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Aprendiendo a amar por aisaka-san

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—¡Mamá cuidado!

Gritaba mientras sentía un fuerte agarre en su mano, su pequeño cuerpo estaba siendo jalado bruscamente por su progenitora que parecía apresurada por llegar a algún lado. Sus piernas eran tan cortas como se esperaba de un niño de cinco años por lo que no podía seguirle el paso a la adulta, provocando constantes tropiezos en su andar.

Un desperfecto en el suelo fue su perdición, su pie chocó contra la grieta y se sintió caer en un solo instante. Todo fue tan repentino que incluso el agarre de su madre se zafo y terminó cayendo de lleno en el suelo, la adulta volteo a mirarlo fastidiada.

—¿Qué crees que estás haciendo Shu? Te estoy diciendo que se hace tarde y todavía te caes, ¡fijate donde pisas!

Sentía mucho dolor en su cuerpo y algo caliente escurrir de sus rodillas, la mayor no se inmuto y simplemente lo tomó del brazo levantandolo para seguir caminando, dejando de lados los lloriqueos del pequeño.

—¡Ten más cuidado! Tú padre y yo estamos muy ocupados, apenas y puedo salir a comer y solo uso ese tiempo para llevarte a que te cuide tu tía...

Los reclamos de su madre no paraban, dejo de llorar después de un rato cuando la mayor le dijo que se callara de una buena vez.

En cuestión de minutos llegaron a la residencia que el menor bien conocía, su madre tocó el timbre de la casa y luego volteo a mirarlo notando que su hijo era un desastre lleno de tierra y raspones en la cara.

—¡Por dios! Tengo que limpiarte antes de que Chiharu salga.

Se hinco hasta la altura del menor, sacó un papel de su bolsillo y lo humedecio con su saliva, luego lo paso por el rostro del pequeño quitando a como pudo la mayoría de la tierra en la cara y brazos del pequeño.

—Ya así.

La puerta se abrió y de ella una joven adulta los saludo con una enorme sonrisa.

—¡Hana! ¡Shu! Como siempre a tiempo.

—¡Chiharu!

Ambas se abrazaron bajo la tímida mirada de Shu, empezaron a platicar amenamente mientras el pequeño sentía cierta sequedad y una tremenda picazón en las rodillas, cuando bajó la mirada se asustó por ver un seco rastro más marrón que carmesi en ellas.

—Mamá mira —Jaló el brazo de la mayor pero fue completamente ignorado, volvió a intentarlo de nuevo— ¡Mi.. mila mamá!

—¿Qué quieres?

Cuando ambas adultas voltearon en su dirección se sintió avergonzado, con mucha timidez señalo a sus rodillas y a ambas se les dibujó una expresión de preocupación en sus rostros.

—Aah, no puedo creerlo —exclamó su madre agachándose a revisarlo.

—¿Qué le pasó?

—Se cayó cuando veníamos hacia acá —La voz molesta de su madre lo hizo sentir culpable, de nuevo sintió unas enormes ganas de echarse a llorar—. ¿Podrías prestarme algo de alcohol?

—Tranquila, yo lo limpiaré. Ya es algo tarde así que está bien si quieres irte —comentó Chiharu con una sonrisa cálida en el rostro.

—Eres un angel Chiharu —dijo la de cabellos blancos, luego deposito un beso en la mejilla de Shu—. Te quiero, hazle caso a tú tía Chiharu. ¡Regreso en la noche!

Sin esperar una respuesta se fue casi corriendo de ahí, Shu la miro apartarse sintiendo un nudo en la garganta.

—Ven, hay que limpiarte.

Miró a la mayor y asintió, pronto entraron a la casa donde se sentó en el sillón y miró con curiosidad sus propias rodillas sucias.

—¡Valt, Shu acaba de llegar! —gritó la mayor, Shu miró a todos lados esperando a encontrar al recién llamado.

—¡Aaaah ya voy! —El grito emocionado venía desde arriba, luego una serie de pasos apresurados se dejaron escuchar hasta que el de ojos rojos miro como el menor se abalanzaba hasta el—. ¡Shuuuuuu!

—Ten cuidado Valt, Shu está lastimado, voy rápido por el algodón y lo demás. ¿Lo puedes cuidar?

—Shi —contestó Valt con la expresión más seria que pudo hacer, la mayor le sonrió antes de irse. Luego el pequeño volteo a mirarlo con curiosidad—. ¿Cómo te caíste?

