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Crónicas de un noviazgo por MissLouder

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Notas del fanfic:

Habrá saltos temporales de tiempo, clichés, y demás derivaciones de un romance ficticio. Post-tri. Quizás sea capítulos, todo depende de la inspiración y el tiempo libre :)

[CRÓNICAS DE UN NOVIAZGO]

Taichi x Yamato

.

Capítulo 1: Todo se inicia cometiendo errores.

.

Yamato le costaba darle razón como es que Taichi, persona tan antítesis de él, le alterara cada fibra en el cuerpo en danzas que sólo el corazón conocía. A pesar de sus gustos divididos por profundas bifurcaciones que, si bien colisionan en discusiones, no eran lo suficiente para separarlos.

Definitivamente, por supuesto.

Taichi podría ser demasiadas cosas que odiaba; carácter volátil, carencia de lucidez, voz altisonante y tantas más que son imposibles listarlas. Antes detestó su ímpetu de líder prematuro, aquellos planes erráticos que casi los conllevaron a la muerte, y que curiosamente dieron el giro para salvarlos. Para unirlos cuando se separaron, para darles motivación cuando la perdían. Eso, en muchas líneas generales, era ser un líder.

Al alcanzar la adolescencia, la razón se volvía más enmarañada para darle peso a lo que antes volaba con propias alas. El miedo se hizo presente, se instaló en las entrañas retorciendo una personalidad que muchos admiraban. Y pese a ser uno de los elegidos para llevar el símbolo del coraje, perdió cierta chispa entre las astas de la madurez. Más de una vez se enfrentaron por ese mismo tema.

Después de casi perderlo en el digimundo, Yamato pudo finalmente entender lo que Taichi intentaba decirle entre gritos y peleas. Sólo con el vacío en el pecho y lágrimas saltando de sus ojos, Yamato entendió lo que, como líder, Taichi llevaba en sus hombros. Y, sin embargo, logró llevar a cuestas en su enfrentamiento con Meicoomon.

Dejando ese asunto de lado, para esas fechas, Taichi era para él como un complemento. En su niñez la amistad los conllevó a salvar el mundo, ahora, su romance los salvó de sí mismos. Quizás resultara curioso como un jugador de soccer y un dedicado a la música lograsen concebir una relación. Nadie lo sabía, ni ellos tampoco. Existía un paradójico gusto revoloteando entre ellos que no se dejaba ahuyentar. Se hacía presente, profanando lo que muchos llamaban química. Pero para Yamato, en su vasto conocimiento recogido de la secundaria, la química sólo era para él una ecuación simple; Ácido que quema. Y eso se reducía lo que sentía por 'su mejor amigo'. Taichi le carbonizaba la razón, le pulverizaba los sentidos y le dejaba en carne viva la piel. Era esa debilidad que nadie podía quitar de él.

A sus amigos no les pareció ninguna extravagancia cuando empezaron a salir, a sus familias tampoco. Y todo por la patente atracción magnética que era tan gelatinosa como para ignorarla. Incluso, en ese momento, reunidos en un bar compartiendo la delicia de buena música y bebidas que seducía a la conciencia, estar juntos no era aporte para una incomodidad grupal por su clara imagen de relación cercana.

—Insisto que esa chica viste horrible —decía Mimi, haciendo énfasis con un pretensioso ademán de mano—. Si vas a presentarte en público, al menos tengan la amabilidad de elegir un guardarropa que no diera la sensación que vienes del circo.

—No seas tan dura con ella, Mimi —apaciguó Sora con una sonrisa cansada—. Su canción fue muy hermosa.

Yamato observó la nueva disputa entre las chicas que inició sobre la moda y la música debía guardar relación. No le dio demasiada importancia, relajándose en su puesto, observando a través de su vaso el entorno. Sintió una mano acariciar su rodilla bajo el sigilo de la mesa, y no tuvo que bajar la vista para saber de quien se trataba. Se movió un poco y descansó el borde de la pierna derecha sobre el regazo de Taichi en respuesta. Estaban tan cerca que podía permitírselo. A su vez, éste le dio una mirada traviesa, ascendiendo a su muslo, cerca de su entrepierna, y Yamato sólo le dio una sonrisa que tenía la picardía en los bordes.

