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El Origen del Valor por Dedalus

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Notas del fanfic:

Esta historia se me ocurrió hace algún tiempo cuando terminaba de escribir “La ciudad de Polvo”, no es una continuación en sí del fic anterior, pero quería desarrollar algunos personajes que sentí dejé un poco de lado por centrarme en la historia principal. Iré subiendo un capítulo todas las semanas, cada uno desde la perspectiva de un personaje distinto. Lo había pensado en un principio como una historia romántica, pero al final creo que se me han desviado un poco las cosas (xd). En fin, espero les atrape ;)

Notas del capitulo:

***

Aquél día en ciudad de los Reyes el centro entero parecía trepidar  al ritmo de las tarolas y tambores de piel con su seco eco atosigando los estómagos de las decenas y decenas de estudiantes aglomerándose en los exteriores de la Universidad San Agustín. El frontis principal con sus acabados señoriales, sus escalinatas neoclásicas y las altas ventanas elevándose cuatro pisos sobre el nivel de la calle estaba casi completamente empapelado por carteles con dibujos y consignas en contra del rector. Alex maldecía a cada paso que daba, a cada pisotón recibido sentía que se escaparía una nueva grosería que, en medio de todo aquel caos se perdía fácilmente.

Los rostros pasaban frente a él como ramilletes de flores dejando sus pétalos desprenderse, tal y como lo hacían los geranios de los jardines laterales ahora pisoteados por la multitud que seguía arengando y eran animados por algunos autos que  a toda velocidad tocaban sus cláxones, ellos celebraban y se sentían revitalizados, Alex se exasperaba cada vez más ¿a dónde se había podido meter aquel enano? Alzó el rostro para poder respirar con mejor facilidad, arriba, sobre los tejados emergieron dos figuras con los rostros cubiertos, parecían dos gallinazos negros merodeando por carroña, "parecen terroristas" soltó una muchacha cerca de él, a Alex se le revolvió el estómago del vértigo al imaginarse la vista desde allá a la avenida Diagonal, los encapuchados desenrollaron una larga banderola que quedó colgando a lo largo de toda el ala izquierda del edificio, en ella se enumeraban uno a uno las exigencias de los estudiantes.

El humo del tráfico se espesó, y entre los gritos, el fastidio, los tambores y los gallinazos-hombre en el techo, los empujones volvieron a reanimarse, las exclamaciones disforzadas, las muchachas quejándose y otras gritando a viva voz, " ¡Víva la universidad San Agustín! " estalló desde la garganta de una  de cabello trenzado y atado en una especie de coleta, todos la siguieron eufóricos, de adentro del edificio se elevaron palmas. Arturito no estaba por ningún lado y Alex comenzaba a creer que tal vez había entrado a la universidad y no le había avisado, aquel chato era impredecible.

Subió dos escalones más e inmediatamente lo hicieron descender otros tres, todos fluían con la multitud que se desparramaba sobre las escalinatas grises, abajo en la acera el movimiento era el mismo, un tipo le lanzó un golpe con el codo a Alex, y este le respondió empujándolo con la espalda, de nuevo otro empujón y otro golpe con el codo, la muchacha de las trenzas seguía con las consignas, seguía animando a la gente enervándolos más de que ya se encontraban.

 Ahí sobre los tres grandes portones de la entrada principal logró ver algunas figuras; deambulaban de un lado al otro, pronto un muchacho alto se sentó en el borde de las jardineras y apoyando la espada contra la reja se acomodó la guitarra sobre las piernas, la gente dejó de empujarse. Alex escuchó los primeros acordes y el rasqueteo del instrumento opacada por la risa estruendosa de aquel sujeto que no recordaba haber visto nunca por los patios de la Universidad. Él comenzó a cantar y el desorden reinante fue sujetado por su voz firme y su rostro contento, lejos de toda la rabia o el recelo que veía, solo reconoció alegría, disfrutaba el sonido de la guitarra y el silbido de la quena se unió junto a él en armonía. Pronto Alex se dejó ceder al continuo reflujo de cuerpos y quedó de pie allí, estupefacto, con una expresión idiota escuchándolo a él y a la fila de autos que avanzaban a lo largo de la céntrica avenida tras ellos.

Los dedos rápidos recorrían las cuerdas, la luz blanca pálida de lleno al suelo le daba un brillo opaco en el rostro, pero su cabello negro y ojos claros igual destacaban como resaltados por la misma saturación de sus colores en contraste con el mustio día. Alex sintió el frío recorrerle todo el cuerpo cuando sus miradas se encontraron, ambos se reconocieron mientras seguía cantando, sus ojos  lo hicieron temblar pero rápidamente se recompuso y  trató de permanecer firme, él ahora cantaba mirándolo fijamente,una muchacha tras él sonrió coquetamente ante tal hazaña y, hablándole de forma poco discreta a alguien más río dándose por aludida de aquella mirada, pero Alex aún sentía sus ojos  sobre él, no era algo que le gustara, no era del todo agradable, había algo en aquella sensación que lo aterró pero a su vez lo desconcertó terriblemente, más aún al sentirse avergonzado por su sonrisa.

— ¡Carajo, Alex! Te llevo esperando casi hora y media en la puerta lateral —le dijo Arturito sacudiéndolo por los hombros.

***

Seis meses después

 

El día era amplio, como todo el largo verano que al fin parecía amainar, al menos un poco, en las tardes en las que el bochorno se diluía ante la llegada de la noche, fresca, húmeda, cada vez menos cargada de polillas y mosquitos. Alex corría por los pasillos —tarde, otra vez tarde — el celular no dejaba de sonar y frente a él los frescos salones hacían eco al chirrido de sus zapatillas contra el encerado. ¡Era tan raro ver aquél basurero impecable! Casi ni parecía el mismo edificio arcaico cuyas tuberías se inundaban y las grietas eran tan anchas que fácilmente un podía meter el puño entero dentro.

