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Alianza Forzada. Cherik. Wolversilver por midhiel

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Este fanfic participa del evento de la semana Cherik (del 3 al 9 de junio) para celebrar a nuestra pareja favorita. Le añado el hashtag "#Cherikweek2019"

 

Espero que guste y ¡Larga vida al Cherik!

 

Alianza Forzada

 

Capítulo Uno: Sacrificio

 

Erik Lehnsherr sabía lo que significaba hacer sacrificios por la causa mutante. Lo había hecho desde que lo encerraran con sus padres en Auschwitz por su religión hebrea, y lo convirtieran en un huérfano famélico y abandonado. Lo había hecho cuando recorría literalmente el mundo, hambriento de venganza, para cazar y asesinar a los nazis que le habían arruinado la vida. Ahora seguía haciéndolo por su gente, luchando y sufriendo para que los mutantes pudieran ser personas libres. Tenía el cuerpo con cicatrices, producto de las torturas en el campo de concentración y las peleas y privaciones que había soportado para proteger a los suyos, incomprendidos como él por poderes que no podían controlar. Hacía siete años que había fundado el Estado de Genosha en una isla africana, y la gobernaba anteponiendo el bien de su gente por encima del suyo. Genosha se había convertido en un lugar pacífico y en un refugio para los mutantes desamparados.

 

Ahora su causa le reclamaba un sacrificio más: contraer matrimonio y engendrar un hijo con el heredero de una familia neoyorkina prestigiosa y millonaria, para que el linaje Lehnsherr continuara guiando a los refugiados de la isla.

 

Brian Xavier era un homo sapiens respetable que había bregado por los derechos de los mutantes, primero con donaciones y, más tarde, por medios políticos. Él mismo había pagado de su bolsillo abogados defensores para los juicios injustos a los que se sometía a los mutantes, había dado asilo en su mansión en Westchester a cuanto mutante lo necesitara y había pagado una vez una cuantiosa fianza para sacar a Erik de la cárcel. Así se habían conocido y gracias a él, Lehnsherr había aprendido que no todos los homo sapiens podían ser crueles con su gente. Brian Xavier era el único de su raza en quien Erik confiaba ciegamente, y en más de una ocasión, le planteó que si alguna vez le ocurriera algo, quería que Xavier se hiciera cargo de su isla. Por eso había surgido el tema de un heredero que continuara con su legado para que Genosha tuviera un gobierno asegurado.

 

Ahora Brian era senador y de su matrimonio con Sharon, tenía un único hijo, que había nacido con el gen X. Charles Francis se llamaba. Erik solo había leído de él en los periódicos o había visto de pasada alguna noticia suya en la televisión. También tenían una hija adoptiva: Raven Darkhölme, cuya apariencia era azul pero podía camuflarse y pasar por una chica común y corriente. Dos hijos mutantes habían convertido a los Xavier en luchadores de la causa y como tenían los medios económicos y políticos para hacerlo, Erik no podía rechazar su ayuda.

 

Cuando Brian le propuso darle su hijo en matrimonio, Lehnsherr trató de hallar alguna foto suya en los medios de comunicación sin resultado. Le pidió una educadamente a su padre pero Xavier esquivó el tema. Es que el joven Charles Francis era un misterio. Por aquí y por allá salían algunos comentarios de su vida disipada en la adolescencia, y de sus logros académicos extraordinarios en la juventud, pero desde hacía cinco años no existían noticias suyas, ni siquiera una imagen.

 

-Eso quiere decir que hemos llegado a un acuerdo, Magneto – concluyó Brian Xavier, sentado junto al escritorio de su exquisito despacho. Erik solo guardaba su nombre de cuna para los más allegados pero fuera de la intimidad, se lo conocía como Magneto a secas -. En un mes se enlazará con mi hijo en Genosha y le dará el título de su consorte. Dentro del primer año del matrimonio deberán engendrar un hijo, que, sin importar su género, se convertirá en el próximo gobernante de la isla y el líder principal de la causa mutante para las próximas generaciones.

 

Erik asintió. Estaba en Nueva York, lejos de su hogar y en el treintavo piso del rascacielos que pertenecía íntegro a la familia Xavier, en un despacho lleno de lujos, que él jamás hubiera podido imaginar que existirían.

 

Brian se puso de pie para estrecharle la mano. Erik se levantó para entregársela. Con un fuerte apretón, los dos hombres, uno homo sapiens, el otro mutante, cerraron el trato con absoluta frialdad. Después de todo, Xavier era un hombre de negocios y Magneto había sufrido demasiado para sentir algo más que venganza y sacrificio en su corazón. Se casaría con el joven, se encargaría de que quedara preñado y después educaría a ese hijo para que fuera un heredero digno y defendiera su causa. Eso era lo único que le importaba: la causa mutante.