"No te atrevas", se podía leer en ellas.

La charla continuaba abiertamente en la mesa, ocupando todos los comentarios y risotadas que se fueron atenuando conforme avanzaba la música.

—Su canción fue bastante triste, me dio la impresión que al final se le rompió la voz —congregó Hikari, quien rescató el tema de la banda anterior, lanzando una mirada al escenario.

Takeru esbozó una sonrisa y le regaló una caricia al hombro.

—No me pareció ver mucha energía en los músicos, a diferencia de la vocalista, ¿verdad, hermano? —Dirigió la pregunta al segundo rubio de la mesa, cómodamente hundido en los almohadones que los rodeaban.

Sin parecer interesado, abandonándose en una discreta conversación aparte con Taichi, Yamato reposaba el brazo en el espaldar acariciándole distraídamente algunos mechones castaños que alcanzaban sus dedos.

—...¿esas cosas tienen que ver? —preguntaba Taichi, arqueando las cejas con la espalda encorvada y los codos en la mesa.

—Claro que tienen que ver —Frunció el ceño Yamato.

—Es absurdo —gruñó Tai y eso provocó que el receptor se riera entre dientes. Su conversación apenas era audible, previsible que era algo sólo entre ellos—. Hablaré con Jiro.

—¿De qué hablan? —inquirió Mimi sonriente, antes que Yamato le dirigiera la mirada. Ambos recordaron que seguían unidos a un círculo y parpadearon al verse siendo el centro de atención.

—Cosas sin importancia —evadió Taichi, encogiéndose de hombros.

—¿Qué me decías, Takeru? —llamó el hermano mayor, mostrando que, entre la nebulosa de la burbuja, si le había oído.

—¿Qué opinabas sobre la presentación de la anterior banda?

Por inercia, Yamato envió su mirada a la tarima donde había algunos miembros removiendo instrumentos y colocando otros. Tras meditarlo un poco, contestó:

—La vocalista tiene talento y manejo del público, hasta el punto que puede cubrir la insensibilidad del resto de los miembros.

Todos estuvieron de acuerdo, y fue Koushiro quien apartó el cómodo silencio que se asentó entre ellos, al recibir el anuncio de la siguiente presentación por el anfitrión.

—¿Y tú, Taichi? ¿Qué opinas?

Se reservaron las palabras y esperaron una respuesta. Al sentir la molestia de un premeditado público, Taichi resbaló su mirada al grupo y sonrió.

—Oí sólo la mitad de la canción —Terminó diciendo, acariciándose la parte trasera del cráneo—. Para mi gusto, está bien.

—¿Tu gusto? ¿La chica o la canción? —Takeru se rió y miró a Yamato—: Hermano, tienes competencia.

Mimi se carcajeó al ver la franja de arrugas que se dibujó en el gesto de Yamato y Sora aligeró la expresión.

—No, para nada. Yamato es mucho mejor —Lo observó Taichi con un brillo sinuoso en los ojos—. Sobre todo cuando se coloca esos pantalones ajustados que parece que se le infla el trasero.

Un empujón fue la primera reacción del músico, y todos se echaron a reír.

—Dudo que sepas la diferencia de una nota y otra —dijo después el músico con una ceja alzada.

—Claro que sé. —se defendió—. Ir a la mayoría de tus ensayos me ha enseñado que las bandas nunca están de acuerdo y en que un bajo es una guitarra a la que le robaron las cuerdas.

Ante la evidente molestia que nació en uno, Mimi se rió socarronamente y decidió darle más tensión al asunto.

