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Aprendiendo a amar por aisaka-san

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Caminó con gran desánimo hasta llegar a la clínica, después de casi un par de horas salió de ahí pensativo.

 

Llego a casa donde sus padres lo esperaban para comenzar a cenar, cuando termino se fue directo a su habitacion donde puso a cargar su telefono, mirar la pantalla de inicio cargar fue casi una tortura pues tardaba demasiado a su parecer.

 

Después de varios segundos el sistema operativo empezó a iniciarse, un tiempo más adelante varias notificaciones aparecieron.

 

7 Videollamadas pérdidas

 

“Excelente”, pensó molesto consigo mismo pues no verificó la batería de su teléfono esa mañana.

 

Cuando estuvo a punto de apagar la pantalla una nueva notificación llegó.

 

1 mensaje nuevo de: Valt Aoi

 

Su pulso se aceleró y rápidamente dio en la notificación, enviándolo directamente al mensaje.

 

De: Valt: “Shu perdón! Estaba desayunando en la cafetería cuando llamaste y deje el teléfono en la habitación :c”

 

No quiso reprimir la sonrisa que surco en su rostro, respondió con calma.

 

Yo: “No te preocupes, mi batería se descargó así que estamos iguales. Por cierto es un poco extraño, Rantaro me dijo que allá era de noche”

 

Se recostó sobre la cama con ambos brazos extendidos de lado a lado, en pocos segundos su teléfono volvió a sonar anunciando un nuevo mensaje.

 

De: Valt: “De noche? Audaz siempre se equivoca con las horas, aquí amaneció hace poco”

 

Yo: “Si, me di cuenta.”

 

Quizás ese mensaje fue seco pero no sabía qué más decir, estaba muy nervioso hablando con Valt después de tanto tiempo.

 

De: Valt: “Y cómo has estado?”

 

Un escalofrío satisfactorio lo recorrió de pies a cabeza, sonrió ampliamente y una calidez se plantó en su pecho.

 

“Valt, ¿cómo es que estando tan lejos puedes hacer esto?”, pensó tocándose el pecho, justo encima del corazón, rápidamente tecleo en su teléfono la respuesta.

 

La mañana siguiente llegó, Shu despertó con pesadez, los ojos le picaban un poco y sentía cierta resequedad en ellos por lo que sobo un poco encima de ellos.

 

Pero valió la pena por completo.

 

Durmió hasta tarde hablando con Valt, fue lindo volver a tener contacto con él. Ese sentimiento hacia el chico no se iba, sin importar cuanto tiempo dejara de verlo seguía llamando su nombre entre pensamientos, también recordaba esas tardes donde se la pasaron bien en la casa de alguno de los dos.

 

“Tal vez nunca dejaré de amarlo”, pensó llenándose de energía al instante.

 

De un solo movimiento se puso de pie y empezó su rutina matutina con una sonrisa en el rostro y con los ánimos a tope. Sus padres solo lo miraban con una expresión extrañada y curiosa por su nueva actitud, ver así de feliz a su hijo también los hacía felices así que decidieron no preguntar nada al respecto.

 

—¡Me voy! —anunció alegremente su partida a la escuela, sus padres se despidieron de él antes de salir.

 

En poco tiempo llegó al instituto donde había pocas personas alrededor, entre ellas distinguió a Wakiya que platicaba ameno con Ken y Daigo. Se acercó a ellos para saludarlos.

 

—¡Hola! ¿Cómo están?

 

Los chicos lo miraron un poco confundidos pero después devolvieron el saludo.

 

—Muy bien —respondió Ken usando a Besu, luego fue Keru quien hablo—. Veo que alguien se despertó con el pie derecho.

 

—Si, algo así —dijo Shu con una sonrisa muy ligera.

 

—Me alegro por ti —comentó Wakiya, Shu solo asintió en respuesta.

 

—Por cierto, ¿dónde está Rantaro? —preguntó buscando al rubio detrás de ellos, Daigo negó.

 

—Todavía no ha llegado —dijo Besu en respuesta.

 

—Pero tampoco es tarde así que podría llegar en cualquier momento —comentó el de ojos azules con suma confianza.

