmente no pasarían, y no le gustaba porque siempre acababa haciéndoselas. No sabía cómo era Sara en ese campo, no sabía si simplemente podía llegar allí y, al primer momento cursi, besarla, o si Sara necesitaba estar más segura...

Por suerte, estando con Elise y sus otros amigos de la uni, se le despejaba la cabeza, y solamente cuando se despidió de su mejor amiga en el albergue y condujo hasta casa de Sara le volvieron los pensamientos.

Pero Sara era algo único en eso. Cuando Lena salió del coche, delante de su portal, con su maleta y vio a (su) la pequeñaja ahí esperando en el portal, sonrió, se dijeron hola, y simplemente todo transcurrió de forma natural. No pensó en que en este encuentro no había abrazo inicial.

—Aunque pase las noches aquí, nos veremos poco, por desgracia. Me tengo que ir muy temprano, y no te quiero despertar.

—No es problema, aunque sea para cenar ya estoy contenta. —El pensamiento inmediato de Lena fue abrazarla—. Y me podría levantar antes igual, no me importa. ¡Así aprovecho el día para viciarme!

De nuevo las risas no eran solo por reír. Lena sentía que detrás había algo más, y las palabras de Sara le resultaban dulces todo el tiempo.

—¿Te importa si termino algo después de cenar?

—Tranquila, yo estaré jugando a la Play. Luego ya si eso vemos una serie, sé que te hace ilusión un momento así.

“Por favor, para”. De nuevo los pensamientos diabéticos la atacaban, y no se atrevía tanto a ser cursi en persona.

Sara estuvo en silencio un buen rato, y como el mejor espacio para trabajar era al lado del sofá, Lena podía ver a su pequeño sol, iluminada por la pantalla, jugando a la consola, con una cara de concentración adorable, su melena deslizándose a los lados de su espalda, una botella de Coca Cola y una bolsa de patatas a lado y lado. Sara estaba irresistible. Por suerte, la luz de la pantalla la cegaba un poco y no veía que Lena la observaba algo embelesada.

“La veo… Y ya sé que es inevitable. La quiero”:

Y como siempre que dos mentes descalabradas como Lena y Sara se juntaban, la universitaria se olvidó de ello cuando empezaron a reírse a altas horas de la madrugada mientras veían One Piece.

Al día siguiente por la mañana, Lena apenas se tenía en pie, pero consiguió salir en silencio, sin despertar a Sara, que dormía como un tronco. Cuando pasó a recoger a Elise, ella vio su cara:

—Parece que ayer por la noche fue muy entretenida —la saludó, con mirada traviesa.

—No pasó nada, malpensada.

—Pero mírate. No tienes remedio.

Lena sonrió como una niñita enamorada y dijo:

—No, no lo tengo.

—¡Qué cuqui!

—Mira quién fue a hablar, Reina Cuqui en persona. Ya verás, el día que te suceda lo que a mí, no te vas a poder aguantar.

—¡Ya veremos, ya!

El día pasó largo porque hizo frío. Ya estaba nevado de antemano, y el día se volvió aún más gris. El profesor de Paisaje y Territorio se quedaba quieto a cada fragmento distinto de tierra que encontraba, y Lena no le encontraba el sentido hasta que decía que había vetas de hierro o árboles afectados físicamente por las minas de época romana. Si era eso el trabajo que tendrían que hacer, iba a necesitar gafas para todas las fotos que estaba haciendo.

Por suerte, hacia mediodía, las nubes se fueron y un sol invernal bastante picudo obligaba a Lena a cubrirse con una mano la frente. Las fotos salieron considerablemente mejor a partir de entonces.

—Y bueno, creo que esto es todo. Tenemos noche en el albergue, porque hoy aún trabajaremos en el laboratorio hasta la tarde, pero mañana no tendréis nada que hacer. Podéis iros hoy a la noche, si queréis.

El anuncio del profesor justo después de comer hizo reír por lo bajo a Lena. Sí claro, como que iba a irse una noche antes, ahora que tenía oportunidad de ver a Sara más de un par de días seguidos.

La parte del laboratorio fue más bien aburrida, y recibió un saludo bonito de Sara mientras trabajaba, así que al final estuvo algo distraída de lo que realmente tenía que hacer. Aun así, trabajando con Elise (y enseñándole algunas frases de Sara que Lena consideraba adorables), el proyecto avanzó rápidamente y pudieron irse del lugar sin trabajo pendiente.

—Espero que no te olvides de pasarme a buscar, mañana —se rio Elise.

—Que no, que no he perdido tanto la cabeza.

—Sí, ya, claro —se burló.

—Ugh, de verdad.

Se sonrieron y Elise salió del coche, para juntarse con los demás de su clase. Lena hizo de nuevo el viaje hasta el pueblo de Sara y aparcó de nuevo delante de casa.

—¡Hola!

—Caramba, recibimiento en la puerta de nuevo. Me siento afortunada.

—No es para tanto —replicó Sara, desviando la mirada—. Anda, pasa adentro, o te cierro la puerta en las narices.

—Gracias —aceptó, con una risita.

