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Adiós III por Aphrodita

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Adiós III

 

 

Aphrodita

 

 

Es hora, mi angelito, de que descanses en paz, te recordaré toda mi vida. Este es, quizás, el último "Adiós", porque desde ya que el primer adiós tuvo que haber sido el último.

 

One Shot.

 

Desaparecen las heridas

en los sueños efímeros de los guerreros...

Una flor que florece como el

con una gentil sonrisa...

Escucho lejos

la canción de arrullo de aquel día...

Los atesorados recuerdos

de la paz que procuramos obtener...

 

 

Casi dos años... Dos años fueron quizás suficientes para que al nombrar a Shun uno no sintiese morir por dentro. Casi dos años habían pasado ya, y casi dos fueron los que le costó a Seiya ser sincero con sus sentimientos, esos que le quemaban por dentro, y aunque muchas veces se encontraba preguntándose si en realidad era amor, eran muchas mas las que reconocía que en realidad... eso no era lo que importaba... Si no, que contra viento y marea, después de todo, era feliz... O eso sintió dentro de su corazón, pero cierto es que la felicidad es efímera.

En ese tiempo, a dos años de la muerte de su otouto, Ikki había aprendido a sobrellevar ese peso, sin el dolor de la perdida, pero con el recuerdo de su hermano, claro. Todo era más fácil junto al Pegasus, todo era más fácil en la Mansión, junto a sus amigos y medio hermanos que hacían de sus días un verdadero pasar.

Al igual que el morocho, el Phoenix varias veces se había interrogado respecto a sus sentimientos, y si bien había sentido amor por su amigo, no era el tipo de amor carnal que une a una pareja, no... Iba mas allá, pues Seiya estaba en contacto con sus emociones, sentía por momentos esa cercanía en su alma, el Pegasus compartió y compartía su dolor, comprendía sus lagrimas y las lloraba por los dos, sin reproches, sin cuestionar nada, por el simple placer de acompañar a alguien en el difícil camino que es la vida sin las personas que amamos.

¿Era amor? Entonces. No lo parecía. El peliazul y el morocho permanecían juntos quizás gracias a la imagen de Andrómeda, aunque cabe admitir que muy bien no se llevaban y era mas lo que peleaban y discutían que otra cosa.

A veces, por momentos, Ikki se sentía terrible, y Seiya horrible al pensar que tan solo por la imagen de Andrómeda ellos permanecían juntos... Pero se querían ¿Quién podía negarl? No solo se acompañaban, se consolaban mutuamente, y lloraban las lagrimas de los dos... Si no que aun más importante, su lazo iba mas allá de una simple unión... ¿Quién podía creer que ese lazo algún día se fuese a quebrar? Nadie, reconocían todos que la relación del Phoenix y el Pegasus no solo era atípica, sino única, mágica, especial y muy misteriosa, pues por mas que intentaban descubrir la razón de su unión, no lo lograban... No era amor, no era Shun, no era el dolor ya ¿Qué era entonces? La vida los había cruzado, los había puesto en una determinada situación y juntos lograron salir de ese infierno y juntos seguirían contra todo mal pronostico.

Los días en la Mansión comenzaron a ser más llevaderos para todos, inclusive para el peliazul y el morocho quienes se aferraban a los recuerdos, a pesar de que dice el dicho que nunca es bueno hacerlo... A ellos no le importaba, ya que recordarlo a Shun era una manera de mantenerlo vivo en sus corazones, desde ya que recordándolo con una sonrisa, ya no mas lagrimas.

El tiempo había pasado, sin dudas, y habían crecido, madurado como hombres. Sin ir mas lejos, una tarde de mayo Shiryu llegó a la Mansión con una sorprendente noticia... Sería papá, para fines de diciembre... Shunrei esperaba un hijo de él... ¿Qué había pasado Dragón? Al final no habían sido solo visitas a China, hubo algo mas detrás de esos viajes.

Alegría en la Mansión con la nueva noticia, un bebé llegaría, un pequeño Kido. El primero en ser padre, el pelilargo, y sin dudas, pensó Seiya, el mejor padre del mundo, el ideal, el correcto, el que se aseguraría que a ese niño no le faltase nada, sobre todo el amor de un padre, de los cuales ellos se vieron privados.