 

Platicaron un rato más acerca del festival escolar que se llevaría a cabo ese mismo viernes. Shu no conocía cómo funcionaban los festivales escolares pues jamás había participado en ninguno, era una actividad que no sucedía en su colegio en Alemania.

 

—Pues quédate cerca de nosotros, nos vamos a divertir como nunca —comentó Daigo muy emocionado, Shu asintió a su propuesta.

 

Los ojos del azabache se desviaron un poco cuando vio a cierta persona pasar, con una seña llamó a los otros dos a acercarse.

 

—Es extraño, Kaoru llegó sola —comentó a lo que Wakiya volteo a mirar a la chica.

 

Era cierto, Kaoru hace varias semanas se ausentó por su enfermedad y ahora lucía un aspecto diferente, su cabello estaba mucho más corto que la última vez llegando un poco arriba de los hombros. Caminaba completamente sola, no había señales de Rantaro por ningún lado así que sonrío.

 

Cuando estaba a punto de sonar el timbre escolar decidieron ir a sus respectivos salones. Wakiya miró desde la ventana de su salón como Rantaro llegaba corriendo a la escuela.

 

Aun recordaba muy bien los condones que encontró ayer en su mochila, una sorpresa nada deseada a decir verdad pues, conociendo que Rantaro tiene novia sería lo más lógico pensar que los usaría con ella en algún momento.

 

“Pero me besó hace poco”, pensó algo desesperado, recordó esos dulces y calurosos besos que habían compartido.

 

Y también recordó aquel beso que vio entre él y Kaoru el otro día, ambos devorandose al otro; en esa ocasión las manos de Rantaro se habían colado debajo de la falda de la chica. ¿Y si ya habían tenido relaciones sexuales?

 

“No... ¡No! Ya deja de pensar en cosas tontas”, se reclamó a sí mismo internamente, pero no podía dejar de lado el tema.

 

Luego fue Ranjiro quien se coló a sus recuerdos.

 

<<¿Estás seguro… de que mi hermano va a terminar con Kaoru?>>

 

“¡Maldición Ranjiro, no te metas!, pensó frustrado, apretó los puños temblando ligeramente.

 

—Oye, ¿estás bien?

 

La pregunta logró sacarlo de sus pensamientos, volteo a mirar a Shu quien lo observaba algo preocupado, parpadeó repetidamente y asintió.

 

—Yo… si, estoy bien.

 

Se limitó a sentarse en su asiento, poco después la profesora llegó y las clases comenzaron.

 

Y la mente de Wakiya aun no dejaba de pensar en Rantaro y Kaoru.

 

Cuando subieron a entrenar después de clases, Wakiya entregó al nuevo y mejorado Spriggan a Shu justo después de una exagerada y larga introducción. El albino estaba muy contento por tener a su bey en sus manos, lo alzó hacia el cielo muy orgulloso.

 

“Pronto me convertiré en un blader digno de pelear mano a mano contra Valt”, pensó contento.

 

Luego recordó que no le había comentado al chico nada acerca de su bey ni del incidente cuando escapó.

 

“Solo hablamos tonterías sin sentido”, su semblante decayó un poco, sintió un empujón en la espalda.

 

—¡Vamos! Hay que beybatallar —dijo Rantaro con felicidad de por medio.

 

—Si debemos conocer todo el potencial oculto de Spriggan —comentó Daigo sacando su lanzador.

 

Shu decidió dejar de lado sus pensamientos pesimistas, sonrió ligeramente sacando su lanzador. Luego todos se encaminaron a la arena y empezaron a batallar.

 

Después de un rato, Rantaro tomó un pequeño descanso para ir al baño. Wakiya lo observó de cerca y una idea nació.

 

“Debo aclarar las cosas de una buena vez”.

 

No supo bien qué fue lo que lo impulsó o de dónde sacó la valentía para hablar del tema con Audaz, sólo sabía que quería aferrarse a ese impulso para no echarse hacia atrás ni flaquear en un solo momento.

 

Por lo que, después de varios minutos desde que Rantaro salió, decidió seguirlo.

