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He drives me crazy. por Camxxing1

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Notas del capitulo:

heeey. estoy trasladando mis fics de wattpad aquí, wuuu.

espero que lo disfruten.

Él era el chico del que todo el mundo hablaba, y que por lo demás, todo el mundo deseaba. Yo solo era un marginado que todos los días debía comer solo porque no tenía amigos. Ese chico comenzó a tener efecto en mí cuando ambos íbamos en la primaria. Ahora estamos en la secundaria, y sigue teniendo el mismo efecto que cuando éramos niños.


Es una persona realmente amable, y educada. Hemos tenido conversaciones en más de una oportunidad. Es la única persona que no me ha rechazado en mi corta vida. Pero ahora todo es distinto. Ya no tenemos doce años. Ahora tenemos diecisiete años, y estando en este maldito instituto es imposible sostener una conversación con él sin que algún idiota se esté burlando de mí. O diciéndole lo buena persona que es por no ignorar a un fenómeno como yo.


Nunca he sabido por qué todo el mundo me odia en este lugar. Solo sé que es algo general. No le agrado a nadie. Todos se ríen de mí por estar todos los días solo, pero he aprendido a sobrevivir con eso. 


Literalmente, mi mejor amigo es mi hermano menor, y eso empeora las cosas para mí, porque todos ven eso como un nuevo motivo para burlarse de mí.


Pero, esto no se basa en lo triste que pueda ser mi vida, esto se centra en cómo mi vida se iluminó de un día a otro, y en cómo pude ser feliz finalmente.


Aquel día en el que saqué la mayor puntuación del examen, la mitad del alumnado se burlaba de mí, mientras que la otra estaba sorprendida, y trataban de felicitarme. Sí, estos hijos de puta siempre tenían una excusa para burlarse de mí.


Y él, el chico que ocupaba la mente de todas las chicas del instituto, estaba frente a mí, atónito, porque su puntuación estaba en segundo lugar. Su cara me causaba algo de gracia, pero consideré que reírme no era lo correcto en esa ocasión. 


Cambió su expresión rápidamente por una sonrisa, la sonrisa más hermosa que he visto en toda mi jodida vida. 


—Felicidades, chico lindo. —Me tendió la mano. Al escuchar que me había llamado "chico lindo", mis mejillas me jugaron una mala pasada, y me sonrojé, cosa que no pasó desapercibida con mi maldita piel pálida. Correspondí ante su gesto, y le di la mano.


No faltaron los estúpidos que lanzaban sus expresiones para molestar.  


Él no paraba de sonreírme y mirarme directamente a los ojos. No estoy demasiado seguro sobre si sabía mi nombre en ese instante, pero aún me da algo de emoción recordar el apodo que me había dado.


—Gracias, hyung.


Comenzó a reír de la nada. Incluso si se reía, conseguía verse tan guapo. Me hacía delirar con cualquier acción que hiciera.


—No me digas hyung. —Arrugó la nariz. —Me haces sentir mayor. 


Una sonrisita boba se me había formado en los labios, cosa poco usual en alguien como yo, que siempre estaba inexpresivo.


Soltó mi mano, y al ver que los demás seguían mofándose de mí, frunció el ceño, y se paró en medio de todos ellos.


—¿Qué les hace tanta gracia, tropa de tarados? —Habló molesto. Mi corazón se había disparado en todas direcciones. Él me estaba defendiendo. Yo tenía una cara de bobo de la cuál hasta yo mismo me hubiese burlado.


Comenzaron a murmurar cosas que hasta hoy no me interesan, y nunca entendí. Se dispersaron con cara de disgusto, mientras decían algo como: "¿Por qué defiendes a ese inútil?".


Él se volteó a mí, y con su encantadora sonrisa, volvió a estrecharme la mano.


—Park Jung Min, ¿Y tú?


—Kim Hyung Jun. —Le respondí, y no dejaba de sonreír. Esa sonrisa sigue teniendo tanto efecto sobre mí.


Tomó mi brazo, y comenzó a caminar conmigo, como si fuera lo más normal del mundo. Y las chicas alrededor me miraban con envidia, o con asco, como solía denominarlo yo.


Lo miré, y nuevamente me ruboricé. Era la reacción más rara que estaba experimentando en la vida.


—¿No recuerdas que íbamos a la misma escuela cuando niños? —Me atreví a preguntar, y lo miré a los ojos. 


—Claro que te recuerdo, pero soy malísimo recordando nombres, lo siento.


