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Rainy Days por CrawlingFiction

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen.

Rainy Days

 

En una tarde nublada de abril la última campaña del día sonó, y poco a poco fueron saliendo los estudiantes de la Academia Yuuei.

Algunos se marchaban a solas o en grupos de compañeros comentando sobre las clases, las tareas y lo que harían después. El andar cansado, pero todavía entusiasta de los estudiantes era compartido, a excepción por un chico. Muy entusiasta y muy cansado, aunque cojeando lentísimo al lado de sus dos mejores amigos.

—Oh... —suspiró Uraraka al notar el cielo encapotado— En las noticias de esta mañana no dijeron nada sobre que estaría nublado… —al recordar algo sobresaltó, y mucho más cuando del cielo se escuchó un rugido— ¡No traje paraguas!

—¿Vas a casa, Uraraka-san?  —preguntó Midoriya, atrasándose a sus pasos por cojear la pierna vendada. También tenía el brazo derecho cubierto de vendajes en un cabestrillo y un parche a su mejilla izquierda.

—Debo pasar primero por el supermercado, Deku-kun —sonrió la chica, sacándose del bolsillo delantero del uniforme una hoja de papel. No obstante, al desplegarla palideció horrorizada— Y es una lista algo… larga, heh… —el cielo volvió a rugir, meciéndose las copas por la brisa helada.

Mientras Midoriya consolaba a la angustiada Uraraka de sus responsabilidades, Iida subió la mirada al sentir algo mojado caer sobre su cabeza.

—¿Sintieron eso?

—¿Qué cosa, Iida-kun? —vaciló subiendo la cabeza también. Gotitas frías humedecieron su parche y estrellaron sobre las gafas del más alto del trío de amigos.

—¿¡Está lloviznando ya!? —lamentó Uraraka— ¡Oh, no! ¡Tengo que apresurarme!

—¡Pero, Uraraka-kun, se te mojaría todo! —Iida la detuvo.

—¡Tengo que ir al supermercado!

Ya personas apresuraban el paso para resguardarse, y la brisa auguraba más que una llovizna. Midoriya hurgó su mochila con el brazo ileso y extendió un paraguas verde hacia ambos.

—Toma, Uraraka-san —le sonrió— Con esto podrás ir y volver a casa bien. 

La chica ruborizó, tomando el paraguas con las dos manos.

—¡Gracias, Deku-kun! —no obstante, su amplia sonrisa mermó al notar lo malherido que estaba— ¿Seguro que estarás bien sin tu paraguas?

—¡Sí! —asintió para evitar que se preocupara— Iré a casa directo. ¡Mamá preparará cerdo! —alzó el puño, ya imaginando el enorme plato que le esperaba. Si por él tendría que andar sin paraguas, mucho valdrá la pena. Iida turnó sus ojos a los dos, siendo empujado a actuar también.

—¡Te acompañaré! —inclinó con una exagerada reverencia hacia Uraraka— Cargar tantas bolsas y con un paraguas es complicado.

—¿Estás seguro, Iida-kun?

—¡No hay problema! La estación hacia Hosu queda cerca. La lluvia no evitará que vaya a ver a Tensei niisan —dijo con una sonrisa valiente. La chica asintió y extendió el paraguas. El viento empeoró sacudiendo el paraguas de su mano, oscureciéndose el cielo por completo.

—¡Apresúrense! —los empujó y despidió agitando la mano— ¡Nos vemos mañana!

—¡Sí! ¡Nos vemos, Deku-kun! —despidió Uraraka. Iida tomó el paraguas y juntos cruzaron rápidamente la acera.

Midoriya sonrió y siguió su ruta a casa, esquivando a los transeúntes que corrían con maletines o paraguas para resguardarse de la lluvia. La primera lluvia de abril siempre era como una bendición de primavera. A ojos entrecerrados la disfrutó, mojándose el uniforme a los hombros y el pelo. 

—¡Hah! Qué agradable... —sonrió agradecido y mirando al cielo gris. Aun en días lluviosos como esos podía haber motivos para estar contento. Miró a su brazo inmovilizado y su pierna cubierta de vendas hasta sólo sus deditos asomar. Todos se lo decían y aun así seguía siendo difícil controlar el impacto de su quirk. Quería ser un héroe, era su sueño desde siempre y ahora que All Might, el ídolo de toda su vida, le había delegado semejante responsabilidad no iba a defraudarlos.

A nadie, ni a él ni a sí mismo.

Sería un héroe a como diera lugar, y esa sencilla determinación calentó su interior aun en medio de la lluvia torrencial. Un rayo iluminó sobre las copas, repicando con violencia las gotas sobre las aceras.

—Oh vaya... Creo que ya es mucho para s- ¡Ah! ¡M-mi pie! —tropezó, metiendo el pie en un charco más profundo de lo esperado. Chillando horrorizado recogió la rodilla tambaleante, mirando su pie goteando agua sucia de los vendajes. Volvió sus ojos al suelo, tragando grueso.  ¡Había pisado una cloaca tapada! Ir enyesado a clases no era muy recomendable… menos en abril— R-Recovery Girl si me mirara así… —palideció— ¡Debo resguárdame hasta que escampe! —miró a los lados en medio de esa repentina tormenta. Estaba completamente solo.

Cojeando con prisa se resguardó bajo la entrada de una cafetería, a estallar por las personas que pensaron lo mismo que él. Sacando la lengua del asco inclinó y exprimió los vendajes hechos un desastre, quitando los pedazos de basura enredados. La sensación daba escalofríos, tal cual como pisar un charco en el baño con calcetines durante la noche, pero peor.

