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La defensoría del tiempo por Ghost princess Perona

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Notas del fanfic:

Saint Seiya no es mío

Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“¿Eres Itia?”

“Pues sí” respondió el hombre, bajando un trapo y encarando a sus interlocutores. Entornó los ojos, no parecían ser del tipo con el que usualmente trataba. No en la línea de trabajo en la que actualmente se encontraba. “¿Quién pregunta?”

“Nos han dicho que eres bueno en lo que haces” siguió la persona, aún más enigmática que antes. Él se rio, le daba gracia la forma en la que este se expresaba. Sí, sin duda lo buscaban por sus antecedentes laborales. Bueno, antes de seguir con esa pequeña conversación tenía que clarificar un par de cosas con ellos.

“No soy solo bueno” dijo, tirando el trapo. “Soy el mejor”

-Unos meses más tarde-

“Conque este es París” Itia observaba a su alrededor con ligera decepción. Si tenía que decir la verdad, la ciudad apestaba, especialmente en el mercado de pescado. Y por las esquinas se escuchaban personas quejándose de la decadencia de la aristocracia… no le extrañaba. Si él viviera ahí también se pondría a hablar por los rincones. Se acercó a un vendedor de periódicos que se colocaba expresamente delante de un cartel con el dibujo de una mujer bellamente engalanada, con el cabello rubio blanquecino.

“¡Extra! ¡Extra!” el chiquillo gritaba mientras ofrecía los pedazos de papel de la multitud. “¡El rey convoca a los Tres Estados! ¡Hay elecciones para elegir a los representantes del pueblo que formarán el tercer estado! ¡Extra! ¡Sátiras de la reina puta incluidas!”

“Si que los odiaban” comentó Itia mientras se acercaba al pequeño, poniendo en su gorra una moneda de plata. El chiquillo sonrió, extendiéndole uno de los panfletos. Él lo revisó con la vista, encontrando un dibujo grotesco de una mujer en medio de una orgía, con la cara de un hombre en los genitales, que le hacía querer vomitar. “Y esto es asqueroso. Los periódicos no deberían tener pornografía incluida” lo puso debajo de su brazo. “Aunque estamos hablando de Versalles. No es precisamente un ícono de morali…”

“¡Cuidado, monsiur!” alguien lo jaló de improviso, apartándolo del camino de un carruaje que iba a toda velocidad por el camino, sin pensar en a quién arrollaba. Alcanzó a ver que dentro del vehículo ofensor había un hombre vestido de rojo con una gran cruz dorada. Un obispo… y de cuna noble si tenía que adivinar. “No puede andar tan distraído por las calles de París, un carruaje puede atropellarlo.”

“Ehhhhh, gracias” le dijo al personaje. En seguida se dio cuenta de que no era como el resto de los habitantes de París. Sin duda tenía dinero, sus ropas lo delataban. Pero estas estaban manchadas por alguna razón. Además, no iba en una carroza. “Siento molestarlo, más… ¿Quién fue el hombre que iba a atropellarme?”

“Ese fue el obispo de Roan” ¿de verdad? ¿Es persona era el famoso Luis de Roan? ¿El cardenal del asunto del collar? De haberlo sabido, le habría pedido un autógrafo. Su nuevo amigo notó su sorpresa, por lo que añadió “Lo sé, es algo extraño verlo andar tan campante por las calles después de su caída en desgracia… sobre todo cuando incluso el pueblo llano se ha enterado de su expulsión de la corte también.”

“Yo… no estaba en la ciudad cuando sucedió, pero se extendieron los rumores” señaló él, soltándose del otro. “¿Es cierto que salió bien librado a pesar de ensuciar el nombre de la reina?”

“Pues sí… apenas” caminaron por la acera. Y mientras lo hacía, el tipo iba tirando monedas de oro en las bolsas de los mendigos, que prácticamente pisaban el suelo por donde andaba. “María Antonieta quería encerrarlo en la Bastilla por ensuciar su buen nombre… y puedo entenderla, su imagen ya estaba bastante deteriorada como para resistir el golpe que ese escándalo le dio.”

“Sí, lo sé” siguieron caminando hasta llegar a un palacio que se encontraba prácticamente abandonado. Las Tullerías, lo reconoció de uno de sus anteriores viajes a Francia. “Tú… ¿Estuviste ahí cuando estalló?”

“Sí… no realmente. Me encontraba en una zona rural, tratando de minimizar el impacto del horrible invierno de hace poco… no sé si realmente pude…” apretó un puño. “En fin, estaba cerca y regresé por orden de la familia… como apoyo moral” ¿apoyo moral? ¿Acaso estaba hablando con un aristócrata? “Sabe que no fue culpa de ella, ¿verdad? Hicieron mal uso de su nombre y la perjudicaron terriblemente. El pueblo llano no cree en su inocencia…”

“Sé que fue Jeanne St Remy de Valois… condesa de la Motte, ¿lo he dicho bien?” se felicitó internamente por haber memorizado el nombre mientras viajaba… igual que otros nombres relevantes para su misión. El otro se mostró asombrado por su conocimiento. “La venta de diamantes fue sonada.”

