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R27 Week (2018) por 1827kratSN

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—El fuego se yergue orgulloso e impredecible porque su vitalidad se da a través de la destrucción de alguien más.

 

Las manos de la castaña se movían a la par de las flamas de la fogata que les brindaba calor en su pequeña cabaña ubicada al borde de ese pueblo chiquito en medio de las montañas. Dos ojitos cuyo iris asemejaba al color de un chocolate casero, miraban fijamente como las llamas —emergidas tras el castañeo de la madera que se quemaba con prisa—, obedecían a los movimientos de su madre. Era la más hermosa magia que vio en su corta vida, era aún más bonita porque le pertenecía a su madre.

 

—Yo también quiero aprender a moldear el fuego, mamá —con emoción se fijaba en el brillante cabello largo y marrón de su madre, y en esos ojos que lo miraban con ternura.

—Yo te enseñaré, Tsu-kun —sonreía antes de detener sus movimientos a la vez que el fuego se reducía a casi nada—, pero para eso tienes que encontrar tu fuente de magia.

—¿Y cómo consigo eso?

—Cada bruja o brujo debe descubrir eso por sí solo —besó la frente del pequeño mientras le acomodaba el alborotado cabello.

—¿Y si me tardo demasiado? ¿Y si tú ya no me quieres enseñar después? —cuestionaba porque esa pequeña cabecita solía pensar en todas las posibilidades malas que podrían sucederle, era un defecto que Nana no pudo quitarle a su pequeño.

—Eso no pasará —sonreía enternecida por el pánico de su primogénito—, porque mamá es una bruja buena que vivirá por muchos años y cuidará de ti —le acomodó nuevamente esos cabellos alborotados con la punta de sus dedos antes de seguir—. Y si es que en algún caso yo no puedo enseñarte…, te dejaré un libro enorme del que aprenderás todo lo que necesitas.

—¿Un libro?

—Sí —reía bajito— el libro que tu tátara, tátara, tátara, y muchos “tátaras” más —reían juntos por la broma— nos dejó.

—Prometo aprender, mamá, porque quiero hacer tantas cosas bonitas como tú.

 

Una promesa ingenua, pura, desinteresada, indigna de ese mundo lleno de pecados y sombras. Tsunayoshi jamás creyó que los seres a quienes su madre ayudó con tanto empeño por tantos años, los que eran sus vecinos y amigos, los llegasen a traicionar. Pero las monedas de oro pudieron más que la lealtad de un solo hombre.

Fue en una noche oscura mientras Nana apagaba todas las luces de su hogar con sólo unos movimientos de sus manos y mientras Tsuna intentaba imitarla con una pequeña vela, cuando la puerta de su casa fue golpeada con fuerza e incesantemente. Fulgurantes antorchas dieron aviso que no sólo era un visitante; y el ruido metálico de los instrumentos que los extraños llevaban, advirtieron que sus intenciones no eran buenas.

Tsuna tenía apenas doce años y estaba aprendiendo a hacer pociones sencillas que le servirían como medio de magia básica hasta que encontrara su verdadera fuente principal. No sabía usar algo para defenderse o ayudar a su madre, por eso sólo siguió las órdenes de su progenitora y subió al segundo piso para refugiarse. Pero se quedó espiando porque tenía un mal presentimiento.

El pequeño brujo vio como cinco hombres ingresaron con brutalidad a su casa después de que su madre les dijera con voz suave que no eran horas para realizar visitas y buscaron hacerle daño, pero ella —como experimentada bruja—, mandó a volar a todos los agresores. Sin embargo, a pesar de que se negaba a dañar a esas personas, no se iba a quedar sin hacer nada. Nana instauró un manto de protección sobre ella y el pequeño castaño que se aferraba a su falda, dejó muchas trampas creadas con magia poderosa, y después tomó a su hijo en brazos y escapó.