 

Audaz siempre usaba los baños del piso más cercano, odiaba bajar más allá de lo que debería. Miro el pasillo desolado y se dirigió hacia ese lugar.

 

Pero pocos metros antes de entrar a los baños de varones escucho algo extraño provenir desde el interior. Se detuvo y se pegó lo mejor posible a la pared para no advertir su presencia y se acercó con mayor sigilo.

 

Sonaba como un choque húmedo, también hubo respiraciones agitadas de por medio y empezó a asustarse por lo que fuera a encontrar ahí. 

 

Asomo un poco la cabeza al interior para ver con cuidado y lo que encontró, simplemente le partió el corazón.

 

Sobre el extenso lavamanos estaba recargado Rantaro, su lengua se conectaba en una danza desvergonzada con la de Kaoru quien aferraba sus manos a la espalda del chico. Ambos tenían los ojos cerrados y parecían disfrutar del momento, Kaoru se acercaba lo más que podía al otro chico, frotando sus cuerpos por encima de la ropa.

 

Se separaron un poco, Kaoru no dejaba de aferrarse al rubio.

 

—Anda —Su voz agitada desbordaba excitación por doquier, acercó el rostro al de Rantaro olfateando su esencia corporal, este solo se dejó hacer—. Sabes que también lo deseas.

 

Ni un solo sonido se presentó en el lugar, Wakiya empezó a hiperventilar en silencio, no quería escuchar lo que pasaría pero tenía que saberlo.

 

—¿Qué, qué deseo?

 

Esa pregunta que Rantaro soltó con la misma excitación en su voz fue suficiente para hacer que Wakiya rompiera en un llanto mudo, se cubrió la boca conteniendose lo mejor posible.

 

—Házmelo, hazme tuya.

 

Y continuaron besándose indecorosamente en aquel baño.

 

Wakiya se retiró lentamente en silencio.

 

Camino hacia su casa con la cabeza baja, se sentía como dentro de un sueño o una pesadilla, no sabía muy bien pero estaba desvinculado de la realidad. Todo parecía ocurrir tan lento a su alrededor.

 

No fue hasta que pisó el pórtico de su hogar que alzó la mirada, vió las hojas de ese gran árbol fuera de su casa caer a su alrededor, los recuerdos se arremolinaron en su cabeza y de nuevo el tiempo volvió a avanzar.

 

Corrió al interior llamando la atención de los sirvientes, se encaminó directo a su habitación y cerró con llave antes de empezar a tirar todo a su paso.

 

Los muebles, las cortinas de las ventanas, los marcos de las fotos que tenía en las paredes, cualquier cosa con la que se encontraba.

 

Muchos llamados se presentaron en la puerta pero no atendió ninguno, los sirvientes se miraron preocupados.

 

—Esto está muy mal, necesitamos ayuda —dijo una de ellas, el mayordomo asintió y tomó el teléfono que colgaba en la pared marcando a un número en particular.

 

Cuando Wakiya terminó por romper las cosas en su habitación se dirigió a su baño privado, abrió el botiquín donde una puntiagudas y afiladas tijeras yacían guardadas cautelosamente.

 

Las tomó y regresó a su cama, miró con un odio que jamás imaginó sentir hacia el peluche púrpura encima de su cama.

 

—Ese día… ¡Ese maldito día! ¡¡Ojala nunca me hubiera enamorado de ti!!

 

Gritó furioso, tomó al peluche con una mano y con la otra lo apuñaló incesantemente, la bien cuidada y suave superficie del peluche ahora no era más que un montón de tela desecha, el relleno blanco salió agresivamente en cada corte que daba.

 

Cuando terminó vio su trabajo, esa horrible sensación de su pecho no se iba y se echó a llorar.

 

El ruido de la puerta siendo forzada se hizo presente pero él no le prestó atención alguna, solo pensaba en Kaoru y su cabello corto.

 

Con tijeras en mano se dirigió al baño, en el espejo contempló su rostro rojo por el llanto y empapado por las lágrimas.

