Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi amor es una patada en los huevos por Lalamy

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Personajes de esta historia provienen de mi historia "Polución nocturna". No es necesario leerla para entender esta, pero sí advierto que en algún momento de esta historia habrá algún spoiler de la anterior, para que estén atentos por si les interesa echarles un vistazo.

 

Notas del capitulo:

Es un capítulo estúpido, ¿sirve como advertencia?

 

Me encontraba en el baño en medio de una crisis que jamás creí tener en un momento como ese. Mi tonto corazón latía como si estuviese estrellándose como un kamikaze contra mi pecho, y yo sólo creía poder calmarlo regulando mi respiración.

“No es nada. No ha pasado nada. Todo está como ayer y antes de ayer, nada ha cambiado. Tú no has cambiado” me mentalicé frente al espejo, y con una fuerte convicción decidí tomar la manilla de la puerta para salir de ahí, pero de pronto me acobardé de nuevo.

“No, no, no, no, no puedo, aghhubgvfdchbhgv”

-     Ernesto, ayúdame –  llamé a mi husbando desesperadamente. Él al contestar me había dicho “¿Por qué me llamas ahora? Todavía no son las doce”.

-     ¿Qué pasó?

-     Ha pasado algo horrible. Terrible. Oremos.

-     ¿Qué mierda te pasó? – dijo tras soltar una risa.

-     Está aquí… te lo juro. Está aquíiii – lo último lo dije agudo como imitando la voz de un niño de una mala película de terror.

-     ¿Quién? Sin rodeos o te corto.

-     Él está aquí. Él.

-     ¿Él?

-     Él.

-     ¿El de las rosas?

-     Hijo de puta, viste que me voy a poner a llorar ahora que me dices eso…

-     ¿Tendrás la carita empapada? – escuché una risotada que me partió el corazón.

 

Ah… ahí estaba esa estúpida canción de la Oreja de van Gogh  sonando en mi cabeza, otra vez. Tuve un viaje a 10 años atrás...

 

    1.   De cómo la testosterona desafía la moralidad de los jóvenes y los hace sentir atracción sexual por el veneno.

Johan era el ícono homosexual del colegio, siempre copiado, jamás igualado. Era posible que a simple vista lo vieses y dijeses “sí, tiene cara de perra”, y podrías tener toda la boca llena de razón, pero eso era sólo la cubierta del pastel. La cubierta rica del pastel. Cuando se trataba de Johan, todo era rumores de pasillos y bromas cochinas, algunas bastantes descarnadas, y creo que todo eso se debía a que era un tipo tremendamente atractivo, porque si les soy muy, muy, pero muy sincero, habían personajes posiblemente con el barómetro a explotar de lo homosexuales que eran, pero que por su pinta poco agraciada no daban más que para la broma de turno. Aunque seré justo, tampoco es que Johan fuese una blanca paloma, muy por el contrario. En un principio, dentro de toda mi ignorancia, sólo podía ver a un tipo que se creía la última Coca-Cola en el desierto. Verle caminar por el pasillo tan altivo, tan como si fuese dueño de todo el maldito edificio te hacía pensar “Bueno, no me extraña que te odien, hijo de puta”. Si algo se te caía cerca de él, no te lo devolvía. Si te chocaba, no hacía ningún esfuerzo por pedirte disculpas, y jamás pedía permiso si quería pasar entre tú y la persona con la que estabas hablando. Nivel de educación cero. Así que era fácil tenerle mala, aunque a mí, más que rabia, me daba risa. Era un insecto raro, después de todo.

Para mi sorpresa en ese año habían cambiado a Johan a mi sala, algunos decían que era porque estaba teniendo problemas con un grupito que le había amenazado con pegarle recién cumplida  la semana de clases. Otros dijeron que fue el profesor jefe quien lo pidió, porque se había acostado con él. Yo  no me atrevía a pensar en posibilidades, porque mi imaginación viajaba tan lejos que hasta podría pensar que Johan estaba ahí sólo para profesar el evangelio de la mamada al dios Vergulis.

No me juzguen, tenía dieciséis estúpidos años.

