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Legado Incierto. por Xora

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Notas del fanfic:

Este escrito también tenía tiempo entre mis archivos y, al igual que el otro, decidí editarlo un poco, finalizarlo y publicarlo.

Esta vez constará de tres partes, las cuales pienso subir hoy mismo para evitarme un par de molestias.

Sorprendentemente está inspirado en un MMD de cierto fandom que ví hace algún tiempo en Nicovideo referente precisamente a la jerarquía de los angeles y demonios. Y como siempre me encantó el tema terminé plasmandolo a mi manera así que puede contener una que otra incongruencia que pude no percibir al momento de repasar.

Notas del capitulo:

Bueno, espero que lo disfruten.

El Cielo ha despertado, bendecido por los rayos de luz que se cuelan entre las espumosas nubes, remolineando hacia el infinito y deslizandose a los planos bajos donde la humanidad yace. Los angeles se han reunido para celebrar el nacimiento de nuevos colegas que han ascendido al lecho de Dios y todos, maestros y aprendices, hijos de la luz celestial, oran por aquellas almas que siguen su camino en la inmensidad del universo, llorando y riendo, gozando y sufriendo de acuerdo a su propio destino. 
 
El Serafin Kyare permanece cerca de la brillante cruz que representa a la Entidad Máxima del universo, medita con ambos ojos cerrados en compañía de sus queridos compañeros Safro y Kneel que aletean de momentos con sus esplendorosas alas blancas en compañía de los cantos emitidos por el Espiritu, cada uno a un costado de Kyare quien se permite gestar una sonrisa plagada de paz, pues nada puede arruinar ese maravilloso momento, nada puede reemplazar la armonía que se respira en aquella zona ocupada por nada más que seres dispuestos a sacrificar lo que fuera por la creación de Dios, a la que tanto aman. Kneel ha logrado percibir su sonrisa por lo que ensancha aún más la suya, tocado por el cariño de Kyare dirigido a ellos en especial; él no pertenecía a una categoria alta todavía pero la amistad que tenían era suficiente para hacerlo sentirse en confianza por demostrar cada una de sus emociones positivas apenas le llegaban a su regordete corazón, una de estas eran las risas descuidadas que terminaron caracterizandolo en el tribunal de angeles, las cuales no medía ni aunque la situación requiriera de quietud absoluta.
 
—Kneel, guarda silencio— le reprendió el Querubin Safro con un murmullo ligero que desprendía cierta severidad en su acento mas nunca rudeza pues, a pesar de ser estricto, realmente no era la clase de ángel que buscaba que la Orden se gobernara de manera mecanica. Kneel le brindó su sonrisa, la cual pareció suficiente disculpa para que éste le perdonara su indiscreción e incluso lograse arrancarle una sonrisa resignada ya que esa era la excéntrica forma de ser del Arcangel Kneel.
 
Verlos interactuar causó en Kyare una nueva sonrisa complacida, se encontraba satisfecho, esa sensación era sin duda satisfacción, podía clasificarlo de esa manera ya que no podría pedir más en su existencia como criatura sagrada; podía servir directamente al Espiritu y a Dios, proteger a las personas perdidas en un laberinto sin salida, ser testigo directo de las buenas obras y los logros arcaicos; él creía que no le importaría nada más que su misión en ese mundo, sólo irradiar amor para que este alcanzara a las almas sumergidas en la desgracia y llevarles luz a los mortales que necesitaban de tal. Se engañaba. Realmente poseía una ambición que no externaba ante Dios ni ante nadie, pues su verdadero objetivo estaba relacionado con un demonio, el cual sólo recordarlo hacía que sus sentidos fueran victimas de un chocante malestar, frío y áspero como el fuego que incendió la Sala Sagrada minutos después, recorriendolo todo, tomando a la Legión entera por sorpresa, incluso a él que por un instante se habia quedado observando cómo el fuego carmesí se dispersaba por los suelos de cristal en cuestión de segundos, transformando la quietud en desesperación en menos de in instante.
 
Los ángeles se alzaron en alerta en cuanto la presencia demoniaca profetizó desastre y enseguida advirtieron a sus iguales para que ninguna otra entidad negativa pudiera cruzar el campo de energía que rodeaba la fortaleza de los cielos, aquello que los protegía de estas amenazas. ¿Cómo pudieron los demonios tenderles una emboscada si aseguraron la construcción con anticipación para que nada de tal clase interrumpiera la ceremonia de purificación? Ningún ser de luz estaba seguro en qué momento habia irrumpido el enemigo sin haberse percatado de su aura maligna, sedienta de perversidad y degeneración.
 