Ambos reímos, y seguimos caminando como si nada.


No podía dejar de mirarlo. Me volvía completamente loco. ¿Alguna vez han sentido las mariposas en el estómago? Pues las estaba sintiendo con tanta brutalidad que creí que comenzaría a vomitar.


Me hizo sentarme junto a él en una mesa, y sacó su almuerzo, hice lo mismo, y no se apartó de mí en ningún instante. Mi corazón no paraba de latir con fuerza. Era la primera vez en la que estaba almorzando con alguien y no se iba al cabo de dos minutos.


Me sonreía cada dos segundos. No pude evitar sonrojarme nuevamente.


Nuestra conversación se basó en los recuerdos que teníamos de cuando éramos niños. De todas las veces en las que él me defendió, o jugaba conmigo, o me ayudaba a hacer los deberes. Y no, no pude dejar de mirarlo en ningún maldito segundo.


Él tampoco dejaba de mirarme, y eso me ponía demasiado nervioso.


Era sorprendente que yo no comenzara a tartamudear, o que mis manos sudaran, como solía pasar cada vez que los nervios me atacaban.


Y no me dejó solo luego de que terminamos de comer. Él siguió conmigo. Fuimos juntos al salón, y aquello me hizo sentir demasiado incómodo, porque todos nos miraban, y algunos comenzaban a murmurar cosas.


—Oppa, siéntate conmigo. —Una chica rubia se le acercó. Ella era demasiado bonita, y obvio, una de las chicas más populares del instituto; Im Yoon Ah.


—Lo siento, Yoona-ssi, pero me sentaré con Hyung Jun. —Le respondió cortésmente. 


—¿Por qué estás con ese fenómeno oppa? —Siguió ella, mirándome asqueada. Yo bajé la mirada incómodo. La palabra fenómeno fue mi pan de cada día durante 17 años.


—No te incumbe, y, no es un fenómeno, es una persona, al igual que tú y yo. —Él volvió a mostrarse molesto, y mi corazón volvía a latir desesperado. 


 Sí, estaba tan jodidamente enamorado de él, no podía evitarlo. 


Me miró, aún con el ceño fruncido. Un pequeño temblor invadió mi cuerpo.


Se fue hasta el puesto que yo solía ocupar cada día, sin la compañía de nadie, y volvió a sonreírme. Me hizo una seña para que fuera hasta allá.


Yo, con algo de timidez, me acerqué lentamente, soportando la mirada de todos sobre mí, y él aún seguía deslumbrándome con su bella sonrisa. Era algo tan mágico.


Me sentía extrañamente bien. Cuando me senté junto a él, me abrazó. 


La gente no solía tener ese tipo de contacto conmigo, por lo que me sentí aterrado, y traté de apartarlo, pero puso más fuerza, y tuve que darme por vencido. De todos modos, estar en sus brazos era una sensación increíble.


En el salón todos nos miraban, o bueno, todos miraban a Jung Min espantados. Él también era demasiado popular en el instituto, a nadie le interesaba la inteligencia que desbordaba, porque absolutamente nadie lo llamaba nerd, al contrario, todo el mundo lo admiraba por su atractivo físico, y por cosas sumamente estúpidas.


A las chicas del instituto no les interesaba si era una buena persona, tenía buenos sentimientos, o era capaz de resolver sus dudas en alguna clase, solo les interesaba el hecho de que era guapo, y que a menudo participaba en actividades deportivas.


Menudas idiotas.


O menudas zorras, creo que caían más en aquella denigrante categoría que en la de ser idiotas.


En fin... 


No me soltó en un largo rato, a pesar de que todos lo miraban con espanto, a él parecía no importarle. Simplemente tenía una sonrisa, y mantenía los ojos cerrados. Sentí como olía mi cabello. Aquellos estímulos solo conseguían ponerme más nervioso. Comencé a sentir ganas de llorar por un minuto.


Él estaba siendo demasiado bueno conmigo, el bicho raro del instituto, el marginado con el que nadie quería hablar, el punk inútil.


No es que yo fuese una persona débil, pero en ese minuto, estaba atravesando demasiados problemas.


Si pudiera definir a Jung Min en una palabra, probablemente lo definiría como mi salvador.


Volviendo a la historia, me soltó cuando llegó el profesor a impartir su clase de matemáticas. Aquella materia se me daba de maravillas, siempre fui bueno con los problemas matemáticos, incluso, cuando yo y Min cursábamos primaria, nos ponían a competir para ver quién era mejor, ya sabrán lo que pasaba...


