Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Corre Noah, corre. por Neko_san

[Reviews - 22]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

¡Hola! Es la primera vez que escribo dentro de esta categoría, y también hace mucho que no publico algo. Pero ojalá os guste, y agradezco a todos los que me den una oportunidad a mí y a mi fanfic.

Notas del capitulo:

Sin más. ¡A leer! 

.

El lugar se encontraba, como cada día, repleto de niños y niñas a su alrededor; las maestras cantaban canciones infantiles, las niñas saltaban para tratar no pisar con sus pequeños pies la larga soga que se movía debajo y luego por arriba de ellas, y los niños salían huyendo velozmente cada vez que molestaban a las niñas. Era la primaria.

Noah era uno de ellos, un niño normal encantando de jugar con sus compañeros. Aunque no podía escuchar; había nacido con una profunda sordera que le impedía oír los bellos sonidos que solo la niñez podía ofrecer: risas chillonas, nanas, y los diálogos de dibujos animados. Pero su condición no le impidió hacer buenos amigos, aunque, como cualquier niño, anhelaba escuchar algo, no solo el zumbido de siempre.

–Noah, te hemos comprado algo –Era su séptimo cumpleaños y sus padres le habían regalado lo que más anhelaba: un medio para poder escuchar, Audífonos Retroauriculares. Noah no evitó llorar de la alegría y dar saltos por toda la casa.

Ese día quería llegar lo más rápido posible a su escuela, no podía esperar en mostrarles a sus amigos el moderno auricular que llevaba puesto en sus orejas, que, debido al largo de su cabello, cubría lo suficiente el aparato volviéndolo casi imperceptible.

Corrió hasta su salón y cuando iba a hablar:

–Pobre, ¿no? Si yo no pudiera escuchar me mataría.

–Shh, puede que esté por llegar y te escuche decir eso.

– ¡Tonto, él no puede escuchar! ¡Es sordo!

Quedó anonado con lo que acababa de oír. Sus compañeros se rieron un rato hasta que lograron captar su presencia. El cuarteto paró, se miraron mutuamente, y lo saludaron como si hubieran hablado del clima.

Noah no sabía qué hacer. « ¿Hablaban de mí?», pensó. Decidió quedarse en silencio y acomodar su mochila cuando sus amigos volvieron hablar.

–No nos oyó. –Bufó uno y siguieron con las pequeñas risas.

El castaño tragó saliva con un claro nudo en su garganta. « ¿Fueron así también cuando no oía? ». Sus inseguridades lo llevaron a acariciar el aparato en su oreja, ocultándolo más debajo de su cabello. Así, decidió fingir que aún seguía siendo... un niño sordo.

 

1.

 

Había vuelto a caer en el mismo sueño. Desperté con algo de sudoración en mi frente y manos, daba pequeños espasmos en ciertas partes de mi cuerpo. No importaba, ya me había acostumbrado a ello. Me levanté y lavé mi rostro, y no olvidé colocarme algo importante: mis auriculares.

–Buenos días, mamá. –Saludé a mi familiar para luego plantarle un beso en su mejilla. Ella era una mujer de mediana edad; tenía tres empleos dando clases de Literatura en diferentes escuelas, ambos sabemos que nuestro tiempo es limitado. – ¿Y papá?

–Ya se ha ido. Hoy tenía una presunta reunión importante. –Mi padre, también ejercía en el ámbito de la educación, solo que él era un decano de una importante universidad.

–Supongo que es realmente importante una reunión así cuando se debe decidir que servir para el desayuno.

Mi madre y yo reímos, y luego solo me limito a desayunar. Dentro de poco debía ir a clases; a mi último año de la secundaria.