—¡Son ellos! —exclamaban los Ángeles preocupados, retrocedían temerosos mirando en una dirección y en otra sin poder ubicar las sombras de quienes amenazaban con destruirles como sea, hambrientos de sus almas.
 
—¡Preparense para defender el Palacio! —llamaron los oficiales en espera de que se mostraran sus enemigos, armados y listos a todo lo que viniera.
 
—¿Qué está pasando? —cuestionó Kneel conmocionado pero sin bajar la guardia un instante mientras Safro analizaba con la mirada los rastros de fuego impregnados a los lienzos de plata y que consumían todo aquello que tocaban—. ¿Safro... ?
 
—No cabe duda, esto es una de sus tecnicas paganas. —aquella afirmación destrozó la poca compostura que hubo mantenido inmóvil a Kyare en el mismo sitio desde que habia iniciado el ataque, perturbado por lo que las palabras de su amigo significaban, envenenando su consciente como envenena el invierno a una rosa antes de morir entre sus garras, encolerizado y lleno de tristeza de sólo pensar en la criatura de torcida cornamenta que se burlaba de sus destinos cada vez que tenía oportunidad, un demonio cuya alma era más negra que los abismos del infierno, el mismo demonio que saltó contra los altos candelabros dorados al fin haciendo pública su espectral figura ante los ojos asombrados de los tres seres celestiales, alzandose cual figura digna de habitar el mismo entorno de esa dimensión.
 
—Hola, Kyare. ¿Te acuerdas de mi? —preguntó el espectro burlón mostrando sus filosos colmillos en una cruel sonrisa. Una vez se estabilizó el pesado bloque en que yacía se inclinó ligeramente hacia adelante con porte autosuficiente. Los ojos del Serafin vibraron en respuesta, su cerebro siendo saturado por viejas memorias de antiguas batallas que ya habian llevado a cabo, un nicho interminable de derrotas y victorias inconclusas; absurdas. Jamas podría olvidar aquellos ardientes ojos que le llenaban de pesadillas durante las noches cosmicas, las pupilas rubies aclamando por el delicioso sufrimiento de los seres a su alrededor—. He vuelto para poner fin a tu vanidad.
 
—¡Zeak! —exclamó Kyare con furia contenida, ganandose una risa maliciosa por parte del aludido.
 
—Sigues actuando como un ángel más de la Orden. Ya veo.
 
—¡Miserable! Tú no perteneces a este lugar. ¡Largate!— el Querubin Safro se interpuso entre Kyare y el demonio, terminando con el contacto visual que compartían.
 
—Oh, pero si es el simpatico Querubin de clase intermedia. ¿Cómo se encuentra tu ala derecha? Apuesto a que todavía no la puedes mover a voluntad, ¿o si?
 
Safro chasqueó la lengua con desagrado, ofendido por la clara burla que el ser de dos alas oscuras expresaba como una clara provocación, Kneel -por su parte- se acercaba a la posición de sus amigos, preparandose para luchar.
 
—No sé cuales sean tus planes, Zeak —le retó Kyare con la mirada—, pero tu legado de oscuridad se termina aquí.
 
A sus dictamenes el grupo entero de ángeles de alto rango reafirmaron su posición en guardia y se movilizaron por los suelos de cristal ahora percudido, amenazantes, y la sonrisa del demonio se extendió de oreja a oreja mientras los veía avanzar.
 
—Lamento decirles que deberán aplazar sus planes de captura. Esta vez no vine solo —tal afirmación hizo retroceder inconscientemente al Serafin Kyare, aterrado con el significado de aquellas palabras— ¡Mukkan! ¡Teix!
 