—Agh… Deku. Tanto que se esforzó Recovery Girl en curarte y causas estos problemas… Debo regresar rápido —resopló. Al subir la mirada no evitó sobresaltarse— ¿Eh? ¿Ese no es…?

Entre la gente que corría reconoció ese cabello lacio a dos tonos, incluso en medio de la lluvia. Caminaba tranquilamente con las manos en los bolsillos, resaltando aún más en ese aquelarre.

—¿T-Todoroki-kun? —el cabello lacio, las manos a los bolsillos, el bolso que cruzaba su pecho, esa aura calma. No podía ser otro— ¡Oe! ¡Todoroki-kun! —llamó de un grito.

El chico se giró apenas, cambiando ligeramente su expresión indiferente por extrañeza. Caminó hacia la entrada de la cafetería, cubriéndose con el techo y haciéndose espacio entre las personas. Estaba empapado, escurriendo lívidas gotas de su flequillo revuelto por el agua.

—Midoriya —dijo con la voz templada de siempre. Sus ojos se turnaron entre ese cuerpo tembloroso y la expresión radiante que tenía.  ¿Cómo demonios sonreía así con este frío?

—Todoroki-kun, ¿te dejaste el paraguas también? —preguntó.

—Sí, algo así —rehuyó a esos ojos verdes tan brillantes e ingenuos. Frunció el ceño al ver su pie vendado y cubierto de agua negra. Era un idiota— …Luces espantoso.

—Heh, lo sé... Lo siento —admitió avergonzado— Le presté mi paraguas a Uraraka-san para que fuera al supermercado —con una risita apenada se rascó la cabeza con sus característicos rizos derrumbados. Todoroki cerró los ojos y suspiró.

No es como si le preocupara, ¿o sí?

—No me extraña —en efecto, ese desinterés en ayudar a los demás y entrometerse fueron las razones por las que él se reconcilió con la otra parte de su quirk y atrevió a visitar a su madre.

No había día en el que no recordase ese grito desesperado que le hizo despertar.

No había día en el que no pensara que ese chico era un tonto muy noble hasta para ser un héroe.

Un codazo accidental a su espalda lo empujó contra él, que tambaleó y se aferró a sus hombros para no caer.

—Oh, niño, lo siento —disculpó apresurado el sujeto atrás. Todoroki le dedicó una mirada severa y se volvió hacia adelante. La cercanía súbita le paralizó. Esos ojos de esmeralda le devolvían la expresión de manera entrañable. El cabello rizado y mojado vuelto una maraña, las gotas que escurrían para hacerse sitio entre sus pecas, ese temblor perceptible bajo sus yemas y como castañeaba los dientes— …Estamos estorbando aquí —miró a otra parte, ignorándole, aunque no se quitaba para que no cayera. Apenas y podía posar el pie por tantos charcos y gente alrededor.

El cielo rugió con furia y se iluminó, resguardándose más y más personas en la fachada de la cafetería. Todoroki podía sentir muy bien ese cuerpo temblando contra el suyo. Justo hoy que iba a visitar a su madre le tocó toparse con este muchachito empapado, chorreando agua de cloaca del pie enyesado y con el cabello como nido de pájaros… 

Con Izuku Midoriya siendo Izuku Midoriya.

Era el colmo, y con lo que detestaba la lluvi-

—¡Vaya! ¡En las noticias pronosticaban que sería soleado! —dijo. Esa vocecita asombrada hizo a Todoroki volverse a él. De esas irises verdes fulgía infantil impresión y sus labios amoratados sonreían a plenitud, ignorando la incomodidad de las vendas y el frío calando a los huesos. Él, como siempre, hallándole las maravillas a las cotidianidades— ¡Es impresionante, Todoroki-kun! ¡Es un diluvio! —volvió sus ojos al frente.

Una mano suave y tibia por naturaleza se posó sobre su mejilla.

Todoroki le miró fijamente, y de repente, Midoriya pudo sentir una brasa dócil bajo sus yemas calentarle la piel trémula.

—¿H-Huh…? ¿T-Todoroki-kun? —balbuceó tomando de su muñeca, sin saber hasta qué punto ese calor en su rostro era por el rubor o el quirk del chico haciendo de las suyas. Todoroki reaccionó, soltándole de golpe. No era un chico de impulsos, pero Midoriya siempre hallaba la forma de sacarle cosas que no creía que muy en el fondo serían parte de él.

—Lo siento. Temblabas —se hizo a un lado y cruzó hacia la entrada— Vamos adentro. Compraré algo.

Mudo se llevó los dedos hacia donde le había tocado. Su calor todavía seguía ahí.

••••••

El bullicio dentro la cafetería se equiparaba al que había afuera. Lograron sentarse en una mesita a la esquina del ventanal empañado por la tormenta. Todoroki miraba a la calle vacía con uno que otro miserable sin paraguas corriendo para resguardarse. El televisor parloteaba sobre la mayor tormenta eléctrica registrada desde hacía dos años en la ciudad. Inconsciente apretó los puños. La lluvia no le agradaba para nada, sobre todo las lluvias de abril.

Fresca. Fría y refrescante para muchos, menos para él porque recordaba con su repicar a esas veces que su maldito viejo maltrató a su madre. A menudo había tormenta en esos días, como si fuera una agria ironía entrelíneas; porque él con los ojos lluviosos y los puñitos apretados no hizo nada por ella.