Y así empezó una corta plática entre ambos amigos, luego Chiharu regreso con algodón, vendas y una extraña sustancia marrón para ambos niños. Primero limpio sus rodillas usando algo de agua y después puso esa sustancia marrón, Shu ni se inmuto pues seguía platicando felizmente con Valt.

—Má, ¿podemos jugar a los... a los... ili.. linosaudios?

—¿A los dinosaurios? —preguntó la adulta recibiendo un asentimiento enérgico de su hijo y la mirada curiosa de Shu—. Claro que si, le enseñas a Shu tus nuevos dinosaurios.

—¿Inosadios? —preguntó el de ojos rojos a Valt, este nego.

—Se llaman linosaudios, tengo uno velde y otlo velde y uno azul, ah no es velde y otlo velde... ¡Yo quielo el velde!

—Valt todos tus dinosaurios son verdes —comentó la mayor.

—... ¡Pe..pelo el velde es mio!

Shu sintió una gotita resbalarle por la cabeza, Chiharu soltó una pequeña risa al escuchar la conversación de ambos niños, finalmente terminó de vendar las rodillas del pequeño Shu.

—Listo, no te las quites. Ya vayan a jugar —dijo al pequeño Shu mientras le daba un besito en la frente, el menor le sonrio y asintio levantandose del sofa.

—¡Ya vámonos! —Se adelanto el de cabello azul, Shu miro a la mayor esperando su aprobación, ella asintió con una sonrisa a lo que procedió a seguir al menor a su cuarto.

Estaban subiendo las escaleras cuando Valt volteo a mirarlo con una sonrisa.

—Bueno, te plesto el velde, ¡pe.. pero el otlo velde es mio! —gritó enérgico, Shu soltó una risa.

—¡Eles muy chistoso Valt!

 

 

 

° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° ° °

 

 

 

Abrió los ojos humedecidos por algunas lágrimas, una ligera sonrisa estaba plantada en su rostro así como una hermosa sensación de calidez yacía en su pecho.

Apenas noto que todo se trató de un sueño todo lo anterior desapareció, limpio las pocas lagrimas que amenazaban con caer mientras miraba a ningún punto en particular bastante confundido.

"¡¿Qué diablos fue eso?! ¿Estoy alucinando?" pensó asustado, pues jamás en la vida le había pasado algo así, esperaba que mientras los segundos pasaran el sueño empezara a desvanecerse de su mente pero eso no sucedió, podía recordarlo todo a la perfección.

"Soñe a Valt y a mi de niños, eso no tiene sentido, yo vivía en Alemania a esa edad. Entonces ¿es porque lo extraño? ¿Pero porque estaban mi madre y la mamá de Valt ahí también?"

Las preguntas solo aumentaban más y más, después de un rato se resignó a no obtener una respuesta precisa así que decidió dejar el asunto de lado. Aunque seguía sintiendo bastante curiosidad al respecto.

Rápidamente se vistió y salió de la casa, no había tiempo que perder.

La caminata entre las calles poco pobladas recreaban un ambiente bastante ameno capaz de tranquilizar a cualquier persona por más estresada que se encontrara.

Tal vez él era la excepción pues no se sentía capaz de sacar de sus pensamientos la extraña frase de Daigo del otro día.

"Debes dejar de necesitar a Valt"

No paraba de preguntarse a sí mismo a que se refería Daigo, ¿dejar de necesitar a Valt? Pero si el lo amaba, era imposible que dejara de necesitarlo. No había día en el que no pensara en esos ojos brillantes que lo habían cautivado o en el que no extrañara admirar su cabello puntiagudo que a la vez se mecía con suavidad al son del viento.

Sabía que había cometido errores pero no por ellos estaba dispuesto a renunciar a la persona que amaba.

Después de esas palabras Daigo solo terminó por despedirse de él y antes de irse, lo citó nuevamente en el parque donde habían ido con Ryota el otro día. Ahora mismo caminaba hacia allá en ese sábado por la mañana, decidió simplemente ignorar las preguntas hostigantes que sus padres le hicieron cuando lo vieron con intenciones de salir.

Últimamente ambos adultos estaban siendo un tanto más molestos de lo normal pues no dejaban de preguntar qué tal iba su día o si ya había arreglado las cosas con Valt, esos eran asuntos suyos, ¿porque habría de contestar a sus preguntas?. Inevitablemente recordó su sueño y también aquellos días de su infancia cuando era él quien le preguntaba a sus padres varias cosas por simple curiosidad y ellos se limitaban a callarlo bruscamente.