A su llamado dos sombras aparecieron a los costados del ejercito de Ángeles, uno emergiendo de las paredes de piedra negra como un ente infernal y el otro apareciendo entre el fuego con porte elegante, casi sensual mientras una sonrisa lasciva adornaba sus ansiosos labios. Ángeles caídos, verdaderos mensajeros de Dios seducidos por los placeres de la carne y el pecado capital, almas puras contaminadas por el demonio, abrazados por el vicio. Los presentes se desentendieron en cuanto los identificaron, reconociendo sus figuras tras aquellas alas negras; se trataban de dos camaradas considerados desaparecidos durante la última guerra territorial entre angeles y demonios. Ambos rieron de forma siniestra, una risa melodiosa que invadió hasta el más remoto rincón de la Sala Sagrada, transformando el blanco en negro y consumiento la luz de la atmósfera hasta extinguirla.
 
—¿Sabes, Kyare? Desde la última vez que nos vimos he aprendido algunas cositas, una de ellas fue la estructura de la Fortaleza del Cielo, desde la primera sala hasta el más extenso pasillo y la otra... —En los labios de Zeak se dibujó una sonrisa de cruel diversion—, consistió en cómo transformar la esencia de un ser de luz a uno de oscuridad.
 
—¡Infeliz!
 
La paciencia del Querubin Safro finalmente se habia agotado y no dudó en extender sus alas para emprender el vuelo contra el demonio, impulsado por la rabia y la sed de venganza; aquello habia sido un movimiento tan repentino que Kyare no consiguió detenerlo a tiempo cuando una fuerte llamarada se alzó desde los suelos de cristal hasta donde yacía la posición de Zeak interponiendose entre él y Safro quien fue golpeado por el intenso calor, lanzandolo de vuelta al suelo. El Arcangel Kneel reaccionó volando hacia su compañero para sostenerlo antes de que golpeara la dura superficie.
 
—Oh, vaya y yo que vine hasta aquí sólo para charlar de forma amistosa pero, por lo visto, la Orden de Ángeles no sabe recibir con respeto a un huesped —se mofó con fingida indignación—. Si tanto quieren volver a la Corriente de Almas entonces les haré el favor de cumplir sus deseos.
 
Sólo bastó un chasquido de dedos para que la sala volviera a prenderse en llamas y ambos Angeles Caídos iniciasen la cazeria, ocultandose tras los muros de fuego para atacar por separado, tomando a los angeles entre sus garras en el momento que menos lo esperaban, jalandolos hacia los calientes pilastrones y llevandose sus cuerpos de energía a la oscuridad eterna. Kyare observó con horror cómo los angeles se desvanecían, reduciendo su número poco a poco pues, sin importar cuánto se resistieran, estos terminaban desintegrandose entre el fuego igual que simples hojas secas. Apretó la mandibula de manera dolorosa y dirigió su mirada azul flameante en desprecio al demonio que se mantenía como espectador desde las gradas, disfrutando de la masacre sin llegar a intervenir, no era necesario hacerlo cuando tenia a dos Ángeles Caídos como sus fieles subordinados; sus huecas marionetas.
 
—Safro, quiero que te lleves a Kneel y se alejen lo más que puedan de aquí.
 
Ante las palabras del Serafin ambos nombrados se reconocieron confundidos, incluso incredulos con la petición que les venía a soltar su superior tan repentinamente, como si fueran incapaces de valerse de sus propias fuerzas para resolver el terrible acontecimiento, y este fue un hecho que a ninguno de los dos le gustó. El Querubin se levantó con dificultad, valiendose de la ayuda de Kneel para ponerse de pie mientras miraba la espalda del Serafin.
 
—No estarás hablando en serio, Kyare —replicó Safro molesto—. No pienso abandonarte en este lugar, mucho menos sin antes haber luchado.
 
—¡Lo que dice Safro es verdad! ¡Nosotros no te dejaremos pelear a ti solo mientras huímos como cobardes! —apoyó Kneel, para el Serafin era sorprendente que pudiera sostener su compostura aún en aquellas situaciones de alto riesgo.
 
—Aunque nos cortaran ambas alas no pensamos permitir que Zeak vuelva a perturbar el equilibrio de la Fortaleza, ese maldito no se saldrá con la suya.
 
La afirmación de Safro causó que las manos del Serafin Kyare se hicieran puños, inconforme con la innecesaria valerosidad de sus valiosos camaradas. Simplemente no podía aceptar que ellos arriesgaran sus vidas de aquella manera, no podía permitir que sus almas fueran arrancadas por el fuego del infierno en vano.
 
—¡Dense cuenta de la situación en la que están!
 
—¡No nos obligarás a marcharnos!
 
—¡Safro! ¡Kneel!
 