Todo el mundo siempre amó a Jung Min, y para mí solo restaba el odio. Un odio que jamás comprendí. Mi abuela solía decirme que la gente a veces puede odiarte sin conocerte, o que juzgamos demasiado rápido sin conocer a los demás. Creo que siempre tuvo la razón.


Mientras el profesor escribía los ejercicios en la pizarra, una lluvia de papeles aterrizó en mi asiento, lo de siempre. Todos esos papeles tenían mensajes de odio que ya me sabía de memoria.


Jung Min cometió el error de tomar uno, y leerlo con detención. Su expresión de calma se transformó rápidamente en una de molestia. Me dediqué a mirar mi cuaderno, algo incómodo y cohibido.


Entonces fue leyendo uno a uno. Y cada vez más se ponía aún más molesto, y eso estaba poniéndome más nervioso que antes. Yo había visto en más de una situación molesto a Min, y era terrible.


 Y los papeles no paraban de llegar a mi dirección. Me mordí el labio ansioso, todos los papeles los tomaba Jung Min y los examinaba con paciencia, —y mal humor, claro— por un momento pensé que me dejaría solo, cualquiera se iría en ese tipo de situación. Pero no, él era Park Jung Min, o mejor conocido como el chico justiciero.


Se puso de pie, y golpeó la mesa con fuerza, mi cuerpo entero se estremeció de miedo, todos comenzaron a mirarlo con atención.


—¿Qué demonios pasa por sus cabezas, eh? ¿Acaso son unos idiotas? ¿Saben que pueden lograr con esta estupidez? —Levantó algunos de los papeles. —Terminarán ocasionando que Hyung Jun se suicide. —Unos idiotas comenzaron a reírse a carcajadas. Jung Min los miró como nunca antes había mirado a nadie; con odio. —El día en que ustedes provoquen el suicidio de alguien dejarán de reírse como unos imbéciles. Si me entero de que siguen diciéndole este tipo de cosas a Hyung Jun, estarán muertos. —Concluyó. Su rostro estaba enrojecido, y se notaba a kilómetros que estaba molesto.


Incluso el profesor estaba asustado. Los demás estaban algo impactados, y ese par de idiotas que se habían reído, ahora miraban a Jung Min temerosos. 


Él era de temer, imponía demasiado respeto cuando era necesario.


Volvió a sentarme, y como si nada hubiese pasado, me sonrió. ¡Este chico si que era raro!


—Espero que esto no vuelva a suceder.


Lo miré algo inquieto, y sentí como todo el mundo me miraba mal. Se me formó un nudo en la garganta tan pronto como todos me miraban.


Quería huir de allí. No podía soportar la presión de todas esas miradas sobre mí, y que todas estuvieran cargadas de tanto odio.


Jung Min seguía sonriendo. Me transmitía una calma impresionante, incluso cuando todos querían matarme a golpes.


Cuando terminó la clase de matemáticas, pensé que finalmente me dejaría solo, pero nuevamente me equivoqué, permaneció junto a mí durante el receso.


Aquello me causaba demasiada inseguridad, ¿Y si en realidad solo quería algo de mí?


Como sea, el día siguió transcurriendo "normal", digo normal entre comillas, porque aquella fue la primera vez que alguien estuvo a mi lado.


Y mi mente seguía insistiendo que era algo negativo, seguramente me entenderías si vivieses un día en mi estúpida y miserable vida.


No me interesaba realmente si alguien sentía lástima por mí, porque nunca fue mi intención provocarla.


Jung Min tenía mi mano sujeta con fuerza, y cada vez que lo miraba, me sonreía.


Él me volvía loco de todas las maneras posibles, y me deprimía no poder decirle lo loco que me tenía.


A cualquiera le deprimiría no poder confesarse ante la persona que ocupa sus pensamientos, o por lo menos en mi caso, el chico que ocupaba el noventa porciento de mi cerebro, mis sueños, mis fantasías, pensamientos, y todo cuanto pudiese ocupar.


Estaba obvio que él no lo sabía, pero probablemente la mitad del instituto lo sabía. Por eso todos me odiaban.


Porque estaba enamorado de un chico. Porque era un fenómeno. Porque eso no era normal.


Pero, demonios, si ustedes conocieran a Jung Min, se volverían igual de locos que yo. Porque él es la definición de la palabra perfección.