Pero no todo fue alegría en la Mansión, ese año pasó rápido, veloz, sin contemplaciones, sin pedir permiso ni perdón, Hyoga partió errante a Siberia, Saori con Tatsumi al Santuario para continuar con las labores de la Orden... Ikki estaba alegre por la noticia de su amigo Shiryu, desde ya que si, pero algo huraño y reticente con todos. Hay que aceptar que el Phoenix no es un hombre al que se le pueda amarrar, no es alguien muy apegado a un lugar; y en algún rincón de su ser, su persona le reclamaba eso de lo que tanto le servia por momentos: aislarse, de todos y de todos... Incorregible Ikki, el era así, no podía con su genio.

Ni como forma de castigo, ni por dolor, tan solo necesitaba irse, dejar la Mansión, alejarse un poco de todos, y llorar a solas, como lo hacia antes... No quiso contagiar de su tristeza a sus hermanos, no ahora que la noticia del futuro papá era la razón de risas y sonrisas. ¿Qué diría Shun si estuviese vivo? ¿Qué diría su otouto al saber que seria tío?... ¡Dioses! Necesitaba irse, sin reclamos ni reproches, solo irse... Eso fue lo que le dijo a Seiya quien no lo entendió ¿Por qué irse justo en ese momento de felicidad? Tal vez, por esa misma razón, como si Ikki sintiese que no tenía derecho a ser feliz o a compartir esa felicidad con los demás.

  • ¿Por qué? No lo entiendo... –Suplicó Seiya con la voz desgarrada.
  • Creí que me entenderías Seiya... –Reprochó Ikki nervioso, angustiado –Creí que me conocías, que sabias...
  • Ikki... ¿Por qué irte?...
  • Lo necesito...
  • ¡No!... –Negó el Pegasus furioso –No necesitas irte, alejarte de nosotros... ¡No necesitas estar solo!
  • Tú no sabes... –Dijo el Phoenix con enojo pero se censuro de golpe para luego acotar más tranquilo –No... Tu no sabes, porque ahora descubro que ni me conoces...
  • Ikki... ¡Vuelve aquí!... –Exigió el pequeño de pie en medio de la sala, completamente fuera de sí --¡¿Por qué eres así conmigo?! ¡Con nosotros!...
  • Solo estoy pidiendo un poco de soledad... Nada más
  • ¡¿Por qué eres un tipo tan egoísta?!... –Preguntó el morocho derramando las primeras lagrimas de impotencia al comprender que la partida de su amigo era inevitable.
  • Necesito estar solo... –Afirmó el peliazul firme, con la mirada penetrante, harto del reclamo.
  • ¿Por qué eres así?... –Se quejó Seiya bajando su vista al suelo

¿Por qué?... ¿Él no era capaz de darle lo que necesitaba a Ikki? ¿No era capaz de sanar sus heridas?

Lo que no supo el Pegasus era que las heridas del Phoenix, eran heridas que lo acompañaron toda su vida, tan profundas que eran prácticamente imposibles de curar... Shun no había podido ¿Qué le hacia pensar al morocho que él sí?

  • Ya no tiene sentido todo esto... –Susurró el peliazul descubriendo muy a su pesar que la amistad comenzaba a resquebrajarse.
  • Shun no hubiese querido que te fueras... –Pronunció Seiya con debilidad –Todas las veces que lo lloramos ¿Eso no significo nada? Todas las veces que sentimos su ausencia ¿No modifico en nada nuestra relación?
  • ¡No lo nombres!... –Censuró Ikki señalando con rudeza a su amigo
  • Ikki... –Se sorprendió el menor por el arrebato del otro.
  • No utilices su imagen...
  • ¿De veras?... ¿De veras Ikki?... –Las lagrimas del morocho eran más nítidas ahora –¿De veras crees que yo utilizo su imagen?...

Silencio... Profundo, pesado. El Phoenix no supo que responder, porque no pudo, notó el dolor en las pupilas de Seiya, y eso fue demasiado para él.

  • Responde Ikki... –Suplicó el Pegasus con la voz hecha un nudo –¿De veras lo crees así?
  • Ya... Nada tiene sentido... Será mejor que me vaya... –El peliazul, luego de decir eso con la voz apagada, se agachó apenas para tomar su bolso de viaje y caminar hasta la puerta.
  • ¡¡¿¿De veras crees eso??!! ¡RESPONDE! –Se exaltó el morocho, que a esa altura, con su mirada y su porte daba pavor.

Pero Ikki no le temió, sin decir nada, sin voltear siquiera, abrió la puerta y pasó tras ella. En un arranque de ira Seiya tomó un pequeño adorno de vidrio que representaba la figura de una raya y la estrelló contra la puerta al mismo tiempo que gritaba con toda la fuerza de sus pulmones:

  • ¡IDIOTA! ¡NO REGRESES NUNCA! ¡¿ME OISTE?!... –Sus piernas le fallaron y cayó de rodillas al suelo –Nunca... –Susurro llorando, agonizante, en el suelo cubierto de fragmentos de vidrio.