La lluvia también recordaba a las noches en soledad. En la absoluta oscuridad de su habitación, aterrorizado por completo y sin poder pedir ayuda, porque su viejo lo regresaba a su cuarto a gritos y diciéndole cobarde. Un héroe no puede temer a las tormentas, mucho menos el que debía derrocar a All Might. Para eso había nacido, para eso había sido creado y por esa existencia había hecho miserable la vida de quien más amaba: a mamá.

La llegada de la mesera con los pedidos y ese exhalo de asombro le sacaron de sus pensamientos una vez más. Le salvaron de ellos una vez más.

—¡Wah! ¡Huele delicioso! —sonrió Midoriya. Sopló y dio un sorbo a su taza de latte, abriendo aún más los ojos y ensanchando su sonrisa infantil— ¡Está buenísimo! ¡Muchas gracias, Todoroki-kun!

Miró a su propia taza de té, suavizándose la indiferencia de sus ojos.

—Hace unos días compré aquí unas malteadas para mamá —sopló su taza y le dio un sorbo que perduró el calorcillo ya sembrado en él— Parece que el café también es bueno —dijo. Midoriya asintió con la cabeza sin dejar de sonreír. Notó que sus labios volvieron a su tonalidad rosa, pero ahora con algo de espuma de añadidura, y eso le hizo sentir, ¿bien?

—¡Un día te invitaré yo a ti! —prometió— No cargo dinero ahora porque volvía directo a casa. Mamá hará cerdo para cenar, pero con esta tormenta, hah... —suspiró, recostándose de la silla con la taza bajo la nariz— Bueno, será cuestión de esper-

Un rayo iluminó los cielos y luego un rugido hizo las luces titilar y el televisor perder señal. Los chicos se miraron y Midoriya pegó la frente contra la mesa.

—Es una tormenta eléctrica —volvió su atención a la ventana cubierta de vaho helado. Midoriya gimió contra la madera y pataleó como permitía su pierna mala. Todoroki le dio un sorbo rápido a su té negro, simulando así la gracia que le causaba verlo así.

Aunque, si seguía ahí se le acabaría la hora de visita en el hospital. Quería verla incluso en medio de esta tormenta. Pero, estos minutos de relativa tranquilidad no estaban mal tampoco, además de que un héroe…

Dejó la taza vacía y apretó el puño.

Le llevaría café a su mamá...

Mañana.

—Levántate —se puso en pie, sacando el dinero de su billetera y dejándolo en la mesa— Iremos a tu casa. 

—¡¿Qué!? —saltó de la silla golpeándose la rodilla, y también juró que le salió café por la nariz— ¿C-Cómo? Espera, Todoroki-kun. ¿Iremos? —se levantó costosamente, cojeando detrás.

—Sigues mojado y pueden infectarse tus heridas —murmuró, dedicándole una mirada de reproche inconsciente— …Con la pierna así no llegarías nunca —se adelantó a lo que pudiera objetar— Tengo un plan —salió de la cafetería sin más.

Midoriya sólo pudo asentir y seguirlo a saltitos para que su pie no tocara el piso empantanado. ¡Habría cerdo! ¡Todoroki-kun era un gran amigo!

¿Pero a qué precio? Uno caro para su pudor.

••••••

—¡T-Todoroki-kun, bájame! —chilló rojo hasta las orejas— ¡Esto no es necesario! ¡Puedo caminar! ¡Puedo caminar, en serio! —pataleaba como pez fuera del agua. Todoroki chasqueó la lengua, aturdido por esos gritos directo a su tímpano.

—Deja de gritar, Midoriya… —gruñó, ajustando las manos a sus muslos e inclinando algo el torso para llevarlo a cuestas. No es como que lo subestimara, desde su combate no cometería esa equivocación. Era su rival, pero los rivales deben tener igualdad de condiciones y en medio de una tormenta eléctrica con Izuku Midoriya lisiado y chorreando agua hasta el pelo no había nada de justo. Es lo que un héroe haría. A fin de cuentas, tenía mucho que agradecerle también. Admiraba a un mocoso, después de todo.

—¡P-Pero!

—Agárrate bien —alzó el brazo derecho, creando una placa de hielo en su mano como paraguas improvisado. Midoriya tragó grueso y obedeció, cerrando los ojos con fuerza.

Por la acera desolada y casi que inundada por la lluvia, comenzó el silencioso recorrido. Las gotas repicaban insistentes contra la barrera de hielo sobre sus cabezas. Con las mejillas arreboladas y los brazos entrelazados a su cuello, Midoriya se tragaba la vergüenza de ser llevado así a casa. Las vendas curtidas de su pierna goteaban y tenían un aspecto preocupante, por lo que entendía que Todoroki adoptara esa posición de ayudarlo. A diferencia de otros compañeros de la A-1, no pareció haberlo subestimado tanto en un principio, ni sus acciones ahora eran conducidas por la lástima. Eso le parecía asombroso y admirable de él. Tenía un quirk poderoso, además de cabeza fría para analizar las situaciones con astucia. No dudaba tampoco que tuviera un gran corazón.

Ayudaba a su rival, al pupilo del rival de su padre, ¿a un amigo? Había muchas maneras de delimitar su relación con Shoto Todoroki, pero ninguna alcanzaba a englobar en absoluto los sentimientos que le producía.

Admiración, fascinación, respeto e interés.

