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Manada Uchiha - La Pareja de Madara por SkyStars10

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Notas del fanfic:

Buenos días, tardes o noches, dependiendo en el horario que han entrado a leer esta fic. Antes de que comiencen a leer quiero hacer un par de aclaraciones.

La primera es que esta es una adaptación de los libros de Lynn Hagenn – Manada Brac, hago a la adaptación porque me encantaría ver a mis personajes Favoritos de Naruto desarrollar estas geniales historias.

La segunda aclaración es que la historia no se da en Japon, se da En estado Unidos, esto porque no quiero cambiar demasiadas cosas de los libros.

Quiero aclarar que la manada se llama Manada Uchiha , por el apellido de Madara, solo por eso.

La tercera y más importante, es que los personajes en estos libros no están relacionados de forma familiar, si bien es cierto que se llama Manada Uchiha y la maría de la esta familia conformara la manada, no quiere decir que sean familia. Les explico, Madara será el líder la manada y nada más. Fugaku, Itachi y Sasuke, no serán padre e hijos, cada uno es un personaje independiente que tendrán apellidos distintos.

Notas del capitulo:

Esta es una adaptacion de los maravillosos Libros de Manda Brac, a mis personajes y couples favoritas de Naruto o aquellas que yo vaya inventando en el camino.

Todos los creditos son para la genial Lynn Hagen creadora de estos maravillosos libros. 

Yo solo are las adaptaciones esperando les gusten. 

La pareja de Madara

Capítulo1

Madara le dio una seria mirada. -Bien, tú puedes tratar con ese lio mientras voy y regreso. Llámame si tu cabeza explota. Aparte de eso déjame en paz. - Necesitaba un cambio. Tratar con las cosas diarias se había vuelto muy aburrido. La chispa se había ido y una vez que se iba ya nada se disfrutaba mucho.

Madara subió en su motocicleta pensando en lo complicada que se había vuelto su vida desde que decidió formar su propia manada. Su padre pensaba que Madara podría ser el Alfa y guiar a la manada una vez que él le dejara el liderazgo. Después de todo, Madara era el más grande lobo Timber , sobrepasando a su padre que solo media dos metros. En su forma de lobo no había quien rivalizara con él.

Él sabía que eso no podría ser, la manada se puso furiosa cuando descubrieron que él era gay y gritaron sus opiniones de mente estrecha a su padre.

Su padre le había asegurado que la manada cambiaria de opinión. Madara dudaba eso. Así que dejó la manada con su mejor amigo, Hashirama. Lentamente, con los siglos, los guerreros Timber con la misma preferencia sexual se habían unido hasta que la manada Uchiha estuvo formada. Hizo a Hashirama su beta.

Cuando el guerrero, Fugaku se les unió, Madara lo hizo el comandante sobre los otros lobos, llamados centinelas, guardianes de la pareja que Madara y los otros esperaban un día tener.

Habían pasado tres siglos desde que dejó la manada. Tres siglos y aún no tenía pareja.

Madara suspiró mientras subía a su motocicleta y la encendía, rezando con poder encontrar a quien el destino le tenía asignado pronto. Ellos vivían mil años y el ya no era un jovencito.

Ir hasta la ciudad no le llevó mucho tiempo. Su propiedad estaba en lo profundo del bosque, escondida del camino, pero la ciudad no estaba demasiado lejos. Al entrar al estacionamiento de la cafetería apagó el motor, Madara esperaba que el destino supiera lo que estaba haciendo porque él estaba realmente cansado de esperar.

 Dando su orden, Madara se dirigió a un sofá de la esquina. Recargó la cabeza en el sofá y cerró los ojos disfrutando la paz. El latido en su cabeza pareció calmarse, la tensión disminuía. Tomó la taza llena de Té Chai. Era un aficionado „de closet‟ al té. Solo Hashirama sabía su pequeño secreto. Él sonrió. Si los chicos lo supieran no lo dejarían en paz nunca. Saboreando el caliente brebaje, un aroma llegó a su nariz e inhaló profundamente. El aroma a canela y lluvia de verano lo inundó, el aromático olor regresaba sus sentidos a la vida. Maverick abrió los ojos y revisó a los clientes, tratando de encontrar al propietario de ese fuerte olor a especias.