“¿Se dio cuenta de eso?” levantó una ceja. “No parece ser del clero, así que… tiene que ser miembro de la nobleza” Itia se le quedó mirando. ¿Cómo podía creer semejante cosa? “El pueblo llano no se cree esa versión de la historia, por muy verdadera que sea. Están convencidos de que Jeanne Valois es una víctima inocente usada como chivo expiatorio por María Antonieta.”

“Supongo que debemos agradecer a estas ilustraciones la pérdida de credibilidad de la monarquía” le enseñó lo que tenía.

“La verdad es que se lo debemos a muchas cosas, entre ellas que la misma reina se perjudique comprando tantas joyas cuando el pueblo pelea por una rebanada de pan” apartó la mirada. “He estado en provincia. El invierno prácticamente acabó con las cosechas. No estamos como para gastar en joyas.”

“¿Ella sabe lo que está pasando?”

“Dudo que le importe, se la pasa jugando en su pequeño palacio privado. Ni siquiera concede audiencias a los nobles por quedarse más tiempo en el palacio de Trianon” levantó una mano. “Y si no les concede audiencia a los del primer estado, es muy difícil por no decir imposible que escuche a aquellos que pasan penurias en el interior.”

“¿Eres un representante del pueblo?” preguntó el mayor, tratando de reconocerlo. “Escuché que hace poco el rey inauguró la cosa es de los tres estados…”

“La Asamblea de los Tres Estados” le corrigió su nuevo amigo. “Se nota que usted no es parisino, sino sabría al menos el nombre. De hecho, últimamente debería hablarse de eso incluso en las provincias remotas del país” apartó un mechón de cabello de su frente. “Pero sí, los ministros de su majestad lo han convencido de inaugurar la asamblea por primera vez en siglos para hallar soluciones al problema económico del país.”

“¿Económico? Pensé que sólo se trataba de María Antonieta diciendo que coman pasteles en ausencia de pan.”

“¿También escuchó eso?” la cara del otro se tiñó de un rubor rojo. “En realidad, creo que ella no dijo eso, pero… Robespiere y otros lo han hecho popular. Sobre todo su compañero St Just, al que todos los aristócratas le parecen inmorales” se pararon delante de una cantina que también era un hotel. “¿Desea almorzar conmigo, monsiur?”

“¿De verdad desea comer en un sitio como este?” preguntó, echándole otro vistazo a su acompañante. Se veía bastante discordante con la atmosfera de París. “Lo tomaba por alguien de gustos un poco más… refinados.”

“He comido en peores partes. ¿No le dije que estuve viajando por el interior?” entró como si nada al lugar, recibiendo susurros y miradas de desconfianza de los otros comensales. “En el campo puedes llamarte afortunado si consigues una papa cocida para comer.”

“¿Usted también?”

“Viajo para hacer caridad, señor mío, todo lo que llevo se lo doy a los pobres. Incluidos mis ropajes” parecía tener razón… además de no haberse cambiado en mucho tiempo. “Durante esos andares yo también estoy a merced de la caridad de otra buena alma en muchas ocasiones. Lo que me puedan ofrecer como.”

“¿No lleva para compartir con ellas las delicias que come en su casa?” lo probó el extranjero. Parecía ser una buena persona a primera vista, pero los nobles siempre intentaban mantener las apariencias.

“Al primer o al segundo pueblo si es que pueden llegar, pero no a todos… no porque no quiera, sino porque es prácticamente imposible hacer que duren todo el viaje” se sentaron alrededor de una mesa en el local, quedándose en silencio durante un tiempo. “¿Y bien, monsiur? ¿Va a decirme quién es en realidad?”

“¿Y tú?” inquirió el otro, más no recibió una respuesta. Estaba a punto de levantarse cuando se le ocurrió una idea. Después de todo, no pasaría nada por sólo decir su nombre, ¿no es verdad? “Itia… sólo Itia”

“¿En serio?” el parisino levantó una ceja. Se la estaba pasando en grande, eso era obvio con la sonrisa de gato de Cheshire que esbozaba. “Pues bien, sólo Itia, me llamo Krest”

“¿Sólo Krest?”

“Sí, sólo Krest… por ahora” bueno, al menos ya tenía un punto de referencia… aunque no sabía de qué iba a servirle. Era muy malo recordando nombres. “¿Acaso pretendía sacar más información de mí? Quizás… lo que está pasando en Francia para poder llevar el chisme a las altas esferas de su propio país.”