Despertó de sus lejanos recuerdos cuando visualizo el lugar donde Daigo lo citó, miró alrededor esperando encontrar al azabache y cuando lo hizo se acercó tranquilamente.

—Llegaste temprano —comentó Daigo al verlo, el se alzó de hombros.

—No tanto como tú.

—Suelo venir aquí los fines de semana a entrenar un poco, ya me acostumbre a venir cuando sale el sol —contestó el azabache con simpleza, Shu miro a la arena en la que un bey giraba intensamente. Daigo se agacho un poco para tomarlo y guardarlo en su sudadera—. ¿Quieres ir a comer algo?

El albino negó con la cabeza.

—Honestamente preferiría ir directo al punto de está conversación.

Daigo pareció sorprendido pero después le sonrió ligeramente, soltó una pequeña risa.

—Por mi está bien.

Daigo se sentó al pie del sitio invitando al de ojos rojos que hiciera lo mismo, este acato su petición y se posiciono a un lado del azabache.

—¿Pensaste en lo que te dije ayer? —preguntó el de ojos oscuros.

—Todo el tiempo —respondió—, pero no puedo hacerlo. Estoy enamorado de Valt.

—Yo no te dije que dejaras de amarlo.

El comentario del azabache hizo que Shu le brindara una mirada confundida a lo que Daigo sonrió un poco más.

—Te dije que te ayudaría a hablar con Valt si dejabas de necesitarlo, ¿crees que amar es lo mismo que necesitar a alguien?

—¿No debería serlo? —preguntó el albino claramente confundido con la plática.

—Tal vez, claro si quieres que tu relación esté llena de celos, inseguridades y miedo, elementos que quien sabe, quizás terminen en una posesión obsesiva por la otra persona.

Shu lo miró sorprendido por sus suposiciones, Daigo ahora alzó la vista al cielo con una mirada un tanto más seria.

—No deseo eso para Valt. En muchos libros y películas suelen romantizar tan perfectamente el amor dependiente, las personas darían sus propias vidas el uno por el otro sin dejar que nadie más se acerque a el ser amado, pero eso es pura ficción, la realidad trabaja a otra escala diferente.

—¿A qué te refieres? —preguntó el albino lleno de curiosidad.

—En la vida real ese tipo de relaciones solo termina de una manera, con alguna de las partes muerta. Estas parejas son tan inseguras, todo el tiempo piensan que van a ser traicionados, que no son lo suficientemente buenos para amar y ser amados. ¿Sabes cuál solucion encuentran? —Miró al de ojos rojos quien negó—. Violencia, golpes, maltratos, insultos, todo lo que sea necesario para asegurarse que no van a terminar solos, que la otra persona tendrá el miedo suficiente para siquiera intentar escapar de la relación. Al final las pareja termina asesinandose entre sí, ya sea el pasivo que está harto de los maltratos o el activo, que encontró el límite de sus golpes en la muerte.

Shu se quedó callado un rato, pensando en lo dicho por Daigo.

—¿No crees que exageras? —preguntó, Daigo sonrió levemente ante su cuestionamiento.

—¿Así piensas? —El azabache bajo la mirada de las nubes y la posó sobre el albino—. Hace diez años, cuando mis padres murieron Ryota y yo quedamos bajo la custodia de mi tia y su esposo con el que se había recién casado. Al principio su relación parecía normal, ellos eran felices pero con el pasar de los meses algo cambió. Empezaron a discutir por cosas tan pequeñas y tontas que no valían la pena, luego se insultaban entre pláticas casuales, aun así mi tía no dejaba de decir lo mucho que necesitaba a su marido y que lo amaba. Un mes después Ryota enfermo y lo llevamos al hospital, lo visite y cuando regrese a casa ellos ya se estaban peleando a golpes, no pude hacer nada para detenerlos.

Ahora el azabache no miraba a algún sitio en particular, sus ojos empezaron a formar diminutas lágrimas.

—Los días pasaban y los golpes entre ellos se había convertido en un hábito. Un día escuche al esposo de mi tia decirle que la iba a dejar, ¿sabes que pasó? Ella tomó un cuchillo y se abrio el estomago, mi tío no pudo con la culpa y tres días después se colgó en su habitación a medianoche. Todo porque se "amaban demasiado", murieron el uno por el otro.