Ya lo sabía de sobra por su boca: era inevitable no entrometerse en los problemas de los demás. Eso es lo que hacían los héroes… y los metiches también. Suspiró resignado, dejando caer la frente sobre la cabeza de Todoroki.

—¿Midoriya…?

—¡Ah! ¡Lo siento, lo siento! —como accionado por un resorte se enderezó, peinándole el cabello a manotazos creyendo acomodarlo a su sitio— G-Gracias por tu ayuda. ¡N-no era mi intención causarte problemas!

—Está bie- —quiso zanjar con un exhalo cansado.

—¡Y que no visitaras a tu mamá ho-! —se llevó las manos a la boca por su imprudencia. Su rostro hervía de vergüenza y no se quejaría de que lo soltara y un hueco se lo comiera. El silencio sólo se cortaba por el repicar del hielo a un costado de sus cabezas.

—…Está bien —dijo, volviendo a caminar y apretando su mano al único muslo que sostenía— Por más veces que te rompas los huesos, sigues siendo el mismo… —murmuró para sus adentros.

—¿Qué?

—Nada —miró a otra parte— ¿Por dónde cruzo?

Reaccionó, sacudiendo la cabeza y señalando el camino. Todoroki suspiró y siguió el lento trayecto. El silencio era extraño entre ambos, como de esos silencios donde algo está en el aire, pero no es del todo incómodo. Como fuera, por sólo tener una pierna agarrada el cuerpo de Midoriya se ladeaba, a lo que no quedó de otra que abrazarse con fuerza de su espalda y anudar los tobillos a su vientre. El latir acelerado de ese corazón contra su espalda le alentaba a seguir.

El hielo no era una barrera efectiva, mojándose la mitad de su cuerpo por su intento de resguardar más a Midoriya de la lluvia. Temblaba y el color de sus vendajes a medio secar era repulsivo. De verdad estaba loco para asistir a clases así. Un loco con muchísima determinación. Quizás por eso al enfrentarse sintió algo de All Might en él. El ídolo de su infancia y el de muchos más: el Símbolo de la Paz. Pero, una vocecita dentro su cabeza le dijo que, de haber faltado los días reglamentarios a su reposo médico habría echado muchísimo de menos su presencia. Con su corazón rebotando contra su espalda de esa manera y su respiración cobijando su oreja cubierta de escarcha no pudo cuestionarlo.

Un suspiro de tibia victoria escapó de sus labios morados cuando llegaron al conjunto de edificios. Su lado derecho tenía algunas escamas de hielo por el uso prolongado de su quirk. Todoroki parpadeó atontado, ¿por eso sus reflejos tan lentos? Unas manos frotaron tímidamente sus hombros.

—T-Todoroki-kun, e-estás muy frío… —pidió, intentando apartarse, pero su brazo izquierdo lo tenía bien agarrado— Ya bájame. Puedo seguir solo.

—Dime el piso, Midoriya.

—¡Pero te estás congelando! —inclinó a mirar el lado derecho de su rostro. Esquivó esos ojos preocupados y comenzó a caminar hacia la entrada del edificio.

—Dime el piso.

Resignado señaló el edificio y piso. Subían las escaleras paso a paso. De repente y sin mediar palabras, Midoriya se apretó aún más a su espalda, abrazándole con fuerza juntando sus pieles con ropa de por medio. Todoroki cerró los ojos y asintió trémulo. Ese abrazo le dio un alivio más allá del calor. Remordiendo sus labios contenía los jadeos friolentos y los cristales de hielo profundizar su costado.

Cruzaron el pasillo y sus pies torpes detuvieron en una puerta.

—¡Llegamos! —se bajó de un salto tambaleante— ¡Lo siento, Todoroki-kun! De no haber estado las estaciones colapsadas habríamos tardado menos —su voz se escuchaba realmente arrepentida, no gustándole en absoluto. Antes de contradecirle su mano le acunó la mejilla cristalizada de hielo. Todoroki contrariado lo miró a los ojos— ¿Estás bien? —sus dedos frotaban su piel congelada, templándose pobremente porque él también temblaba.

—Sí —posó su izquierda sobre la mano de Midoriya, pensando en apartarla.

Pero no pudo.

 —Ojalá esto ayude mientras —sonrió como el niño de siempre, acunando por completo el lado derecho de su rostro. Instintivo ladeó la cara, entrecerrando los ojos y dejando ir un vaho frío entre sus labios. Se sentía como el calor de mamá y ese ni un poderoso quirk podía emular.

—Lo hace… —sus ojos volvieron a encontrarse, calentándose ambos por el calor que emanaba su mano izquierda. Los cristales en su piel retrocedieron y sus labios retomaron color.

La puerta se abrió de golpe. Una mujer regordeta y con paraguas en mano retrocedió sorprendida.

—¡Izuku! —suspiró con alivio, soltando el paraguas y abrazándole con fuerza— ¡No atendías mis llamadas! ¡Ya iba salir a buscarte! ¡Con esta tormenta y tú en la calle así!

El pinchazo dentro Todoroki fue como si una esquirla de hielo hubiera retrocedido para afincarse en su corazón. Ese calor de madre que no tenía.

—¡Mamá! —se zafó de ese agarre sobreprotector y tomó la muñeca de Todoroki— ¡Es un amigo! Él me acompañó a casa.

—Shoto Todoroki —se presentó en voz baja, incómodo por toda la situación. No obstante, Inko se abalanzó a él, abrazándole con fuerza.