“¿Qué te hace crees que pertenezco a la alta sociedad?”

“Monsiur, debo admitir que albergo una duda acerca de su rango por muchas razones” confesó, bajando la cabeza. “Hay implementos en usted que señalan una posición socioeconómica elevada, como sus ropajes nuevos y su conocimiento de los chismes de la corte de Versalles” señaló, haciendo que el mayor se quedara tieso. “No intente engañarme, sólo un aristócrata creería que Jeanne Valois es la culpable del asunto del collar.”

“Pues me temo que os habéis equivocado, no pertenezco a la nobleza ni por asomo” trató de hablar en el mismo tono que él, como un noble, consiguiendo sólo una burla ridícula.

“¿Ya he mencionado que habían implementos que me hacían dudar?” su compañero levantó una ceja. “Por ejemplo, sus maneras no son las de alguien refinado. Pero al mismo tiempo, nadie puede afirmar que las mías sí lo son” apretó los puños. “No parece austriaco, ¿Qué nacionalidad tiene?”

“Americana”

“Oh, es inusual” Krest sonrió. Decía la verdad, de eso estaba seguro. “¿Ha valido la pena su guerra de independencia? El apoyo que nuestro amado soberano les ha dado en su revolución ha puesto al pueblo completamente en su contra y querría saber la respuesta a esa pregunta antes de ver rodar cabezas por las calles de París”

“¿Esa es la única pregunta que quieres hacerme? ¿Entre todas esa?”

“En realidad no, también me da curiosidad saber qué hace un americano en estos lares. Si el rey te hubiera invitado, entonces ya estarías en Versalles, dando un paseo por los jardines de la reina” rodó los ojos. “Se rumorea que Thomas Jefferson hizo ese recorrido, pero se han dicho tantas cosas de la austriaca que ya no sé qué creer.”

“¿Austriaca?” ahora que lo recordaba, le habían dicho que ese era un apodo despectivo que la corte de Versalles le dio a la recordada y malograda reina María Antonietta. Tenía una cosa que ver con su nacionalidad…

“La Austriaca” dijo el otro más claramente, rodando los ojos. “Mi tía abuela siempre dice que no la llamen así, que es una grave falta a la etiqueta… eso parece ser lo único que le importa. Incluso la reina le ha dado un apodo debido a eso.”

“¿Ha estado en Versalles?”

“Tengo el placer de pertenecer a una familia que sirve a la realeza” comentó él hastiado. “Supongo que por eso estoy recibiendo esa cantidad de miradas penetrantes de parte de los comensales” la comida llegó en ese preciso momento, siendo depositada frente a ellos. La sirvienta le dedicó una mirada venenosa al menor mientras lo hacía. “Quizás no debería haber venido.”

“¿Y por qué lo hiciste?”

“Porque me pareces una persona inteligente y me gustaría conversar con alguien acerca del problema monetario que la guerra de independencia americana ha dejado en Francia” volvió a sonreír de manera extraña. “El rey seguro se negará a verme y, aunque Necker me escuche, está atado de manos en cuanto a las Versalles… y me temo que el resto es demasiado superficial para entender siquiera a lo que nos estamos enfrentando.”

“Veo que ese tiempo en el interior te ha convertido en todo un conocedor” Itia estaba impresionado. Por lo que sabía de la revolución francesa, todos en Versalles ignoraban completamente lo que se gestaba en las calles… aunque él era un ignorante en esas cuestiones… “Todavía me pregunto por qué me eligieron para este trabajo.”

“¿Perdón?”

“No es nada, sólo que… no sé por qué me han enviado a Francia... bueno… sé que tiene algo que ver con el rey y los tres estados, pero realmente no…”

“No sabía que América tenía tanto interés en Francia”

“No te imaginas cuanto”

“En fin” Krest comenzó a comer. “Si deseas hablar con su majestad, deberías haber ido directo a Versalles. Las calles son un polvorín estos días y cualquiera puede convertirse en víctima de un ladrón, ocasional o no” suspiró. “Me pregunto…”

“La verdad es que me gustaría dar una vuelta antes de ir a la corte. Dicen por ahí que puede ser algo… superficial”

“No sabe cuánto” terminaron de comer juntos. Itia se enteró de muchas cosas… tanto que deseó estar de vuelta en la escuela para lucirse en las clases. El asunto del collar, las finanzas, las arcas del estado vacías por culpa de la guerra de la independencia estadounidense, las apuestas de María Antonieta, las advertencias de Necker… y Robespierre. Al parecer él fue quien leyó un discurso en la coronación del rey y luego pasó a querer matarlo unos años después. Y no lo culpaba, Luis XVI podría haber cortado los gastos, pero no lo hizo y llevó a su país prácticamente a la bancarrota. Cuando terminó la comida... “Si desea lo puedo llevar a Versalles a que se entreviste con el rey”

“No… me gustaría dar una vuelta por aquí” Krest asintió, dándole la mano para despedirse. “Supongo que nos veremos pronto. Estaré al pendiente de la reunión de los tres estados o como se llame.”