 

Tomó un gran mechón de su largo cabello, inhaló y exhaló antes de abrir las tijeras y dar un certero corte.

 

Cuando estuvo a punto de tomar otro mechón sintió como sus manos eran apresadas.

 

—Wakiya ¡detente! ¿Qué crees que estás haciendo?

 

Reconoció esa voz al instante, forcejeo contra el sujeto.

 

—Largate, dejame en paz. ¡Tú no sabes nada!

 

Peleó y peleó con todas sus fuerzas pero era inutil, no podía zafarse. 

 

Cansado de todo se rindió, dejó caer las tijeras y se dejó caer sobre su acompañante, el llanto no lo abandonaba aun.

 

—Ho-Hoji —Su voz le salió quebrada, la nariz empezó a escurrir junto a sus lágrimas, su respiración errada no le permitían continuar.

 

Se dejó llevar por el llanto, Hoji envolvió al rubio entre sus brazos en un intento de consolarlo. A pesar de estar muy preocupado por él no hizo ninguna pregunta, jamás había visto así a Wakiya.

 

Su amistad había nacido hace casi diez años, conocia al hijo único de los Murasaki como la palma de su mano pero esta faceta suya era completamente desconocida. Se limitó a abrazarlo, algo muy malo debió suceder para que Wakiya se pusiera de esta manera.

 

El azabache miró de reojo a los otros dos chicos en la entrada del baño que admiraban estupefactos la escena, con un simple gesto les indicio que guardaran silencio pues el momento era delicado.

 

Después de casi media hora finalmente Wakiya se calmó un poco, Hoji lo incitó a que hablaran fuera del baño pues el sitio era incomodo así que se dirigieron a su cama que también era un desastre, con restos de el peluche por doquier así como de otras cosas que rompió.

 

No le dieron mucha importancia por el momento, la prioridad para Hoji y sus dos amigos y fieles compañeros de entrenamientos Sasaki y Shindo, era hacer que el rubio se sincerara por completo, algo difícil conociendo el carácter terco que poseía.

 

Pero quizás el estado sensible en que Murasaki se hallaba les sería de gran ayuda.

 

El azabache le extendió un pañuelo a Wakiya quien lo tomó y limpio lo mejor que pudo el desastre en su rostro, inhaló y exhaló calmando su respiración.

 

—¿Qué pasó? —preguntó Hoji con suavidad, Wakiya bajo un poco la mirada mientras sentía el sonrojo de su rostro acentuarse.

 

—Es… complicado y muy tonto —dijo en voz baja, los ojos le picaban un poco y se los frotó.

 

—Se trata de Kiyama, ¿verdad?

 

La declaración tan acertada de Hoji lo sorprendió, lo miro impresionado recibiendo a cambio una expresión seria.

 

—¿Cómo es que lo sabes?

 

—Por favor, te conozco desde siempre. Tal vez pudiste engañar a absolutamente todo el mundo pero no a mi, supe que sentías algo por Rantaro desde que regresaron a Japón hace tres años.

 

Quizás en otro momento Wakiya hubiese reclamado el modo tan poco sutil en que Hoji reveló esa información pero ese día no sería hoy, estaba agotado mentalmente para eso. Solo asintió en respuesta causando cierta impresión en Sasaki y Shindo.

 

Con una brevedad quizás producto de su flaqueza mental, les relato lo que había sucedido desde que empezó ese año escolar, cuando Rantaro consiguió novia y él en respuesta, se hizo novio de su hermano Ranjiro. Luego todo el lío con Silas y finalmente lo que había ocurrido ese mismo día.

 

Los tres lo escucharon con atención sin interrumpir un solo instante, cuando Wakiya terminó de contar su historia un corto silencio prevaleció, mismo que fue cortado por Konda.

 

—Wakiya, todo eso… estuvo mal, muy mal —El rubio mencionado soltó un largo suspiro.

 

—Lo sé.

 

Murasaki bajo la mirada con tristeza, se sentía tan patético ahora mismo por perderlo todo en un solo instante.

 

Sintió un suave contacto en su mejilla, miró a Hoji quien le extendió un pañuelo blanco; confundido por la acción no supo si tomarlo o no.