Al finalizar el desayuno, tomo mis cosas y me despido de mi madre. Llegué a clases y saludé a mis amigos: amigos que sabían que podía oír como cualquiera... pero desconociendo aquel aparato que permitía que fuese posible. Me senté delante de aquel chico que consideraba un poco bastante introvertido: siempre portaba, sin importar el clima que hubiera, una sudadera con el que cubría la mitad de su rostro con la capucha, constantemente llevaba la mirada baja y nunca hablaba con nadie. ¿Su cara? Es un completo misterio, nunca nadie le ha podido ver por completo o ha podido escuchar su voz siquiera.

–Hola, Logan. –Aun así lo saludo diariamente, quien me responde asintiendo la cabeza. Aunque Logan es un chico callado, siempre espero que con mis charlatanerías, mis comentarios o bromas, lo hagan abrirse a mí. Sin éxito alguno, aun.

–Ey, Noah ¿hiciste la tarea de algebra? –Rory, uno de mis amigos, junto a otros pares más, se soban las nucas preocupados. Ya sé lo que eso significa.

–Sí, no me tomó mucho.

–Oh vaya, ¿ven que les digo que Noah es realmente bueno en esto? –Le habla a los demás chicos quienes asienten. – ¿Sabes?... nosotros tuvimos que trabajar mucho hace una semana y... no tuvimos tiempo de realizar la tarea, así que... nos preguntábamos sí– antes de terminar, lo interrumpo para entregarle mi tarea.

–Vale, pero me deben una. –Los chicos se alegraron a más no poder agradeciéndome con abrazos y halagos. –Que no se note que nos hemos copiado.

– ¡Vale, no te defraudaremos! –Sin más, se fueron correteando entre los pasillos como niños. Tenemos 18 años y aún siguen con esa actitud. No tienen remedio... Una compañera mía se acerca con pasos lentos y casi silenciosos. Me doy cuenta de su presencia y le sonrío como siempre hago con los demás. –Sophie.

–Noah... –Cuando estaba a punto de decir algo, sus palabras se detienen y me mira con cierta extrañeza. –Tienes algo en tu oreja... – « ¿Mi oreja? ». La mano de Sophie se extiende acercándose a mi oreja derecha. ¿Lo habrá notado?, ¡no! Sin perder un segundo más, llevo mi mano para cubrir mi lado derecho.

– ¿Qué sucede Sophie? –Mis palabras salen con un volumen imprevistamente alto, pero estoy nervioso. « ¿Lo habrá notado? ». Los recuerdos vuelven a mí, pero trato de evadirlos mirando a mi compañera quien me observa con cierta sorpresa. Pero para mí alivio, decide dejar el extraño sucedo de lado.

– ¿Le has prestado tus apuntes a ellos? –Refiriéndose a mis amigos. Lo cual afirmo con un movimiento de cabeza. –... No deberías.

– ¿Eh? –La miro confuso. No sabía a lo que se refería.

–Ellos no van a trabajar. Cuando salen de aquí se van a jugar a las máquinas y a beber ¡No le prestes tus cosas! –Lo último me lo había dicho en voz alta llamando la atención de sus amigas quienes no tardaron en venir a por ella.

–Sophie, no le grites. –Entre algunas se la llevaron a un lugar más apartado. Pero con mi aguda visión, había notado que se encontraba muy nerviosa: sus manos habían estado temblando y jugaba mucho con ellos, sus ojos no paraban de mirar de un lado a otro. Su comportamiento había sido extraño. –Discúlpala –una de sus amigas me habla –Sus padres acaban de divorciarse... le ha afectado mucho. Se la pasa metiendo su nariz en asuntos que no son suyos.

Me quedo sin palabras, pero trato de comprender su estado, por lo que simplemente dejo pasar el mal momento y asiento. La observo desde lejos; y en cuestión de segundos se echa a llorar mientras sus amigas tratan de calmarla. La situación me entristece, restándole importancia a lo que me había dicho.