—¿Ustedes siguen peleando como lo hacían de niños? —preguntó la elegida de la pureza, sorbiendo un poco de su bebida.

—Hay cosas que nunca cambian —fue Hikari la que respondió, mirando a su hermano—. La última vez, llegó a casa con un cardenal en el labio.

—Quizás fue el mismo día en que mi hermano llegó con unos rasguños en los brazos —secundo Takeru y su hermano mayor le observó con dureza.

La mayoría no se sorprendió, pero fue Joe quien levantó su objeción con excesivo dramatismo. Sí, algunas cosas nunca cambiarían.

—¡Ustedes no pueden! —Los señaló con dedo acusador—. ¡¿Cómo es que lo siguen haciendo?!

—¿No podemos, qué? —Yamato ladeó la cabeza, inexpresivo.

Al notar lo brusco que fue su voz, suspiró y bebió un largo sorbo de cerveza para pasarla desapercibida. Todavía sentía la mano en su pierna y eso es buena señal que todavía seguían en buenos términos. Se apoya en el peso y lo convierte en su ancla.

—¡Golpearse! —respondió Joe—. En una relación eso no se puede.

—¿Por qué? —Esta vez, Yamato y Taichi preguntaron en unísono, sorprendidos.

Joe nunca se había caracterizado por mantener la calma, el pánico es notorio en la gesticulación de sus manos y en su rostro, al ver como Taichi y Yamato, le observaban con cierta curiosidad. Casi como si su reclamo fuera algo de otro mundo. Ni enfrentándose a Jesmon habían tenido esa perplejidad.

—¡¿Cómo qué por qué?! ¡Porque eso sería maltrato! —exclamó—. Incluso eso se podría denunciar ante las autoridades.

—¿O sea que puedo denunciar el gancho derecho de Yamato? —Sonrió Taichi con las palabras juguetonas, mirándolo de refilón.

—¿Y yo la estupidez innata de Taichi? —añadió Yamato—. No pueden arrestarme si lo conocieran.

La risa inunda el aire, y antes que alguien pueda añadir algo, las luces se apagaron dando inicio a la presentación de otra banda desconocida. En la oscuridad, Tai sintió una respiración conocida rozando su cuello, amenazante y silbante, que le hizo girar toda su atención a él.

—¿Estás molesto? —susurró, sin borrar la sonrisa.

Sin embargo, éste negó con la cabeza y cubrió su mano con la suya bajo la mesa.

—No soy tan infantil para enojarme con eso —habló finalmente, y en su voz no había presencia de molestia—. Sólo eres idiota, con eso no puedo luchar.

Taichi pintó esa curva de sol que le bajaba las defensas y se acercó para hablarle sobre el rostro.

—Sabes que este idiota puede hacerte decir otras cosas, en otras circunstancias. —se atrevió a decir, juntando sus frentes y amenazando su boca.

—Cállate. —Desvió la vista, pero el elegido del coraje no le dejó. Le dio dirección al mentón y lo atrajo para unir sus labios, acariciándole sutilmente la mandíbula. Fueron velados por la tenue oscuridad, mientras el show ya rugía en bar.

Yamato predice que puede ser corto y secreto, o eso creyó, porque como siempre ese hombre le tiraba las predicciones a la basura cuando se inclina más hacia a él profundizando el beso. No detuvo su desarrollo, y dejó caer el brazo en los anchos hombros sintiendo la sonrisa familiar ganando terreno. La saborea perfectamente, ha surfeado en sus curvas por mucho tiempo y sabe cómo jugar en ellas.

Sus amigos tenían toda la atención en la música que se desplazaba, y si alguno se dio cuenta de lo que estaban haciendo, le dejaban la clandestinidad de la privacidad e ignorancia.

Se separaron y eso sólo dejó un cierto de incomodidad. Vacío. Insatisfecho.

Maldito Yagami, ¿por qué haces eso?

Taichi adivinó sus pensamientos y le ahuecó la mejilla.

