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Relaciones por DanyNeko

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Notas del capitulo:

Sigamos con el amor ^^

Ya casi es San Valentin xD

A Yami le encantaba estar en la habitación del alma de Yugi. Era tan cálido, tan cómodo y lleno de luz; completamente diferente al salón del rompecabezas.

Estaba agradecido con el hecho de que Yugi le permitía quedarse ahí todo lo que deseara, lo que era prácticamente todo el tiempo. El espíritu amaba acostarse en la cama, estirarse como un gato en las sábanas suaves, y disfrutar de la luz y la calidez del alma de su compañero; sanando heridas de -a saber cuánto tiempo- estar encerrado y debilitado en la completa oscuridad de un rompecabezas desarmado.

 

Era aún más genial cuando a Yugi le costaba dormir, porque entonces Yami tenía una excusa para traerlo a su habitación con él y acurrucarse cerca de su preciada luz.

Lo hacía sentir que estaba en alguna especie de paraíso, porque no solo era estar juntos, era que Yugi le permitía acurrucarse y le propinaba caricias en el pelo o la espalda mientras se quedaba dormido.

 

Era simplemente maravilloso.

 

Ahora tenía más razones para pasar las noches con su luz en su habitación del alma, porque estaba enseñándole a su luz a usar su magia.

 

¡Su compañero era muy fuerte! Tan brillante y cálida como era su alma, así de intensa era su magia. Yugi tenía magia de luz, aunque no sabía usarla y aunque Yami tenía magia de sombras, podía enseñarle lo básico de cómo manejar su energía para hacer uso de sus habilidades.

Era un poco frustrante, sin embargo, al no tener sus recuerdos Yami solo descubría lo que él mismo era capaz de hacer sobre la marcha, cuando defendida a su luz o a sus amigos en juegos sombríos.

 

A Yugi esto no le importaba, jamás vio como menos a Yami bajo ninguna circunstancia ¡Y estaba decidido en ayudarlo a recuperar su memoria!

 

Su luz eran tan bueno y bondadoso.

 

.

 

—Es más fácil de lo que parece —mencionó Yami, sentado al estilo indio en la cama frente a Yugi, en la misma posición, como si fueran espejos —no es importante el tamaño ni la fuerza, sino tú lazo con la criatura, la fe que tengas en ella.

 

Yugi se llevó una mano al pecho —el corazón de las cartas.

 

Yami asintió a Yugi —inténtalo —lo alentó, con una sonrisa.

 

El oji-amatista afirmó con la cabeza y colocó sus manos en su propio regazo, con las palmas hacia arriba. Luego de unos segundos una bolita de pelos cafés apareció entre sus manos, a través de un portal de sombras.

La criatura movió sus extremidades verdes y luego abrió sus redondeados violetas para ver a Yami. El oji-vino le sonrió al monstruito y movió ligeramente la cabeza, a lo que Kuriboh se dio la vuelta. Yugi lo miró con una enorme sonrisa y un brillo infantil en los ojos que cautivó a su guardián.

 

—Kurii —Yugi no pudo no soltar un chillido enternecido de “awww” y abrazar al Kuriboh con el brazo derecho — ¡Kurii, Kurii!

 

La mano izquierda realizó un movimiento fluido hacia un lado, y tres portales más aparecieron en medio de la habitación, de los cuales aparecieron los tres guerreros magnéticos Alpha, Beta y Gamma, emitiendo sonidos robóticos.

 

Yugi rio de completa y pura emoción — ¿Ves? Lo haces muy bien, hikari —Yami se calló de golpe cuando los guerreros magnéticos revolotearon alrededor de Yugi, emitiendo ondas electromagnéticas que hicieron flotar al tricolor. El oji-vino se mordió los labios para no soltar una carcajada.

 

Pero el propio Yugi se estaba riendo —Basta chicos, ya bajenme —logró decir entre risas. Los monstruos hicieron caso inmediato y dejaron a su maestro de vuelta en la cama.

 

Entonces los cuatro monstruos desaparecieron de vuelta entre remolinos de sombras.

 

—Aprendes rápido, eres muy hábil para controlar tu magia.

 

Yugi se sonrojó ligeramente — ¿Lo crees de verdad?

 

—Es evidente —apuntó, luego miró detenidamente a su compañero, quien de un momento a otro parecía un poco disperso — ¿sucede algo, Yugi? —preguntó, inmediatamente alerta y preocupado.

