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Calico por Pip

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Ocho años atrás...


– Enamorarse está sobrevalorado.


– No seas tan pesimista por favor, Dallas. No todo es malo. –mi mejor amiga, Joss, gruñe dándome una mirada asesina– Es el quinto comentario que haces sobre el amor y ni siquiera llevo una hora despierta.


– Es que es la verdad. –frunzo el ceño y la empujo levemente.


– Ajá, lo que pasa es que tú eres demasiado exigente para buscar un chico. O chica. –me da una mirada de pies a cabeza– Nadie sabe qué es lo que te gusta pero todos dicen que ambas cosas.


– ¿En serio? –me arreglo la sudadera sonriendo arrogante y le guiño un ojo.


– No se te vayan a subir los humos a la cabeza. –se levanta para tomar el bus que nos llevará a la escuela y sonrío siguiéndola de cerca.


El día apenas comienza pero me siento muy animada de pronto. Tengo la sensación de que será un día muy bueno... o al menos para mí, porque la desafortunada de mi amiga está en el suelo del bus lamentándose que el conductor hizo un arranque muy fuerte.


No puedo mantener las carcajadas que salen de mi boca, porque joder, qué buena forma de comenzar el día.


– Es que... –no puedo siquiera hablar mientras continúo riéndome de su desgracia.


– Mejor ayúdame, imbécil.


– Es que... –mejor le doy una mano antes de que me dé una patada ninja y quiera dejarme a su altura.


Alargo una mano hacia ella y la ayudo a levantarse de un solo tirón. Me río en silencio de su desgracia y le sacudo el polvo de la espalda para luego empujarla y llevarla a uno de los asientos disponibles.


– Mendigo conductor. No puede tener más cuidado. –refunfuña mi amiga fulminando al pobre señor que ni siquiera se había percatado de semejante show dentro de su camión.


Niego con la cabeza riendo por lo bajo y miro hacia los otros pasajeros que todavía veían a mi amiga. Entre ellos había un chico bastante guapo que no le quitaba los ojos a Joss. Resoplo y codeo a mi amiga para llamar su atención lejos del chofer del camión antes de que éste se haga otras ideas de las intenciones de una estudiante.


– Tienes un admirador al parecer. –digo sin mucho interés.


– Quién.


– El Romeo de por allí, creo que quizá te vio la tanga rosa. –murmuro enarcando una ceja cuando el sujeto me mira con una media sonrisa.


– ¡No es una tanga! –exclama con las mejillas sonrosadas furiosamente. Me da una mirada asesina y luego se gira por completo para mirar por la ventana, dándome la espalda y empujándome fuera de mi asiento.


– Genial... ¿Era una pantaleta? –la provoco con intención y me levanto de mi lugar antes de recibir algún puñete en la cara.


Río un poco cuando la veo lanzar un golpe sin siquiera ver si estoy o no. Luego se voltea a mirar cuando solo encuentra aire en mi lugar y me mira enojada.


– Me la pagarás en la escuela. –masculla dándome la espalda de nuevo dándose aires de diva indignada.


Le doy la espalda y me cruzo de brazos apoyándome en uno de los asientos ocupados. Poco a poco el autobús va llenándose de estudiantes, por lo que me veo llevada por la multitud al final del camión. Me pongo mis auriculares y busco alguna lista de reproducción que me anime lo suficiente como para bajarme corriendo escapando de los golpes de Joss.


Minutos después llegamos a nuestro destino y me bajo antes de que la pequeña bola de furia que es Joss me alcance. Tengo la suerte de que la escuela queda bastante cerca de la parada de buses, por lo que en menos de dos minutos ya he llegado y me refugio en mi salón con algunos compañeros que llegaron antes.


Busco mi teléfono y navego por algunas redes sociales viendo algunos comics actualizados y publicaciones de amigos. No alcanzo a deslizarme ni una vez cuando comienzan a reproducirse los avisos matinales antes de las clases.


Atención, estudiantes, atención. Se comunica que las clases de hoy han sido suspendidas debido a una reunión urgente del personal educativo. Pueden volver a sus hogares luego de retirar el informe escrito para sus padres. Tengan un buen día, jóvenes.


No espero más para levantarme antes que todos los demás y así poder largarme de una vez. Ya sabía que iba a ser un día especialmente bueno. Adoro los días en donde no hay ninguna maldita clase donde desperdiciar mis preciados años de juventud.


– ¿Qué ha pasado? –Joss acaba de llegar al establecimiento y yo ya voy de salida.


– No jodas, Joss, ¿Cómo es que tardas tanto en llegar? ¿Das un paso por minuto? –entrelazo mi brazo al de ella y la llevo hacia la salida volviendo a la parada de autobuses– No hay clases, ten. –le entrego el papel con el informe de la falta de clases y la firma del director para que nuestros padres no crean que nos saltamos las clases.


– Solo tengo piernas cortas, maldita gigante. –guarda el informe y resopla tratando de recuperar el aire.


– No te mueras ¿Vamos a mi casa?


– Eh, no, quiero mi cama, gracias.


– Aburrida. –hago un puchero y la miro con ojos de cachorro abandonado– Vamos, vamos, vamos.


– Agh, no hagas eso. –mira hacia otro lado y ahí ya sé que he ganado la batalla.


– ¡Wuju! –le doy un beso en la mejilla y sonrío victoriosa– Vamos a ver películas, comer y dormir. Bueno, no en ese orden, pero ya sabes.


– Lo sé. Solo por eso voy, además que no hay nadie en mi casa y...