Daigo secó sus lágrimas antes de que se arrastraran por su rostro, Shu sabía que el chico recién se había abierto frente suyo así que intento ser lo más sensible posible.

—¿Y qué pasó contigo y Ryota?

—Ryota seguía en el hospital cuando eso sucedió, no se lo conté hasta apenas unos meses. Yo fui a vivir a casa de mi abuela y hasta la fecha es donde estamos —Daigo rápidamente se despabiló, miro nuevamente serio a Shu—. Pero no venimos a hablar de mi. Shu, yo se que tú eres una buena persona pero potencialmente...

—¿Qué? —preguntó el albino, quería escuchar todo lo que el azabache estuviera dispuesto a decir.

—No me malentiendas, no pienso que seas malo pero creo que puedes llegar a depender demasiado de Valt.

—¿Y porqué piensas eso de mi? —preguntó el de ojos rojos un tanto molesto por las suposiciones del azabache.

—No me has dado indicios o razones para pensar de otra manera. Desde que Valt se fue te la has pasado deprimido a cada lado al que vas, ¿que pasara el día en que regrese?, ¿vas a regresar a la normalidad? Yo no lo creo.

—Es una reacción normal, ¿quien no se pondría triste cuando la persona a la que amas se va?

—Triste si, dramáticos muchos, pero tú de verdad te ves acabado. No solo me asustas a mi, tambien asustas a todos los demás, no puedes vivir pensando solo en Valt.

—Yo no...

No pudo continuar su frase pues muy en el fondo sabía que era verdad, no había momento en el día que no dejará de nombrarlo entre pensamientos, que no deseara dejarlo todo por solo verlo un instante o el último delirio que tuvo, en que anhelaba morir si el chico jamás volvia a Japón.

Todo sonaba tan romantico pero ahora caía en cuenta de lo aterrador que podía llegar a ser cuando se lo tomaba cien por ciento en serio.

Un escalofrío de miedo le recorrió el corazón, miró a Daigo con una expresión preocupada, él le regresó una mirada comprensiva.

—Entonces... ¿que deberia hacer? —preguntó temeroso, el azabache le sonrió.

—Tienes que confiar en ti, amarte a ti mismo —contestó con calma—, para que así finalmente puedas aprender a...

—¡¡Déjame en paz maldito!!

El repentino grito interrumpió al azabache, ambos intercambiaron miradas confundidas para después inspeccionar rápidamente los alrededores pues aquella voz les resultó ligeramente familiar.

—¡Lárgate!

—Wakiya —susurraron al unísono y corrieron al lugar donde se originó aquellos gritos.

Al llegar se encontraron al rubio forcejeando con un chico de cabello verde, Daigo rápidamente lo reconoció mientras Shu observó que a la cercanía también se habían detenido un rubio y un azabache a contemplar la escena.

—¡Oye Silas, dejalo! —gritó Daigo pero ninguno de los dos se habían percatado de la presencia de ninguno de ellos.

Shu miró como Rantaro se acercó al par a una tremenda velocidad, parecía una furia con todas las intenciones de eliminar al de cabellos verde, ni siquiera Ken a su lado pudo hacer nada para detenerlo.

—¡Te dijo que lo dejaras!

Grito el rubio de ojos cafes, Silas alcanzó a escucharlo por lo que volteo a mirarlo sorprendido. Rantaro apartó al de cabello verde exitosamente del de apellido Murasaki.

¿Como se lo agradeció? Con un puñetazo entre los dientes.

Y es que si Audaz no hubiera intervenido el receptor de dicho impacto habría sido Silas, sin embargo el rubio lo apartó en el momento más crucial cuando Wakiya por fin se decidió a defenderse.

Todos miraron impactados la escena de Audaz cayendo de lleno al suelo, incluso Wakiya se sorprendió cuando notó que Silas estaba como si nada al lado suyo y cuando volteo a ver a quien derribó sintió como su sangre se heló en un instante.

—¡A..Audaz! —gritó alarmado agachándose para verificar el estado del rubio, todos los presentes se acercaron a ver como estaba.

—¡Mira lo que hiciste patan! —regaño Silas al rubio, este lo miro enfadado.

—¡Callate! ¡Todo esto es tu maldita culpa!

—¡Ay por dios está muerto!