Ya habían iniciado las clases. Y era tan monótono como siempre. Mi celular sonó  avisando la llegada de un nuevo mensaje por lo que, discretamente, saco y leo. « Es Simón», me digo a mí mismo, sin darme cuenta de la pequeña sonrisa que esbozo.

« The Neighbourhood – Daddy Issues »

Esta vez doy una sonrisa más grande. Mi amigo de la infancia aun no paraba de recomendarme canciones que sí o sí, según su criterio, debía escuchar. Era como un pequeño juego que se había vuelto habitual entre nosotros.

« ¿No deberías prestar atención a tus clases?  :P »  –Envío, recibiendo una respuesta inmediata.

« ¿Y tú? » –Río al leer el mensaje. Cuando observo que el profesor casi me pilla decido guardar inmediatamente mi celular. Pero no evito pensar en mi mejor amigo.

Nos habíamos conocido cuando ambos teníamos cinco años. Por azares del destino, nuestros horarios de consulta casi siempre coincidían cuando debíamos ir a aquel centro especializado en las dificultades que imposibilitan las capacidades de funcionar correctamente los sentidos, tales como: poder escuchar, hablar o ver. Yo no podía escuchar, y Simón no podía hablar. Sus cuerdas vocales no se habían desarrollado lo suficientemente para permitírselo hacerlo.

El no poder escuchar hizo que me hiciera más observador, y no me tomó mucho tiempo para darme cuenta del por qué Simón concurría al mismo lugar que yo.

Un día me acerqué a él y le hablé en lenguaje de señas. Hasta el día de hoy no puedo borrar su cara de sorpresa cuando lo hice, fue algo muy gracioso. Era el primer amigo con quien había podido establecer mi primera conversación. De allí, Simón me prometió pasarme una lista de fabulosas canciones que debía escuchar una vez recuperara mi audición.

Aquel recuerdo siempre logra reconfortar mi corazón. En especial, su música.

Las clases finalmente terminaron. Vi como mis amigos de clases se amontonaban riendo, esa situación me hizo recordar lo que aquella chica me había dicho. Y solo por curiosidad:

–Chicos ¿van a alguna parte ahora? –Me acerqué a ellos animosamente.

–No, debemos ir a realizar unas cargas. Ya sabes.  – « Sophie mintió », pensé. ¿Por qué me habría dicho eso entonces? ¿Acaso el divorcio de sus padres en verdad la estaban afectando de una manera brutal? ¿Distorsionando la realidad con la imaginación?

Decidí no pensar de esa manera. Un divorcio es difícil para cualquiera, Sophie apenas tiene 17 años. No podía permitirme pensar de esa forma; señalando negativamente a las personas. Oh no, no me permitiría ser como aquellos niños que hicieron eso mismo conmigo.

–Vale. Nos vemos, entonces.

–Claro ¡Gracias por salvarnos una vez más!

– ¡Será para la próxima! ¡Eres un pan de dios Noah!

Los elegíos provocan que mis mejillas se calienten demostrando así un leve rubor. Blanqueo mis ojos por el comportamiento infantil que tienen, pero después de todo, lo dejo pasar. Ya dispuesto a encaminarme hacia mi hogar, accidentalmente choco con la mirada de Sophie, observándome..., de una manera, muy tenebrosa. Pero rápidamente apartó su vista para tomar su bolso e irse antes que sus compañeras. ¿Cómo es que la chica más dulce del salón ahora actuaba de esa manera?

Sus manos tiritando, la forma en que su respiración iba y venía de una manera tan descomunal, sus ojos inquietos y su llanto; no hicieron más que aquellos recuerdos volvieran a atacarme.

Ella necesitaba a alguien, como yo también alguna vez lo necesité. Pero cuando salí lo más rápido para pillarla ya se había esfumado. Recordé nuevamente sus palabras y la de sus amigas. No podía juzgar mal a Sophie.

