―¡Por favor, no le hagan daño! ¡LLEVENME A MI, PERO NO LO LASTIMEN!― El grito del chico era doloroso, los jóvenes a su lado trataban de no llorar. El pánico y desolación se sentía en toda la casa, rastrear la llamada estaba siendo demasiado complicado―. ¡LUFFY! ¡RESISTE!
―Ichiji…― Se escuchó la voz raposa del pelinegro. ¿Cómo podía estar tan tranquilo en una situación como esa?― Gracias por todo, por haberme hecho tan feliz…
―¡No tienes que agradecerme nada, idiota!
―Gracias por amarme a pesar de todos los problemas que te cause…― En ese momento, la llamada se cortó.
―¡LUFFY!
―•Tiempo atrás•―
Miraba por la ventana viendo como su antiguo pueblo quedaba atrás, le dolía pensar que ya no volvería a ver a sus antiguos amigos en mucho tiempo. Sin embargo, tenia que ser fuerte, por su abuelo y hermanos.
Su nombre era Monkey D. Luffy, dieciséis años de edad, estudiante de instituto. Era un joven de cabello negro, piel caucásica y tenia una cicatriz debajo de su ojo izquierdo. Media alrededor de un metro con setenta y cuatro centímetros, y siempre portaba un sobrero de paja sobre su cabeza.
―¿Luffy? ¿Estas bien?― Preguntó un castaño que estaba en el asiento de copiloto, su nombre era Portgas D. Ace, el mayor de los tres.
―Si, solo pensaba―. Respondió sin siquiera cambiar de posición.
―Tranquilo, no es como que nunca volveremos a ver a nadie, es algo temporal―. Dijo el que iba manejando, el hermano de en medio: Monkey D. Sabo.
―…― Prefirió quedarse callado, no tenía ganas de hablar. Los otros dos parecieron notarlo porque no volvieron a decir palabra alguna.
Pasaron varias horas de viaje, hasta que llegaron a su destino: Sabaody, lugar donde vivirían a partir de ese momento.
Edificios, oficinas, casas, parques, restaurantes, una ciudad como tal.
Luego de unos treinta minutos el auto se detuvo frente a una casa de dos pisos, Sabo aparcó en vehículo en la entrada e hizo una seña al camión que los seguía desde Villa Fucsia para que empezaran a bajar las cosas.
―Luffy, nosotros nos haremos cargo desde aquí, tu ve a dar una vuelta si quieres―. El pelinegro lo miró confundido por su pedido, el mayor tenía una sonrisa extraña.
―Eh, vale…― Aún con la duda, se dio media vuelta y se marchó.
Ace le hizo una seña de victoria a Sabo, quien solo ladeo la cabeza junto a una sonrisa. Era mejor que su hermanito no estuviera porque podía ponerse insoportable cuando no le dabas atención cuando él quería, cosa que no podrían hacer mientras estuvieran dando instrucciones de donde dejar las cosas y desembalar algunas cajas.
Por su parte, Luffy caminaba por la gran ciudad, la cual no era nada desagradable como él pensó en su momento. Había demasiada gente, muchos autos y gran variedad de tiendas. No estaba acostumbrado, pero no era tan malo como lo imaginó.
Se detuvo en un parque, lugar donde había unos chicos jugando básquet en una pequeña cancha. Sus ojos miraban fijamente como jugaban, parecían divertirse.
―¡Pásala, pásala!― Gritaba un rubio mientras alzaba las manos, otro chico peliverde sonrió y se la tiró. Después, en un rápido movimiento, metió la pelota en el aro―. ¡Bien, uno de tres!
―Genial, cejillas―. Felicitó el de cabello verde mientras los otros jugadores del equipo se acercaban a ellos.
En su antiguo pueblo tenia muchos amigos, se preguntaba si en Sabaody pasaría lo mismo.
Continuará…