 

 Más tarde, Erik salió del despacho y se dirigió a la antesala, donde lo aguardaba James Howlett, alias Wolverine, al que familiarmente conocían como Logan. El mutante lo estaba esperando sentado cómodamente en un sofá. Mascullaba algo enojado porque había intentado encender un habano y la secretaria de Brian le había indicado discretamente que no se podía fumar allí dentro. Xavier permaneció en el despacho para seguir trabajando.

 

-Vamos – ordenó Erik a Logan secamente, y pasó a su lado sin mirarlo siquiera.

 

Logan se puso de pie de mala gana y miró de soslayo a la secretaria, que trataba de poner su mejor sonrisa. Estaba enojado por no haber podido fumar pero entendía que la muchacha solo hacía su trabajo. Él y Erik salieron al hall para tomar el ascensor.

 

-¿Todo en orden? – preguntó Wolverine finalmente.

 

Erik asintió, mientras apretaba el botón para llamar al elevador. Se puso las manos en los bolsillos del gabán. En el fondo estaba nervioso por el trato tan íntimo que acababa de cerrar pero su mente calculadora le decía que no tenía que demostrarlo y menos frente a Logan.

 

-Sabes que no estoy de acuerdo con esto – añadió Wolverine y sacó su habano del bolsillo.

 

Erik lo miró de reojo.

 

-No estás por fumar eso conmigo adentro del ascensor, lobo – ordenó imperante. Logan sonrió burlón -. Sé que no estás de acuerdo, sé por qué no estás de acuerdo y créeme que poco importa.

 

-Los políticos son políticos todo el tiempo – contestó Logan -. Puede ser un senador honesto, puede tener dos hijos mutantes, pero él sigue siendo un homo sapiens. Él y su esposa.

 

Erik no le respondió. Las puertas del ascensor se abrieron y ambos entraron.

 

-Hay un buen pub a cuatro cuadras de aquí – recordó Logan, cambiando de tema y preparó el habano para encenderlo en cuanto dejaran el ascensor -. Vamos a comer algo y a emborracharnos, ¿quieres? Después de todo, tenemos que tener tu despedida de soltero.

 

Erik al fin sonrió con una sonrisa genuina y amplia, que sus allegados llamaban “de tiburón.” Sí, a fin de cuentas, estaba por casarse, no por amor sino por negocios, y se merecía un poco de diversión.

 

…………………….

 

 

Charles Xavier era un misterio. El rico heredero de una mente brillante como Brian y una dama de blasones nobiliarios escoceses como Sharon, envuelto en un halo de enigmas. No se le conocía el rostro, no se lo veía en sociedad, no se sabía a qué se dedicaba a pesar de haber sido un joven prometedor en el aspecto académico. Se había graduado con honores en el Reino Unido, lugar de origen de su madre, como profesor de genética y su tesis sobre el gen mutante había dado la vuelta en el mundo y todavía se discutía en congresos. No se le conocía alguna novia, no se sabía quiénes eran sus amigos, no se sabía absolutamente nada de él. Por el hermetismo ya corrían rumores desde que era un monstruo hasta que había fallecido. Sus padres ni su hermana, que adoraba como toda adolescente la buena diversión, no respondían preguntas.

 

Brian regresó al anochecer a su casa en Westchester y fue recibido por su esposa con un amigable beso en la mejilla. La pareja se había distanciado a lo largo de los años y ya no compartían más una vida marital pero se seguían teniendo respeto y cariño.

 

-¿Todo arreglado? – preguntó Sharon expectante. No había ansiedad en su tono porque como buena dama británica, sabía que las emociones no se mostraban ni en público ni en la intimidad.

 

-Cerré el trato – contestó Brian como quien cuenta sus quehaceres rutinarios -. En un mes se realizará el enlace en Genosha. Sería conveniente que Charles viajara ya la semana entrante.

 

Sharon asintió seria. No lo demostraba pero él sabía cuánto le costaría separarse de su hijo y se permitió masajearle el brazo a modo de consuelo. Ella sonrió suavemente ante el gesto.

 

-Le daré a Charles la noticia antes de la cena.

 

-De acuerdo, Sharon. Recuérdale la importancia del sacrificio que está haciendo, con este enlace está ayudando al futuro de los mutantes.

 

-Claro – suspiró la dama y sonrió con tristeza -. Nadie mejor que Charles lo sabe. Además, eso es lo que él quiere después de lo que le pasó. Sabes, Brian, aun pienso que de haber hecho terapia.  .   .

