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Shadow Puppetry por EdwardAndLoganx

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Un teatro de sombras. Así era como se ganaba la vida Min Yoongi. Su madre, una hermosa mujer de cabello negro y piel excesivamente blanca, había abandonado a su padre justo después de que él naciera. Con una pequeña nota al lado de las velas que alumbraban el modesto comedor, anunció su huída diciendo que ella no merecía esa vida, que se largaba a buscar lo que siempre soñó.

Su padre, bastante deprimido, se resignó a ir detrás de ella y mejor se dedicó a cuidar de él, criándolo con amor durante el día y gritos desesperados típicos de un alcohólico durante la noche. Para él, ver la cara del pequeño Yoongi era una completa desgracia; no había ni un solo día en el que pudiera mantener su mente en blanco, lejos del recuerdo de aquella cruel mujer que se fue con todo y su corazón. Sin saber cómo huir, nuevamente se resignó a vivir con ese tormento, llevándolo lentamente a la locura.

Corría el año de 1835, Yoongi recién cumplía los once años cuando una bella dama se apiadó un poco de él y comenzó a enseñarle el maravilloso arte que se escondía detrás del teatro de sombras. El menor, fascinado y con la imaginación volando, con rapidez aprendió, atendiendo cuidadosamente cada indicación y mejorando cada día. Y así fue cuando a los catorce comenzó a ganarse la vida de eso, ofreciendo pequeños espectáculos para niños a cambio de unas cuantas monedas.

Los primeros años fueron realmente buenos. Poco a poco fue haciéndose fama, la gente del pueblo fue esparciendo el rumor entre sus conocidos sobre el hermoso y talentoso joven que interpretaba asombrosas historias en un modesto e improvisado teatro, hecho con trozos de madera y una vieja sábana blanca.

Y así como fue ganándose gran fama, la desgracia también lo alcanzó. Aquel veinte de marzo de 1840, después de un grandioso día, encontró a su padre muerto junto a una carta de suicidio donde le pedía perdón y explicaba sus razones para cometer dicho acto lleno de pecado. Sin duda alguna eso fue un gran shock para él.

En un acto desesperado, empacó sus cosas valiosas y tomó la carreta de su padre en busca de un nuevo lugar, negándose a aferrarse a tan triste recuerdo. Y así fue de pueblo en pueblo, recreando historias maravillosas y encantando a cada ciudadano con su pequeño teatro de sombras.

Fue el verano de 1845 cuando lo conoció.

Yoongi nunca se había sentido del todo atraído hacia una persona, y mucho menos espero que se sintiera atraído hacía un hombre. Por dios, ¡Estaba tachado como un pecado muy grande! Además de ser bastante repulsivo, extraño y antinatural. Aún así, casi al instante fue presa de aquellos ojos vacíos, lindos mofletes y sonrisa inocente.

Park Jimin. Ese era el nombre del susodicho. Un chico de quince años que se colocó frente a Yoongi y lo miró con seriedad antes de entregarle una pequeña nota. El mayor lo miró confundido, sobre todo al notar las manchas de sangre seca adornando su precioso rostro.

 

Quiero aprender”.

 

Parpadeó, aún más extrañado, ¿Realmente le había pedido tal cosa? ¿Por qué no se lo decía directamente? Fue cuestión de tiempo para que el pelinegro se diera cuenta de que el joven era mudo. Aquello fue mucho más impresionante, ¿Cómo se atrevía Dios a castigar de esa forma a tan hermoso humano? Cuanto daría por escuchar aunque sea su nombre susurrado de tan bellos labios.

Con una sonrisa irónica, supo que era un pecador. Seguramente Dios lo iba a castigar por tener pensamientos fuera de lugar hacia un hombre, pero, vamos, ¿Cómo podía evitarlo? El aura del chico lo atraía como un maldito imán, logrando confundirlo aún más.