—¡Deja las malditas bromas Daigo! —gritó exasperado el de ojos azules.

Wakiya se sentó en el suelo y miró al chico en el suelo, alzó un poco su cabeza lo más delicado que pudo y la colocó sobre sus piernas.

—Ajaja... —La risa espontánea que Rantaro dejó salir de su boca extraño a todos.

Kiyama miró desorientado a cada uno de ellos y finalmente miro a Wakiya. Alzó su mano y la posó sobre la mejilla del rubio bajo la mirada sorprendida de los amigos.

—Vaya... ¡es tan hermoso! ¡Un ángel vino a llevarme al cielo!

Wakiya sintió su cara enrojecer mientras que los demás miraban incrédulos la escena.

—¡I..idiota! ¡Si no te hubiera golpeado ya, te molería a golpes ahora mismo!

—¿Porque tan serio... ángel de risos dorados?

Silas sacó su teléfono, Ken lo miró aliviado.

—Bien, una ambulancia no tardará en llegar —anunció calmado, el de cabello verde bufo.

—Esto vale oro, obviamente los estoy grabando.

Daigo, Shu y Ken sintieron una gotita resbalar por sus cabezas.

—Yo llamaré a emergencias, espero que no tarden mucho —dijo Daigo mientras sacaba su teléfono y se apartaba un poco de la escena.

Mientras Wakiya intentaba controlar las incoherencias que salían de la boca de un desorientado Rantaro y Silas se dedicaba a grabarlos, Shu y Ken quedaron en un pequeño silencio donde se limitaban a ver lo que pasaba.

—Oye —llamó el titiritero al albino, cuando volteo uso a Keru para comunicarse—. ¿Podemos hablar?

Shu no supo si había escuchado mal pues era extraño que el azabache le dirigiera la palabra, desde hace un tiempo no lo hacía. Asintió y sin más dejaron la escena en silencio.

—¿Crees que vayan a estar bien? —preguntó Shu después de un rato en el que caminaron entre las calles poco transitadas, Ken no volteo pero sus marionetas si.

—Ellos han pasado por peores cosas —dijo su títere Keru, luego Besu continuo—. Si se quedan juntos estarán bien.

Shu no dijo más, ya llevaban mucho tiempo caminando y a pesar de que ya conocía algunas calles todavía no exploraba el pueblo entero, empezó a preocuparse un poco cuando algunas casas ya eran desconocidas para el.

Ken se detuvo abruptamente, luego señaló una casa justo frente a él.

—Está es mi casa —habló está vez usando su propia voz—, me queda algo lejos de la escuela pero es linda, ¿Quieres pasar?

Quizás en otro momento habría aceptado por mera cortesía, sin embargo el asunto le parecía un tanto sospechoso y estaba tentado a declinar su oferta.

"No, Ken ha sido muy amable conmigo, sería malo si ahora me niego a su petición" pensó antes de asentir con la cabeza, Ken extendió una sonrisa en su rostro a la par que emprendió marcha al interior.

El azabache le abrió la puerta en una extraña muestra de amabilidad, Shu no quiso decir nada al respecto así que simplemente entró. Dio un par de pasos antes de alzar la mirada al interior.

Y se congeló con lo que vio.

Con la persona a la que vio.

Su mirada aturdida se posaba sobre un viejo conocido que honestamente prefería olvidar, escucho la puerta cerrarse tras él y unos pasos acercarse.

Ken se posicionó al lado de Boa con una increíble inexpresión en el rostro que nunca antes había visto en el.

—Shu, es bueno encontrarte —empezó a hablar Boa—, te he estado buscando desde... ese día.

Shu no dijo nada, se dio la media vuelta dispuesto a marcharse de ese lugar.

—¿A donde crees que vas? —preguntó Ken con voz trémula, casi no se podía reconocer al chico.

—Me engañaste —dijo el de ojos rojos peleando con el picaporte que no giraba—. Dices que quieres hablar pero me traes aquí... con este maldito bastardo.

Ambos chicos estaban impresionados por las palabras del albino, intercambiaron miradas rápidamente y Boa replicó.

—Se que lo que hice estuvo mal pero yo de verdad me arrepiento.

—¡Cierra la puta boca! Por tu culpa mi vida se arruinó.

—¿Cómo te atreves a hablar así en mi casa? —preguntó Keru en voz de Ken.

—¿Cómo te atreves tú a traer a esa mierda a tu casa?