 

—Hay.. hay algo que quiero preguntarte —Yugi se arrastró más cerca de Yami. Las piernas cruzadas de ambos ahora estaban en contacto y a pesar de que, estar cerca, era algo que lo hacía feliz, Yami se concentró en descubrir si había algo que perturbaba a su luz, y que este no le había dicho por algún motivo.

 

—Dime entonces, si está dentro de mis capacidades despejaré tu duda —contestó diligente, queriendo sostenerlo en sus brazos, aunque no sabía si sería apropiado.

 

Yugi parecía estar buscando una manera de explicarle sus pensamientos — ¿recuerdas ese ejercicio básico que me diste cuando empezaste a enseñarme? ¿Cerrar los ojos y sentir cómo fluye toda la energía a mi alrededor? —Yami asintió, claro que recordaba —aún lo hago, de vez en cuando, es relajante, aunque ya no tengo que cerrar los ojos para ser capaz de captar las cosas —mencionó, con ligero orgullo por sus avances —hoy en la escuela lo hice, cuando estábamos en el descanso… sentí a Ryou varios metros antes de que se acercara a mi pero, cuando abrí los ojos… —el menor dudó ligeramente, emitiendo sonidos reflexivos —vi algo, era como un lazo, quizás una cinta. Iba desde mi pecho hasta el de Ryou y era de color azul claro —Yami asintió en comprensión —desapareció pronto ¡Pero sé que lo vi!... Aunque no entiendo exactamente qué vi —finalizó su explicación con un suspiro, para luego mirar a su yami ligeramente hacia arriba — ¿Tu lo sabes, Yami?

 

Yami suspiró ligeramente, tenía una vaga idea, así que posiblemente pudiera responder a lo que su luz le estaba pidiendo — ¿puedo ver?

 

El menor afirmó, luego ambos inclinaron la cabeza, de modo que sus frente quedaron en contacto. Yami sabía que no era necesario para acceder a los recuerdos de Yugi, el otro también lo sabía, pero nos les importaba, les gustaba estar en contacto.

 

El espíritu miró, confirmando sus pensamientos — ¿Sabes qué es? —volvió a consultar Yugi.

 

—Sí, lo sé —reveló —esas cintas de colores que ahora podrás ver entre tú y otras personas representan tu relación con cada una de ellas —Yugi susurró un alargado 'oh’ en comprensión —toman su coloración dependiendo del aura de las dos partes implicadas, y de las emociones que viertan a través de ese vínculo —continuó la explicación a su atento compañero —eres una persona maravillosa, con un aura brillante, y te rodeas de buenas personas a quienes quieres y aprecias con sinceridad, por eso sus cintas siempre serán de colores suaves, brillantes y agradables —concluyó con una sonrisa. Su luz era realmente bondadoso, gentil y una persona increíble en general, Yami estaban tan feliz de haber podido conocer a Yugi, no había nadie más perfecto para armar el rompecabezas.

 

El aludido se sonrojó ligeramente ante esta última afirmación, pero estaba más curioso por esta cosa nueva que estaba descubriendo.

 

— ¿Y puedo ver estas cintas aún sin estar directamente junto a esa persona?

 

Yami ladeó la cabeza —piensa en alguno de tus amigos.

 

A dos metros de la cama se proyectó una figura femenina con ojos azules y pelo castaño, la ilusión de Anzu sonreía con los ojos cerrados y movía una mano, saludando, “hola, Yugi”

Yugi entonces pudo ver la cinta de un peculiar color bronce que ondeaba entre ella y él.

 

— ¿Eh? Qué raro color.

 

—El bronce es resistente, y aún así puede brillar —razonó el espíritu —la conoces de mucho tiempo ¿cierto, Yugi? ¿A Mazaki Anzu? —consultó, frunciendo los labios muy sutilmente.

 

El menor asintió con la cabeza —vamos a la misma escuela desde la primaria, nuestras madres se llevaban bien —explicó distraídamente. La figura de Anzu desapareció y una de Jonouchi la reemplazó, la cinta entonces desde un amarillo fuerte, tirando a un verde brillante —Ne, Yami —re-atrajo la atención de su contraparte, cuando la proyección de Jou se esfumó —dijiste que el color de la cinta depende, en parte, de las auras de las personas —el aludido asintió en reconocimiento — ¿Cómo es mi aura?

 

Yami se mordió ligeramente el labio inferior, luciendo pensativo, antes de tenderle las palmas. Yugi lo miró curioso y le ofreció las manos, a lo que Yami las tomó y las envolvió con las propias, cerrando los ojos y volviendo a juntar sus frentes.

A pesar de que no comprendía exactamente qué estaba haciendo, Yugi lo imitó y cerró los ojos.