Dejo de escuchar lo que siempre dice cada vez que la invito a mi casa y me enfoco en la chica que acaba de caer unos metros más adelante. Simplemente la observo quejarse del tacón que quedó atascado en una reja del alcantarillado. Frunzo el ceño ya que es inusual ver a una chica joven, vestida tan formal cerca de estos lugares.


Observo que su cartera está abierta y con todas sus cosas desperdigadas en el suelo. Miro detrás de nosotras y veo que un par de metros más allá se acerca la multitud de estudiantes ansiosos por volver a sus casas.


– ... sabes que tu mamá siempre tiene... Oye, Dallas. –Joss recién se percata de que no estoy prestándole atención porque estoy corriendo hacia la chica que sigue recogiendo sus cosas del suelo.


– Aquí. –le ayudo recogiendo rápidamente los maquillajes, lápices y la agenda que parecía muy llena de cosas dentro, casi a punto de explotar– Ten.


– Gracias. –me mira avergonzada. Lo puedo decir por sus mejillas con un ligero tono carmín.


Lo primero que pienso al verla es... "joder, qué hermosos ojos". Lo segundo que pienso es "No me molestaría simplemente mirarla toda la vida"


– De nada. Déjame ayudarte, esa falda se ve un poco ajustada. –comento viendo cómo la tela está muy pegada a sus muslos, casi amenazando con romper las costuras que la mantienen unida.


Acomodo mi bolso cruzándolo sobre mi pecho y le tomo las manos para ayudarla a levantarse. Se apoya de mis manos con un poco de duda pero una vez le doy un fuerte agarre, me sonríe un poco y se pone de pie finalmente. Cojea porque el tacón que lleva es... bastante alto. Y el que le falta sigue atrapado en la reja.


– Espera. –la dejo unos minutos para ir a sacar el dichoso zapato.


Después de forcejar un poco para tomarlo, me doy cuenta que el tacón es de unos cinco centímetros.


– No tenías que hacerlo, pero en serio muchas gracias, estoy muriendo de la vergüenza. –dice acomodando sus lentes, apenas mirándome un poco.


– No te preocupes, en serio es un placer. –sonrío para luego entregarle el zapato y darle una mano para que no pierda el equilibrio mientras se lo pone. Su mano es pequeña y suave, y curiosamente mis ojos se interesan en las uñas perfectamente arregladas que lleva. Un color azul oscuro con puntitos rojos. No sé por qué pero ese detalle me parece un poco interesante.


– Uh, Dallas, qué diablos. –Joss. Joder, me había olvidado de ella.


– Solo estoy ayudando a una chica. –le digo dándole una mirada de "déjame unos minutos, estoy ocupada"


– Como quieras, te espero en la parada.


– Si, si. –me levanta el dedo medio antes de irse resoplando.


– Muchas gracias, en serio. –la voz de la chica llama mi atención de nuevo y mis ojos se unen a los de ella sin siquiera planearlo– No quiero abusar, pero ¿Sabes dónde está el hospital universitario? Estoy un poco perdida, no soy de por aquí y realmente... no puede ir peor mi día. –sus ojos comienzan a tornarse un poco llorosos y mira hacia el suelo.


– Tranquila... –de alguna forma muy extraña, siento un poco de ganas de protegerla y hacer de su día algo mejor. Digo, el mío va de maravillas y el de ella va de mal a peor, solo quiero solidarizar. Por una buena causa– El hospital está en esa dirección, es imposible perderse, solo debes ir en línea recta hasta que veas el gran edificio blanco.


– De verdad, te debo la vida. –me da un abrazo muy corto. Demasiado corto como para estar conforme y lo necesario como para que mi piel sienta un agradable hormigueo– Soy Amber.


– Uh... Claro, Dallas. –le doy la mano en un saludo formal y me sonríe por primera vez mirando a mis ojos por más de dos segundos.


– Dallas... Gracias por la ayuda... –mira su teléfono y se altera bastante– Dios, voy muy tarde. Lo siento. Ten un buen día, Dallas.


– ¿Qué? No... –la observo irse y me llevo una mano a la cabeza deseando que el tiempo hubiera transcurrido más lento.


Suspiro dejando ir esas ilusiones y finalmente me resigno a aceptar que aquellos minutos fueron los mejores que jamás creí vivir. Y tristemente solo tendré que conformarme con ellos.


Camino dándole la espalda en la dirección contraria hasta donde Joss me espera impaciente y enojada. Me da una palmada fuerte en el brazo y la miro sin saber qué hice mal ahora.


– Me dejaste por una desconocida.


– Solo le ofrecí ayuda a una chica perdida.


– Si, claro. –ahora me mira con picardía elevando las cejas de forma insinuante– ¿Quién era? Creo que la pusiste nerviosa.


– Era... Amber. –suspiro recordando sus ojos y recibo un golpe en la cabeza– ¿Qué?


– Déjate de tonterías, hace una hora estabas diciendo que enamorarse estaba sobrevalorado y ahora parece que estás babeando por una desconocida. – me jala la oreja y me arrastra al autobús.


– Sí... es preciosa. –le guiño un ojo recibiendo otro golpe y recuerdo lo que dijo antes– ¿De verdad estaba nerviosa por mí?


Joss voltea los ojos y niega con la cabeza poniéndose los auriculares. Me muestra su teléfono y así mismo veo cómo le sube el volumen al máximo. Creo que a diez metros escucho lo que está escuchando en "privado".


Pero la ignoro... porque mi mente sigue en sus ojos, en el recuerdo de su abrazo y su sonrisa.


Joder, creo que me he enamorado a primera vista... y puede que nunca más vuelva a verla.

Notas finales:

Pip.


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