— ¡Alex!  Donde andabas—le reprochó, como siempre, Arturito. Nada haría pensar que aquel muchacho de diminuta estatura y rostro púber tuviera el carácter que su pequeño amigo apenas controlaba.

—Quedamos a las nueve maldito tardón—continuó abriendo una carpeta y sacando un formulario —rápido, debes llenar esto antes de que la secretaria se vaya a almorzar.

Alex apenas tuvo tiempo de saludar al Papu y a Beto cuando Arturo le alcanzó un bolígrafo que a duras penas escribía. "¡En cinco minutos se cierra la oficina!" gritó la secretaria tras la puerta de la dirección de la facultad de psicología. "Apúrense los que faltan, muchachos, a última hora como siempre, ¡todos los años!" Alex llenaba sus datos lo más rápido que podía y tras él Beto y el Papu lo ponían más nerviosos golpeado la mesa como si de redobles de tambores se tratase.

— ¡No se vaya, espere! —se lanzó Alex hacia la oficina. La secretaria se encontraba haciéndose de su bolso cuando al verlo soltó un hondo suspiro y lo volvió a dejar en una repisa. "A ver, alcánzame eso" le dijo volviendo a sentarse.

—Bien; año, bien; datos, bien; horarios, bien; créditos... —Arturo se empinó para ver cuál era el problema dirigiendo le luego una mirada colérica a Alex.

Aquel había sido un "y ahora qué has hecho" y Alex se preguntaba lo mismo cuando la mujer de moño alto y gafas angostas le dijo que hasta aquel momento no tenía acumulado ningún electivo en su historial (Arturo se llevó una mano al rostro). Alex la quedó observando como esperando que le explicase y esta, al percatarse de su rostro perdido procedió a hacerle recordar que todos los alumnos debían acumular al menos ocho créditos de electivos antes de egresar, siendo su último año, Alex debía ganar esos 8 créditos en los dos semestres siguientes o de lo contrario tendría que inscribirse un año más .

"Un semestre más en aquel lugar" pensó Alex sintiendo como el edificio entero se le venía encima y la mirada de desaprobación de Arturito lo hundía más aún, "seis meses más" se repetía y de afuera sus amigos asomaron la cabeza por el dintel de la puerta. La secretaria volvió a coger su bolso y salió hacia el pasillo esperando que él lo siguiese. "Piensa bien  que cursos tomaras ahora, volveré a las 4 para sellar tu formulario" le dijo mientras echaba seguro al portón de madera.

                                                                  ***

El chifa estaba desbordante de gente, oficinistas en su mayoría, que hacían tintinear los cubiertos a medida que se llenaban las bocas de arroz frito y trozos de pollo bañados en una espesa salsa parda, las botellas de gaseosa brillaban como centros de mesa y los rostros de sus amigos oscilaban entre la burla y el compadecimiento por su situación.

Beto repetía una y otra vez que  saque el taller de psicoterapia y que se inscriba en dos cursos del centro cultural, los más sencillos de ser posibles, Arturo negaba con la cabeza y sorbió la gaseosa helada de su vaso, "No, no, no, no, esos cursos son importantes, mejor deja el curso de defensa nacional, no perderás mucho y podrías solicitar llevarlo en verano con el otro grupo de idiotas que como tu olvido los créditos extracurriculares." El papu se atragantó con un trozo de wantan frito al soltar una carcajada y la mesera les dirigió una mirada extrañada.

Alex asintió, tenso, sentía el peso de lo que aquella inscripción podía ocasionar en sus planes a un futuro próximo, ya habían acordado con Jess hacer el internado juntos, y la muchacha había planeado que ambos viajarán a hacer el servicio al interior, ya incluso había dispuesto el lugar donde se alojarían, del solo pensar en el tremendo escándalo que haría lo aterraba, pero lo asustaba más aún el pensar en cómo se pondría cuando le dijese que ya no quería seguir estando con ella, tal vez aquel inesperado retraso sería la excusa perfecta para marcar distancia. Miró a Arturito, este comía en silencio, ambos cruzaron miradas y sin pensarlo lleno el formulario tal y como el muchacho le había dicho, no había opción y esa parecía la decisión más prudente, así qué, dos electivos serían.

Al salir de nuevo al jirón Ancash, el sol había bajado, las personas caminaban lento y sus amigos uno a uno se fueron despidiendo a medida que ambos subían hacia la plaza, Arturito fue el último que se quedó, su rostro de rasgos curiosos; frente pequeña, nariz respingada, labios delgados y pómulos poco pronunciados, se encontraba casi siempre con una expresión disgustada, sin embargo aquella tarde su entrecejo se relajó y vislumbro las comisuras de su labio arquearse ligeramente.

— ¿Y a ti qué te tiene tan feliz?—le dijo sin pensar Alex. Él salió de su ensoñación y lo miró ahora con su expresión usual y sus ojos negros enormes, era casi una caricatura.

— ¿Que no puedo estar contento?—respondió. — ¿Cómo va la situación con Jessica?

Sabía que llegarían al tema, Alex ya lo había previsto, y es que el desgano por aguantar el drama que armaría la muchacha lo había desmotivado de decir las tres benditas palabras para saber que ya no habría marcha atrás, "tenemos que hablar", las repetía en su cabeza como un mantra, dándose ánimos para soltarlas mientras miraban la TV, caminaban por el Jirón de la Unión o veían ropa en el Mall. "Tenemos que hablar" sonaba en su cabeza, entonces decía su nombre y ella volteaba, con su pose inquisidora, su postura impaciente y su rostro fastidiado. Se le olvidaban las tres palabras, o las reprimía, no era el lugar adecuado, vaya no quería que la dependienta en la tienda se percatara de toda la discusión, o la cajera en el minimarket, o los taxistas en la avenida, sus amigos en  la rockola, vaya, y ahora Arturito esperaba su respuesta.