—¡G-gracias por cuidar de él! —le estrechó contra su pecho, peinándole el pelo mojado hacia atrás. Todoroki permaneció congelado con los ojos bien abiertos de impresión. Pudo ver detrás la expresión abochornada de Midoriya.

—No —cerró los ojos dejándose abrazar— …Gracias a usted. 

Inko le soltó, cambiando su sonrisa a preocupación al reparar en lo empapados que estaban. La barrera de hielo no los había resguardado del todo, y menos a Todoroki.

—¡Pero si están temblando! ¡Pasen! —jaló ambos adentro y los envolvió en toallas como dos enormes orugas o más bien, como disfraces del profesor Aizawa. Sin poder objetar, Inko empujó a Todoroki al baño, pidiéndole que tomara una ducha caliente mientras revisaba los vendajes de su hijo. Le tiró muchas más toallas y un pijama, instándole que le entregara su ropa mojada para lavarla. Todoroki se limitó a asentir incómodo, que su primera visita a una casa fuera a ducharse y usar ropa ajena era vergonzoso. Pero lo mejor es que revisaran a Midoriya cuanto antes, así que por ello aceptó. Dentro la ducha escuchaba los regaños de Inko y como torpemente el muchacho intentaba defenderse de la cantaleta. Cerró los ojos, apartando su pelo mojado hacia atrás. Igual de escandalosa que su viejo, aunque ella sí caía bien…

Y era calentita.

Se vistió, maldiciendo en silencio usar los calzoncillos de Midoriya y que además una desconocida lavara los suyos. Enarcó la ceja al verse en el espejo empañado del baño. Tenía puesta una camiseta de All Might, diablos. Salió del baño con su uniforme y zapatos destilando agua, sin saber qué hacer.

—¡Hah, que alivio, Uraraka-san! —lo escuchó en la sala hablando por celular— Sí, Iida-kun me dejó un mensaje… Estoy bien, no te preocupes. Me encontré a Todoroki-kun y me acompañó a casa. Sí, Todoroki-kun… —Todoroki se acercó, suavizando su expresión incómoda por esa voz alegre y aliviada que parloteaba sin parar. Sentado en el sillón movía su piecito limpio y con vendas nuevas— Él ya está en casa también, su madre estaba en el hospital y volvieron en taxi. ¡No, no te preocupes, Uraraka-san! Está bien. Mañana me lo devuelves. ¡Cuídate! ¡Hasta luego!

Las manos de Inko le sorprendieron, tomando su ropa con una sonrisa.

—N-No era necesario esto, señora Midoriya… —inclinó en una reverencia.

—¿Qué dices? No iba a dejarte regresar a casa así, ¡y menos con esta tormenta! Es lo menos que puedo hacer por un amigo de mi Izuku —hizo menos revolviéndole el pelo con toda confianza. Un calorcillo cómodo se alojó de su pecho una vez más— La cena ya estará lista, que la lavadora se encargue de esto —bromeó, llevándose su ropa mojada.

—¿Puedes andar? —se acercó a Midoriya que tenía una toalla al cuello.

—¡Sí! ¡Ya están cambiadas! —alzó apenas su pie, removiendo los deditos— De no haber sido por ti aún estaría en la cafetería —le sonrió, empeorándole esa brizna tibia adentro— ¡Te gustara el cerdo de mamá! Me iré a bañar, ahora sí.

Todoroki parpadeó extrañado, ¿cerdo? ¿cena? ¿Se quedaría a cenar? Pero, el portazo del baño le impidió objetar. Sentado en el sillón con las manos a las rodillas esperó a que saliera de la ducha, preguntándose una y otra vez cómo haría para no volver a mojarse los vendajes si era tan torpe. Con esa incógnita se entretuvo un buen rato. También la madre de Midoriya le sacaba conversación a pesar de ser pésimo para hablar con desconocidos, aunque su sonrisa afable y atenciones le obligaban a responder al menos con monosílabos. El aroma a arroz y caldo hizo rugir su estómago, sacándole una risita alegre a la mujer mientras cocinaba.

Este era el día más extraño e incómodo de su vida, juró.

Cuando Midoriya salió oliendo a algo mejor que cloacas se pegó a su lado. Estar tanto rato solo en un lugar extraño era angustiante para él. Cojeando y con él de centinela fueron hasta la lavadora, metiendo ambos uniformes y mochilas a lavar.

—Izuku, ¿por qué no llevas a Sho-chan a tu cuarto? Les diré cuando la comida esté lista —propuso sonriente. Ambos ruborizaron por motivos diferentes: Todoroki porque le dijo Sho-chan y Midoriya porque un amigo vería su habitación. Tragando grueso ambos aceptaron ese destino, yendo hasta la habitación para dejar de estorbar en la cocina.

El chico tragó grueso y abrió la puerta. El rubor de sus mejillas no era por el agua caliente. Todoroki parpadeaba manso, detallando cada poster, figurita y tontería de All Might en su haber.

—No me sorprende en lo más mínimo —dijo con simpleza— Pero…

—¡Ah! ¡N-No mires! —saltó abochornado a taparle los ojos, esquivándole con ridícula facilidad. Fue a sentarse en la silla de rueditas.

—¡Todoroki-kun!

—Me gusta tu cuarto —giró en la silla como un niño, sin rebajar ni un ápice su expresión seria.

La enorme sonrisa de alivio que vio y luego como corrió a enseñarle sus figuritas de colección le hizo enarcar la ceja. Era… tan lindo.