Sus identidades habían quedado al descubierto de hombres que rechazaban su naturaleza y la tachaban como una blasfemia.  

Desde ese entonces, madre e hijo se vieron obligados a huir, viajar constantemente y esconderse en los amplios bosques en donde para cualquier humano sería imposible sobrevivir, pero que para ellos era algo un tanto normal. Y a pesar de la mala situación, no fue tan malo vivir en aislamiento humano.

Tsuna conoció algunos sitios con encanto natural y tierras tan vastas que era imposible calcular su extensión. Tuvo contacto con seres con un tipo diferente de magia; ninfas, hadas, protectores de la naturaleza con los que hizo amistad, pero a los que tenía que despedir para continuar huyendo de aquellos que les daban caza. Fueron años largos y agotadores.

 

—Tsu-kun, te voy a contar algo —estaban en medio del duro invierno, miraban de lejos una villa a la que se adentrarían sólo por provisiones.

—Dime, mamá —ya con su cuerpo dotado de veinte años, con conocimientos vastos sobre pociones y diferentes tipos de medicinas, Tsuna era quien ofrecía su mano para que su madre se sujetara y pudiesen seguir su camino por la nieve.

—Mi magia nació de un juramento —sonrió con dulzura antes de jadear cansada.

—Sube, mamá —al verla en ese estado, se inclinó para ofrecer su espalda—. Yo te llevo.

—No me negaré esta vez, mi pequeño Tsu-kun —suspiró antes de trepar a la espalda de su hijo y cubrirse con la capucha—, pero como te iba diciendo…

—¿Qué clase de juramento?

—Uno muy puro —rió bajito mientras se abrazaba delicadamente al cuello del castaño menor— y por eso mi magia es blanca y no negra… Yo le juré un día, a un hombre maravilloso, que lo amaría con todas mis fuerzas, que jamás lo iba a olvidar y que cuidaría de su heredero hasta el final de mis días.

—¿Hablas de papá? —no sería la primera vez que su madre relatara cosas de su progenitor, pero en esta ocasión parecía diferente.

—Sí —Nana se aferró a los hombros de su niño mientras escuchaba el sonido de los pasos dados sobre la nieve, pasos suaves porque su hijo heredó su delgada y pequeña contextura—, hablo de él, quien fue derrotado por la naturaleza humana y murió cuando tú eras apenas un bebé.

—Eso suena muy bonito, mamá —sonrió—, hablo del juramento.

—Pero hay un inconveniente con eso —se acomodó para que su quijada reposara sobre uno de los hombros de Tsuna—, con el origen de mi magia… Es algo que mi madre me advirtió y que yo decidí ignorar.

—La abuela era una bruja de magia negra, ¿verdad?

—Sí, mi pequeño —palmeó la cabecita de su hijo antes de seguir—. Pero por esa particularidad ella fue muy poderosa…, en cambio yo soy sólo una bruja normal.

—Te he visto hacer cosas increíbles como cambiar el clima en menos de un día. Mamá, no te menosprecies

—Tu abuela lo hacía sólo con un chasquido.

—Wow, eso sí que sería impresionante de ver; sin ofenderte, mamá.

—Tsuna —la castaña se esforzó en colocar su mejilla contra la de su hijo para poder susurrarle—, yo me tendré que ir pronto… Mi magia se acaba, mi camino se acorta.

—Mamá —boqueó sorprendido.

—Pero no te quedarás desprotegido —sonrió— yo te dejo el gran libro. Tú sabes dónde encontrarlo y como quitar su sello. Te enseñé pociones de alto nivel y muchos trucos… Yo sé que tú hallarás tu fuente de poder y serás un brujo feliz.

 

Triste fue ver entonces la caída de una de las mejores madres y brujas de esa época. Fue dos primaveras después de revelar su destino. El primogénito honró esa pérdida al esculpir a mano una estatua con la figura de su madre, misma que reposaría en medio de uno de los bosques del sur que Nana adoraba porque era cuna de los más bellos árboles de duraznos que adornaban el paisaje con sus flores.