—Nada aún. —soltó desanimado.

                                                                  ***

"Así que, me hizo esperar casi dos horas hasta que la tipa aquella volvió de su almuerzo para poder sellarme la bendita acta que certificaba el curso que había llevado en el verano, ¿puedes creerlo?" Alex cerró la burbuja de mensaje, ella seguía escribiendo, pero él se sentía tan desganado que el simple hecho de teclear un "lo sé, me pasó exactamente lo mismo y encima he tenido que tomar cursos electivos " le parecía tan cansado que simplemente dejó el celular a un costado. Otro mensaje llegó y el TV pasaba las imágenes de lo que parecía una protesta en el centro de e la ciudad cerca de la universidad, el Papu le había hablado, había enviado una foto, Jessica continuaba escribiendo y él rodaba en su cama pensando como haría ahora para librarse de ella, de todo el drama que armaría en torno a que ya no llevarían todos los cursos juntos, o peor aún, con el hecho de que él simplemente ya no quería seguir con ella.

A la mañana siguiente salió temprano a culminar los pagos para la matrícula y poder al fin inscribirse en el centro cultural de la universidad. El sol caía de lleno a la acera, no había sombra y sentía la camisa adherirse a su torso, caminaba maldiciendo al clima, a la curricula y rogando porque las clases comenzasen lo más pronto posible (solo faltaban unos días). Frente a él Jessica lo esperaba en una esquina, llevaba lentes de sol de montura ancha y unos shorts a la cintura que destacaban su ya de por sí proporcionado cuerpo.

— ¿Ahora sí me vas explicar bien eso de que no vamos a estar en las mismas clases?— le dijo antes si quiera que Alex se acercase a darle un beso.

— ¿Hola? —dijo él con ironía, pero ella parecía implacable.

Ambos se sentaron en las largas gradas del frontis de una iglesia, el empedrado quemaba, pero no parecía importarle mucho a la muchacha que lo escuchaba atenta, asentía y tomaba de vaso de plástico lleno de jugo. El al fin se quedó callado viendo los autos pasar.

—Cómo, eso quiere decir que te atrasaras un año más, o sea que no podremos sacar el certificado juntos, ni hacer el servicio en el interior, Alex, ya me habías dicho que viajaríamos juntos.

—Lo sé —retomó él la palabra — ¿no me has escuchado? Intentaré nivelarme, pero lo más seguro es que termine tomando al menos un semestre más.

Jessica quiso protestar, pero se quedó callada, se acomodó los lentes y dejó el vaso de plástico a un costado, lucia fastidiada, pero al menos no levanto la voz ni llevó a cabo sus tan acostumbradas escenas cuando se sentía decepcionada por algo.

—Bien, asegúrate de no atrasarte más —le dijo apretando los labios, Alex asintió.

—Por supuesto —respondió sonriendo. — ¿vamos avanzando?

***

El centro cultural era un palacete de estilo italiano anclado en una esquina a medio camino de la plaza, tenía altos techos con intrincadas molduras y amplias ventanas y balcones que bordeaban todo su perímetro. Alex veía el pizarrón con los horarios y las comparaba con sus clases en la facultad, tachada imaginariamente los más difíciles, y los que se cruzaban con sus cursos, sin embargo, eso lo dejaba con pocas opciones, peor aún, eso reducía los únicos electivos a escritura creativa, guitarra y danza contemporánea. Tachó está última y se apoyó en una de las columnas.

La encargada lo miraba con una mezcla de curiosidad y sorna. Veía el horario y el pizarrón nuevamente y pensó: "perder el tiempo escuchando los cuentos de un grupo de aspirantes a escritores mediocres o perder el tiempo escuchando las desafinaciones de un grupo de aspirantes a músicos mediocres" se percató que ambos seguían pareciendo igual de desalentadores. Así que se acercó, casi de forma mecánica al escritorio de la encargada, ella levantó una ceja y lo atendió con una rancia actitud que refrenó en algo Alex, este esperó mientras la señorita rebuscada entre unas carpetas, sacó una lista, lo vio, volvió al papel,  lo volvió a ver entrecerrado los ojos y abriendo los labios como pusiera su mayor esfuerzo en sopesar lo que diría.

—El curso está lleno, lo siento. — cerró la carpeta y sacó sus celular, Alex seguía de pie esperando que sugirieron alguna otra opción, pero la señorita de traje sastre palo rosa y cabello grasoso seguía observando la pantalla del aparato de forma despreocupada. Alex tosió incómodo y ella al fin alzó la mirada, "¿El  de guitarra aún está  libre?" le preguntó forzando una leve sonrisa que se formó más como una mueca sarcástica.

—Turno tarde, dos veces a la semana; lunes y viernes de cuatro a cinco y media, ¿te apunto? —Alex asintió rápidamente mientras recibía un formulario. Sacó un bolígrafo y algo nervioso giró a buscar un lugar donde llenar los abundantes casilleros que veía en la cartilla.

— ¿Qué haces acá tú?—escuchó desde la ventana, Alex volteó incómodo y trató de sonreír, era Melanie, una amiga de Jessica.