Ahí estaba. Un hombre viendo al mostrador de cristal de los pastelitos, moviéndose de un pie a otro con indecisión. Él tenía el olor que hacía hormiguear su piel. Madara bajó su té. Viéndolo. Su mirada recorrió el cuerpo del chico. Cabello corto casi a ras color caoba que dejaba al descubierto su delicado cuello, delgada espalda cubierta con una camiseta roja. Jeans azules que se ajustaban en el firme culito y diminutas delgadas piernas. Si ese trasero era una tentación, Madara podía apostar que el frente era incluso mejor. Como si le leyera la mente, el chico se giró, viendo directamente a Madara.

Los ojos de Madara se abrieron más. El hombre era impactante. Él tenía un desordenado corte de cabello al frente, con fleco que caía sobre su ojo derecho. Sus rasgos faciales eran perfectamente simétricos y tenía un cuello como de cisne, besable y chupable. El chico inclinó la cabeza a un lado como si se estudiaran. El chico con el celestial aroma masculino se giró atendiendo al cajero. Sabía que el chico sintió la atracción, esa era la única razón de que supiera que estaba siendo observado. Madara jaló su bigote debajo de su labio inferior, esperando a ver si el hombre buscaría un asiento o se iría. Su mirada seguía cada movimiento del chico—hombros levantados, la cintura girada, el trasero de lado.

Él lo quería.

Mío.

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Madara veía como la luz moría en el departamento. Él podía esperar otra media hora antes de ir por su pareja. La urgencia de reclamarlo en el café había sido fuerte. Lo apremiaba a tomar lo que era suyo. Lanzar a su pareja al suelo y joderlo frente a la selección de té, probablemente causaría que lo arrestaran. Acecharlo era una ruta mucho mejor.

Su pareja era el hombre más hermoso que hubiera visto. Solo su fuerza de voluntad lo detuvo, quería reclamar a su pareja, no causarle un ataque cardiaco. Eso tenía que hacerse bien. Después de lo que pareció una eternidad, Madara dejó la seguridad de los bosques, usando la sombra de la noche como cubierta, y él se deslizó hacia la puerta trasera. Viendo alrededor deslizó la puerta de vidrio, el ruido apenas podía haberse percibido, incluso por Madara, debido a sus aumentados sentidos. Siguió el aroma que era fuerte en ese lugar hacia la recamara.

 Acostado desnudo con las sabanas rodeando una de sus caderas y las piernas de su pareja. Madara se quedó de pie por un momento, absorbiendo la hermosa forma. La delgada espalda que en la cafetería estaba cubierta, estaba ahora expuesta para su aprecio. Su mirada bajó hacia la delgada cintura. El hombre era muy pequeño. ¿Cuál sería el nombre de su pareja? ¿Cuáles serían sus pasiones? Madara, quería saber todo de él.

Finalmente bajó la mirada a esos dos suaves y redondos globos. Sus caninos dolían por morder, por raspar mientras la lengua lo calmara. Su pene comenzó a pulsar, queriendo enterrarse entre esos dos exquisitos montículos. Caminó tranquilamente hacia la figura dormida y la jaló suavemente. Las sabanas se deslizaron al suelo. Saliva llenaba su boca mientras Madara, se inclinaba y besaba cada nalga. Su pareja gimió. Levantando las caderas.

No siendo capaz de resistirse más, Madara, apartó las nalgas y lavó el centro estrellado. Él lo mordisqueó con la punta de sus colmillos y entonces chupó la marca. Las caderas de su pareja se levantaron más disfrutando la sensación en sus sueños.

La lengua de Madara se deslizó hacia el colgante saco, chupando una a la vez mientras sus dedos recorrían el pequeño premio rosado.