A mi lado se sentaba Ernesto, mi husbando, mi trigueñito sensualón, mi amigo de toda la vida, y con el que tenía un fuerte bromance. Si me empezaron a gustar los hombres era por culpa de él, porque cuando le conocí me pareció tan masculino y bisexual, que sólo quería que accidentalmente me tocara la polla, sin embargo, después le conocí… y seguía queriendo que me la tocara por accidente – hasta el día de hoy eso no ha cambiado –, pero era demasiado “activo” para mí, y eso a mi culo casto le daba miedo. A todo mi cuerpo virginal le daba miedo. Si tan sólo hubiese sabido que en ese tiempo Ernesto también era virgen y no el macho experimentado que parecía…

-     No lo dejan sentarse en ninguna parte – me comentó. Miré hacia donde estaba Johan y noté lo mismo que él, que estaba ahí, parado frente a los asientos de la muralla siendo echado por los que se sentaban ahí.

-     Que ya está ocupado. Ándate para otro lado – dijo Martín muy hombre, le decíamos así porque tenía cara de mujer, y cuando lo molestábamos con eso siempre se ofuscaba y nos peleaba que era más machito que nosotros dos juntos, “el par de mariconcitos”.

Y a pesar de decírselo Johan no se movió. Seguía con la mochila encima de la mesa con su mirada fija en las delicadas facciones de Martín muy hombre.

-     La situación es tan absurda… - Ernesto se rió, y yo también.

-     ¿Le decimos que el puesto que está acá está libre?me refería al puesto que estaba delante de nosotros.

-     Nah, espera.

Martín muy hombre no sabía qué hacer, porque nunca fue muy dado a las peleas, algo que seguramente Johan se dio cuenta y, por ende, se aprovechó.

-     Hay más puestos, pregunta – sugirió en un tono muy diplomático, pero la diplomacia Johan se lo pasaba entre esas redonditas nalgas. No era chiste nuevo para nadie.

Y fue ahí cuando unas chicas empezaron a decirle cosas, “Ya, deja de llamar la atención” “Ándate para otro lado” “Fuera de acá”, la voz que con más seguridad lo echaba era la de Camiona. Le decíamos así no porque fuera tortillera, sino porque era grandota y con eso del embarazo se veía más grande aún. Yo no entendí muy bien el ardor de concha que le hizo saltar, y a pesar de lo intimidante que podía lucir ese mujerón, Johan permaneció inmutable, ajeno a toda  gritadera, lo que me hizo admirar los poderosos huevos que tenía.

 En ese momento comencé a sentir que el asunto se estaba caldeando, y si bien era desternillante ver a gente pelear, también me estaba comenzando a sentir incómodo. Lo sé. Gente con mi bondad ya no existe en este mundo.

-     Oye, acá hay un puesto desocupado – elevé la voz. No era cualquier puesto, era un privilegiado puesto al lado de la ventana. Ahí se sentaba una chica que la vimos dos días y después no apareció más, así que el plazo para ejercer posesión de dicho lugar había caducado.

Sin embargo, Johan me ignoró, lo que hizo que Ernesto se matara de la risa.

-     Mira al maldito…  – no oculté el resentimiento.

-     Él se lo pierde – Ernesto sacó su cuaderno y retomó un dibujo que desde hacía clases que lo veía colorear.

Me había hecho sentir tan olímpicamente ignorado, que dejé que se jodiera solo. Sí, quería tenerlo al frente porque era lindo y todo, pero si era más pesado que tren a pedales incluso para esas cosas, entonces disfrutaría mucho cuando la Camiona con la fuerza de su feto mutante, le golpeara en toda su virilidad. Sin embargo, el show le duró poco porque no tardó en llegar el profesor jefe, así que sin que le presionaran más, terminó sentándose en el puesto que yo le había indicado. Tuve la ligera impresión de que sólo estaba haciendo las cosas por joder. No sé ustedes. Es una observación nada más.

Y nos vimos pasados por la primera hora de clase. Estábamos copiando algo de la pizarra cuando escuché maldecir a Ernesto, quien perezoso se recostó en su mesa y alargó el brazo para picar la espalda de Johan con un lápiz.  Contuve una risa al no entender por qué diablos él haría algo así, risa que aumentó al notar que Johan no se daba por aludido. Ernesto insistió en su accionar en su cómoda postura.