— ¿Te estás matriculando? —preguntó. Alex asintió desviando la mirada hacia un lado de forma algo más despectiva de lo que supuso, esto avergonzó en cierta medida a la muchacha. No le incomodó, Melanie era una de las personas más entrometidas que había conocido, él solo hecho que se encontrase ahí no le daba buena espina. Alex hizo el ademán de continuar su camino y se despidió avanzando a paso rápido hasta una esquina donde terminó de llenar un formulario y firmar la matricula. Desde aquel rincón veía discretamente de cuando en cuando como Melanie seguía deambulando por los corredores, veía su reflejo en los altos ventanales y los cerámicos.

***

Así la semana pasó tan rápido como un par de paseos con Jessica por el centro y una salida con los muchachos a la rockola de Sherezade. Las clases comenzaron con su habitual optimismo, el sol brillando aún alegre, como en enero, pero el ambiente más fresco, los salones recién pintados y el peso de los cursos amenazando con ejercer presión pronto. Alex aún no dejaba de añorar la rutina de verano, el solo trabajar por los mañanas y pasar las tardes tirado en el salón de su casa, con las ventanas abiertas y los pies remojándose en un lavatorio. Netflix, un vaso de gaseosa, pero no, eso ya había acabado al menos hasta que el próximo año llegase y entonces sería muy tarde, porque apenas sus padres se enterasen que ya había egresado, entonces tendría que buscar un trabajo a tiempo completo y luego de eso ya todo seguiría su curso...

Después del almuerzo se tiró en uno de los jardines a leer hasta que fuese el momento de la clase de guitarra a la que había olvidado que debía ir en un primer lugar. Se había perdido dos fechas, no era tan grave, pero no podría permitirse faltar nuevamente. Las campanas de la iglesia que colinda a con su facultad sonaron a las cuatro en punto (la hora del ángelus) y el inmediatamente se puso de pie sacudiéndose las hojas secas y hormigas prendidas en sus pantalones.

Al llegar al centro cultural se vio pronto desanimado de entrar a clase, se fijó en el número de salón, dio algunas vueltas por los corredores escuchando el crujir de sus zapatos sobre el piso de madera y los estudiantes de danza haciendo estiramientos en una amplia sala con muros cubiertos de espejos. Alex miró el móvil, no había mensajes de Jessica —por suerte—pero ya se había retrasado de más para el taller de guitarra y ahora no había más vueltas que darle. Así que se dirigió al aula en aquel laberinto sin sentido de escaleras, pasillos y galerías tan bellos que por un momento olvidó que seguía en el centro cultural de la universidad. Finalmente encontró el número del aula ubicado en la parte posterior de la sala de exposiciones donde los estudiantes de arte exhibían sus lienzos y fotografías. Él tocó prudentemente sin recibir respuesta, luego nuevamente, nadie contestaba, aunque le pareció oír voces provenientes del interior.

— ¿No  abren? —le dijo alguien tras él. Alex se apresuró a negar con la cabeza sin girar a verlo. No, no, no, creo que el profesor ya comenzó el taller...

—Nah, imposible—le respondió el sujeto. —si yo soy el profesor.

Alex soltó la manija de la puerta y al fin giró encontrándose con el mismo sujeto que el año anterior había visto en el portón de la escuela. El recuerdo fue inmediato, sin contar con el hecho de que el tipo estaba idéntico a aquél día, la chompa suelta, los jeans rasgados, la melena larga y alborotada. Él se quedó observándolo completamente en silencio, sin saber si saludarlo o moverse para que pasase.

— ¿Mejor entramos, no?—le dijo Mario abriéndose paso al salón algo impaciente, Alex entró tras él con el ceño fruncido.

Inmediatamente él se presentó disculpándose por la demora, hizo algunas bromas con el tráfico y aprovecho la oportunidad para hablar por casi diez minutos del terrible estado de la ciudad, de la ineptitud del alcalde y del fascismo caleta con el que había estado actuando desde que fue electo. Mario hablaba con tal energía, que los demás sólo asentían con las guitarras sobre las piernas, reían de sus chistes sonsos y cuando se percató, ya había pasado media hora aguantando el chamullo corriente de aquel tipo que parecía salido de alguno de aquellos grupos de debate que se juntaban a discutir en la plaza, no había nada que Alex detestara más que  los charlatanes.

Al terminar el taller en la supuesta hora y media de clase, el sujeto había hecho tiempo preguntándole sus nombres, conversando sobre actualidad y riendo de sus mismos chistes una y otra vez. Alex sentía la cabeza latirle del solo pensar que tendría que aguantar al menos un mes escuchando las sandeces de que tipo dos veces a la semana, una hora y media por clase, claro que está vez había llegado media hora tarde, como si su completa falta de tino no fuera suficiente.

A los muchachos sin embargo parecía haberles caído muy bien, demasiado, de hecho. Las muchachas se deshacía en risas ridículas cuando este se acercó a cada una mientras les hacía practicar la posición de los dedos o la forma de sostener el instrumento, ni qué decir de la doble connotación de aquella platica que inevitablemente llegaba a sus oídos y de la risa pendeja del tipo, clásico exponente de hipster clase media que se alucina un músico bohemio comprometido. Porque no paraba de hablar de política, o de hacer referencias políticas. Y que si la toma, y que el presidente o el congreso (sí, este era inmundo) pero carecía completamente del sentido de pertinencia y Alex se hallaba cada vez más irritado por la incomodidad que le suscitaba la inmediata confianza con la que trataba a la clase en general.

Era hasta patético el ver como los otros dos muchachos que estaban junto a él se acoplaron inmediatamente a aquel intercambio de comentarios irónicos, carcajadas mudas y golpes en la espalda, como si se encontrasen con amigos en el bar de Sherezade. Él, sin embargo, se había remitido a hacer los ejercicios y  pensar en qué un mes pasaba muy rápido y que si no pasaba aquel taller, los trámites para hacer el servicio en el interior demorarían más aún, por lo que el bachiller y el título se tardarían hasta un año más y a aquellas alturas comenzaba a cuestionarse qué es lo que lo había llevado a estudiar en un primer lugar, pero ya, ya, Alex, respira hondo—se decía — después de todo, no había aguantado casi cinco años aquella misma falta de interés de los docentes por hacer su trabajo. Así que la historia se repetía, tal y como había sido desde que ingresó cuando tenía apenas dieciocho y todo el entusiasmo del mundo. Sí, una vez más tendría que confiar en su inherente capacidad autodidacta.