Pero no se podía detener a enlutar, Tsuna debía seguir y cumplir con su meta en la vida.

Aplicó las instrucciones de su madre: siguió huyendo y buscando un lugar donde sentirse seguro. Se volvió más sabio con el paso de los años, y al cumplir casi los veintiséis pudo decir que se sentía en paz. Se mudó a una aldea a las faldas de montañas y espeso bosque, adquirió una cabaña algo maltrecha y la remodeló a su gusto, se aisló un poco de los habitantes y se consiguió un hogar.

Era feliz, incluso sin su magia, no le hacía falta nada.

Gustaba de ayudar a las personas; de brindarles medicamentos a cambio de comida, plantas medicinales o lo que ellos desearan; socorría como curandero e incluso atendió partos difíciles con los conocimientos adquiridos del gran libro o de las enseñanzas de su madre. Nunca se quejó de su destino como un humano normal. No deseó poder porque creía no necesitarlo. Y, aun así, escondido tenía el deseo de hallar su fuente de magia blanca; porque él no quería poder, sólo algo de luz en su vida.

 

—No vayas a perderte, Tsuna —reía uno de sus amigos en el pueblo—, el bosque es espeso y puedes confundirte de camino.

—Estaré bien. Gracias por preocuparte, Takeshi.

—Cuando vuelvas tendrás que darme algo más de medicina para la fiebre, mi viejo ya no logra aguantar muy bien los resfríos del invierno.

—Cuando vuelva te lo daré —sonreía antes de despedirse como era costumbre.

 

Jamás imaginó que en ese viaje descubriría no sólo su tipo de magia, sino que jamás pensó caer en manos de un guardián diferente a todos los demás.

Lo atrapó una tormenta de nieve en medio de su camino, perdió noción de su ruta, se perdió entre senderos que no llevaban a ningún lado, se acabaron sus energías y bebidas hidratantes, terminó en medio de un lago congelado y con medio cuerpo dentro del agua helada. Tsuna gritó por ayuda innumerables veces, incluso hasta que se quedó sin voz audible; intentó usar un par de sus pociones, pero en ese día no trajo algo más útil que una que lo ayudó a conservar calor corporal; se resignó a caer en ese mismo lugar, y al final se desmayó en medio de sus intentos por salir de ahí.

Despertó por la rara sensación del contacto de una cálida mano que le acariciaba la frente y de la presión en su pecho semi descubierto. Cuando abrió los ojos sólo apreció largos hilillos de seda negra que contrastaban con la blancura del ambiente y cielo, y terminó tosiendo sin control para eliminar el agua que se tragó. No había frío en su cuerpo, no estaba ya mojado, respiraba y el lago estaba muy lejos, además, sus manos palpaban pasto y no la nieve. Cuando levantó la cabeza para agradecer a su rescatista, se quedó prendado de esa negrura tan profunda que contrastaba con la pálida piel de aquel ser que obviamente no era humano sino un antropomorfo o híbrido de alguna clase.

 

—¿Humano? —la voz tan grave y tétrica del desconocido hizo que la piel del castaño se erizara de inmediato— Responde.

—Hechicero aprendiz e incompleto —jadeó cuando al fin recuperó su voz.

—Vete de aquí si no quieres que los lobos te tomen como alimento.

—He perdido mi ruta… y no me siento muy bien que digamos.

 

El hechicero claramente sintió como algo dentro de él había despertado, algo muy pequeño, pero estaba ahí. Mas, no se esperó que en un futuro tendría que volver a esos inhóspitos parajes para descubrir cuál era el origen de su cambio, mucho menos imaginó que después de algunas visitas se vería fascinado por los habitantes de ese espeso y extenso bosque. Era como revivir una de las historias que su madre le había contado hace años.