••••••

Los dos pusieron la mesa cuando la cena estuvo lista. Todoroki mantenía su cara serena, aunque no podía negar lo apetitoso que lucía todo. Midoriya ya comía hambriento, bufando de placer a cada que masticaba. Tomó una mota de arroz con los palillos y se la llevó a la boca. Sus mejillas sonrojaron e incrédulo se metió más y más, masticando maravillado. Inko se limitó a reír, mirando a ambos devorarse el cerdo con ganas. El televisor de la sala sintonizaba las noticias, donde se hablaba de la inesperada tormenta que cubría Tokio. Entre bocados y el barrullo del televisor madre e hijo hablaban sobre cómo habían sido sus días. Todoroki escuchaba en silencio, jugando con los vegetales enredados en sus palillos. Aunque sólo escuchara y observara se sentía parte de alguna extraña forma. ¿Así era tener una familia funcional? ¿Una familia con amor? Izuku Midoriya era tan afortunado, maldición. Una madre que lo amaba, una mesa con comida caliente y un hogar al cual retornar todos los días. Él era el hijo de Endeavor, pero además de las ridículas expectativas de los demás y algo de dinero, no tenía más. Pero, eso no lo detendría. Mucho tiempo lo fingió ignorar cuando el rencor estaba ahí a punto de devorarlo entero. Ahora intentaba tomar al toro de los cuernos y enmendar errores que ni eran suyos, con tal de tener a mamá de regreso.

—¿Y tú, Sho-chan? ¿Qué tal las clases? Estudian en el mismo salón, ¿no? —sonrió Inko, sacándole de sus pensamientos. Salvarlo de ellos parecía un rasgo heredado de los Midoriya.

—Le fue muy bien en el examen práctico de hoy, mamá —comentó Midoriya con la boca llena— ¡Es realmente bueno! —sobresaltado Todoroki miraba a los dos.

—¡Oh! ¡Felicidades! No podría esperarse menos de ti —ahí pensó que diría: porque eres hijo de Endeavor. Sin embargo: — Pareces realmente encantador, y ayudaste a Izuku a volver en esta tormenta. ¡Ambos serán grandes héroes!

Agachó la cabeza, apretando los palillos que crujieron dentro su puño. Esa brasa adentro no tenía nada que ver con su quirk, ¿cierto?

Su celular resonó en el sofá. Se disculpó y fue a atender, desvaneciéndosele esa tibia paz al ver el nombre en la pantalla. Por un momento se había olvidado de esa cara, pero no podía escapar de ella para siempre.

—¡Shoto! —le gritó apenas descolgó— ¡¿Dónde estás, mocoso?!

—En casa de Izuku Midoriya, viejo —respondió con desgana.

—¡¿Qué!? —volvió a rugir a su tímpano— ¡¿Qué haces ahí!? 

—Estoy cenando —miró de reojo a los dos que fingían no escuchar nada.

—¡Shoto! ¡Es tu rival! No sé cuál vínculo tenga ese mocoso con All Might ¡pero definitivamente no puedes estar con él! —sermoneaba enojado.

—No te estoy pidiendo permiso, sólo te estoy avisando, viejo.

—¡Cuando salga de la reunión te voy a-!

Colgó y volvió a la mesa.

—¿Quién era, Todoroki-kun? —preguntó a sabiendas de la respuesta.

—Nadie importante —se llevó más arroz a la boca, comiendo en silencio.

—¿Quieres más carne, Sho-chan? —sonrió Inko, sirviéndole más a su plato.

Cuando terminaron de comer recogieron la mesa, repartiéndose espontáneamente los deberes como si fuese algo de todos los días. Esa rutina tan sencilla le recordaba a cuando lo hacía con su hermana, aunque aquí tenía una atmosfera diferente.

Más feliz.

—Vaya… ¿Esta lluvia no parará? —preocupada asomó por la cortina, iluminándose el cielo nocturno por otro rayo— Ni en otoño es así…

—En las noticias dijeron que hay fallas eléctricas en varias partes de la ciudad —dijo Midoriya sentándose en el sillón— ¡Los héroes y la policía se harán cargo! ¡Agh! Ojalá pudiera verlo... —lamentó mirando a su pierna.

Por instinto, quizás, Todoroki fue hasta el umbral, deteniéndole esa voz.

—¿Todoroki-kun? ¿Adónde vas?

—¿…A casa?

Los truenos retumbaron y las luces titilaron. La lluvia azotaba las ventanas como ráfagas de cristal capaces de romperlas si seguían así.

—¡¿Con esta tormenta!?

—¿Y si pasas la noche aquí, Sho-chan? —invitó Inko— Con esta tormenta ni un taxista correría riesgos... Y aún tu uniforme sigue en la secadora.

El chico se giró, mirando a sus pies en pantuflas y su pijama prestaba. Oh, cierto.

—¡Sí, Todoroki-kun! —saltó del sofá realmente emocionado con la idea. Sus ojos bicolores se turnaron al par.

—…Está bien.

••••••

Intentaron ver la televisión en la sala, pero la tormenta cortó la señal en medio de una película interesante. Sin internet, ni cable y con el cansancio ya haciendo mella por el largo día, fueron a la habitación. Midoriya se tumbó en su cama, soltando un quejido de dolor al recordar su pierna. Todoroki se sentó en la orilla, abrazando la almohada que Inko le había dado.

—Nunca había invitado un amigo a pasar la noche mi casa. Es emocionante, ¿verdad? ¡Es como una pijamada! —se giró a verle sin dejar de sonreír.