***

En serio muchachos el gil ese no hizo ni mierda durante toda la clase... Se la pasó haciéndose el muy chévere allí con su barbita cojuda y pinta de pituco rebelde. Es que es intolerable su pose de pendejo, todas las flacas babeando y hasta los hombres cayendo en su teatro de profe piola. Los muchachos lo escuchaban en silencio, pero Alex veía por sus rostros burlones que no lo tomaban en serio, él dejó el plato de huancaína a un lado y se preparaba para defenderse cuando Beto le ganó la palabra. "Es porque tiene barba, huevon, ahora cualquier gil que tiene barba les parece rico a las flacas, es más, seguro que por eso te llega al pincho, tu que eres más lampiño que mi culo." Arturo inmediatamente le lanzó un manazo en la nuca ante las carcajadas del Papú que luchaba por no atorarse con la chicha helada. Calla carajo—reaccionó Alex—no te vaya a escuchar mi vieja.

—Bueno, bueno, muchachos, ¿Ya saben qué es lo que van a pedir de plato fuerte?—apareció la doña Olguita de pronto. La delgada mujer parecía oler la palomillada a kilómetros de distancia, el Papu volvió a atorarse con la chicha y Arturo ordenó los cuatro platos sin siquiera consultarles. Las palomas se aglutinaron en las calaminas superpuestas como tejado sobre el puesto de comida en medio del mercado modelo, las lozas blanquísimas de la barra donde se hallaban sentados estaban frías a pesar de la calidez del día despejado, el cielo tan claro que hasta daba pena el pensar que el invierno ya estaba pronto a iniciar.

"Estoy hablando en serio, Alex, ya te conozco tu cuando le comienzas a coger tirria a alguien como te pones de mongol, ni se te ocurra buscarle la boca al tipo; a menos que quieras pasar medio año más en esta universidad de mierda" le dijo Arturo si soltar la cuchara de un caldo pardo que doña Olguita hacía de las vísceras, partes sobrantes de pollo  y un ramillete de hierbas aromáticas que Alex encontraba empalagosa del solo olerla por las mañanas cuando la ayudaba a abrir el puesto antes de ir a clase. Sí, 'mano, de hecho no le voy a buscar la sinrazón, pero me revienta que un vago como él sea el responsable de calificarme al fin de ciclo. ¡Encima llega tarde siempre! Y no soy el único al que le jode. Digo, no es como que haga mucho en clase, pero vamos, ya voy yendo dos semanas y de las cuatro clases que me hemos tenido, las cuatro ha  llegado más de media hora tarde. Y ahí si no soy el único que está inconforme con esto. No te voy a negar que el tipo es buen músico, sabe tocar muy bien la guitarra, pero su taller es una reverenda porquería, Arturito.

"Táchenlo" masculló Beto con la boca repleta de arroz. "Pasa la comida, salvaje" replicó Arturo. "Táchenlo, si todos están inconformes con cómo está llevando la clase, entonces has el trámite para que lo tachen." él volvió a su arroz con pollo y lo dejó pensando en aquella posibilidad que hasta aquél momento no se había cruzado por su cabeza irascible. Pero es imposible, Beto, a lo mucho podría conseguir unas seis firmas de los quince que somos en total, el hijo de puta sabe caer bien a esa tira de mocosas de primer año que ven a un men con guitarra y se quedan como cojudas. Alex se percató de que esto último también lo alcanzaba a él y dio un trago largo de su vaso de manzanilla fría. Pero aquella vez no había sido él quien llamó tanto su atención (¿cierto?) había sido el contexto, el frontis repleto de gente empujándose con carteles multicolor, el cielo blanco, los acordes de la guitarra —porque no lo negaba, tocaba muy bien —y aquella mirada, aquel rostro pedante, eso solo había logrado sacarlo de quicio, no había otra reacción posible.

"No, hasta donde sé solo se necesitan cinco firmas para realizar el proceso, y aun así no logres tacharlo, enviarán a un supervisor de improviso, por lo que al menos te darás el gusto de joderlo ¿no dices que siempre llega tarde?" Beto sonrió satisfecho consciente de que su formación en el centro federado de la facultad al fin servía para algo más allá de las largas reuniones con el consejo de facultad, el decano y los directores de escuela. Alex parecía convencido, tenía  todo para sacar a aquél mediocre del taller, solo sería cuestión de juntar algunas firmas y lo demás caería por su propio peso.

***

Aquel día Alex verdaderamente se esmeró por llegar temprano, en serio lo había intentado. Almorzó en el puesto de su madre con los muchachos y se fue antes de que el Papu comience con sus clásicas disertaciones sobre el panorama de fútbol local. Salió a la calle radiante, la cara bronceada por el sol perfectamente amarillo sobre los tragaluces de las casonas derruidas por el tiempo. Ni el smog negruzco, las heces de perro en la acera, los gritos de los colectivos en formación, arrumados en las esquinas, los borrachos apilados como adobes uno sobre otros, meados en los señoriales portales de las casas de prostitutas, nada le quitó la sonrisa del rostro del saber que hoy vendrían a supervisar la clase de Mario y que, como siempre, aquél hipster pedante llegaría tarde por alguna escusas idiota que derramaría sobre los oídos de sus inocentes compañeros. Por suerte no todos eran igual de estúpidos como para tragarse el cuento de que había estado dando clases a los niños de Ciudad de Dios, que había estado ayudando a armar casas de tripley en las Lomas de Santa Ana o que su gata se encontraba con diarrea y no dejaba de cagar, la pobre, por todo su cuarto, porque claro, él era de la clase trabajadora, se mantenía solo, no aceptaba la ayuda de sus padres, él se quería hacer un nombre por sí mismo.