—¿Quieres un poco de aire? —ofreció, jadeante en su boca—. ¿Un lugar sin público aparente?

—Los baños son un cochinero, vamos a fuera. —respondió, dando otra excusa poco categórica. De todas formas lo que menos estaban haciendo era ver el show, pensó.

Taichi se levantó, tomando su mano sorpresivamente atrayendo la atención de sus amigos.

—¿A dónde van? —quiso saber Takeru.

—A ver quién pega más fuerte —dijo Tai encogiéndose de hombros, apurando su vaso y luego miró a Joe—. Joe, sinos arrestan ya sabes que debes ir a buscarnos.

—¡Por favor, no digas eso! —se horrorizó el aludido y eso misión cumplida para el elegido de la valentía.

—No nos meteremos en problemas. —tranquilizó Yamato a su hermano menor al verle la curiosidad en la mirada. Miró a Taichi y una sonrisa se deslizó en su boca—. Espero. Ya volvemos.

—Si es que regresan —dijo maliciosamente Mimi, presagiando sus intenciones.

—Esos "casos" no llevan demasiado tiempo —contraatacó Tai riéndose, los efectos de la cerveza se hicieron evidentes en sus mejillas, en su voz y en lo atrevido que había sido su respuesta.

Hikari se enrojeció y Takeru también. Yamato lo dio un manotazo en señal de reprimenda, mientras Taichi rompía en una carcajada.

—Muévete de una maldita vez. —recriminó.

La risa del deportista se fue perdiendo en cuanto se alejaban, atrayendo unas cuantas miradas hacia ellos y comentarios que pocos alcanzaban a oír.

Al abandonar el grupo, Koushiro enclareció su garganta.

—¿Creen que regresen?

Sora esbozó una sonrisa.

—Tai dijo que eso no llevaba demasiado tiempo.

—x—

A las afueras, en el callejón cubierto de mugre y un fijo hedor a basura, la juvenil pareja se besaban calurosamente. Yamato sentía la pared de ladrillos a su espalda, las grietas, las líneas que la conformaban, y tuvo el pensamiento de que podría atravesarla si Taichi seguía presionándolo más contra ella.

Son febriles y rudos, y eso le gusta. No son damiselas. No son precisamente románticos y ser dulces o tiernos, forma algo ajeno a sus estándares. Ellos se conforman de violencia, disputas —verbales y físicas—, que de alguna u otra forma, transforman todo en un enfrentamiento y eso es lo que más aprecia de su relación. Le gusta como Taichi puede meterse dentro de su piel, entrar más en él más de lo que ya está y dejarlo desarmado. Un cigarrillo cuelga de su dedo, perdiéndose ante la ligera llama que lo consume hasta que cae el suelo cuando decide envolver e sus brazos alrededor del cuello y lo atrae a él, cerca, muy cerca, donde el olor a cerveza sea detectable en su aliento.

A veces le sorprendía verse hilado con un noviazgo con quien fue su mejor amigo, antes no le cabía en la cabeza semejante barbaridad, por el sencillo hecho que cambiar algo entre ellos era detalles que le asustó en sus inicios. Amaba su relación con Taichi, su amistad, estar junto a él. De allí el chiste era el mismo hasta que lo veía con otras personas. Mujer u hombre, le calaba en lo más hondo, despertándole el peor humor y desde que Meiko optó por tomar una iniciativa para llamar una unión; fue una gota que derramó el vaso revelándole los verdaderos sentimientos que no se percató que existían.

—Cielos, Yamato —jadea Tai, con ambas palmas contra la pared flanqueándolo—. ¿Nos arrestarían si lo hacemos aquí?

La muestra de sus palabras la aprecia perfectamente, está tan duro como él y la idea de contenerse no le es tentadora. Ha perdido bastante decoro cuando ingresó al mundo de música y otros aderezos de un bajo mundo, trayendo a Taichi a ese lado para su mayor agrado.