 

-Ya sabes lo que pienso de los psiquiatras – cortó Brian y la mirada se le ensombreció -. Charles, con su condición de mutante, no puede abrirse a la gente como nosotros. No con ese poder que tiene. Imagínate si alguien descubre el alcance de su mente y trata de manipularlo, lo que hizo y le dolió tanto es sorprendente. Nos costó tanto ocultarlo, Charles lo sabe y quiere salvar vidas por las que sin querer quitó.

 

-Hablas de nuestro hijo como de un asesino – observó Sharon disgustada.

 

Brian se arrepintió de sus palabras pero a veces, sin quererlo, soltaba esa idea que le brotaba del corazón: que su hijo era demasiado poderoso y que podía llegar a hacer mucho daño sin proponérselo, solo con su increíble poder: la telepatía. Charles era uno de los psíquicos más poderosos del mundo y, cinco años atrás, había cometido un accidente devenido en tragedia. Sus padres no se perdonaban no haber estado con él para impedirlo ni protegerlo. Cuando llegaron ya había sido demasiado tarde y Charles, destruido, les juró que deseaba el ostracismo social para lavar su remordimiento.

 

De nada había servido que Brian y Sharon le explicaran que no había sido su culpa. Charles se había recluido en la mansión para no causar más daño y hacía había vivido durante la última media década. Ahora que su padre le había propuesto casarse con el líder de Genosha, el joven había aceptado para redimirse, si es que conseguía hacerlo algún día.

 

Sharon se despidió de Brian y subió a los aposentos de su hijo. Charles dividía su tiempo en ellos y en la biblioteca. Hacía un par de años que había comenzado a beber y eso preocupaba a sus padres porque su madre era una alcohólica reestablecida.  

 

…………………….

 

A Sharon le costaba horrores separarse de su hijo y sentía que en cualquier momento podía olvidar su papel de dama y perder la compostura. Charles había sido la luz  de sus ojos desde que ella supiera que venía al mundo. Había sido el hijo que cualquier padre pudiera desear: educado, respetuoso y cariñoso. Desde pequeño había demostrado una empatía hacia los demás que conmovía y una inteligencia por encima de la normal. No quedaban dudas de que había heredado los genes brillantes de su padre. Más allá de divertirse quizás demasiado en la adolescencia, su conducta había sido intachable y su carrera académica asombrosa. Pero todo había cambiado abruptamente después de la tragedia. Sharon sabía que en el fondo Brian lo culpaba, no precisamente a él porque conocía el corazón puro de Charles, pero sí a su gen mutante, y por eso ella, a veces, dudaba de la ayuda desinteresada que su esposo les brindaba a Magneto y a su gente.

 

Por supuesto que Charles estaba lejos de ser perfecto como cualquier persona. Su inteligencia y posición social solían volverlo un tanto arrogante, algo comprensible y normal, pero desde el accidente fatal ese defecto se había atenuado. El problema que tenía el joven era que desde hacía un tiempo había comenzado a beber y así como tenía los genes  de la inteligencia de su padre, poseía también los de la adicción de su madre.

 

Sharon tocó a la puerta respetuosa antes de entrar. Encontró a su hijo afuera, de pie recargado en la baranda del balcón. Era saludable que Charles respirara un poco de aire fresco porque la palidez que tenía por falta de sol la preocupaba.

 

Al oírla, Charles entró. No necesitaba leerla para anticipar lo que venía a decirle. Sabía que su padre estaba en tratativas para enlazarlo con el mutante Magneto y hoy tendría una cita con él, y había visto su coche estacionarse en la entrada lo que significaba que había regresado de la ciudad. Charles no se oponía al matrimonio, no cuando sentía que era una manera de redimirse de lo que les había hecho a aquellos mutantes inocentes.

 

-Ya está cerrado el trato, ¿cierto, madre? – preguntó solo para confirmar y ahorrarle a Sharon el dolor de darle la noticia. Ella asintió con la mejor sonrisa que pudo soltar -. ¿Cuándo va a concretarse?

 

-En un mes – respondió Sharon y se le acercó con la mano extendida. Él le tendió la suya y ella se la apretó cariñosamente -. Pero tu padre piensa que sería conveniente que viajaras ya la semana entrante.

 

-Tiene razón. Debo adecuarme al lugar y quizás Magneto quiera que aprenda algunas costumbres, aunque por lo que investigué, Genosha está lejos de ser una comunidad salvaje, sino que es autónoma, con personas que han vivido en distintas sociedades alrededor del mundo, y muchos son de por aquí, hasta hay varios que crecieron en Nueva York.