Cuando Shiryu lo creyó prudente, cuando se cercioró que su amigo Pegasus había llorado en soledad lo suficiente, bajó las escaleras e ignorando los fragmentos de vidrio que se resquebrajaban aun más bajo sus pies, se situó a su costado, y lo tomó por los hombros, para pararlo y arrastrarlo hasta su cuarto, en silencio, cómplice de su dolor.

Era Julio, fue en Julio cuando Ikki decidió marchar, destrozando con su egoísta decisión a Seiya... ¿Egoísta? A veces uno necesita serlo, para no sufrir y aun más importante, para no hacer sufrir a los que amamos, pero eso el Pegasus no pudo comprenderlo.

Al principio, era tanto el enojo, que no dejaba lugar al dolor, pero poco a poco, cuando esa ira fue menguando en el corazón del morocho, el dolor se instaló en su corazón, acompañado por los recuerdos, y así la ausencia de Ikki comenzó a sentirse, en cada rincón de la Mansión, en cada recoveco, en cada frase o palabra dicha, en cada canción... En cada canción, desde que el Phoenix había partido, escuchar Cold Play, uno de los gustos que tenían en común, era una tortura para el pequeño. ¿Como algo que antes los unió hoy en día lo destrozaba por dentro’, tan solo unas míseras canciones que quizás no expresaban sus verdaderos sentimientos o sus vivencias junto al peliazul, pero que cobraban un profundo significado para él al relacionarlo con Ikki.

Cuando el enojo mezclado con un pseudo odio pasó, el dolor se presentó y reclamo su lugar, dispuesto a quedarse bajo cualquier costo, pero que bien sabia disimularlo Seiya, tan bien... Escudaba su dolor en el enojo, profiriendo insultos a la persona del Phoenix, sin poder siquiera nombrarlo pues cuando lo hacia sentía que su corazón se rompía en mil pedazos.

Ante la situación, el Dragón aprovechó la oportunidad y le comentó una noche a su amigo que Shunrei viajaría de China a Japón, para quedarse con él en la Mansión hasta que naciese el bebé... Era mas seguro, allí en los Cinco Picos, aislada de la civilización no podría contar con una asistencia medica optima y rápida, lo mejor era que estuviese en Tokio, con la mejor atención y en compañía del padre de su hijo.

Aquella noticia al principio le fue indiferente al Pegasus, pero cuando la muchacha llegó portando su pequeña y redondeada panza, todo cambió para él... Saber que allí latía una vida era algo simplemente maravilloso, tan solo pensar en que allí una persona crecía, pensar que de ese lugar saldría un ser humano, era... Inconmensurable... Y verlo al Dragón, tan orgulloso de su hijo, le llenaba el corazón al morocho, le llenaba su vacío corazón y por momentos se sentía vivo por dentro, era todo tan mágico.

Los meses pasaron, con pocas noticias de Hyoga, sin noticias de Ikki, y con las ultimas novedades de la Orden. Los tres juntos, Shiryu, Seiya y Shunrei compartieron la hermosa noticia de que ese bebé seria finalmente una niña a la cual llamarían Nike, nombre del cual el Pegasus participó. Y aunque supo que la mayoría de las cosas que el Dragón aprobaba o le hacia participe a él, lo hacia porque era conocedor de su dolor, agradeció el gesto de tomarlo como padrino de su hija.

Nacería a fines de diciembre, pero el Pegasus estaba ansioso por verle el rostro a la pequeña, a esa pequeña que era la única capaz de arrancarlo de las garras de la muerte, la única persona capaz de arrancarle una sonrisa, de hacerle sentir que valía la pena respirar y estar vivo. Necesitaba verla para poder decirle la sencilla y mágica palabra "Gracias" aunque aun no entendiese su significado.

Esos meses pasaron aun más rápido y llegó el cumpleaños del morocho, quien en compañía de la pareja logró hacer más llevadero ese día ¿Por qué Ikki no lo había llamado? En el fondo de su corazón, aunque no lo manifestó, le hubiese gustado recibir ese llamado.

Por fin se supieron cosas de Hyoga, pronto estaría con ellos por la llegada de la pequeña Nike, al igual que Saori y su fiel guardián Tatsumi, ajeno y a la vez cercano a todo lo que acontecía en la Mansión y en sus vidas.

