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Le portrait de l'amour qui disparaît » jimsu por YodaVirus

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Notas del fanfic:

me llegó la inspiración de éste vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=vtNJMAyeP0s de la cantante indila, así que les dejo el link para que se pasen por él si quieren y disfruten de su bella voz.

Notas del capitulo:

la historia también está publicada en wattpad bajo la cuenta de -taenix así que pueden pasar a leerlo por esa plataforma si les acomoda mejor uwu

No había forma en el mundo, en la que eso fuese normal. Incluso entre las alucinaciones que una persona mentalmente enferma pudiese tener, eso podría considerarse de chico raro.

Desde pequeño, YoonGi había estado bastante obsesionado con ello. No había día en el que sus ojos no recorrieran con obsesiva atención cada forma pincelada en el lienzo bien conservado y colgado en el pasillo de casa de su abuela. Ella le había advertido no tocar ninguna de sus pinturas, pero de las doce pinturas que ella tenía colgadas con orgullo en cada habitación de su casa, ésa era la única que llamaba su interés.

Había un hombre sumamente atractivo, de pie frente a un enorme ventanal de cortinas blancas. Fuera había lo que parecía ser un jardín hermoso, con una fuente hasta el fondo. Al lado de él, una cama, en la cual parecía descansar una persona a la cual no se le podía ver el rostro. Él sonreía. La figura curva se deslizaba delicadamente en sus labios, pero no parecía feliz. Sus ojos, tan hermosos, parecían tristes, melancólicos, llenos de pesar. Vestía ropa tradicional antigua, hecha a la medida.

Lo que a él más le llamó la atención de ese retrato, además de lo fabulosamente bien hecho que estaba, eran los ojos del hombre. Tan realistas, tan detallados. Parecían poder verlo a él, aunque fuese solo un retrato.

Cuando era más pequeño, aquello le aterraba. Solía lloriquear cuando su abuela lo enviaba a su habitación, dado a que para llegar a ella, tenía que cruzar el pasillo por el cual, aquel retrato descansaba. Le aterrorizaba lo realista de aquel cuadro, parecía ser un hombre real, y cada noche su vista, gracias a la gran cantidad de terrores infantiles en su cabeza, le engañaba haciendo parecer que el hombre se movía. Le daba pesadillas. Creía que el hombre saldría de allí en cualquier momento y lo perseguiría hasta matarlo o algo peor. Conforme fue creciendo, apreció el arte de ese cuadro, insistiendo hasta el cansancio a su abuela para que pudiera colgarlo en su habitación, pero cada petición le fue negada.

La obsesión llegó al punto de intentar averiguar quién era ese hombre, era un retrato, así que esa persona debió existir en algún momento del tiempo. Su abuela le dijo que había conseguido el retrato en una venta de garaje a precio ridículo. Pero tenía una historia.

Su abuela no recordaba el nombre, pero se decía que era un antiguo emperador que fue retratado un día antes de perder a la persona que amaba.

Él lloró cuando su abuela le contó aquello, por lo trágica que era la historia, al recordar la tristeza que los ojos del hombre reflejaban aún en pintura, y porque no podía creer cómo es que su abuela había logrado contarle aquello sin derramar una sola lágrima y de forma tan burda, como si no tuviera importancia.

La curiosidad y obsesión llegaron a un punto crítico. Las ganas de saber quién era ese hombre que parecía perforarle el alma con la mirada, llegaron incluso a asustarlo. Se distraía pensando en él, en cómo habría sido su vida, en cómo habría vivido, en si fue feliz...

Sus amigos le repetían una y otra vez que se olvidara de eso, que estaba actuando como un loco, pero poco le importó en cuanto tecleó el nombre del retrato en su computadora, tan solo para saber un poco más del hombre que no le dejaba dormir tranquilo sin siquiera estar presente.

황제의 슬”” (hwangje-ui seulpeum).

Encontró un foro de arte muy viejo, del año 2005. El diseño era básico y pobre, pero eso no era lo que le interesaba, sino la imagen de poca calidad del hombre de mirada triste en la parte superior de un posteo, y bajo ella, un texto dando información.

«Uno de los emperadores de la dinastía Joseon, Emperador JiMin.

Era un hombre culto, amable, inteligente y querido por cada una de las personas que conoció. Se casó dos veces, pero con ninguna de sus esposas procreó hijos. Se decía que se enamoró de una prostituta, y fue derrocado del poder por su propio hermano al traer vergüenza a la familia por su amorío.

Murió de tristeza meses después de que su pareja, con la que no se casó, no tuvo hijos, y jamás se supo el nombre, muriera.»

El texto decía algo más, algo que consiguió hacer que su corazón se paralizara por unos segundos. Había 6 copias en el país, y todas valían millones.

