Las calles estaban desérticas, la única luz que las iluminaba era la de las farolas y los pubs que abrían hasta altas horas de la madrugada.
Sólo unos pocos “valientes” se aventuraban a salir a esas horas de la noche un día laborable. La paz reinaba en el lugar, más no siempre fue así, antaño aquel lugar había sido cuna(residencia) de bandas y mafias peligrosas que robaban e incluso llegaban a matar a todo aquel que se interpusiese en sus caminos.
Hoy día todo había cambiado, las bandas callejeras y las mafias habían desaparecido, hacía más de 10 años de las calles de Oidol.
La policía patrullaba sin descanso día y noche, tratando de mantener la paz en las calles. Pero no eran los únicos preocupados por mantener aquella paz, todas las noches, al marcar las manillas del reloj las 23:30, una joven salía de su recogimiento y recorría corriendo las no siempre tan tranquilas calles de Oidol. Ella sabía que la policía hacia bien su trabajo, pero...quien le podía asegurar que aquellas mujeres y aquellos hombres de azules uniformes no podrían ser comprados!? Si estos fallaban ella se encargaría de que nada ni nadie se escapase de la justicia y de proteger a todo aquel que la necesitase.
Pi pi pi pi pi pi...
- Ya es la hora de volver.
La joven silenció su alarma y volvió sobre sus pasos, llevaba ya 3 horas corriendo, patrullando en busca de gente en peligro, ese día había sido bastante tranquilo a comparación de otros, solo había tenido que meterse entre dos borrachos que casi se matan a botellazo limpio y también pilló a un grupo de adolescentes que trataban de robar en una casa dándole como escusa que solo se trataba de una prueba de valor y que no robarían nada, ¡YA! Y ella se chupa el dedo!!
Tras andar por más de media hora, la joven se detuvo en frente de una casa blanca algo desgastada, miró alrededor, era un barrio bastante apartado de la ciudad, pero eso no le restaba encanto, al estar en una zona lejana al centro urbano las viviendas que allí se construyeron eran unifamiliares, cada cual más bonita que la anterior, con hermosos colores vivos y jardines dignos de admiración.
Tras comprobar que nadie se encontraba por los alrededores la joven se acercó al jardín donde lo único que había plantado era un simple roble tan alto como la casa, posó su mano en el tronco buscando un saliente para poder comenzar su escalada. Tras subir lo suficiente como para quedar a la altura de una de las ventanas del segundo piso de la casa, flexiono sus rodillas y se impulsó hacia la repisa de la ventana enganchándose a esta para no caer. Nuevamente, la joven apoya su mano esta vez en el frio cristal de la ventana aparentemente cerrada y la desliza hacia la izquierda haciendo a su vez que la ventana corrediza se abra. Pasa primero una pierna y luego la otra y para finalizar el resto del cuerpo, la habitación está completamente sumida en la penumbra pero esto no parece retener a la joven que ahora se encamina hacia la puerta. Sale de esa habitación y baja cuidadosamente las escaleras, llevaba ya un par de años viviendo en esa casa y haciendo cada noche ese mismo recorrido(ritual), ya se había acostumbrado a la soledad de esa casa, le gustaba, sin embargo no podía sentirlo al cien por cien como su hogar.
Abrió el refrigerador iluminando en el proceso gran parte de la cocina, no era muy grande, solo disponía de un par de fuegos para cocinar, un refrigerador-congelador y de un fregadero. Queso, zanahorias y … unas hojas de lechuga que ya habían pasado a mejor vida.
- Creo que mañana me tocará hacer compras.
Tomó una bebida reconstituyente y cerró el refrigerador. Caminó hacia lo que parecía ser el cuarto de estar y se dejó caer sobre el sofá.
- Mañana será otro día...
La joven iba cerrando sus ojos lentamente sin poder ni querer impedirlo, relajó su normalmente dura expresión y cedió ante el cansancio de su cuerpo quedando en pocos minutos totalmente dormida.