—Deberían ser las normas —Su mano le hurga en el cinturón y lo desabrocha como quien tiene una larga experiencia—. ¿Tienes dinero para la fianza?

—Joe debe tener. —Es su respuesta, burlona.

Se ríen y vuelven a besarse. El clima está fresco, y la noche convierte sus alientos visibles en esa privada cercanía. Comparten un picoteo, otro y otro más, hasta que deciden mirarse con ese ardor de establecer los recuerdos en ella.

Parecen pensar lo mismo y se ríen.

—Yama…

—¿Alguna vez cerrarás la boca? —interrumpió, callándolo con un beso agresivo. Taichi no tiene que decirlo en voz alta, él lo pensaba también. Estar juntos era una locura, y ambos lo sabían

Llegar a ese punto no había sido fácil, aunque tampoco imposible.

.

.

.

Un tiempo antes…

La noche se había desplomado casi a traición, con un aliento frío y un manto de abismos sin luces que resbalaba sobre los resquicios de las calles. Es tarde y la hora es lo menos le importa a Taichi en ese momento. Realmente, para su situación, el pronóstico del tiempo, el clima, incluso sus propios pasos, carecen de importancia para él.

Un escozor quema en su mejilla, y le hacen preguntarse qué diablos había hecho. Revisó su memoria una vez más, repasando y reviviendo, viéndose cometer el peor error de su vida a la tierna edad de diecinueve años.

Había besado a Yamato.

No era algo que fue planeado ni menos repasado con un meticuloso diálogo. Todo lo que ocurrió fue un mero apelativo de un impulso sin medidas; una improvisación que su mecanismo interno maniobró sin consultárselo. Volvió a pensar y una lluvia de incógnitas vino a él con oraciones trincadas. Para empezar, ¿por qué? ¿Por qué quiso besar a Yamato? ¿Por qué la cercanía fue tan dolorosa y provocativa que hizo que su relación se quebrara en pequeños fragmentos?

Todo inició con una reunión casual, conversación simple y risas comunes. La tarde se deslizó en calma y ellos seguían juntos, charlando esas trivialidades que los amigos cuentan para llenar el silencio y bebiendo una botella de Vodka sabor frambuesa que al músico le habían regalado en el bar. Posteriormente, Yamato había colocado la canción de Bohemian Rhapsody de Queen de fondo ambientando la habitación.

—¿No puedes colocar una canción más alegre? —se había quejado él, sin ápice de molestia, viendo como un pequeño mareo adulteraba su visión—. Si quieres hacerme dormir, sólo dímelo —se rió.

—¡¿Cómo te atreves, Yagami a decir de eso de…

—¡Yo elegiré esta vez! —le interrumpió y se tambaleó para ir hasta la laptop que reposaba en el escritorio—. ¡Yamato, let me go!

—Esa ni siquiera es la letra.

—Sí, sí, lo que sea —Buscó rápidamente en el playist aleatorio de su amigo, que tenía más de cinco mil canciones según exageración de él mismo. Encontró la que quería y soltó una carcajada—. ¡Esto es música!

La canción de Call Me Maybe de Carly empezó a llenar el aire y no pasaron dos segundos para cuando ambos se encontraban perdiendo el aire en largas risas.

—Eres de lo peor —decía el músico aun con las palabras siendo rotas por los vestigios de la risa, sentándose en el suelo, espalda contra la cama y ese carmesí en las mejillas producto de las burbujas de licor que hacían fiesta en sus venas.

Hey, I just met you and this is crazy —empezó a cantar Taichi y Yamato se llevó las manos a la cabeza—. ¡So, my dear wife, call me maybe!

El inglés de Taichi no es malo. Ha practicado bastante su pronunciación después de la muerte del profesor Nishijima, y aunque no es como si sonara como un occidental ya no hace el ridículo.

—¿Cómo es posible que soy amigo de este hombre que le gusta Carly Jepsen? —dijo sarcásticamente oyendo de lejos como el otro seguía cantando—. Y es ¡But here's my number, so call me maybe!