Sin embargo Nike los sorprendió a todos, no quiso esperar a fines de diciembre, y cumpliéndole la petición a su padrino fue sagitariana, por fin Seiya pudo verla a los ojos, por fin pudo dedicarle una de su más sinceras sonrisas, por fin pudo tenerla entre sus brazos y decirle que siempre la protegería, aunque no lo necesitase pues su padre lo haría.

Hyoga no pudo viajar, fue muy sorpresiva la llegada de la niña, en cambio Saori llegó con Tatsumi seis días después... Y todo fue alegría en la Mansión de nuevo, hasta que la Diosa confesó que Ikki estaba enterado del repentino nacimiento.

Con la ilusión y el terror de volver a verlo después de seis meses, Seiya se encontraba aterrado suponiendo una visita pero ¿Qué lo hacia pensar que el Phoenix iría allí por eso? Él no era así ¿No era así? ¿Tan poco lo conocía?.

Cuando Athena partió para volver a sus quehaceres de Diosa, cuando la Mansión quedó en aparente calma, aparente pues una beba lloraba cada tres horas, cuando pasó la Navidad... Ikki apareció una fría mañana de diciembre, justo el 31 de diciembre, a dos años de la muerte de Shun.

El Pegasus solo lo escuchó, hablando con Shiryu y Shunrei en la sala; escuchó su voz y su corazón latió acelerado, dispuesto a irse corriendo junto al peliazul. El morocho supo que no podía seguir oculto mucho tiempo mas, en algún momento tendría que bajar.

Escuchando los cálidos sonidos de Nike, mitad queja, mitad alegría, Seiya se escudó en el enojo y bajó las escaleras, justo cuando Shunrei subía para darle pecho con mas privacidad a su hija en el cuarto que provisoriamente compartía con el Dragón.

Cuando el pelilargo vio en la sala al Pegasus silenció de golpe, el peliazul curioso se guió por la mirada de su amigo, que seria se había posado sobre la razón de su repentino mutismo, encontrándose con los ojos del morocho.

Dándose cuenta de la situación Shiryu se excusó dejándolos solos y fue en busca de Shunrei y su hija.

Seiya se quedó de pie, allí, sin poder decir nada, la presencia de Ikki en su vida era más apabullante de lo que él creyó. Fue el Phoenix quien se puso de pie para quedar frente a él y susurrar un seco y huidizo "Hola".

  • ¿Cómo estas?
  • Bien... –Mintió el morocho con la voz temblorosa y sus pupilas cargadas de tristeza, dolor y esperanzas... ¿Por qué no aceptarlo? De enojo también.
  • Serás padrino... –Se valió el peliazul al no encontrar nada propicio para decir.
  • Ya lo soy... –Susurró Seiya, en su corazón lo sintió desde que supo que lo seria, no le importaba una ceremonia.
  • Eso lo sé... –Rió apenas, bajando su vista al suelo. --¿Y que tal? ¿Cómo llevas la existencia de Nike?
  • Bien...
  • ¿Llora mucho?...
  • Lo necesario... –A decir verdad, era un bálsamo para el morocho escuchar esos llantos, sentir su presencia en la Mansión, en su vida.

Hablando de nada y de todo a la vez, muy difícil mantener un dialogo. Hacer de cuenta que nada había pasado, imposible. Y Seiya comprendió, en su corazón, que no podía odiarlo aunque supiese que esa seria el único camino para poder sobrevivir.

  • Seiya... Siento mucho haberte dicho esas cosas horribles...
  • No hace falta Ikki... –Sonrió el pequeño con sus ojos humedecidos. –Solo quiero que estés bien, aunque a veces del enojo sienta que no te lo mereces...

El mayor esbozó una sonrisa.

  • Creo que ya nada será lo mismo ¿Cierto?
  • No lo creo... –Respondió el Pegasus –Pero tampoco lo sé... Supongo... –Se quedó pensativo –Que eso el tiempo lo dirá ¿No?
  • Si, supongo...
  • ¿Qué harás?... –Preguntó el morocho mas relajado --¿Hasta cuando te quedaras aquí?... –En su interior por una parte deseaba que se quedase, pero por el otro que se fuera, ya que su presencia lo atormentaba, tantos recuerdos, tantos dolores, tantas cosas buenas y malas había pasado junto a él, que cualquier decisión era difícil.
  • Mañana mismo parto... –Confesó el Phoenix, pues para el también era difícil permanecer en ese lugar que cobijaba su dolor, que le recordaba tanto a Shun.
  • ¿Volverás?...
  • Si la situación lo requiere, si... –¿Qué quiso decir con eso?
  • ¿A que te refieres?... –Seiya supo que algo había detrás de las palabras de su amigo.
  • ¿Shiryu no te lo dijo?... –Se extrañó Ikki
  • ¿Qué cosa?
  • Nada, deja... Supongo que el mismo te lo dirá, no puedo decírtelo yo..