Le tomó cerca de tres o cuatro visitas saber el nombre de su salvador, guía y huraña compañía; pero se sintió victorioso cuando lo supo. «Reborn», un nombre tan simple pero que infundía miedo, pues cuando se le escapó en medio de una plática con los aldeanos, ellos casi entraron en pánico y le advirtieron mil veces que jamás volviera a siquiera pronunciar ese nombre que sólo traía desgracia y destrucción. Según sus vecinos, Reborn, a pesar de ser un guardián del bosque, se había llevado decenas de vidas de cazadores que jamás volvían con su familia, y si lo hacían, sólo era para perecer tras pronunciar y contar algo de aquel ser sobrenatural que con salvajismo impedía el ingreso a sus dominios.

Pero Tsuna hizo caso omiso a las advertencias porque él se veía atraído por el aura que emanaba tan imponente ser, porque de él aprendió muchas cosas con el pasar de los meses. Jamás se vio intimidado o se dejó deprimir por las crueles advertencias del guardián de negros cabellos para que no volviese a ese bosque, porque él reconoció que no todo lo que aparentaba era real. Para Tsuna, Reborn era el “todo” de las ninfas, hadas, cambia formas, espíritus y más seres que habitaban esa zona montañosa.

Dos años después —y tras insistir hasta el cansancio—, pudo decir orgulloso que se volvió amigo de aquel cruel guardián.

 

—Ya puedes hacer magia —neutral, apático, pero siempre dispuesto a hacer burla de sus fallos.

—He encontrado mi fuente —Tsuna sonreía mientras movía sus manos para que el agua de aquel lago, que una vez casi le provoca la muerte, se elevara en el aire formando una cascada de tamaño colosal— ¡He encontrado mi fuente, mamá! —gritaba al viento debido a la emoción.

—Deja eso como estaba —regañó antes de golpear la cabeza del castaño que casi pierde el control de su magia—. Si no recuerdas, hay ninfas acuáticas ahí, niño tonto.

—No te enfades, Reborn —con cuidado movía sus manos para descender el agua, que en medio de la nueva primavera era tan cristalina que se podía ver a un par de ninfas agradeciéndole la nueva experiencia con un gesto y una sonrisa.

—¿Y qué fue eso que gritaste?

—Quería comunicarme con mamá —sonrió antes de terminar su trabajo y voltearse hacia aquel hombre— y decirle que, al fin, después de tanto tiempo, encontré la fuente de mi nueva magia.

—Pues eres muy lento —ni siquiera lo miraba—. A tu edad ya muchos brujos tienen reputación y hasta herederos —sonreía con burla ante el enfadado hechicero que apretaba los labios y se sonrojaba.

—Sólo voy a mi propio ritmo, ¿bien? —se excusaba como era tradición.

—Eres de lento aprendizaje —de refilón apreciaba las diferentes muecas del hechicero—, y eso que tenías ese raro libro que era más grande que tu cabeza.

—¡Reborn! —apretando los puños reclamaba por aquellas palabras ofensivas.

—Tsuna —con la calma que proclamaba, miraba al castaño fruncir el ceño.

—¡Agradece que mi magia es blanca o podría hacerte daño!

—Tú jamás me harías daño —Reborn lo retó a contradecirlo, pero el otro ni siquiera lo intentó y sólo jugó con sus dedos—, porque tu corazón es como un cristal… todo delicado.

—Quiero proteger y no dañar —Tsuna suspiró antes de mirar al azabache—, eso es diferente.

—¿A quién quieres proteger?

—A quienes tú proteges…, Reborn —le sonreía con dulzura a pesar de que el otro no le correspondiera el gesto y se fuera a paso calmo.

 

Sus visitas pasaron de ser mensuales a semanales, después simplemente pasaba días y días en medio del espeso bosque junto a aquel azabache “todopoderoso” que se convirtió en su todo. Cada vez su ausencia en aquel pueblo se volvía más preocupante, extraña y origen de rumores, pero Tsuna era muy feliz porque estar junto Reborn lo hacía sentirse dichoso. Olvidó entonces que el corazón humano era fácilmente cambiante, falto de fe, y retorcido en ocasiones.

