No dirás mentirás.
Resumen: Las mentiras nunca son buenas, mucho más si no sabes ocuparlas.
-.-.-.-.-.-.-.-
-No entiendo cómo es que te sigue creyendo.
Harry se alzó de hombros al escuchar la voz de su amiga. La voz “reprocharte” de su amiga.
-Draco no tiene que saber nada de esto, sino, no querrá que siga trabajando.
-Y estaría en todo su derecho.
Harry suspiró por tercera vez dentro de esa conversación ¡Que no llevaba ni treinta minutos!
-Sabes muy bien como se pondrá el idiota si se lo cuento, no dejara que salga de la casa en lo queda de espera.
-Pues el medimago dijo…
-El medimago puede darme misa y no me importa, estoy todo el maldito en casa, si no salgo me volveré loco, además –dijo acomodándose en el escritorio en el que estaba- no me vas a decir que este trabajo es difícil… sólo tengo que esperar que lleguen los aurores que tengo a cargo y ser su puta secretaria.
-No sabía que eras la puta de alguien, Malfoy –dijo una voz fría a sus espaldas, logrando que la ex-Greanger sonriera de lado ante la cara de terror de su amigo-, Hola, Hermione –saludó a la mujer.
-Hola, Draco –dijo parándose a penas, ayudada por el rubio, sus casi ocho meses de embarazo no le dejaban mucha movilidad- Yo ya me voy… ustedes tienen que conversar.
Harry le envió una mirada enfadada a su amiga, se sentía traicionado, pero la postura enojada no le duró mucho, antes de que su esposo le mirara de brazos cruzados y elevando una ceja. ¡Demonios! Se veía malditamente sexy así.
-Aun estoy esperando una explicación, Harry.
-Era sólo una forma de hablar, Draco –dijo exasperado, él no estaba listo para esta conversación con su esposo.
-Veo –dijo mirando la puerta, al parecer, los magos seguían siendo tan chusma cono siempre, pues poco disimulaban al estar a pasos de la puerta, esperando escuchar algo jugoso de su héroe. Con paso tranquilo se dirigió a la puerta y dando una mirada helada a todo el mundo la cerró y luego insonorizó la habitación- Ahora sí, espero saber qué es lo que dice la señora Weasley que tenemos que hablar.
-No es nada, Draco, en serio…
-No me mientas, Harry, es un pecado para los muggle –dijo llegando a su lado y besando su mejilla, para luego sentarse junto a su lado y tomar su mano-, quiero saber qué es lo que pasa con el hombre que amo.
Harry se mordió el labio, era terrible tener que depender emocionalmente de Draco, por que este sabía cómo manipularlo, pero tenía que ser fuerte, tenía que dejar de ver esos ojos suplicantes, tenía que…
-Estoy esperando un bebé –era patéticamente débil.
Draco, contrarió a lo que pensara Harry, sólo sonrió de lado.
-Eso ya lo sabía, Harry –dijo sonriéndole-, no hay mucho que puedas ocultarme, mucho menos con tu cuerpo, el que tengo gusto de conocer en cada milímetro, obviamente sabría que mi pareja subió de peso y, siendo honestos, no comes demasiado.
Harry tenía ganas de llorar en ese momento, ya ni siquiera le importaba si Draco le pedía que no trabajara, amaba al rubio idiota.
Fin
.
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No dirás mentirás.
Resumen: Las mentiras nunca son buenas, mucho más si no sabes ocuparlas.
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-No entiendo cómo es que te sigue creyendo.
Harry se alzó de hombros al escuchar la voz de su amiga. La voz “reprocharte” de su amiga.
-Draco no tiene que saber nada de esto, sino, no querrá que siga trabajando.
-Y estaría en todo su derecho.
Harry suspiró por tercera vez dentro de esa conversación ¡Que no llevaba ni treinta minutos!
-Sabes muy bien como se pondrá el idiota si se lo cuento, no dejara que salga de la casa en lo queda de espera.
-Pues el medimago dijo…
-El medimago puede darme misa y no me importa, estoy todo el maldito en casa, si no salgo me volveré loco, además –dijo acomodándose en el escritorio en el que estaba- no me vas a decir que este trabajo es difícil… sólo tengo que esperar que lleguen los aurores que tengo a cargo y ser su puta secretaria.
-No sabía que eras la puta de alguien, Malfoy –dijo una voz fría a sus espaldas, logrando que la ex-Greanger sonriera de lado ante la cara de terror de su amigo-, Hola, Hermione –saludó a la mujer.
-Hola, Draco –dijo parándose a penas, ayudada por el rubio, sus casi ocho meses de embarazo no le dejaban mucha movilidad- Yo ya me voy… ustedes tienen que conversar.
Harry le envió una mirada enfadada a su amiga, se sentía traicionado, pero la postura enojada no le duró mucho, antes de que su esposo le mirara de brazos cruzados y elevando una ceja. ¡Demonios! Se veía malditamente sexy así.
-Aun estoy esperando una explicación, Harry.
-Era sólo una forma de hablar, Draco –dijo exasperado, él no estaba listo para esta conversación con su esposo.
-Veo –dijo mirando la puerta, al parecer, los magos seguían siendo tan chusma cono siempre, pues poco disimulaban al estar a pasos de la puerta, esperando escuchar algo jugoso de su héroe. Con paso tranquilo se dirigió a la puerta y dando una mirada helada a todo el mundo la cerró y luego insonorizó la habitación- Ahora sí, espero saber qué es lo que dice la señora Weasley que tenemos que hablar.
-No es nada, Draco, en serio…
-No me mientas, Harry, es un pecado para los muggle –dijo llegando a su lado y besando su mejilla, para luego sentarse junto a su lado y tomar su mano-, quiero saber qué es lo que pasa con el hombre que amo.
Harry se mordió el labio, era terrible tener que depender emocionalmente de Draco, por que este sabía cómo manipularlo, pero tenía que ser fuerte, tenía que dejar de ver esos ojos suplicantes, tenía que…
-Estoy esperando un bebé –era patéticamente débil.
Draco, contrarió a lo que pensara Harry, sólo sonrió de lado.
-Eso ya lo sabía, Harry –dijo sonriéndole-, no hay mucho que puedas ocultarme, mucho menos con tu cuerpo, el que tengo gusto de conocer en cada milímetro, obviamente sabría que mi pareja subió de peso y, siendo honestos, no comes demasiado.
Harry tenía ganas de llorar en ese momento, ya ni siquiera le importaba si Draco le pedía que no trabajara, amaba al rubio idiota.
Fin