 

En las oscuridad tras sus párpados, Yugi empezó a distinguir su propia silueta, detallándose lentamente; el chico comprendió que se estaba viendo a sí mismo a través de los ojos de Yami.

Su figura pronto estuvo rodeada de una luz blanquecina y cegadora que se iba destiñendo a un dorado suave, similar al ámbar, finalmente la luz se convertía en destellos arcoiris muy tenues.

 

—Wow —Yugi abrió los ojos, realmente sorprendido. Ahora entendía por qué Yami decía siempre que era luz, brillante y cálido, y poco menos que lo comparaba con el sol… aunque no dejaba de ser vergonzoso —ya comprendo… porque a veces te refieres a mi como lo haces… realmente me sorprendió.

 

Yami se permitió una risilla baja —tan modesto, tan brillante.

 

Y Yugi se ruborizó más, empujando la nariz de Yami con la propia juguetonamente — ¿Qué hay de la tuya?

 

—Es oscura —mencionó, con un gesto que podría lucir avergonzado —no negro, pero gris oscuro.

 

Ahora fue un roce amistoso el que provocó Yugi, rozando de un lado al otro la punta de nariz con la de Yami, en un tierno beso esquimal —déjame ver.

 

Y Yami accedió, como siempre que Yugi le podía algo. Yugi jamás le había ordenado, pero Yami siempre quería cumplirle, hasta la mínima cosa que pudiera hacer por él.

Así que, mentalmente, Yami le indicó cómo y Yugi actuó en consecuencia. Cerró los ojos momentáneamente para emitir suaves remolinos de su propia energía hacia Yami y, cuando volvió a abrirlos, lo recibió la impresionante vista de oleadas de energía ondeando alrededor del espíritu.

 

Tal como Yami había dicho, su aura era gris, pero no un tono plano. Yugi pudo distinguir vetados de violetas y azules oscuros entre su aura gris plomo.

Yami desviaba la mirada, como si pensara que aquello podría desagradar a Yugi.

¡Todo lo contrario! Yugi reparaba en él con una expresión de quien observa una obra de arte, los ojos morados lo admiraban como si nunca le hubiera visto antes y en su interior crecía el deseo de hundirse en medio de esa energía oscura, dejar que las sombras lo cubrieran como mantas y sentir la presencia de Yami rodeándolo por completo.

 

De repente, Yugi tenía la necesidad de abrazar a Yami para no soltarlo en horas.

 

— ¿Y nuestro lazo?

 

El oji-vino lo miró con ligera sorpresa. Yugi no sabía si era causa de sus nulos comentarios en lo referente al aura ajena o porque el otro no había pensado en su propio vínculo antes —no lo sé… veamos.

 

Soltaron sus manos, sin querer realmente, y pusieron atención al pequeño espacio entre ellos.

 

Una cinta delgada, de color rojo vibrante, fue lo que observaron… pero esta no conectaba sus pechos, la cinta estaba atada en sus manos.

 

—Que raro, es diferente —el propio Yami fue el que expresó sorpresa —no he visto que ninguno de tus vínculos sean así, con nadie más.

 

A Yugi le parecía… familiar, de algún modo, quería sonarle algo sobre una cinta roja, pero posiblemente era algo que había oído de pequeño y no podía recordar.

Lo dejó para luego, tal vez en otro momento recordaría.

 

—Bueno, nuestro vínculo no puede compararse con ninguna relación que yo tenga nadie más — se encogió de hombros, con una sonrisa —tu y yo estábamos destinados a ser, destinados a encontrarnos —bajó un vistazo fugaz al rompecabezas —nuestras almas están entrelazadas todo el tiempo en mi cuerpo, y tú y yo nos complementamos, Yami —Yugi le acarició una mejilla con la mano —no debe sorprender que nuestra cinta también sea especial.

 

Los ojos de Yami temblaban, igual que lo haría su corazón en su pecho, si tuviera un cuerpo físico —Yugi…

 

Ninguno sabría decir quién fue el primero en romper la distancia.

Yami y Yugi se lanzaron a los brazos del otro, para enredarse en un abrazo cerrado y que representaba un equilibrio perfecto entre su luz y sombras.

El oji-vino se acurrucó cerca del pecho de su compañero, mientras este apoyaba el mentón sobre su cabeza, luego de dejar un beso en la mejilla ajena.

 

—Descansa, mi brillante luz —despidió Yami, hociqueando contra el pecho del aludido.

 

—Descansa, mi preciosa oscuridad —deseó igualmente, con tono adormilado.


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