Fue al final de su última visita de dos meses al bosque, cuando volvió sin rasguño alguno, con la ropa intacta, el cabello igual de desordenado, pero con un aura más brillante, cuando recordó el por qué perdió su hogar natal. Bastó con una mirada escrutadora, cuchicheos de todo tipo y uno que otro comentario pasado de tono.

Tsunayoshi fue acusado y temido por igual, le lanzaron improperios y piedras que jamás llegaron a tocarlo porque instintivamente se defendía con la magia que recién lo envolvió como un manto de vida. Lo miraron con recelo y miedo, aun cuando antes él les proveía de medicamentos y ayuda sin paga, lo tacharon de blasfemo, diabólico y traicionero. Sin embargo, Tsuna jamás negó su naturaleza, sus amistades o su fascinación por aquella persona.

 

—¿Cómo es posible que sigas vivo y entero si te has perdido en ese bosque peligroso por tanto tiempo?

—He conocido todo el lugar, he compartido con sus bestias, y me he hecho amigo de sus habitantes —fue su sincera respuesta cuando todos le prestaban atención en pro de hallar algo con lo que acabarlo.

—¿A qué demonio has conocido?

—No es un demonio —defendía a capa y espada al guardián de esas tierras.

—Di su nombre y su origen.

—Reborn —Tsuna escuchó a todos exhalar el aire o lanzar un chillido asustado, pero él continuó con la frente y la voz en alto—, el guardián de esos bosques y protector de todo lo que habita en él.

—Serás juzgado —el jefe de la comuna señaló con el dedo al castaño—. Por aliarte con demonios y criaturas que no son de nuestra especie, por entablar relaciones con todos esos seres, por hechicería, por eso y más… habrás de ser juzgado.

 

No se negó a que se lo llevaran a una bodega, lo ataran de pies y manos, y lo dejaran a merced de la oscuridad. No temió a su futuro juzgamiento, ni siquiera temió a perder su vida, porque no tenía por qué temer. Él podría no gustar de la violencia, pero de ser el caso se defendería y huiría lejos de ahí pues su vida era preciada y no la iba a entregar a nadie que no se la mereciera.

Tsuna esperó con paciencia, en penumbras, sin agua o comida, sin algo más entretenido que hacer pequeñas flamas de luz con sus manos y recordar todos los hechizos del gran libro que releyó innumerables veces. Pensaba también en Reborn, quien le advirtió cientos de veces para que no confiase en los humanos, y al que le prometió regresar de inmediato para poder retomar un viaje que dejaron a medias por causa de una poción que Tsuna quiso buscar en su casa.

 

—Tenemos que quemarlo pues ha cometido el delito de uso de hechicería.

—¡Eso! Ese es el castigo pertinente.

—Pero ha hecho mucho por nosotros.

—Es un brujo, ¡¿quién sabe si no ha hecho un pacto con el diablo?!

—¿Y Reborn? —ante aquel nombre se quedaron callados.

—No podemos enfrentar a ese ser.

 

Días de discusiones, horas sin un solo minuto de descanso, miedo en la comunidad, y muchos testigos de que, al filo de su pequeño poblado, escondido entre algunos árboles, habían visto a aquel azabache de ojos infernales y cuerpo humano quien miraba desde lejos por unos segundos antes de desaparecer. No le temían a quemar al brujo que se escabulló entre su gente, a lo que en verdad le tenían pánico era a la venganza que pudiese tener aquel guardián que más asemejaba a un servidor demoniaco. Después de todo, con aquellas efímeras visitas Reborn dejó en claro que tenía un interés por el hechicero que le fue arrebatado.

¿Qué hacer entonces?