Su garganta estaba hecha nudo cuando salió de aquel foro. Las palabras de sus amigos, rogándole que se olvidara de ese retrato, que solo era un buen pedazo de arte, haciéndole volver al raciocinio. No podía seguir tocando fondo. Al fin había saciado su curiosidad, así que podría volver a su vida normal. No podía seguir así.

Durante semanas, ignoró el retrato. Su abuela no comentó el repentino desinterés sobre el objeto por el que había estado obsesionado la mayor parte de su vida, aparentemente feliz de que él recordara que tenía mucha vida por delante aún, y que la obsesión con un retrato no valía el echarla a perder.

Sin embargo, no pudo mantenerse alejado de él por mucho tiempo.

Se encontró frente al retrato dos meses después, observándolo con detalle, como solía hacer. Los ojos del hombre parecían más tristes que antes, la sonrisa más forzada, y el que antes parecía ser un hermoso vistazo hacia un jardín precioso, parecía solo un jardín lleno de plantas muertas.

Por primera vez en su vida, permitió a sus manos, ahora sudorosas por la anticipación y nerviosismo, el acercarse a la pintura y tocar con delicadeza cada centímetro del lienzo. Su corazón se llenó de dicha al finalmente mantener contacto con el retrato, y entonces un sonido le hizo salir del sueño en el que se había sumido con tan solo poder acariciar la sonrisa y las mejillas del emperador sobre el cristal protector.

Un sobre viejo, corroído por el paso del tiempo, estaba sobre el suelo de madera del pasillo. Su corazón se agitó, brincó y casi se salió de su pecho. Muy lentamente, casi sin creerse lo que veía, se inclinó a tomarlo.

El sobre estaba lleno de polvo, casi se deshizo entre sus dedos. Se rompió en cuanto trató de abrirlo, pero no pareció dañar lo que estaba dentro. Un papel arrugado, amarillento, pero sin daño alguno, se encontraba doblado dentro.

Tenía un nombre junto a una fecha escritos con letra limpia y clara.

«Emperador JiMin, 19-02-1204».

Supo entonces que probablemente era una broma. Sus amigos siempre lo estuvieron molestando con que dejara de obsesionarse con ese retrato que ellos solían llamar “feo” pese a que era uno de los más hermosos que podrían existir. Serían capaces de hacer algo así, solo para según ellos, “darle una lección” y que pudiera seguir con su vida normalmente. Molesto y con los ojos llenos de lágrimas, desdobló el papel y leyó, solo para saber qué tan lejos estaban dispuestos a llegar aquellos que se hacían llamar sus “amigos”.

«A mi gran amor, a quien perdí, y jamás tuve la oportunidad de decirle cuánto lo amé.

Sé que no me espera más que desdicha desde tu partida, puesto que no puedo respirar sin sentir que mi pecho arde y que mi corazón quema con cada inhalación.

Perdóname por no haber luchado en su momento, mi cielo, perdóname por haber sido tan ingenuo al pensar que nada podría separarnos.

Sé que nuestra historia ha culminado en esta vida, sin embargo, debo decirte que, muy tarde, he encontrado la forma de estar juntos.

Perdóname por no poder decir más, perdóname por quedarme corto con todo lo que seguramente quieres saber, pero por ahora esto es todo lo que puedo darte, dado a que mi yo actual está demasiado débil como para seguir escribiendo.

En otra vida, seré un mejor hombre, un mejor amor para ti.

Mi cielo, no llores por mí. Sé que eres tan puro y de buen corazón como para sentir pena por mi alma en este momento, pero tranquilo, porque pese a estar sufriendo terriblemente en este momento, sé que todo será mejor después. Porque, mi cielo, en cuanto leas esta carta, volveré a encontrarte.

Te amó, te ama, y te amará, Park JiMin.»

Las lágrimas no pararon. Lloró desgarradoramente, lloró hasta cansarse, lloró hasta que cayó presa del sueño al pie del retrato.

Pero tenía que ser mentira. Sus amigos sin duda no tendrían la imaginación para hacer una cosa así, y la carta parecía haber existido por un gran periodo de tiempo. Pensó, en ese momento, que todo debía ser una cruel mentira. La carta escrita en los últimos momentos de vida del emperador JiMin, no podía haber terminado en sus manos. El retrato del emperador tenía un mito, y es que se decía que en cuanto el antiguo amor del emperador, leyera la carta, sus almas volverían a encontrarse.

Y ahora viendo el rostro atractivo, los labios carnosos y curvados en una sonrisa, y los ojos tristes frente a él, en una persona viviente, con corazón en su pecho, todo su mundo, que hasta ahora no notó gris y falto de vida, tuvo color.

Y cuando los labios de aquel sujeto increíblemente parecido al hombre del retrato, con cada lunar y cicatriz en su sitio, se mueven para soltar aquellas palabras con voz aterciopelada y añorante, siente su alma llena. Como si un espacio del que jamás fue consiente, se llenase.

—Nos volvemos a encontrar, mi cielo.

Notas finales:

gracias por leer.


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