Se medio-tumbaron ambas en el sofá a ver la tele. Era algo estrechito, pero Sara cabía en lugares pequeños, así que no resultaba un problema. Lena se sentía en paz, pero tenía algo dentro que quería sacar.

—¿Sabes? Ayer no pude evitar mirarte mientras jugabas. Estabas muy mona.

—¡¿Por qué tienes que hacer estas cosas tan cursis?! Qué vergüenza.

Las miradas se cruzaron y Lena tuvo el impulso sincero de besarla, pero… desvió la mirada. Sentía como que aún no tenía el permiso de Sara para hacer algo así. Después de todo, solo se habían dicho cursiladas, nada directo, sin confesiones. No era que pensara que se estuviera equivocando con lo que sentían ambas, pero no sabía si le gustaría.

De modo que siguieron viendo la tele hasta que Lena estuvo a punto de quedarse dormida.

—Debería irme a la cama. Ha sido un día muy cansado, y mañana por la mañana me espera un viaje largo.

—Mañana despiértame, ¿eh? No hagas como hoy. Realmente quería despedirme de ti para que te fueras con una sonrisa a trabajar.

—Dios mío, Sara, no me hagas esto —dijo, emocionada.

—¡Y ahora vete a dormir, antes de que te de una patada en el culo!

—Vale, no me la jugaré —se rio.

Le costó dormirse ante tal muestra de adorabilidad, pero acabó durmiendo sin sueños, por el cansancio. Se despertó como si el tiempo no hubiera pasado, con la alarma de siempre. En realidad, el tiempo que quedaba la tensaba, así que entre eso y dormir en un lugar extraño, le costaba mucho menos despertarse a la primera alarma.

Se encontró con Sara aun durmiendo… en el sofá. No era lo que esperaba. Quizás así pensaba que Lena no tendría otra que despertarla haciendo ruido, y fue eso lo que pasó, cuando cogió una taza para su leche matutina.

—¡Buenos días! Perdón por despertarte.

—No es nada, estaba medio despierta ya. Y te dije que quería levantarme contigo.

—¡Bueno, objetivo cumplido!

Sara sonrió, aún algo atontada del sueño, y tardó un rato en despejarse del todo. Lena ya había desayunado y tenía todas las maletas preparadas. Aún tenían hasta media mañana de tiempo para hacer… lo que fuera. Lena sabía que el tema del tiempo le metía presión a todo, por muy despreocupada que fuera la persona a la que afectara, así que no esperaba nada. Y las despedidas no eran su fuerte, ni el de Sara.

—¿Vemos algo de Avatar the Last Airbender? Me apetece —propuso Sara.

—¡Adelante! Hace tiempo, ahora, que no lo veo.

Así que vieron cómo Sokka y Momo se drogaban sin querer con zumo de cactus y alababan a un “champiñón gigante”, que no era más que una nube de arena.

El tiempo pasó volando, pero Lena lo tenía controlado, y quiso salir con algo de tiempo.

—Bueno, voy a llevar todo esto al coche, ahora vengo. Tendré que coger el bolso de mano.

—Vale.

Lena dejó la maleta en el coche y volvió a entrar para coger su bolso. Pensaba que estaba en la cama, pero lo encontró en la cocina, al lado de Sara, que estaba sentada en el mármol.

—Te lo he traído.

—Ya pensaba que lo había metido en la lavadora por error —se rio Lena.

Sara se lo dio con firmeza, después de reírle la gracia, y le acompañó hasta el portal. Lena bajó el escalón, pues le gustaba ver a Sara desde una altura razonable.

—Bueno, espero que nos volvamos a ver pronto, esto ha sido muy divertido.

—Tenemos Whatsapp mientras tanto.

—Hombre, desde luego.

Lena esperó un segundo, indecisa de lo que iba a decir.

—¿Puedo decir algo?

—¡No, no puedes! —Eso chocó a Lena, que no esperaba esa reacción (aunque en el fondo era muy propia de Sara)—. ¡Y no me mires con esos ojos!

—¿Y qué quieres? ¿Qué los cierre y diga adiós palpando aire? —se rio, algo perdida.

—¡Pues por ejemplo!

Lena se rio de nuevo, divertida por esas reacciones, y ella siempre cerraba los ojos cuando le hacían saltar la vena adorable. Fue un momento ideal para que Sara se abalanzara torpemente sobre sus labios. Ambas se quedaron como congeladas en el tiempo, y antes de que Lena pudiera abrir los ojos, o siquiera ponerle las manos en las mejillas de su pequeño sol, ésta había echado correr y se había encerrado en casa.

—Adiós… —dijo sonriendo, anonadada, a una puerta cerrada.

Subió el coche, más feliz que nunca, y fue a buscar a Elise. De camino, recibió un mensaje de Sara: “Perdón. Ten un buen viaje de vuelta, ve con cuidado”.

—Ay, mi sol, no tienes que disculparte…

Elise la pilló justo cuando dijo eso, y no tuvo otro remedio que contarlo todo.

Pero ya le daba igual. Por fin sabía que Sara la veía igual que Lena la veía a ella.

 

FIN

Notas finales:

Espero que más diabetes se os haya contagiado, porque esto sale directo de mi corazón <3 para algo parecido, buscad Streaming Love en mi perfil jeje


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