 

—Vamos, tener la cara toda llena de lágrimas no va contigo.

 

Aun con dudas tomó el pañuelo pero no se limpió de inmediato, solo lo sostuvo entre sus manos y se le quedó mirando. Hoji marcó un poco el entrecejo.

 

—Puedes superarlo.

 

—¿Pero como? Lo perdí todo, nunca había querido nada con tanta fuerza como quise tener a Rantaro, me esforcé, peleé por él pero no sirvió de nada. Soy patético.

 

Hoji lo tomó de los hombros, su mirada agresiva asustó un poco a Wakiya que se quedó paralizado.

 

—No… ¡Tú no eres así! ¡Wakiya Murasaki no es ningún patético! —expresó Hoji enérgico—. El Wakiya Murasaki que yo conozco es un chico que siempre pelea, que da todo lo que tiene con tal de ganar y al final consigue lo que quiere. Eres el chico que no le importa si los demás lo odian por ser algo egocéntrico y que siempre se va con una sonrisa en el rostro. Es eso lo que más admiro de ti desde siempre.

 

Sasaki y Shindo miraban la situación anonadados, Wakiya tenía una expresión muy parecida mientras observaba en silencio al chico.

 

—¡Es verdad! — dijo Shindo de la nada—. Yo también te admiro por eso, ¿recuerdas cuando me defendiste de los tipos que me llamaron “feo perdedor”? Los venciste usando mi bey, ¡fue lo más grandioso que he visto en la vida!

 

—O cuando nos llevaste a tu campamento mortal —Esta vez hablo Sasaki—. Entrenaste más que nadie y llegaste hasta el torneo nacional por tu propia cuenta.

 

—Es cierto Wakiya, eres grandioso, además —Hoji tomó el cabello que Wakiya apenas se había cortado antes de continuar—, recuerdo que cuando se burlaban de tú cabello largo a ti no te importaba ni un poco.

 

El rubio se tocó esa zona del cabello, sintió unas repentinas ganas de volver a romper en llanto.

 

—Y cuando te pregunte porque tenias el cabello largo me respondiste algo sorprendente, algo que logro inspirarme —dijo Hoji, miró a Wakiya con una cálida sonrisa—, ¿recuerdas que fue?

 

Murasaki se cubrió la boca con su mano libre, a su mente volvieron los recuerdos como si se tratara de una cinta vieja.



“¿Por qué?”, preguntó mientras tocaba su largo cabello, Hoji pensó que se molestaria pero al parecer ese no era el caso, Wakiya solo le dio la espalda con total calma, “Supongo que es porque me recuerda a mi madre.”

 

Hoji quedó anonadado con su declaración, Wakiya continuó.

 

“Ella era una gran persona que no tuve la oportunidad de conocer, pero se por mi padre que ella me amaba y que no deseaba verme triste”, el rubio dio la media vuelta y le sonrió a Hoji con orgullo mientras tomaba su cabello, “La he visto en las fotos y mi cabello es igual al suyo. Quiero llevarlo así por ella.”



—¡Agh, soy tan estupido! —gritó Wakiya de repente asustando a los presentes, luego Hoji sonrió—. ¡Lo hice todo mal!

 

Secó agresivamente las pocas lagrimas que amenazaban con resbalar de sus orbes azules, se puso de pie rápidamente y se encaminó a la puerta de la habitación.

 

—¡Espera! —Hoji lo tomó del brazo deteniendolo al instante—. ¿A dónde crees que vas?

 

—A la escuela —respondió Murasaki con naturalidad—. Quiero arreglarlo todo pero deje mis cosas allá.

 

—¿Y vas a ir así? 

 

Konda lo señalo completo, Wakiya después de unos segundos reaccionó a su aspecto actual, un poco menos de la mitad de su cabello cortado con poca delicadeza y el rostro todo rojo por llorar. Se resignó en silencio sentándose de nuevo en la cama.

 

—¿Entonces qué hago? Deje todas mis cosas allá —dijo en un susurro, Hoji le sonrió.