Por supuesto qué él no había dicho nada, pero bastaba verlo para percatarse que tenía todo el arquetipo de socialista de cantina que por azares del destino había terminado en una universidad pública. Y esta gente (tan común en esos colectivos de desocupados) parecía aferrarse tanto al sentimiento de sentirse pobre, se abrazaban tan fuerte a la marginalidad que era hasta ridículo como el aura de riquillo, su hablar ronquito disforzado se alternaba con la jerga periférica y la forzada entonación callejera. Alex ya se hallaba en la avenida Diagonal cuando el móvil vibró en su pantalón como desquiciado, era Jessica.

"Ven a la facultad, tenemos que hablar" decía el texto, "estoy acá hace veinte minutos, es importante", luego seguían las llamadas perdidas, los innumerables mensajes que llenaron su pantalla y no había tiempo de leerlos, ya sé estaba retrasando, guardó el celular en el bolsillo y este inmediatamente comenzó a vibrar, tan fuerte que hasta se oía tras los motores de los buses y las campanas de las iglesia como tumbándose la facultad entera, ella sumamente irritada ya debía encontrarse allí en las bancas de la plazoleta donde se quedaban a estudiar en sus primeros años de la facultad, los geranios prendidos por el sol iluminaban los libros y sus sonrisas inocentonas aún ignorantes del peso con el que los años cayeron sobre ellos y su entonces compañerismo desahuciado ante la futura relación que una noche entre trago y trago saltó sobre él sin planearlo. Ambos terminaron besándose en un bar cercano a la plaza mientras el Papu se había quedado dormido y Beto se metía mano con una bella muchacha que luego le terminó robando la billetera.

Aquella noche se habían pegado la gran borrachera entre una tóxica mezcla de ron con Pepsi e interminables botellas de cerveza y puchos que terminaron abandonándolos apenas conscientes en la terraza de un precario bar acondicionado en una casona destartalada. El sol comenzaba a salir en el horizonte de calles apestosas, postes de luz torcidos y un cielo blanquecino transformado en un espectro rosáceo y luego naranja, como la misma tarde cuando perezosamente cae la penumbra. Ambos estaban abrazados viendo el sol chamuscado subir sobre las nubes mientras el Papu había vuelto a caer inconsciente sobre unos cartones y Beto comenzaba a hipar sin control hasta que se vino en un vomito avinagrado que terminó por asquear a Jessica y a provocar una carcajada en él al ver que había arrojado sobre el Papu, ignorante de la enorme mancha violeta en su polo blanco.

Ahora ya estaba en la facultad y entraba apurado a darle el encuentro. Jessica detestaba esperar, debía ser algo importante. Los caminos bordeados por inmensas hortensias daban pie a la pequeña plazoleta en medio de la facultad con una escultura en el centro y cuatro pinos en los jardines al rededor. Toda esta se hallaba rodeada por los arcos coloniales pintados pobremente de un marfil reseco y polvoriento, casi gris, tirando para marrón en las molduras inferiores, Jessica estaba sentada a allí, con la espalda apoyada en una de las  columnas.

Alex se acercó a saludarla con un beso pero ella rehuyó inmediatamente y se puso de pie. Él aún algo agitado le preguntó qué era lo que sucedía y ella pareció más ofuscada aún, sumamente fastidiada cruzó los brazos, giró sobre sus talones e hizo como que contemplaba los pinos color pardo que apenas asomaban en una forma cónica. Él arrugó la nariz, vio el móvil, definitivamente ya iba tarde, pero Jessica se negaba en dejar las cosas claras y Alex comenzó a impacientarse. En momentos como esos extrañaba cuando eran solo amigos y ella contenía aquellos arranques de cólera consciente de su acostumbrado cinismo, todo era ironía, nada era del todo en serio. Pero una vez que comenzaron a salir juntos, Alex se percató de que las bromas pronto se convirtieron en peleas, que las discusiones escalaban hasta el punto en el que luego la veía y no reconocía a la muchacha con la que empezaron  a salir los fines de semana luego de que Beto anduviese atrás de Melanie durante todo el primer año de la especialidad.

"¿Por qué no me respondes los mensajes desde ayer?" habló al fin ella. Alex negó con la cabeza recordando haber dejado el móvil en la mesa de noche y caer sobre la cama luego de ver que Jessica le había hablado, "más ratito ya le contesto" había pensado abrazando la almohada. Había tenido un día interminable. Y es que tan solo en  la tarde le habían confirmado que al día siguiente vendrían a supervisar la clase de Mario; pero había sido complicado, los últimos días los había pasado persiguiendo a las secretarias del encargado de la oficina tal, o el secretario de asuntos de nosequé, por último el mismo director de escuela y la misma decana. Evelyn, por suerte, lo había acompañado. ¿Y es que había sido eso? Melanie seguro los había visto esperando afuera de las oficinas y le había contado a Jessica, o la otra fulana, Julia, y esta le había contado a Melanie y ella a su vez a Jessica que lo miraba irritada esperando su respuesta, pero era obvio lo que dirá, y es que estaba cansado, pero ella parecía en serio herida y ahora comenzó a reclamarle su completo desinterés durante la última semana. Alex, una vez más, le respondió que había estado muy ocupado. Se llevó las manos a la cabeza, vio el móvil, ya era muy tarde, ya debía haber llegado el supervisor, ya debía de haber llegado Mario—tarde como siempre—y se había perdido el placer de ver su cara al darse cuenta que sus payasadas al fin tendrían que llegar a su fin. Pero Jessica no dejaba de discutir y ahora estaba claro que no lo dejaría ir, así se disculpase de dientes para afuera, no lo dejaría escapar de su verborrea incontenible, y que quién es la tal Evelyn con la que había andado los últimos días, por qué había estado toda la tarde sentados afuera de la facultad, bajo las hortensias y los pinos, bajo los arcos y en los pasillos oscuros del edifico antiguo... ¿Qué quería que le diga?