—Siempre. Y me sé tu número.

Rodando los ojos y con una melodiosa risita muriendo en su garganta, Yamato cuando le miró y le sonrió, una sonrisa de tiernos pliegues. A Taichi siempre le había gustado, era como la brisa, suave y serena. Una que reservaba versos en sus bordes, que hablaba de maravillas en sus labios y le hizo perder todo al tener a su amigo sosteniéndole la mano acariciándole la palma sin decir nada, como si quisiera leerle las líneas en la piel y contarle una historia.

—En verdad… llegaste tarde —le dijo, ladeando la cabeza.

—Lo siento —respondió, en un mecanismo que había ganado después de verse hablando con la premeditada muerte.

—No lo sientas —Negó con la cabeza—. Sólo no lo hagas de nuevo.

No quiero volver a perderte.

La frase cuelga en el aire pero no lo dice y tampoco es necesario. Con ello, Taichi no pudo sostenerse del razonamiento o la pertinencia, sorprendiéndose de sí mismo al verse dibujando mentalmente el contorno del cuerpo de Yamato bajo aquellas ropas deportivas que llevaba puesta. La música seguía sonando, pero ya era ajena a sus oídos cuando sus pensamientos lo metieron dentro de una burbuja.

Deseó tocarlo, sentir el pulso silbando y cantando melodías bajas que iban a su propio ritmo dentro la piel. No sabía si era por las dosificaciones que adormilaban su sentido común, sacando los deseos más sucios a la luz, y hacerle cometer la peor estupidez.

Sus miradas se habían encontrado y quiso mentirse por esa vez que su amigo pensaba lo mismo. Que la electricidad y química entre ellos podrían crear hasta una radioactividad, y que para muchos tan obvio como si estuviera pintado en las paredes.

Fue esa reflexión quien lo traicionó, quien inició esa locura cuando su espalda se inclinó y sus labios alcanzaron los de Yamato. Eran tersos y delgados, y por un momento creyó que saltó al vacío. Tenían el sabor vivo de la vodka, quizás algo de almizcle y un poco de nicotina porque su usuario se fumó un cigarro hacía tan sólo unos minutos. Por supuesto, eso no disminuye el gusto y sólo lo acelera.

Para su mala suerte, la realidad le patea porque la reacción contigua fue clara, dura como roca según la naturaleza, recibiendo el manotazo junto con la pregunta del millón: ¿Qué diablos te pasa, Taichi?

¿Qué diablos le pasó? Él se quiso preguntarse lo mismo, pero ya sabía la respuesta. Lo que estaba dentro de él tomó finalmente forma y ahora se abrumaba con ver esos ángulos. Besarlo fue mejor que imaginarlo. Algo dentro de la mente de Taichi se rompió, con un chasquido como si hubiese abierto una puerta que no sabía que estaba a la espera del giro de su pomo.

Se tiró en el césped con aire resignado, concluyendo un desastroso final:

Le gustaba Yamato.

I threw a wish in the well…

Sí, Carly tenía razón. Lanzó un deseo, quizás, al pozo equivocado.

—x—

Yamato no podía entender del todo lo que había ocurrido. Barajeó en su mente una vez más los sucesos anteriores y no encontró acciones de su parte que determinaran ese fatal final. Risas, comentarios, bebidas, ¿qué otra cosa podía explicar que Taichi lo hubiera besado?

Él no estaba particularmente en total estado de ebriedad para no medir sus acciones, sabía que Taichi mucho menos y eso le trae encima un nuevo enjambre de preguntas. Correr a perseguir a su amigo no es tan simple, ya ha pasado un buen rato y quién sabe dónde podría haber ido. Eso no era una jodida novela donde los personajes parecían tener GPS para encontrarse o corrían demasiado lento para ser encontrados. Definitivamente ese no es el caso, ese es el mundo real y es inútil pensarlo tan siquiera.