Antes de salir del establecimiento me despide de Logan; del amable presidente estudiantil, a quien siempre solía ayudar; de aquel chico prodigio que se saltaba las clases y venía a por mí para molestarme; y últimamente a entregarle un sándwich a la estrella de básquet del colegio. Todos, también mis amigos.

« ¡Sophie! » ¡La había encontrado! Estaba a tan solo un paso de la calle, pero estaba inmóvil.

–Sophie, ¿estás bien? –No me contestó, ni giró a verme. Se encontraba hipnotizada en un punto. Viré a ver lo mismo que ella... hasta que los vi. Jugando a las máquinas y bebiendo.

«–No, debemos ir a realizar unas cargas. Ya sabes.  » –Me sentía estúpido. Tal vez todos los años en que les había prestado los apuntes, las tareas, en las que había tomado su tiempo para explicarles temas antes de un examen; ellos se la habían pasado jugando y comiendo pizza, mientras que evitaban a toda costa a un chico que simplemente pensó que eran sus amigos. Solo por haberme llamado una vez, solo una vez “amigo”.

La situación me pareció similar a otra que había vivido en carne propia.

No eran celos, o envidia. Solo... « ¿Por qué evitarme? »« Acaso... ¿soy desagradable? » « Siempre los ayudaba aunque no prestaran atención en clases. »« Tal vez... ¿Solo me usaban?» No era la primera vez que me rechazaban.

–Te lo dije. –La voz de Sophie era suave y a la vez fría. –Todos son unos mentirosos.

¿Quizá estaba actuando de manera infantil al cuestionarme esta situación? ¿Por qué debería pedir explicaciones de lo que había contemplado? Ellos eran libres de hacer lo que quisiesen, ¿no? ¿Pero por qué...? Idiota. Idiota. Esos niños que creían que seguía sin poder escuchar hablaban mal de mí frente mis narices, y estos... a mis espaldas. Los había ayudado, les daba la mano aunque no me lo pidiesen, ¿por qué creía que por eso ellos me considerarían un amigo? Hacía sus trabajos; les prestaba mis apuntes cuando ellos ni se tomaban la molestia de prestar atención; y si me hablaban, era solo para pedirme algo.

Bufé una risa, que, al hacerlo, me había dolido como si hubieran pasado mil y un ajugas por mi garganta. Seguro que quien pudiese oír mi mente ahora mismo pensaría que soy un idiota: por pensar de esta forma. Pues, lo siento..., lo siento..., lo soy. Es un calvario. Ni siquiera yo mismo quiero pensar de esta manera. Pero el darme cuenta de estas cosas, también  me hacen notar la soledad en la que había estado sumergido todos estos años. Sin un amigo. No, yo no tengo amigos. Nunca los tuve.

El tormento en el que me había ensimismado provocó que durmiese con tanta profundidad, que ni siquiera había caído en aquel sueño frecuente. Me percaté de que había dormido con mis auriculares; llevé mis manos velozmente a ellos para procurar que no se hubiesen dañado, que para mí fortuna, se hallaban intactos.

No era capaz de odiarlas. Me abrieron un nuevo mundo; hicieron posible poder escuchar las voces de mis padres, y sé cuánto se habían esforzado por poder comprármelas; pude escuchar los pájaros, las nanas, el viento (el que me pareció el sonido más único). Y aunque me hicieron ver una triste realidad, no las podía odiar. Los quiero. Y aunque ahora no fueron ellos los me demostraron la verdad, sino mis ojos, esta vez, no iba a quedarme paralizado. Fingiendo.

Si todo este tiempo había estado inmerso en una soledad de la que solo había podido sobrevivir por el hecho de haberme creído que estaba acompañado; ahora no será así. Estoy consciente. Me valoraré. Quiero escuchar todos los sonidos del mundo, menos, sus risas burlonas.

Desayuné junto a mi madre. Subí al bus, y solo, me coloqué mis cascos para reproducir una lista de música completa de aquellos que Simón me había recomendado.