—¡No pienso retractarme! —afirmó Safro enfrentandose sin dudar al porte amenazador de su superior, el Arcangel Kneel lo imitó.
 
—¡Yo tampoco!
 
—Estamos juntos en esto. —Los ojos molestos de Kyare fueron alcanzados por la incertidumbre— ¿No fue eso lo que acordamos cuando llegamos aquí? Lo dijiste, ¿cierto? Que estaríamos juntos hasta el fin del camino.
 
—¡Pero... !
 
—¡Kyare es nuestro amigo y nosotros somos amigos de Kyare! ¡Los amigos se apoyan hasta la muerte! —exclamó Kneel sin temor, volviendo infalibles sus palabras y arrancando de la garganta del Serafin cualquier replica que hubiese planeado argumentar, paralizando su anatomía por una fracción de segundo.
 
—Dejanos luchar a tu lado, Kyare —retomó Safro con determinación, su semblante inquebrantable y desafiante—. Prometo que no seremos una carga para ti.
 
—También somos fuertes. —aseguró el Arcangel.
 
—Chicos... y-yo...—. Kyare intentó decir algo pero la sonrisa de ambos angeles fue motivo suficiente para que su inseguridad fuera rechazada sin dar lugar a más dudas.
 
—Haremos lo que haga falta para explusar fuera a los asistentes de ese demonio así que no te preocupes por nosotros y ve. De prisa.
 
Con la ansiedad a flor de piel, el Serafin Kyare se apartó de sus amigos y alzó el vuelo hacia su propia lucha, no pudo evitar pensar en lo mucho que Safro y Kneel lo comprendían; sabían lo que para él significaba hacerse cargo personalmente de Zeak y que, aunque aún dudara de abandonarlos a su suerte en una batalla suicida como aquella, no era su obligación mantenerlos a salvo del constante peligro que les acosaba siendo integrantes del Cielo, siendo los obstaculos principales de la oscuridad para gobernar la Balanza del mal y el bien. El Querubin se sintió complacido de verle depositarles su confianza pero su gesto se borró en el momento que un nuevo muro de fuego se materializó a sus espaldas, apenas tuvo tiempo de girarse para mirar qué lo habia sujetado de las alas, verificando con terror la identidad de quien era ahora un Ángel Caído cuya gentil sonrisa era engañosa y el cual lo arrastró a la cortina de fuego sin darle tiempo a reaccionar.
 
—¡Safro!
 
El joven Arcangel se impulsó alfrente con sus alas tratando de salvar a su preciado amigo pero la silueta del otro Ángel Caído se interpuso amenazando con hacerlo sufrir el mismo destino del Querubin. Sin embargo, él fue más rápido por lo que pronto el ángel negro quedó expuesto, lejos de la seguridad que brindaba la cortina de fuego cuando las manos de Kneel lo sujetó y lanzó hacia las paredes de la sala. Sin perder oportunidad el Arcangel aleteó hasta llegar con él impactandolo contra los suelos cristalinos, inmovilizandolo de brazos, alas y piernas. El Ángel Caído jadeó por reflejo, adolorido.
 
—¿¡Por qué han invadido la Fortaleza!? ¿¡Cuál es su objetivo!? ¡Habla! —Kneel no perdió tiempo en iniciar con el interrogatorio, ejerciendo presion en el cuerpo de su oponente sin llegar a lastimarlo a gravedad.
 
—Asombroso... —La voz del Angel Mukkan era quebrada pero en su acento podía percibirse lo maravillado que se encontraba con la capacidad de Kneel—. La luz que emite tu aura es... hermosa. Yo nunca poseí esa luz de mi lado cuando servía a la Orden... por eso pensé que lo mejor para mi era... volverme uno con el Bajo Astral...
 
—¿Qué... ?
 
—Te envidio... —Los afilados dientes del Ángel Oscuro se mostraron en una sonrisa morbida—. No eres más que un Ancargel y... ya luces como un Serafin... te odio, te odio, te odio, te odio, te odio, te odio, te odio, te odio...
 
—¿Eh? Espera...
 
