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Si los dioses quieren... por Tita Adri

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Notas del fanfic:

Este es un fanfic sin ánimo de lucro, Saint Seiya y todos sus personajes pertencen a Kurumada

Notas del capitulo:

Esta historia descansaba sin título hasta el día de hoy, cuando por fin encontré el adecuado, me hubiese gustado subirlo antes pero no se dejaban.

Es una oneshot breve y algo triste, espero que no resulte demasiado corto. 

Disfrutadlo ^^ 

Todo había acabado de la manera más impensable posible, la mayoría de sus compañeros yacían sin vida bajo el mar, entre los restos del templo destrozado, los caballeros de bronces habían desenmascarado a un traidor, el hombre que les había guiado y unido como un buen general, entrenando y aconsejando cuando lo habían necesitado. Poseidón dormía de nuevo en la urna y Julian Solo era ahora completamente consciente. Sorrento se debatía entre la tristeza de perder a compañeros e inocentes y la curiosidad que Kanon despertaba en él, porque no podía negar que desde la primera vez que se cruzaron algo en el griego llamó su atención, quizás fuera esa aura de misterio que le envolvía, quizás fuese ese pasado que se negaba a revelar, o tal vez la sonrisa arrogante que su yelmo nunca ocultaba. Apariencia al margen, Kanon mostraba un poder que pocos podían comparar, caminaba orgullos de su fuerza, de su habilidad, de su cosmos, sin mostrar piedad ante sus enemigos, hablando con voz clara y alta las ordenes que Poseidon nunca pronunció. Todo en él atraía, poseía un magnetismo que cautivó la mirada de Sorrento desde el principio y aun ahora, tras descubrir todo su complot, era incapaz de alejarlo de sus pensamientos. Para bien o para mal, Kanon había dejado una huella en el músico.

 

Sorrento se estaba preparando para marcharse de viaje con Julian, no estaba seguro de cual era el destino pero poco le importaba en ese momento, la derrota y los remordimientos carcomían su alma sin dejarle descansar una noche entera, necesitaba salir de allí, alejarse de todo para perdonarse por los actos a los que se había dejado arrastrar. Y necesitaba ese tiempo para olvidar muchas cosas que hacían doler hasta lo más profundo de su alma.

 

Kanon aun no se había marchado, podía notar su presencia en la playa, inmóvil. Sin saber por qué, o sin querer preguntárselo, sus pasos le llevaron hasta allí, podía verle a la distancia, sentado sobre unas rocas, aun sin su armadura su espalda se veía ancha y musculosa, el viento mecía los cabellos del hombre que parecía una estatua. Verle allí, arrepentido de sus propias acciones llevó a Sorrento a acercarse, sus zapatos se hundían en la fina arena mientras avanzaba, no hubo movimiento alguno en el griego pero no por ello detuvo sus pasos, se sentó al lado, notando los picos de la irregular y gran roca clavándose cruelmente en su piel a través del traje. Kanon miraba como el vasto océano engullía lentamente el sol, con el atardecer bañando su rostro resultaba incluso más hermoso que antes, sus claros ojos no perdían detalle de cada ola que se levantaba. Necesitaba concentrarse si quería responder las dudas que le habían echo acercarse, porque en ese momento notaba como sus manos se apretaban aguantando los puñetazos que ansiaba darle, quería moler a golpes ese rostro tan atractivo hasta que vengase la muerte de sus compañeros, pero al mismo tiempo ansiaba calmar la tristeza que ambos sentían. Sorrento observó el mismo paisaje que el antiguo General marino llevaba horas mirando y durante unos minutos disfruto también del maravilloso espectáculo que el mar les brindaba, notando como la brisa salada acariciaba sus mejillas, relajándose, calmando la tensión que todo su cuerpo sufría desde hacía días.

 

Rememoró en su cabeza una conversación que tuvo con Kanon tiempo atrás, conversación que le había intrigado y molestado a partes iguales cuando el Dragon de Mar se negó a responder hasta que hubiesen completado su cometido, se podía decir que ese era el único momento que tendría para aclarar sus dudas.

 

-¿Por qué te distraía?-preguntó directamente, no hacían falta conversaciones formales, ni si quera sabía si estaba preparado para hablar con esa tranquilidad a quien les traicionó.

 

-Fuiste el único que sospechaba de mi.-la voz de Kanon era calmada, apacible, nunca había escuchado un tono así en su voz, siempre hablaba con ese matiz autoritario que imponía respeto, así que la sorpresa que se llevó al escucharle hizo que estuviese aun más pendiente de cada palabra que saliese de su boca. -Siempre cuestionando todo. El resto de generales estaban tan centrados en su propio mundo que nunca quisieron saber nada de sus compañeros, pero tu sí. Querías conocer al resto de generales, saber su historia, conocer su pasado. Que yo me mantuviese en silencio solo despertaba tu interés, y tus miradas constantes despertaron el mio.

 

Esperaba que Kanon no decidiese mirarle en ese momento, no podía mentir diciendo que el frio hacia enrojecer su rostro. La naturalidad con la que había respondido su pregunta le había dejado sin palabras. Al entender la última frase y saber que la atracción que sentía fue mutua le hizo sentirse tremendamente avergonzado y se arrepentía de haber preguntado. Quizás si le hubiese dicho eso antes las cosas serían distintas, mucho más para Sorrento, pues se habría dejado seducir por él y el daño al descubrir la traición le habría dejado desolado, tan vez fue eso lo que siempre mantuvo al Dragón de Mar alejándose de la tentación.

 

El silencio resultaba incómodo para Sorrento, bloqueado tras escuchar la sinceridad del griego.

 

-Suerte en tu viaje.-dijo Kanon levantándose y dándole la espalda, pero solo dio un paso para alejarse.

 

-¿A dónde vas?-la pregunta salió antes de ser consciente de sus palabras.

 

-A redimirme.

 

Ninguno sabía que decir, Sorrento no sabía por qué se empeñaba en continuar la conversación con él, y Kanon no parecía tener muchas ganas de emprender el camino. Fue apenas un minuto que se les hizo eterno a ambos, hasta que el griego se giró y se acercó al músico, apoyó una mano sobre la roca en la que Sorrento se sentaba, inclinándose hacía el joven acarició con ternura su sonrojada mejilla, atrapando los ojos de muchacho con una mirada que no supo descifrar, dejó un suave y casto beso sobre sus labios sin que al menor le diese tiempo a reaccionar.

 

-Si los dioses me perdonan, espero que nos crucemos en otra vida. -susurró el griego con una voz apenas audible, y fue cuando Sorrento pudo descifrar esa mirada; decepción, desolación, soledad, arrepentimiento y un amor que nunca se atrevió a declarar. Y tras todo eso el alivió de verle con vida después de la batalla.

 

Se marchó entonces, después de dedicarle la sonrisa más dulce que esos labios habían dibujado nunca, esos labios que habían dejado un sabor amargo en la garganta de Sorrento, la ira de ser traicionado estaba dejando paso a la tristeza por no ser capaz de perdonarle pero deseando con todo su corazón poder hacerlo, por todas aquellas oportunidades que se había perdido, por haber sido un tonto al caer en el encanto que Kanon desprendía.

 

-Por favor, que te perdonen y no tenga que esperar una vida entera para volver a verte.-susurró sabiendo que nadie podría escucharle.

 


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