Pasó su lengua alrededor del agujero y agregó saliva a un segundo dedo. La punta de su lengua lavaba el perineo, amando el hecho de que su pareja estuviera depilado abajo.

—Más—él humano gimió. -

 Madara empujó un tercer dedo, estirándolo con sus dedos. Lo mordió juguetonamente mientras se ponía de pie y se desnudaba. La mesita de la noche tenía una botella de lubricante esperando a ser usado. Tomándolo, vertió una generosa cantidad entre sus dedos.

—Sobre tus rodillas — Maverick suavemente ordenó con una hipnótica voz. Mientras no hubiera ruidos repentinos, su pareja seguiría en trance. Esta noche lo marcaría, dejándoles saber que el pequeño chico le pertenecía.

Su pareja se colocó en cuatro patas, separando sus rodillas, ofreciéndose. Madara pasó su dedo arriba y abajo de la grieta y alrededor del anillo de músculos, asegurando la menor cantidad de resistencia. Cubrió desde la base a la punta de su pene con el frio lubricante. Colocando la palma entre los omoplatos del humano, tranquilizó a su pareja sometiéndola.

Madara llevó la punta de su pene hacia la apretada abertura y se empujó, deslizándose hasta la raíz. Su mentón tocaba su pecho, sus ojos cerrados mientras respiraba adentro y afuera, previniendo una rápida liberación. Este era su pareja, no solo otro trasero que buscó para joder de forma anónima. Era su pareja. Cuidado especial tendría que darle solo a este hombre. Podría sacrificar su vida para mantenerlo seguro, para mantenerlo feliz. Su hombre estaba cerca de descubrir lo que implicaba acoplarse con un lobo Timber. Él no iba a querer nada más.

La sensación de la apretada y suave carne aferrándose alrededor de su pene era increíble. Madara vio hacia abajo para ver a su pene desaparecer una y otra vez. Su pareja levantaba el trasero cuando las bolas de Madara lo rosaban, el sonido de piel conectando con piel llenaba el cuarto. Líneas firmes, apretado culo y hermoso pene eran el epitome de lo que Madara pensaba que era el cielo.

Comenzó a empujar su pene más fuerte cuando su liberación estaba cerca, el trasero de su pareja se empujaba cada vez que lo hacía Madara. Su cabeza cayó hacia adelante mientras sus colmillos se alargaban, sus ojos cambiaron mientras sus garras se extendían.

Madara enterró sus dientes en la suave y tierna carne. Sus labios crearon succión cuando él bebió como si fuera el más dulce de los vinos, tomando lo que para siempre sería una parte de él a partir de ahora.

Tomó las caderas de su pareja, empujándose con fuerza, mientras jalaba hacia atrás el dulce culo en su pene, castigando el agujerito rosado. Su pareja gritó fuerte mientras Madara levantaba la cabeza, sangre bajaba por sus colmillos. Sus caderas se empujaban rápido y duro, mientras su semilla bañaba el estrecho canal.

Madara se inclinó y selló la herida.

—Duerme — murmuró al oído de su pareja.

El hombre instantáneamente se empujó en su almohada, levantando una pierna se quedó dormido. Madara se vistió, viendo a su pareja dormir. Se inclinó y le dio un ligero beso en la frente. En una voz apenas audible, le dijo — Regresare por ti. —  Salió por la puerta trasera hacia el interior de las sombras. Llegando hasta donde había dejado escondida su moto detrás de la maleza, balanceó una pierna y se sentó a horcajadas sobre ella, sacando su teléfono celular del interior de su chaqueta de piel.

— Fugaku, necesito un centinela para una tarea de guardia. — Cerró el teléfono y lo guardó en su chaqueta.

Ahora su olor estaría permanentemente en su pareja, cualquier lobo que estuviera cerca detectaría que lo había reclamado. Una pareja de Alfa era una fundamental captura para sus enemigos. Su pareja necesitaba un guardia ahora.