A él no parecía importarle que los demas pensaran que soy un fenómeno. Mucho menos le importaban las miradas de odio, o de asco.


Y, como envidiaba eso. Siempre se veía tan feliz, y nada parecía importarle.


Me hubiese gustado ser como él. Era el chico más radiante de todo el mugroso instituto.


Y yo, era una persona más en la lista de personas que estaban enamoradas de él.


La clase que seguía ahora era inglés. Una asignatura que se me daba algo bien, y por supuesto, Jung Min era el que tenía mejor calificación en tal ramo.


Volvió a sentarse junto a mí, y despejó las dudas que yo tenía.


Nadie volvió a molestarme, ni mucho menos a lanzarme papeles por lo que restó de día.


Y él aún seguía viéndose feliz a mi lado. Este chico es algo impresionante, jamás logras verlo de mal humor.


Bueno, solo cuando considera que algo está mal e intenta arreglarlo por todos los medios.


Ya era la hora de salida, momento que era mi favorito y a la vez el que más odiaba del día.


Si bien todos se olvidaban de mi existencia cuando llegaba aquella hora, algunos parecían ponerse de acuerdo para seguir atormentándome fuera del instituto.


No les prestaba demasiada atención, porque luego de un rato se aburrían, y se iban. Pero no siempre fue así, al menos no para mí.


Me habían golpeado en más de una ocasión, y debía mentirle a mi mamá cada vez que llegaba a casa con moretones esparcidos por la cara y el cuerpo.


Ellos me odiaban. Por una cosa demasiado normal, que ellos consideraban anormal, enfermizo.


Me odiaban por ser diferente. Porque no era igual a ellos, y no tenía las mismas opiniones que ellos.


Ellos me odiaban por amar a Jung Min.


No hay otra manera más directa de decirlo. Me aborrecían por el solo hecho de amar a una persona.


No podría determinar la cantidad de veces que llegué a casa molido a golpes, y mentalmente destrozado, y la única vía de escape que tenía, era llorar.


Soy un idiota, ¿No creen?


En fin, esa tarde fue distinta. Porque, Jung Min seguía a mi lado. No se había apartado de mí en todo el día, cosa que ya comenzaba a incomodarse.


Sobretodo en este momento, en el cual todos iban a desquitar su odio en mi contra.


Estaba aterrado por lo que pudiese suceder. Y él, se veía tan calmado, como si no supiese las atrocidades que ese grupito de estúpidos descerebrados podía hacerme.


Estaba tan jodidamente aterrado. No tuve mejor idea que aferrarme a su brazo con fuerza. Miré a mis alrededores, y allí estaban, mirándome.


Apoyados en la pared, como si estuviesen en una película de yakuzas, como si esperasen el momento perfecto para actuar.


Mis ojos comenzaban a ponerse cristalinos. Esa señal en mí significaba nervios, tensión, miedo...


El miedo más real que he tenido en la vida.


¡Marica!


Esa palabra marcó gran parte de mi vida.


Ante ese grito, todos comenzaron a reír, y apreté con más fuerza el brazo de Jung Min, quien iba caminando totalmente serio.


No podía imaginar en qué terminaría todo esto. Esos idiotas no paraban de gritar insultos cada vez peores, y Jung Min se notaba más molesto que antes.


Sentí como jalaban la manga de mi sweater.


Cerré los ojos con fuerza, ya estaba preparándome mentalmente para recibir un golpe.


—Maldito marica, ¿Acaso debes meterte con cada uno de los chicos del escuela, eh? ¿Acaso le harás una mamada a Park para que te defienda? —Mientras esa voz ganaba un tono cada vez más amenazante, yo luchaba mentalmente por no llorar, y para impedir que esas palabras me afectaran.


Jung Min reaccionó demasiado rápido, y golpeó en la cara al cabrón que estaba frente a mí.


—Oh, lo siento. Quizás deberías hacerme una mamada para que no vuelva a golpearte, ¿No crees? —La voz de Jung Min sonó burlona. Yo quise reír, pero tuve que reprimir mi deseo.


Los demás se partían de la risa, mientras aquel chico miró a Jung Min con el ceño fruncido. Por un minuto, me sentí satisfacido de que supiese lo mal que se siente ser humillado por alguien más.


—No quiero que vuelvas a molestarlo, ¿Me oíste? Si le tocas un pelo, eres hombre muerto. —Ahora sonó más amenazante. Sin dudas, Jung Min me ocasionaba más miedo que todos estos idiotas. —¿Lo captas, hijo de puta?