 

-¡Oh Charles! – suspiró su madre y lo abrazó. Luego le dio un beso en la cabellera ondulada. Charles explicaba con tanta lógica su situación que era obvio reconocer el esfuerzo que hacía para no emocionarse -. A pesar de lo duro que eres contigo mismo, puedo ver a ese muchacho orgulloso y valiente que siempre fuiste. El sacrificio que estás dispuesto a hacer .   .   .

 

-Magneto también lo está haciendo – la interrumpió porque no se sentía con ánimo para oír un discurso sobre su valor y entrega -. Para él también es difícil casarse con un desconocido.

 

-Pero él no tiene que dejar su casa ni a su familia.

 

-Al contrario, tendrá que esforzarse para que yo me adapte a su hogar y a su familia.

 

-Sé que tu padre desea lo mejor para ti.

 

Charles asintió. Conocía la distancia entre sus padres y podía leer lo que los alejaba a uno del otro: su padre no soportaba que su madre fuera tan exigente consigo misma y esa fachada de intolerancia emocional había acabado por hartarlo. En cuanto a Sharon, ella le recriminaba que antepusiera su carrera profesional y política por encima de su familia como en esta ocasión, o, ¿por qué entregaría a su hijo en un acuerdo de negocios como si todavía vivieran en el mundo medieval?

 

-¿Sabes, madre? No sé por qué tengo ganas de cenar esta noche esa carme asada que solías preparar cuando era niño – comentó para distraerse él y distraerla a ella, además, en situaciones como esta, la nostalgia lo embargaba.

 

-Claro, querido – aceptó su madre con una sonrisa compasiva -. Bajaré a la cocina – lo miró de pies a cabeza -. Tú sigue aquí si quieres o, ¿prefieres acompañarme?

 

-Sí, bajaré contigo – contestó Charles. Su madre prácticamente no tocaba la cocina, de hecho, esa comida era una de las pocas que preparaba y solía hacerlo por diversión más que por necesidad de alimentar a su familia. Sería un excelente momento para pasarla juntos y olvidar la enorme responsabilidad que su padre había depositado en él.

 

………………

 

Erik regresó a Genosha por la madrugada cuando ya los Xavier habían degustado la cena familiar y ahora dormían o, al menos, Sharon trataba de conciliar el sueño. En el corazón de la isla, Magneto había construido una comunidad autónoma, que se regía por sus propias leyes y se autoabastecía para no tener que comerciar con el exterior. Había llegado a un acuerdo con los gobiernos del mundo a través del organismo de la ONU para que dejaran a su gente en paz siempre y cuando los mutantes no se involucraran en asuntos fuera de la isla. Vivían en paz. Erik había levantado con su mutación estructuras de metal, usando los cimientos metálicos del océano, que aunque no se asemejaban a los rascacielos como el de las oficinas de Xavier, podían ser la envidia de cualquier ingeniero. Comían lo que el contexto les proporcionaba y se vestían con ropas confeccionadas en las pequeñas fábricas que tenían. No era una comunidad grande, tampoco pequeña, pero los mutantes que la conformaban tenían, en su mayoría, un mismo objetivo: convivir en paz y alejados de los homo sapiens. Tan a gusto se sentían con el gobierno de Erik, que no se veía a sí mismo como un gobernante sino más bien como un guía o líder, que no se habían opuesto a que buscara un heredero de su sangre y el hijo del senador, mutante como ellos, les había parecido la opción adecuada. Porque así se manejaba Magneto: no llevaba a cabo ninguna acción importante sin la aprobación de su gente.

 

Cuando bajó con Logan del helicóptero en el patio del castillo de metal y piedra que había erigido, se encontró con Azazel, su principal consejero. De solo verle la expresión de preocupación y enojo, Erik reconoció que el mutante tenía problemas con Kurt, su único hijo adolescente.

 

-Peter Maximoff y él volvieron a escaparse – comentó Magneto antes de que su consejero le lanzara la noticia. Hasta Logan suspiró detrás de él, reconociendo que solo eso podía poner a Azazel de ese humor -. Vamos, amigo – le palmeó el hombro -. Tenemos que congeniar una buena plática con esos dos, tú con tu hijo y yo con Peter.

 

Peter Maximoff era un huérfano y el mejor amigo de Kurt desde niños. Su madre, una antigua amante de Erik, había muerto al darlo a luz y Erik se había sentido en la responsabilidad de hacerse cargo del joven por el cariño que le había tenido a la madre. Peter no era un mal chico, solo rebelde y como su mutación era una velocidad asombrosa, le costaba estarse quieto y solía escaparse con Kurt, que tenía el poder de teletransportarse a distancias increíbles, más para divertirse que para otra cosa. Pero había sectores de la isla que no eran seguros, con animales salvajes y terrenos peligrosos, por eso Azazel se preocupaba y Erik también porque quería sinceramente a Peter.