Definitivamente Shu estaba saliendo de sus cabales, el enojo se apoderó rápidamente de él y empezó a patear la puerta para salir de ahí.

—¡Oye! ¿Qué crees que haces? —preguntó el azabache alarmado por los daños que Shu estaba haciendo, se acercó a él para intentar calmarlo pero a cambio recibió una fuerte palmada.

Por suerte había sido lo suficientemente rápido para que no le diera en el rostro, por desgracia su querido títere Besu recibió el golpe de lleno.

Salió volando de su mano y cayó en una de las trituradoras que usaban para hacer el relleno de los títeres. No supo quién la dejo prendida pero dejó de importarle cuando el triturar de la máquina empezó a actuar sobre la cabeza de su marioneta.

Ken rápidamente corrió en rescate de su querido títere, apagó la máquina e intento retirar lo que quedaba de su amigo resultando inútil hasta que abrió la máquina entera. De ella un trapo marrón desecho fue lo que se salvó.

Boa estaba impactado por lo que había sucedido y ni qué decir de Shu, quien no advirtió en ningún momento que la situación podría escalar a este nivel. Miraba al chico empezar a llorar mientras abrazaba ese trapo con cariño, se acercó unos cuantos pasos pero Ken adivino sus intenciones rápidamente.

—¡Lárgate! —Se levantó rápidamente hasta la mesa del comedor, volvió a enormes zancadas con una pequeña bolsa de tela y se la lanzó en el rostro—. ¡Toma tu estupido bey y lárgate de mi casa!

Luego fue hasta la puerta y con las manos temblando fue capaz de abrirla, Shu lo miró arrepentido por completo por lo que pasó.

—Yo... yo...

Las palabras no le salían, la mirada furiosa y triste de Ken ni ayudaban en nada a qué se le ocurriera la mejor disculpa que podría formular por el momento.

En ese instante de nuevo se sintió como un niño, estúpido y torpe como solía decirle su madre, inútil y holgazán cómo solía llamarlo su padre.

Los ojos se le humedecieron, soltó un pequeño alarido antes de salir corriendo de ahí con la bolsa en manos.

Ken cerró la puerta con toda la fuerza que pudo, se sentó llorando mientras abrazaba de nuevo a su roto amigo.

Después de varios minutos escuchó a su teléfono anunciando una llamada entrante, con desánimo lo sacó y miró el remitente encontrándose con un número desconocido. Sin muchas ganas contestó.

—¿Diga?

—¡Oh Ken, hola! —Escuchó del otro lado de la línea esa voz inconfundible.

—¿Valt? —preguntó con sorpresa, ignorando un poco sus propios gimoteos.

—Sí ¿Quién más amigo? No vas a creerlo, llegué a España y un sujeto todo raro me rompió el teléfono y...

El de cabello azul se vio interrumpido cuando Ken soltó un lamento casi inaudible, podría haberlo pasado por alto de no ser porque Ken tenía el teléfono justo en el rostro.

—Uuh, ¿Estás bien? —preguntó el menor—, sabes que si algo va mal puedes contarme.

—Si, lo sé —dijo el azabache mientras hacía un esfuerzo por no soltarse a llorar ahí mismo al recordar lo que pasó hace menos de una hora— Es que Besu se rompió.

—¡¿Qué?! ¿Pero cómo?

—Yo... bueno, traje a Shu a casa para que viera a alguien pero perdió el control. No sé exactamente qué fue lo que sucedió.

—Espera... ¿Shu lo hizo?

Un corto silencio fue suficiente para que Valt supiera que esos significaba un "sí". Boa se acercó al azabache y le retiró el teléfono, puso el altavoz para que pudiera escucharlo todo.

—No puedo creerlo, ¿Porque haría algo así? —La voz del mayor de los hermanos Aoi resonó en toda la habitación, Boa se encargó de responder.

—Tal vez yo sea el verdadero responsable aquí.

—¿Eeh, quien habla?

—¿Ya no me reconoces? Dejamos de vernos solo unos cuantos años y ya me olvidaste.

Un corto silencio invadió el lugar, luego Valt pregunto.

—¿Boa?

—Así es, y creo saber porque Shu actuó de esa manera —negó ligeramente a la nada—. Miento, yo soy parte de las razones por las que Shu actuó como hizo.

 

 

Notas finales:

Amé escribir sobre los dinosaurios verdes :v


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