Alex tomó aire buscando calma con las manos agarrotadas. Pero la paciencia se había evaporado con las horas esperando bajo el sol, sin almorzar, los viajes a las oficinas de la avenida Arequipa, las de la avenida la Marina y hasta en el bus, Evelyn al menos había podido dormir, pero a él los cursos ya comenzaban a asfixiarlo y llegaba en la noche a casa a escribir y luego caía tieso como un ratón muerto sobre su cama. Eso sin contar con el trabajo que había supuesto el conseguir las firmas, había sido toda una hazaña el convencer a aquellos muchachos de rostros atontados y sonrisas sonsas. Evelyn no tenía paciencia para eso, cosas del feminismo, pensaba Alex tratando de ser condescendiente, pero ella parecía fastidiada con las muchachas idotizadas con la sonrisa de Mario. ¡Cómo pueden ser tan cojudas, el tipo es un charlatán! Renegaba en el bus, en las bancas, bajo la sombra de los pinos y tratando de bajarse la escultura en el centro de la plazoleta a punta de patadas. Pero más aún, es el tipo macho progre que se dice aliado, pero que solo usa el discurso feminista para enamorar incautas.

Tenía sus reservas con las feministas como Evelyn, pero ciertamente ella era a muy graciosa. Sobre todo cuando hablaba de la chica que le gustaba, una tal Helena, que, por la forma como la describía, era una chica de cabello trenzado, look artista callejero y botas de construcción civil, Dr. Marteens que le dicen. En fin, era todo un chiste verla hablar de ella, era una mezcla entre sorna y verdadero deseo, parecía por momento incluso enamorada. Pero lo peor era que ella era consciente de todo, solo alguien completamente seguro de sus sentimientos podía burlarse de los mismos, y eso era justamente lo que ella hacía. Se burlaba de todo, desde el colectivo donde la conoció, "Las violetas salvajes"—aunque de salvajes solo tenían las borracheras, le dijo— hasta su embobamiento cuando Helena le hablaba y la pobre se perdían en aquel mujerón que ella misma se deshacía describiendo con un gesto lujurioso el cual por un instante lo hizo recordar a Beto cuando hablaba de básicamente cualquier mujer que se cruzase por su lado.

Pero Jessica que iba entender si no paraba de sacarle en cara el hecho de que se hallaba distante —claro, si pensaba terminarla —y que si estaba intentando cortar la relación —touché —o si solo se hallaba fastidiado con ella por algo... Pero qué, si ella siempre buscaba evitar conflictos —jaja que risa—que no se había tomado a pecho el que ya no hicieran el internado juntos— ¿por qué tendría que resentirse en un primero lugar? —y qué si ya no la quería que lo diga de una vez, que hable porque le estaba perjudicando aquella preocupación, la tenía toda ansiosa en clase y no cumplía con las tareas y Melanie le había dicho que...

***

La clase ya había acabado hacía más de diez minutos y Alex ya ni se acercó a la puerta de salón una vez vio que era inútil entrar, solo se quedó esperando en los pasillos a que todos saliesen y Evelyn le contara todos los pormenores de la reprensión que debía haber recibido Mario por parte del supervisor. Frente a él veía a los estudiantes de danza volar en sus apretadas mallas, las muchachas apenas rozaban el suelo y los chicos (había muchachos ahí, aún no sabía que pensar) parecían efebos griegos de porte marmóreo, piernas largas, torso definido. Estos también se desplazaban por la sala, realizaban piruetas como a acróbatas y Alex se avergonzó de verlos tan detenidamente, de haberse dejado llevar por la simetría de sus cuerpos, lo ángulos de sus hombros y caderas, a diferencia de las muchachas de cuerpos más redondeados, extremidades más delgadas.

El timbre sonó sumamente molesto en su oído, retumbaba en los espejos de marcos barrocos y vibraba con tal intensidad que vio como mucho de los bailarines se cubrían los oídos. Evelyn salió del salón sumamente apurada y con el rostro serio, los ojos muy abiertos, parecía un pescado así, succionado sus cachetes, toda sudada por el calor intolerable en los salones de piso de parqué, menos aún en aquella bodega a donde los habían mandado.

"Avanza, rápido", le dijo a medida que lo cogió del brazo y siguieron camino a la salida. "se fue todo a la mierda, cholo, tendrías que haber venido, ¡el pendejo ese llegó temprano como nunca! parecía como si lo hubiese adivinado todo, debías ver su cara de satisfacción cuando me vio allí sorprendida y al supervisor esperando al fondo del aula". Pero Alex no se creía la suerte de aquél tipo, ella se pidió una cebada helada en un puesto de bebidas en la esquina de la avenida Diagonal, la gente aún continuaba saliendo el centro cultural y Alex giró nuevamente hacia Evelyn quien esperaba su reacción, aquellos tres días convenciendo a los muchachos, esperando que salga el trámite, todo por las puras. Él pendejo ese se saldría con la suya.

