Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Map of your soul por Hyoneschwan

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

¿Qué se puede hacer cuando un niño tan molesto es tan grande a la vez? Este chico puede mostrar una faceta muy distinta dependiendo de la situación; aunque, en verdad, tengo la certeza de que sólo cambia la expresión de su rostro, pues su mente y sus ideas han de conservarse muy bien. Es un poco cabeza dura también, pero hay algo en él que lo hace sumamente atractivo.

 

Quizá sea su sonrisa, o su repentino comportamiento de mascota cuando se encuentra en plena sesión de fotos recostado en mis piernas, trepado a mis piernas, sobre mis piernas, observándome desde abajo con una dulzura que no deja de sorprenderme. No lo admitiré, eso está de más decirlo, pero sí guarda un misterio allí detrás de sus ojos grandes, que pasean por mi cara mientras sus dedos intentan jugar con los lentes que llevo puestos. Un misterio que me produce mucha curiosidad.

 

Tomo sus manos y lo alejo de mí, pero él vuelve a acercarse. No me causa ninguna gracia que sus brazos sean más largos y le permitan alcanzarme tan fácilmente, pero al mismo tiempo siento un sutil entusiasmo, latente y esparcido desde mi abdomen hasta mis comisuras, que no pueden evitar alzarse para responder a su estupidez. Taehyung es lindo y por ello mismo lo condeno. No se lo diré y dudo que necesite oírlo de mí, pero su cercanía y el eco de su voz, tan profundo y grueso en sí, generan tanta inquietud en mi cuerpo que me enerva. En verdad me enoja y quisiera golpearle, pero se trata de un enojo algo distinto, porque no puedo asumirlo con el ceño fruncido y me pide que sonría.

 

Y no me gusta sonreír, no forma parte de mi papel y culpo a este ser endemoniado que no cesa su jugueteo infantil a mi costa, que mueve sus piernas y manos como si no fuera nada cuando en realidad abarca mucho espacio; y, lo que lo vuelve aún peor, me hace ver como una hormiga insignificante. No tengo problemas con mi tamaño, claro que no, absolutamente no, pero me resulta bastante molesto que él sea tan grande, incluso ancho, a comparación de mis piernas, mis brazos y mi anatomía en general…

 

 

¿Por qué pica mi mejilla? ¿Piensa que así reiré? Nunca podría conseguirlo con un intento tan vago, ridículo, pero espero que no se entere jamás de que tiene métodos mucho más sencillos y naturales para hacerlo. A veces le basta con sonreír para contagiarme, de esa manera en la que su boca se torna rectangular y sus cejas se arquean. ¿Qué clase de expresión es aquella? Única suya, o al menos yo no la he visto en ningún otro rostro. Estoy interesado en saber con qué espíritu diabólico y nórdico hizo contrato este niñato para conseguir un rasgo tan característico y excepcionalmente adorable.

 

Lo que me hace pensar sólo lo condena una y otra vez. No veo necesario responder cuando alguien llega preguntándome por qué mi cara luce como si tuviera diarrea puesto que, ¿qué más quieren de mí? Si tengo que soportar a este sujeto infame, con su risita de querubín maldito tan súbitamente contrastada con un vozarrón desmerecido, extraño, abrupto… Y ese vozarrón compensado, a su vez, con ruidillos amontonados en un escándalo cuyo encanto no quiero aludir y del cual me gustaría desentenderme.

 

También quiero que deje de mirarme y que no se aproxime más de la cuenta, porque de tantas ganas que tengo de golpearle nace en mí el arrebato cuasi asesino de estrujarle las mejillas hasta abultarle los labios y provocar su posterior explosión; pero sus labios constituyen otro elemento crucial en su composición que prefiero no observar. Se ven bonitos y eso es lo peor de todo, porque no puedo simplemente hacer lo que se me antoje con ellos.

 

No me desagradaría hacer lo que quisiera con ellos, pero no tendría sentido. Al menos no el sentido que necesito adjudicarle para asumir el riesgo que conlleva atreverme… Sin problemas me atrevería si se tratara sólo de mí, pero cargo en mis hombros una responsabilidad que no me permite ceder a impulsos tan mundanos y nimios. Me pregunto si él lo entiende, aunque lo más seguro es que ni siquiera se lo consulte. No parece ser lo suficientemente listo como para hacerse preguntas, ¿no? Considero que es más impulsivo de lo que su tranquilidad momentánea aparenta en ocasiones, y no tan mental.

 

Pero yo juego para el equipo contrario y en consecuencia guardo mis pensamientos para incinerarlos cuando me quedo sin espacio. Sin embargo, hay mucha memoria disponible en este momento y más aún si se trata de este chico pesado y tosco, que aparenta ligereza por su aireada expresividad y luce como monumento de mármol al defender sus caprichos. Caprichos… Posiblemente el término “caprichoso” se le ajuste bien y algo que se me ajusta bien a mí es no compartir sus caprichos, a menos que el condenado tenga la intuición de convencerme a sus maneras; torpes y bellas maneras.

 

A veces siento intriga por conocer qué transita su mente cuando de repente se ve estancado, cuando las luces se apagan y las cámaras agachan la vista. Estoy seguro de que sería más interesante para ambos escuchar lo que su voz oscura diría en la soledad que lo abriga al llegar a casa, al cerrar la puerta de su habitación y aislarse de cualquier sonido circundante. ¿Qué se esconde detrás de tantas risas y de su típica energía exacerbada? ¿Qué se oculta en esos ojos cuando la presión de los medios los abandona?

 

 

—Hyung, ya nos podemos ir. ¿O te quieres quedar?

 

Preguntas ingenuas de su parte, un poco innecesarias en ocasiones pero que aún así arrastran consigo la gracia de su entonación aniñada y por ello valen completamente la pena. Lo miro, de pie a unos metros delante de mí, y me levanto del sofá para alcanzarlo con un quejido que acompaña mi desperezo.

 

—¿Quedarme aquí? ¿Contigo? Ni de casualidad.

 

Pone sus ojos en blanco y le doy una palmada en el hombro para transmitirle que lamento su tontería, pero él vuelve a picar mi mejilla.

 

—¿No crees que has tenido suficiente de eso el día de hoy? —mi voz resume casi a la perfección el agotamiento que pretendo tener, pero él sonríe y, a pesar de que exclama la pequeñez de mi rostro, me causa cierta ternura que no pueda evitarlo—. Vamos, vayamos a comer. Yo te invito.

 

 

La expresión satisfecha que inunda sus facetas es suficiente retribución para mi bolsillo y, más que un niño, parece un perro al que estoy sacando a pasear. No hay forma de que me fastidie porque hoy estoy de buen humor y nada sería una mejor receta para mantener mi ánimo que estar otro rato con este tipo. Además, al ser mayor, me corresponde cuidarlo y alimentar no sólo su estómago, sino también el milagro comprendido como su alma sin mapa.

Notas finales:

¡Gracias por leer!

Si te gustó me haría muy feliz que dejaras un comentario para poder saberlo; no importa cuán breve sea, una sola palabra puede hacer un gran cambio. ♥


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).