Oyó al centinela aproximarse antes de que pudiera verlo a través de las sombras. Madara sabía a quién había enviado Fugaku. A Sasuke. Él era el mejor rastreador de los doce guerreros.

 Maverick veía el departamento mientras hablaba. —Quiero que vigiles a ese hombre— puntualizo —hasta que te diga lo contrario. —

 —Si, Alfa. — Sasuke contestó brevemente. Sin necesidad de preguntar, hasta donde le concernía al Centinela la orden había sido muy clara.

Madara encendió la motocicleta y salió al camino. Su pareja era simplemente hermosa. La necesidad de reclamarlo era fuerte, pero él sabía que el hombre no estaba listo.

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Madara dirigió la motocicleta hacia el camino de su casa. El mantendría a su pareja vigilada hasta que sintiera que su pareja estaba lista para ser reclamada. Necesitaba elaborar un plan. De algún modo necesitaba presentarse ante su pareja para que pudieran comenzar a ser amigos.

Llevando la motocicleta por el camino de grava, él sabía lo que el necesitaba hacer. Suigetsu era el más joven de los Centinelas. Él podría enviarlo para que se hiciera amigo de su pareja y cuando los dos fueran amigos lo siguiente seria que el centinela lo invitara. Madara podría seguir a partir de ahí.

Aún no había iniciado el proceso de reclamación. Lo que habían tenido era solo alucinante sexo. Las palabras del antiguo ritual no fueron dichas, pero hasta que su pareja no estuviera lista, Madara no podía decirlas.

Quitándose el casco cuando llegó a su casa. Madara buscó al joven lobo. Encontró a Siugetsu en el estudio junto a un par de guerreros.

—A mi oficina, Siugetsu — . Maverick metió los pulgares en sus bolsillos delanteros mientras se alejaba.

Entrando a su oficina, se quitó su chaqueta dejándola en el sofá de cuero. El guerrero entró detrás de él.

—Toma asiento, cachorro. —

Suigetsu se sentó viendo nervioso alrededor del cuarto. Madara sabía que él estaba siendo reservado. El cachorro era el más joven de ellos. Siugetsu solo tenía noventa años. Tomaba sus deberes seriamente para un joven de su edad. Una vez que el guerrero estuviera totalmente maduro, sería un buen centinela. Los guerreros nacían no se hacían.

—Necesito que te conviertas en el amigo de alguien. — Madara subió su pie con bota al escritorio. Estudiaba a Suigetsu mientras jalaba su bigote con su labio inferior hacia abajo.

—¿Puedo preguntar de quién? —

Madara se rio. —Sería muy difícil para ti empezar a ser amigo si no sabes de quien. —

Limpiándose la garganta, Madara estiró sus brazos detrás de su cabeza. No quería revelar que había encontrado a su pareja. Aún no. Madara olvidó por un momento que no estaba solo e imágenes de su pareja llegaron a su mente. La suave y cremosa piel lo llamaba. ¿Cuál era el nombre de su pareja? Madara estaba muriendo por saberlo.

Estaba haciendo lo correcto, tomárselo lentamente. Tres siglos eran demasiado tiempo de espera solo para precipitarse y enredar las cosas. Había algunas cosas que no estaban a su favor al tratar de reclamar a una pareja humana.

Una, él era un lobo Timber. ¿Qué humano podía aceptar eso? Segundo su estatura. Él media dos metros diez, era malditamente atemorizante para la gente pequeña. Y su pareja era pequeño. Quitando sus manos de detrás de su cabeza, Madara se inclinó hacia adelante. — Aún no estoy seguro de cuál sea su nombre. —

Las cejas de Siugetsu se elevaron, pero el cachorro no preguntó. Sabía que se oía loco pedirle esto al joven.

Madara sabía que él podría regresar a ese departamento incluso con Sasuke cuidando a su pareja. La atracción era una fuerza muy poderosa. Podía sentir el olor del humano incluso ahora. Había cosas que necesitaba cuidar antes de regresar a acechar al chico.

 

 

 


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