Todoroki le miró con la mejilla contra la tibia almohada y tras pensarlo unos segundos, sonrió. Midoriya parpadeó incrédulo. Soltó una risita y amplió aún más su sonrisa a mejillas pecosas. La sonrisa de Todoroki era realmente hermosa. En especial porque sus ojos se ponían de acuerdo para brillar a una misma intensidad.

Sentados en la cama le habló hasta el hartazgo de mangas y cómics de súper héroes, tirándole uno y otro para que leyera sus escenas favoritas. Todoroki sólo podía asentir, luchando para leer cuatro de esos libritos a la vez. Hablaron sobre las clases, las tareas y las dificultades y aunque Todoroki era más de escuchar, esa dinámica no estaba mal. Hasta Midoriya había vuelto de la cocina con galletas y leche, porque alegaba que una pijamada sin dulces no era una. Con una galleta entre los labios, Todoroki miró a la pila de ropa doblada sobre el escritorio.

Era el día más extraño e incómodo de su vida… también el más bonito.

Cansados se tumbaron a lo largo de la cama. Mirando al techo Midoriya no dejaba de hablar sobre quién sabe qué cosa ahora, y él sólo le escuchaba. Con la mejilla contra la almohada y el lacio cabello cubriendo su ojo café, le detallaba. El cabello rizado, los ojos esperanzados y sus pecas infantiles. Recordó cuando le tocó la cara, calentándose su mejilla derecha como si su quirk se hubiera cruzado. Esa explicación habría sido más convincente que la que asomó de su cabeza…

Abrió los ojos de impresión y sonrojó.

—Y entonces Ojiro-kun me dijo que podría enseñarme a usar las piernas como su cola, pero si yo le exp- —calló, girando en la cama y mirándole desconcertado— ¿Todoroki-kun?

—¿Qué?

La mano de Midoriya se posó sobre su mejilla izquierda. Un sofoco extraño hizo hervir la piel de Todoroki cuando sus ojos se encontraron tan cerca.

—Estás rojo… ¿Será fiebre? —palpó su mejilla y después echó su flequillo atrás para hacerlo con su frente. Todoroki parpadeaba ofuscado, sintiendo ese calor hasta impedirle respirar— ¿Te sientes mal? Estás caliente y rojo… —alcanzó su cuello y después tocó su brazo, frunciendo el ceño— Sólo tu cara lo está…

—¿Sí…? —su voz firme y directa dudó esta vez, preocupando aún más a Midoriya.

—¿Quieres una pastilla? —acarició con su pulgar debajo de su cicatriz. Todoroki petrificó a esa caricia tibia allí— ¡Oh, oh! ¡Ya sé! —se levantó, calzando con torpeza su única pantufla— ¡Espérame aquí, te haré un té tam-!

Lo jaló del brazo y lo arrojó de regreso a la cama, sobre su cuerpo. Sus brazos rodearon la cintura del chico con fuerza y hundió el rostro a su cuello. Midoriya mantenía las manitas temblorosas sobre sus hombros, procesando aún ese abrazo.

—No quiero pastillas… —apenas suspiró, cerrando los ojos e inspirando su perfume a jabón y comida caliente.

—Pero te dará grip- —se quiso zafar, pataleando en vano.

—Quédate así, Midoriya —aunque era una orden se sintió tan dócil que sólo pudo aceptar. Sus corazones sincronizaron latidos y sus respiraciones se apaciguaron. Las manos de Midoriya frotaban sus hombros, creyendo todavía que estaba resfriado. Pero Todoroki ya sabía que no era por eso su rostro tan rojo y caliente.

—Quiero preguntarte algo… —dejó de esconder el rostro a su cuello y le miró. La minúscula distancia hizo las puntas de sus narices rozar. Seducido por algo inexplicable, Midoriya entrecerró los párpados sin pensarlo. Todoroki relamió sus labios y afiló sus ojos tan inolvidables— Tu quirk… ¿No será copiar quirks? —frunció el ceño— ¿Tomaste mi quirk? ¿Copiaste el de All Might y luego el mío? ¿Mi fuego…?

—¿¡Eh!? —le gritó a la cara— ¿Qué dices? —quiso reír, pero recordó que no podía decir ni pío sobre el One for All, así que se tragó las palabras a media garganta— N-No, no lo es… S-sólo es fuerza, así de simp-

—Entonces sólo queda una respuesta —interrumpió.

—¿Eh? —ladeó la cabeza.

Todoroki apretó sus labios y contó hasta tres dentro su cabeza. Su corazón latía tan fuerte, un vértigo adentro no acababa por hacerlo vomitar y el calor de sus mejillas era por igual. No el lado derecho, no el izquierdo: ambos. Era una apuesta arriesgada, ni el héroe más valeroso lo haría, creyó él. Pero sólo esto probaría su última hipótesis, que además respondería otras preguntas.

¿Por qué pensaba tanto en él? ¿Por qué significaba tanto en su día a día desde esa pelea? ¿Qué realmente le impulsaba a enmendar todo? ¿Por qué durante la cena y en medio de esa tormenta espantosa no sintió miedo? ¿De qué trata ese calor que sintió cuando lo tocó? ¿Su corazón latiendo así? ¿Ambas partes de él sofocándose por su cercanía?

Tomó de las mejillas de Midoriya y cerrando los ojos con fuerza, le besó.

Por la manera que sus latidos se frenaron, por el modo en que sus labios inexpertos se movieron sin pensar, por la brizna y después brasa que se hizo una explosión caliente dentro su estómago, lo supo por fin.

