Había bebido lo suficiente esa noche como para, al día siguiente, no recordar cómo había llegado a la habitación de un hotel más que lujoso, y menos aún cómo había terminado en el mismo lecho con un joven de tez perlada y cabello negruzco durmiendo plácido e incesante junto a él. El moreno seguía aturdido por los sucesos previos a aquella noche, sus sienes latían con una intensidad que pocas veces había experimentado y su cuerpo apenas podía moverse, pues tanto los brazos como las piernas habían decidido abandonar su función para convertirse en lo más parecido a un par de pesas, imposibles de levantar.
Ambos cuerpos se encontraban desnudos bajo una sábana blanca que poco ocultaba lo que había sucedido aquella velada, y las prendas desperdigadas en el tapiz y los muebles de la habitación solo confirmaban sus sospechas. Después de la ruptura había tenido sexo con un desconocido.
Con cuidado y lentitud dobló los brazos y se apoyó en sus codos para alzar el torso, hasta quedar sentado en un ángulo de noventa grados. Esa debió ser una de las peores decisiones que había tomado en su vida, pues en tan solo un par de segundos la cabeza comenzó a darle vueltas y el dolor del paso de la sangre a través de sus sienes incrementó. De solo recordar lo que había bebido antes de perder la noción de la realidad, el muchacho comenzaba a tener náuseas.
Aun así, el dolor y malestar físicos no se comparaban con el vacío que golpeaba su pecho desde hacía casi veinticuatro horas. Nunca se había sentido tan impotente, tan falto de fuerza, como aquel veintitrés de septiembre en que el ser más importante de su vida se esfumó de ella sin dar previo aviso. Después de él, poco o nada le quedaba de sentido a una existencia que había tomado forma únicamente por su presencia.
Baekhyun había sido su mundo por casi dos años, y que lo dejara por alguien más le había dolido más que una puñalada en el vientre, aun cuando él conocía perfectamente ese dolor. No sabía quién era ese alguien, y tampoco quería hacerlo. Jongin solo podía pensar y dejar que aquellas palabras invadieran su mente una y otra vez: “Hace unos meses me di cuenta de que lo nuestro no iba a funcionar. Lo siento, Jongin, pero amo a alguien más.”
Ni siquiera recordaba la última vez que una lágrima cayó por su mejilla antes de que viese la espalda de Baekhyun alejándose, cruzando el umbral de la puerta del departamento que con mucho esfuerzo ambos habían rentado un año atrás para vivir juntos. En ese momento, la mente del moreno seguía procesando los sucesos de la mañana anterior y cómo era posible que el amor que (supuestamente) había crecido entre ambos se esfumara del corazón de su pareja en tan solo ‘unos meses’.
Cuando se dio cuenta, Jongin se estaba secando el par de lágrimas que habían vuelto a caer sobre su mejilla mientras volteaba a ver a quien estaba a su lado. Las sábanas se movieron al mismo tiempo que su anónimo acompañante se acomodaba con el cuerpo de lado, esta vez dándole la espalda. Tenía una gran cantidad de lunares decorando aquella zona de su piel y una figura sorprendentemente bien esculpida, ni muy delgada ni muy gruesa. Su rostro también era bonito. De su cuello, el cual lucía un par rojeces cuyo autor parecía ser él mismo (pues consideraba que se veían bastante recientes), colgaba una fina cadena de oro cuyo colgante no alcanzaba a divisar. A pesar de la luz y las acciones del moreno, seguía profundamente dormido.
Unos minutos más tarde, Jongin se levantó de la cama y se dispuso a recoger cada una de sus prendas, que desprendían un desagradable olor a tabaco, para poder vestirse. En su condición actual lo peor que podía hacer era entablar un tipo de conversación con la persona con la cual había estado esa noche, por lo que decidió retirarse de la habitación no sin antes haberse percatado de que no olvidaba nada, y de haber dejado la tarjeta sobre el velador del lado donde el chico se encontraba durmiendo.
No pudo evitar posar por un minuto la mirada sobre su rostro y sonreír con nostalgia. Aunque parte de su cabello caía sobre su frente, el moreno podía apreciarlo: Era increíblemente bello, casi tanto como ‘él’. Sus pestañas eran largas y tupidas, así como sus cejas, su nariz respingada y sus labios simulaban la forma de un corazón. Y antes de dejar el lugar, un único susurro escapó de sus labios: “Ojalá fueras Baekhyun”. Al llegar a la recepción, Jongin brindó el número de la habitación en la que se había quedado y entregó a la recepcionista un papel donde se encontraba escrito su número móvil.
–¿Podría llamarme cuando la persona que estaba conmigo entregue la habitación? –Ante la respuesta afirmativa, aquella que recibió mientras la mujer guardaba el papel en el pequeño cajón que le correspondía a la tarjeta de la recámara, Jongin le pidió un último favor. –Que en media hora lleven el desayuno, por favor.
–Con mucho gusto. –La sonrisa de la mujer, además de una pequeña venia con la cabeza, fue lo último que vio antes de retirarse por completo del enorme edificio en el cual se había hospedado aquella triste noche.
No deseaba otra cosa que llegar a casa, tomar un baño de agua caliente y dormir uno o dos días, sin despertar. Quizá ello le ayudase a asumir en parte lo que había vivido el día anterior, y a entender que no se había tratado de un mal sueño. Dicen que el otoño es una época de renovación, en que las hojas caen y dejan un árbol fresco presto a crear nuevos frutos. Había grabado esa frase en su mente muchos años antes de conocerlo y esta vez debía ponerla en práctica; en ese momento no todo podía ser malo.
Al menos tenía el recuerdo de la sonrisa dormida de aquel rostro desconocido.