Hicieron lo más razonable; dejaron libre al castaño por miedo a las represalias de seres que ellos no conocían o entendían. Y fue la mejor decisión pues ni bien desataron al castaño y éste les dio una leve sonrisa de gratitud, en medio del camino que los llevaba al bosque, una figura imponente se materializó como símbolo de una amenaza silente.

Reborn había ido allí para recoger lo que era suyo; y Tsuna, a sabiendas de que ya causó problemas y podrían ponerse peor, decidió despedirse de todos y partir. Abandonó aquel que llamó hogar y decidió establecerse en el hogar de Reborn.

 

—Te ibas a dejar asesinar —reclamó fastidiado, dejando de lado su siempre calmada personalidad. Sujetó fuertemente el brazo del castaño para arrastrarlo y alejarse de ese pueblo lo más rápido posible.

—Claro que no —sonreía cuando Reborn aflojó el agarre y él pudo caminar por sí solo a la par que el ser mágico junto a él—. Tenía una estrategia pensada para evitar peleas y demás.

—¿Y cuál era esa estrategia?

—Escabullirme entre los viajeros que llegarían para abastecer al pueblo de víveres que ahí no pueden obtener —ondeando sus manos, Tsuna dejó brotar la magia que ahora le era más fácil de usar y un manto blanco lo cubrió—, ¿y quién desconfiaría de una doncella que viaja junto a su padre?

 

Delante de aquel guardián, el hechicero tomó la forma de una joven castaña de largos cabellos y ojos grandes que ondeaba su vestido a la par de saltos y giros en una danza improvisada, soltaba una risita dulce y aplaudía como se hace en los festejos. Tsuna demostró así que su magia, a más de ser pura, irradiaba belleza y calidez.

Reborn no dijo nada acerca de eso, no exteriorizó lo divertido y aliviado que estaba por al fin lograr que ese hechicero abandonara a los humanos traicioneros. Él sólo siguió con su camino, escuchando y fingiendo ignorar la vocecita femenina que le pedía esperar porque desde ese momento cursaría el mismo camino que Reborn.

 

—¿Cuándo te irás? —preguntó con burla porque escuchó un bufido y se mentalizó el puchero que ese castaño formaría con sus labios.

—Nunca —era raro escuchar a la jovencita reírse pues era Tsuna en realidad, pero esa magia no duraría.

—Tendrás que cuidarte solo.

—Yo te cuidaré a ti, Reborn… —corría para ponerse frente al guardián—, por siempre.

—Tu vida no es tan larga —miró como de nuevo aquella bruma envolvía ese cuerpo y poco a poco se descubría al verdadero Tsuna.

—Eso depende de la fuente de mi magia —sonrió con calidez, conectando su mirada con aquellos pozos negros que a él le parecían fascinantes.

—Nunca me dijiste cuál es esa fuente.

—Eres tú —estiró su mano para acariciar la mejilla de Reborn y sonrió cuando éste no rechazó su toque—, el sentimiento que me generas… y las miles de miradas cálidas que me has dedicado.

 

 

 

Notas finales:

De alguna forma, la bruja de la que se habla y su historia fue tomada de un video de Dross donde mencionaba a Karin Svensdotter. Seguro que a algunos les pareció familiar lo que leyeron XD.

Como aclaración y antes de continuar con esta week, debo decir que cada shot ha sido hecho con ideas básicas o tomando referencias de alguna historia mítica, real o universo alterno. No he podido hacer algo más elaborado debido a mi tiempo limitado, pero espero sinceramente que disfruten de esto (aunque creo que la admi me va a dar tabla porque me equivoqué en uno de los días). Y ya mencionando a la admi, también aclaro que esta week ha sido destinada a festejar los cumpleaños de los personajes del anime-manga Katekyo Hitman Reborn; idea organizada por el grupo R27 fan club (the chaos club).

Krat los ama~

Besos y abrazos~

 


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