Eso fue todo, hablaron lo justo y necesario, sabiendo en sus corazones que el tiempo era el único que podía darles una respuesta a sus interrogantes el día de mañana. Ikki partió como dijo a la mañana siguiente, después del festejo por el año nuevo. Un año nuevo distinto con la reciente llegada de una beba.

Ante la alegría de un padre, y viendo que Seiya ya lo había superado, Shiryu creyó propicio confesarle al Pegasus que pronto el también partiría junto a Shunrei con Nike, a China. Aunque el Dragón no estuviese muy de acuerdo con eso, así lo quiso la muchacha, por el bien de la criatura, pues si en algo concordaban los padres era en que su educación seria mas optima en los Cinco Picos que en una ciudad repleta de malos hábitos y ejemplos.

Cómo siempre, Seiya disimuló su tristeza, sonrió y alegó estar contento por los tres, era lo mejor para Nike ¿No? Bueno, entonces era lo mejor para él. Y desde ya que esperaban la visita del padrino en los Cinco Picos.

Enero, no pasó mucho para que la Mansión se sumiese en la calma absoluta, de tan solo pensar que el día anterior todo era ruido y llantos, ir y venir de un lado para el otro, Seiya rompía a reír... Reía en parte para no llorar.

El Pegasus caminó de un cuarto al otro, como si así encontrase a alguien en la Mansión, escondido y en silencio. ¿Dónde estaban? ¿Por qué se escondían? En su soledad, dejando de lado su tristeza, esa noche comprendió algo importante, que todos a su manera habían seguido con sus vidas, y la ausencia y el silencio en la Mansión era un claro ejemplo de ello... El único que no lo había hecho era él. ¿Valía de algo llorar? ¿Valía de algo sufrir? ¿Valía de algo lamentarse? Si y no... Era parte de él, ese dolor que lo consumía por dentro, esa soledad eran sus compañeros, parte de él, de su vida, de sus días. ¡Sus lagrimas eran suyas! Y no las compartiría con nadie, no las lloraría, no... Por el momento no... Y no necesitaba de algo o de alguien para sublimar ese pesar, no... Y en la quietud de la noche, sentado en la obscuridad frente a una chimenea que irradiaba una tenue luz, le agradeció a Shun todo lo que a la distancia había hecho por él, todo lo que, a base de golpes y dolores, no importaba el medio, había aprendido, y era hora de seguir su camino, no sin antes pronunciar en voz alta algo que jamas se había dicho a sí mismo, y que le costaba horrores hacerlo por el temor de atarse a esa frase.. Pero supo que solo así podría seguir su camino:

  • Te amo, Ikki...

Las ultimas lagrimas de esa noche, solo quedaba por delante la incertidumbre y la duda que significa vivir cada día. ¿Qué rumbo tomar? Nuevamente el tiempo lo sabría, por su cuenta, lo único que tuvo en claro el Pegasus, fue que era hora de seguir con su vida, egoístamente, sin importarle nada ni nadie, o acaso ¿Alguien se había fijado en él con cada decisión que tomó? En cada partida, ¿Alguien penso en lo que él sentía?... En realidad, eso ya no importaba, ahora tenia que mantenerse vivo, que seguro algo bueno lo estaba esperando a la vuelta de la esquina, pues gracias al dolor uno aprende a valorar lo bueno, por poco que sea.

Respirar, mantenerse vivo, seguir caminando, caer y volver a levantarse un millón de veces, soportar el dolor, aunque la herida sea profunda... Eso era lo que había aprendido Seiya desde pequeño y lo seguiría aplicando.

 

  • "No sé, no sé porque... No sé porque ni cómo me perdono la vida cada día"

Solo queda rezarle a los Dioses, que se apiaden de uno.

 

Aunque este cuerpo se caiga en el camino

Ármate de valor, mi amigo.

 

 

FIN

 

 

¿Quién sabe? Quizás haya una cuarta parte, eso, solo el tiempo que es tirano con nosotros, lo dirá. Gracias por leer, y gracias a Cold Play por acompañarme con esta historia.

Las estrofas de la canción son bastantes conocidas n_n Del Ending de Saint Seiya.

 

Rosas... Nos leemos, si los Dioses se apiadan de mi n_n

 

24 de diciembre de 2006. San Luis, Argentina.

14/01/2007 05:07 a.m. www.pegasusfantasy.foro.st


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