-     ¿Qué pasa? – le pregunté en un susurro cerca de su oído.

-     Se me cayó el lápiz bueno, está en sus pies – siguió picando la espalda de Johan.

Miré por debajo de la mesa, y efectivamente el lápiz de Ernesto estaba al ladito de su zapato lustradito.

-     No te lo devolverá – le comenté con discreción. Como todo el mundo hablaba, de todos modos mi voz se perdió en la sala.

Ernesto dejó escapar un suspiro y luego, para mi sorpresa, se levantó un poco sólo para inclinarse en dirección a Johan. Tuve que moverme un poco para contemplar mejor la escena, prácticamente había apoyado su mentón en el hombro de éste, lo que provocó que por dentro yo gritara como una chica al ver tan suculenta  escena. 

“¡Ernesto, soy tu fan!”

-     Mi lápiz está en tus pies, ¿me lo pasas? – preguntó Ernesto, así, todo casual, pero ni la galantería de mi amigo sacó una reacción por parte de Johan, quien continuó escribiendo en su cuaderno como si no hubiese peso en su hombro. Su estoicismo también era admirable, sí señor.

“¡Johan, soy tu fan!”

Al no ver respuesta, Ernesto se alejó de él y se volvió a sentar, luego me miró y se encogió de hombros.  

-     Bueno, lo intenté – me dijo con una sonrisa.

Y de repente, vi como Johan hacía un movimiento con su pierna, seguido del sonido de algo en el suelo que se deslizó lejos, muy lejos de nosotros, hasta que finalmente se estampó contra la muralla del pizarrón. Ernesto y yo nos miramos sin evitar reírnos porque  éramos idiotas y nos reíamos de todo, y luego Ernesto se puso de pie para ir a buscar el bienaventurado lápiz, y al recogerlo pude notar que en el camino de retorno no le quitó los ojos de encima a Johan, quien continuaba copiando del pizarrón como si nada. La mirada de Ernesto era como la de un matón alfa, tan fija e intimidante que estaba seguro que aunque el otro se hiciera el idiota, su cabeza no podía ignorar eso. Para mí eso fue una declaración de guerra, porque cuando a Ernesto se le metía alguien entre ceja y ceja, se transformaba en alguien muy bully, porque era su forma de expresar su interés. Ahí me di cuenta que él también lo encontraba atractivo, ¿por qué uno se dejaba conquistar por el tipo lindo e hijo de puta? he de suponer que en esa edad  uno sentía más con la polla que con el corazón, así que no podía culparnos.

Los días siguientes no fueron más que una comprobación de lo que les había dicho. Los ataques de Ernesto eran pequeños, pero notables. Por ejemplo, cuando sentía que Johan caminaba tras de él, le cerraba la puerta en la cara al ingresar a la sala. Su jugábamos basket, siempre lo empujaba, haciendo que Johan saliera medio disparado. Si Johan estaba en los bebederos, ahí estaba Ernesto mojándose el cabello, sólo para sacudirlo después como un maldito can. Si Johan quería comprar en el kiosco, Ernesto y yo no permitíamos que lo atendieran primero, aunque hubiese estado antes que nosotros desde hace mucho rato…  sí, admito que yo no tenía por qué meterme, pero es que no podía evitar contagiarme por el espíritu bully.

Y puede que ustedes en este momento sientan desagrado hacia nosotros, porque el matonaje es malo, y que quizás Johan tenía un background muy oscuro que lo hacía actuar como si fuera un erizo… pero les seré sincero: no alcanzamos a pensar en esa mierda, ¿y saben por qué? Porque Johan también jugaba sus cartas.

Y las jugó tan bien…

Notas finales:

Tenía por ahora sólo pensado subir la tierna historia que subí hace unos días, pero se me borró lo progresado y me frustré, mucho xD Así que mientras espanto esa frustración aproveché de subir esta historia de las que no deberían tener muchas expectativas...

Me encanta escribir con Felipe xD

Y eso, ¡espero que les haya interesado! Mis capítulos siempre son súper introductorios, pero espero que haya servido de probada para lo que sería el estilo de la historia.

Comentarios, siempre se agradecen.

¡Nos leemos! <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).