A pesar de que suelo saludar a todo el mundo aquí, ni siquiera me inmute en subir la mirada mientras caminaba en el largo, ancho y concurrido pasillo que nos llevaba a nuestros respectivos salones. Hoy no. Ni mañana tampoco. Tal vez se piense que me da igual todo esto, de actuar así, pero... la verdad siento un hueco en mi pecho. Yo no me estoy aislando, siempre lo estuve. Y si el precio para tener “amigos” sea aquel de ser amable (y no diré sin esperar nada a cambio, pero solo deseaba una pizca de consideración) sin límites... ya lo hice una vez. Decidí hacer oídos sordos cuando en realidad escuchaba las burlas de mis compañeros. Ya no, por favor.

La clase comenzó. Ellos me hablaban. Los escuché decir algo, pedirme algo. Con la misma excusa de siempre. Negué, por primera vez. Y me dejaron en paz. No me volvieron a hablar luego de eso. ¿Logan? En su propio mundo. Pero, por raro que parezca, de alguna forma, tal vez, ahora podía entender por qué él era así. Cabizbaja, negándose a hablar. Pienso que posiblemente lo haya cansado con mi actitud de buenos amigos. Ah saber si me considera uno. Simplemente prefiero no pensar en ello. En quién creo que quizás alguien me haya considerado alguien cercano.

No hay rastros de Simón en mi teléfono.

Las clases concluyen finalmente. Tomo mis cosas rápido y me dispongo a salir de aquí, tal y como llegué: sin mirar ni decir nada a nadie. Había sido el día más lento de todos. ¿Cómo es que acaso no me había dado cuenta de esto? ¿Todos mis días habían sido de esta forma y yo ni siquiera... me había inmutado de ello? ¿De la soledad que me rodeaba? ¿Pero acaso era importante? Tenía a mi familia y... podía escuchar. Debería bastar con eso. Debería sentirme feliz solo con eso. Ni más ni menos.

¿Rory? Seguramente vagando por cualquier otro rincón con los demás; ¿Logan? Supongo que ni habrá notado que no lo saludé o viré a hablar de algo tonto con él; ¿Mica? Ocupado como siempre, después de todo es el presidente estudiantil. Y ahora me doy cuenta de que nuestra relación se trataba solo de una formal: dándole la mano cuando nadie más podía; ¿Ezra? ...No tengo las palabras exactas para poder describir lo que tenemos. Cada que se acerca a mí es para juguetear conmigo. Su conducta es demasiado arbitraria como para poder definir lo que hay. Lo dejo pasar; ¿Ethan? Siempre le doy ánimos en sus partidos, hasta lo alimento. Pero es algo parecido a Logan. Soy yo quien le tiene que echar leña al fuego; ¿James? No ha dado pistas de su existencia desde que se tuvo que ir de gira con su banda; ¿Simón? No, él no. Me veo incapaz de decir que no es mi amigo. Tal vez nuestras similitudes me impiden hacerlo.

Todo esto me carcome la cabeza. Es inútil pensar en eso. Más, si me conducen de nuevo a ese mal recuerdo.

No debería pensarlo mucho cuando las cartas ya están sobre la mesa. Es simple y llanamente lógico.

Las nubes que veo acercándose desde la ventana del autobús no dejan más que claro que se vienen días fríos y grises. Y tal como lo predije, fue así.

Ya no llevo la cuenta de cuantos días habrán pasado desde que actúo de este modo. Ese sueño se ha vuelto más recurrente de lo común. Pero tengo la esperanza de que si sigo así, valorándome, como no lo hice antes, desaparezcan. Y ni siquiera yo me puedo creer la dependencia que tenía hacia mis amigos.

Esta vez decidí dirigirme por los tranquilos y verdes bosques (un atajo que había descubierto por mí mismo cuando me dejé guiar por el sonido de la naturaleza) para ir devuelta a casa. No tomaba mucho, e incluso, hacía el recorrido más placentero para mis oídos.