—Te odio, te odio, te odio, te odio, te odio... —repitió Mukkan una y otra y otra vez sin detenerse, desbordando su rabia con sólo aquellas palabras pronunciadas de forma obsesiva, cuya constancia logró hacer al joven Arcangel sentirse consternado, repudiado, encolerisado consigo mismo sin razón aparente; simplemente no podía manejar tanto dolor, ira y tristeza brotando de una misma alma. La contaminación emocional era demasiada, los sentimientos negativos envenenaban sus sentidos, imposibilitandole repeler la fuerza maligna. Comenzaba a sentirse debil.
 
—No... —Kneel aflojó la fuerza con la que sujetaba a Mukkan, y tembló mientras sus pupilas perdían enfoque, mareado con las vibraciones de colores opacos que atacaban su visión, destruyendolo muy lentamente—. Basta...
 
—Te odio, te odio, te odio, te odio...
 
—¡Basta! ¡BASTA! ¡Te digo que te detengas!— exclamó cubriendose de forma desesperada los oídos a la vez que las lagrimas brotaban de sus parpados, causando que la sonrisa maliciosa se formara en los labios resecos del Ángel Caído. Lo tenía a su merced.
 
 
 
Kyare llegó hasta la posición de Zeak, quedando suspendido frente a él quien le recibió con una sonrisa, una que el Serafin no hizo el intento siquiera de responder, mas su gesto serio hizo que el semblante del demonio luciera vivaz.
 
—Bienvenido, Kyare. Te esperé mucho.
 
—Zeak, esto no tiene que ser así, por favor, sabes bien que sólo te estas dañando. Estoy seguro que hay otras formas de resolver nuestras diferencias, si continúas luchando de esta manera harás que toda tu especie sea exterminada por la Orden. Te ruego que te alejes de este lugar, de otro modo...
 
—Cierra la boca, imbécil. —le interrumpió abruptamente, logrando que dudara en continuar, el acento -usualmente juguetón- se endureció de repente, generando una abrazante tensión entre ellos dos—. Aunque detuviera mis ataques, la Orden no dudaría en exterminarnos si consideraran nuestra especie una amenaza potencial para la Fortaleza, no sería la primera vez que invaden nuestras tierras para extender su territorio.
 
—Eso no...
 
—Ademas, ¿por qué habría de preocuparte? Si de verdad te importase el futuro de otras especies no me habrias abandonado cuando el Tribunal de Angeles decidió ejecutarme en nombre de su tan bondadoso Dios, tirandome como a cualquier basura.
 
—Te equivocas, yo nunca...
 
—¡Mentiroso!—. Zeak agitó sus alas dirigiendose a gran velocidad hacia donde Kyare yacía, no dandole una sola oportunidad de defenderse de su despiadada agresión, buscando asesinarlo lo más pronto que le fuera posible.
 
 
 
Mientras tanto en un ambiente caluroso teñido de colores volcanicos, callendo lentamente hacia el abismo, el Querubin Safro luchaba por safarse de las garras que lo tenían apresado intentando ahogarle; el Ángel Caído aún reía, disfrutando de los gemidos desesperados de su victima por recibir oxigeno de nuevo, pataleaba y se aferraba a sus manos tensas igual que una soga en el cuello buscando asesinarlo como hizo con muchos otros en aquel portal de azufre. Con suma dificultad Safro apresuró un codazo en la cabeza de Teix quien le soltó evidenciando su escasa fuerza física. el nivel espiritual de Safro era inmenso y este mismo supo interpretarlo cuando miró a los ojos color rosado de quien quiso dominarle, recordandolo por completo.
 
—Dejame informarte algo, Teix —Los ojos del Ángel Caído escudriñaron la silueta del Querubin con enojo—, caer a las tentaciones no te hace más fuerte que los demás ángeles, ¡mucho menos si antes de esto fuiste un simple y caprichoso Arcangel! —sentenció tomandolo del cuello y empujandolo de vuelta a la superficie, expulsandole a él y a si mismo del misterioso campo paralelo de fuego.
 
—¡Te maldigo, Querubin! ¡Maldito seas!— exclamó Teix en un desesperado intento por destrozar sus sentidos pero este ataque no dañó al Querubin.
 
—Tus palabras no me afectan en lo más minimo, mocoso. —afirmó dejando que la energía sagrada cubriera todo su cuerpo hasta convertirlo en una figura luminosa, con ello creando quemaduras en la piel del Ángel Oscuro que permanecía en contacto directo, haciendole daño hasta que finalmente decidió soltarlo para que descendiera contra los suelos cristalinos en medio de un grito desgarrador. Mukkan, al precibirlo, enfocó la mirada en la silueta de  su compañero que caía desde lo alto, visualizando luego la silueta de Safro suspendido en la atmósfera mientras enfocaba su atención en él.
 