Se apartaron, chocando sus alientos por los instantes sin respirar. Midoriya le miró sorprendido, con el rubor que quemaba su cara ahora sobre esas pecas. Todoroki quiso perderse más en esos ojos verdes, pero falló, volviendo a declinar ante esos labios tibios y que sabían a galletas de vainilla. Midoriya llevó las manos a sus mejillas, quemándole la cara sin despedir fuego bajo sus yemas. Sus bocas no sabían gran cosa, casi nada sobre esto, pero se amoldaron a la perfección. Una perfección torpe, tímida pero honesta. La perfección en absoluto. Su corazón latía y además de eso, se sentía vivo. No latía porque sí, lo hacía porque Midoriya le besaba, porque sus manos acariciaban su cara, porque su peso le abrigaba en esa jodida tormenta.

Se volvieron a separar, rodando en la cama hasta acabar de costado. Antes de que el nervioso chico dijera algo le calló con otro beso y otro y otro. Besos cortos, probando de la vainilla y ese calor que no quería le dejara más. Midoriya lentamente y a ojos entrecerrados aprendía a bailar a la par de ese compás tan inexperto como el suyo.

—Ya sé qué me pasa, Midoriya… —suspiró contra su boca, manteniendo esa nula distancia para respirarle. Sus narices se topaban con torpeza en ese afán de cercanía.

—¿N-No es fiebre?

Sostuvo de su mentón con la izquierda y entrecerró los ojos, dispuesto a asegurarse por enésima vez. Sus dedos exudaban calor, haciendo suspirar a Midoriya y ceder a que confirmara todas las veces que quisiera.

—…No.

—¡SHOOOOOOOOOOOOOOTOOOOOOOOOOO! —gritó Endeavor afuera. Del susto chispearon llamas de su mano quemando a Midoriya, quien lo apartó de una patada tirándolo de la cama. Se levantó torpe bajo el estruendo atroz de un claxon— ¡SHOOOOOOOOTOOOOO!

—¡Midoriya! ¿Estás bien? ¿Te quemé? —tomó su rostro y con la otra mano enfrió la marquita roja que tenía. El chico se apartó con vapor saliendo de sus orejas.

—¡E- ¡Estoy bien, tranquilo!

—Pero.

—¡Lo estoy, estoy excelente! —intentó reír, saliéndole un chillido de pajarraco. ¿Así se oiría Fukuyami nervioso también?

—¡Izuku!

—¡SHOOOOOOOOTOO!

Ambos se miraron. Todoroki apretó los puños y frunció el ceño. Cuando tuviera edad le patearía el culo a ese imbécil. Una mano sobre la suya le tranquilizó en el acto.

—Está bien —sonrió con las mejillas sonrojadas— Fue divertida la pijamada, Todoroki-kun. N-Nos vemos mañana —no pudo sostenerle más la mirada del bochorno. Todoroki asintió y recogió sus cosas con prisa. Se colgó el bolso al pecho y enfiló la puerta. Miró al chico sentado en medio de la cama. Su sonrisa dulce y vergonzosa le hizo sentir ese calor entrañable de nuevo— Nos vemos —repitió cabizbajo con un ademán.

Todoroki corrió hacia él y le besó. Un choque torpe, profundo y ansioso sosteniendo de sus cabellos. Al soltarse no evitó sonreír contra sus labios, tan suaves, tan dulces, tan cómodos para permanecer. Midoriya petrificó a tener esa hermosa sonrisa a milímetros de su cara.

—Nos vemos, Midoriya —dijo, acariciando su oreja con los dedos y mirando su rostro en igualdad de condiciones. Si ambos compartían de ese rubor no se sentiría tan extraño tenerlo. Compartir algo con alguien, para un chico como él, sí que era afortunado.

Despidió a la señora Inko, quien le abrazó con fuerza como si se tratase de un hijo más. Bajó las escaleras y se metió rápidamente al lujoso auto aparcado en la acera. La mirada despectiva de su padre fue el saludo y cabizbajo sólo se abrochó el cinturón.

—¿Fuiste recomendado en la Yuuei para hacer amigos o convertirte en un héroe...? —preguntó, comenzando a conducir en medio de la lluvia— ¡No fraternices con el rival, a menos que sea para destruirlo! —regañaba malhumorado, esperando hacerse hueco en su hijo— ¡Entrena y hazte digno de tu quirk en vez de tontear con ese mocoso! ¡Debes acabarlo! ¡A All Might y a él!

Mirando a la ventanilla le ignoraba olímpicamente. Ni ganas tenía de jugar al sarcasmo. Con la mano izquierda a su mejilla intentaba emular ese calorcillo de Midoriya sin éxito. Ese calor no podía ser imitado ni por el hijo de Endeavor, el héroe número dos y maestro de las llamas infernales. Cabizbajo sonrió, recordando el calor que probó de su boca y que amparó su interior de la lluvia como los abrazos que tuvo alguna vez de mamá.

Mirando a la ventanilla con la mano a la cara no pensó en la odiosa lluvia ni en las razones para detestarla. Sin duda, su quirk era poderoso. No era súper fuerza, estaba seguro. El verdadero quirk de Izuku Midoriya era hacerle olvidar las cosas malas. La lluvia, las culpas, las dudas y la soledad.

Había perdido ante él y eso le hizo sonreír.

Ya no le desagradaban las lluvias de abril.

 


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