La semana había pasado silenciosamente. Presté mi atención solo a los profesores, el camino que me llevaba a la escuela, al salón, al autobús y a mi hogar. La tranquilidad poco a poco se asomaba, aun siento aquel hueco, pero me voy acostumbrando.

El aire es más puro aquí, el silencio es tan placentero, la brisa que choca contra mi rostro es suave y delicada. Crack. Escucho una rama romperse. Mi primera impresión es quizás sea algún animal silvestre. Lo dejo pasar. Crack. El ruido viene detrás de mí, por lo que decido girar para cerciorarme de que sea el animal en el que estoy pensando, pero nada. Me detengo unos segundos, pero vuelvo en lo mío. Crack. Crack. Crack. Esta vez es algo más grande y veloz. Hay algo o alguien acercándose y el miedo no tarda en llegar hasta mi sangre. Eso no es un animal, claramente puedo distinguirlo por sus movimientos, pero no encuentro el valor para girar a verlo por lo que acelero mis pasas a tal punto que salgo huyendo lo más rápido posible de allí.

Mi corazón parece a punto de estallar, mis manos están tan frías que no hay circulación ahí. Eso aún me sigue. Mi desesperación es tanto que no me percato de que estoy a punto de cruzar una calle que separa este bosque con otros. Y cuando finalmente estoy dispuesto a verle; la bocina de un auto me detiene en seco.

– ¡Eh! ¡Ten cuidado, niño! –Estuve a milímetros de que un auto me llevase por delante. Me disculpo con el hombre en él, y retrocedo para dejarle seguir su camino.

Una vez solo, volteo a ver aquello que me seguía, pero no hay nadie. Solo yo y el bosque.

Por suerte, me doy cuenta de que estoy a pocos metros de mi casa, por lo que salgo a corridas para adentrarme.

Al entrar veo a mis padres discutiendo sobre algo, no le tomo mucha importancia. Subo hasta mi cuarto y me encierro en él. ¿Acaso esta situación me estaba afligiendo tanto que ahora afectaba a mi mente? No había nadie ahí. Pero oí los pasos, las ramas rompiéndose. Nunca desconfío en lo que escucho pero... admito que soy mejor observando. Y ahí no logré captar nada.

–Noah ¿cómo te ha ido en la escuela?

Mi madre llama a la puerta, y yo apenas sí puedo recuperar el aliento. Dudo mucho en contarle lo que me acaba de suceder, porque ni yo estoy seguro de lo que acaba de pasar. Escojo mejor no hablarle de ello. No tiene sentido ahora.

Logro disipar lo sucedido pasando la mayor parte del tiempo con mis padres. Hasta que llega la hora de la cena, y luego la medianoche, en la cual me dispongo a dormir.

Me doy cuenta de que no había revisado mi celular desde que había llegado. Desbloqueo el patrón de seguridad y me percato de que tengo un mensaje. « Será Simón», me digo. « O tal vez James. ». Pero me toma por sorpresa ver que se trata de un número desconocido.

« ¿Ese auto no te lastimó? »

Un escalofrío recorre toda mi espina dorsal. Y mi corazón comienza a palpitar como las veces en las que despierto de ese sueño. Solo que el miedo, ahora lo estoy viviendo despierto.

Notas finales:

Si han llegado hasta aquí, ¡quiero volver a agradecerles!

Si bien, sé que ha sido un capítulo bastante extenso y lento; he nombrado a su acosador por allí ;).

Deseo que haya sido de su gusto (o que lo haya sobrepasado.. quizás estoy pidiendo mucho :'( ) y que me acompañen durante esta travesía :D

Aquí una imagen de cómo sería nuestro Noah físicamente: https://www.celebfeatures.com/wp-content/uploads/2017/07/maxresdefault-3.jpg

 

 

   


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).