Decide llamarlo pero también es inútil. En alguna parte oye el celular de Taichi sonar y eso le hace suspirar con fuerza. Se lleva las manos de la cabeza y estira la piel de su rostro. Necesita saber qué hacer ahora, no siente que su relación se fue a un vacío sin fondo. Puede arreglarlo. Cree poder hacerlo. Sólo necesita hablar. O pensar. O lo que sea.

Sin embargo, ahí está el dilema.

¿Qué debería arreglar?

¿Qué debería decir?

¿Qué necesita pensar?

Con una rendición natural, se tira en el mueble y maldice. Piensa en Taichi y en el vestigio que sus labios han dejado sobre los suyos. Su mente tembló con el recuerdo y su corazón cambió de partitura para acelerar su tamborileo.

Es un fuerte hormigueo que repercute en su interior y sabe que eso le iba a embrujar los sueños.

—x—

Esa semana fue un infierno para Yamato. No solo podía adjuntar los ensayos mal preparados de su banda, los conciertos en agenda y las clases extras que ha tenido que tragarse por faltar tanto a clases. Lo peor, y lo más molesto en su criterio, en toda la puta semana, no había visto a Taichi en absoluto. Sabía que no era coincidencia, era ilógico pensar que, en la escuela, un lugar tan pequeño y a la vez tan grande, les impidiera encontrarse una sola vez.

Si Taichi lo estaba evitando, sin duda lo mataría. Ni siquiera le había devuelto el teléfono y no pensaba usar un tercero para ello. Era su primera y única excusa para tener un motivo aparentemente convencible para sí mismo.

A veces le picaba la curiosidad en revisarlo pero al nacer la idea, la abandonaba rápidamente porque no sabía exactamente lo que quería buscar. No es que eso fuera necesario. Él creía que sabía todo de ese chico. Taichi era un libro abierto, no ocultaba secretos y no le importaba conservarlos. Los decía abiertamente y no le preocupaba lo que podrían soplar las consecuencias. Cuando besó por primera vez una chica, Yamato lo supo. Cuando durmió con una mujer, también. Conversaban desenvueltamente de los libertinajes que la popularidad les proporcionaba y se reían de ella como un buen chiste.

Taichi por el futbol. Él por la banda. Podían tener mujeres, fiestas, atención de todo tipo de géneros y ese estereotipo juvenil que en ocasiones era molesto.

Se consideraban un dúo de hierro, cada uno tan característicamente fuerte que juntos eran la mejor combinación. Si alguien se involucraba con Taichi, Yamato se incluía y viceversa. Contar sus peleas callejeras era tan divertido como contar sus visitas a la comisaría. Ellos tenían experiencia del mundo digital, su miedo, el equilibrio para dominar las emociones y pensar con una cabeza madura pese a ser jóvenes y volátiles.

Y como eran adolescente se permitían ser descuidados. Ser estúpidos. Koushiro les advierte que se cuiden, que tengan cuidado, pero poco le presta atención y Taichi resuelve todo una sonrisa y un asentimiento que es del todo una mentira compleja.

Hay otra cosa que los hace ser un la mejor combinación y es una que Yamato no tiene que decir en voz alta: Taichi es imprudente, y él, bueno, él no se considera una persona paciente.

Taichi tendrá que lidiar con eso.

Continuará.

Notas finales:

Me da emoción iniciar esta historia de estos niños, porque desde mucho me han gustado bastante pero tuve que volver a digimon para recordar ciertas cosas. No estará ligado totalmente a la trama, pero si habrá menciones. Tardo en actualizar, pero siempre aparezco.

Las canciones que mencioné pueden buscarlas abiertamente en Youtube. Para quienes no sepan, la frase de "I threw a wish in the well", significa: Lancé un deseo al pozo. Y así comienza la canción de Call Me Maybe x'D. Me reí sólo en imaginármelo.

¡Gracias por leer!


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