“Me agradaría. Au revoir” se fue por una de las aceras. El otro también se alejó, contento  de haber conseguido un poco más de información. Por ahora simplemente seguiría con su trabajo. Así que era hora de encontrar a Robespierre…

-Unas horas después-

“Ahhhh, le hubiera pedido a ese idiota un mapa de la ciudad… ¡me he perdido completamente y aún no encuentro a Robespierre!” estaba a punto de echarse a llorar cuando un carruaje se detuvo frente a él. La ventanilla en la puerta se abrió de repente, mostrando al ocupante. “¿Qué…?”

“Veo que se encuentra en problemas, monsiur americano” le dijo Krest, casi como si fuera una broma. Incluso se estaba riendo, el pequeño truhan. “¿Qué le parece si continuamos con nuestra conversación de antes en mi casa? Y de paso lo alojo ahí por la duración de su estancia en París”

“Creo que aceptaré… por esta vez” se subió al vehículo. Una vez dentro se dio cuenta de que el interior estaba demasiado bien tapizado para ser de alguien común, menos de un sirviente. “Supongo que no me has dicho todo acerca de ti.”

“Tú tampoco” observó sus dedos, uno decorado con un anillo de oro sólido aplanado en el frente con lo que parecía un escudo de armas. “Creo que deberíamos iniciar con las presentaciones”

“Es verdad” respiró hondo, estirando la mano. “Itia Stevens”

“Krest de Noailles” se sacudieron la mano. “Uno de los muchos hijos del duque de Noailles y pariente de nuestro bienamado rey, etcétera, etcétera” el americano se le quedó mirando. Se encontraba frente a la nobleza… y ese idiota actuaba como si nada. “Seguro que soy materia de muchos cotilleos en Versalles, por eso mis padres no suelen hablar de mí… pero estoy seguro que los otros nobles comentan mucho a sus espaldas de su renegado hijo con madera de misionero” se rio, muy divertido. “Incluso me ordenaron por carta que volviera después de que mi reputación casi arruinaba el matrimonio de una de mis hermanas.”

“Suena como si lo desearas” y seguro que sí, porque se comportaba como tal. El otro siguió tratando el asunto como si fuera materia de chiste, cortando un queso para que merendaran. “¿Tenías algo en contra del novio de tu hermana?”

“¿Novio? Más bien el hombre al que mi padre la vendió por su dinero o influencia… porque necesitaba una de las dos cosas” le restó importancia. “Todo es así en Versalles, incluso mi propio compromiso… aunque, claro, siempre puedes tener amantes” rodó los ojos. “Dios sabe cuántos los tienen en ese maldito palacio del derroche.”

“Estás muy enterado de todo a pesar de haber estado tan lejos por tanto tiempo”

“Vive ahí unos años, especialmente con Du Barry en la cama del monarca, y verás lo que se puede comprar con brillantes o sexo en ese lugar” siguieron en el carruaje por algún tiempo más. “Si te preguntas a dónde vamos, no es a Versalles. Jamás expondría a una persona a ese lugar su primer día en París… o a mí mismo” chasqueó los dientes. “Garnet seguro está esperando ahí”

“¿No te gusta?”

“La señorita Garnet de la Vouivre es impresionantemente bella y dulce, mucho mejor que cualquier noble, pero me temo que tenemos vistas muy contrarias sobre lo que es la caridad para con el pueblo… o sobre cualquier ayuda para ellos. Y según escuché, ordena grandes cantidades de granates todos los meses.”

“Oh, tal parece que no congeniarían” el vehículo se detuvo. Krest abrió la puerta, mostrando una gran casa elegante. De las que tendría la nobleza.

“Lo lamento, tendremos que entrar por la entrada de los sirvientes para que las damas del salón de madame Henriette no nos vean. Espero que no te importe” caminó hacia una pequeña entrada escondida en una pared de piedra. “Por tu estancia en París, serás un huésped de la honorable casa de Noailles. Eso será suficiente para abrirte algunas puertas, incluso en el palacio.”

“¿De… de verdad?” no podía creer que se había topado con alguien de una familia tan influyente.

“Sí” abrió la puerta. “Bienvenido al Hôtel de Noailles”

Notas finales:

¡Hola! ¡Por fin, un nuevo fic de Saint Seiya! Espero que les guste a todos y ojalá me den buenas ideas para seguirlo. Me voy a ausentar un rato, así que esperen pacientemente la actualizacion. ¡Review!


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