 

—Shindo —llamó al azabache quien se acercó—. Tú ve al instituto, diles a todos que nos topamos con Wakiya afuera y que lo obligamos a traernos a su casa.

 

El chico asintio, estaba a puto de salir cuando Wakiya lo detuvo de nuevo, al parecer tuvo una idea que expreso a todos y sonrieron, despues de eso salió de la enorme mansion con rumbo al instituto.

 

De vuelta a dicho lugar se hallaba el club a punto de finalizar los entrenamientos, hasta ahora estaban tan centrados en el nuevo Spriggan de Shu que no habían notado la ausencia de Wakiya, no como Rantaro quien regresó del baño solo para tomar su mochila e irse.

 

—Oye ¿tú quién eres? —preguntó el de ojos rojos cuando vio a un chico desconocido llegar sospechosamente, este salto en su sitio del susto.

 

—Tranquilo —dijo Ken cuando miro al mismo chico, luego Daigo se unió también—, es un viejo amigo de Wakiya.

 

—Por cierto, ¿dónde se habrá metido? —preguntó Daigo al notar su ausencia, Shindo se encargó de responder como Hoji le indico.

 

—Además —añadió Shindo—, Wakiya me dijo que te pidiera esto solo a ti Daigo.

 

Todos se sorprendieron por la petición, el gótico se acercó al azabache quien susurró algo en su oído, Daigo lo miró sorprendido.

 

—¿En serio? —Shindo asintió, Daigo parpadeo algunos segundos—. Bien, está bien… creo. Entonces voy contigo.

 

Shu y Ken miraban muy confundidos a Daigo despedirse de ellos para después irse con el azabache.

 

No hubo ni una sola pista de Wakiya en los días siguientes, fue como si la tierra se lo tragara pues por más llamadas que los chicos del club hicieran, ninguna era respondida. Todos preguntaron a Daigo que sucedió pero él lo sabía con mucha certeza, solo que lo que Wakiya le pidió no podía decirlo ya que le dejó muy en claro que no se los contara pues según él, “era una sorpresa”.

 

Shu no tenía un buen presentimiento de todo esto y fue más de una vez a la casa de Wakiya a buscarlo pero por alguna razón nunca estaba. Ni que decir de Rantaro quien sentía una opresión en el pecho cada vez que veía llegar a su hermano a altas horas de la noche, incluso superando aquellos días en los que su relación con Wakiya había iniciado.

 

Así pasó toda la semana hasta que llegó el día viernes, el día del festival escolar.

 

Shu verificó frente al espejo su atuendo por milesima vez, se sentía un poco tonto usando aquella cosa.

 

“Ojala nadie me note entre tanta gente”, pensó quitándose el atuendo para ponerse el conjunto deportivo de la escuela.

 

Salió de casa un poco más temprano de lo usual, estaba un poco emocionado por lo que pasaría ese día en su primer festival escolar. Cuando llegó apenas montaban unos puestos en la entrada, ya había bastante gente considerando la hora así que fue directo a su salon.

 

Quizás iba más rápido de lo que era consciente pues al entrar chocó de frente con alguien, el golpe le dolió bastante así que se sobo un poco la zona afectada antes de ver a la otra persona.

 

Y quedó boquiabierto.

 

—¡Hola Shu! —saludaron un par de azabaches que se acercaban llenos de ánimo a su amigo albino quien, por alguna razón, parecía una estatua en medio del pasillo. Este volteó a mirarlos y, aun impactado, señaló al interior de su aula. Daigo lo miro confundido y Ken acelero un poco el paso.

 

—¿Qué sucede?, ¿por qué estás tan…?

 

Las palabras murieron en la boca de Ken al mirar lo que Shu señalaba, Daigo también miró y lo entendió todo, suspiro en silencio mientras sonreía.

 

—¿Qué? ¿No puedo irme por una semana sin que se sorprendan por verme?

 

El tono egocéntrico del rubio fue completamente natural y característico de él, sin embargo su peinado no lo era.