 

La propuesta de la plática con sus hijos tranquilizó a Azazel y entró con Magneto y Logan para escuchar los detalles del trato que había cerrado.

 

Entretanto, un tanto alejados de la comunidad, Peter y Kurt se relajaban tomando cerveza artesanal en el burdel. Los dos reían entusiasmados con la escapada y la visita prohibida que estaban haciendo. Emma Frost, la dueña del burdel, se les acercó con una sonrisa compradora. Iba acompañada de una joven morena, con mirada despectiva.

 

-Peter, Kurt, les presento a Angel.

 

Peter y Kurt depositaron sus jarras en la mesa y saludaron a la muchacha asintiendo. Emma le hizo un gesto a la mutante para que se acercara a Maximoff y Angel enredó sus brazos alrededor del cuello del joven, muy melosa. Le dio un beso fuerte en la mejilla.

 

-Ey – rio Peter sorprendido y bebió un sorbo -. Tengo que tener mi mejilla intacta para cuando vuelva a casa o Magneto va a molestarse.

 

Emma le sonrió y apoyó insinuante una mano sobre el hombro de Kurt.

 

-Parece que los tienen vigilados a los dos – comentó burlona.

 

Peter y Kurt intercambiaron miradas y rieron cómplices. Sabían que no tenían que estar allí y que si Erik o Azazel los descubrían, podían rodar sus cabezas plateada y oscura. Como típicos adolescentes, el peligro los excitaba mucho.

 

Emma continuó. Era telépata pero no necesitaba leerlos para saber lo que esos dos estaban pensando.

 

-Si le permites a Angel, Pet, ella sabrá complacerte sin dejar ninguna marca.

 

-¡Wow! – rio más Peter y Kurt se cubrió la boca, entre sorprendido y ansioso -. ¿Puedes hacer eso? – le preguntó a la joven.

 

Del torso desnudo de Angel, surgieron un par de alas transparentes, parecía una mariposa. Ella le acarició la mejilla y, luego, bajó la mano hacia los pantalones del muchacho. Peter no sabía qué decir ni qué hacer. Emma sonreía complacida. De repente, ambos jóvenes sintieron que los jalaban de atrás con violencia.

 

-¡Peter Maximoff y Kurt Wagner! – exclamó un furioso Scott Summers, el general de la guardia de Magneto y jefe de la brigada que mantenía el orden en la comunidad -. ¿Tienen edad siquiera para estar bebiendo eso?

 

De la desesperación, Kurt se esfumó, o, mejor dicho, se teletransportó a su recámara en el castillo. Peter no tenía su habilidad y desgraciadamente quedó sujeto de la mano férrea de Summers.

 

Emma miró al militar con una sonrisita pícara que él ignoró.

 

-Son menores de edad, señorita Frost – le recordó gélidamente -. ¿Conoce el castigo por incitar al alcohol y al sexo a menores de veintiún años?

 

-Conozco lo puritanos que son Magneto y sus leyes – respondió Emma con acidez.

 

Scott no le respondió. No le gustaba ni a él ni a nadie meterse con ella, es que se sabía que era una telépata poderosa y podía causar problemas. Por eso decidió llevar a rastras al adolescente y sacarlo enseguida de ese lugar.

 

Emma lo siguió con la mirada y cuando salieron, se volvió hacia Angel.

 

-Hiciste un buen trabajo – reconoció y la joven pasó saliva, sintiéndose halagada -. Tenías que caerle bien a ese mocoso y lo conseguiste. Solo hay que tener paciencia y Maximoff regresará solo o acompañado de ese tonto amigo, pero regresará. Recuerda, Angel, Peter es demasiado importante para mí.

 

Angel asintió obediente y sin preguntar. No sabía por qué a Emma le interesaba tanto ese jovencito veloz protegido por Magneto, pero Emma sí lo tenía en claro: Peter era el hijo de Erik y su madre fallecida, solo que ni el muchacho ni su padre conocían su origen. Si el joven Maximoff era el único vástago de Lehnsherr y ella conseguía manipularlo, podría convertirlo en el próximo gobernante legítimo de Genosha y en su marioneta para que Emma tomara el control de la isla.

 

……………………….

 

¿Qué les pareció? Espero que les haya gustado. ¡Gracias por leer!

 

 

 

 

 

 

 

 


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