Él simplemente asintió, y se levantó del suelo, agachó la mirada, se notaba que estaba avergonzado. Se reunió con su tropa de inútiles y se fue, mientras que las burlas y las risas de estos podían escucharse incluso desde la otra cuadra de la calle.


Jung Min volvió a abrazarme, y me acarició la mejilla, sonriendo, como siempre...


Reanudamos nuestro camino, me sentía más tranquilo gracias a su intervención.


Me guió hasta un parque relativamente cercano al instituto, y, que, coincidentemente, estaba a unos minutos de mi casa.


¿Les mencioné que vivíamos en el mismo vecindario? Ups, mi vida es un cliché, lo siento.


Me tomó la mano, y caminó hasta un punto más apartado de las personas que estaban en el parque.


Yo ya me estaba poniendo nervioso, ¿Y si en realidad quería matarme a golpes y se estaba comportando amable para ganar mi confianza?


Soy un poco paranoico, espero lo hayan notado antes.


Miró en todas las direcciones, y me hizo una seña para que me sentara en la banca que había allí.


No conocía esta parte del parque, dado a que siempre vengo con mi hermano y nos dedicamos a jugar fútbol en la parte más frecuentada.


Se sentó junto a mí. Su rostro se enrojeció un poco, su labio tembló. Deduje que estaba nervioso.


Me miró fijamente a los ojos, gesto que hizo que mis nervios aumentaran. Apreté las mangas del sweater —me quedaba algo largo—, y mis manos comenzaban a sudar lentamente.


Tomó algo de aire, y noté que finalmente hablaría.


Falsa señal. Estuvo así por un rato más. Yo no hacía más que ponerme más nervioso de lo que ya estaba.


Odiaba esta situación. ¿Han visto películas románticas? Bien, ¿Qué sucede cuando uno de los personajes lleva a otro al parque y se pone nervioso? Suele declararse. Y dudo mucho que Park perfección Jung Min me dijera que estaba enamorado de mí.


Miró al suelo, lo vi jugar con sus pulgares. Volvió a mirarme a los ojos, y esta vez sí se veía menos nervioso.


—Escucha, tú realmente me agradas. Sé que no estoy todos los días hablando contigo, pero fuimos compañeros de escuela practicamente toda la vida. —Sus labios se juntaron en una mueca de incomodidad. Sus mejillas enrojecieron aún mas. —Creo que eres la única persona a la que puedo decirle esto.


—¿Qué cosa? ¿Es algo grave? —Interrumpí. Rodó los ojos, cosa que me causó ternura, y ganas de reír.


—Déjame terminar, chico lindo. —Bufó. —Confió en que no se lo dirás a nadie. —Guardó silencio. Se notaba demasiado nervioso, más de lo que yo estaba, y eso no era normal. —Yo... Demonios, esto es complicado. Soy... Soy gay.


Lo miré sorprendido. ¿Él? ¿Gay?


Siempre pensé que era heterosexual, o sea, demonios, es tan amable con las chicas, y tan endemoniadamente guapo.


El chico de mis sueños era gay.


Bueno, era uno de mis tantos deseos. Pero, el más importante, era tener un final feliz junto a él.


Mi reacción natural fue abrazarlo. Y demonios, que bien se sentía abrazarlo.


—Todo el mundo piensa que estoy platónicamente enamorado de Tiffany Hwang, pero, en realidad me gusta otra persona.


Mi corazón latía demasiado rápido. La emoción se había apoderado de mi cuerpo, y las ganas de besarlo en ese momento eran demasiado insistentes.


—¿Y puedo saber quién es el afortunado?


Él se rió. ¡Carajo! ¡Me volvía completamente loco!


—No, solo puedo decirte que está en nuestro curso.


Oh... Quizá me había emocionado demasiado rápido.


¿Quién será el hijo de puta que ocupa la mente del chico de mis sueños? Lo he visto en más de una ocasión junto a Bongyoung, y Sung Ha.


Él volvió a sonreírme, y una vez más me abrazo.


—Espero que descubras quién es. Está más cerca de lo que crees. —Susurró. En ese minuto, perdí la poca cordura que tenía.


Se puso de pie, y extendió su mano.


Miré con atención su mano, incluso sus manos eran perfectas.


—¿Quieres saber por qué todos me odian? —Pregunté. Aunque pensé que la respuesta sería un rotundo no.


—Te escucho.


—También soy gay.


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