"Creo que lo único que queda es aguantarlo estos tres meses, total, no es como que lo vayamos a ver el semestre que viene tampoco, Alex, paciencia" le dijo ella, y tenía razón, ya cualquier otro intento para sacarlo de aquella clase sería inútil. Así que no aprendería nada, eso era un hecho, pero al menos tendrían una nota fácil ¿no? O al menos eso esperaban, Evelyn estaba segura de que los aprobaría a todos, por lo que sólo restaba tolerar esas tres horas semanales escuchándolos tirarse flores y coquetear con las muchachas de primer año.

La tarde rojiza decayó más aún y el rostro redondo de Evelyn se relajó, ella retomó su acostumbrada sorna para hablar y Alex trató dejar a la risa deslavar  la frustración. Ella al fin se despidió en una de las intersecciones que cruzaban la avenida Diagonal hasta el cruce con la avenida Tacna. Allí él se frotó las manos consciente del que el sol engañoso de otoño ya hacía de las suyas y que tendría que empezar a traer algo para abrigarse por las tardes. Jessica se había ido resentida, pero había entendido, o al menos eso pareció. Ahora tendría que afrontar lo que había estado posponiendo desde que se le metió en la cabeza el tachar a Mario de las clases de guitarra, tendría decidir cómo decirle que ya no quería estar más con ella y eso, definitivamente no lo comprendería.

La parada del bus, por suerte, aún se encontraba vacía. La avenida se hallaba despejada y los edificios de apartamentos y oficinas apenas comenzaban a encender sus luces blancas  chispeando en  sus fachadas. Alex corrió al ver el bus que lo llevaba hasta su casa apeándose en la puerta donde dos sujetos terminaban de subir, pagó el ticket distraído en el rostro de Jessica, en lo que le diría cuando él al fin tuviese el valor de confesar  que ya no soportaba más seguir con lo que se había convertido su relación, era una preocupación constante el pensar en su reacción, en lo que le respondería, en lo que pasaría por su cabeza.

 —Alex ¿verdad?—le dijo Mario sosteniéndose junto a él de uno de los pasamanos. Alex parpadeó mirándolo fijamente, retornando a la única realidad en que aquella situación  había sido posible, una realidad grotesca por supuesto.

— ¿Por qué no fuiste a la clase hoy?—le dijo con una media sonrisa asomándose en sus labios, parecía manejar la situación perfectamente, algo que a Alex lo irritó.

—Tuve algunos problemas, no me dio el tiempo. —le respondió sonando algo tajante. Mario chasqueó  la lengua y negó con un gesto histriónico, casi burlón. Aquella sonrisa no se esfumaba de su rostro  y Alex comenzaba a impacientarse, pero no podía olvidar que aquel sujeto, por más que tenía tan solo unos años más que él, estaba a cargo del curso extracurricular que le aseguraría el no tener que hacer un semestre más en la universidad, y a aquellas alturas lo último que quería era pasar más tiempo en aquellas aulas sofocantes.

—Esta es la tercera vez que faltas, Alex; recuerda que este curso no es como los que llevas en la facultad, con tres faltas puedes quedar fuera sin lugar a reclamos—le dijo tranquilo, se sujetó de uno de los asientos y acomodó el morral donde llevaba al parecer algunos libros y una botella de agua que asomaba en un extremo.

—No es como que hayamos avanzado mucho —soltó Alex incapaz de guardar más su fastidio ante la descarada amenaza, no lo miraba, hablaba observando la calle por las ventanas, el tráfico fluyendo por la avenida y las personas saliendo de sus empleos.

—Es cierto, ¿era por eso que querías tacharme del curso?

Alex por primera vez giró hacia él, escrutó su rostro igual de cínico, la sonrisa intacta. No comprendía como se había enterado de todo, y es que él y Evelyn habían evitado comentar cualquier cosa en el salón, la recolección de firmas, las coordinaciones para enviar la solicitud, todo se había llevado a cabo en la facultad, no en el centro cultural.

—Así es, 'profesor'—le respondió Alex sin quitarle la mirada clavada en sus ojos castaños. —Tal vez si dejara de hablar tanto de política y se centrara más en su clase lograríamos aprender algo.

—Pero es inevitable hablar de política en la clase, muchacho, esto no es la escuela. —le dijo él frunciendo el ceño.

—Falso, yo a la universidad solo voy a estudiar, no a meterme en sandeces. —Alex se sujetó firmemente, sentía que en cualquier momento un movimiento en falso lo haría tambalearse y perder firmeza. Mario soltó un par de carcajadas y un bufido burlón.

—Pero si eso es justamente lo que has hecho... Tratar de convencer a tus compañeros, organizarte con los otros pocos disconformes en el salón, llevar a cabo el reclamo, seguir el proceso de buscar cambiar del profesor. Yo lo acepto, Alex, no he estado tomando el taller en serio, pero que me digas que tú no eres una persona política me parece sumamente inocente. —Volvió a reír. Alex sentía el rostro escocerle, las mejillas al rojo vivo contrataban con sus ojos furiosos y las cejas enmarcando su cólera.

—Vamos a hacer algo, yo prometo llegar temprano, tomar las clases con mayor seriedad, pero tu renuncia a este circo y tenme un poquito de buena fe al menos, ¿no? Le dijo haciendo un gesto con los dedos y agachándose levemente para quedar ambos a la misma altura, tan cerca que por un instante Alex sintió la respiración cortada y un escalofrío recorriéndole la espalda, aun así trató de permanecer con la expresión pétrea en su rostro disgustado. Mario se sujetó del pasamano y reavivó su sonrisa pícara, el olor a 'old spice' y su aliento mentolado lo distrajeron por unos instantes.

—Aquí es mi parada, nos vemos el lunes ¡no te olvides de practicar las notas!

Notas finales:

Se agradecen los comentarios! :D


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