 

El largo y elegante cabello de Murasaki ya no podía ser llamado así nuevamente, pues ahora mechones cortos se acomodaban aleatoria pero casualmente sobre la cabeza del rubio. El cambio fue tan brusco y repentino para ellos que no sabían muy bien como reaccionar, simplemente Wakiya parecía otra persona; tenía aires de chico genial y rebelde, muy alejado del egocéntrico y orgulloso chico que conocen.

 

—¿Pero que...? ¿Qué pasó? —preguntó Ken usando a Keru como apoyo, Wakiya bufó y revolvió un poco sus propios cabellos.

 

—Solo decidí que necesitaba un cambio, además que me enteré que alguien más necesitaba un poco del toque especial de Murasaki —dijo con complicidad mirando a Daigo, los chicos también lo miraron buscando respuestas.

 

—Rei, la niña del hospital, extrañaba mucho su cabello y Wakiya ofreció el suyo para hacer una peluca corta.

 

—¿En serio? —preguntó Shu sorprendido mirando al de ojos azules, este asintió con orgullo.

 

—Así es, ¿soy sorprendente verdad?

 

—Tal vez te ves diferente pero sigues siendo el mismo Wakiya de siempre —comentó Ken usando a Keru, Wakiya amplio más aún su sonrisa.

 

—¡Oh, hola! —Rantaro se acercaba a los chicos desde el pasillo con una enorme sonrisa—. No sabía que había reunión en el salón de… 

 

Se quedó sin palabras cuando llegó y miró a Wakiya quien no dejaba de sonreír, el ambiente pareció congelarse para Kiyama.

 

—Rápido chicos, muévanse —dijo la profesora al llegar—, el festival comenzará pronto así que ya deben tener todo listo.

 

Shu y Wakiya se vieron obligados a entrar al salón y empezar con los preparativos, los demás se retiraron a sus respectivos salones aunque Rantaro fue casi arrastrado por Daigo.

 

El albino se puso su traje conformado por dos prendas de satén color vino y botas negras, no le incomodaba en absoluto pero quizás el sombrero a juego estaba un poco de más. Miró a Murasaki quien usaba prendas dignas de un príncipe, no era para menos pues ese era su papel.

 

Las siguientes horas se la pasaron muy bien, las actividades del festival eran muy divertidas; quizás lo único que le incomodaba un poco era tomarse fotos con tantas personas, afortunadamente el cambio de imagen de Wakiya le quitó a muchos fans de encima.

 

Se tomó un pequeño descanso y fue a la azotea, un poco nervioso decidió que era buena idea enviarle a Valt esas fotografías que había tomado hace poco. Después de unos cuantos segundos recibió una respuesta.

 

De: Valt: “Ah es genial! Ya es el festival!”

 

Sonrió ligeramente antes de responder.

 

Yo: “Si, es agradable”

 

De: Valt: “Y cual es el tema del salon? Que te toco hacer?”

 

Yo: “Es la era medieval y… me toco hacer de escribano”

 

De: Valt: “Escribano? Que es eso? Creo que te queda mejor el papel de principe”

 

El albino sintió un ligero sonrojo en sus mejillas al leer lo último, Valt volvió a escribir.

 

De: Valt: “Me gustaría estar ahi, mandame una foto tuya!”

 

Exigió el menor pues no salía en todas sus fotos anteriores.

 

Yo: “No, odio mi atuendo”

 

De: Valt: “ :p amargado! Le dire a los demás que te tomen mil fotos!”

 

Shu rodó los ojos y sonrió divertido, escucho un grito provenir desde abajo llamándolo.

 

—¡Shu, aquí estás! —dijo Wakiya acercándose al albino, este asintió mientras guardaba su teléfono en el bolsillo del pantalón.

 

—¿Ocurre algo? —preguntó con su seriedad característica, el rubio sonrió ampliamente.

 

—De hecho… si y no. —respondió con simpleza ganándose una mirada confundida del albino, Wakiya continuo—. Quiero que me acompañes.

 

—Ah, está bien.

 

Murasaki soltó una gran carcajada con su respuesta, Shu solo se confundía más y más.

 

—Creo que no me entiendes —dijo el rubio adinerado deteniendo su risa poco a poco—, quiero que me acompañes… a España.

 


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