Queriendo huir de tan deliciosa tentación, optó por rechazarlo de la manera más fría que conocía. Sin embargo, Jimin insistió, negándose a irse a casa porque forzosamente quería una respuesta positiva y, oh, ¡Cuánta tentación para el pobre Yoongi! Le fue sumamente difícil negarse al ver tan adorable puchero y ojos suplicantes. Frustrado ante su poca fuerza de voluntad, por fin aceptó con un suspiro cansando.

Y eso sólo fue el inicio de un excelente equipo que cada vez comenzaba a ser más y más famoso.

Conforme pasaban los meses, la discreta química amorosa comenzaba a solidificarse entre ambos personajes. A Yoongi cada vez se le hacía más complicado resistirse al hermoso joven y este último parecía querer provocarlo en cada oportunidad que tenía. Y es que al mayor se le hacía bastante raro que el chico se sentara en sus piernas, exigiera mimos con los ojos, restregara su nariz contra su cuello y depositara de vez en cuando un pequeño beso en él mientras discretamente movía sus caderas sobre su entrepierna.

Algo sumamente extraño que lo volvía loco.

Fue después de una excelente noche y una buena cena que Yoongi por fin perdió el control. Cuando llegaron a aquel lugar donde pasarían la noche, y luego de cerrar la puerta con llave, el mayor acorraló al precioso chico en una de las paredes y devoró sus labios como si se tratara del más fino y delicioso manjar. Jimin al principio se quedó inerte, sorprendido ante la repentina acción, pero segundos después correspondió el besó con algo de torpeza, logrando que Yoongi se excitara aún más ante su evidente inexperiencia.

Y juró que nunca había probado algo tan dulce como sus labios, ni tocado algo tan suave como su piel.

Se permitió colorear de besos parte de su cuello y pecho, marcarlos para que el precioso joven supiera a quien le pertenecía. Y aún cuando estaba cometiendo el peor de los pecados, cuando sabía perfectamente que eso estaba más que prohibido, nunca disfrutaría tanto otra cosa que no fuese profanar y degustar a su chico una y otra vez.

Cuando la mañana siguiente llegó, ningún sentimiento de culpa llenó su pecho. Contrario a eso, estaba orgulloso al ver la perfecta piel de Jimin llena de manchas que varían desde el rojo hasta el violeta, sobre todo de ver la pequeña sonrisa que este le regalaba mientras gesticulaba un “buenos días, Yoongi”.

Y entonces lo recordó. Recordó la vez que lo conoció y lo hermoso que se veía con sangre ensuciando las comisuras de sus labios. Sin embargo, comenzó a dudar, ¿Qué había provocado eso? Al instante preguntó.

 

“Estaba vacío”.

 

Fue lo primero que leyó según Jimin contestó.

 

“Fue mi culpa.

Estaba solo.

Yo fui quien causó todo eso.

Eres lo único que tengo.

Nunca me dejes”.

 

–Nunca lo haré. –Dijo Yoongi con una sonrisa antes de darle un beso. No pasaron más de dos semanas para que lograra entender aquel extraño mensaje.

 

–Me gustaría una función en privado para mi esposa y para mí. –El Barón habló con una sonrisa algo rara. Yoongi, extrañado, simplemente le miró esperando a que continuara. –Quiero que siga este libreto… Y que no se lo diga a nadie. –Recalcó lo último mirando a Jimin. – ¿Puedo confiar en que el chico no se lo dirá a nadie?

 

Yoongi casi gruñe. –Es mudo. –El Barón puso expresión de sorpresa. –Así que no dirá nada, ni yo tampoco. Puede confiar en nosotros.

 

La sonrisa del hombre comenzaba a incomodarlo. –Perfecto. –Fue lo único que dijo antes de darle las indicaciones pertinentes y retirarse dedicándole su extraño gesto a Jimin.

 

A su hermoso chico.

 

Oh, ojalá nunca lo hubiera hecho.


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