—Ese sujeto es digno de ser llamado Querubin. —se dijo, mas se dio cuenta que no era momento de admirarlo pues pronto lo vio inclinarse en su dirección transmitiendo ímpetu con el elegante aleteo de sus alas, dispuesto a defender al Arcangel Kneel de la tecnica con la cual  lo mantenía capturado dentro de una burbuja donde absorvía su energía vital. Mukkan chasqueó la lengua, habia sido un error dejar que Teix se hiciera cargo de alguien reconocido como el más poderoso entre los querubines. Se colocó de pie y aspiró el aire con profundidad, creando una nueva capa de sombras que usaría para defenderse.
 
 
 
Golpe tras golpe era obsesivo, lleno de sufrimiento, Kyare lograba contraatacarlos sin mucha dificultad, siguiendo el ritmo de estos; sabía que cuando Zeak estaba furioso sus ataques eran descontrolados y repetitivos pero no lo suficiente lentos para que pudiera crear una fisura que le cediera algo de ventaja en la batalla, lo menos que pudo hacer fue mantener la guardia alta mientras la impotencia se apoderaba de sus emociones, pues las palabras que el demonio le dirigía le dolían mucho más que aquellos ardientes puñetazos.
 
—Yo confiaba en ti, de verdad creía que eras diferente a todos esos miserables ángeles enviados por la Orden, creí que tú serías quien cambiaría la dirección de esta absurda guerra pero me equivoque, ¡me equivoque! ¡Eres igual a todos ellos!
 
—Zeak...
 
—¡Cállate! ¡No quiero escucharte! ¡Traidor!— tales palabras detonaron la escasa paciencia que habia podido conservar y haciendo el mejor uso de sus fuerzas espirituales, envió una fuerte corriente de energía contra el estomago de Zeak quienfue empujado contra la pared más cercana, donde terminó siendo inmovilizado completamente por el cuerpo de Kyare. 
 
—¡Yo jamas tuve intensiones de abandonarte! —exclamó, paralizando a Zeak ahí sin saber cómo reaccionar. No era sencillo hacerlo perder los estribos, era impactante ver a Kyare de esa manera—. Cuando regresé al Palacio ellos impidieron que saliera a buscarte de nuevo, me encerraron en el calavozo hasta el próximo amanecer cósmico y cuando me dejaron salir supe lo que les habia sucedido, entonces yo...
 
Unos momentos ambos guardaron silencio, la voz del Serafin se habia roto, consumiendose en la garganta en forma de un nudo ciego, Kyare habia bajado la mirada cubriendo sus ojos azules, aquellos que Zeak tanto adoraba. Por un momento consideró que él podría estar arrepentido de lo que sucedió aquel fatidico día y que era posible que volvieran a ser como antes, a nadie le daría más gusto que a Zeak pretender que nada pasó y estar junto a Kyare el resto de la eternidad pero el ruido de un nuevo grupo de angeles recorriendo los pasillos le hizo desechar la idea al instante, conviertiendola en una nueva razón para odiar a quien seguía sujetandolo del pecho, fingiendo arrepentimiento para ganar el tiempo que necesitaban los refuerzos para aparecerse y arrestarlo a él junto a Teix e Mukkan. Sonrió.
 
—Kyare... en verdad eres un mentiroso.
 
Ante sus palabras Kyare no replicó, perdido en un mar de emociones dificiles de disipar, aturdido, inmóvil, incapaz de afirmar o negar las conclusiones a las que habia llegado Zeak en ese preciso instante. No tuvo palabras para explicar, ni siquiera cuando la figura de éste se desvaneció entre sus manos como cenizas, teletranspotandose como hicieron los Angeles Caídos segundos después, antes de que los enviados de la Orden llegaran a donde ellos yacían, apresurandose a curar al Arcangel Kneel que Safro tomaba entre sus brazos y cuya aura estuvo tratando espiritualmente tras rescatarlo. En ese momento Kyare sólo se recargó con ambos brazos sobre el muro, resistiendo de milagro las ansias de llorar. Zeak se habia ido una vez más.
Notas finales:

Si les gustó, los espero en el siguiente.


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